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Poesía: Japón: Naturaleza: siglos XVIII y XIX:
Haiku de Matsuo Bashô:
Ahora el puente colgante
queda silenciado por las enredaderas,
como la enredadera de nuestra vida.
[...]
Por esta senda
no hay nadie que camine:
flores de otoño.
(s.XVII)

Haiku de Masaoka Shiki:
Primavera en el hogar.
No hay nada
y sin embargo hay de todo
(s.XIX)

Haiku de Kobayashi Issa:
La mariposa revolotea
como si desesperara
en este mundo
(s.XIX)

Haiku de Ueshima Onitsura:
Ven, ven, le dije,
pero la luciérnaga
se fue volando.
[...]
Canta el cuco
desde el fondo del arrozal
y su canto resuena en el cielo.
[...]
Buscaré hilos de voz
en el fondo
de la lluvia primaveral.
(s.XVII)

Haiku de Nishiyama Soin:
Llega el otoño.
¡No te vayas sin mí!
Las hojas caen una a una sobre el bote.
(s.XVII)


Primavera:
El halo de la luna, -
¿No es el aroma del ciruelo
Elevándose al cielo?
[...]
La golondrina desciende
Sobre el cuadro de Otsu,
y sale volando.
[...]
Con cada pétalo que cae,
Las ramas del ciruelo
Envejecen.

Un campo de flores de colza:
El sol en el oeste,
La luna en el este.

Yendo a mirarlas,
Las flores del cerezo en la noche
Se han convertido en fruto.

La primavera alejándose
Duda
En las tardías flores del cerezo.

Verano:
Con la brisa de la tarde,
El agua lame
Las patas de la garza real.
[...]
La corta noche;
En el bajío permanece
La luna creciente.
[...]
Las voces de la gente de la aldea
Regando los campos;
La luna de verano.

Otoño:
Blanco rocío en la zarza;
Una gota
En cada espina.
[...]
El sol oblicuo:
La sombra de una colina con un ciervo en ella
Entra por la puerta del templo.

Renunciando al mundo,
Las hojas de otoño
En la aldea de mis padres.
[...]
El sendero a través de los campos;
Las flores del ciruelo apenas son blancas,
Tampoco rojas.

Invierno:
La luna del invierno:
Un templo sin puerta,
¡Qué alto está el cielo!

En el claro de luna helado,
Pequeñas piedras
Crujen bajo los pies.
[...]
La lluvia del invierno
Nos muestra lo que hay ante nuestros ojos,
Como si perteneciera al pasado.
[...]
La tormenta de invierno,
La voz del agua impetuosa,
Desgarrada por las rocas.
(Yosa Buson, siglo XVIII)


Voces:
¡Qué extraño,
Estar tan vivo
Bajo las flores del cerezo!
[...]
Primavera:
Flores esparciéndose:
El agua que queremos beber,
En la niebla, lejos.

En la caída de las flores,
No ven ningún Buda,
Ninguna Ley.

Verano:
Mi pueblo natal,
Estrujado por los bambúes,
Bajo las lluvias de verano.
[...]
El camino a Shinano;
Más alto y aún más alto
El canto de los plantadores de arroz.

Invierno:
Al llegar a la puerta,
La campana del Templo Mii
Se queda helada.
[...]
Aún así, aún así,
Sumiso ante el Más Allá,
El fin de año.
[...]
Bajo la fría lluvia,
Por amor a los demás,
¡Ten Piedad Buda!
[...]
La gente es poca;
Una hoja cae aquí,
Cae allí.
(Kobayashi Issa, s.XIX)


A campo traviesa:
Cuando cae a tierra
la cometa
no tiene alma.
[...]
El caracol se arrastra
dos o tres pasos
y se acaba el día.

Primavera:
El Gran Buda.
Durmiendo, durmiendo,
Todo el día de primavera.
[...]
Examinando
Tres mil haikus,
Dos nísperos.

Verano:
El destello de un relámpago;
Entre los árboles del bosque,
Aparece el agua.
[...]
La blanca peonía;
Cuando salió la luna,
Se deshizo y cayó.
[...]
Con qué rapidez el río Mogami
Se lleva
El verano.

Otoño:
Sopla el viento del otoño;
Estamos vivos y podemos mirarnos,
Tú y yo.

Invierno:
La desolación del invierno;
Atravesando una pequeña aldea,
Ladra un perro.
(Masaoka Shiki, s.XIX)


Takahama Kyoshi:
El sol brilla
en las lejanas montañas:
Campo marchito.

Llegan grandes chubascos-
El monte Yuhu cubierto
con nubes oscuras.

Estando
bajo este pino
soy una gota de rocío.

Nacida como araña
no queda más remedio que tejer
su teleraña.
(Takahama Kyoshi)

Takahama Kyoshi (1874-1959) fue un reverenciado poeta que escribió más de doscientos mil haiku. Su nombre de nacimiento, levemente distinto, era Takahama Kiyoshi. Kyoshi era el seudónimo que le dio su mentor Masaoka Shiki. Su generación había sido educada en la creencia de que la naturaleza era sensible. En sus primeros recuerdos se mezclan imágenes del trabajo de sus padres en una granja demasiado infértil junto a la costa. La sensación de fugacidad que siente durante su visita a su tierra natal (Nishinoge) le inspira el haiku de la gota de rocío. Las formas de vida, costumbres y tradiciones japonesas sufren una transformación radical durante la segunda mitad del siglo XIX. Sigue residiendo en el campo cuando decide pasar la guerra el la aislada aldea de Komoro, en Shinshu, donde crea destacados poemas.

► Taneda Santôka, considerado el poeta maldito japonés junto a Issa, continuó la tradición del haiku durante el siglo XX. Logra extraer espiritualidad de duras experiencias de su vida. Caen las hojas.../ Dentro, en lo profundo, / contemplo al Buda.

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