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Poetas malditos:
Los poetas malditos (del francés Les Poètes maudits) es un libro de ensayos del poeta francés Paul Verlaine publicado por primera vez en 1884, y luego en una versión aumentada y definitiva en 1888. En esta obra se honra a seis poetas: Tristan Corbière, Arthur Rimbaud, Stéphane Mallarmé, Marceline Desbordes-Valmore, Auguste Villiers de L'Isle-Adam, y Pobre Lelian ("Pauvre Lelian" en el original francés, anagrama del propio Paul Verlaine).

Los comentarios de los autores que dio Verlaine, que conoció personalmente a la mayoría, tratan sobre el estilo de su poesía y de anécdotas personales vividas con ellos. Verlaine expuso que dentro de su individual y única forma, el genio de cada uno de ellos había sido también su maldición, alejándolos del resto de personas y llevándolos de esta forma a acoger el hermetismo y la idiosincrasia como formas de escritura. También fueron retratados como desiguales respecto a la sociedad, teniendo vidas trágicas y entregados con frecuencia a tendencias autodestructivas; todo esto como consecuencia de sus dones literarios. El concepto de Verlaine del poeta maldito fue en parte tomado del poema de Charles Baudelaire llamado Bendición, que inicia su libro Las flores del mal [Les Fleurs du mal, (1857)]. El uso de esta expresión y del término malditismo se generalizó luego para referirse a cualquier poeta (o a un escritor de otros géneros o incluso a un artista plástico) que, independientemente de su talento, es incomprendido por sus contemporáneos y no obtiene el éxito en vida; especialmente para los que llevan una vida bohemia, rechazan las normas establecidas (tanto las reglas del arte como los convencionalismos sociales) y desarrollan un arte libre o provocativo.

Otros malditos:
Entre los literatos que han recibido el calificativo de malditos estarían también, aparte de Verlaine y de su grupo, escritores como Charles Baudelaire, François Villon, Thomas Chatterton, Aloysius Bertrand, Gérard de Nerval, el conde de Lautréamont, Petrus Borel, Charles Cros, Germain Nouveau, Antonin Artaud, Émile Nelligan, Armand Robin, Rodrigo Pérez Cambre, Innokienti Ánnienski, Federico García Lorca, Alejandra Pizarnik, Fogwill, Raúl Gómez Jattin, Leopoldo María Panero, así como los músicos Jim Morrison e Ian Curtis. En el imaginativo Keats están presentes los habituales elementos grises del romanticismo: melancolía, efímera dicha, escabrosos senderos y muerte liberadora. Murió a los 25 años de tuberculosis (1821), como su madre y sus dos hermanos, tras unos meses en que sentía que vivía una existencia póstuma. Su muerte precedió muy poco a la de sus amigos Shelley (ahogado en Viareggio) y Byron (fiebres en Grecia).

Charles Baudelaire (1821-1867):
Quedó marcado cuando experimentó como una traición que su madre viuda se casara de nuevo. Quedó atrapado por un estilo de vida sórdido y no tardó en dilapidar la herencia recibida de su padre. Se enredó en una tormentosa relación de amor y odio con Jeanne Duval, alcohólica y drogadicta, y que moriría paralítica tras una vida de excesos. En su obra poética destaca la presencia de la degradación humana, la noción de la vida como un drama, la ausencia y la decadencia. Las flores del Mal es su obra más importante. Su epígrafe termina con las palabras ¡compadéceme! Si no, ¡yo te maldigo! La censura sobre algunos de sus poemas se mantendría en Francia hasta 1949. Es considerada una de las obras más importantes de la poesía moderna, donde la belleza y lo sublime surgen de la realidad más trivial. El término Spleen hace referencia al hastío y lo repetitivo. Supone la constatación del fracaso de intentar huir del mundo mediante la belleza y el arte. Durante sus días finales vivió aquejado por la malaria y los estragos de las drogas. Se trasladó a Bélgica huyendo de sus deudores y allí quedó mudo, inmóvil y solo. Una pensión del Estado francés por enfermedad le permitió pagar los gastos de la clínica de París donde pasó sus últimos días en un penoso estado causado por la sífilis.

Thomas Chatterton (1752-1770):
Poeta prerromántico inglés. Fue un niño superdotado que a los ocho años leía durante todo el día toda clase de textos. Quedó prendado del mundo medieval. Avido de fama, falsificó lo que pretendía ser un manuscrito del siglo XV escrito por un monje llamado Thomas Rowley. Marchó a Londres y colaboró en diferentes publicaciones, pero nunca pudo ganar lo suficiente para mantenerse. Acuciado por las estrecheces económicas se suicidó con arsénico o con opio. En su testamento dejó indicado que quería ser enterrado en una tumba medieval. Los románticos lo convirtieron en un símbolo de genio no reconocido, el primero de los poetas malditos. Henry Wallis pintó un famoso cuadro (1856) con el cadáver de Chatterton junto a los restos de sus destruidos escritos.

Absenta:
Frente a nihilistas militantes que creían en el poder de la acción siempre hubo quien adoptó un nihilismo decadente, para los que nada merece la pena, llevando incluso a la autoanulación por la muerte o la búsqueda de la huida a otros mundos prometidamente más fértiles como el de las drogas, los tóxicos, los narcóticos o el alcohol. Consumieron absenta [ajenjo] Wilde, Van Gogh, Baudelaire, Manet, Picasso, Degas, Hemingway, Álvares de Azevedo, Strindberg, Pessoa, Verlaine y Rimbaud, supuestamente para inducir a la inspiración artística. El mito señala a la absenta como causa de la embriaguez de Van Gogh cuando se cortó el lóbulo de la oreja y se lo dio a una joven prostituta (1888). La comercialización de esta bebida fue prohibida por razones más morales que científicas.

Penas ahogadas en alcohol:
Dylan Thomas se entregaba a los excesos de alcohol para paliar el dolor. Se casó en 1937 y su esposa contaría: El bar fue nuestro altar. Murió en un hotel de Nueva York después de volver muy intoxicado de la White House Tavern. Confesó una vez: Mi poesía es el testimonio de mi lucha individual contra la oscuridad e ir hacia alguna porción de luz. En un verso dejó escrito: Enfurécete ante la muerte de la luz.

Confesaba Julio R. Ribeyro, que consideraba que alcohol y creación mantenían una relación natural y productiva: templa mi voluntad, robustece mi entusiasmo y me permite mantener un tren de escritura sin sentirme doblegado por el aburrimiento. Bukowski recomienda encarecidamente la cerveza contra los efectos del hastío y para estimular la creación. Faulkner reconoció que la causa de la estructura caótica de sus novelas debía explicarse sobre todo por los efectos del whisky sobre su memoria. Poe ingería variadas sustancias, láudano incluido, no para estimular su creatividad sino para eludir la agustia y la rabia destructiva que le atenazaba. Su problema con la bebida empeoró mucho tras la enfermedad y muerte de su esposa, y acompañó sus descripiones literarias de algunos de los viajes infernales más inquietantes. En 1849 le llegó la muerte entre el delirium tremens y su autopsia mostró severas secuelas de sus adicciones, además de la presencia de la turbeculosis, la diabetes y una lesión cerebral.


Muerte:
He hablado de experiencia mística; no he hablado de poesía. No habría podido hacerlo sin adentrarme más aún en un dédalo intelectual. Todos sentimos lo que es la poesía; nos funda, pero no sabemos hablar de ella. No hablaré de poesía ahora, pero creo tornar más sensible la idea de continuidad que he querido dejar por sentada, y que no puede confundirse hasta el extremo con la del Dios de los teólogos, recordando estos versos de uno de los poetas más violentos: Rimbaud. Recobrada está. ¿Qué? La eternidad. Es la mar, que se fue con el sol. La poesía lleva al mismo punto que todas las formas del erotismo: a la indistinción, a la confusión de objetos distintos. Nos conduce hacia la eternidad, nos conduce hacia la muerte y, por medio de la muerte, a la continuidad: la poesía es la eternidad. Es la mar, que se fue con el sol. (Georges Bataille)

Spleen es un término que usaban los poetas franceses del siglo XIX para designar la melancolía existencial.

 

 

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