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Humor: Sinopsis
La conjura de los necios - John Kennedy Toole (1980):
El protagonista es uno de los personajes más memorables de la literatura norteamericana: Ignatus Reilly -una mezcla de Oliver Hardy delirante, Don Quijote adiposo y santo Tomás de Aquino, perverso, reunidos en una persona-, que a los treinta años aún vive con su estrafalaria madre, ocupado en escribir una extensa y demoledora denuncia contra nuestro siglo, tan carente de teología y geometría como de decencia y buen gusto, un alegado desquiciado contra una sociedad desquiciada. Por una inesperada necesidad de dinero, se ve 'catapultado en la fiebre de la existencia contemporánea', embarcándose en empleos y empresas de lo más disparatado.

Memorias de una amante sarnoso - Groucho Marx (1963):
El humor de los Hermanos Marx sigue hoy tan actual como en los años veinte, y sus películas se han convertido en clásicos y puntos de referencia indiscutibles del género. La brillantez de los diálogos, la comicidad de las situaciones y, sobre todo, el continuo reírse de todos los valores y las instituciones establecidos, son los rasgos que han hecho perdurar sus obras. Recuento de anécdotas sobre la vida de Groucho Marx en Hollywood y sobre sus hermanos, así como reflexiones sobre el amor, la 'filosofía marxista, según Groucho' y otros temas.

El lamento de Portnoy - Philip Roth (1969):
Largo relato que de sus frustraciones y complejos hace el protagonista, Alexander Portnoy, durante sus sesiones de psicoanálisis. Desde su crecimiento en un "típico" hogar judío de clase media en la Nueva Jersey de los años cuarenta, hasta su despertar sexual y el desasosiego que le provocan sus problemáticas relaciones con las mujeres, nada escapa a su agudo análisis y amarga autocrítica. Una lúcida e irónica visión, tremendamente divertida, de las costumbres y psicología judías, y del desmoronamiento del sueño americano. El lamento de Portnoy es, por derecho propio, una de las obras más conocidas de su autor.

La venganza de don Mendo - Pedro Muñoz Seca (1918):
Don Mendo, marqués de Cabra, galante y audaz caballero del medievo castellano, es también un virtuoso de la mandolina y un especialista en escalar torreones. Pero tiene una mala racha; todo lo ha jugado y todo lo ha perdido a las siete y media, y el honor juega y el honor pierde en su última escalada de amor hasta el aposento de su amada, la bella e infiel Magdalena. Don Nuño Manso de Jarama, padre de Magdalena, ha comprometido la mano de su hija con el Duque de Toro, y sorprende a Don Mendo en la estancia de Magdalena. Don Mendo dice que nada de amor le ha llevado hasta el Torreón; ha subido para robar. Su amada queda limpia de toda sospecha, y él es condenado a morir emparedado, pero el Marqués de Moncada y otros nobles caballeros, amigos todos de Don Mendo, facilitan su huida. Ha pasado el tiempo y Magdalena sigue siendo tan infiel al de Toro como antes lo fuera al de Cabra. El Rey es ahora el amante de turno. Un «bellísimo» trovador, que no es otro que Don Mendo, con la barba rapada y la melena tan larga y tan rubia que nadie le reconoce, aparece en el campamento de la Corte, donde enamora a todas las mujeres. El de Toro y el de Manso acuden a la Cueva de Algodor, lugar de cita de todos los enamorados, al acecho de la infiel. Allí van llegando: el Rey tras Magdalena; Magdalena y la Reina tras el Trovador; la mora Azofaifa dispuesta a liquidar a sus rivales y, con todos ellos, Don Mendo; mejor dicho: el Trovador, que cree que ha llegado el momento de su venganza. La venganza de Don Mendo, «caricatura de tragedia en cuatro jornadas», escrita en verso, con algún ripio, se estrenó en el teatro de la Comedia por Bonafé y por Irene Alba, con éxito extraordinario. No deja de resultar paradójico que Muñoz Seca escribiera obra tan regocijante en medio de una larga enfermedad; según testimonio familiar, éste padeció una úlcera de estómago que le obligó a guardar cama por tres meses y a régimen de leche solamente. En esta situación escribió dicha obra en la que la afición que tuvo por el teatro clásico del Siglo de Oro se muestra emparejada con las técnicas propias del astracán. Entre sus papeles se conservan unas páginas manuscritas de El pendón de don Fruela, también parodia de un drama histórico, y que José Montero Alonso, no se sabe con que fundamento, considera escrita con anterioridad al «Don Mendo» y quizá su fuente de inspiración. Por ello, se considera a la obra como una «parodia», y se puede describir como una imitación burlesca de una obra seria en literatura. La venganza de Don Mendo es una obra brillante que abunda en juegos de palabras y chistes y que es una degradación a todos los niveles de los elementos propios del drama histórico, con fines paródicos. Los anacronismos presentan una mezcla detonante del ayer y del presente, y los personajes medievales se mueven en un mundo dominado por la moral utilitaria del tiempo de Pedro Muñoz Seca.

 

 

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