Poesía: Guerra:
Oda a los niños de Madrid muertos por la metralla. Vicente Aleixandre:
Se ven pobres mujeres que corren por las calles
como bultos o espanto entre la niebla.
Las casas contraídas,
las casas rotas, salpicadas de sangre:
las habitaciones donde un grito quedó temblando,
donde la nada estalló de repente,
polvo lívido de paredes flotantes
asoman su fantasma pasado por la muerte.
Miradlas. Como gajos
se abrieron en la noche bajo la luz terrible.
Niños dormían, blancos en su oscuro lecho.
Niños nacidos con rumor a vida.
Niños o blandos cuerpos ofrecidos
que, callados los vientos, descansaban.
Las mujeres corrieron.
Por las ventanas salpicó la sangre
¿Quién vio, quién vio un bracito
salir roto en la noche
con luz de sangre o estrella apuñalada?
¿ Quién vio la sangre niña
En mil gotas gritando:
¡crimen, crimen!,
alzada hasta los cielos
como un puñito inmenso, clamoroso?
Rostros pequeños, las mejillas, los pechos,
el inocente vientre que respira:
la metralla, la súbita serpiente,
muerte estrellada para su martirio.
Ríos de niños muertos van buscando
un destino final, un mundo alto.
Bajo la luz de la luna se vieron
las hediondas aves de la muerte:
aviones ,motores ,buitres oscuros cuyo plumaje encierra
la destrucción de la carne que late,
la horrible muerte a pedazos que palpitan
y esa voz de las víctimas,
rota por las gargantas, que irrumpe en la ciudad como un gemido.
Todos la oímos.
Los niños han gritado.
Su voz está sonando.
¿No oís? Suena en lo oscuro.
Suena en la luz. Suena en las calles.
Todas las casas gritan.
Pasáis, y de esa ventana rota. Sale un grito de muerte
Seguís. De ese hueco sin puerta
sale una sangre y grita.
Las ventanas, las puertas, las torres, los tejados
gritan ,gritan. Son niños que murieron.
Por la ciudad, gritando,
un río pasa: un río clamoroso de dolor que no acaba.
No lo miréis; sentidlo.
Pequeños corazones,
pechos difuntos,
caritas destrozadas.
No los miréis; oídlos.
Por la ciudad un río de dolor grita y convoca.
Sube y sube y nos llama.
La ciudad anegada se alza por los tejados y alza un brazo terrible.
Un solo brazo. Mutilación heroica de la ciudad o su pecho.
Un puño clamoroso,rojo de sangre libre,
que la ciudad esgrime, iracunda ,y dispara.
FUNERAL POR CHE GUEVARA. Vicente Aleixandre:
Como es ancha y larga
POPULAR
¿Quién
mueve
las sombras
no verdes?
Tranquilas las hojas
que vuelven.
El viento
se enciende.
La luna
es mas roja,
la noche
famosa
sin luz ya
se asoma.
¿Quién grita
o quién llora?
La tristeza
o música...
¿Quién calla
si lunas
o sombras
se esfuman?
La mirada
es última.
Los ojos son bellos.
La cara,
silencio.
Pero el pelo es
negro
o azul:
casi acero.
Los ojos
en ramas
relucen.
No llamas.
Pero el soplo
pasa.
Por todos,
dormido.
Por todos,
sin frío.
Ardiendo,
ya íntimo.
¿Las manos
disparan?
¡Qué quietas,
calladas!
Dormido
resbala
por el agua
clara.
Rumbo a la mar
ancha.
¡Cómo es ancha y larga...!
(Selección de Jesús Felipe)
El sueño de Bismark:
Es de noche. En su tienda, llena de silencio y de sueño, Bismarck, con un dedo sobre el mapa de Francia, medita; de su inmensa pipa se escapa una voluta de humo azul. Bismarck medita. Su índice encorvado camina, sobre el papel vitela, del Rin al Mosela, del Mosela al Sena; con la uña, rayó imperceptiblemente el papel alrededor de Estrasburgo: continúa.
En Sarrebruck, en Wissemburgo, en Woerth, en Sedan, se estremece, el dedito encorvado: acaricia a Nancy, araña a Bitche y Falsburgo, raya a Metz, traza pequeñas líneas rotas sobre las fronteras, -y se detiene...
Triunfante, Bismarck ha abarcado con su índice la Alsacia y la Lorena! - Oh! cuántos delirios de avaro, bajo su cráneo amarillo! Que deliciosas nubes de humo emite su pipa feliz!
Bismarck medita. Vaya! un enorme punto negro parece detener al índice retozón. Es París.
Así, la uñita mala, de rayar, de rayar el papel, de aquí para allá, con furia, - en fin, de detenerse... El dedo se queda ahí, medio doblado, inmóvil.
París! París! - Y bien, el buen hombre ha soñado tanto con los ojos abiertos, que, dulcemente, la soñolencia se apodera de él: su frente se ladea hacia el papel; maquinalmente, la cazoleta de su pipa, se escapa de sus labios, cae sobre el infame punto negro...
Hi! povero! abandonando a su pobre cabeza, su nariz, la nariz del Sr. Otto von Bismarck, se sumergió en la cazoleta ardiente Hi! povero! va povero! en la cazoleta incandescente de la pipa, Hi! povero! Su índice estaba sobre París! Se acabó, el sueño glorioso!
Era tan fina, tan espiritual, tan feliz, esa nariz de viejo primer diplomático! - Esconda, esconda esa nariz!
Y bien! querido, cuando, para compartir el chucrut real, usted regrese al palacio (...) con los crímenes de... dama (...) en la historia, usted llevará eternamente su nariz carbonizada entre sus ojos estúpidos!
[...]
Ahí tiene! Quién lo mandó a soñar despierto!
(Jean Baudry)