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Dulce maría Loynaz:
Agua escondida: Tú eres el agua oscura que mana por dentro de la roca. Tú eres el agua oscura y entrañable que va corriendo bajo la tierra, ignorada del sol, de la sed de los que rastrean la tierra, de los que ruedan por la tierra. Tú eres agua virgen sin destino y sin nombre geográfico; tú eres la frescura intocada, el trémulo secreto de frescura, el júbilo secreto de esta frescura mía que tú eres, de esta agua honda que tú has sido siempre, sin alcanzar a ser más nada que eso; agua negra, sin nombre... ¡Y apretada, apretada contra mí!

Amor es... Amar la gracia delicada del cisne azul y de la rosa rosa; amar la luz del alba y la de las estrellas que se abren y la de las sonrisas que se alargan... Amar la plenitud del árbol, amar la música del agua y la dulzura de la fruta y la dulzura de las almas dulces.... Amar lo amable, no es amor: Amor es ponerse de almohada para el cansancio de cada día; es ponerse de sol vivo en el ansia de la semilla ciega que perdió el rumbo de la luz, aprisionada por su tierra, vencida por su misma tierra... Amor es desenredar marañas de caminos en la tiniebla: ¡Amor es ser camino y ser escala! Amor es este amar lo que nos duele, lo que nos sangra bien adentro... Es entrarse en la entraña de la noche y adivinarle la estrella en germen... ¡La esperanza de la estrella!... Amor es amar desde la raíz negra. Amor es perdonar; y lo que es más que perdonar, es comprender... Amor es apretarse a la cruz, y clavarse a la cruz, y morir y resucitar ... ¡Amor es resucitar!

Cheché (Muchacha que hace flores artificiales) Dedico estos veros a la señorita Mercedes Sardañas, heroina anónima A ella devotamente Cheché es delgada y ágil. Va entrada en el otoño. Tiene los ojos mansos y la boca sin besos... Yo la he reconocido en la paz de una tarde como el Hada -ya mustia- de mi libro de cuentos. Cheché es maravillosa y cordial; vuela sin alas por calles y talleres. En invierno hace brotar claveles y rosas y azucenas con un poco de goma y unas varas de lienzo ... Esta Cheché hace flores artificiales. Ella es la abastecedora de escuelas y conventos... ¡La primavera la hace florecer como a tierra virgen!... Y la deshoja y la sacude en pétalos ... Ella tiene la altura de los lirios pascuales en sus manos; y tiene que pasar por sus dedos la mística corona para la niña de Primera Comunión, enviada desde el cielo ... Cheché no llora nunca. Ni necesita cantos en su trabajo largo, silencioso, ligero... Es seria sin ser agria; es útil sin ser tosca; es tierna sin blanduras y es buena sin saberlo ... Yo no sé de árbol fuerte más fuerte que su alma... Ni de violeta humilde comparable a su gesto. Ni se de ojos de niño más puros que sus ojos, ni de música grata aún más que su silencio ... Ella es la Primavera Menor, la Segadora de prados irreales, de jardines inciertos... ¡Ella es como un rosal vivo!...Como un rosal: ¡Cuando ya hasta las flores su aroma van perdiendo, yo he encontrado en las flores de Cheché la fragancia de los antiguos mayos, de los cerrados huertos!... Más que un clavel me huele a clavel su inocente clavel de trapo... ¡Y más que otras tierras yo creo que serviría para sembrar una esperanza la poca tierra humilde y noble de su pecho!...

Creación Y primero era el agua: un agua ronca, sin respirar de peces, sin orillas que la apretaran... Era el agua primero, sobre un mundo naciendo de la mano de Dios... Era el agua... Todavía la tierra no asomaba entre las olas, todavía la tierra sólo era un fango blando y tembloroso... No había flor de lunas ni racimos de islas... En el vientre del agua joven se gestaban continentes... ¡Amanecer del mundo, despertar del mundo! ¡Qué apagar de fuegos últimos¡ ¡Qué mar en llamas bajo el cielo negro¡ Era primero el agua. Criatura de isla Rodeada de mar por todas partes, soy isla asida al tallo de los vientos... Nadie escucha mi voz, si rezo o grito: Puedo volar o hundirme... Puedo, a veces, morder mi cola en signo de Infinito. Soy tierra desgajándome... Hay momentos en que él me ciega y me acobarda, en que el agua es la muerte donde floto... Pero abierta a mareas y a ciclones, hinco en el mar raíz roto. Crezco del mar y muero de él... Me alzo ¡para volverme en nudos desatados...! ¡Me come un mar batido por las alas de arcángeles sin cielo, naufragados! Deseo Que la vida no vaya más allá de tus brazos. Que yo pueda caber con mi verso en tus brazos, que tus brazos me ciñan entera y temblorosa sin que afuera se queden ni mi sol ni mi sombra. Que me sean tus brazos horizonte y camino, camino breve, y único horizonte de carne; que la vida no vaya más allá... ¡Que la muerte se parezca a esta muerte caliente de tus brazos!... Desprendimiento Dulzura de sentirse cada vez más lejano. Más lejano y más vago... Sin saber si es porque las cosas se van yendo o es uno el que se va. Dulzura del olvido como un rocío leve cayendo en la tiniebla... Dulzura de sentirse limpio de toda cosa. Dulzura de elevarse y ser como la estrella inaccesible y alta, alumbrando en silencio... En silencio, ¡Dios mío!... Divagación Si yo no hubiera sido.... ¿qué sería en mi lugar? ¿Más lirios o más rosas? 0 chorros de agua o gris de serranía o pedazos de niebla o mudas rocas... De alguna de esas cosas, la más fría me viene al corazón que las añora. Si yo no hubiera sido, el alma mía repartida pondría en cada cosa una chispa de amor... Nubes habría más que otras nubes lentas... (¡la nube que podría haber sido!...) ¿En el sitio, en la hora de qué árbol estoy, de qué armonía más asequible y útil? Esta sombra tan lejana parece que no es mía. Me siento extraída en mi ropaje y rota en las aguas, en la monotonía del viento sobre el mar, en la paz honda del campo, en el sopor del mediodía!... ¡Quién me volviera a la raíz remota sin luz, sin fin, sin término y sin vía!

El cántaro azul Al atardecer iré con mi cántaro azul al río, para recoger la última sombra del paisaje mío. Al atardecer el agua lo reflejará muy vago; con claridades de cielo y claridades de lago... Por última vez el agua reflejará mi paisaje. La cogeré suavemente como quien coge un encaje... Serán al atardecer más lejanas estas cosas... Más lejanas y más dulces, más dulces y más borrosas. Después... ¡Que venga la noche! Que ya lo tenue del sueño -de sueño olvidado- lo delicado, gris, sedeño de tela antigua... y lo fino, lo transparente de tul... ¡Serán un solo temblor dentro del cántaro azul! Espejismo Tú eres un espejismo en mi vía. Tú eres una mentira de agua y sombra en el desierto. Te miran mis ojos y no creen en ti. No estás en mi horizonte, no brillas aunque brilles con una luz de agua... ¡No amarras aunque amarres la vida!... No llegas aunque llegues, no besas aunque beses... Reflejo, mentira de agua tus ojos. Ciudad de plata que me miente el prisma, tus ojos... El verde que no existe, la frescura de ninguna brisa, la palabra de fuego que nadie escribió sobre el muro... ¡Yo misma proyectada en la noche por mi ensueño, eso tú eres!... No brillas aunque brilles... No besa tu beso... ¡Quien te amó sólo amaba cenizas!... Está bien lo que está... Está bien lo que está: Sé que todo está bien. Sé el Nexo. Y la Razón. Y hasta el Designio. Yo lo sé todo, lo aprendí en un libro sin páginas, sin letras y sin nombre ... Y no soy como el loco que se quema los dedos trémulos por separar la llama rosa de la mecha negra ... Pasó volando y me rozó la frente... Era buena la Vida: Había rosas. Unos minutos antes me había sonreído un niño... Pasó volando y me rozó la frente. No sé por dónde vino ni por dónde se perdió luego pálida y ligera... No recuerdo la fecha. No sabría decir de qué color era ni de qué forma; no sabría, de veras, decir nada. Pasó volando... -había muchas rosas...- y era buena la Vida todavía... Eternidad En mi jardín hay rosas yo no te quiero dar las rosas que mañana... mañana no tendrás. En mi jardín hay pájaros con cantos de cristal: No te los doy, que tienen alas para volar... En mi jardín abejas labran fino panal ¡Dulzura de un minuto... no te la quiero dar! Para ti lo infinito o nada; lo inmortal o ésta muda tristeza que no comprenderás... La tristeza sin nombre de no tener que dar o quien lleva en la frente algo de eternidad... Deja, deja el jardín... no toques el rosal: Las cosas que se mueren no se deben tocar. La balada del amor tardío Amor que llegas tarde, tráeme al menos la paz: Amor de atardecer, ¿por qué extraviado camino llegas a mi soledad? Amor que me has buscado sin buscarte, no sé qué vale más: la palabra que vas a decirme o la que yo no digo ya... Amor... ¿No sientes frío? Soy la luna: Tengo la muerte blanca y la verdad lejana... -No me des tus rosas frescas; soy grave para rosas. Dame el mar... Amor que llegas tarde, no me viste ayer cuando cantaba en el trigal... Amor de mi silencio y mi cansancio, hoy no me hagas llorar.

La duda:
Era buena la Vida: Había rosas. Unos minutos antes me había sonreído un niño... Pasó volando y me rozó la frente. No sé por dónde vino ni por dónde se perdió luego pálida y ligera... No recuerdo la fecha. No sabría decir de qué color era ni de qué forma; no sabría, de veras, decir nada. Pasó volando... Había muchas rosas... Y era buena la Vida todavía... Poema sin nombre He de amoldarme a ti como el río a su cauce, como el mar a su playa, como la espada a su vaina. He de correr en ti, he de cantar en ti, he de guardarme en ti ya para siempre. Fuera de ti ha de sobrarme el mundo como le sobra al río el aire, al mar la tierra, a la espada la mesa del convite. Dentro de ti no ha de faltarme blandura de limo para mi corriente, perfil de viento para mis olas, ceñidura y reposo para mi acero. Dentro de ti está todo; fuera de ti no hay nada. Todo lo que eres tú está en su puesto; todo lo que no seas tú me ha de ser vano. En ti quepo, estoy hecha a tu medida; pero si fuera en mí donde algo falta, me crezco... Si fuera en mí donde algo sobra, lo corto. Poema XVII Hay algo muy sutil y muy hondo en volverse a mirar el camino andado... El camino en donde, sin dejar huella, se dejó la vida entera. Poema XXVII Miro siempre al sol que se va porque no sé qué algo mío se lleva. Poema XXIX En cada grano de arena hay un derrumbamiento de montaña. Poema XXXVI He de amoldarme a ti como el río a su cauce, como el mar a su playa, como la espada a su vaina. He de correr en ti, he de cantar en ti, he de guardarme en ti ya para siempre. Fuera de ti ha de sobrarme el mundo como le sobra al río el aire, al mar la tierra, a la espada la mesa del convite. Dentro de ti no ha de faltarme blandura de limo para mi corriente, perfil de viento para mis olas, ceñidura y reposo para mi acero. Dentro de ti está todo; fuera de ti no hay nada. Todo lo que eres tú está en su puesto; todo lo que no seas tú me ha de ser vano. En ti quepo, estoy hecha a tu medida; pero si fuera en mí donde algo falta, me crezco... Si fuera en mí donde algo sobra, lo corto. Poema XXXVII Ayer me bañé en el río. El agua estaba fría y me llenaba el pelo de hilachas de limo y hojas secas. El agua estaba fría; chocaba contra mi cuerpo y se rompía en dos corrientes trémulas y oscuras. Y mientras todo el río iba pasando, yo pensaba qué agua podría lavarme en la carne y en el alma la quemadura de un beso que no me toca, de esta sed tuya que no me alcanza. Si dices una palabra más, me moriré de tu voz, que ya me está hincando el pecho, que puede traspasarme el pecho como una aguda, larga y exquisita espada. Poema XXXVIII Si dices una palabra más, me moriré de tu voz, que ya me está hincando el pecho, que puede traspasarme el pecho como una aguda, larga, exquisita espada. Si dices una palabra más con esa voz tuya, de acero, de filo y de muerte; con esa voz que es como una cosa tangible que yo podría acariciar, estrujar, morder; si dices una palabra más con esa voz que me pones de punta en el pecho, yo caería atravesada, muerta por una espada invisible, dueña del camino más recto a mi corazón. Poema LVII No te nombro; pero estás en mí como la música en la garganta del ruiseñor aunque no esté cantando. Poema LVIII Estoy doblada sobre tu recuerdo como la mujer que vi esta tarde lavando en el río. Horas y horas de rodillas, doblada por la cintura sobre este río negro de tu ausencia. Poema LXI En el valle profundo de mis tristezas, tú te alzas inconmovible y silencioso como una columna de oro. Eres de la raza del sol: moreno, ardiente y oloroso a resinas silvestres. Eres de la raza del sol, y a sol me huele tu carne quemada, tu cabello tibio, tu boca oscura y caliente aún como brasa recién apagada por el viento. Hombre del sol, sujétame con tus brazos fuertes, muérdeme con tus dientes de fiera joven, arranca mis tristezas y mis orgullos, arrástralos entre el polvo de tus pies despóticos. ¡Y enséñame de una vez -ya que no lo sé todavía- a vivir o a morir entre tus garras! Poema CI La criatura de isla paréceme, no sé por qué, una criatura distinta. Más leve, más sutil, más sensitiva. Si es flor, no la sujeta la raíz; si es pájaro, su cuerpo deja un hueco en el viento; si es niño, juega a veces con un petrel, con una nube... La criatura de isla trasciende siempre al mar que la rodea y al que no la rodea. Va al mar, viene del mar y mares pequeñitos se amansan en su pecho, duermen a su calor como palomas. Los ríos de la isla son más ligeros que los otros ríos. Las piedras de la isla parece que van a salir volando... Ella es toda de aire y de agua fina. Un recuerdo de sal, de horizontes perdidos, la traspasa en cada ola, y una espuma de barco naufragado le ciñe la cintura, le estremece la yema de las alas... Tierra firme llamaban los antiguos a todo lo que no fuera isla. La isla es, pues, lo menos firme, lo menos tierra de la Tierra. Poema CXXII ¿ Qué loco sembrador anda en la noche, aventando luceros que no han de germinar nunca en la tierra? ¿ Qué loco labrador rotura día a día la tierra para surco de luceros? Precio Toda la vida estaba en tus pálidos labios... Toda la noche estaba en mi trémulo vaso... Y yo cerca de ti, con el vino en la mano, ni bebí ni bese... Eso pude: Eso valgo. Quiéreme entera... Si me quieres, quiéreme entera, no por zonas de luz o sombra... si me quieres, quiéreme negra y blanca. Y gris, y verde, y rubia, quiéreme día, quiéreme noche... ¡Y madrugada en la ventana abierta! si me quieres, no me recortes: ¡quiéreme toda... o no me quieras!

Rosas En mi jardín hay rosas: Yo no te quiero dar las rosas que mañana... mañana no tendrás. En mi jardín hay pájaros con cantos de cristal: No te los doy, que tienen alas para volar ... En mi jardín abejas labran fino panal: ¡Dulzura de un minuto... no te la quiero dar! Para ti lo infinito o nada; lo inmortal o esta muda tristeza que no comprenderás ... La tristeza sin nombre de no tener que dar a quien lleva en la frente algo de eternidad ... Deja, deja el jardín... No toques el rosal: las cosas que se mueren no se deben tocar. Selva Selva de mi silencio, apretada de olor, fría de menta. Selva de mi silencio, en ti se mellan todas las hachas; se despuntan todas las flechas; se quiebran todos los vientos. Selva de mi silencio, ceniza de la voz sin boca, ya sin eco; crispadura de yemas que acechan el sol, tras la espera maraña verde... ¿qué nieblas se te revuelven en un remolino? ¿Qué ala pasa cerca que no se vea succionada en el negro remolino? (La selva se cierra sobre el ala que pasa y que rueda.) Selva de mi silencio, verde sin primavera, tú tienes la tristeza vegetal y el instinto vertical del árbol. En ti empiezan todas las noches de la tierra; en ti concluyen todos los caminos. Selva apretada de olor, fría de menta. Selva con tu casita de azúcar y su lobo vestido de abuela; trenzadura de hoja y de piedra, masa hinchada, sembrada, crecida toda para aplastar aquella, tan pequeña, palabra de amor... Si dices una palabra más... Si dices una palabra más, me moriré de tu voz, que ya me está hincando el pecho, que puede traspasarme el pecho como una aguda, larga, exquisita espada. Si dices una palabra más con esa voz tuya, de acero, de filo y de muerte; con esa voz que es como una cosa tangible que yo podría acariciar, estrujar, morder; si dices una palabra más con esa voz que me pones de punta en el pecho, yo caería atravesada, muerta por una espada invisible, dueña del camino más recto a mi corazón. Siempre, amor Siempre, amor: Por arriba del beso que fué comida de gusanos y de la rosa que se pudre, cada mañana azul,en la caja del muerto. Por arriba mil lunas de este hilo de baba que en el suelo dejó el molusco pálido; por arriba del pan mezclado con ceniza, de la mano crispada junto al hierro. Siempre,amor... Más allá de toda fuga, de toda hiel, de todo pensamiento; más allá de los hombres y de la distancia y del tiempo. Siempre, amor: En la hora en que el cuerpo se libra de su sombra... Y en la hora en que la sombra va chupando el cuerpo... Siempre, amor... (¡Y estas dos palabras naúfragas, entre alma y piel clavadas contra el viento!) Soneto Quiere el Amor Feliz -el que se posa poco...- arrancar un verso al alma oscura: ¿Cuándo la miel necesitó dulzura? ¿Quién esencia de pomo echa en la rosa? Quédese en hojarasca temblorosa lo que no pudo ser fruta madura: No se rima la dicha; se asegura desnuda de palabras, se reposa... Si el verso es sombra, ¿qué hace con el mío la luz?... Si es luz... ¿la luz por qué lo extraña? ¡Quien besar puede, bese y deje frío símbolo, el beso escrito!... ¡En la maraña del mapa no está el agua azul del río, ni se apoya en su nombre la montaña!...

Tiempo 1 El beso que no te di se me ha vuelto estrella dentro... ¡Quién lo pudiera tornar -y en tu boca...- otra vez beso! 2 Quién pudiera como el río, ser fugitivo y eterno: Partir, llegar, pasar siempre y ser siempre el río fresco ... 3 Es tarde para la rosa. Es pronto para el invierno. Mi hora no está en el reloj... ¡Me quedé fuera del tiempo! 4 Tarde, pronto, ayer perdido... mañana inlogrado, incierto hoy... ¡Medidas que no puede fijar, sujetar un beso!... 5 Un kilómetro de luz, un gramo de pensamiento... ( De noche el reloj que late es el corazón del tiempo...) 6 Voy a medirme el amor con una cinta de acero. Una punta en la montaña: La otra... ¡Clávala en el viento!...

Un amor indeciso Un amor indeciso se ha acercado a mi puerta... Y no pasa; y se queda frente a la puerta abierta. Yo le digo al amor: - ¿Qué te trae a mi casa? Y el amor no responde, no saluda, no pasa... Es un amor pequeño que perdió su camino: Venía ya la noche... Y con la noche vino. ¡Qué amor tan pequeñito para andar con la sombra!... ¿Que palabra no dice, qué nombre no me nombra?... ¿Qué deja ir o separa? ¿Que paisaje apretado se le quedó en el fondo de los ojos cerrados?... Este amor nada dice... Este amor nada sabe: Es del color del viento, de la huella de un ave. (...) Extraño amor sin rumbo que me gana y me pierde, que huele las naranjas y que las rosas muerde... Que todo lo confunde, lo deja... ¡Y no lo deja! Que esconde estrellas nuevas en la ceniza vieja... Y no sabe morir ni vivir: Y no sabe que el mañana es tan solo el hoy muerto... El cadáver futuro de este hoy claro, de esta hora cierta... Un amor indeciso se ha dormido a mi puerta...

Yo te fui desnudando de ti mismo... Yo te fui desnudando de ti mismo, de los «tus» superpuestos que la vida te había ceñido... Te arranqué la corteza -entera y dura- que se creía fruta, que tenía la forma de la fruta. Y ante el asombro vago de tus ojos surgiste con tus ojos aún velados de tinieblas y asombros... Surgiste de ti mismo; de tu misma sombra fecunda, intacto y desgarrado en alma viva...

La criatura de isla paréceme, no sé por qué... La criatura de isla paréceme, no sé por qué, una criatura distinta. Más leve, más sutil, más sensitiva. Si es flor, no la sujeta la raíz; si es pájaro, su cuerpo deja un hueco en el viento; si es niño, juega a veces con un petrel, con una nube... La criatura de isla trasciende siempre al mar que la rodea y al que no la rodea. Va al mar, viene del mar y mares pequeñitos se amansan en su pecho, duermen a su calor como palomas. Los ríos de la isla son más ligeros que los otros ríos. Las piedras de la isla parece que van a salir volando... Ella es toda de aire y de agua fina. Un recuerdo de sal, de horizontes perdidos, la traspasa en cada ola, y una espuma de barco naufragado le ciñe la cintura, le estremece la yema de las alas... Tierra firme llamaban los antiguos a todo lo que no fuera isla. La isla es, pues, lo menos firme, lo menos tierra de la Tierra.

 

 

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