Literatura: Símbolos
Literatura: Símbolos:
El simbolismo de la inundación aparece en los mitos de muchas culturas.
El más conocido es el relato bíblico del diluvio universal. El arca de Noé representa la salvación a través de la Iglesia.
Miguel Angel dedicó a este antiquísimo mito un lugar preponderante en el techo de la Capilla Sixtina.
Más allá:
El paraíso:
El héroe Aquiles es una figura central de la Ilíada, relato que ejerce una enorme influencia en los artistas de todos los siglos.
En la primera línea del relato se asocia al violento Aquiles con la ira.
Los acontecimientos y los actos humanos son manipulados por la voluntad y el capricho de los dioses.
La violenta ruina final de Troya se desencadena por medio de un engaño, fruto de la astucia de Ulises, rey de Itaca.
En la Odisea el destino impuesto por los dioses obliga a Ulises a pasar por un regreso a su tierra lleno de pruebas y peligros.
Homero da al mar en ambas obras un protagonismo semejante al que este medio tuvo para el desarrollo de las ciudades griegas.
La imagen de Palas Atenea, portadora de los saberes industriales, aparece representada con gran frecuencia en los edificios de líneas clásicas.
Tradiciones celtas:
Cuentos infantiles:
La influencia de las obras de Shakespeare ha sido tan grande que algunos de sus personajes se convirtieron en sinónimo de pasiones humanas. Hamlet equivale a dubitativo y Otelo a un celoso. El arquetipo de la pareja enamorada es la formada por Romeo y Julieta.
El recurso a los símbolos está especialmente presente en las novelas donde abundan los elementos surrealistas y psicológicos, y en entornos fantásticos donde operan fuerzas misteriosas.
Mitología germana:
Demonios:
La obra de Cassirer analiza múltiples aspectos de la cultura y al tratar los mitos realiza una destacada revisión en profundidad.
Mujeres fatales:
Salomé, la hija de Herodías (14 a.C.–71 d.C.), fue la némesis de Juan el Bautista.
Incitaba al mal con métodos voluptuosos.
Oscar Wilde escribió una obra teatral y Richard Strauss compuso una celebrada ópera estrenada en 1905.
Figura bíblica que persuadió a Herodes para decapitar al Bautista seduciéndolo con su danza.
Encarna la figura del ánima, que suele ser personificada como una seductora que utiliza sus ardides para provocar la humillación o la muerte del hombre.
La mera presencia y el trato con la reina Ginebra lleva a la perdición de Lanzarote en los relatos artúricos.
Las brujas, poseídas por espíritus malignos, eran tradicionalmente chivos expiatorios culpables de las calamidades y conflictos sociales.
Con el advenimiento del cristianismo pasaron a ser instrumentos de destrucción del demonio e invocadoras de poderes oscuros.
La muerte es representada en muchas ocasiones como un viaje.
El vuelo del alma hasta la corte de Osiris, la travesía del mar hasta las islas de los Bienaventurados, la cabalgata junto con las Valquirias hacia el Valhalla.
Para los griegos ese viaje se realizaba por el río Estigio conducido por el barquero espectral Caronte. Para pagar esa travesía se extendió el acto ritual funerario de enterrar a los muertos colocándoles una moneda en la boca. El Hades, el inframundo, consistía en tres reinos: la llanura de Asfodelo, un mundo límbico en que las almas estaban destinadas a errar sin objeto; la llanura del Elíseo, que era el destino de unos cuantos afortunados, y el Tártaro, donde los malos eran castigados.
Se concibe como un lugar de paz, de luz y de belleza, que refleja la perfección primordial de la naturaleza. En ocasiones es descrito como un jardín o como la Nueva Jerusalén. En la Divina Comedia Dante describe su visita al Infierno acompañado por el poeta Virgilio; y su presencia en el Paraíso de la mano de Beatriz.
El Paraíso perdido (1667) de Milton (1608-1674) es una epopeya acerca de la caída de Adán y Eva. Aborda el problema del mal y el sufrimiento tratando de hallar explicaciones a la cuestión de por qué un Dios bueno y todopoderoso decide permitirlos en vez de ahorrárselos a las criaturas sufrientes.
Habitaron amplias extensiones del territorio europeo.
Los romanos dieron extensamente el nombre de Galli (galos) a los pueblos de raza céltica que habitaban el norte de Italia del Norte, el sur de Alemania, zonas entre el Rhin y los Alpes, los Pirineos y la costa del Atlántico. La romanización supuso una abrupta desaparición de elementos de la cultura celta, que mantuvo poco tiempo y de forma marginal identidades políticas y lingüísticas. Es el caso de las tribus de escotos y bretones de las Islas Británicas, que transmitieron algunos vestigios de las mitologías de la edad del hierro.
Una mezcla confusa viene a dificultar la descripción de los numerosos dioses celtas porque muchos de ellos fueron identificados con dioses romanos. Buen número de historias y saberes tradicionales acabaron no desapareciendo pero sí fundiéndose.
Los relatos que seguían al mito celta de la creación abundaban en luchas de pueblos, objetos y sucesos mágicos.
Los druidas en proceso de desaparición no dejaron testimonios escritos.
En Bretaña y en Irlanda perduraron elementos tradicionales transmitidos a través de los bardos hasta la Edad Media.
El inusitado éxito de los cuentos infantiles recogidos por Perrault o los Grimm situaron a sus personajes para siempre en un lugar destacado del imaginario popular.
En los cuentos infantiles y la tradición oral abundan lobos, monstruos y brujas que devoran a los insensatos. La evocación de situaciones angustiantes permite a los niños poner nombre a los miedos y representarlos en un plano lejano e imaginario. Como conclusión tranquilizadora el malvado o su maldad deben quedar anulados. El adulto debe señalar la poca seriedad de lo que se cuenta y no dar la impresión de huir de temas angustiosos por tener miedo del miedo.
La capacidad para hablar de miedos ayuda a evitar abandonarse a una absurda paralización
En su ambiciosa tetralogía sobre El Anillo del Nibelungo Wagner narra las luchas entre dioses, héroes y varias criaturas mitológicas acerca de un anillo mágico que otorga dominación sobre el mundo entero. El drama y la intriga se desarrollan a través de tres generaciones de protagonistas, hasta el cataclismo final en El ocaso de los dioses. Las cuatro historias están basadas libremente en figuras y elementos de la mitología germánica como las Sagas islandesas y el cantar de los nibelungos medieval. Estas óperas son El oro del Rin (Das Rheingold), La valquiria (Die Walküre), Sigfrido (Siegfried) y El ocaso de los dioses (Götterdämmerung). Wagner trabajó en la música y el libreto desde 1848 a 1874.
El pacto con el demonio a cambio de una vida mejor está tratado en obras como el Fausto, la obra más importante de Goethe. Está escrita en forma de diálogo y no fue concebida para ser representada. La primera parte fue publicada en 1808 y en ella Heinrich Faust vende su alma a Mefistófeles. Tras desencadenar una sucesión de hechos trágicos, precipita la perdición de Margarita y no consigue salvarla. La segunda parte fue publicada el mismo año de la muerte de Goethe (1832) y debate sobre psicología, historia y política. La alquimia fue la precursora medieval de la química. Su objeto era la transmutación de los metales corrientes en oro. Asociada a un proceso simbólico de transformación del yo espiritual. Su meta es encontrar la piedra filosofal, el agente de la transformación, tanto física como espiritual. Las elucubraciones sobre posibilidades ocultas de la alquimia sedujeron incluso a Isaac Newton.
Doktor Faustus (1947) escrita por Thomas Mann en su exilio norteamericano. A. Leverkühn accede a un pacto predeterminado a cambio de 24 años de genial creación musical. Toma elementos de las vidas de Friedrich Nietzsche, del músico Hugo Wolf, y el pensamiento estético de Arnold Schönberg. Desarrolla un cierto paralelismo con la fatal decisión alemana de entregarse al nazismo.
En El retrato de Dorian Gray de Oscar Wilde se concede al individuo vitalidad y lozanía aunque viva entregado a la depravación.
Los pactos conectan con la tradición sobre el trato que se atribuía a las brujas con el ser maléfico especialmente durante la Edad Media.