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Poesía: América:
Ensueños de conquistadores:
[...]
Cada tarde, esperando futuros heroísmos,
fosforecentes mares del Trópico, abrasados,
encantaban sus sueños con claros espejismos.
[...]
(José María de Heredia)


De árbol en árbol:
[...]
y el caucho de pará 
o el baobab en las márgenes del cuanza 
 ¿provocarán al fin la verde angustia 
de aquel ciprés de la mission dolores 
que cabeceaba en frisco 
california?

¿se sentirá el ombú en su pampa de rocío 
 casi un hermano de la ceiba antillana?
[...]
¿sabrán los cedros del líbano 
 y los caobos de corinto 
que sus voraces enemigos 
no son la palma de camagüey 
[...]
(Mario Benedetti)

Selva:
Verdes tardes de la selva; tardes 
tristes. Río verde 
entre zacatales verdes; 
pantanos verdes. 
Tardes olorosas a lodo, a hojas mojadas, a 
helechos húmedos y a hongos 
El verde perezoso cubierto de moho 
poco a poco trepando de rama en 
rama, con los ojos cerrados como 
dormido pero comiendo 
una hoja, alargando un garfio primero 
y después el otro, 
sin importarle las hormigas que le pican, 
volteando lentamente el bobo rostro 
redondo, primero a un lado 
y luego al otro,
enrollando por fin la cola en una rama 
y colgándose pesado como 
una bola de plomo; el salto del sábalo en el río; 
el griterío de los monos comiendo 
malcriadamente, a toda prisa, 
arrojándose las cáscaras de anona unos a otros 
y peleándose, charlando, arremedándose 
y riéndose entre los árboles; 
monas chillonas cargando a tuto monitos 
pelones y trompudos; 
la guatusa bigotuda y elástica 
que se estira y encoge 
mirando a todos lados con su ojo redondo 
mientras come temblando; 
espinosas iguanas... temblando; 
espinosas iguanas 
como dragones de jade 
corriendo sobre el agua 
(¡flechas de jade!); 
el negro con su camisa rayada, remando 
en su canoa de ceiba. 
[...]
(Ernesto Cardenal)


La patria:
[...]
qué quiniela, hermanito, en Boedo, en la Boca,
en Palermo y Barracas, en los puentes, afuera,
en los ranchos que paran la mugre de la pampa,
en las casas blanqueadas del silencio del norte,
en las chapas de zinc donde el frío se frota,
en la Plaza de Mayo donde ronda la muerte trajeada de Mentira.
[...]
me acuerdo de un amanecer de puna,
de Tilcara de tarde, de Paraná fragante,
de Tupungato arisca, de un vuelo de flamencos
quemando un horizonte de bañados.
Te quiero, país, pañuelo sucio, con tus calles
cubiertas de carteles peronistas, te quiero
sin esperanza y sin perdón, sin vuelta y sin derecho,
nada más que de lejos y amargado y de noche.
(Julio Cortázar)

Campo nuestro:
[...]
Me llamaste, otra vez, con voz de madre
Y en tu silencio sólo halló una vaca
junto a un charco de luna arrodillada;
arrodillada, campo, ante tu nada.
Cuando me acerco, pampa, a tu recuerdo,
te me vas, despacio, para adentro...
al trote corto, campo, al trotecito.
Aunque me ignores, campo, soy tu amigo.
Entra y descansa, campo. Desensilla.
Deja de ser eterna lejanía.
Cuanto más te repito y te repito
quisiera repetirte al infinito.
Nunca permitas, campo, que se agote
nuestra sed de horizonte y de galope.
Templa mis nervios, campo ilimitado,
al recio diapasón del alambrado.
[...]
(Oliverio Girondo)


Rebelión:
[...]
Miraba yo la pampa inmensa soñando con el mar. 
Miraba yo la pampa tensa, tan alta, tan serena, 
tocando con el cielo su frente de cristal; 
un acorde de grises y violetas su manto, 
que altura en la belleza! 
que altura en la belleza! 
que majestad estática en el día altiplánico!
[...]
Corro sobre la pampa desaforadamente; 
me quema el corazón como una brasa. 
[...]
(Yolanda Bedregal)

Leyendo a Silva:
[...]
La luna, como un nimbo de Dios, desde el Oriente
dibuja sobre el llano la forma evanescente

de un lánguido mancebo que el tardo paso guía
como buscando un alma, por la pampa vacía.
[...]
(Guillermo Valencia)

La investidura:
Fue en un poniente mágico de púrpura y oros: 
con música de brisas en los pinos sonoros,
rítmicas desfilaban las horas, al ocaso,
tal una ronda griega cincelada en un vaso;
un terciopelo verde parecía la pampa
y el cromo era lo mismo que una eglógica estampa.
[...]
Las lianas se envolvían a los troncos macizos,
desplegando en sus curvas femeniles hechizos,
dando a sus movimientos perversas inflexiones
y simulando, en torpes convulsiones,
los lúbricos espasmos del Deleite...
[...]
(Medardo Angel Silva)


Romance del estío:
[...]
Piernas de yegua de sangre
que así las hallé de largas.
Pisfar de indómitos bríos
hizo estremecer la pampa.
Rudo galope de besos
oyeron los que pasaban.
[...]
(Alberto Angel Montoya)

Destierro:
Hablábamos la lengua
de los dioses, pero era también nuestro silencio
igual al de las piedras.
Éramos el abrazo de amor en que se unían
el cielo con la tierra.

No, no estábamos solos.
Sabíamos el linaje de cada uno
y los nombres de todos.
Ay, y nos encontrábamos como las muchas ramas
de la ceiba se encuentran en el tronco.

No era como ahora
que parecemos aventadas nubes
o dispersadas hojas.
Estábamos entonces cerca, apretados, juntos.
No era como ahora.
(Rosario Castellanos)

Rescoldos de cantar:
[...]
Estuve con Orfeo cuando lo destrozaban brisas fingidas     
      vientos,
 con San Antonio Abad abandoné la dicha
      entre un lento lamento de mendigos,
      y escuché sin amarras a unas sirenas que se llamaban
      Niágara,
 o Tequendama, o Iguazú.
[...]
(Gilberto Owen)

Invierno:
Es el aire
lila y helado, revuelto
por la proa del avión
que avista el aeropuerto
ya repleto
de luces y animales.
El aire de Ayacucho.
Ningún otro.
(Antonio Cisneros)

Barranquilla la nuit:
 Cuerpo inclemente, circundado
por un vaho de frutas, desguazándose
 en la tórrida herrumbre
portuaria,
                          ¿no eran
los labios como orquídeas
mojadas de guarapo, no tenían
 los ojos mandamientos de cocuyos
y allí se enmarañaban
la excitación y la indolencia?
[...]
(José Manuel Caballero Bonald)

Cosas:
[...]
Amo a una piedra de Oaxaca
o Guatemala, a que me acerco,
roja y fija como mi cara
y cuya grieta da un aliento.
[...]
(Gabriela Mistral)

Piedra de sol:
[...]
caminé por la noche de Oaxaca,
inmensa y verdinegra como un árbol,
hablando solo como el viento loco
y al llegar a mi cuarto, siempre un cuarto
no me reconocieron los espejos,
desde el hotel Vernet vimos al alba
bailar con los castaños "ya es muy tarde"
decías al peinarte y yo veía
manchas en la pared, sin decir nada.
[...]
(Octavio Paz)

[Campo de Nicaragua:]
Buey que vi en mi niñez echando vaho un día
bajo el nicaragüense sol de encendidos oros,
en la hacienda fecunda, plena de la armonía
del trópico; paloma de los bosques sonoros
del viento, de las hachas, de pájaros y toros
salvajes, yo os saludo, pues sois la vida mía.
[...]
(Rubén Darío)

Un espacio histórico y cultural mucho más vasto,
que abarca desde el norte del Brasil hasta la cuenca del Misisipí.
(García Márquez)



Cocuyo: Coleóptero bioluminiscente | http://amediavoz.com/ventanas.htm

 

 

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