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Citas Libro del desasosiego:
Ciudad:
No sé qué efecto sutil de luz, o ruido vago, o memoria de perfume o música, tañida por no sé qué influencia externa, me ha traído de repente, en pleno ir por la calle, estas divagaciones que anoto sin prisa, al sentarme, en el café, distraídamente. [36] La gente que pasa por la calle es siempre la misma que ha pasado hace poco, es siempre el aspecto fluctuante de alguien, manchas sin movimiento, voces de incertidumbre, cosas que pasan y no llegan a suceder. [41] Como los días en que la tronada se prepara y los ruidos de la calle hablan alto con una voz solitaria. [42] Los ruidos de la calle, que seguían siendo los mismos, eran diferentes. Se oía la voz de los carreteros, y eran gente de verdad. Nítidamente, en la calle de al lado, las campanillas de los tranvías mostraban cierta sociabilidad con nosotros. Una carcajada de niño desierto hizo de canario en la atmósfera limpia. La lluvia leve decreció. [45] Bajando hoy por la Calle Nueva de Almada, me fijé de repente en la espalda del hombre que bajaba delante de mí. Era la espalda vulgar de un hombre cualquiera, la chaqueta de un traje modesto en una espalda de transeúnte ocasional. Llevaba una cartera vieja bajo el brazo izquierdo, y ponía en el suelo, al ritmo de ir andando, un paraguas cerrado, que cogía por el puño con la mano derecha. [46] también hay universo en la Calle de los Doradores. También concede Dios aquí que no falte el enigma de vivir. Y por eso, si son pobres, como el paisaje de carros y cajones, los sueños que consigo extraer de entre las ruedas y las tablas, aun así son para mí lo que tengo, lo que puedo ser. En otro lugar, sin duda, es donde se producen los ocasos. Pero hasta desde este cuarto piso sobre la ciudad se puede pensar en el infinito. Un infinito con almacenes abajo, es cierto, pero con estrellas al final... Es lo que pienso, en este acabarse de la tarde, junto a la ventana alta. [337]

Cielo:
Era un azul unas veces más claro, otras más verde, de la propia ausencia de substancia del color alto; era una especie de olvido en las nubes, púrpuras indiferentes y difuminadas; era, no ya un torpor, sino un tedio, en toda la soledad quieta por donde las nubes pasan. La entrada del verdadero otoño era después anunciada por un frío dentro del no-frío del aire, por un difuminarse de los colores que todavía no se habían difuminado, por algo de penumbra y de alejamiento en lo que había sido el tono de los paisajes y el aspecto disperso de las cosas. [...] Y en el aire alto, por donde los tonos empañados ya no recordaban ni calor ni tristeza, todo era propicio a la noche y a la meditación indefinida.[35] El día es de una leve niebla húmeda y caliente, triste sin amenazas, monótono sin razón. [36] Una nueva luz, de un amarillento rápido, entolda la negrura sorda. [...] Una súbita luz formidable se astilla. [42] Desde el principio empañado del día caliente y falso, unas nubes oscuras y de contornos mal rotos rondaban a la ciudad oprimida. Por los lados a los que llamamos de la barra, sucesivas y torvas, esas nubes se superponían, y una anticipación de tragedia se entendía con ellas desde el indefinido torpor de las calles contra el sol alterado. Era mediodía y ya, a la salida para el almuerzo, pesaba una esperanza mala en la atmósfera empalidecida. Harapos de nubes harapientas negreaban en su delantera. El cielo, hacia los lados del Castillo, estaba limpio, pero de un azul malo. Hacía sol pero no apetecía disfrutar de él. A la una y media de la tarde, al regresar a la oficina, parecía más limpio el cielo, pero sólo hacia un lado antiguo. Sobre los lados de la barra estaba, verdaderamente, más descubierto. Sobre la parte norte de la ciudad, sin embargo, las nubes se juntaban. [43] Un rastro rubio se antecede en el aire que se revela, y el azul se colorea pálidamente a través de la bruma que se extingue. [83] ¿Niebla o humo? ¿Subía de la tierra o bajaba del cielo? No se sabía: era más como una enfermedad del aire que una bajada o una emanación. A veces, parecía más una enfermedad de los ojos que una realidad de la naturaleza. Fuese lo que fuese, iba por todo el paisaje una inquietud turbia, hecha de olvido y de atenuación. Era como si el silencio del mal sol tomase por suyo un cuerpo imperfecto. Se diría que iba a suceder algo y que por todas partes había una intuición, debido a la cual lo visible se velaba. Era difícil decir si el cielo tenía nubes o más bien nieblas. Era un torpor empañado, aquí y allí colorido, un acenizamiento imponderablemente amarillento, salvo donde se deshacía en color rosa falso, o donde se estancaba azuleando, pero allí no se distinguía si era el cielo que se revelaba, si era otro azul que lo encubría. Nada era definido, ni lo indefinido. Por eso apetecía llamar humo a la niebla, porque no parecía niebla, o preguntar si era niebla o humo, porque no se advertía nada de lo que era. El mismo calor del aire colaboraba en la duda. No era calor, ni frío, ni fresco; parecía componer su temperatura con elementos sacados de otras cosas que el calor. Se diría, de verdad, que una niebla fría a los ojos era caliente al tacto, como si tacto y vista fuesen dos modos sensibles del mismo sentido. No era, en torno a los contornos de los árboles, o de las esquinas de los edificios, aquel esfumarse de salientes o de aristas, que la verdadera niebla trae, al estancarse, o el verdadero humo, natural, entreabre y entreoscurece. Era como si cada cosa proyectase una sombra vagamente diurna, en todos los sentidos, sin luz que la explicase como sombra, sin lugar de proyección que la justificase como visible. Ni visible era: era como un comienzo de ir a verse algo, pero en todas partes por igual, como si lo a revelar dudase en ser aparecido. [105] Voy a la ventana, alta por cima de los tejados, desde donde puedo ver a la ciudad ir a dormir en un comienzo lento de silencio. La luna, grande y de un blanco blanco, elucida tristemente las diferencias apretujadas de las casas. Y el claro de luna parece iluminar álgidamente todo el misterio del mundo. Parece mostrarlo todo, y todo es sombras con mezclas de luz mala, intervalos falsos, desniveladamente absurdos, incoherencias de lo visible. No hay brisa, y parece que el misterio es mayor. Siento náuseas en el pensamiento abstracto. Nunca he escrito una página que me revele o que revele algo. Una nube muy leve flota vaga por cima de la luna, como un escondrijo. Ignoro, como estos tejados. He fracasado, como la naturaleza entera. [436] Lo que yo quiero de verdad, con toda la intimidad del alma, es que cesen las nubes átonas que enjabonan cenicientamente al cielo; lo que yo quiero es ver al azul empezar a surgir de entre ellas, verdad segura y clara porque nada es ni quiere. [437] Sufrimiento Cansancio Fracaso

Muerte:
si llamamos a la muerte un sueño, es porque parece un sueño por fuera; si llamamos a la muerte una nueva vida, es porque parece una cosa diferente de la vida. [36] ¿Qué más quiere quien tiene que morir y no lo sabe de la mano de su madre? [106]

 

 

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