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René Char: Bailemos en Baronnies Vestida con falda de olivo la Enamorada había dicho: Cree en mi muy infantil fidelidad. Y desde entonces, un valle abierto una cuesta que brilla un sendero de alianza han invadido la ciudad donde el libre dolor se halla bajo las aguas vivas Versión de Jorge Riechmann Bebedora Por qué seguir entregando las palabras del propio porvenir ahora que toda palabra hacia lo alto es boca ladradora de cohete, ahora que el corazón de cuanto respira es caída hedionda? Para que puedas exclamar en un soplo: "¿De dónde vienes, bebedora, hermana con las uñas quemadas? ¿ Ya quién satisfaces? Nunca hallaste albergue entre tus espigas. Mi guadaña lo jura. No te denunciaré, yo te precedo." Versión de Jorge Riechmann Bienvenida ¡Ojalá vuelvas a tu desorden, y el mundo al suyo. La asimetría es juventud. No se mantiene el orden más que el tiempo que se tarda en odiar su carácter de mal. Entonces se avivará en ti el deseo del porvenir, y cada peldaño de tu escalera desocupada y todos los rasgos inhibidos de tu vuelo te llevarán, te elevarán con un mismo sentimiento gozoso. Hijo de la oda ferviente, abjurarás del gigantesco enmohecimiento. Los solsticios cuajan el dolor difuso en una dura joya adamantina. El infierno a su medida que se habían esculpido los limadores de metales volverá a bajar vencido a su abismo. Delante del olvido nuevo, la única nube en el cielo será el sol. Mintamos esperanzados a quienes nos mienten: que la inmortalidad inscrita sea a la vez la piedra y la lección. Versión de Jorge Riechmann Consuelo Por las calles de la ciudad va mi amor. Poco importa a dónde vaya en este roto tiempo. Ya no es mi amor: el que quiera puede hablarle. Ya no se acuerda: ¿quién en verdad le amó? Mi amor busca su semejanza en la promesa de las miradas. El espacio que recorre es mi fidelidad. Dibuja la esperanza y en seguida la desprecia. Prevalece sin tomar parte en ello. Vivo en el fondo de él como un resto de felicidad. Sin saberlo él, mi soledad es su tesoro. Es el gran meridiano donde se inscribe su vuelo, mi libertad lo vacía. Por las calles de la ciudad va mi amor. Poco importa a dónde vaya en este roto tiempo. Ya no es mi amor: el que quiera puede hablarle. Ya no se acuerda: ¿quién en verdad le amó y le ilumina de lejos para que no caiga? Cuatro edades I El otoño para la hoja El agua hirviendo para el cangrejo Y el favorito el zorro Ebrio sobre los hombros luminosos de la Actriz Adherido al balcón naranja Un ventisquero de rizos Acampa en la ansiedad de mi corazón. II He estrangulado a mi hermano Porque no gustaba de dormir Con la ventana abierta Hermana mía Dijo antes de morir Pasé noches enteras Mirándote dormir Inclinado sobre tu brillo en el cristal. III Apretados los puños Rotos los dientes Con lágrimas en los ojos La vida Apostrofándome empujándome y riendo a medias Yo espiga anticipada de las siegas de agosto Distingo en la corola del Sol Una yegua Me abrevo en su orina. IV Mi amor es triste Porque es fiel No interpela el olvido de los demás No cae de la boca como un diario del bolsillo No es flexible en la angustia que en común se arremolina No se aísla en las rompientes de la península simulando pesimismo Mi amor es triste Pues está en la naturaleza turbada del amor ser triste Como la luz es triste La dicha triste No has pasado libertad tus correas de arena. Versión de Jorge Onfray Curso de las arcillas Mira, portero agudo, de la mañana a la mañana, Largas, adujando su chorro, a las zarzas frenéticas, Cómo la tierra nos acucia con su mirada ausente, Cómo el dolor se embota, grillo de canto parejo, Y cómo un dios no brota sino para aumentar la sed De aquellos cuya palabra se dirige a las aguas vivas. Por tanto alégrate, querida, del destino siguiente: No clausura esta muerte la memoria amorosa. Versión de Jorge Riechmann Desherencia Antigua era la noche Cuando la entreabrió el fuego. Igualmente mi casa. No se mata a la rosa En las guerras del cielo. Destierran a una lira. Mi pena persistente De una nube de nieve Gana un lago de sangre. La crueldad ama vivir. Oh fuente que mentiste A nuestros destinos gemelos, Del lobo trazaré Este único retrato pensativo. Versión de Jorge Riechmann Dyne Dejando atrás al hombre extensible y al hombre traspasado llegué ante la puerta de todos los júbilos, la del Verbo desellado de sus restos mortales, formando lo nuevo, creando fuego a partir de la verdad, y fortalecido por mi verde fe llamé. Así llegarás tú al país lavado y desierto de tu desafío. Hasta entonces, sin fechas fijas, lo irás edificando. ¡Severa vanidad! ¿Pero quién hubiera apostado y optado por ti, desde los parajes inmemoriales hasta la lira fugitiva del padre? Versión de Jorge Riechmann El beso Maciza lentitud, lentitud martillada; Humana lentitud, lentitud forcejeada; Desierta lentitud, desanda tus ardores; Sublime lentitud, sube desde el amor; Que la lechuza ha vuelto. Versión de Jorge Riechmann El desnudo perdido Llevarán ramos aquellos cuyo aguante pueda desgastar la noche nudosa que precede y sigue al relámpago. Su palabra recibe existencia del fruto intermitente que la propaga dilacerándose. Son los hijos incestuosos de la cortadura y del signo, que alzaron hasta los brocales el círculo florido de la tinaja de la adhesión. La furia de los vientos los mantiene aún desvestidos. Contra ellos vuela una pelusa de noche negra. Versión de Jorge Riechmann El juicio de octubre Mejilla contra mejilla dos pordioseras en su desamparo rígido; La helada y el viento no las han instruido, las han ignorado; Niñas de intrahistoria Caídas de las estaciones que dejan atrás, y allí apretadas de pie. No hay labios que las traspongan, la hora pasa. No habrá ni rapto ni rencor. Y el caminante pasa sin mirada ante ellas, ante nosotros. Dos rosas perforadas por un anillo profundo Ponen en su extrañeza algo de desafío. ¿Se pierde la vida de otro modo que por las espinas? Claro que sí: por la flor, los largos días lo supieron. Y el sol ha dejado de ser inicial. Una noche, el día bajo, todo el riesgo, dos rosas, Como la llama a cubierto, mejilla contra mejilla con quien la mato. Versión de Jorge Riechmann El molino Un ruido largo sale por el techo golondrinas siempre blancas agua que salta, agua que brilla el grano salta, el agua muele y el recinto donde el amor se arriesga centellea y marca el paso. Versión de Jorge Teiller El refugio maltratado Siempre me ha gustado la proximidad, sobre un camino de tierra, de un hilillo de agua caída del cielo que viene y va persiguiéndose a sí mismo, y la tierna torpeza de la hierba mediana a la que una carga de piedras detiene -igual que un revés oscuro pone fin al pensamiento. Versión de Jorge Riechmann En las alturas Espera aún a que yo venga A romper el frío que nos retiene. Nube, en tu vida tan amenazada como la mía. (Había un precipicio en nuestra casa. Por eso hemos partido y nos hemos establecido aquí). Gozo ¡Con cuánta ternura ríe la tierra cuando la nieve se despierta encima de ella! Día tras día, yacente besada, llora y ríe. El fuego que la evitaba se casa con ella apenas desaparece la nieve. Versión de Jorge Riechmann Hambre roja Estabas loca. ¡Qué lejos queda! Moriste, con un dedo delante de los labios, En noble movimiento, Para atajar la efusión; En el sol frío de un reparto verde. Estabas tan hermosa que nadie se dio cuenta de tu muerte. Más tarde, era de noche, te pusiste en camino conmigo. Desnudez sin desconfianza. Pechos podridos por tu corazón. A sus anchas en este mundo circunstancial, Un hombre, que te hab+ia estrechado entre sus brazos, Se sentó a la mesa. Estate bien, no existes. Versión de Jorge Riechmann Juego mudo Con los dientes Apresé a la vida Sobre el cuchillo de mi juventud. Con los labios hoy, Con mis labios solamente... Corta advenediza, La flor de los taludes, El dardo de Orión Ha vuelto a aparecer. La compañera del cestero Yo te amaba. Amaba tu rostro de manantial abarrancado por la tormenta y la cifra de tu dominio que cercaba mi beso. Hay quien se confía a una imaginación redonda. A mí me basta ir. He traído de la desesperación un cestillo tan pequeño, amor mío, que ha sido posible trenzarlo con mimbre. La eternidad en Lourmarin A Jean-Paul Samson No subsiste línea recta ni carretera iluminada hacia un ser que nos ha dejado. ¿Dónde se aturde nuestro afecto? Un anillo de árbol tras otro, si se acerca es para hundirse al punto. Su rostro a veces viene a apretarse contra el nuestro, sin producir otra cosa que un relámpago helado. El día que alargaba la dicha entre él y nosotros no se halla en ningún sitio. Todas las partes -casi excesivas- de una presencia se han dislocado de golpe. Rutina de nuestra vigilancia... Sin embargo ese ser suprimido persiste en algo rígido, desierto, esencial que en nosotros hay, donde nuestros milenios juntos alcanzan exactamente el espesor de un párpado cerrado. Hemos cesado de hablar con el que amamos, y sin embargo no reina el silencio. ¿Qué es de él, entonces? Sabemos, o creemos saber. Pero solamente cuando el pasado que significa se abre para darle paso. Aquí le tenemos a nuestra altura, más lejos, por delante. En el momento, de nuevo contenido, en que interrogamos a todo el peso del enigma, súbitamente comienza el dolor, el de compañero a compañero, que esta vez el arquero no traspasa. Versión de Jorge Riechmann La libertad Vino por esta línea blanca que puede significar la salida del alba o la palmatoria del crepúsculo. Pasó los arenales maquinales; pasó las cimas destripadas. Fin de la renunciación de rostro cobarde, la santidad de la mentira, el alcohol del verdugo. Su verbo no fue un ciego ariete sino la tela donde se inscribió mi aliento. Detrás de la ausencia, con pasos que no la extraviaron, cisne sobre la herida, vino por esta línea blanca. Versión de Jorge Riechmann La lujuria El águila ve como se borran gradualmente las huellas de la memoria helada La extensión de la soledad hace apenas visible la presa que huye A través de cada una de las regiones Donde uno mata donde a uno lo matan libremente Presa insensible Proyectada indistintamente Más acá del deseo y más allá de la muerte El soñador embalsamado en su camisa de fuerza Rodeado de utensilios efímeros Figuras que se desvanecen apenas formadas Su revolución celebra la apoteosis de la vida que declina La desaparición progresiva de las partes lamidas La caída de los torrentes en la opacidad de las tumbas Los sudores y malestares que anuncian el fuego central Y finalmente el universo con todo su pecho atlético Necrópolis fluvial Después del diluvio de los rabdomantes Ese fanático de las nubes Tiene el poder sobrenatural De desplazar a considerables distancias Los paisajes habituales De romper la armonía acumulada De tomar irreconocibles los lugares fúnebres Al día siguiente de los homicidios provechosos Sin que la conciencia originaria Se cubra con el deslizamiento purificador del suelo. De "Le Marteau Sans Maître" Versión de Aldo Pellegrini La rosa de roble Cada una de las letras que componen tu nombre, oh Belleza, en el cuadro de honor de los suplicios, desposa la llana simplicidad del sol, se inscribe en la frase gigante que cierra el cielo, y se asocia al hombre encarnizado en engañar a su destino con su contrario indomable: la esperanza. Las murallas y el río No querría marcharme precediéndote, semejante a una hierba segada, a llamarte contra Thouzon desierto y su corazón no destruido. Versión de Jorge Riechmann Lied de la higuera Heló tanto que las ramas lechosas Importunaron a la sierra, se rompieron en las manos. la primavera no vio verdecer a las graciosas. La higuera pidió al amo del yacente El arbusto de una fe nueva. Pero la oropéndula, su profeta -Su retorno calentaba al alba-, Al posarse sobre aquel desastre En vez de morir de hambre lo hizo de amor. Versión de Jorge Riechmann Los parajes de Alsacia ¡Te he enseñado La Petite Pierre, la dote de su bosque, el cielo que nace en las ramas, La amplitud de sus pájaros cazadores de otros pájaros, El polen dos veces vivo bajo la llamarada de las flores, Una torre que se iza a lo lejos como la vela del corsario, El lago que ha vuelto a ser la cuna del molino, el sueño de un niño. ¡Allí donde me oprimió mi cinturón de nieve, Bajo el saledizo de una roca moteada de cuervos, He dejado la necesidad de invierno. Nos amamos hoy sin más allá y sin prole, Ardientes o difuminados, diferentes pero juntos, Apartándonos de las estrellas cuya naturaleza estriba en volar sin llegar a destino. El navío se encamina hacia la alta mar vegetal. Con todas las luces apagadas nos acoge a bordo. Estábamos levantados desde antes del alba en su memoria. Albergó nuestras infancias, lastró nuestra edad de oro, El llamado, el hospedero itinerante, mientras sigamos creyendo en su verdad. Versión de Jorge Riechmann Los soles canoros La desapariciones inexplicables Los accidentes imprevisibles Los infortunios quizá excesivos Las catástrofes de todo orden Los cataclismos que ahogan y carbonizan El suicidio considerado crimen Los degenerados intratables Los que se enrollan en la cabeza un delantal de herrero Los ingenuos de primera magnitud Los que colocan el féretro de su madre en el fondo de un pozo Los cerebros incultos Los sesos de cuero Los que ivernan en el hospital y conservan la embriaguez de las ropas desgarradas La malva de las prisiones La ortiga de las prisiones La higuera nodriza de ruinas Los silenciosos incurables Los que canalizan la espuma del mundo subterráneo Los enamorados en éxtasis Los poetas excavadores Los que asesinan a los huérfanos tocando el clarín Los magos de la espiga Imperan temperatura benigna alrededor de los sudorosos embalsamados del trabajo. De "L’Action de la justice est éteinte" Versión de Aldo Pellegrini Ni eterno ni temporal ¡El trigo verde en una tierra que todavía no ha sudado, que no ha hecho más que tiritar! A distancia feliz de los soles precipitados de los fines de la vida. Rasante bajo la larga noche. Saciado de agua encima de su luminoso color. Como guardia y viático dos puñales de cabecera: la alondra, el pájaro que se posa, el cuervo, el espíritu que se graba. Versión de Jorge Riechmann Permanente invisible de cazas codiciadas... Permanente invisible de cazas codiciadas, Cercano, cercano invisible tan cercano a mis dedos, Oh presa mía distante la noche en que me inclino Para un novel cuerpo a cuerpo. Beber friolentamente, ser brutal restablece. Sobre este jardín doble se redondea tu tapa. Tienes la densidad de la rosa que se hará. Versión de Jorge Riechmann Redoble Sobre la mediana de la tarde, el bamboleo intermitente, el malecón iluminado de una dársena, y su rechazo del sueño. El rostro de la muerte y las palabras del amor: el tálamo de una playa interminable con olas que lanzan a ella guijarros -interminablemente. Y la lluvia atemorizada haciendo puente, para no apaciguar. Versión de Jorge Riechmann Remanencia ¿Qué te hace sufrir? Como si se despertara en la casa sin ruido el ascendiente de un rostro al que parecía haber fijado un agri0 espejo. Como si, bajadas la alta lámpara y su resplandor encima de un plato ciego, levantaras hacia tu garganta oprimida la mesa antigua con sus frutos. Como si revivieras tus fugas entre la bruma matinal al encuentro de la rebelión tan querida, que supo socorrerte y alzarte mejor que cualquier ternura. Como si condenases, mientras tu amor está dormido, el pórtico soberano y el camino que lleva a él. ¿Qué te hace sufrir? Lo irreal intacto en lo real devastado. Sus rodeos aventurados cercados de llamadas y de sangre. Lo que fue elegido y no fue tocado, la orilla del salto hasta la ribera alcanzada, el presente irreflexivo que desaparece. Una estrella que se ha acercado, la muy loca, y va a morir antes que yo. Versión de Jorge Riechmann Septentrión He paseado a orillas de la Folie. A las preguntas de mi corazón, Si no las planteaba, Mi compañera cedía -Así de imaginativa es la ausencia. Y sus ojos decrecientes como el Nilo violeta Parecían contar interminablemente sus ganancias que se extendían Bajo las piedras frescas. La Folie se tocaba con largas cañas cortantes. En alguna parte aquel riachuelo vivía su doble vida. El oro cruel de su nombre, súbitamente invasor, Acudía a presentar batalla a la fortuna adversa. Versión de Jorge Riechmann Textos en colaboración con André Breton y Paul Éluard Página blanca El mármol de los palacios es hoy más duro que el sol Primera proposición La segunda es algo menos estúpida El ayuno de los vampiros tendrá como consecuencia la sed que alienta la sangre de ser bebida La sed que tiene la sangre de desposar la forma de los arroyos La sed que tiene la sangre de brotar en los lugares desiertos La sed que tiene la sangre del agua fresca del cuchillo El cuerpo y el alma se reúnen en un abrazo Tercera proposición ésta de carácter deshonesto Porque el cuerpo y el alma se comprometen juntos Porque se sirven de excusa el uno al otro Ralentur traveaux * * * * * Bajo palabra Hay llamas Más vistosas que las manos que hacen rodar las pesadillas Sobre la memoria Se llega al sol por encantamiento El amor tiene un acentuado sabor a vidrio Es el coral que surge del mar Es el perfume desaparecido que vuelve al bosque Es la transparencia que paga su deuda Es siempre esa cabeza De labios deliciosamente entreabiertos De este lado del muro Y del otro lado quizás en la punta de una pica Ralentir traveaux Versión de Aldo Pellegrini Último escalón Almohada roja, almohada negra, Sueño, con un seno de costado, Entre la estrella y el cuadrado ¡Cuántas banderas en ruinas! Cortar, acabar de una vez con vosotros, Como el mosto se halla en la cuba Esperando labios dorados. Cubo del aire fundamental Que endurece el agua de las marismas blancas, Sin sufrir, sin sufrimiento al fin, Admitido en el verbo friolento Diré: "sube" al círculo cálido. Versión de Jorge Riechmann Yvonne La sed hospitalaria Quién la oyó nunca quejarse? Nadie más que ella hubiera podido beber las cuarenta fatigas sin morir, Esperar, muy adelantada, a quienes venían después; Desde el alba hasta el crepúsculo era su esfuerzo viril. Quien ha excavado el pozo y sube el agua yacente arriesga el corazón en la separación de sus manos.
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