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Stendhal (1783-1842): Obras:
Rojo y negro (1830):
Julien Sorel, con dieciocho años, hijo de un carpintero que lo odia porque es un vago y lee libros, es contratado por el señor de Rênal como preceptor de sus hijos, «un gasto necesario para mantener nuestro rango». Julien, muy guapo, muy pálido y muy esbelto, no tarda en ser la envidia de todos los burgueses y pequeños nobles de Verrières, una ciudad de provincias donde reinan la moderación, la sensatez, el amor al dinero y «el más fastidioso de los despotismos». El joven, convencido de que ha nacido para grandes cosas y «con un alma hecha para amar lo hermoso», desprecia ese ambiente, pero ama a la señora de Rênal. Sus amores secretos lo llevarán al seminario y luego a París, donde entrará a servir como secretario en el palacete del marqués de La Mole, centro de la elegancia y la conspiración. Julien Sorel, romántico y antirromántico a la vez, es uno de los personajes más famosos y fascinantes de la historia de la novela: un joven en principio determinado por el cálculo, pero que en realidad no calcula nada, y que, deseoso de ser dueño de su destino, casi siempre es una pieza en el juego de los demás. Sufre un proceso de radical transformación a medida que pierde los valores que poseía y crece su ambición y egoísmo. A pesar de sus notables facultades todo el mundo consigue intuir que algo intranquilizador se halla en el fondo de su carácter. A pesar de las apariencias su alma es negra y no romántica. Como sucede con Napoleón nace en el pueblo, alcanza la gloria y termina en el mayor de los fracasos. El año de su publicación el romanticismo en la novela se hallaba en pleno auge. Las ideas napoleónicas eran las más épicas durante esos años, a pesar de ser mal vistas por la clase alta dominante. Dijo André Gide que en esta gran novela Stendhal se adelantó a su tiempo. A Balzac le encantó, pero Victor Hugo dijo que su autor no duraría. En todo caso, desde que Zola proclamó a Stendhal «el padre de todos nosotros», es apreciada como una obra maestra.

La cartuja de Parma (1839):
El joven Fabricio del Dongo, durante el apogeo de las campañas napoleónicas en Italia, persigue un elevado puesto en la corte de Parma. La pequeña corte del príncipe Ernesto IV es en realidad una Parma apócrifa que se puede identificar históricamente con Modena. La torre de Farnese, que alberga por la fuerza al impulsivo joven y es escenario de su amor por Clelia, nunca ha existido en Parma ni en Modena. Su tía Gina, la duquesa Sanseverina, y su amante el primer ministro del ducado, urden un plan para promocionar la carrera del sobrino. Gina es pretendida por el detestable príncipe Ranucio, al que se ha jurado rechazar con todas sus fuerzas. Fabricio es arrestado por homicidio y encerrado en la torre de Farnese. Ambos personajes se ven rodeados por la amenaza de la muerte y el acecho de un amor inesperado. Aclamada unánimemente como una de las grandes novelas de todos los tiempos, celos, amoríos e intrigas políticas recorren las páginas de esta gran obra en la que se perfilan algunos de los personajes femeninos más inolvidables de la literatura. En 1840 Balzac dedicó a la novela un entusiasta artículo de 72 páginas elogioso en extremo. En 1983 Italo Calvino publica un excelente artículo especulando sobre si se trata de la más bella novela del mundo. La novela suscitó la incondicional admiración de escritores de todos los tiempos, como es el caso de Philip Roth.

La abadesa de Castro (1839):
Transcurre en una Italia todavía lejos de la unificación de sus regiones como país, con acaudaladas familias como los Colonna y los Orsini en posiciones de amplio poder. Stendhal es un escritor desprejudiciado, con una visión realista del género humano; y, sin embargo, también es un romántico. Sus textos son espejos de realidades, metáfora acuñada por él mismo, pero las realidades que refleja son románticas, en todos los sentidos de la palabra, desde el más cursi hasta el más sublime. La abadesa de Castro, primera de las novelle que conforman las Crónicas italianas de Stendhal, está considerada un joya literaria. Arranca con una suerte de prólogo sobre el siglo XVI y la mentalidad de los florentinos. De repente, el tono cambia al de un manuscrito que narra un amor imposible entre un bandido bueno, el bravo Julio Branciforte, y una joven noble, la bella Elena Campireali. Como si estuviéramos leyendo una suerte de Decamerón, poco a poco la historia adquiere profundidad psicológica, pasa de lo pintoresco a lo dramático. La pareja de amantes, actuando movida por pasiones y una excesiva impulsividad, da pie a que se precipiten situaciones de consecuencias fatales. Cometen errores, son egoístas y crueles, acciones que se justifican en nombre de ese sentimiento desproporcionado que es el amor en la parte meridional europea. A mediados del siglo XIX en las regiones italianas más oprimidas se formaban grupos de bandidos (briganti) contra los abusos de poder y la inseguridad. El violento bandido Carmine Crocco logró liderar en el sur a más de 2.000 rebeldes.

Lamiel (1889):
Última novela de Stendhal. La historia tiene lugar en Francia a principios de la monarquía de Julio (Revolución de 1830). Lamiel es una chica apasionada de novelas de aventuras y bandoleros. Vive en Carville, un pequeño pueblo de Normandía, donde será adoptada por un par de fanáticos de provincia, los Hautemare. Se convierte en dama de compañía de la duquesa de Miossens una notable local, y es atendida por el Dr. Sansfin, hombre feo, jorobado, cínico y ambicioso. Se conduce en su trato con los hombres con frío cálculo, pretende un ambicioso ascenso social y se inclina por la acción directa y arriesgada. La riqueza aparece de nuevo como motivo de importancia central de los protagonistas de Stendhal. Dinero y amor aparecen frecuentemente en pugna también en Balzac, Flaubert y Zola. Después de haber seducido al hijo de la duquesa de Miossens, huye con él antes de partir hacia París con su dinero. Allí encuentra otro amante, el conde Nerwinde, al que ama más que el anterior, pero sin encontrar la felicidad que tanto desea. También aparece una torre, mandada a construir por la señora de Miossens, en la que Lamiel busca refugio. Son cuestionados algunos aspectos del papel tradicional de la mujer, los límites de su libertad, la educación que le es impartida y el matrimonio como primordial destino. [+]

Recuerdos de egotismo (1893):
Memorias de la vida parisiense de Stendhal desde 1821 hasta 1830. Una etapa de brillantes relaciones sociales y de una intensa actividad literaria. Un testimonio excepcional de la vida en los salones del París de la Restauración. Los Recuerdos de egotismo constituyen, dentro de la obra de Stendhal, una pieza básica que nos da la clave del paso de la vida a la consagración del arte; una vida que proseguirá con altibajos y en la que aún continuará desempeñando, desde luego, su papel fundamental el amor, por más que, perdidas ya parte de sus ilusiones relativas a la esperanza de cimentar cierto grado de felicidad en la tierra, el grenoblés tienda a refugiarse definitivamente en una escritura que poco a poco irá trenzando su hilo de Ariadna en torno a una serie de personajes alimentados con la vasta gama de posibilidades vividas o soñadas. Se trataba, en resumen, de recluirse en la ficción liberadora; hacer de la escritura catarsis —como su héroe por antonomasia, Fabrizio del Dongo— en cualquier cartuja lejana, rememorando las horas de amor recreadas por el ensueño

 

 

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