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Cultura de masas en la posguerra:

Finalizada la Segunda Guerra Mundial los afroamericanos movilizados regresan a un país que ha sufrido cambios sociales considerables. Se empiezan a desmantelar las leyes de Jim Crow que limitaban las libertades de los afroamericanos. Se va reconociendo como más relevante el papel de la mujer en la vida pública y en variadas esferas, educativas, laborales y sociales. Se renueva la forma en que los estudios cinematográficos elaboran las grandes superproducciones que se exportan al mundo entero. La guerra fría causa conflictos armados en los que las potencias se implican indirecta o directamente, como es el caso de Corea y Vietnam. El telón de acero agrupa y divide a los países en esferas que reciben doctrinas políticas y valores muy distintos entre sí. El temor a la infiltración del comunismo desemboca en EE.UU. en la caza de brujas, que llega a vulnerar las libertades civiles.

Las nuevas pautas de consumo depararon cambios muy diversos en la cultura de masas. Los orígenes de la cultura de «masas» se remontan a la década de 1890, con la expansión de la prensa popular, los teatros de variedades, los deportes organizados y las salas de cine a cinco centavos (Nickelodeons), y todo ello inició el largo proceso que desplazó las formas de entretenimiento tradicionales y específicas de cada clase: bailes en los pueblos, teatro callejero, conciertos de clase media, etcétera. La cultura de masas aumentó en la década de 1920 y cobró mayor importancia debido a la política de masas. Las transformaciones sociales de los años cincuenta [...] conllevaron que las familias dispusieran de más dinero para gastar y más tiempo libre. La combinación de ambas circunstancias brindó una oportunidad de oro para el desarrollo de la industria cultural. El deseo durante la posguerra de romper con el pasado creó un ímpetu adicional para el cambio. El resultado se puede calificar realmente como revolución cultural: una transformación de la cultura, de su papel en la vida de hombres y mujeres corrientes, y del poder de los medios de comunicación.

La música y la cultura juvenil:
Buena parte de la nueva «cultura de masas» de la década de 1960 dependió de los hábitos de consumo y los anhelos de una generación nueva. Aquella generación pasó más tiempo en la escuela, lo que prolongó sus años adolescentes. La juventud se distanció más de sus padres y del mercado laboral, y tuvo más tiempo para pasarlo junta. En las zonas rurales, sobre todo, la escolarización empezó a quebrantar las barreras que separaban las actividades de niños y niñas y, con ello, dio lugar a uno de los factores de la «revolución sexual».

A partir de finales de los años cincuenta, la música se convirtió en la expresión cultural de esta generación nueva. El transistor se inventó durante el abastecimiento aéreo de Berlín; a mediados de la década de 1950, esas radios portátiles empezaron a venderse en Estados Unidos y Europa. Los receptores radiofónicos generaron nuevos programas de radio y, después, revistas que informaban sobre cantantes populares y estrellas de cine. Todo ello contribuyó a crear grupos de interés. Tal como lo expresa un historiador, aquellos programas de radio eran los «vasos capilares de la cultura juvenil». Los cambios sociales también afectaron a los contenidos musicales: los temas y las letras aspiraron a llegar a la juventud. Los cambios tecnológicos fabricaron discos más del doble de largos que los viejos de 78 revoluciones por minuto, y menos caros. El precio de los tocadiscos bajó y eso multiplicó el número de compradores potenciales. Todos esos adelantos unidos cambiaron la manera de producir, distribuir y consumir la música. Dejó de estar confinada en salas de conciertos o cafés y pasó a resonar en las casas y coches de la gente y en las habitaciones de los quinceañeros para proporcionar una banda sonora a la vida cotidiana. La cultura juvenil de posguerra le debió mucho al estilo musical híbrido que se conoce como rock and roll. Durante las décadas de 1930 y 1940, la música de fusión producida por estadounidenses blancos y negros en el sur del país se abrió camino hasta las ciudades del norte.

Después de la Segunda Guerra Mundial, los músicos negros de rhythm and blues y los intérpretes blancos rockabilly del sur encontraron audiencias mucho más amplias a través del uso de tecnologías nuevas, como guitarras eléctricas, mejores equipos para grabar en estudios y emisoras de radio de banda ancha en grandes ciudades. La mezcla de estilos y sonidos y la audacia cultural de los quinceañeros blancos que escuchaban lo que los estudios de grabación del momento llamaban «música racial» se unieron para crear el rock and roll. Era una música entusiasta, en ocasiones agresiva, y repleta de energía, es decir, reunía todas las cualidades que movían al público joven, ansioso por adquirir todas las novedades de sus intérpretes favoritos. En Europa, el rock and roll se adentró en los barrios obreros, sobre todo en Gran Bretaña e Irlanda. Allí, la juventud local aceptó los sonidos estadounidenses, copió las inflexiones de la pobreza y el desafío, y les añadió unos toques de teatro de variedades para crear artistas y grupos de éxito que recibieron el nombre colectivo de la «invasión británica». Durante la década de 1960, los sonidos y estrellas británicos se habían mezclado con sus equivalentes estadounidenses. Cuando se propagó la popularidad de la música, la cultura musical se soltó de sus amarras nacionales. En Francia, antes de la década de 1960, las canciones de moda estadounidenses las había cubierto Johnny Hallyday, que también cantaba música popular francesa. Con todo, los Beatles consiguieron encabezar con su propia música las listas de Francia, Alemania y Estados Unidos. En el momento en que se celebró el festival de Woodstock (1969), la cultura musical juvenil era internacional. El rock se convirtió en el sonido de la cultura juvenil mundial y absorbió influencias orientales como el sitar indio y la energía rebelde de un resurgimiento de la música folk. Tendió un puente entre la división de la Guerra Fría: a pesar de los límites del Bloque del Este para importar música «capitalista», circulaban canciones pirateadas (a veces en placas de rayos X recicladas de hospitales). Los estudios de grabación repararon en el potencial de ingresos que tenía la música y se convirtieron en empresas tan poderosas como los fabricantes de coches o las compañías del acero. (Coffin)

Oposición a las formas autoritarias de poder:
En 1951 Jack Kerouac escribe En el camino, que a finales de la década se ha convertido en novela de culto de la juventud. Su edición sin censurar tendría que esperar hasta el año 2007. Es un canto a la liberación que abrió paso a los movimientos emancipadores de la mujer y de los negros, y a la contracultura hippie. En 1953 Ray Bradbury escribe Fahrenheit 451, distopía en la que el Estado prohibe la lectura de libros. Músicos de gran popularidad, promotores de nuevos valores e imitados por las masas, se inician en el consumo cotidiano de diversas drogas de venta prohibida. Morirían por su causa ídolos de gran creatividad como Janis Joplin (1970), Jimi Hendrix (1970) o Jim Morrison (1971). En 1954 el poeta del desencanto Lawrence Ferlinghetti se une al grupo de la Generación Beat. En 1954 se acuña el término beatnik con carácter despectivo para referirse a los seguidores de la Generación Beat. Como reacción del sistema se intenta menoscabar su imagen relacionándolos con el vandalismo, las pandillas de delincuentes, la holgazanería y el uso de drogas. Se disuelven rápidamente integrándose en los movimientos contraculturales como el hippie. En 1956 Huxley escribe Las puertas de la percepción, su primer ensayo sobre drogas alucinógenas, consideradas por sus seguidores como una liberación de filtros y barreras mentales. En los capítulos de la novela El almuerzo desnudo - William S. Burroughs (1959), que pueden ser leídos en cualquier orden, el protagonista pasa por experiencias extremas en distintos lugares con diferentes drogas. Está presente una continua ridiculización de múltiples aspectos de la sociedad norteamericana empezando por su gobierno.

Década de 1960:
En 1961 fracasa el ataque a Bahía Cochinos organizado en EE.UU. contra el régimen de Castro, que ve justificada la instalación secreta de misiles de la URSS. En 1962 Philip K. Dick escribe la narración distópica El hombre en el castillo, que transcurre en una América sometida por las potencias del Eje. Durante la década de 1960, acompañado de un gran crecimiento económico y avances en la aeronáutica, se asienta el fenómeno del turismo de masas, de reciente aparición en los países más desarrollados. En 1965 en Woodstock se alcanza el apogeo de la visibilidad hippie. La discusión sobre la revolución sexual y la liberación de la mujer se coloca en un plano destacado y a la vista de todos. En 1966 comienzan los ataques aéreos masivos de EE.UU. contra las ciudades del norte de Vietnam. Luther King califica la guerra como genocidio. En mayo de 1968 la juventud de París organiza vehementes protestas que apartan del poder al conservador De Gaulle. La Sorbona era un destacado centro de discusión con numeosos intelectuales que aceptaban presupuestos marxistas. Los cambios que reclaman los jóvenes son vistos como extremadamente radicales por las generaciones anteriores. El término contracultura fue acuñado por el historiador estadounidense Theodore Roszak (1968) para señalar la existencia de una pugna de valores, tendencias y formas sociales opuestos a las normas establecidas por la sociedad. En 1969 John Lennon graba en la habitación de su hotel su himno pacifista que contiene la frase Todo lo que decimos es: dale una oportunidad a la paz. En 1971 se funda en Canadá la organización ambientalista Greenpeace.

 

 

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