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Émile Zola:
El paraíso de los gatos (1866):
Cuento publicado por primera en el periódico Le Figaro con el título «La jornada de un perro errante». Luego, los perros fueron sustituidos por los gatos y el cuento sufrió varias modificaciones hasta la versión definitiva. Una alegoría del eterno dilema entre libertad y confort, donde un gordo gato doméstico se escapa para probar esa vida bohemia del gato callejero que tanto le fascina.

Thérèse Raquin (1867):
«Pretendí estudiar temperamentos y no caracteres. En eso consiste el libro en su totalidad. Escogí personajes sometidos por completo a la soberanía de los nervios y la sangre, privados de libre arbitrio, a quienes las fatalidades de la carne conducen a rastras a cada uno de los trances de su existencia. Thérèse y Laurent son animales irracionales humanos, ni más ni menos. Intenté seguir, paso a paso, en esa animalidad, el rastro de la sorda labor de las pasiones, los impulsos del instinto, los trastornos mentales consecutivos a una crisis nerviosa». Cuarta novela de Zola y la primera en la que toma forma literaria el ideario naturalista. A partir de un trágico suceso ampliamente comentado en la prensa de la época, esta historia de pasión ineluctable, adulterio, asesinato y remordimiento en una oscura mercería del pasadizo de Le Pont-Neuf, escrita con «una meta científica» y desatendiendo a la moral, cosechó sin embargo para su autor las más acerbas recriminaciones de los moralistas, incapaces de ver que «cada uno de los capítulos es el estudio de un caso fisiológico peculiar». Pero instaló, al mismo tiempo, un modelo novelístico que habría de presidir, en Europa y América, más de cincuenta años de imperecedera literatura.

La taberna (1877):
«La taberna es el más casto de mis libros. Con frecuencia he debido tocar de otra manera plagas espantosas. Y la sola forma en que lo hice ha causado estremecimiento. Se han irritado contra las palabras. Mi crimen consiste en haber tenido la curiosidad literaria de reunir y hacer fluir en un molde bien trabajado el lenguaje popular. ¡Ah, la forma, he ahí el gran crimen! Sin embargo, existen diccionarios de este lenguaje y hay escritores que lo estudian y gozan con su vigor y con lo imprevisto de la fuerza de sus imágenes. Además, constituye un regalo para los gramáticos investigadores. Pero no importa, nadie ha entrevisto que mi deseo consiste en hacer un trabajo puramente filológico, que a mi parecer es de gran interés histórico y social.» Émile Zola.

Nana (1880):
Escrita con Zola ya instaldo en la fama. El éxito que alcanza con La taberna (1877) eclipsa incluso los éxitos del rey supremo, Víctor Hugo, el viejo veterano aureolado por el prestigio del destierro y de la lucha infatigable contra la farsa y el oropel de tramoya del Segundo Imperio. Nana es precisamente una gigantesca simbolización y una parodia de ese Segundo Imperio y de su farsa. Un ataque implacable a su mundo. De cuatro o cinco generaciones de borrachos, de una sangre viciada por una larga herencia de embriaguez y miseria, surge zumbando una «mosca de oro», Nana. Crecida en la calle, criada en el arroyo parisiense, planta de estercolero y fermento del pueblo que corrompe y desbarata «entre sus muslos de nieve» al París burgués y aristócrata. Naná es fuerza de la naturaleza y arma destructora. Una mosca resplandeciente como el sol, libadora de muerte, que entra por los ventanales de los palacios del poder y envenena a los hombres.

Germinal (1885):
Francia, 1866: Étienne Lantier abofetea a su patrón y se queda sin empleo. Vagabundo y sin trabajo, halla nueva ocupación en las minas de carbón. Los rigores de la labor bajo tierra, las condiciones inhumanas, la injusticia, la crisis social, la revolución y la huelga, la brutal represión, pero también el amor, son los protagonistas de Germinal, uno de los más rotundos y vívidos alegatos nunca escritos en favor de los explotados y los oprimidos.

La Bestia Humana (1890):
Zola une en su novelística el pensamiento cientificista y positivista de la época con los temas esenciales de la existencia: la vida, la muerte, el amor, el dinero, la máquina… Para escribir la novela, obsesionado por la exactitud, hizo un viaje en locomotora acompañado por un maquinista y su ayudante. Sobre este tema, tan atrayente para la época, el de la máquina poderosa, irresistible, pero domada por el hombre, Zola engarza una historia de amor y de pasión de trágicas consecuencias. Es la historia negra de una desesperanza en los principios del ferrocarril que permite confirmar la permanencia del mito a través del progreso o más bien, a pesar del progreso.

El dinero (1891):
Novela sobre el capitalismo y las altas finanzas, sobre el funcionamiento de la banca y de los mercados de capitales, inspirada en un hecho real: la quiebra de un famoso banco. Alrededor de este hecho la novela nos cuenta la vida de una serie de personajes, sus ambiciones, sus amores y problemas. Pasiones individuales y de grupos: los conservadores católicos contra el capital judío. El papel de la masonería. Una de las novelas más radicales de Zola y su lectura permite comprender los maquiavélicos mecanismos que rigen a las bolsas de valores y la locura de quienes participan en ellas. Además, denuncia el carácter de ese nuevo mundo; así, uno de los personajes centrales «tuvo entonces la brusca convicción de que el dinero constituía el estiércol en medio del cual surgía aquella humanidad del mañana». Novela clásica cuya lectura será redituable para cualquier lector. (Jorge Munguía Espitia)

 

 

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