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Africa:
La ayuda exterior:
Llega a los cincuenta millones de dólares cada año, y en los últimos 60 años esa ayuda ha sido de al menos mil millones. Sin embargo, esto ha empobrecido más a los países, ha ralentizado el crecimiento, los ha endeudado más, los ha hecho más propensos a la inflación y vulnerables a los vaivenes de las divisas, ha reducido el atractivo para la inversión y ha aumentado el riesgo de conflictos civiles. La ayuda exterior se transforma de deuda, que se paga a expensas de la educación y los servicios médicos africanos. Aún cuando se termina de pagar una deuda, los países vuelven a pedir más ayuda. A fin de paliar este círculo vicioso, la tendencia actual consiste en condonar la deuda externa a los países que demuestran un compromiso con el sistema democrático y con el desarrollo.

    A pesar de observarse mejoras substanciales en algunos aspectos de los niveles de vida de los pobres en el Africa subsahariana, aún quedan grandes problemas. Muy poco ha cambiado desde el comienzo de los años noventa, cuando casi la mitad de la población carecía de acceso a los servicios de salud, más de la mitad no tenía acceso al agua potable y los africanos consumían, de promedio, únicamente el 92% de sus necesidades diarias de energía. Las dos terceras partes de los niños en edad escolar no estaban inscritos en la escuela, y uno de cada dos adultos era analfabeto. La ayuda externa ha sido canalizada hacia el Africa subsahariana para corregir, en parte, estos problemas, siendo sus conductoras las ONG. (C.Collier, 2002)

La asistencia ha estado afectada por corrupción, y los flujos han acabado beneficiando a las burocracias gubernamentales y ciertas ONGs financiadas por algunos gobiernos.5 La corrupción le cuesta a África 150 millones de dólares al año. No existen incentivos para que los gobiernos busquen formas más transparentes para recaudar fondos para el desarrollo, sólo se les pide a las agencias de donación una infusión de capital.

FMI Logo USaid UK aid DFID UK

En contraposición, en otros países la ayuda ha servido para resolver problemas como las epidemias que diezman la salud y las vidas de la población activa (sida, malaria), la falta de infraestructuras básicas, el rendimiento agrícola, el analfabetismo y la carencia de educación primaria universal. Existen ejemplos de países, como Ghana, que demuestran emplear correctamente la ayuda. El flujo de capital ayuda a que los gobiernos ineficientes sigan en el poder, ya que el presidente no tiene que hacer nada pues la ayuda sigue llegando, siempre y cuando pague al ejército. No tiene que subir los impuestos, ni preocuparse del descontento de los ciudadanos ni de la representación de estos. Los choques civiles a menudo son motivados por el conocimiento de que al hacerse con el poder, el ganador obtiene un acceso virtualmente completo al paquete de ayuda La ayuda hace que la burocracia se vuelva clientelista y envuelva a los ciudadanos con trámites innecesarios. En Camerún lleva 426 días el hacer un procedimiento comercial y 119 días en Angola. La ayuda alimentaria que compra comida cultivada en Estados Unidos quiebra a los agricultores locales. Se ha hecho poco para ayudar a los agricultores y se gastan millones de dólares en el programa. La gran cantidad de dinero crea la "enfermedad holandesa": los grandes flujos de dinero hacen que la moneda local se fortalezca incrementando además los precios internos. Esto crea además inflación, por lo que los países deben emitir bonos. Uganda fue obligada a emitirlos en 2005, pagando intereses de $110 millones anuales.

ONG Intermón Oxfam ONG Greenpeace ONG WWF ONG Amnistía Internacional


Desarrollo africano tras la independencia:
Tras la guerra, las potencias coloniales europeas quedaron psicológica y físicamente debilitadas, y la balanza de poder internacional se trasladó a los Estados Unidos y la Unión Soviética, dos estados declarados anticolonialistas. En el norte de África, la oposición al gobierno francés se desarrolló a partir de 1947 con actos terroristas esporádicos y motines. La revolución argelina comenzó en 1954 y continuó hasta la independencia del país en 1962, seis años después de que Marruecos y Túnez lograran su independencia. En el África subsahariana francesa se hicieron esfuerzos para contrarrestar los movimientos nacionalistas, al conceder a los habitantes de los territorios la ciudadanía total y permitir a diputados y senadores de cada territorio asistir a las sesiones de la Asamblea Nacional francesa. No obstante, el sufragio limitado y la representación comunal asignada a cada territorio se demostraron inaceptables. En los territorios británicos el ritmo de cambio también se aceleró después de la guerra. Empezaron a aparecer partidos políticos que englobaron a tantos grupos étnicos, económicos y sociales como fue posible. En Sudán, los desacuerdos entre Egipto y Gran Bretaña sobre la dirección de la autonomía sudanesa obligó a que los británicos aceleraran el proceso de independencia de estos territorios, y Sudán se independizó en 1954. Durante la década de 1950, el ejemplo de las nuevas naciones independientes de otros continentes, las actividades del movimiento terrorista Mau-mau de Kenia y la efectividad de líderes populares como Kwame Nkrumah incrementaron todavía más la velocidad de dicho proceso. La independencia de Ghana en 1957 y de Guinea en 1958 desató una reacción en cadena de demandas nacionalistas. Solo en 1960 empezaron a existir diecisiete naciones africanas. A finales de la década de los setenta casi toda África era independiente. Las posesiones portuguesas —Angola, Cabo verde, Guinea-Bissau, y Mozambique— se independizaron entre 1974 y 1975, después de años de lucha violenta. Francia renunció a las islas Comores en 1975, y Djibouti consiguió la independencia en 1977. En 1976 España dejó el Sahara español, que entonces fue dividido entre Mauritania y Marruecos. Aquí, sin embargo, estalló una cruda guerra por la independencia. Mauritania renunció a su parte en 1979, pero Marruecos, que tomó posesión de todo el territorio, continuó la lucha con el Frente Polisario, de carácter independentista. Zimbabue consiguió la independencia legal en 1980 (véase Zimbabue: Historia). El último resto de la larga dependencia del continente, Namibia, consiguió la independencia en 1990. Los jóvenes estados africanos se enfrentan a varios problemas fundamentales. Uno de los más importantes es la creación de un Estado nacional. Gran parte de los países africanos retuvieron las fronteras que habían trazado arbitrariamente los diplomáticos y administradores europeos del siglo XIX. Los grupos étnicos podían quedar divididos por las fronteras nacionales, pero los lazos de lealtad que unían a tales grupos eran a menudo más fuertes que los nacionales. No obstante, cuando los estados africanos consiguieron la independencia, los movimientos nacionalistas dominantes y sus líderes se instalaron en un poder casi permanente. Llamaron a la unidad nacional y recomendaron encarecidamente que los sistemas parlamentarios de varios partidos fueran descartados en favor de un Estado con partido único. Cuando estos gobiernos no pudieron o no quisieron cumplir las expectativas populares, el recurso era a menudo la intervención militar. Al dejar la administración rutinaria en manos de la burocracia civil, los nuevos líderes militares se presentaron como eficientes y honestos guardianes públicos, pero pronto desarrollaron el mismo interés por el poder que caracterizó a sus predecesores civiles. En muchos estados, el comienzo de la década de 1990 despertó un renovado interés en la democracia parlamentaria de varios partidos. El desarrollo económico también representa un gran problema. Aunque gran número de países africanos poseen considerables recursos naturales, pocos tienen los fondos financieros necesarios para el desarrollo de sus economías. Las empresas privadas extranjeras a menudo han considerado la inversión en áreas subdesarrolladas demasiado arriesgada, y este punto de vista se justifica en muchos casos. Las mayores fuentes de financiación alternativas son las instituciones de préstamos nacionales y las multinacionales. Las esperanzas de un mejor nivel de vida para las naciones africanas se han incrementado, y los precios de los bienes de consumo y otros bienes manufacturados se han mantenido, pero el precio de la mayoría de las materias primas africanas ha bajado. La recesión mundial de principios de la década de 1980 multiplicó las dificultades iniciadas con el aumento del precio del petróleo en la década de los setenta. Serios problemas con las divisas y una deuda exterior creciente agravaron el descontento público. El hambre y las sequías se extendieron por las regiones centrales y norteñas del continente en la década de los ochenta, y millones de refugiados abandonaron sus hogares en busca de comida, incrementando los problemas de los países a los que huían. Los recursos médicos, todavía inadecuados e insuficientes, se vieron desbordados por las epidemias, el síndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA), el cólera y otras enfermedades. A finales de la década de 1980 y primera mitad de la siguiente década, los conflictos locales en Chad, Somalia, la zona del Sahara, Sudáfrica y otras zonas del continente desestabilizaron gobiernos, interrumpieron el progreso económico y costaron la vida a miles de africanos. Después del final de la guerra civil en Somalia en 1991, un gobierno separado se estableció en Eritrea, que declaró su independencia en 1993. En abril de 1994 estalló la lucha entre los dos principales grupos étnicos de Ruanda, los hutu y los tutsi, después de que los presidentes de Ruanda y Burundi murieran en un sospechoso accidente aéreo. Los problemas en esta zona central de África han continuado a lo largo de 1996 y 1997, así como en Argelia, al norte, cuya paz y desarrollo están siendo amenazados por los atentados violentos cometidos por grupos integristas islámicos. Otro gran problema del continente africano ha sido la incapacidad de proyectar su voz en los asuntos internacionales. La mayoría de los estados africanos se consideran parte del Tercer Mundo y son miembros de la Organización de Países No-Alineados, a la que consideran un instrumento válido para hacerse oír en el concierto internacional de naciones. Sin embargo, a causa de su falta de poder militar o financiero, las opiniones de los países africanos rara vez son tomadas en cuenta. El fin de la política de segregación racial (apartheid) en Sudáfrica, a principios de la década de los noventa, llevó a la celebración de las primeras elecciones multirraciales en abril de 1994. La transferencia de poder a la mayoría negra de Sudáfrica apunta hacia nuevas formas de poder en África, mientras el siglo XX se acerca a su final. (Encarta)

 

 

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