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Pessoa:
Ah! La angustia, la abyecta rabia, la desesperación...: Amor es lo esencial... Amor es lo esencial. Sexo, mero accidente. Puede ser igual O diferente. El hombre no es un animal: Es carne inteligente, Aunque algunas veces enferma. Autopsicografía El poeta es un fingidor. Finge tan completamente Que hasta finge que es dolor El dolor que de veras siente. Y quienes leen lo que escribe, Sienten, en el dolor leído, No los dos que el poeta vive Sino aquél que no han tenido. Y así va por su camino, Distrayendo a la razón, Ese tren sin real destino Que se llama corazón. Como si cada beso... Como si cada beso Fuera de despedida, Cloé mía, besémonos, amando. Tal vez ya nos toque En el hombro la mano que llama A la barca que no viene sino vacía; Y que en el mismo haz Ata lo que fuimos mutuamente Y la ajena suma universal de la vida. Coróname de rosas...* Coróname de rosas, de verdad coróname De rosas Rosas que al quemar Sobre una frente queman Demasiado Rápido! Coróname de rosas Y con el volátil follaje, Que así sea. Cosechadora Pero no, es abstracta, es un pájaro De sonidos en el aire del encumbrado aire, Y su alma canta sin molestar Porque el canto es lo que la hace cantar. Cuando ella pasa Sentado junto a la ventana, A través de los cristales, empañados por la nieve, Veo su adorable imagen, la de ella, mientras Pasa... pasa... pasa de largo... Sobre mí, la aflicción ha arrojado su velo:- Una criatura menos en este mundo Y un ángel más en el cielo. Sentado junto a la Ventana, A través de los cristales, empañados por la nieve, Pienso que Veo su imagen, la de ella, Que no pasa ahora... que no pasa de largo... Versión de Rafael Díaz Borbón De: el pastor enamorado Alta en el cielo, va la luna de Primavera, Pienso en ti y dentro de mí estás entera. Aquí viene, por las grandes praderas, corriendo hacia mí, la leve brisa. Pienso en ti, murmuro tu nombre; y no me siento yo: estoy feliz. Mañana vendrás, irás conmigo a recoger flores en la pradera. Y yo iré contigo por las praderas para verte recoger las flores. Te veré mañana recolectando flores conmigo en las praderas, Pues cuando vengas mañana y caminemos juntos por la pradera, recogiendo las flores, Se hará para mi la claridad y la verdad. El guardador de rebaños Desde la ventana más alta de mi casa, con un pañuelo blanco digo adiós a mis versos, que viajan hacia la humanidad. Y no estoy alegre ni triste. Ése es el destino de los versos. Los escribí y debo enseñárselos a todos porque no puedo hacer lo contrario, como la flor no puede esconder el color, ni el río ocultar que corre, ni el árbol ocultar que da frutos. He aquí que ya van lejos, como si fuesen en la diligencia, y yo siento pena sin querer, igual que un dolor en el cuerpo. ¿Quién sabe quién los leerá? ¿Quién sabe a qué manos irán? Flor, me cogió el destino para los ojos. Árbol, me arrancaron los frutos para las bocas. Río, el destino de mi agua era no quedarse en mí. Me resigno y me siento casi alegre, casi tan alegre como quien se cansa de estar triste. ¡Idos, idos de mí! Pasa el árbol y se queda disperso por la Naturaleza. Se marchita la flor y su polvo dura siempre. Corre el río y entra en el mar y su agua es siempre la que fue suya. Paso y me quedo, como el Universo. El viento, el viento alto El viento, alto en su elemento Me hace más solo -no me estoy Lamentando, él se tiene que lamentar. Es un sonido abstracto, insondable venido del elusivo fin del mundo. Profundo es su significado. Me habla el todo inexistente en él, Cómo la virtud no es un escudo, y Cómo la mejor es estar en silencio. En la gran oscilación... En la gran oscilación Entre creer y no creer, El corazón se trastorna Lleno de nada saber Y, ajeno a lo que sabía Por no saber lo que es, Sólo un instante le cabe Que es el conocer la fe- Fe que los astros conocen Porque es la araña que está En la tela que ellos tejen, Y es vida que había ya. Esto Dicen que pretendo o miento En cuanto escribo. No hay tal cosa. Simplemente Siento imaginando. No uso las cuerdas del corazón. Todo cuanto sueño o pierdo, Que pronto cae o muere en mí, Es como una terraza que mira Hacia otra cosa más allá. Esa cosa me arrastra. Y así escribo en medio De las cosas no junto a mis pies, Libre de mi propia confusión, preocupado por cuanto no es. Sentir? Dejemos al lector sentir! He pasado toda la noche sin dormir, viendo... He pasado toda la noche sin dormir, viendo, sin espacio tu figura. Y viéndola siempre de maneras diferentes de como ella me parece. Hago pensamientos con el recuerdo de lo que es ella cuando me habla, y en cada pensamiento cambia ella de acuerdo con su semejanza. Amar es pensar. Y yo casi me olvido de sentir sólo pensando en ella. No sé bien lo que quiero, incluso de ella, y no pienso más que en ella. Tengo una gran distracción animada. Cuando deseo encontrarla casi prefiero no encontrarla, Para no tener que dejarla luego. No sé bien lo que quiero, ni quiero saber lo que quiero. Quiero tan solo Pensar en ella. Nada le pido a nadie, ni a ella, sino pensar. Las rosas del jardín de Adonis...* Las rosas del jardín de Adonis Son las que yo amo, Lydia, esas efímeras rosas Que en el día de su nacimiento, En ese mismo día, mueren. La luz es eterna para ellas, pues Nacen con el sol cuando ya ha salido, y se acaban Antes que Apolo pudiera incluso iniciar Su trayectoria visible. Como ellas, déjanos hacer de nuestras vidas un día,- Voluntariamente, Lydia, desconociendo Que existe la noche antes y después El poquito que perduramos Llueve en silencio, que esta lluvia es muda... Llueve en silencio, que esta lluvia es muda y no hace ruido sino con sosiego. El cielo duerme. Cuando el alma es viuda de algo que ignora, el sentimiento es ciego. Llueve. De mí (de este que soy) reniego... Tan dulce es esta lluvia de escuchar (no parece de nubes) que parece que no es lluvia, mas sólo un susurrar que a sí mismo se olvida cuando crece. Llueve. Nada apetece... No pasa el viento, cielo no hay que sienta. Llueve lejana e indistintamente, como una cosa cierta que nos mienta, como un deseo grande que nos miente. Llueve. Nada en mí siente... Navidad Un Dios ha nacido. Otros mueren. La realidad Que no ha venido ni se ha ido: un cambio de Error. Tenemos ahora otra Eternidad, Y siempre lo pasado fué mejor. Ciega, la ciencia trabaja en el inútil suelo Loca, la Fé vive el sueño de su culto. Un nuevo Dios es una palabra -o un nuevo sonido No busques ni tampoco creas: todo está oculto. No quiero rosas, con tal que haya rosas... No quiero rosas, con tal que haya rosas. Las quiero sólo cuando no las pueda haber. ¿Qué voy a hacer con las cosas que cualquier mano puede coger? No quiero la noche sino cuando la aurora la hizo diluirse en oro y azul. Lo que mi alma ignora eso es lo que quiero poseer. ¿Para qué?... Si lo supiese, no haría versos para decir que aún no lo sé. Tengo el alma pobre y fría... Ah, ¿con qué limosna la calentaré?... No la que das, la flor que tú eres quiero...(*) No la que das, la flor que tú eres quiero. Por qué me niegas lo que no te pido. Tiempo habrá de que niegues después de que hayas dado. flor, ¡séme flor! Si te cogiese avara mano de infausta esfinge, tú perenne sombra errarás absurda tras lo que nunca diste. ¡No, no digas nada! ¡No: no digas nada! Suponer lo que dirá tu boca velada es oírlo ya. Yo oí lo mejor de lo que dirías. Lo que eres no viene a la flor de las frases y los días. Es mejor de lo que tu. No digas nada: lo sé! Gracia del cuerpo desnudo que invisible se ve. No tengas nada en las manos... No tengas nada en las manos ni una memoria en el alma, que cuando un día en tus manos pongan el óbolo último, cuando las manos te abran nada se te caiga de ellas. ¿Qué trono te quieren dar que Atropos no te lo quite? ¿Qué laurel que no se mustie en lo arbitrios de Minos? ¿Qué horas que no te conviertan en la estatura de sombra que serás cuando de noche, estés al fin del camino? Coge las flores, mas déjalas caer, apenas miradas. Al sol siéntate. Y abdica para ser rey de ti mismo. Oda Para ser grande, sé entero: nada Tuyo exageres o excluyas. Sé todo en cada cosa. Pon cuanto eres En lo mínimo que hagas, Por eso la luna brilla toda En cada lago, porque alta vive. Pierrot borracho En las calles de la feria de la feria desierta sólo la luna llena blanquea y clarea las noches de la feria en la noche entreabierta. Sólo la luna alba blanquea y clarea la tierra calva de abandono y alba alegría ajena. Ebria blanquea como por la arena en las calles de feria, de la feria desierta en la noche ya llena de sombra entreabierta. La luna boquea en las calles de feria desierta e incierta. Poema XXIX (**) No soy igual en lo que digo y escribo. Cambio, pero no cambio mucho. El color de las flores no es el mismo bajo el sol que cuando una nube pasa o cuando entra la noche y las flores son color de sombra. Pero quien mira ve bien que son las mismas flores. Por eso cuando parezco no estar de acuerdo conmigo fijaros bien en mí: si estaba vuelto para la derecha me volví ahora para la izquierda, pero soy siempre yo, asentado sobre los mismos pies. El mismo siempre, gracias al cielo y a la tierra y a mis ojos y oídos atentos y a mi clara sencillez de alma. Reniego, lápiz partido... Reniego, lápiz partido, Todo cuanto deseé. Y no soñé ser servido De ir a donde nunca iré. Paje embutido en harapos Del triunfo que otros tuvieron, Yo podré amar estos trapos Por ser cuanto a mí me dieron. Sabré, príncipe mendigo, Coger, con la buena gente, Entre el ondear del trigo La amapola inteligente.
Señor, serenas son...: Si alguien toca un día a tu puerta... Si alguien toca un día a tu puerta, Diciendo que es un emisario mío No creas, ni aunque sea yo; Que mi vanidoso orgullo no intentaría Tocar siquiera la puerta irreal del cielo. Pero si, naturalmente, y sin oír A alguien tocar, la puerta fueras a abrir Y encontraras alguien como a la espera De tocar, medita un poco. Ese era Mi emisario y yo y lo que intenta Mi orgullo que desespera ¡Abre a quién no llama a tu puerta! Si, después que yo muera, se quisiera escribir mi biografía... Si, después que yo muera, se quisiera escribir mi biografía, Nada sería más simple. Exactamente poseo dos fechas -la de mi nacimiento y la de muerte. Entre una y otra todos los días me pertenecen. Soy fácil de describir. He vivido como un loco. He amado a las cosas sin ningún sentimentalismo. Nunca tuve un deseo que no pudiera colmar, pues nunca anduve ciego. Incluso escuchar para mí fué nada más que un complemento del ver. Comprendí que las cosas son reales y totalmente diferentes una de otra: Lo comprendí con los ojos, jamás con el pensamiento. Comprenderlo con el pensamiento hubiera sido encontrarlas todas iguales. Un día me sentí dormido como un niño. Cerré los ojos y dormí. Y, a propósito, yo era el único poeta de la Naturaleza. Si muero pronto (**) Si muero pronto, Sin poder publicar ningún libro, Sin ver la cara que tienen mis versos en letras de molde, Ruego, si se afligen a causa de esto, Que no se aflijan. Si ocurre, era lo justo. Aunque nadie imprima mis versos, Si fueron bellos, tendrán hermosura. Y si son bellos, serán publicados: Las raíces viven soterradas Pero las flores al aire libre y a la vista. Así tiene que ser y nadie ha de impedirlo. Si muero pronto, oigan esto: No fui sino un niño que jugaba. Fui idólatra como el sol y el agua, Una religión que sólo los hombres ignoran. Fui feliz porque no pedía nada Ni nada busqué. Y no encontré nada Salvo que la palabra explicación no explica nada. Mi deseo fue estar al sol o bajo la lluvia. Al sol cuando había sol, Cuando llovía bajo la lluvia (Y nunca de otro modo), Sentir calor y frío y viento Y no ir más lejos. Quise una vez, pensé que me amarían. No me quisieron. La única razón del desamor: Así tenía que ser. Me consolé en el sol y en la lluvia. Me senté otra vez a la puerta de mi casa. El campo, al fin de cuentas, no es tan verde Para los que son amados como para los que no lo son: Sentir es distraerse. Si yo pudiera morder la tierra toda... Si yo pudiera morder la tierra toda y sentirle el sabor sería más feliz por un momento... Pero no siempre quiero ser feliz es necesario ser de vez en cuando infeliz para poder ser natural... No todo es días de sol y la lluvia cuando falta mucho, se pide. Por eso tomo la infelicidad con la felicidad. Naturalmente como quien no se extraña con que existan montañas y planicies y que haya rocas y hierbas... Lo que es necesario es ser natural y calmado en la felicidad o en la infelicidad. Sentir como quien mira. Pensar como quien anda, y cuando se ha de morir, Recordar que el día muere y que el poniente es bello y es bella la noche que queda. Así es y así sea. Suave, como tener madre y hermanas... Suave, como tener madre y hermanas, la tarde rica desciende... No llueve ya, y el vasto cielo es una gran sonrisa imperfecta... Mi conciencia de tener conciencia de ti es una prez, y mi saberte sonriendo es una flor mustia en mi pecho... ¡Ah, si fuésemos dos figuras en una lejana vidriera!... ¡Ah, si fuésemos los dos colores de una bandera de gloria!... Estatua acéfala retirada a un lado, polvorienta pila bautismal, pendón de vencidos que tuviese escrito en el centro este lema: ¡Victoria!" Súbita mano de algún fantasma oculto... Súbita mano de algún fantasma oculto entre los pliegues de la noche y de mi sueño me sacude y yo despierto, y en el abandono de la noche no diviso gesto ni bulto. Pero un terror antiguo, que insepulto traigo en el corazón, como de un trono baja y se afirma mi señor y dueño sin orden, sin meneo y sin insulto. Y yo siento mi vida de repente presa por una cuerda de Inconsciente a cualquier mano nocturna que me guía. Siento que soy nadie salvo una sombra de un bulto que no veo y que me asombra, y en nada existo como la tiniebla fría. Versión de Teodoro Llorente Tabaquería* No soy nada. Nunca seré nada. No puedo querer ser nada. A parte de eso, tengo en mí todos los sueños del mundo. Ventanas de mi cuarto, De mi cuarto de uno de los millones en el mundo que nadie sabe quién es (Y si supiesen, ¿qué sabrían?), Dais al misterio de una calle cruzada constantemente por gente, A una calle inaccesible a todos los pensamientos, Real, imposiblemente real, cierta, desconocidamente cierta, Con el misterio de las cosas bajo las piedras y los seres, Con la muerte que mancha de humedad las paredes y hace blancos los cabellos de los hombres, Con el Destino que conduce la carroza de todo por el camino de nada. Estoy hoy vencido, como si supiese la verdad. Estoy hoy lúcido, como si estuviese por morir, Y no tuviese más hermandad con las cosas Que la de una despedida, tornándose esta casa a este lado de la calle La hilera de vagones de un tren, y el silbido de una partida Dentro de mi cabeza, Y una sacudida de mis nervios y un chirriar de huesos al arrancar. Estoy hoy perplejo, como quien pensó y halló y olvidó. Estoy hoy dividido entre la lealtad que debo A la Tabaquería del otro lado de la calle, como cosa real por fuera, Y a la sensación de que todo es sueño, como cosa real por dentro. Fallé en todo. Como no hice ningún propósito, tal vez todo fuese nada. El aprendizaje que me dieron, Descendí por la ventana trasera de la casa. Fui al campo con grandes propósitos. Pero allí sólo encontré yerbas y árboles, Y cuando había gente era igual a la otra. Me retiro de la ventana y me siento en una silla. ¿En qué he de pensar? ¿Qué sé yo lo que seré, yo, que no sé lo que soy? ¿Ser lo que pienso? ¡Pienso ser tanta cosa! ¡Y hay tantos que piensan ser la misma cosa que no puede haber tantos! ¿Genio? En este momento Cien mil cerebros se piensan en sueños genios como yo, Y la historia no señalará, ¿quién sabe? ni a uno, No habrá sino un muladar para tantas futuras conquistas. No, no creo en mí. ¡En todos los manicomios hay tantos locos deschavetados con tantas certezas! Yo, que no tengo ninguna certeza, ¿soy más cierto o menos cierto? No, ni en mí... ¿En cuántas buhardillas y no buhardillas del mundo No están en esta hora genios-para-sí-mismos soñando? ¿Cuántas aspiraciones altas y nobles y lúcidas— Sí, verdaderamente altas y nobles y lúcidas—, Y quién sabe si realizables, ¿Nunca verán la luz del sol real ni hallaran oídos de nadie? El mundo es de quien nace para conquistarlo Y no para quien sueña que puede conquistarlo, aunque tenga razón. He soñado más que Napoleón. He abrazado contra el pecho hipotético más humanidades que Cristo. Hice filosofías en secreto que ningún Kant escribió. Pero soy, y tal vez seré siempre, el de la buhardilla, Aunque no viva en ella; Seré siempre el que no nació para esto, Seré siempre sólo el que tenía cualidades; Seré siempre el que esperó que le abriesen la puerta al pie de una pared sin puerta, Y cantó la cantiga del Infinito en un gallinero, Y escuchó la voz de Dios en un pozo cegado. ¿Creer en mí? No, ni en nada. Que me derrame la Naturaleza sobre la cabeza ardiente Su sol, su lluvia, el viento que me despeina, Y lo demás que venga si viene o que tenga que venir, o que no venga. Esclavos cardíacos de las estrellas, Conquistamos todo el mundo antes de levantarnos de la cama; Pero nos despertamos y él es opaco, Nos levantamos y es ajeno, Salimos de casa y es la tierra entera, Más el sistema solar y la Vía Láctea y lo Indefinido. (Come chocolates, niña; ¡Come chocolates! Mira que no hay más metafísica en el mundo que la de los chocolates. Mira que todas las religiones no enseñan más que la confitería. ¡Come, niña sucia, come! ¡Si pudiera yo comer chocolates con la misma verdad con que tú los comes! Pero yo pienso y, al quitarles el papel plateado, que es de estaño, Arrojo todo al suelo, como tiré la vida.) Pero queda al menos de la amargura de lo que nunca seré La caligrafía rápida de estos versos, Pórtico hendido hacia lo Imposible. Pero al menos dedico a mí mismo un desprecio sin lágrimas, Noble al menos por el gesto amplio con que arrojo La ropa sucia que soy, sin motivo, para el decurso de las cosas, Y me quedo en casa sin camisa. (Tú que consuelas, que no existes y por eso consuelas, O diosa griega, concebida como estatua con vida, O patricia romana, imposiblemente noble y nefasta, O princesa de trovadores, gentilísima y colorida, O marquesa del siglo dieciocho, escotada y distante, O cocotte célebre del tiempo de nuestros padres, O no sé qué moderno —no concibo bien qué—, Todo eso, sea lo que fuera, lo que sea, si puede inspirar ¡qué inspire! Mi corazón es un balde vacío. Como invocan espíritus los que invocan espíritus me invoco Me invoco a mí mismo y nada encuentro. Me acerco a la ventana y veo la calle con una nitidez absoluta. Veo las tiendas, veo las aceras, veo los coches que pasan. Veo los entes vivos vestidos que se cruzan, Veo los perros que también existen, Y todo esto me pesa como un condena al destierro, Y todo esto es extranjero, como todo.) Viví, estudié, amé y hasta creí, Y hoy no hay mendigo al que no envidie sólo por no ser yo. En cada uno miro los andrajos y las llagas y la mentira, Y pienso: tal vez nunca hayas vivido ni estudiado ni amado ni creído (Porque es posible hacer la realidad de todo eso sin hacer nada de eso); Tal vez hayas existido apenas, como un lagarto a quien cortan la cola Y que es cola más acá del lagarto que se retuerce. Hice de mí lo que no supe, Y lo que pude hacer de mí no lo hice. Vestí un disfraz equivocado. Me tomaron enseguida por quien no era, y no lo desmentí, y me perdí. Cuando quise arrancarme la máscara, Estaba pegada a la cara. Cuando la arrojé y me vi en el espejo, Ya había envejecido. Estaba borracho, y no sabía vestir el disfraz que no me había quitado. Arrojé la mascara y dormí en el vestidor Como un perro tolerado por la gerencia Por ser inofensivo Y voy a escribir esta historia para probar que soy sublime. Esencia musical de mis versos inútiles, quién pudiera encontrarte como cosas que yo hice, Y no quedarme siempre enfrente de la Tabaquería de enfrente, Pisoteando la conciencia de estar existiendo, Como un tapete con el que tropieza un borracho O la esterilla que los gitanos roban y no vale nada. Pero el Dueño de la Tabaquería se asomó a la puerta y se quedó en ella. Lo miro con la incomodidad de la cabeza torcida Y con la incomodidad de una alma que mal entiende. Él morirá y yo moriré. Él dejará el letrero, yo dejaré versos. Y un día morirá el letrero y también mis versos. Después morirá la calle donde estuvo el letrero, Y la lengua en que fueron escritos los versos. Morirá después el planeta girante en que todo esto sucedió. En otros satélites de otros sistemas cualquier cosa como nosotros Continuará haciendo cosas como versos y viviendo debajo de las cosas como letreros, Siempre una cosa frente a otra, Siempre una cosa tan inútil como la otra. Siempre lo imposible tan estúpido como lo real, Siempre el misterio del fondo tan cierto como el sueño del misterio de la superficie, Siempre ésta o aquella cosa o ni una ni la otra cosa. Pero un hombre entró en la Tabaquería (¿a comprar tabaco?), Y la realidad plausible cae de repente sobre mí. Me incorporo a medias enérgico, convencido, humano, Y voy a intentar escribir estos versos en los que digo lo contrario. Enciendo un cigarro al pensar en escribirlos Y saboreo en el cigarro la liberación de todos los pensamientos. Sigo el humo como mi camino, Y gozo, en un momento sensitivo y adecuado, La liberación de todas las especulaciones Y la conciencia de que la metafísica es la consecuencia de una indisposición. Después me reclino en la silla Y sigo fumando. Seguiré fumando hasta que el Destino me lo permita. (Si me casase con la hija de mi lavandera Tal vez sería feliz.) Visto esto, me levanto de la silla. Me acerco a la ventana. El hombre salió de la Tabaquería (¿guarda el cambio en el bolsillo del pantalón?). Ah, lo conozco: es Esteves sin metafísica. (El Dueño de la Tabaquería llegó a la puerta.) Como por un instinto divino, Esteves se volvió y me vio. Hizo una señal de adiós, le grité ¡Adiós, Esteves!, y el universo Se reconstruye en mí sin ideal ni esperanza, y el Dueño de la Tabaquería sonrió. Tengo tanto sentimiento... Tengo tanto sentimiento que es frecuente persuadirme de que soy sentimental, mas reconozco, al medirme, que todo esto es pensamiento que yo no sentí al final. Tenemos, quienes vivimos, una vida que es vivida y otra vida que es pensada, y la única en que existimos es la que está dividida entre la cierta y la errada. Mas a cuál de verdadera o errada el nombre conviene nadie lo sabrá explicar; y vivimos de manera que la vida que uno tiene es la que él se ha de pensar. Todas las cartas de amor son ridículas...* Todas las cartas de amor son ridículas. No serían cartas de amor si no fuesen ridículas. También escribí en mi tiempo cartas de amor, como las demás, ridículas. Las cartas de amor, si hay amor, tienen que ser ridículas. Pero, al fin y al cabo, sólo las criaturas que nunca escribieron cartas de amor sí que son ridículas. Quién me diera el tiempo en que escribía sin darme cuenta cartas de amor ridículas. La verdad es que hoy mis recuerdos de esas cartas de amor sí que son ridículos. (Todas las palabras esdrújulas, como los sentimientos esdrújulos, son naturalmente ridículas). Todo menos el tedio me da tedio... Todo menos el tedio me da tedio. Quiero sin tener sosiego sosegar. Tomar la vida todos los días Como un remedio, De esos remedios que hay para tomar. Tanto aspiré, tanto soñé que tanto De tantos tantos me hizo nada en mí Mis manos quedaron frías Sólo de aguardar el encanto De aquel amor que las calentara al fin. Frías, vacías, Así. Tu voz habla amorosa... Tu voz habla amorosa... Tan tierna habla que me olvido de que es falsa su blanda prosa. Mi corazón desentristece. Sí, así como la música sugiere lo que en la música no está, mi corazón nada más quiere que la melodía que en ti hay... ¿Amarme? ¿Quién lo creería? Habla con la misma voz que nada dice si eres una música que arrulla. Yo oigo, ignoro, y soy feliz. Ni hay felicidad falsa, mientras dura es verdadera. ¿Qué importa lo que la verdad exalta si soy feliz de esta manera? Ven a sentarte conmigo, Lidia, a la orilla del río...* Ven a sentarte conmigo, Lidia a la orilla del río. Con sosiego miremos su curso y aprendamos que la vida pasa, y no estamos cogidos de la mano. (Enlacemos las manos.) Pensemos después, niños adultos, que la vida pasa y no se queda, nada deja y nunca regresa, va hacia un mar muy lejano, hacia el pie del Hado, más lejos que los dioses. Desenlacemos las manos, que no vale la pena cansarnos. Ya gocemos, ya no gocemos, pasamos como el río. Más vale que sepamos pasar silenciosamente y sin desasosiegos. Sin amores, ni odios, ni pasiones que levanten la voz, ni envidias que hagan a los ojos moverse demasiado, ni cuidados, porque si los tuviese el río también correría, y siempre acabaría en el mar. Amémonos tranquilamente, pensando que podríamos, si quisiéramos, cambiar besos y abrazos y caricias, mas que más vale estar sentados el uno junto al otro oyendo correr al río y viéndolo. Cojamos flores, cógelas tú y déjalas en tu regazo, y que su perfume suavice este momento en que sosegadamente no creemos en nada, paganos inocentes de la decadencia. Por lo menos, si yo fuera sombra antes, te acordarás de mí sin que mi recuerdo te queme o te hiera o te mueva, porque nunca enlazamos las manos, ni nos besamos ni fuimos más que niños. Y si antes que yo llevases el óbolo al barquero sombrío, no sufriré cuando de ti me acuerde, a mi memoria has de ser suave recordándote así, a la orilla del río, pagana triste y con flores en el regazo. Yo nunca guardé rebaños... * * Yo nunca guardé rebaños, pero es como si los guardara. Mi alma es como un pastor, conoce el viento y el sol y anda de la mano de las Estaciones siguiendo y mirando. Toda la paz de la Naturaleza a solas viene a sentarse a ni lado. Pero permanezco triste, como un atardecer para nuestra imaginación, cuando refresca en el fondo de la planicie y se siente que la noche ha entrado como una mariposa por la ventana. Pero mi tristeza es sosiego porque es natural y justa y es lo que debe haber en el alma cuando piensa que ya existe y las manos cogen flores sin darse cuenta. Con un ruido de cencerros más allá de la curva del camino mis pensamientos están contentos. Pensar molesta como andar bajo la lluvia cuando el viento crece y parece que llueve más. No tengo ambiciones ni deseos. Ser poeta no es una ambición mía. Es mi manera de estar solo.
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