Sufragismo
Sufragismo:
Reino Unido:
John Stuart Mill:
Derecho al voto de la mujer:
Derecho de las mujeres a compartir, en igualdad de condiciones con los varones, los privilegios políticos concedidos por el gobierno representativo y, de un modo concreto, a votar en elecciones y referendos y a desempeñar cargos públicos. Ya desde la antigüedad se había abogado por la igualdad de derechos políticos de las mujeres. Bajo las formas autocráticas de gobierno que prevalecieron en la época antigua y bajo los regímenes feudales de la edad media, el sufragio, sin embargo, estaba tan restringido, incluso entre los varones, que el derecho al voto de la mujer nunca llegó a ser un asunto político. Los factores que garantizaran la existencia de movimientos organizados en defensa del sufragio femenino sólo se dieron una vez que amplios sectores de la población masculina, que hasta entonces no habían tenido acceso al voto, obtuvieron el derecho a votar como consecuencia de las revoluciones liberales y democráticas de los siglos XVIII y XIX.
En Gran Bretaña el movimiento a favor del sufragio de la mujer se desarrolló en realidad de forma paralela al de Estados Unidos. Sin embargo, en las etapas posteriores del movimiento se utilizaron a menudo tácticas más enérgicas y violentas.
La gran figura pionera del feminismo británico fue la escritora Mary Wollstonecraft. Su obra más importante, Vindicación de los derechos de la mujer (1792), es uno de los documentos feministas más relevantes del siglo XVIII. Durante las décadas de 1830 y 1840 el sufragismo británico recibió una ayuda considerable por parte de los cartistas, que luchaban sin éxito por lograr un amplio programa de derechos humanos. En los años sucesivos el tema del sufragio femenino siguió vigente ante la opinión pública británica gracias a una serie de legisladores liberales, entre los que se encontraban los estadistas y filósofos sociales John Stuart Mill, John Bright y Richard Cobden.Todos los esfuerzos encaminados a lograr el derecho al voto de la mujer tropezaron con una fuerte oposición. Entre las figuras antifeministas destacadas de la época estaban la reina Victoria I y los primeros ministros británicos William Gladstone y Benjamin Disraeli.
Buscaba un estado más justo y equilibrado.
Nunca fue religioso ni asociaba la moral religiosa con el bien humano.
Su distinción del bien y el mal por el que se guiaba provenía de la filosofía griega, fruto de una sólida formaión clásica.
De Sócrates aprendió la justicia, la templanza, la sinceridad, la perseverancia, la disposición para encarar el trabajo y el sufrimiento y la estimación por las personas de mérito.
Buscaba apartar el abandono y dejación en su vida.
Tras su viaje de juventud a Francia intentaba aplicar científicamente el principio de la felicidad a la moralidad de las acciones.
La subordinación despótica genera una larga serie de inconvenientes para la comunidad.
La mediocridad colectiva ahoga la originalidad y la capacidad individual.
El valor que tiene cada persona puede perderse por un sistema social equivocado.
Defendía que el progreso de la humanidad ralentizaría su paso si la mitad de sus miembros no eran reconocidos y valorados según su talento en paridad de posibilidades.
Reconocía repercusiones mayores del conocimiento: las clases altas temerían a las clases pobres cuando éstas tuvieran una educación y formación adecuadas.
Talentos únicos y valiosas aportaciones personales se perderían sin una educación básica.
Describió como fundamental para su vida la influencia de la excepcional Harriet Taylor.
Desde la Cámara de los Comunes intentó que las mujeres disfrutasen de los mismos derechos que se otorgaban a los hombres, como la ciudadanía, el acceso voluntario a todo tipo de empleos y la libre y básica educación.
Entre 1860 y 1861 escribió El sometimiento de las mujeres, bajo la sugerencia de su hija Helen, para compilar en un texto todas sus opiniones sobre los derechos femeninos.
En 1865 contribuyó a la fundación de la primera asociación británica para el sufragio femenino.
El movimiento sufragista británico adquirió un nuevo impulso cuando, en 1897, varios grupos feministas se unieron para formar la Unión Nacional de Sociedades a favor del Sufragio de la Mujer. Una parte de sus miembros decidió poco después que su política era tímida e indecisa, y en 1903 la facción disidente, más militante y encabezada por la vivaz Emmeline Pankhurst, estableció la Unión Social y Política de la Mujer. Las correligionarias de Pankhurst se hicieron pronto famosas por su coraje y militancia. Las tácticas empleadas por la organización iban desde el boicoteo, las bombas, la rotura de ventanas y los piquetes hasta el acoso de los legisladores antisufragistas. En 1913 una militante sufragista hizo pública su causa arrojándose a los pies de los caballos que disputaban el derby de Epsom Downs, para morir aplastada. Dado su orgulloso y enérgico comportamiento, las sufragistas fueron a menudo maltratadas por la policía, y multadas y encarceladas con abusiva frecuencia.
Durante la I Guerra Mundial las sufragistas británicas interrumpieron sus campañas y realizaron importantes contribuciones dentro del esfuerzo común que suponía la contienda, lo que ejerció una favorable influencia sobre la opinión pública. En 1918 el Parlamento concedió el derecho al voto a todas las mujeres cabeza de familia, esposas del cabeza de familia y graduadas universitarias de más de 30 años. El Parlamento amplió la edad del voto a 21 años en 1928, concediéndoles así la misma igualdad política completa que a los varones. En 1979 la líder sindicalista británica Margaret G. Bondfield se convirtió en la primera miembro del gobierno de la historia británica. También en 1979 Margaret Thatcher se convirtió en la mujer que ocupaba por vez primera la presidencia del gabinete de Gran Bretaña.
Otros países:
Los derechos de la mujer:
(*):
Durante este tiempo y más adelante, la mayoría de las naciones del mundo promulgaron leyes relativas al sufragio femenino. En muchos casos, en un principio estas leyes sólo contemplaban las elecciones para elegir el gobierno local, y con el tiempo se ampliaron también a las elecciones nacionales. Entre los primeros países que procedieron a conceder el sufragio completo y que otorgaron el voto a la mujer antes de mediados del siglo XX están: Nueva Zelanda (1893); Australia (1902); Finlandia (1906); Noruega (1913); Dinamarca (1915); los Países Bajos y la Unión Soviética (1917); Canadá y Luxemburgo (1918); Austria, Checoslovaquia (en la actualidad República Checa y Eslovaquia), Alemania, Polonia y Suecia (1919); Bélgica (parcial, en 1919; completo, en 1948); Ecuador (1929); Sudáfrica (1930); Brasil y Uruguay (1932); Turquía y Cuba (1934); España (1931); Francia (1944); Italia y Japón (1946); China y Argentina (1947); Corea del Sur e Israel (1948); Chile, India e Indonesia (1949). Suiza concedió este derecho a la mujer en 1971. En la década de 1980 las mujeres podían votar de hecho en todo el mundo, con excepción de unos pocos países musulmanes. Entre las mujeres que han alcanzado puestos dirigentes con trascendencia nacional en los últimos tiempos figuran las primeras ministros Golda Meir (Israel), Indira Gandhi (India), y Benazir Bhutto (Pakistán) y la presidente Corazón Aquino, de Filipinas.
Con la extensión generalizada del voto femenino, el movimiento para los derechos de la mujer ha ampliado sus objetivos durante el siglo XX. Entre las reivindicaciones por las que grupos feministas luchan hoy en día en algunos países se incluyen el derecho a ser miembro de un jurado, a conservar ganancias y propiedad tras el matrimonio, a conservar la propia ciudadanía tras el matrimonio con un extranjero y el derecho a un mismo salario y a la igualdad de oportunidades en el trabajo. A finales de la década de 1960 se organizaron y empezaron a funcionar los llamados movimientos para la liberación de la mujer.
(Fuente: Encarta)
Los conventos funcionaban con un elevado grado de organización al cargo de abadesas.
Las jóvenes excepcionales que alcanzaban una gran educación brillaban en las reuniones de una forma imposible de ocultar.
El movimiento obrero y la revolución industrial obligaban a modificar los sistemas legislativos y representativos.
Se seguía representando a la mujer como un ser inferior en lo físico y lo psicológico.
Artistas y científicas se ganaron el respeto y admiración de las masas.
Olympe de Gouges y Mary Wollstonecraft reclamaban una mayor consideración de la mujer en todos los ámbitos, especialmente en la educación, en política y en la relación de pareja.
En 1792 Wollstonecraft publica Vindicación de los derechos de la mujer afirmando que las mujeres no son por naturaleza inferiores al hombre, sino que parecen serlo porque no reciben la misma educación.