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Poesía: Realismo: Mujeres:
Autoras nacidas en la primera mitad del siglo XIX e influenciadas por el Realismo. Son años previos a la aparición de la poética simbolista y las primeras vanguardias del siglo XX.

Dolores Veintimilla:
QUEJAS:
¡Y amarle pude! Al sol de la existencia
se abría apenas soñadora el alma…
Perdió mi pobre  corazón su calma
desde el fatal instante en que le hallé.
Sus palabras sonaron en mi oído
como música blanda y deliciosa;
subió a mi rostro el tinte de la rosa;
como la hoja en el árbol vacilé.
Su imagen en el sueño me acosaba
siempre halagüeña, siempre enamorada;
mil veces sorprendiste, madre amada,
en mi boca un suspiro abrasador;
y era él quien lo arrancaba de mi pecho;
él, la fascinación de mis sentidos;
él, ideal de mis sueños más queridos;
él, mi primero, mi ferviente amor.
Sin él, para mí el campo placentero
en vez de flores me obsequiaba abrojos;
sin él eran sombríos a mis ojos
del sol los rayos en el mes de abril.
Vivía de su vida apasionada;
era el centro de mi alma el amor suyo;
era mi aspiración, era mi orgullo…
¿Por qué tan presto me olvidaba el vil?
No es mío ya su amor, que a otra prefiere.
Sus caricias son frías como el hielo;
es mentira su fe, finge desvelo…
Mas no me engañará con su ficción…
¡Y amarle pude, delirante, loca!
¡No, mi altivez no sufre su maltrato!
Y si a olvidar no alcanzas al ingrato,
¡te arrancaré del pecho, corazón!

A LA AMIGA ÍNTIMA:
¡Ninfa del Guayas
encantador!
De tus abriles
en el albor,
cuando regreses
a la mansión,
donde te espera
todo el amor
de los que hoy ruegan
por ti al Señor;
cuando más tarde
vengan en pos
de los placeres
que apuras hoy,
los tiernos goces
y la emoción
con que las madres
amamos, ¡oh!,
a los pedazos del corazón;
no olvides, Carmen,
no olvides, ¡no!,
¡a tu Dolores
por otro amor!

A UN RELOJ:
Con tu acompasado son
marcando vas inclemente
de mi pobre corazón
la violenta pulsación...
¡Dichosa quien no te siente!
Funesto, funesto bien
haces reloj... La venida
marcas del ser a la vida,
y así impasible también
la hora de la partida.

SUFRIMIENTO:
Pasaste, edad hermosa,
en que rizó el ambiente
las hebras del cabello por mi frente
que hoy anubla la pena congojosa.
Pasaste, edad de rosa
de los felices años,
y contigo mis gratas ilusiones...
Quedan en su lugar los desengaños
que brotó el huracán de las pasiones.
Entonces ¡ay! entonces, madre mía,
tus labios enjugaban
lágrimas infantiles que surcaban
mis purpúreas mejillas... y en el día
¡ay de mí! no estás cerca para verlas...
¡son del dolor alquitaradas perlas!
¡Madre! ¡Madre! no sepas la amargura
que aqueja el corazón de tu Dolores,
saber mi desventura
fuera aumentar tan sólo los rigores
con que en ti la desgracia audaz se encona.
¡En mi nombre mi sino me pusiste,
sino, madre, bien triste!
Mi corona nupcial, está en corona
de espinas ya cambiada...
¡Es tu Dolores ¡ay! tan desdichada!


Emilia Pardo Bazán: Al Marqués de S. C. de R. Sobre el fin de la poesía Epístola Amigo: en la jornada de la vida puede hacer mucho bien el que despierte la generosa aspiración dormida. Hay alma que tal vez reposa inerte por falta de una voz que la conmueva en la inacción, hermana de la muerte. Pero aquel que por norte siempre lleva los preceptos de Dios, con regocijo al hermano dirá la buena nueva. Doctrinará la madre al tierno hijo mezclando con la leche la enseñanza con que Jesús la humanidad bendijo. Y sin vacilación, temor, mudanza, habitaremos este triste valle, de otra vida mejor con la esperanza. ¡Cuánto será egoísta aquel que calle Y no cante su fe, si voz le queda, Hasta que un eco sus cantares halle! ¡ Ay del que sienta inspiración y /pueda comunicar de su creencia el fuego, si algún indigno miedo se lo veda! ¡Ay del que sabe conducir al ciego, y le deja acercarse al precipicio donde está expuesto a despeñarse luego! Ensalzar la Virtud, herir el Vicio: Tal es la misión única que deba llenar la poesía, en su juicio. ¡El que en el alma estremecida lleva del poético numen la ruptura, que a profanar sus aras no se atreva! Cante en buen hora el genio a la hermosura; pero no manche la cristiana lira cínica frase, o teoría impura. Elévela aquel fuego que la inspira: tenga un noble entusiasmo, si se inflama; tenga un santo delirio, si delira. Eterna, ardiente, inextinguible llama en lo bueno y lo justo halla el poeta que honestas musas a su lado llama. ¿No llenará la mente más inquieta el contemplar, en éxtasis profundo, obra de Dios, la creación completa? Las leyes inefables con que al mundo rige su sabia mano omnipotente: su orden maravilloso, sin segundo. Enciende el volcán la roja frente, y puebla el hondo abismo de los mares y la linfa del río transparente. Los claros rayos animó solares, y salpicó la inmensidad el cielo con los nunca contados luminares. Persistir hace en el estéril suelo el diario milagro de la vida, y fecundo calor sucede al hielo. ¿Quién no siente que el alma estremecida se abisma en contemplar grandeza tanta, de gozo interno y gratitud henchida? Hay otra fruición no menos santa, que es atraer al hombre al buen camino que hasta Dios le conduce y le levanta. ¡Cuán noble del poeta es el destino si entiende su deber y le da cima penetrado de espíritu divino! Con el grato concepto de la rima, al remiso, al cobarde, al negligente, aguija, da valor, mueve y anima. Firme en la resistencia inteligente que opone al mal, ni acepta, ni rechaza las ideas del vulgo ciegamente. La recta senda que a sus pasos traza No se tuerce hacia atrás ni hacia adelante, y lo pasado al porvenir enlaza. La moral está escrita en diamante; Las civilizaciones se suceden; Inmutable es el bien, uno y constante. Pero sus vías adornarse pueden con todo cuanto hay bello en lo creado para que en su aridez solas no queden. Purificar el gusto depravado: Dar magníficos cuadros a la escena donde aprenda y se forme el pueblo honrado; esto será la poesía buena: así el arte renace y cobra vida de la Virtud en la región serena. No arguyen que la senda está florida que al error y extravío nos conduce, y la del bien de abrojos guarnecida. Que si cantar lo malo nos seduce, es porque somos malos, y la tea, no el ara santa, en nuestros ojos luce. El justo es como el ciervo que desea las fuentes de agua viva en el desierto y no el fétido charco que le asquea. Sepulcro blanqueado y bien cubierto es la torpe, inmoral literatura: gusanos devorando un cuerpo muerto. Vista, como el guerrero, su armadura, recta intención el que a escribir se lanza y acorde sonará su lira pura. Que puesta en Dios la noble confianza, dulces cantares brotará la boca en fe abrasada, rica en esperanza. El nunca desampara al que le invoca, y da al poeta voces y armonías, como al sediento el agua de la roca. Así el poeta en nuestros turbios días irá, no en busca de gloriosa palma, sino agitando las cenizas frías que guarda al bien en un rincón del /alma. (1875) Considera que en humo se convierte el dulce bien de tu mayor contento, y apenas vive un rápido momento la gloria humana y el placer más fuerte. Tal es del hombre la inmutable suerte; nunca saciar su ansioso pensamiento y al precio de su afán y su tormento adquirir el descanso de la muerte. La muerte triste, pálida y divina al fin de nuestros años nos espera como al esposo infiel la fiel esposa; y al rayo de la fe que la ilumina, cuando al malvado se aparece austera al varón justo se presenta hermosa.


Rosario Acuña: Conjugación del verbo amar: Futuro Cuando sepa qué es amar y a un hombre le dé mi fe, he de amarle sin parar; tanto y tanto le amaré… (La madre) «Niña, a rezar» Presente ¡Yo te amo, vida mía! _ ¡Ay madre!, cuánto amo a Blas Le amo con idolatría; (La madre con ironía:) ¡Por Dios, no le ames demás! Pasado Te amaba… ¡y qué tonto fui! Y yo al amarte una loca, ¡Cuán poco amamos! _¡Ah, sí! (La madre abriendo la boca:) ¡Pasome lo mismo a mí! Gerundio Y el mundo sigue rodando con tiempos del verbo amar, unos le aprenden jugando, pero es frecuente encontrar quien siempre le sabe amando. (Madrid, 1875) España a principio de siglo: Muchas plazas de toros donde chilla muchedumbre de brutos sanguinarios, juventud de maricas o sectarios; infancia que en pedreas acribilla. Taifa que vive bien de lo que pilla; los que mandan, legión de rutinarios; turba de jesuitas y falsarios que envuelta en oro deslumbrante brilla. La envidia en trono; el ocio a sus anchuras; tribus de prostitutas y de ratas; hambre, ignorancia, piojos, salvajismo; fango en las cumbres, cieno en las honduras; muchos frailes, mendigos y beatas… ¡Así camina España hacia el abismo! (El Motín, Madrid, 4-5-1901) Por dentro sin piedad, como la hiena; ni un destello de amor su pecho tiene; por fuera, ¡con qué maña se previene! para lograr la estimación ajena. Miel derraman sus labios mientras llena de odio y de envidia pérfida, se aviene a toda acción villana, si conviene con las horas del triduo o la novena. Donde quiera que exista, hiere o mata; la ignorancia en su mente forma nido; lleva siempre los vicios de rebata, y el corazón por la soberbia henchido. ¡Dios! ¿Qué Dios, es el Dios de la beata. Pan rezado y nombrado y tan… vendido? (La Dinamita – Béjar, 19-7-1903)


Mercedes de la Velilla: A la Giralda: A tu sombra nací, Giralda mía, y con el aire que te besa aliento; de su arte soñador te hizo portento la árabe raza triunfadora un día. De la reina gentil de Andalucía eres la maravilla y ornamento, y te elevas gallarda al firmamento, y esplendes a la luz que el sol te envía. Yérguete siempre en mi nativo suelo, y, al mágico vibrar de tus campanas, olvide mi ciudad tristeza o duelo. De alzarte entre los ángeles te ufanas; que a tu vértice tienes los del cielo, y al pie las hechiceras sevillanas. Cantares: La soledad voy buscando, y yo no puedo encontrarla: en mi soledad más grande siempre el dolor me acompaña. Con la risa de mis labios voy ocultando mis penas; porque he visto que en el mundo nadie al que sufre se acerca. Mi nombre escribí en la arena, y lo borraron las olas: ¿serán de arena las almas donde el cariño se borra? Voy andando, voy andando, y atrás los ojos volviendo; que no he de volver a hallarme lo que en el camino dejo. Dicen que la vida es sueño, y todos quieren soñar: sueño yo cosas tan tristes, que quisiera despertar. Mis pensamientos son nubes, y mi corazón es hielo; mis penas son tempestades, por que es mi vida el invierno. Yo no quisiera cantar, y llorar tampoco quiero, y el que no canta ni llora es que vive como muerto. ¡Aquí escribió juramentos y promesas escribió! ¡Lo que conserva un papel se borra de un corazón! Por no perder la costumbre voy a escribir una copla; que una copla es la compaña del alma que vive sola. En el mar de la esperanza eché la red del cariño, y la saqué cargadita de desengaños y olvido. Ya no cantaré más coplas, si no las quieres oír; que es razón que mis penitas queden sólo para mí. Nació una flor al pie de unas ruinas donde no la vio nadie: el sol no más, desde su eterna altura, supo que aquella flor vivió una tarde. Así fue mi destino; vegetando en la aridez de amargas soledades, oculta en su dolor, vive mi alma. ¡Dios sólo de ella sabe!

La vida:
Primero la niñez dulce y serena,
 sin inquietud ni pena,
resbalando entre juegos y sonrisas:
¡puro y naciente albor, fresco capullo,
  indescifrable arrullo
de hojas y ramas, pájaros y brisas!
Feliz después, la juventud despierta,
 como la flor abierta,
y perfuma el amor los corazones:
¡ardiente claridad, fijo deseo;
               misterioso aleteo
de sueños, de esperanzas, de ilusiones!
Luego, la ancianidad, triste y sombría,
               como nublado día,
entre recuerdos al sepulcro marcha;
¡sombra crepuscular, seco ramaje,
               tristísimo paraje
de olvido y muerte, lobreguez y escarcha.

 

 

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