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HP Lovecraft: su obra, sus fuentes de inspiración y su lenguaje. Por Ana María Navalón:
Howard Phillips Lovecraft fue una mente inquieta que se dio cuenta muy pronto de la futilidad de la vida. Estaba convencido de que la existencia del hombre era meramente transitoria e insignificante, siendo el paso inexorable del tiempo uno de los mayores peligros que lo acechaban. Estas ideas fueron poco a poco asentándose en su imaginario y acabaron por estamparse en todos sus relatos en modo de monstruosas divinidades primigenias, como Dagon o Cthulhu.

La vida que marcó su visión trágica:
Muchos han sido los hechos que han marcado la vida de H.P.L. y que se han visto reflejados en su obra, sin embargo todos los críticos coinciden en que lo que determinó con más ahínco ciertos aspectos fue, sin duda alguna, su viaje a Nueva York. Lovecraft llegó a esta ciudad esperando encontrar poesía, éxito y felicidad, pero ni siquiera pudo encontrar trabajo. La Gran Manzana tan solo le ofreció “una vacuidad estremecedora y una inefable soledad”. Conocerá en esta ciudad el odio, el asco y el miedo, sobre todo hacia “el otro”, el extranjero, por lo que su racismo también se verá acentuado llegando a ser, según Michel Houellebecq, “una auténtica neurosis racial”.

El racismo de Lovecraft:
Es innegable que la obra de H.P. Lovecraft refleja el miedo y la repulsión hacia “el otro” y que todos sus relatos se podrían leer en clave racista. No obstante, también es cierto que este hecho no debería eclipsar su obra, ya que a principios del siglo XX estas ideas estaban presentes en prácticamente todos los escritores estadounidenses, como en Henry Miller, Dashiell Hammett, Francis Scott Fitzgerald, William Faulkner y Ernst Hemingway por citar algunos ejemplos. Es frecuente encontrar en las cartas de Lovecraft a sus conocidos y amigos designaciones despectivas hacia todo extranjero. El 12 de octubre de 1925 escribió a August Derleth que Providence estaba lleno de “achaparrados italianos sureños, ruso-mongoloides con cara de rata, judíos polacos, ¡y toda esa maldita escoria!”, a lo que también añadía: “Usted en el Medio Oeste, no puede concebir el alcance de esta amenaza. Debería ver toda la chusma que pulula por una típica ciudad del este; gente cetrina, de fisonomías aberrantes y gestos y lenguas chapurreadas producto de instintos extranjeros”. Resulta curiosa la similitud de los rasgos descritos en los extranjeros con los habitantes de Innsmouth. No obstante, todo ser humano era odiado por Lovecraft, llegó a decir: “mi odio por los animales humanos se incrementa alocadamente cuanto más conozco de esa maldita sabandija”. En cambio, los que conocieron a Lovecraft lo describían como una de las personas más amables, generosas y desinteresadas que hubiesen conocido. Por ello, no debemos tomar el racismo de Lovecraft como un tema recurrente en su literatura, pues se trata de una idea común en la época y es posible que fuera una idea tan arraigada en la sociedad que muchos autores ni se diesen cuenta de ello.

El cosmos en la literatura de Lovecraft:
Además de creer firmemente en la futilidad de la existencia del hombre, H.P. Lovecraft también tenía una gran conciencia del cosmos y estaba al día de todos los avances científicos de su época, muchos de los cuales introducía en sus relatos, hablando abiertamente, por ejemplo, de las teorías de Einstein. En relación a esto, se entiende que su terror no sea mágico, sino científico. Lovecraft aspiraba a un terror objetivo, sin connotaciones psicológicas o humanas. Su concepción de la fantasía no es una negación de la realidad, sino una prolongación de esta. Asimismo, el creador de Cthulhu decía que sus textos eran realistas en cuanto al tratamiento de la psicología y la emoción de los personajes, que debían ser creíbles. H.P.L. nos describe un horror que sobrepasa la comprensión del lector, por lo que su estilo y su lenguaje deben adaptarse a esta nueva concepción. Nos intenta mostrar que hay realidades en el mundo unnamebles,a las que no se les puede dar nombre porque desconocemos su naturaleza o cuyo nombre nos asusta tanto que tan solo pronunciarlo produce pánico, como si al ponerlo en palabras se hiciese más real. En el relato titulado “The unnameble” un escritor de cuentos sobre naturales discute con un amigo la existencia o no de cosas que no pueden tener nombre. Es una excusa que Lovecraft aprovecha para desdoblarse como personaje y aclarar su concepción del terror y establecer unas bases de lo que él intenta expresar en sus escritos y con su lengua. En español el título ha conocido al menos dos traducciones, para la editorial Alianza fue en 1982 “Lo innombrable” y la editorial Valdemar en 2005 lo tituló “Lo innominable”. En español existe una sutil diferencia entre ambos conceptos, así sería para la editorial Alianza algo que no se puede nombrar, porque no tenga nombre o no se pueda pronunciar, mientras que para la editorial Valdemar es algo a lo que ni siquiera se puede dar nombre. En inglés podríamos tomar los dos conceptos, pero además deberíamos añadir otros términos, usados tanto por Lovecraft como por sus seguidores, para lo que no se puede nombrar: nameless y unspeackable. Por ejemplo, podemos encontrar este uso en uno de los volúmenes de conocimiento esotérico usado en los relatos del círculo de Lovecraft Cultos Innombrables Esto explica que su forma de escribir esté basada en la sugerencia, así como en la creación de la atmósfera y el estado de humor del personaje. En este sentido el autor de Providence sería deudor de Edgar Allan Poe.

Poe y otras fuentes de inspiración:
Además de la huella de Poe, en la obra de Lovecraft se encuentra elementos ya presentes en autores anteriores a él, como Arthur Llewellyn Machen o lord Dunsany, entre muchos otros. Debido a esto en sus relatos encontramos elementos de la tradición gótica que él reinterpreta en términos científicos. Siguen presentes la soledad y la pequeñez humana, pero ahora el miedo no viene de las tumbas, sino de la conciencia de nuestra precaria situación en el mundo. En sus relatos la ciencia no mira hacia el futuro, sino al pasado, igual que miraban los góticos. Esta ciencia está dirigida obsesivamente hacia al pasado lejano, lo que nos aterroriza no es que Cthulhu vaya a despertarse y venir en un futuro, sino que ya haya estado aquí, dominando la Tierra mucho antes de que los humanos existiésemos. Por otro lado, el terror que nos ofrece está basado en la impresión personal. El miedo que se infiere de sus relatos no está provocado por las descripciones en sí, sino por la deformada visión subjetiva del asustado narrador que ha vivido el terror de cerca, incluso a veces los monstruos están detrás de la puerta mientras a él todavía le da tiempo de escribir cosas como: “han echado abajo la puerta” o “su mano se acerca a mí”. Lovecraft utiliza muy poco el recurso del diálogo, pues sus cuentos están concebidos con una subjetividad extrema. Por ejemplo, las conversaciones nos las cuenta el narrador, nos las transcribe, con lo que se plagan del punto de vista del narrador sin dejar espacio a la imparcialidad. Si los góticos hablaban de la existencia del mundo de los muertos y los espíritus como mundos coexistentes al nuestro, Lovecraft también nos habla de mundos diferentes al nuestro, pero no se trata de mundos paralelos conectados. Lo que su literatura quiere reflejar es que el mundo tal y como lo concebimos, con leyes físicas e historia, solo es un fragmento inconcebiblemente pequeño de lo que es en realidad. Serían atisbos de la verdadera dimensión del universo. Sería como si a un nativo de una isla del pacífico lo llevasen en una nave espacial a ver desde el espacio el mundo entero. No es que sea un universo o un mundo diferentes a su isla, es sólo que su isla es algo tan rematadamente pequeño en comparación, que lo demás parece inconcebible en su extensión. Nos habla muchas veces de las leyes físicas del extenso universo, leyes que nuestras débiles mentes humanas no podrían llegar a comprender. Nosotros las denominamos leyes porque creemos que son normas o pautas que no podemos alterar, pero existen ciertas criaturas para las que es algo completamente flexible y manipulable. Debemos tener en cuenta que Lovecraft vive en la época de la gran revolución de la física, cuando esta empieza a volverse anti intuitiva en sus explicaciones de elementos y conceptos previamente inimaginables. Es una época en la que, con el descubrimiento de la física cuántica, los científicos se dan cuenta de que las leyes conocidas hasta entonces no funcionan a niveles diminutos. Entonces Lovecraft se pregunta si no sucedería lo mismo a otros niveles del universo e lo introduce en sus relatos, convirtiendo nuestro mundo en una pequeña parte del cosmos infinito regido por unas leyes inalcanzables para nosotros. Añade en sus relatos la existencia de monstruos del pasado primigenio que tienen las características de lo informe, lo caótico, lo tenebroso y lo abismal, es decir, lo humanamente inabarcable. Sus descripciones no corresponden a ninguna estética, sino a una función psíquica. Realmente, los monstruos son ridículos, aunque en su época resultaron como mínimo impactantes, pero al estar descritos por alguien indudablemente al borde de la locura y del terror, producen miedo. Como ya hemos dicho, el terror viene por la inquietud que transmite el narrador. Para muchos críticos, los relatos de Lovecraft solo se justifican en su atormentada mente como un periplo a lo más profundo de sí mismo, a las regiones sombrías de su mente.

El lenguaje de Lovecraft:
No obstante, más allá de sus intenciones literarias, H.P. Lovecraft creía en las posibilidades del lenguaje y con él pretendía afirmar lo indecible y remedar la sin razón. Para ello se valía de calificativos abundantes, determinantes indeterminados, adjetivación excesiva, construcciones semánticas y sintácticas sinuosas, hipérboles, reiteración... Hasta el punto de que muchos de sus textos son farragosos y pesados en su lectura, como por ejemplo el relato “A través de las puertas de la llave de plata” en el que se repiten sin cesar ciertos conceptos y se suceden fragmentos casi idénticos que hacen su lectura muy repetitiva. Muchos críticos han tildado este estilo como un defecto de escritura, pero no cabe duda de que Lovecraft sabía muy bien lo que estaba haciendo y cómo estaba manejando el lenguaje para expresar lo que quería, aunque también es cierto que en algunas ocasiones se le fue de las manos. (Ana María Navalón Valera)

 

 

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