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A todo esto podemos añadirle una de las ideas de Seamus Heaney. Heaney es un autor al que puede citarse incansablemente: la poesía, dice por ejemplo, incrementa la cantidad de bien que alberga el mundo; todo nuevo ritmo (poético o musical) infunde nueva vida al mundo; la poesía hace que nos sintamos cómodos en el mundo y que confiemos en él; la poesía es un proceso natural que deriva simultáneamente de lo que nos ofrecen los fenómenos del mundo y de cuanto generan los jugueteos del lenguaje; la poesía es la transmisión de un conocimiento intuido; poesía es no dejar de aspirar a una vida más plena, es la experiencia de una ampliación del horizonte; los poemas se levantan como catedrales en un páramo; los versos nos brindan una dignidad inquebrantable, una claridad sin consuelo, una existencia sin cercados, son el signo externo de una gracia interior; muestras de que nos hemos conquistado a nosotros mismos; los poemas nos hacen ver que no debemos infravalorar la realidad del mundo; nos procuran una sensación de autosuficiencia y constituyen un surtidor por el que mana la sobreabundancia de cuanto mora en nuestro interior.
Este último punto es justamente el correspondiente a nuestro centro de atención aquí. En uno de sus ensayos, Heaney incluye la siguiente cita, sacada del Estate of Poetry de Czeslaw Milosz:
En la esencia misma de la poesía hay algo indecente,
Pues saca a la luz cuanto desconocíamos poseer en nuestro interior.
[...]
Y no sentimos a estos seres sólo
por breve lapso; no, sino que como
los árboles de un templo pronto aúnan
su ser al templo mismo, así la luna,
la poesía y sus glorias infinitas
cual una luz alegre nos hechizan
el alma y nos seducen con tal fuerza
que, haya sombra o luz sobre la tierra,
si no nos acompañan somos muertos.
[...]
(Keats)
[...]
«Los verdaderos poemas son incendios. La poesía se propaga por todas partes,
iluminando sus consumaciones con estremecimientos de placer o de agonía».
«Se debe escribir en una lengua que no sea materna».
«Los cuatro puntos cardinales son tres; el sur y el norte».
«Un poema es una cosa que será».
«Un poema es una cosa que nunca es, pero que debiera ser».
«Un poema es una cosa que nunca ha sido, que nunca podrá ser».
[...]
(Vicente Huidobro)