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El no ser en algunos poemas:
«Un haz de bendiciones se posa en tu espalda;
la felicidad te corteja con su mejor atavío;
pero tú, como una muchacha huraña y mal educada,
frunces el ceño a tu fortuna y a tu amor: ten cuidado,
ten cuidado, porque quien es así, muere de muerte miserable.»
(Fray Lorenzo a Romeo, Shakespeare, Romeo y Julieta, 1597)

Isla del fin del mundo, conmovidos,
vemos flotar en pasmo la vejez,
a la lunar deriva del asombro.
Nos resulta del todo inconcebible
nuestra decrepitud, nuestra mudanza
hasta desconocernos en nosotros
y en nosotros errar entre lo ajeno.
(Carlos Marzal)

será la dulce vida,
y por dulzura y por facilidad
será una eternidad mientras me dura,
aunque sólo me dure un día más.
(Carlos Marzal)

De las almas creadas
supe escoger la mía.
Cuando parta el espíritu
y se apague la vida,
y sean Hoy y Ayer
como fuego y ceniza,
y acabe de la carne
la tragedia mezquina,
y hacia la Altura vuelvan
todos la frente viva,
y se rasgue la bruma...
yo diré: Ved la chispa
y el luminoso átomo
que preferí a la arcilla.
(Emily Dikinson)


Adios...
(Alfonsina Storni)

Las cosas que mueren jamás resucitan,
las cosas que mueren no tornan jamás,
se quiebran los vasos y el vidrio que queda
¡es polvo por siempre y por siempre será!

Cuando los capullos caen de la rama
dos veces seguidas no florecerán...
Las flores tronchadas por el viento impío
¡se agotan por siempre, por siempre jamás!

Los días que fueron, los días perdidos,
los días inertes ya no volverán.
¡Qué tristes las horas que se desgranaron
bajo el aletazo de la soledad!

¡Qué tristes las sombras, las sombras nefastas,
las sombras creadas por nuestra maldad!
¡Oh, las cosas idas, las cosas marchitas,
las cosas celestes que así se nos van!

¡Corazón... silencia!... ¡Cúbrete de llagas!...
"de llagas infectas"¡cúbrete de mal!
¡Que todo el que llegue se muera al tocarte,
corazón maldito que inquietas mi afán!

¡Adiós para siempre mis dulzuras todas!
¡Adiós mi alegría llena de bondad!
¡Oh, las cosas muertas, las cosas marchitas,
las cosas celestes que no vuelven más! ...
(A.Storni)


El Soliloquio de Hamlet. W.Shakespeare:
¡Ser, o no ser, es la cuestión! -¿Qué debe
más dignamente optar el alma noble
entre sufrir de la fortuna impía
el porfiador rigor, o rebelarse
contra un mar de desdichas, y afrontándolo
desaparecer con ellas?

Morir, dormir, no despertar más nunca,
poder decir todo acabó; en un sueño
sepultar para siempre los dolores
del corazón, los mil y mil quebrantos
que heredó nuestra carne, ¡quién no ansiara
concluir así!

¡Morir... quedar dormidos...
Dormir... tal vez soñar! -¡Ay! allí hay algo
que detiene al mejor. Cuando del mundo
no percibamos ni un rumor, ¡qué sueños
vendrán en ese sueño de la muerte!
Eso es, eso es lo que hace el infortunio
planta de larga vida. ¿Quién querría
sufrir del tiempo el implacable azote,
del fuerte la injusticia, del soberbio
el áspero desdén, las amarguras
del amor despreciado, las demoras
de la ley, del empleado la insolencia,
la hostilidad que los mezquinos juran
al mérito pacífico, pudiendo
de tanto mal librarse él mismo, alzando
una punta de acero? ¿quién querría
seguir cargando en la cansada vida
su fardo abrumador?...

Pero hay espanto
¡allá del otro lado de la tumba!
La muerte, aquel país que todavía
está por descubrirse,
país de cuya lóbrega frontera
ningún viajero regresó, perturba
la voluntad, y a todos nos decide
a soportar los males que sabemos
más bien que ir a buscar lo que ignoramos.
Así, ¡oh conciencia!, de nosotros todos
haces unos cobardes, y la ardiente
resolución original decae
al pálido mirar del pensamiento.
Así también enérgicas empresas,
de trascendencia inmensa, a esa mirada
torcieron rumbo, y sin acción murieron.
(Versión de Rafael Pombo)

Espérame. Konstantin Simonov:
Espérame que volveré. 
Sólo que la espera será dura.
Espera cuando te invada la pena, mientras ves la lluvia caer.
Espera cuando los vientos barran la nieve.
Espera en el calor sofocante, 
cuando los demás hayan dejado de esperar,olvidando su ayer.
Espera incluso cuando no te lleguen cartas de lejos.
Espera incluso cuando los demás se hayan cansado de esperar.
Espera incluso cuando mi madre e hijo crean que ya no existo,
y cuando los amigos se sienten junto al fuego para brindar por mi memoria.
Espera. 
No te apresures a brindar por mi memoria tú también.
Espera, porque volveré desafiando todas las muertes,
y deja que los que no esperan digan que tuve suerte.
Nunca entenderán que en medio de la muerte,
tú con tu espera me salvaste.
Solo tú y yo sabemos cómo sobreviví.
Es porque esperaste y los otros no.

No volveré a ser joven:
Que la vida iba en serio
uno lo empieza a comprender más tarde
-como todos los jóvenes, yo vine
a llevarme la vida por delante.
Dejar huella quería
y marcharme entre aplausos
-envejecer, morir, eran tan solo
las dimensiones del teatro.
Pero ha pasado el tiempo
y la verdad desagradable asoma:
envejecer, morir,
es el único argumento de la obra.
(Jaime Gil de Biedma)

El Viaje Definitivo - Juan Ramón Jiménez:
Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros
cantando.
Y se quedará mi huerto con su verde árbol,
y con su pozo blanco.

Todas las tardes el cielo será azul y plácido,
y tocarán, como esta tarde están tocando,
las campanas del campanario.

Se morirán aquellos que me amaron
y el pueblo se hará nuevo cada año;
y lejos del bullicio distinto, sordo, raro
del domingo cerrado,
del coche de las cinco, de las siestas del baño,
en el rincón secreto de mi huerto florido y encalado,
mi espíritu de hoy errará, nostáljico...

Y yo me iré, y seré otro, sin hogar, sin árbol
verde, sin pozo blanco,
sin cielo azul y plácido...
Y se quedarán los pájaros cantando.

Tristeza - Alphonse Lamartine:
De mis días pasados la antorcha se consume,
se apaga por grados al soplo de la desgracia,
O, si lanza a veces una luz débil,
es cuando tu memoria en mi pecho lo vuelve a encender;
no sé si los dioses me permitirán por fin
terminar aquí abajo mi día penoso.
Mi horizonte se limita, y mi ojo incierto
atrévete a extenderlo apenas más allá de un año.
Pero si hay que perecer por la mañana,
si hace falta, sobre una tierra a la felicidad destinada,
dejar escapar de mi mano
esta copa que el destino
parecía tener para mí de rosas coronada,
les pido a los dioses sólo guiar mis pasos
hasta los bordes que embellece tu memoria querida,
de saludar de lejos estos afortunados climas,
y de morir a los lugares donde probé la vida.

Altazor - Vicente Huidobro:
[...]
Aquí yace Carlota ojos marítimos
Se le rompió un satélite
Aquí yace Matías en su corazón dos escualos se batían
Aquí yace Marcelo mar y cielo en el mismo violonchelo
Aquí yace Susana cansada de pelear contra el olvido
Aquí yace Teresa ésa es la tierra que araron sus ojos hoy ocupada por su cuerpo
Aquí yace Angélica anclada en el puerto de sus brazos
Aquí yace Rosario río de rosas hasta el infinito
Aquí yace Raimundo raíces del mundo son sus venas
Aquí yace Clarisa clara risa enclaustrada en la luz
Aquí yace Alejandro antro alejado ala adentro
Aquí yace Gabriela rotos los diques sube en las savias hasta el sueño
esperando la resurrección
[...]

Los sueños malos:
Y yo sentí el estupor
del alma cuando bosteza
el corazón, la cabeza,
y… morirse es lo mejor.
(Antonio Machado)

Sueño infantil:
Tú sabes, las secretas galerías
del alma, los caminos de los sueños,
y la tarde tranquila
donde van a morir… Allí te aguardan
las hadas silenciosas de la vida,
y hacia un jardín de eterna primavera
te llevarán un día.
(Antonio Machado, de Galerías)

Orillas del Duero:
¡Castilla varonil, adusta tierra.
Castilla del desdén contra la suerte,
Castilla del dolor y de la guerra,
tierra inmortal, Castilla de la muerte!
(Antonio Machado)

Siempre a mi lado:
Siempre a mi lado, y no es mi sombra. Siempre
sobre mis hombros su mirada dura,
junto a la huella de mi pie, su huella,
sobre mi alma, la suya.

Adonde miro, fria mente mira,
y, cuando beso, a mi besar se junta.
No sé quién es y lo supongo. Marcha
siempre a mi lado y sin hablarme nunca.
(Fernando González, de Ofrendas a la nada, 1949)

Lo fatal:
Dichoso el árbol que es apenas sensitivo,
y más la piedra dura, porque ésa ya no siente,
pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo,
ni mayor pesadumbre que la vida consciente.

Ser, y no saber nada, y ser sin rumbo cierto,
y el temor de haber sido y un futuro terror...
Y el espanto seguro de estar mañana muerto,
y sufrir por la vida y por la sombra y por

lo que no conocemos y apenas sospechamos,
y la carne que tienta con sus frescos racimos,
y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos,
y no saber adónde vamos,
¡ni de dónde venimos!...
(Rubén Darío)


Rubén Darío:
Mi generación se formó con los versos de Rubén Darío. A los españoles, el poeta nicaragüense nos dio las claves para entender la poesía de otra forma. Lo veíamos como el príncipe del modernismo hispánico, creador de una voz lírica novedosa y espectacular donde se combinaban las influencias de la poesía francesa con la esencia de la tradición hispánica. Su poética representó la fuerza vital de una realidad literaria que marcaría el arranque del siglo XX. El esplendor de sus palabras transformó la literatura en un tiempo en el que la efervescencia creativa copaba los espacios mediáticos. Aprendí a leer en los setenta, y en el abecedario de los versos que memoricé estaba el poema Lo fatal, donde el dolor de estar vivo se mezclaba con el miedo a morir. Para una niña de siete años, todas aquellas imágenes resultaban inquietantes. El poema arrancaba con un árbol dichoso que era apenas sensitivo y una piedra dura que no sentía, y se transformaba en la reflexión del poeta sobre la vida consciente y lo que significaba ese tiempo presente de estar vivo. Había un fogonazo existencial que nos llevaba al futuro incierto, al dolor de intuir el espanto del mañana. El poema marcó mi propia mirada y siempre me hace recordar lo efímeros y vulnerables que somos. Pero de esa angustia sale mi compromiso con la sociedad y el futuro. No sé dónde iré, pero la emoción que transmite ese poema da sentido a la vida, como una suma de todas las vidas. [...] (Ana Merino, 2018)

 

 

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