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Carlos Marzal:
PLUSCUAMPERFECTO DE FUTURO Cuando deje las sábanas, mañana, pensaré que mi sueño de la noche no ha sido sólo un sueño y que lo que me aguarda no es la huraña mañana de mañana. Acogeré mi cuerpo esperanzado, como un feliz presagio inmerecido, y si hay un cuerpo al lado, será maravilloso descubrirlo, saber que las monedas que he pagado (y las monedas con que me ha comprado) han sido las monedas del amor, que pagamos con gusto y por el gusto, locos de amor los dos. Y amar, esa mañana, extrañamente, será la redención de nuestros actos pasados y futuros, y el hecho del amor, en su presente, será como la historia sin la historia, un cuento que contamos con los cuerpos y que tiene sentido, lleno de ruido y furia compartidos. Y si despierto solo, despertaré contento de estar solo, por la simple razón de estar conmigo, que soy el viejo amigo de algunos buenos ratos que he vivido. Se inundará la casa con el sol, y si no hay sol se inundará de gris, un gris reconfortante, de París, que es la ciudad que tiene un gris más sol. Haré mis abluciones matinales y haré la colación, y respecto al milagro de que los alimentos alimenten haré una reflexión profunda, sorprendente, que alimente las estancias del alma y que dé calma a un alma que ama la contemplación. Para el resto del día tendré planes y hasta tendré esperanzas, que ya es tener bastante un mismo día, y en un claro derroche de energía tendré la convicción de que los planes y hasta las esperanzas no son la más completa tontería. Naceré a mi ciudad, como si fuese la primera vez que nazco y que la veo, contento de nacer y de fundar, igual que un gran viajero, mi ciudad, quizá un lugar tranquilo junto al mar, donde esperar consiste en encontrar una buena razón para esperar el paso de los días. Ya la ciudadanía, que, comúnmente, es una porquería, una viciosa tropa indiferente, habré de comprenderla, y, comprendiéndola, comprenderé toda su indiferencia, su desprecio, porque tendré conciencia de que quien más quien menos (y me incluyo) tiene una innoble historia que contar, lo cual, si no inocentes, nos vuelve dignos de algo de piedad. Seré un huésped del tiempo, un invitado que aspira a estar contento y al cuidado de las horas, hasta lograr que el tiempo sea por fin mi líquido elemento, y no un andén desierto en que aguardar trenes de paso hacia ningún lugar, cansado, el pensamiento, de sentir, y de pensar, cansado el sentimiento. Toda la peor vida de la vida, que a veces es la única que ocurre, le habrá ocurrido a un yo que no conozco, un yo que a fuerza de desconocido convierte en no vivido lo vivido, y el yo que reconozco, el que comparte la vida preferida (ésa que ha estado siempre en otra parte) sera mi yo más mío. Y la vida que venga será fácil, o lo parecerá (que más me da) será la dulce vida, y por dulzura y por facilidad será una eternidad mientras me dura, aunque sólo me dure un día más. Por eso, más que un día, mi día de mañana es el proyecto de un tiempo por llegar: es el pluscuamperfecto de futuro. Ya sólo hay que aprenderlo a conjugar. De "La vida de frontera"

DECREPITUD Asilados en una infancia obscena, en el exilio de su misma sombra, desde un limbo de hielo, derritiéndose, los viejos testimonian, sin enigma, sobre el enigma viejo de estar vivo. Gota a gota en presente, son futuro, evanescencia al fin fuera de tiempo, que en la fronda del tiempo anda perdida. Espectros de la carne en su derrota, se acogen al sagrado de la carne, que en deserción de sí no los ampara. pabilos sin fulgor de inteligencia, arden a fuego extinto en su hendidura, ascuas de quienes fueron, balbucientes. Isla del fin del mundo, conmovidos, vemos flotar en pasmo la vejez, a la lunar deriva del asombro. Nos resulta del todo inconcebible nuestra decrepitud, nuestra mudanza hasta desconocernos en nosotros y en nosotros errar entre lo ajeno. Cómo subsiste ciega la energía en su impúdico afán de propagarse. Madre senilidad, nunca te amamos. Madre senilidad, no te amaremos. Qué frágil, en su ser, la fortaleza. Qué sólido el vivir, de sumo frágil. De "Metales Pesados" 2001

EL ANIMAL DORMIDO A Luis García Montero Has llegado en la noche, como otras tantas noches, hasta la casa apuntalada en sombras. La puerta ha clausurado el alba amenazante, y, tú mismo una sombra, te desvistes por el pasillo a tientas, con las voces aún y el sabor de esa noche hurgando en la memoria. La habitación todavía es más ciega, y la invade, corpórea, la familiar tibieza de una niebla invisible. Has tumbado tu noche, tu cansancio y tu cuerpo, junto al cansado cuerpo de su noche. Quién sabe qué fantasmas la estarán visitando, con quién departirá en la hora puntual de los demonios, por qué tierras salvajes de los sueños andará extraviada y sin echarte en falta. Toda la suma de casualidades, de planes no cumplidos, de rutas postergadas, de incertezas, y que llevan por fin hasta esta noche, resulta un laberinto incomprensible. Mientras rumias un violento deseo, ella duerme a tu lado, flota sobre las aguas del lago de la noche, ajena a tus preguntas sin respuesta, y su respiración, en esas aguas, es el fiel testimonio de que hay vida, de que aún no te has ahogado. Qué está ella haciendo aquí, qué estoy haciendo. El lago no responde desde sus aguas frías. No creo que mañana obtenga la respuesta. Mientras tanto, ya me he acercado al animal dormido, su orilla me ha abrazado, y sin más tiempo para pedir ayuda nos hemos ido al fondo de la noche. De "Los países nocturnos" 1996

EL COMBATE POR LA LUZ De tanto ver la luz hemos perdido la recta proporción de ese milagro, que otorga a la materia su volumen, contorno fiel al mundo que queremos y límite a los puntos cardinales. A fuerza de costumbre, hemos dado en creer que es un merecimiento, cada día, que el día se levante en claridad y que se ofrezca límpido a los ojos, para que la mirada le entregue un orden propio, distinto a los demás, y lo convierta en nuestra inadvertida obra de arte. Hay una ingratitud consustancial al hecho de estar vivos, un intrínseco poder de desmemoria, y nos impiden brindar a cada instante el homenaje que cada instante de verdad merece, por su absoluta magia de estar siendo, en vez de no haber sido en absoluto. Con cada amanecer dubitativo, con cada tumultuoso amanecer, la luz arrasa el reino de la noche y emprende su combate. En el confuso magma de oscuridad, con cada aurora triunfa la exactitud de cuanto existe sobre la vocación de incertidumbre que tienta con su nada a lo real. En toda madrugada se renueva un conjuro de origen, esa fórmula que impuso el movimiento al primer día. Somos testigos, en el alba pura, del trono en que la luz alza su reino y lo concede intacto a cualquier súbdito. Conviene contemplar la luz con más paciencia, brindarle una atención encandilada, el sumiso homenaje con que un bárbaro descubre reverente en su aventura la tierra que jamás ha visto nadie. De "Metales Pesados" 2001

EL JUEGO DE LA ROSA Hay una rosa escrita en esta página, y vive aquí, carnal pero intangible. Es la rosa más pura, de la que otros han dicho que es todas las rosas. Tiene un cuerpo de amor, mortal y rosa, y su perfume arde en la sinrazón de esta alta noche. Es la cúbica rosa de los sueños, la rosa de los sueños, la rosa del otoño de las rosas. Y esa rosa perdura en la palabra rosa, cien vidas más allá de cuanto dura el imposible juego de la vida. Hay una rosa escrita en esta página, y vive aquí, carnal e inmarcesible.

EL JUGADOR Habitaba un infierno íntimo y clausurado, sin por ello dar muestras de enojo o contrición. En el club le envidiaban el temple de sus nervios y el supuesto calor de una hermosa muchacha cariñosa en exceso para ser su sobrina. Nunca le vi aplaudir carambolas ajenas ni prestar atención al halago del público. No se le conocía un oficio habitual, y a veces lo supuse viviendo en los billares, como una pieza más imprescindible al juego. Le oí decir hastiado un día a la muchacha: Sufría en ocasiones, cuando el juego importaba. Ahora no importa el juego. Tampoco el sufrimiento. Pero siento nostalgia de mi antigua desdicha. Al verlo recortado contra la oscuridad, en mangas de camisa, sosteniendo su taco, lo creí en ocasiones cifra de cualquier vida. Hoy rechazo, por falsa, la clara asociación: no siempre la existencia es noble como el juego, y hay siempre jugadores más nobles que la vida. De "El último de la fiesta"

EL ORIGEN DEL MUNDO A Felipe Benítez Reyes No se trata tan sólo de una herida que supura deseo y que sosiega a aquellos que la lamen reverentes, o a los estremecidos que la tocan sin estremecimiento religioso, como una prospección de su costumbre, como una cotidiana tarea conyugal: o a los que se derrumban, consumidos, en su concavidad incandescente, después de haber saciado el hambre de la bestia, que exige su ración de carne cruda. No consiste tan sólo en ese triángulo de pincelada negra entre los muslos, contra un fondo de tibia blancura que se ofrece. No es tan fácil tratar de reducirlo al único argumento que se esconde detrás de los trabajos amorosos y de las efusiones de la literatura. El cuerpo no supone un artefacto de simple ingeniería corporal; también es la tarea del espíritu que se despliega sabio sobre el tiempo. El arca que contiene, memoriosa, la alquimia milenaria de la especie. Así que los esclavos del deseo, aunque no lo sospechen, cuando lamen la herida más antigua, cuando palpan la rosa cicatriz de brillo acuático, o cuando se disuelven dentro de la hendidura, vuelven a pronunciar un sortilegio, un conjuro ancestral. Nos dirigimos sonámbulos con rumbo hacia la noche, viajamos otra vez a la semilla, para observar radiantes cómo crece la flor de carne abierta. La pretérita flor. Húmeda flor atávica. El origen del mundo. De "Metales Pesados" 2001

EL POEMA DE AMOR QUE NUNCA ESCRIBIRÁS Debería nombrar (debería intentarlo) el afán hasta hoy por ti dilapidado en perseguir amor, que quizá fuera tanto como el afán de huir, fatigado hasta el asco, de todas las trastiendas, repletas de fracasos, que los cuerpos arrastran, y en que nos arrastramos. Debería acoger, dar lugar a unos labios que nombraran sin fe, sólo de cuándo en cuándo -por momentos, sinceros; por momentos, falsarios- diálogos de alcoba que pareciesen tangos (eso acaban por ser, o algo más triste acaso, siempre que en la distancia solemos evocarlos): De esta vida tan sucia, de sus trabajos vanos, me consuela, mi amor, el fingir, fabulando, otra eterna contigo, cogidos de la mano. Y habría de alojar dictámenes sagrados, con los que, ya bebidos, tanto nos excitamos: De entre todas las perras que en la noche he tratado, la más perra eres tú. Debería, malsano, contener esas citas de los domingos vastos, insulsas y festivas, amasadas de hartazgo, en que la vida toda se obstina en maltratarnos, con su aire de ramera experta en el contagio del odio hacia la vida, del tedio y del cansancio. No podrían faltar los cuerpos del verano, cuando la adolescencia ardía por el tacto, en especial aquél de todo lo vedado. Ni habría de omitir el vicio solitario, por el amor perdido en inventar los rasgos del amor, que, entretanto, no dormía a tu lado. Y en él habitarían con todo su sarcasmo -al fin y al cabo son tristes muertos de antaño, fragmentos de tu vida que salvas del naufragio- las cartas sin respuesta; yesos aniversarios, tiernamente ridículos después de celebrados, que dejan en el alma aroma a mal teatro. Y los reproches mutuos, merecidos y agrios, dirigidos al centro del dolor, como un dardo con toda la miseria que acarrean los años. El placer del acoso, cuando el amor intacto, y cuando la ignorancia, ese bálsamo arcano, no señalaba límites al indudable ocaso. El maldito poema tanto tiempo aplazado, y que no escribirás, porque el tema es ingrato, querría redimirte de todos tus letargos. Una voz que te daña diría murmurando: Del amor, amor mío, te quiero siempre esclavo, para que tus palabras no tengan que inventarlo. Quien a ese poema de amor dilapidado incauto se atreviera, sin calcular el daño, amaría el amor, probablemente tanto como el afán de huir, fatigado hasta el asco, de todas las trastiendas, repletas de fracasos, que los cuerpos arrastran, y en que nos arrastramos. De "El último de la fiesta"

EL POZO SALVAJE Por más que aburras esa melodía monótona y brumosa de la vida diaria, y que te amansa; por más lobo sin dientes que te creas; por más sabiduría y experiencia y paz de espíritu; por más orden con que hayas decorado las paredes, por más edad que la edad te haya dado, por muchas otras vidas que los libros te alcancen, y añade lo que quieras a esta lista, hay un pozo salvaje al fondo de ti mismo, un lugar que es tan tuyo como tu propia muerte. Es de piedra y de noche, y de fuego y de lágrimas. En sus aguas dudosas reposa desde siempre lo que no está dormido, un remoto lugar donde se fraguan las abominaciones y los sueños, la traición y los crímenes. Es el pozo de lo que eres capaz y en él duermen reptiles, y un fulgor y una profunda espera. En tu rostro también, y tú eres ese pozo. Ya sé que lo sabías. Por lo tanto, Acepta, brinda y bebe. De "Los países nocturnos" 1996

EL ÚLTIMO DE LA FIESTA 1 Deberías marcharte. La fiesta ha terminado. Helada y sucia ya se anuncia el alba con su oscuro cortejo de presagios. Tendrías que acostarte, huir de este lugar antes de que la luz te restituya esa imagen de ti que ya conoces, indefensa a tus ojos, lastimosa. Has tocado por hoy el fondo de tu noche: las ropas no guardan la corrección de unas horas atrás y tu lengua está torpe, has empezado a hurgar en la memoria y ya no hay quien te fíe. lo más sensato ahora sería retirarse. 2 Aquí, con convicción, ya nada te retiene. Suena de nuevo idéntica la música y no es fácil andar sobre el untuoso suelo del local. Ha pasado la hora de raptarse alguna compañía con quien querer fingir la noche inacabable, y te será mejor no recurrir a invitados finales, errante cada cual en su constelación, rezumando bebida como paredes húmedas, dispuestos a cualquier confidencia extemporánea. Es infame el lugar. Tal vez lo fuera siempre; pero hasta hace poco era el teatro idóneo para tus intenciones. Se trataba de malgastar el tiempo, uno más entre la turbadora clientela, regresando al sabor bronco de noches apuradas, de ti mismo perdido y encontrado. El azar nos otorga reductos alejados de la severidad, momentáneos reinos en donde nadie trata el enojoso tema de la vida, no importa si a conciencia o ignorantes de que la vida huye al ser nombrada. El azar nos obsequia y el azar nos despoja. Así te ocurre ahora: la fiesta ha terminado, y con la fiesta terminó el hechizo. 3 Has apurado el plazo que la noche te había concedido, y a quien la luz ha de traer ya lo conoces. Si vuelves hacia casa, con tus pasos volverán sus pasos. Y a tu fatiga su fatiga habrá de acompañar. La fiesta ha terminado y queda su enseñanza: como una vieja deuda contraída, nada hay más imposible que escapar de nosotros. Ya se aproxima el alba, y nadie ignora que todo plazo acaba por cumplirse, que toda deuda acaba por pagarse. 4 Ya ves; eso es lo que te aguarda, si te marchas, y lo que aquí te espera no es mejor. Conoces de antemano cuál será tu conducta: sopesarás los dos ofrecimientos que posees -la despoblada soledad de una fiesta ya extinta, la habitual afrenta de estar solo contigo- y antes de encaminarte hacia la casa apurarás la noche un poco más. (Un poco más, a estas torpes alturas de tu vida, no puede ser muy malo.) La fiesta ha terminado. Y aquí viene la luz, la vieja hiena. Has apurado el plazo que la noche te había concedido, y a quien la luz ha de traer ya lo conoces. Si vuelves hacia casa, con tus pasos volverán sus pasos. Y a tu fatiga su fatiga habrá de acompañar. La fiesta ha terminado y queda su enseñanza: como una vieja deuda contraída, nada hay más imposible que escapar de nosotros. Ya se aproxima el alba, y nadie ignora que todo plazo acaba por cumplirse, que toda deuda acaba por pagarse. De "El último de la fiesta" 1986

LA EDAD DEL PARAÍSO A César Simón Supongamos que exista -argumentaste- ese lugar que el hombre ha ambicionado, desde que al primer hombre le ofendió la luz, que se perdía; el tiempo, que no vuelve; la belleza, que exalta, pero que no apacigua; o la felicidad, que, aunque la merezcamos, parece inmerecida; ese lugar que es suma de todas nuestras cuentas pendientes con la vida, ese lugar en donde los días no nos dejan su rencorosa huella, y todo allí es ameno, y se escucha la música, y no hay cuerpos enfermos, ni hay tentación ni hay fieras. Supongamos. Vayamos más allá. Imaginemos -y es mucho imaginar- que se te concediera la ocasión de acceder a ese llámalo Cielo, o Arcadia, o Nolugar, o Tapiado Jardín, o Paraíso, y que fueses capaz de permitirte -y que te permitieran- escoger tú la edad con que vivir, o, más exactamente, perdurar, en esa paz ajena al rapto de esta vida. Supónlo. Imagínatelo, y dime ¿con cuál de las edades de toda nuestra edad desearías habitar para siempre el Paraíso? ¿Querrías regresar a la inocencia tenaz y sostenida de la infancia, en donde fuimos dioses y demonios al tiempo y sin saberlo? ¿O volver a arriesgar en la estación violenta llamada juventud, que nos abrasa sólo con pronunciarla? ¿No te hechiza, acaso, el equilibrio de la mediana edad, cuando lo que ya sabes, cuando lo que te queda por conocer aún, ni te arrebata el sueño ni te aflige? ¿O por qué no escoger la carta venerable de una vejez ya de vuelta de todo: la madurez ingrata, la juventud candente, la infancia sin memoria? Me dejó sin aliento la pregunta, y no por lo intrincado de su formulación, tampoco por su tema, aventurado, abstruso, sino por el momento en que la realizaron: estábamos bebiendo, y la noche fluía, por entre la terraza de aquel bar, igual que un río en paz con su conciencia. (La buena educación no nos pemlite colocar a la gente en aprietos nocturnos, sugerirle que ordene la vida, el universo, en una improvisada charla de café.) Salí del paso con un par de bromas y el fluir de la noche prosiguió hacia su nada. Sin embargo, hoy regreso hasta aquella reunión y sus preguntas, no sé si por un caprichoso azar de la memoria, o si porque contraje esta pequeña deuda, para conmigo mismo. Supongamos. ¿Qué es ese Nolugar, ese Jardín, qué es ese Paraíso? Parece en los relatos un limbo insoportable de fantasmas, un lugar en el cual no existe la inquietud, porque no existe nada de lo cual inquietarse. Y, dime, en ese caso, ¿a qué viene desear otra infancia, una sabia vejez? La juventud candente, dime, ¿a quién le importa? Ahora bien, si ese Cielo, fuese un trasunto nuevo de esta vida, una nueva ocasión donde enmendar nuestro propio fracaso, en el fracaso total de la existencia; otro momento, para poder decir lo nunca dicho, otra noche en su cama hasta matarnos, otro viaje, otro trago y otro precio, ya veis, a fin de cuentas, otra vida sin fin y sin castigos; en ese caso, pues, poco me importa volver para ser niño otras mil veces más, o regresar como cualquier anciano, como un joven sin tregua, porque regresaría incluso como un perro tirado en la basura. Pero de lo contrario no contéis conmigo, pasad la página, apagad la luz, conceded mi rincón a quien quiera ocuparlo, y a mí perdedme luego, en ese otro lugar en donde nada existe y que es más viejo aún que el Paraíso. De "Los países nocturnos" 1996

LA FRUTA CORROMPIDA A Vicente Gallego Durante un meditado desayuno, en una portentosa mañana de verano -lo gloria de un verano escolar y salvaje-, pelé la fruta lento, fervoroso. Sabía ya que el verano y la fruta son tesoros a flote de un paraíso hundido. Y cuando satisfecho la mordí, apareció su hueso descompuesto, su carne corrompida y su gusano. Para la mayor parte de este mundo, una anécdota así no es más que un accidente del mundo natural, y para otros una amarga metáfora en donde se resume la existencia. Quién sabe... Ahora recuerdo aquella noche en que me desperté confundido de un sueño en donde había agua, y encaminé mi sed a la cocina. Como un resucitado di la luz, aproximé mis labios hasta el agua y, justo en el instante en el que fui a beber, alcé la vista y vi a la cucaracha sobre el grifo, observándome, ciega, entre los ojos. Quién sabe, otro accidente... Aquella cucaracha todavía me observa, complacida, detrás de la mirada de algún tipo, desde detrás de los absurdos límites de la podrida carne de los días. De "Los países nocturnos" 1996

LA LLUVIA EN REGENT'S PARK Debe de estar lloviendo en Regent's Park. Y una suave neblina hará que se extravíe la hierba en el perfil del horizonte, los robles a lo lejos, las flores, los arriates. Pausada, compasiva, descenderá la lluvia hoy sobre el corazón de la ciudad, su angustia, su estruendo, sobre el mínimo infierno inabarcable de cada pobre diablo. Igual que aquella tarde en la que fui feliz, igual que aquella lluvia que me purificó, caritativa. En las horas peores, cuando el desierto avanza, y no hay robles, ni hay hierba, cuando pienso que no saldré jamás del laberinto, y siento el alma sucia, y el cuerpo, que se arrastra, cobarde, entre la biografía, la lluvia, en el recuerdo, me limpia, me acaricia, me vuelve a hacer aún digno, aún merecedor de algún día de gloria de la vida. La amable, la misericordiosa, la dulce lluvia inglesa. De "Los países nocturnos" 1996

LA PEQUEÑA DURMIENTE No es que el mundo esté bien: es que no existe. No hay nada alrededor: sólo tu sueño. Nada tiene más ley que tu abandono, tu suave abjuración , la dulce apostasía que te ausenta. No hemos fundado el mundo: nunca cambia. Pero este cuadro es nuevo -padre e hija-, porque sólo el amor es diferente, sin por ello dejar de ser lo mismo. El anchuroso mundo, que no importa, gravita en torno a ti: lo has imantado, y vive irreprochable hacia tu brújula. Lo innúmero se rinde a tu unidad sencilla. Durmiente flor desnuda en mis palabras, adormidera de los desencantos, prístina amapola pálida. De "Metales Pesados" 2001

LAS COSAS HAN CAMBIADO Las cosas han cambiado, y todo sigue igual que ha estado siempre. Sabías que una vida no era lugar bastante, para lo que una vida debía merecer, y hoy sigue sin bastarnos. Antes no había lugar al que negar, no había sombra, puerto, un más allá del viaje donde decir ya basta, hemos dado por fin con el final del túnel, y hoy el túnel, el puerto, la sombra y el final están igual de lejos. Suma y sigue. En el amor no había nada distinto al resto de las cosas, pero sí era distinto ese juego violento al que apostar la vida, y que a veces movía las estrenas, la luz de la conciencia, y al que hoy sigues jugando, y en él te va la vida. Las palabras no ofrecen la nave que abre el mundo, ni hoy ni entonces, pero algunas palabras, al trazar una historia, con su amarga beneza, que no nos abre el mundo, nos lo hacen habitable. De unos tiempos sin gloria a otros sin gloria. Tal como sucedía ayer, quien se equivoca no ha de volver atrás. Sólo el orgullo nos mantiene en pie, y el miedo a empeorar en adelante. Las cosas han cambiado. Y ni más sabio, ni deseos más puros, ni más fuerte. Todo es igual. Han cambiado las cosas. Nada de lo que diga importa demasiado, y todo sigue en el lugar de entonces. De "Los países nocturnos" 1996

LOS PAÍSES NOCTURNOS A Manuel A. Benítez Reyes Hay una geografía de la mente. Hay paisajes nocturnos, igual que hay territorios en donde un sol dichoso se eterniza. Hay países de sombra que regresan en el maldito tren de largo recorrido con parada en nosotros. Hay un desierto de la inteligencia, y he navegado océanos sin luz al fondo de unos ojos que no tenían fondo. No es una nueva dimensión del mundo. El primer hombre ya exploró la tierra en su vastedad negra; le bastó un instante de auténtico dolor, para haber fatigado los trenes, los desiertos, las selvas y los ojos. Estas desordenadas palabras en la niebla no pretenden servir, ahora ni nunca, de acta fundacional de ninguna ciudad. Estas ciudades han sido desde siempre y viven en el alma, alzadas en un aire enrarecido, callejón neblinoso por donde ya anduvimos, extrarradio feroz al que nos condenaron. Explorador sin suerte, viajero del mundo que has perdido el Sur y el Norte, y el avión de regreso hacia una patria un poco más amable. Hermano equivocado que estuviste el día equivocado en el equivocado centro de tu vida, equivocando el modo de escaparte. Hay una geografía de la mente. Hay un teatro donde se representa nuestro viaje hacia nosotros, desde nosotros mismos. Y en la escena final del acto último hay un barco que se hunde en un hielo brumoso, mientras en los salones una orquesta fantasma acomete un vals para los muertos. Adivina quién fue invitado a los salones, adivina quién baila la música fantasma, y adivina quién se hundió con ese barco. De "Los países nocturnos" 1996

LUGAR RUPESTRE Con la sed más anciana, arrodillado, para encontrarle el cauce al agua tuya, me he bañado de ti, linfa radiante; me he prosternado en ti, nunca más joven. En la gruta que parte en dos tu cuerpo, me he marchado por fin de mis orillas, me he sumido en tus labios, con mis labios. Mi saliva te hablaba sin idiomas. Con la humedad sagrada he dibujado, en la pared de sedas de tu sima. En resina salobre del deseo, he dispuesto una rosa, y la he mordido. Eché a volar un ave, y la he matado. Un hombre había en pie, y ahora no hay nada. De "Fuera de mí" 2003

MEDIA VERÓNICA PARA DON MANUEL MACHADO La crítica, tan crítica, tan lista, me ha indicado que soy nieto cercano de don Manuel Machado. Y aunque lo puse fácil, lo normal es el hecho de que jamás los críticos embistan por derecho. Hay que enseñar el trapo, embarcarlos muy lento, darles tiempo a pensar, lidiar con fundamento. Si se les saca un pase ya es toda una faena; lo normal es que doblen las manos en la arena. Qué le voy a contar, don Manuel. He pensado que usted, en su barrera, me observa con agrado. Me ve cargar la suerte y jugar bien las manos, lo que no es muy frecuente entre nuestros hermanos. Disfruta con los plagios con que le doy salida a ese toro con guasa del hierro de la vida. Y aunque mi repertorio es corto y sin alardes, puedo estar en poeta, al año, algunas tardes. Por eso le he copiado -para usted, don Manuel- esta media al gitano, de Paula, Rafael. Venida de muy lejos, mientras me quedo quieto, oscura, lenta y única. Para usted, de su nieto. De "La vida de frontera"

MEDITACIÓN ABSTRUSA Es extraño. Si trato de recordar el fuego de las noches sagradas, un verano violento -como cualquier verano-, con su luna de sangre y crepitar de brasas, recuerdo esa violencia y la felicidad, recuerdo el fuego, pero aquí no está el fuego, aunque yo sé que ardía en esas noches. Resulta sorprendente. Si vuelvo atrás la vista, hacia nuestras reuniones, sé lo que confesamos, rememoro el ingenio de los viejos amigos, puedo escuchar la risa, y esa desesperanza de la que se alimenta cualquier joven, porque se sabe fuerte, invulnerable. Y, sin embargo, aquí, en la presente noche, nadie se ríe ya, y la desesperanza no es siempre un alimento adolescente. Es curioso. Si miro las páginas de un libro, o esos rostros que hablan en la pantalla y nos conmueven, yo sé que nunca fueron, como sí sé que fueron mi fuego y mis amigos, son palabras que nadie ha pronunciado al margen de esos libros, son los rostros de quien prestó su rostro a quien no existe, y sin embargo están en esta misma noche, y son y me acompañan y me ayudan. Lo que parece eterno en la memoria ha dejado de serlo, y lo que nunca vivió en nosotros mismos es nuestra eternidad. Es extraño, es curioso, es sorprendente: no estoy del todo en mí, y cuando acudo a lo que debí ser, todo ha cambiado. Estoy donde no estoy, y en lo que no soy yo, y hasta en no importa dónde, y hasta en no importa cuándo. De "Los países nocturnos" 1996

METAL PESADO Igual que sucedía, siendo niños, con las mágicas gotas de mercurio, que se multiplicaban imposibles en una perturbada geometría, al romperse el termómetro, y daban a la fiebre una pátina más de irrealidad, el clima incomprensible de los relojes blandos. Algo de ese fenómeno concierne a nuestra alma. En un sentido estricto, cada cual es obra de un sinfín de multiplicaciones, de errores de la especie, de conquistas contra la oscuridad. Un individuo es en su anonimato una obra de arte, un atávico mapa del tesoro tatuado en la piel de las genealogías y que lleva hasta él mismo a sangre y fuego. No hay nada que no hayamos recibido ni nada que no demos en herencia Existe una razón para sentir orgullo en mitad de esta fiebre que no acaba. Somos custodios de un metal pesado, lujosas gotas de mercurio amante. De "Metales Pesados" 2001

OLOR A MIEDO Yo puedo oler el miedo en cualquier parte. Y por saberlo no hay que perder la calma. No es un hecho asombroso. Es sólo un hecho. Parece que no hay nada fuera de lo corriente, y, sin embargo, hay miedo, hay un rumor obsceno, que es la vida latiendo por debajo de la vida. La cuerda del violín se tensa demasiado, la caldera estallará dentro de unos momentos. Y todo es como siempre. La muchacha baila medio desnuda en mitad de la pista, y unos tipos babean en la tiniebla espesa. (Todo en calma. Sin novedad en el frente. Y el silencio se afila poco a poco.) Dos novios, embobados, ella con la cabeza sobre el hombro de él, escuchan a las sombras hablar en la pantalla: Arranca y vámonos. Qué mierda de país. Desde hoy en adelante, s6lo será mi hogar la carretera. (No hay nada que objetar. No hay nada que temer .) Los bañistas sudan al sol de un verano implacable; del chiringuito próximo, penosa, llega la consabida canción de un transistor. (Y las saetas están a punto de alcanzar su límite, el agua hirviendo se desborda del mundo, y aunque nadie lo advierta, ahora es la vida un hierro al rojo vivo.) No hay nada que temer, no hay nada que objetar, todo bajo control y todo en calma, y, sin embargo, hay una vida que arde debajo de la vida, y un clamor insufrible que alimenta el silencio, y un continuo rumor en mitad de la nada. Que cada cual acepte su condena: yo puedo oler el miedo en cualquier parte. De "Los países nocturnos" 1996

SANGRE JOVEN Quiero tu sangre joven, que es querer todo lo que la vida aún no ha podido hacerte. De lo que me alimento es de esa inútil sangre esperanzada, de cuanto sé que ignoras hasta hoy, y que más nos valdría que no supieses nunca. De esa manera, por obra de tu sangre, creo en lo que no creo, y olvido lo que sé que te ha de suceder. Quiero esa risa que aún no ha tenido tiempo de hacerse prudente, de pensarse dos veces si reír es celebrar el mundo o lamentar su estado. Envidio el que no hayas vendido ninguna alma al diablo, y que bailes con él a la luz de la luna, a veces, sin conciencia. Juego contigo, porque no sabes las reglas, ni siquiera las de tu propio juego, y mientras las aprendes soy el que ya no soy desde ya no sé cuándo. Quiero la impunidad con que te entregas a la tarea de vivir la vida, sin paz, sin horizonte, sin infierno, que son el argumento de las vidas ajenas. Viéndote hacerlo, se diría que desconozco todo lo que conozco. Así es tu sangre. Ya sabes lo que busco. Qué tristeza que el tiempo, o yo, o tú misma tengamos que matar, en ti, toda tu sangre. De "Los países nocturnos" 1996

SERVIDUMBRE DE PASO En nuestra sumisión nos consumamos, en nuestra servidumbre nos crecemos, vivimos a compás, en la angostura de un andar errátil que nos da la amplitud, al comprender la bella anomalía de este viaje. Nómadas en esencia, muchedumbre que cruza en extravío del uno al otro lado de nosotros, polizones en la nave del mundo, huéspedes al amparo de nadie, en deuda con la vida, que está en deuda con el secreto amor que profesamos a todo trance siempre hacia la vida. Apátridas por fuerza en nuestro espíritu. A la buena de un dios en descalabro, clandestino de mí, pobre de qué. señor de dónde, en un inacabable deambular, al arte por el arte de estar vivo. Un vaso de agua fresca al transeúnte, un pedazo de pan al vagabundo, un puñado de sal al peregrino, que voy en trashumancia, que voy de merodeo, voy de paso. De "Metales Pesados" 2001

UN MAR DE LÁGRIMAS Sufrirás. Ya has sufrido. Tal vez estés sufriendo. Y aunque sepas por qué (si es que lo sabes), ese conocimiento no será tu consuelo. El adiós a los tuyos; el azar, implacable; la incógnita del cielo, todo lo que se pierde hechos y vida abajo, tiempo abajo, o también vida arriba, hacia lo que te espera, todo, configura el sabor de tus lágrimas, un sabor sin sabor, ya que no lo comparte quien te ha visto sufrir -no puede compartirlo-, un sabor que no entiendes, un cúmulo de lágrimas que trazan, no sé dónde, un mar por el que bogan, y no sé para qué, inútiles por siempre, inconsolables, quién sabe desde cuándo, su alma, tu alma y la mía. De "Los países nocturnos" 1996

UNO Y NINGUNO Él cree saber quién soy, y se equivoca. Tú puedes desandar, paso por paso, toda la historia, todos los detalles que dibujen un rostro, pero no seré yo quien esté dibujado en ese rostro, aunque sea mi rostro el dibujado. Cualquiera que no sepa de mí lo sabe todo. Yo no sé quién soy yo, pero estoy en lo cierto. Esta acumulación de paradojas exige un comentario y una pausa. (Las palabras se pueden urdir y desurdir, hasta no decir nada, queriendo decir todo.) Cualquier hombre es ninguno, y es legión y es nadie y uno mismo. Y ahora que ya lo sabes, date cuenta: estás equivocado por completo. De "Los países nocturnos" 1996

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