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Juan Ramón Jiménez (1881-1958): Después del modernismo:
Durante su juventud los poemas de Rubén Darío, el miembro más destacado del modernismo en la poesía española, lo conmovieron especialmente. Quedó también marcado por la lectura de los grandes poetas del simbolismo francés, que acentuaron su inclinación hacia la melancolía. Su arte se hace independiente de cualquier escuela, aunque el simbolismo siga influyendo en su poesía casi hasta el final. Con el paso de los años su estilo se hace cada vez más depurado, siempre en busca de la belleza absoluta, de la poesía y del espíritu que él intenta fundir con su lirismo esencial interior, sin dejar de ser al mismo tiempo metafísico y abstracto, como se aprecia en Baladas de Primavera (1910) o La soledad sonora (1911). El modernismo, propósito común de muchos autores de América Latina, difundió el recurso al preciosismo, el exotismo, la alusión a nobles mundos desaparecidos y la mención de objetos preciosos.

Poesía desnuda:
mas se fue desnudando... Un libro escrito en 1915, Estío, representa el primer paso claro hacia una nueva sencillez: vuelta al octosílabo, a la asonancia, preferencia por el poema breve, supresión de lo ornamental... Y así va a llegar a una poesía personalísima, fuera de escuelas o tendencias, como él diría. La ruptura definitiva conel Modernismo lleva una fecha: 1916. En ese año, durante su viaje a Nueva York con motivo de su boda, escribe el Diario de un poeta recién casado (publicado al año siguiente y titulado, mucho más tarde, Diario de poeta y mar). El autor lo consideraría siempre su mejor libro, y la crítica no ha vacilado en calificarlo de libro clave de la lírica contemporánea. Su novedad es asombrosa: han desaparecido el léxico modernista, la adjetivación sensorial, los ritmos sonoros. Es una poesía desnudan en la que se elimina lo anecdótico para dejar paso a la concentración conceptual y emotiva. Por eso predominan los poemas breves densos, en versos escuetos y preferentemente libres, sin rima o con leves asonancias. Y también poemas en prosa que, por su andadura y por la heterogeneidad de sus materiales (frases en inglés, anuncios) suponen no menor novedad, e influirán en la poesía de vanguardia.

Siguen otros libros: Eternidades (1918), Piedra y cielo (1919), Poesía (1932), Belleza (1923)... Continúa en ellos el proceso de interiorización y de acendramiento. En 1922 resume su idea del lenguaje poético con esta definición: Sencillo. -Lo conseguido con menos elementos; es decir, lo neto, lo apuntado, lo sintético, lo justo. Una poesía puede ser sencilla y complicada a un tiempo... Y añade No creo, en ningún caso, en una arte para la mayoría. Ni importa que la minoría entienda del todo el arte; basta con que se llene de su honda emanación. De hecho, es notoria la dificultad creciente de su poesía. Y es que Juan Ramón , sin concesiones, apunta ahora -más allá de la exterioridad sensible- a la realidad profunda o escondida de las cosas, a las esencias, o a los enigmas de su alma y del mundo. Y llevado por la citada sed de conocimientos, su palabra quiere ser un instrumento para penetrar en la realidad, en busca de una nueva inteligencia. De ahí que él mismo calificara de intelectual esta etapa de su creación. El libro Eternidades comienza con estos versos reveladores: ¡Intelijencia, dame el nombre exacto de las cosas! ... Que mi palabra sea la cosa misma, creada por mi alma nuevamente. Que por mí vayan todos los que no las conocen a las cosas... Esta etapa intelectual se corona con un libro escrito entre 1923 y 1936 (pero no publicado hasta 1946): La estación total. Su título alude a lo que es ya la obsesión dominante del poeta: el anhelo de abolir el tiempo y de llegar a una posesión total de la belleza, de la realidad, del propio ser. Ansía de eternidad: Sólo en lo eterno podría/ yo realizar esta ansia / de la belleza completa.

Etapa final:
Durante su exilio en América prosigue invariablemente su indagación poética, por encima de las circunstancias, cada vez más encerrado en sí mismo y atento sólo a una Obra cada día más exigente y ambiciosa. A estos años corresponden, sobre todo, dos grandes libros: En el otro costado (1936-1942) y Dios deseado y deseante (1948-1949). En vida del poeta sólo se publicaron fragmentariamente. Así, del primero aparecieron los Romances de Coral Gables. Y la primera parte del segundo libro citado se publicó con el título de Animal de fondo. El libro En el otro costado fue publicado íntegro por Aurora de Albornoz. En él figura el largopoema en prosa Espacio, iniciado en 1941 y sólo terminado en 1954. Es la cima de la creación juanramoniana, según la citada profesora quien lo define como una extensión difusa de recuerdos e introspecciones que salen a flote en la técnica de asociación libre. Sin tema preciso el poeta ensarta vivencias y preocupaciones del poeta, con un ritmo fluyente. Fue una vez más capaz de asombrarnos con lo más nuevo que por entonces se escribía en nuestra lengua. El conjunto es de una altísima belleza.

Dios deseado y deseante nos conduce a nuevas honduras. Es un poemario -traspasado por un extraño misticismo, o al menos por un anhelo metafísico: la sed de eternidad le ha llevado al contacto o a la posesión de un dios que se identifica con la Naturaleza, con la Belleza o con la propia conciencia creadora (conciencia mía de lo hermoso). Al mundo creado por el poeta, viene a habitar un dios creado también por él. El dios es siempre, al fin, el dios creado y recreado y recreado por gracia y sin esfuerzo. El Dios. El nombre conseguido de los nombres. Finalmente, el absoluto dominio del verso libre y el lenguaje acendrado, profundo, de un hermetismo sustancial, dan fe de una tensión creadora que Juan Ramón no abandona hasta el final.

Influencia:
En el siglo XX es la máxima encarnación de una de las posibles maneras de concebir la poesía: búsqueda solitaria de Belleza y Absoluto. Por ello sirvió de faro para los poetas puros y para componentes del grupo poético del 27: todos ellos, en su juventud al menos, recibieron su influencia. Es también explicable que los poetas de la posguerra, acuciados por preocupaciones sociales sobre todo, se distanciaran de su estética. Pero posteriormente, cuando los poetas novísimos orientan de nuevo la creación hacia la renovación del lenguaje poético, Juan Ramón recobra la altísima estimación que le corresponde. Tras los vaivenes del gusto ocupa un lugar privilegiado junto a los grandes líricos de nuestra literatura, como poeta de excepcional sensibilidad, como modelo de las más exigentes inquietudes estéticas y de continua capacidad de renovación. Recibió el Premio Nobel de Literatura de 1956. (Fuentes: V.Tusón y Encarta)

 

 

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