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Poesía social:
Hacia 1935 se consolicda en todos los géneros el realismo social. De esa fecha eran dos libros de poemas que marcan un hito: Pido la paz y la palabra de Blas de Otero y Cantos iberos de Gabriel Celaya. En ellos ambos poetas superan su anterior etapa de angustia existencial para situar los problemas humanos en un marco social. También en esta dirección los nuevos poetas se hallarán acompañados por una figura del grupo del 27: Vicente Aleixandre, que en 1954 daba un giro profundo a su obra con Historia del corazón, centrado en la idea de solidaridad. Obras como las citadas muestran un nuevo concepto de la función de la poesía en el mundo. Partiendo de la poesía desarraigada, sa ha pasado a la poesía social. Aleixandre decía El poeta es una conciencia puesta en pie hasta el fin. Para Celaya un poeta es, por depronto, un hombre. y ningún hombre puede ser neutral. La poesía debe tomar partido ante los problemas del mundo que le rodea. El poeta se hace solidario de los demás hombres; antepone a las metas estéticas los objetivos más inmediatos. Para Celaya La poesía es un instrumento, entre otros, para transformar el mundo.



La poesía es un arma cargada de futuro:
Poesía para el pobre, poesía necesaria
como el pan de cada día
como el aire que exigimos trece veces por minuto
para ser y, en tanto somos, dar un  que glorifica.

Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan
decir que somos quienes somos,
la poesía no puede ser sin pecado un adorno.
Estamos tocando el fondo.

Maldigo la poesía concebida como un lujo
cultural por los neutrales
que lavándose las manos, se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía del que no toma partido hasta mancharse.

Hago mías las faltas. Siento en mí a cuantos sufren
y canto respirando.
Canto y canto, y cantando más allá de mis penas
personales, me ensancho.

Un somero comentario de estos versos bastaría para obtener una idea de la tendencia de la que ahora nos ocupamos. Nos limitaremos a señalar esto: ejercicio de la poesía como un acto de solidaridad con los que sufren, abandonando la expresión de los problemas íntimos o existenciales, rechazo de los lujos esteticistas, repulsa de la neutrlidad ante las injusticias o conflictos sociales. Junto a Celaya y Otero cultivan la poesía social muchos de los que antes se inscribían en la poesía desarraigada : Cremer, Nora, Garciasol, A. Figuera, L. de Luis.

España como tema:
En cuanto a la temática hay que destacar la gran proporción que alcanza el tema de España, más obsesivo aún que los noventayochistas y con un enfoque distinto (más político). Proliferan títulos de libros o de poemas como Que trata de España (Otero), Tierras de españa (Garciasol), España, pasión de vida (Nora), Dios sobre España (Bousoño). Pudo incluso componerse una copiosa antología titulada El tema de España en la poesía española contemporánea (de José Luis Cano). Bastantes años antes -durante nuestra Guerra Civil- dos poetas hispanoamericanos nos habían dado títulos semejantes a los citados: España en el corazó (Neruda) y España, aparta de mí este cáliz (César Vallejo). Se trata de obras que han presidido nuestra poesía social. Y junto a ellas ya conocemos la influencia decisiva de Antonio Machado y de Miguel Hernández. Dentro de la preocupación general por España y del propósito de un realismo crítico, se sitúan temas concretos que resultan paralelos a los que se dan en la novela y en el teatro de la misma tendencia: la injusticia social, la alienación, el mundo del trabajo, el anhelo de libertad y de un mundo mejor.

Llegar a la mayoría:
Estos temas y las intenciones que los sustentan explican las notas dominantes en el estilo. Los poetas se dirigen a la mayoría: Celaya y Otero, a la cabeza de muchos más, expresan su voluntad de llegar al pueblo. Tal pretensión conduce al empleo de un lenguaje claro, intencionalmente prosaico muchas veces, y a un empleo sistemático del tono coloquial. Celaya habla de escribir como quien respira. Se extrema así el alejamiento de los primores estéticos. Por ese camino muchos caen en el peligro de una poesía prosaica en el peor sentido: una poesía estéticamente banal, por un extraño pudor a hacer literatura. Los grandes poetas acertarán a descubrir los valores poéticos de la lengua de todos los días. En conjunto, de todas las formas, la preocupación por los contenidos es evidentemente mayor que el interés por los valores formales o estéticos.

Discreto éxito de audiencia:
No está muy claro si esta poesía consiguió llegar a la inmensa mayoría o si el pueblo estaba en condiciones para leerla. La tirada de un libro de versos alcanzaba en aquella época apenas los mil ejemplares. Celaya escribió en 1960 que aunque no lo quisiera, seguía siendo un minoritario. Blas de Otero se conformará con sentirse con la inmensa mayoría, aunque no me lean. Ambos se desengañan de que se pueda transformar el mundo con libritos de poemas. Haría falta que la poesía pasara por el altavoz o por el disco para que se conquistara amplia audiencia. Este fue un logro posterior de los cantautores. Durante la década de los 60 se puede ver cómo se acentúa el cansancio de la poesía social. (Fuente: V.Tusón)

Trabajo, unión y solidaridad:
Desafío de amor frente a las sombras:
[...] ¡Ven, amigo, a cantar con nosotros la gloriosa salud trabajadora, la grandiosa coral voz del Océano! ¡Conmigo los vientres y las tiernas labrantías, la rabia y el honor de los talleres forjadores de panes y de días! (Ramón de Garciasol)

Tren de la frontera:
[...] Llega un instante en que parecen muertos los viajeros, desterrados hijos de España, que se van echados de hambre. Esos rostros serenos, tan llovidos de lágrimas, ¿qué buscan en la niebla, en el azar, en lo desconocido? ¿Un pan sin alegría que les niega una Patria madrastra? (Ramón de Garciasol)

Algunos versos cantan a la libertad recobrada fuera de la jornada de trabajo y sin cansancio. Al orgullo de ganarse el pan con sudor. El trabajo manual liberador de angustias. La tierra fecundada que deja el labrador. Una mañana más al tajo. ● Invoco a los valientes, los héroes, los obreros, los hombres trabajados que duramente aguantan y día a día ganan su pan. (G.Celaya) ● Cuando puedo decir: el día ha terminado. Y con el día digo su trajín, su comercio, la busca del dinero. (G.Celaya)

Soy un hombre más entre los hombres. Me complace saberme uno de tantos. Lo mío es vuestro. Me pongo a vuestro lado y procuro mostraros lo más sano de mi palabra. Me siento un ingeniero del verso y un obrero que trabaja con otros a España en sus aceros. Tal es mi poesía: poesía-herramienta.


► Contienda política:
La Literatura es un instrumento fundamental para la transformación del mundo. Ningún gran literato es políticamente neutral. Mejor no intentar separar la política en Maquiavelo, Adam Smith, Steinbeck, Orwell... La toma de multitud de decisiones informadas es una parte fundamental del funcionamiento de las democracias. Argumentar críticamente contra un oponente es positivo; el insulto y la propaganda, patético. El problema que convierte el diálogo en contienda no es la política como tema; es la forma burda y agresiva de hacerlo.


Los socialrealistas. Por Francisco Umbral:
Del socialrealismo lírico de posguerra se habla variadamente en este libro, sobre todo referido a los grandes del género, que precisamente fueron grandes porque además eran otra cosa, y sobre todo eran poetas: José Hierro, Otero, Celaya, Angel González, etc. La nómina general de los cuarenta/cincuenta es hoy innombrable por la desastrosa calidad de casi todos, desastre al que contribuye el mal planteamiento político del género. En cuanto a la novela socialrealista, el viejo y lejano panorama aún es más desolador e insalvable. Hoy sólo nos queda de aquello el nombre consagrado de Juan Marsé, y precisamente porque no era un realista o un socialrealista en seco, sino que sus postulados sobre la novela y el realismo suelen ser más radicales que sus propias novelas, de cuya construcción sinfónica y de cuyo castellano sugerente y muy cuidado se desprende un aura que envuelve a todo el libro, a cualquiera de sus libros, lo que les hace perdurar lejos ya de escuelas, consignas o tendencias. Quizá, las dos mejores novelas socialrealistas de aquella época sean el Pascual Duarte y La colmena de Cela, quien no se proponía precisamente cargarse el régimen con sus libros, sino sólo escribir los libros justos de la negra circunstancia española, a la que tampoco quería ni podía ser infiel. Pero los socialrealistas en general, salvo nombres que afloran aquí y allá, como el de la poetisa Ángela Figuera, fueron una generación perdida, una bandera a la que muchos se alistaron por inercia política de posguerra, creyendo de verdad que la poesía era «un arma cargada de futuro», como dijera Celaya. La poesía siempre es un arma cargada de futuro, pero de futuro poético y nada más. Los albañiles fueron para los socialrealistas como los cisnes para los rubenianos. Hay que lamentar, de este conato histórico, que algunos finos y verdaderos poetas, como Leopoldo de Luis, dejasen lo mejor de su vida y de su obra en un empeño socialmente noble, pero estéticamente sin salida. Volviendo, en fin, a la novela, pudo ser una buena novela socialrealista El Jarama, de Ferlosio, obra de arte gramatical con la moraleja o bastardilla política muy finamente dada. Sólo que los otros no aprendieron la lección. Digamos, finalmente, para no dar nombres que hoy sólo nombran el olvido, que uno se preguntaba y se pregunta para qué hacer la novela de la fábrica, estando ahí la fábrica, para qué hacer la novela de la mina, estando ahí la mina. Fue aquello literatura documental, lo que significa que no fue literatura. Por otra parte, su difusión era mínima, y la extensa oposición comunista al franquismo no se movía, desde luego, a impulsos de la novela social. Fueron a una fábrica a echar versos sociales y políticos a los obreros de un grupo de famosos poetas sociales, y el más aplaudido fue uno que recitó el Tenorio. El obrero conoce muy bien su problema, pero no lo reconoce cuando se lo ponen en verso. (Francisco Umbral)

 

 

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