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Guiovanni Quessep: Alguien se salva por escuchar al ruiseñor Digamos que una tarde el ruiseñor cantó sobre esta piedra porque al tocarla el tiempo no nos hiere no todo es tuyo olvido algo nos queda Entre las ruinas pienso que nunca será polvo quien vio su vuelo o escuchó su canto Amara yo el olvido Felicidad en ruinas Lo que han visto mis ojos Volver al tiempo amado Ya fugitiva música del polvo (Nada tendrá el amor Si en jardines o nieve La Quimera le cuenta Del valle de la muerte) Felicidad en ruinas Lo que ha visto mi alma en el encanto Amara yo el olvido Y el reino de las hojas que he encontrado Canción del que parte Por la virtud del alba quieres cambiar tu vida, y aferrado a la jarcia partes sin rumbo conocido. Todo es propicio, los acantilados y el arrecife duermen en la espuma, tan sólo una gaviota espera sobre el palo mayor de caoba y de luna. Quizá te aguarden para darte el amor y la palma del vino o en la orilla sin nombre, pescadores vestidos de un luto azul. Vas solo con tu alma, barajando canciones y presagios que hablan del bosque donde la hierba es tenue, lejos de la desgracia que en ti se confabula. A tu paso verás las islas que otorgan el sonido de un caracol, verás tu casa, el humo que ya aspiraron otros en la aurora. Mas, ay, si te detienes tal vez allí se acabe tu destino; ¿y quién podrá salvarte, quién te daría lo que buscas entre hadas? Duro es partir a la fortuna; el hombre solo cierra los ojos ante el cielo y oye su propia historia si se rompe el encanto. Pero, si quieres seguir, sigue con la felicidad entre tu barca, todo está a tu favor, el cielo, la lejanía que se abre como el amor, como la muerte. Canción y elegía Abandonas la música del bosque Oh cuerpo amado si olvidé tu nombre ¿Qué tiempo de castillo entre las ruinas La clausurada torre? Desde mi canto para qué leyenda (Tejió el amor la túnica imprecisa) Si el canto no es real si el caminante No asciende a tu colina Si sombra de un color es la palabra Ceniza de la piedra es el destino Y el poeta lejano de la noche Al lado del olvido Dónde la oculta voz que te nombraba El extranjero la doliente luna Viene venía por el mar de vino La nave en la penumbra Penumbra de la nave es el espejo La púrpura o lo blanco de la muerte Vendrás venías por el mar antiguo Penélope doliente La mano y el cristal en su premura Oh rostro amado si perdí tu nombre Nave del paraíso te deshojas Solitaria del bosque Quién moverá mis pasos en la arena Celeste o gris si al reino desencanta El hilo de la muerte o la memoria Cercano de la nada Vuélveme ahora a mi país de origen Nómbrame el reino para mí celeste ¿Qué sombra de silencio por el agua Paraíso de nieve? Nave de casi ayer entre las manos El mar no permanece a tus orillas Ya fábula de un cuento para siempre Y espejo de las islas Cántico de dos rosas No digas nada, escucha a las estrellas. Tal vez te digan algo de la rosa que hay en tu jardín y la rosa del tiempo, -la que está viva o muerta- en la arena que arde. La rosa que hay en tu jardín es bella. No la amarga hechicera que te llama desde tu nacimiento, rosa oscura que te alumbra el final y las orillas del aqueronte. No hables, que estás solo con nada indecible, siempre lejos del azul más profundo. Mira pues si el agua va a una isla donde crecen rosas ya sin ventura o venturosas; y escribe y canta. Y oye a las estrellas que hablan desde una página pedida. Canto del extranjero Penumbra de castillo por el sueño Torre de Claudia aléjame la ausencia Penumbra del amor en sombra de agua Blancura lenta Dime el secreto de tu voz oculta La fábula que tejes y destejes Dormida apenas por la voz del hada Blanca Penélope Cómo entrar a tu reino si has cerrado La puerta del jardín y te vigilas En tu noche se pierde el extranjero Blancura de isla Pero hay alguien que viene por el bosque De alados ciervos y extranjera luna Isla de Claudia para tanta pena Viene en tu busca Cuento de lo real donde las manos Abren el fruto que olvidó la muerte Si un hilo de leyenda es el recuerdo Bella durmiente La víspera del tiempo a tus orillas Tiempo de Claudia aléjame la noche Cómo entrar a tu reino si clausuras La blanca torre Pero hay un caminante en la palabra Ciega canción que vuela hacia el encanto Dónde ocultar su voz para tu cuerpo Nave volando Nave y castillo es él en tu memoria El mar de vino príncipe abolido Cuerpo de Claudia pero al fin ventana Del paraíso Si pronuncia tu nombre ante las piedras Te mueve el esplendor y en él derivas Hacia otro reino y un país te envuelve La maravilla ¿Qué es esta voz despierta por tu sueño? ¿La historia del jardín que se repite? ¿Dónde tu cuerpo junto a qué penumbra Vas en declive? Ya te olvidas Penélope del agua Bella durmiente de tu luna antigua Y hacia otra forma vas en el espejo Perfil de Alicia Dime el secreto de esta rosa o nunca Que guardan el león y el unicornio El extranjero asciende a tu colina Siempre más solo Maravilloso cuerpo te deshaces Y el cielo es tu fluir en lo contado Sombra de algún azul de quien te sigue Manos y labios Los pasos en el alba se repiten Vuelves a la canción tú misma cantas Penumbra de castillo en el comienzo Cuando las hadas A través de mi mano por tu cauce Discurre un desolado laberinto Perdida fábula de amor te llama Desde el olvido Y el poeta te nombra sí la múltiple Penélope o Alicia para siempre El jardín o el espejo el mar de vino Claudia que vuelve Escucha al que desciende por el bosque De alados ciervos y extranjera luna Toca tus manos y a tu cuerpo eleva La rosa púrpura ¿De qué país de dónde de qué tiempo Viene su voz la historia que te canta? Nave de Claudia acércame a tu orilla Dile que lo amas Torre de Claudia aléjale el olvido Blancura azul la hora de la muerte Jardín de Claudia como por el cielo Claudia celeste Nave y castillo es él en tu memoria El mar de nuevo príncipe abolido Cuerpo de Claudia pero al fin ventana Del paraíso Cercanía de la muerte El hombre solo habita Una orilla lejana Mira la tarde gris cayendo Mira las hojas blancas Rostro perdido del amor Apenas canta y mueve La rueda del azar Que lo acerca a la muerte Extranjero de todo La dicha lo maldice El hombre solo a solas habla De un reino que no existe Diamante Si pudiera yo darte La luz que no se ve En un azul profundo De peces. Si pudiera Darte una manzana Sin el edén perdido, Un girasol sin pétalos Ni brújula de luz que se elevara, ebrio, al cielo de la tarde; y esta pagina en blanco que pudieras leer como se lee el más claro jeroglífico. Si pudiera darte, como se canta en bellos versos, unas alas sin pájaro, siempre un vuelo sin alas, mi escritura sería, quizá como el diamante, piedra de luz sin llama, paraíso perpetuo. Duendes La biblioteca a solas. Luna, duendes en el umbral, y un canto que se anuncia posible en el dorado de las hojas. Toma el asombro de morir y el cielo por la música hallada se hace noche que ilumina la rosa en la tiniebla. Voces de lo más hondo, pasos y alas en el umbral, y un habla oscura y bella de hilo desvelado que retorna por el telar al bosque, nos envuelve. ¿Qué se hizo la casa, dónde estamos? Duendes y luna a solas en el muro. Esfinge Feliz tú que no miras los ojos de la Esfinge, y no ves que es azul el laberinto de su arena; terrible conocimiento de una vida amarga el que nos dan los últimos jardines. Feliz tú que no sabes quién teje la ilusión de tus tapices, ni quién es la hilandera de tus días, vendimiadora que da un vino triste. Cantas tu himno, loco de esperanza, y no sabes si mueres o si vives. Insomnio Canto de un grillo en el jardín trae consigo la rama del insomnio, como un pito de vidrio que convoca las alas del invierno. Nunca estuve tan cerca de la muerte, nunca supe que detrás de la música pudiera haber el cielo adverso perdido entre las zarzas y los robles. ¿La vida es ilusoria entonces, un huerto miserable por donde van la ronda de las constelaciones y el reposo nocturno inalcanzable? Madrigal de la muerte Muy cerca está tu corazón De encontrar las hojas de otoño Quizá un tiempo dorado reine Por los abismos Tal vez el olvido mortal Sea el más puro encantamiento Y aun la rosa impronunciable Llegue volando Muy cerca tienes la mirada Del desvelado para siempre ¿Quién podría cerrar los ojos En ese cielo? Tal vez el polvo te transforme En la luna desconocida Y alguien se pierda y no regrese Bajo esa luna Medianoche Medianoche, no encuentro los caminos que dan al patio, ni al pozo de agua viva donde bajan las nubes y el pasado. Digo canciones a una sombra para volver siquiera soñando, pues sólo en sueños la muerte nos deja entrar en su barco sin dar al polvo lo que es del polvo ni a la mar los remos blancos. Pierdo la casa (prodigios de encantadores) y no me hallo sino en el patio que daba al cielo y en el agua del pozo y el naranjo. Mediodía Pájaros. Araucarias. No hay esencia sin claridad en este mediodía. Toma la fantasía que me da la divina indiferencia. Profundo en la memoria va el girasol que la mirada advierte. No pasa el cielo de cristal. Oh muerte, el polvo cesa de mover tu noria: Músicas y alta rama del tiempo en la delicia del que espera. ¿Quién viene? ¿Quién me llama? Otra forma se inicia en la pradera. Mientras cae el otoño Nosotros esperamos envueltos por las hojas doradas. El mundo no acaba en el atardecer, y solamente los sueños tienen su límite en las cosas. El tiempo nos conduce por su laberinto de hojas en blanco mientras cae el otoño al patio de nuestra casa. Envueltos por la niebla incesante seguimos esperando: La nostalgia es vivir sin recordar de qué palabra fuimos inventados. No tenemos conjuros Lo canta el adivino Porque ha visto en los sueños Naves purpúreas O un jardín remoto Todo habrá de llegarnos la celeste Penumbra de un castillo el otro reino O en la rama florida De lo real la rosa fabulada No tenemos conjuros Quien crea en la leyenda Puede mirar las nubes Verá que empieza a detenerse el /tiempo. Nocturno Enséñame quien eres tú En las noches de amargo sueño Si de aquél olvido cantable Luna mortal o bella historia Nada sabe mi corazón De celestes apariciones Si ha sido siempre un extranjero En las músicas de tu mano Mas a la sombra esperaré A la sombra del almendro blanco Para que me digas tu nombre Donde la azul rosa termina. Apiádate que llega el alba Ya tu silencio me abandonas Siento que mi hora está cerca y he reinado sobre fantasmas Pájaro En el aire hay un pájaro muerto; quién sabe adónde iba ni de dónde ha venido. ¿Qué bosques traía, qué músicas deja, qué dolores envuelven su cuerpo? ¿En cuál memoria quedará como diamante, como pequeña hoja de una selva desconocida? Pero en el aire hay un patio y una pradera, hay una torre y una ventana que no quieren morir y están prendidos de su cola larga de norte a sur. En el aire hay un pájaro muerto. No sabrá de la tierra ni de esta mancha que todos llevamos, de las máscaras que lapidan, de los bufones que hacen del Rey un arlequín perdido. ¿Quién lo guarda, quién lo protege como si fuera la mariposa angélica? Pájaro muerto entre el cielo y la tierra. Poema para recordar a Alicia en el espejo Aquí lo legendario y lo real Nuestra historia resulta semejante A la de esa muchacha maravillosa que penetró en el espejo Estuvo siempre a punto de desaparecer Pero ninguno pronunció la fórmula que la devolviera al polvo Ni Tweedledum ni Tweedledee ni la Reina ni el Rey Rojo Que lo único que tenía que hacer era despertarse Tal vez somos un cuento Tal vez sin que nunca nos percatemos La nave de Ulises O el ruiseñor de Keats (Ese pájaro no destinado a la muerte) Digamos entonces que lo que ha sido un canto de la Odisea Continuará siendo nosotros Sin dejar de ser por eso el país de las maravillas Y alguien podrá reconocemos Al escuchar la historia no escrita todavía En la historia castillo la historia luna múltiple En la historia juguete destruido La historia en fin cuando pasó una nube sobre Alicia Tal vez somos la sombra de ese azul en su mano Vigilia Pasos en el jardín. El vigilante golpea la corteza del manzano y hay pájaros que huyen, quedan otros enjaulados en tiempo y luz de plata. Fábulas no me encanten; velar quiero mis armas esta noche o adentrarme por el jardín y oír bajo mis pasos los tréboles que guardan en el polvo las maravillas de la blanca torre. Debajo del manzano ya mi lado una mujer hojea un viejo libro: Demonios hay en torno y una fuente refleja un ciervo, un tigre de Bengala. Los pasos van y vienen y no saben quién es el vigilante, el vigilado.
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