Palas-Atenea             

 

Atenea Palas-Atenea:
Llamada también Tritogenia o Tritonia y Atena, se la describe normalmente en los mitos que narran su nacimiento como saliendo a la vida, completamente armada, de la cabeza de Zeus, con sus rizos negros y fuertes, mientras todos los cielos y la tierra temblaban, el mar se agitaba en grandes olas y la luz del día se extinguía. Zeus, se dice, se había previamente tragado a su esposa Metis (Inteligencia), para evitar que ésta diera a luz a su hijo. La operación de abrirle la cabeza, para que Palas pudiera salir, fue llevada a cabo por Hefestos (Vulcano) o, según otras versiones de la historia, por Prometeo. Hay, sin embargo, otro mito que adjudica su origen a una conexión de Poseidón (Neptuno) con la ninfa Tritonis, añadiendo que Zeus solamente la adoptó como su hija. Pero esto no parece haber tenido ningún fundamento en la creencia general del pueblo, y parece haber sido sólo una invención de tiempos posteriores, cuando su nombre, Tritogenia, o Tritona, se había hecho ininteligible. Ningún ser conectado con la Tierra, ya deidad o mortal, tuvo parte en su nacimiento. Era en su totalidad obra de su padre, el dios del cielo, que, como el mito caracteriza muy llanamente, la creó de una de las negras nubes de la tormenta, entre el rugido y estallido de la tormenta. Su carácter pues debe ser considerado como un complemento suyo. El propósito para el cual fue traída a la existencia debe haber sido el de que ella podría hacer lo que él planeara, pero que, como el supremo e imparcial dios, no podía llevar a cabo. Ella es al mismo tiempo temerosa y poderosa como una tormenta, y, a su vez, gentil y pura como el calor del cielo cuando una tormenta se ha hundido para descansar y un aire de nueva vida se mueve por los refrescados campos. Para expresar ambos lados de su carácter —terrible y poderosa, abierta, gentil y pura— tenía el doble nombre de Palas-Atenea: el primero se le aplicaba por su función como diosa de las tormentas —la que llevaba las égidas del escudo de la tormenta de su padre—. Y además, como Palas, se convirtió en diosa de la batalla —valiente, conquistadora, temible con la contemplación de sus égidas por muchedumbres enteras de héroes cuando la vejaban, e incluso conduciendo a Ares ante ella con el rayo de su lanza—. Al tiempo que mostraba el suave, gentil y celestial lado de su carácter, también, como diosa de la batalla, mostraba ese deseo de confusa muerte y desolación que distinguió a Ares, y que formaba el contraste que ya hemos mencionado entre las dos deidades de la guerra. Palas presidía las batallas, pero sólo para conducirlas a la victoria y, a través de la victoria, a la paz y la prosperidad.

El búho se incorporó al diseño de las monedas griegas. En Italia, Egipto y Turquía se acuñaron monedas parecidas Cuando la guerra había sido librada, y la paz establecida —ya fuera entre la vida política de las naciones aquí en la Tierra o, entre las pasiones de los hombres— es siempre el resultado del conflicto y la guerra, es entonces cuando la diosa Atenea reina en toda su gentileza y pureza, enseñando a la humanidad a disfrutar la paz e instruyéndole en todo lo que da belleza a la forma humana, en la sabiduría y en el arte. Si observamos y mantenemos claro ante nuestras mentes estas partes de su carácter, la inseparable unión de ambos, y su acción y reacción sobre los otros, veremos que esta diosa, Palas Atenea, es una de las más grandes concepciones de un profundo sentimiento religioso, un ser a cuyas manos los píos griegos podrían, con la debida reverencia, encomendar su custodia. La mutua relación de estos dos lados de su carácter queda suficientemente obvia en los varios mitos relacionados con la diosa. Procederemos a contar los principales de éstos, pero primero debemos llamar la atención sobre el punto de que Atenea está representada en el mito como virgen por siempre, despreciando los afectos que se dice se le ofrecieron con frecuencia. En vez de sugerir que era propensa, en el más mínimo grado, a las pasiones terrenas y debilidades, el mito muestra admiración por ser una personificación divina de la mente, siempre libre en sus movimientos; una personificación divina de la mente, siempre pía en sus movimientos; una personificación, al mismo tiempo, del origen de la mente del supremo Ser Divino: una prueba de que la mente no es ni femenina ni masculina, sino un poder sencillo e independiente que trabaja por toda la naturaleza. En el transcurso de la guerra de los gigantes Palas prestó una muy valiosa ayuda a Zeus, en consejo y en hechos, siendo, de hecho, la causa de que llamara a Hércules para que acudiera en su ayuda y así completar con éxito la subyugación de los rebeldes. Con una sola mano venció al terrible gigante Encelados; pero cuando el reinado de Zeus fue por fin establecido con firmeza, se puso a la tarea de ayudar y proteger a aquellos héroes de la Tierra que estaban empeñados en destruir las terribles criaturas y monstruos que había sobre ella. En esta condición fue el constante amigo de Hércules en todas sus dificultades y aventuras, y de Perseo, a quien ayudó a matar a la Gorgona Medusa, cuya cabeza llevó ella luego sobre sus égidas, y por esta razón obtuvo el nombre de Gorgofone, o Asesino de Gorgona. Con Hera protegió a los argonautas, y a su ayuda se debió el éxito con el que Teseo venció y mató a monstruos de todas clases. Estuvo junto a los griegos en su lucha contra Troya, que describiremos más adelante, y diseñó el modelo por el que, tras diez años de duración, llegó a su fin. Pero, en tiempos de paz, su poder como diosa de toda clase de habilidades y manufacturas, tanto de claridad en el cielo, como de actividad mental, fue empleado uniformemente, como se ha dicho, para la prosperidad general o el bien. Las artes de hilar y tejer se describieron como invención suya. Enseñó cómo atender y cuidar a niños recién nacidos, e incluso el arte de curar fue atribuido a ella entre otros dioses. La flauta, también, fue invención suya. Cuando se convirtió en diosa de la guerra, era su deber instruir a los hombres en el arte de domar caballos, de ensillarlos y engancharlos a los carros de guerra —una tarea que la encontramos en la historia de Belerofonte, para quien enganchó al caballo alado Pegaso, y en la historia de Erictonios, en Atenas, el primer mortal que aprendió de ella cómo sujetar los caballos a los carros—. En una palabra, era la protectora de todas las personas empleadas en el arte y en la industria, de aquellos cuyos negocios eran en la tierra instruir y educar a la humanidad, y así ayudar a la felicidad general.

Acrópolis Protección de Atenas:
La principal escena de su influencia y acciones fue Ática, esa región de Grecia que, según el mito relatado anteriormente, ella obtuvo como su provincia especial y peculiar, tras una competición por él con Poseidón, el dios del mar. Allí su alabanza y honor sobrepasaba al de las otras deidades, y por ella recibió el nombre de la ciudad principal de la Tierra. La prueba visible y testimonio de su protección de Ática era el olivo de la Acrópolis de Atenas, que ella creó en un concurso con Poseidón, y del que los atenienses creían que provenían todos los olivos de Ática. El producto de los olivos era la principal riqueza de la tierra. Los antiguos autores nos cuentan una tierna historia sobre este olivo de la Acrópolis, que revela la firmeza con la que la creencia en su diosa estaba enraizada en la mente de la gente. Cuando los persas avanzaron con sus poderosas fuerzas contra Grecia, se dice que Atenea se presentó ante el trono de su padre y rogó por la conservación de la ciudad. Pero el destino había decretado otra cosa: Atenas debía perecer, para que una ciudad más noble y mejor pudiera levantarse de sus ruinas, y así Zeus fue obligado a rechazar la plegaria de su querida hija. Los atenienses se dieron a la huida, abandonando totalmente la ciudad, que luego invadieron los persas y la destruyeron totalmente con fuego y espadas, no dejando ni siquiera los olivos de la diosa. Pero, ¡oh!, como señal de que ella no había olvidado su ciudad incluso en ruinas, allí surgió de repente de la raíz que permanecía un nuevo brote, que, con asombrosa rapidez, creció a una altura de tres yardas, y fue considerado como un emblema de la regeneración de la ciudad. Con la ayuda de su diosa los atenienses fueron los primeros de todos los griegos en luchar en la famosa batalla naval que siguió en Salamina, en la que la flota persa, aunque ampliamente superior en número, fue totalmente destruida, mientras que las tropas situadas en tierra se vieron obligadas a escapar de Grecia con vergüenza e inmensas pérdidas.

Celebraciones atenienses en su honor:
Entre la gran variedad de títulos que recibió, algunos derivados de su función como diosa y otros de las localidades donde su adoración tenía un especial sentido en la gente, encontramos los nombres de «madre» en Elis, como consecuencia de su preocupación por los niños; en Atenas y varios otros lugares, Polias, «la protectora de las ciudades»; Soteira, «la salvadora»; Glaucopis, «la diosa de ojos azules»; Pártenos, «la virgen»; Hipia, «domadora de caballos»; Ergane, «señora de la industria»; Nike, «la victoriosa», y Mecanitis, «ingeniosa». Cada año se celebraba un festival en su honor en Atenas; este festival duraba varios días y se llamaba Panatenea, para conmemorar la parte que había tenido en la guerra contra los gigantes: cada cuatro años —es decir, cada tres años de la actual Olimpiada— se celebraba con redoblado esplendor. Se dice que este festival había sido instituido por Teseo, o al menos que su importancia provenía de él; en cualquier caso era un festival de una antigüedad muy grande: se formaban procesiones festivas, se llevaban a cabo juegos atléticos, mientras se celebraran sacrificios y banquetes a gran escala —todos los atenienses, ya en casa o en colonias, tenían el privilegio de tomar parte—.Los premios en los juegos consistían en grandes vasijas de barro pintadas rellenas de aceite puro de oliva, el producto de los árboles sagrados de Atenas. De estos jarrones un pequeño número ha sido conservado hasta nuestros tiempos. En un lado está pintada una figura de una diosa luchando en actitud de sacar una lanza, con una columna a cada lado de ella, que representan el hipódromo. En el reverso hay una vista de la competición en la que un nuevo vestido o peplos, tejido y bordado para la diosa por un número selecto de mujeres y jóvenes de Atenas, era llevado por la ciudad extendido como una vela en un mástil, colocada sobre una carreta en forma de barco. En esta procesión toda la población de Ática tomaba parte: los jóvenes de la nobleza a caballo o en carros, los soldados con las armas, y la burguesía con sus esposas e hijas con vestidos de fiesta. El nuevo traje estaba destinado a la muy antigua estatua de Atenea que se conservaba en el Erecteón. Esta costumbre de colocar ropas reales en las estatuas parece haberse transmitido desde tiempos remotos, cuando el arte de la escultura era igual a la tarea de imitar la figura humana, y no es improbable que la estatua de Atenas, de la que estamos hablando, datara de esa temprana época. Los magistrados de Atenas ofrecían sacrificios a esta al comienzo de la primavera. Los servicios de su santuario eran conducidos por dos vírgenes elegidas para el periodo de un año.

Acrópolis: Partenón En Roma la adoración a Minerva era conducida con mucho celo como la de Atenea en Atenas; su carácter como diosa d,e la sabiduría y sensato pensamiento era admirablemente calculado para atraer a un pueblo como el de los romanos. Era protectora de sus artes e industrias, de las operaciones domésticas de hilar, tejer y bordar, justo como lo era entre los griegos. En Roma tenía varios templos, uno de los más antiguos era el del Capitolio. Un festival, que duraba desde el 19 al 23 de marzo, se celebraba anualmente en su honor. Pero el objeto relacionado con ella, que los romanos veneraban sobre todas las cosas, era el Paladio, o figura antigua de la diosa, cuya historia original era que había venido del cielo y desde allí se había convertido en propiedad de la familia real de Troya, y cuya posesión se había identificado siempre con el seguro de estabilidad de esta ciudad. Pero en el curso de la guerra entre los griegos y los troyanos fue sacada en secreto por Dió-medes y Ulises, tras lo cual sobrevino la captura de la ciudad por medio del caballo de madera. Otra versión de la historia dice que Eneas se la llevó con él cuando huyó de la ciudad, y a consecuencia de la inconsistencia de la historia sucedió después que más de una ciudad reclamó la posesión del Paladio real —como, por ejemplo, Argos, Atenas y Roma—. Donde se creía que estaba, allí existía la firme convicción de que la resistencia de la ciudad dependía de la posesión de la imagen, por lo que sucedió después que la expresión Paladio fue empleada en un sentido más amplio para designar objetos a los que se atribuía una importancia similar, y cuando, por ejemplo, oímos «el Paladio de la Libertad fue llevado» entendemos que la principal prevención y seguridad de libertad se ha perdido. Los símbolos de Atenea son el buho, el gallo, la serpiente y el olivo.

Representación romana de Minerva Representación artística:
En las obras de arte Atenea generalmente aparece como una virgen de aspecto serio, armada con un casco, escudo y lanza, llevando vestidos largos y en su pecho la égida, con un borde de serpientes, y la cara de Medusa en el centro. A menudo está acompañada por un buho. De las muchas estatuas que hay de ella, las dos más famosas de la antigüedad como obras de arte son las del escultor Fidias: la de oro y marfil estaba en su gran templo en Atenas, el Partenón. Se da cierta idea de ella en la lámina XII, que representa una restauración de una presumible copia original. La otra era de bronce (lámina XI), de tamaño colosal, estaba en la Acrópolis, coronando el templo que acabamos de mencionar; la cresta de su casco y punta de su lanza eran visibles desde el mar desde un punto tan lejano como el cabo Sunio, el punto más al sur de Ática. Su actitud era la de prepararse para arrojar la lanza, y el título que tenía, el de Promacos, o «Vanguardia de batalla». Se puede ver una representación de la estatua en las monedas de Atenas en las que se da una vista de la Acrópolis. El último documento que tenemos de la estatua de oro y marfil se sitúa en el año 375 d.C, y cómo y cuándo pereció es todavía un misterio. La actitud de la estatua de bronce existe, se cree, en varias pequeñas estatuillas, de las cuales hay una, que fue encontrada en Atenas, en el Museo Británico. En las jarras pintadas encontramos muchas representaciones de su nacimiento, de su lucha con los gigantes, de su ayuda a los héroes, tales como Perso y Hércules, en sus hazañas. Los temas de las esculturas, ahora en el Museo Británico, que decoraban los frontones del Partenón, eran, en el frente, su nacimiento, y en la parte de atrás, su lucha con Poseidón. En el Erecteón de Atenas había una antigua figura de la diosa, que se creía había caído del cielo; mientras que otra antigua figura de ella, propiamente llamada el Paladio, se conservaba en la ciudad bajo el cuidado de una familia sacerdotal llamada Bizigi. También se creía que había caído del cielo. En su presencia se celebraban los juicios de casos de sangre. (Murray Alexanders)


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