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Actitudes de escritores contemporáneos:
En medio de los conflictos sociales y de las contradicciones existenciales ¿cómo se sienten los escritores? Con el Romanticismo había nacido el descontento del artista en una sociedad burguesa. De ahí un complejo de sentimientos: no plenitud, aislamiento, marginación, angustia. Más tarde con el Realismo, el escritor se enfrentó a menudo con la sociedad con una actitud crítica, más radical con el Naturalismo. A la vez, las tendencias hacia el arte por el arte y el movimiento simbolista fueron como un volver la espalda a una realidad insatisfactoria para refugiarse en mundos bellos y sugestivos. En el siglo XX las cosas no varían sustancialmente. Seguimos en cierto modo dentro de un amplio ciclo cultural que se abrió con el Romanticismo (de neorrománticos han sido calificados algunos movimientos del siglo XX). Las actitudes que adoptaron los escritores pueden ser muy variadas.

La angustia:
Nietzsche decía que la existencia es absolutamente insoportable. Y de un sentimiento trágico de la vida arranca la línea que conduce al existencialismo. La expresión literaria de tal angustia será especialmente visible a principios del siglo XX en las cercanías de las dos grandes guerras (o de la Guerra Civil en España), pero es producto de un mundo deshumanizado que nos lleva nadie sabe dónde (Kafka). La noción del mundo no podía seguir siendo la misma para los intelectuales después de Auschwitz, Hiroshima, el Telón de Acero y la amenaza nuclear. Camus llamaba a sobreponerse y pasar a la acción: sabemos también que una actitud pesimista respecto de la acción del hombre entre sus semejantes es cobardía. La constatación de Sartre de la angustia, la náusea, la pasión inútil que a su juicio es el hombre, no le impidieron llevar una activa y destacada lucha en favor de la clase obrera de su país. Lo importante es, pese a una realidad absurda, vivir elegantemente y morir con las botas puestas en la vida, morir como los árboles: de pie, erguidos, altivos. El propósito de Kafka es transmitir al lector el desequilibrado, incómodo y desconcertante sentimiento que constituye la esencia de la condición moderna. Ejemplos de total derrota ante una angustia abrumadora son los suicidios de Stefan Zweig (1942) y Walter Benjamin (1940).

La esperanza religiosa:
En el pasado, durante la mayor parte de la historia europea, la religión monopolizó el remedio contra la sensación de vacío existencial. Ocupó el lugar central entre las diversas corrientes filosóficas y aseguró que Dios es la única fuente de sentido de la vida. Puede ser una respuesta a la angustia. La fe podrá dar sentido a la vida y llevará a exaltar los valores espirituales frente a un mundo materializado. Pero también nos hallaremos a veces ante una religiosidad conflictiva, dramática (desde Unamuno). La vida de Georges Bernanos, que permaneció libre de ataduras políticas, está marcada por la necesidad de testimoniar la existencia de un universo sobrenatural, de luchar contra la injusticia y de buscar la verdad a la luz de la fe. Durante la Guerra Civil residía Mallorca y denunció los horrores de la guerra. Los grandes cementerios bajo la luna [Les Grands Cimetières sous la lune] (1938) sacudió a los católicos agrupados en torno a los nacionales. Ante los dilemas políticos que presentaba el torturado siglo XX simplemente decía que su postura era la de un cristiano. Kafka muestra al dios judeocristiano distante e inescrutable y a la sociedad laica incapaz de llenar el vacío sin Dios. Para Paul Ricoeur toda clase de conciencia del hombre era básicamente falsa, especialmente la conciencia religiosa. Freud y Marx, al derribar el mito religioso, vinieron a instalar un mero mito sustitutivo.

La protesta social:
Será otra de las grandes posturas. estaremos entonces ante una literatura comprometida, de testimonio, de denuncia, que encontraremos desde principios del siglo XX en formas diversas. Malraux decía que hemos de ambicionar dos cosas: que nuestra vida «deje una marca en la superficie de la Tierra», y a realizar nuestras acciones en compañía de otros individuos —dado que «la acción común establece vínculos igualmente comunes». Orwell describe las condiciones de vida de la clase trabajadora en obras que algunos llamaron la trilogía de la miseria. Dos Pasos era considerado uno de los máximos exponentes de la literatura social en EE.UU. durante los años 30. Sobre esos años de durísima crisis es más conocida la obra de Steinbeck Las uvas de la ira.

Compromiso político:
Malraux, hombre de acción en lugares apartados como el lejano oriente, empezó a ser conocido al criticar la política colonial francesa. Declaró su simpatía por la revolución china. Marchó a España durante la Guerra Civil en defensa de la República incorporado a las Brigadas Internacionales. Sobre la Guerra Civil escribió su novela La esperanza (1937) llamando a la defensa de la solidaridad, la libertad y la dignidad. Abandonó el Partido Comunista en 1939 tras la noticia del pacto entre Hitler y Stalin. Su postura en política sería descrita y desarrollada en notables ensayos. Durante la II Guerra Mundial fue hecho prisionero pero logró huir para unirse a la Resistencia. En 1933 recibió el premio Goncourt por La condición humana. Se incorporó como ministro al gobierno de De Gaulle. Bernanos perseguía la justicia social esquivando ser clasificado dentro de cualquier doctrina política. Los existencialistas Camus y Sartre apoyaron activamente las reivindicaciones de la clase trabajadora. Bertrand Russell defendió largo tiempo las políticas de la URSS. Creía que el mundo no necesitaba religión sino conocimiento, amabilidad y coraje. Los escritos de Hemingway surgidos de vivir en pleno centro de la acción durante la Guerra Civil española y la Revolución cubana dejan ver una apuesta por la acción y la resistencia. Fue experimentando una transformación gradual que le hizo tomar partido al lado de la República. Según la imagen que pudo formarse directamente, veía con espanto los efectos del fascismo sobre las sociedades. Durante el Congreso de Escritores de Madrid (1937) en apoyo de la República, André Gide, que acababa de publicar un libro en que criticaba a Rusia, Retour de l’URSS, fue públicamente criticado por los escritores de izquierdas y tildado de fascista.

    “Lo que piensan sobre la ciudad (léase, civilización) necesita la soledad del desierto, es allí donde encuentra el verbo vivo” decía el aventurero, el solitario T.E. Lawrence. O Malraux, otro aventurero de la política nos dice: “No quiero a los pobres pero lucho por ellos porque son los vencidos”. Un salvador. El surrealista Breton, un no militante pero lo respeta, declara: “Estoy del lado de los trabajadores no por un sentimiento de piedad por sus sufrimientos e injusticias sino porque veo en ellos la fuerza para acabar con sus males”. Sartre definirá una interesante distinción entre el militante (elige el comunista) y el aventurero como hombre de acción. El primero lucha por objetivos colectivos que implican la acción. El aventurero busca una causa para justificar su acción individual para “realizarse”. (Jordi Borja)

Posturas escapistas:
Vuelven la espalda a las realidades angustiosas. La evasión hacia el pasado o hacia horizontes exóticos o refinados, que vemos desde ciertas corrientes finiseculares (Modernismo, Decadentismo) hasta ciertas tendencias cercanas (novísimos, posmodernos). Los seguidores de Max Stirner (1806-1854) afirman que lo único que tiene sentido en esta vida es mi propio y exclusivo yo. El egoísmo suele ir teñido con frecuencia de hedonismo, de búsqueda de gozar del placer de lo material por encima de todas las cosas. Una de las salidas del escepticismo es acatar que nada tiene sentido para seguidamente abandonarse a los placeres inmediatos. Kafka ofrece una solución de compromiso. La opción más auténtica es vivir como un individuo que transita voluntariamente al margen. Algunos escritores de diferentes países se instalan en París adoptando la vida bohemia.

El esteticismo:
Puede ser otra forma de escapar de la realidad gris, una manera de refugiarse en la torre de marfil; pero también puede ser una forma de rebeldía a su modo: una postura que reivindica la belleza contra la mediocridad burguesa. El Modernismo insiste en ello. En otras manifestaciones de arte puro el escritor proclama su independencia y la autonomía de su creación, guiada a veces sólo por el placer del texto. O reivindica la belleza como curación o alivio de la angustia: según una frase sugestiva, la dicha de la escritura nos compensa de la desdicha de la existencia (Doubrovski). Las principales críticas a esta tendencia centrada en las cualidades formales se refieren a exageraciones, afectación y falta de compromiso social. Es claramente mayoritario el parecer de que encerrarse en disquisiciones estéticas supone permanecer ajeno a la marcha del mundo y a las condiciones de vida que soporta la mayor parte de la población mundial.


Escritos políticos de Churchill:
[Recibió el premio Nobel de Literatura y alertó enérgicamente sobre los peligros de los regímenes totalitarios]. Excepcionalmente para un político británico, Churchill —cuya situación financiera fue siempre lo bastante precaria como para que tuviera que ganarse la vida con sus escritos— hablaba con cierta distancia de su accidentada carrera incluso mientras la estuvo ejerciendo. Ya sea directamente —como en Mi juventud, o sus memorias sobre la Primera Guerra Mundial (que no son tanto unas memorias como una apología del papel que él mismo desempeñó en ese momento)— o en sus textos puramente periodísticos sobre la guerra de los bóers (en la que tomó parte y fue hecho prisionero durante un breve periodo de tiempo, antes de escapar), Churchill no solo participó sino que dejó constancia de los acontecimientos de su tiempo. Pero también escribió abundantemente sobre la historia del Imperio británico y llevó a cabo una biografía sobre su pintoresco antepasado, el duque de Marlborough. En resumen, Churchill contribuyó a la historia y a la literatura a la vez que participaba activamente en los asuntos públicos, una combinación que se da con mucha más frecuencia en Francia o incluso en Estados Unidos que en Inglaterra. Pero esto no le convierte en un intelectual. Para los estándares ingleses, estaba demasiado activamente implicado en el centro de la política y las decisiones públicas para ser considerado un analista desapasionado; y, para los estándares continentales, por supuesto, su interés por la reflexión conceptual era extraordinariamente escaso. Su obra consiste en prolijos relatos empíricos en los que introduce alguna que otra pausa para replantear la historia en una clave moral, pero poco más. Y, sin embargo, él fue a todas luces la figura política más literaria de la historia británica desde William Gladstone. En cualquier caso, Churchill fue único para su época y todavía no ha encontrado sucesor. Quien busque «intelectuales en política» del estilo de Léon Blum en Francia o Walther Rathenau en Alemania no encontrará muchos si reduce su búsqueda a Inglaterra. (Judt)

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