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Poesía: Nápoles:
Tristeza:
Devuélveme, decía, a la afortunada orilla
donde Nápoles reflexiona en un mar de azul
sus palacios, sus laderas, sus astros sin nube,
donde el naranjo florece bajo un cielo siempre puro.
¿Que tarda? ¡ Vayámonos! Todavía quiero ver de nuevo
Vesubio encendido saliente del pecho de las aguas;
quiero de sus alturas ver levantarse la aurora;
Quiero, guiando del que adoro,
volver a bajar, soñando, de estas risueñas laderas;
Soy en los rodeos de este golfo tranquilo;
regresemos sobre estos bordes a nuestros pasos tan conocidos,
a los jardines de Cintia, a la tumba de Virgilio,
cerca de los pedazos dispersos del templo de Venus:
Allí, bajo los naranjos, bajo la vid florida,
cuyo pámpano flexible en el myrte se casa,
y trenza en tu cabeza una bóveda de flores,
al ruido dulce de la ola o del viento que murmura,
sólo con nuestro amor, sólo con la naturaleza,
la vida y la luz tendrán más dulzuras.


De mis días pasados la antorcha se consume,
se apaga por grados al soplo de la desgracia,
O, si lanza a veces una luz débil,
es cuando tu memoria en mi pecho lo vuelve a encender;
no sé si los dioses me permitirán por fin
terminar aquí abajo mi día penoso.
Mi horizonte se limita, y mi ojo incierto
atrévete a extenderlo apenas más allá de un año.
Pero si hay que perecer por la mañana,
si hace falta, sobre una tierra a la felicidad destinada,
dejar escapar de mi mano
esta copa que el destino
parecía tener para mí de rosas coronada,
les pido a los dioses sólo guiar mis pasos
hasta los bordes que embellece tu memoria querida,
de saludar de lejos estos afortunados climas,
y de morir a los lugares donde probé la vida.
(Alphonse Lamartine)


Napule è:
Nápoles es mil colores
Nápoles es mil miedos
Nápoles es la voz de los niños
que se levanta despacio
y tú sabes que no estás solo.

Nápoles es un sol amargo
Nápoles es olor a mar
Nápoles es un papel sucio
y a nadie le importa
y cada uno espera la suerte.

Nápoles es un paseo
por los callejones entre la gente
Nápoles es todo un sueño
y la conoce todo el mundo
pero no saben la verdad.
(Pino Daniele)


El mar:
[...]
Amé siempre esas poblaciones disímiles
al parecer robadas de las manos del mar
pequeñas villas junto a la arena
puertos escandalosos en la ebriedad del salitre
caseríos tiritando entre la niebla llena de corales
grandes ciudades titánicas frente a las tempestades humilladas
aldeas de pescadores ciegos bajo un faro de aceite
factorías acechantes entre los manglares con un largo cuchillo
Valparaíso como una gran cascada en suspenso
Manta Puná puertos del Ecuador que me negaron las hojas
Buenaventura aromática como un gran puerto sucio
Panamá con los ojos punzados por la depravación
Cartagena siempre aguardando a los piratas hambrienta
Willemstadt náufraga en los dominios del petróleo
Tenerife y su dulce copa de vino
Barcelona bostezando entre los bancos y los carabineros
Nápoles bellamente tumefacta
Génova Leningrado Sochi La Guaira Buenos Aires
Montevideo como una margarita
Puerto Limón Corinto
Acajutla en una lenta playa de mi patria
todos mirándose en el espejo grave que surcan los delfines
apartando como un sable veloz
las infinitas espigas de esmeralda.
(Roque Dalton)


Un largo adiós:
[...]
A través de lo oscuro, de las obligaciones
deprimentes,
tú puedes comprobarlo. Estamos lejos
uno de otro y todo sirve
para marcar bien las distancias;
y sin embargo, el aire de la noche,
el sueño, el despertar de tanta ausencia,
me traen recuerdos vivos, restos puros
de todos los naufragios:
el mar mediterráneo en calma (en mi ciudad o en Nápoles),
un pinar castellano, o bien
un día de junio a pleno sol entre mis brazos.
[...]
(Carlos Sahagún)

Las elegías de Duíno:
[...]
Voces, voces. Corazón mío, escucha, como sólo los santos 
escuchaban; la enorme llamada los alzaba del suelo; 
pero ellos seguían de rodillas, de modo imposible, 
sin darse cuenta: de tal manera escuchaban. No 
que pudieras soportar la voz de Dios, lejos de eso, pero 
escucha el soplo, las noticia incesante que se forma 
del silencio. Murmura hasta ti desde aquellos que han 
muerto jóvenes. ¿Acaso su destino no se dirigió siempre 
tranquilamente a ti, en Roma y Nápoles, cuando entrabas 
en alguna iglesia? O una inscripción sublime se grababa 
para ti, como hace poco la lápida de Santa María Formosa? 
¿Qué quieren de mí? Debo apartar en silencio 
la apariencia de injusticia que a veces estorba un poco 
el puro movimiento de sus espíritus. 
[...]
(Rainer Maria Rilke)


Exprés:
Una corona yo me haría
De todas las ciudades recorridas
Londres         Madrid         París
Roma              Nápoles       Zurich
Silban en los llanos
locomotoras cubiertas de algas
[...]
(Vicente Huidobro)

Salutación a Leonardo:
[...]
Pasa su Eminencia.
Como flor o pecado es su traje
Rojo;
como flor o pecado, o conciencia
de sutil monseñor que a su paje
mira con vago recelo o enojo.
Nápoles deja a la abeja de oro
hacer su miel
en su fiesta de azul; y el sonoro
bandolín y el laurel
nos anuncian Florencia.
[...]
(Rubén Darío)

 

 

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