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Marcel Proust:
Los placeres y los días (1894):
Su primera publicación. Consiste en una recopilación de breves narraciones (relatos, pinceladas, poemas, y reflexiones), con cierta influencia decadentista, que redactó entre sus veinte y veintitrés años. Obra donde ya aparecen soterrados los temas que iban a convertir su narración mayor, En busca del tiempo perdido, en la gran novela del siglo XX.

Ensayos Literarios (1900):
La importancia de las novelas de Proust reside no tanto en sus descripciones de la cambiante sociedad francesa como en el desarrollo psicológico de los personajes y en su preocupación filosófica por el tiempo. Cuando Proust trazó la trayectoria de su héroe desde la feliz infancia hasta el compromiso romántico de su propia conciencia como escritor, buscaba además verdades eternas, capaces de revelar la relación de los sentidos y la experiencia, la memoria enterrada que de pronto se libera ante un acontecimiento cotidiano, y la belleza de la vida, oscurecida por el hábito y la rutina, pero accesible a través del arte. Trató el tiempo como un elemento al mismo tiempo destructor y positivo, sólo aprehendible gracias a la memoria intuitiva. Proust percibe la secuencia temporal a la luz de las teorías de su admirado filósofo francés Henri Bergson: es decir, el tiempo como un fluir constante en el que los momentos del pasado y el presente poseen una realidad igual. Proust exploró con valentía los abismos de la psique humana, las motivaciones inconscientes y la conducta irracional, sobre todo en relación con el amor. Esta obra, traducida a numerosos idiomas, hizo famoso a su autor en el mundo entero, y su método de escritura, basado en un minucioso análisis del carácter de sus personajes, tuvo una importante repercusión en toda la literatura del siglo XX.

Por el camino de Swann (1913):
El primer volumen que abre este gran ciclo novelístico, ya contiene la esencia y los grandes temas que se irán desarrollando con insólita maestría a lo largo de la rica y laberíntica narrativa proustiana: desde su lúcido examen del paso del tiempo y de los resortes de la memoria que llevan al individuo a evocar el pasado y reconstruirlo, hasta su particular concepción del amor como algo pasional pero también tormentoso; sin olvidar el exuberante retrato social del mundo de la aristocracia y la alta burguesía francesa que Proust conoció, o las agudas reflexiones sobre el arte como uno de los grandes logros del ser humano.

A la sombra de las muchachas en flor (1919):
El elegante París y la tranquila localidad balnearia de Balbec son los dos grandes escenarios en los que se mueve A la sombra de las muchachas en flor, relato centrado en la iniciación del narrador en asuntos amorosos y pasionales, así como en la vívida descripción de sus primeros contactos con el arte y el acto creativo. Por los senderos de la memoria desfilan recuerdos, espacios, impresiones y un elenco de personajes inolvidables en el que la presencia femenina cobra una especial relevancia.

El mundo de Guermantes (1922):
En este tercer volumen de su ambiciosa y genial En busca del tiempo perdido, el autor francés dibuja con detalle y de un modo casi palpable el brillante universo de la nobleza que tan bien conocía. Un universo que, a pesar de su opulencia y elegancia, se empezaba a resquebrajar, víctima de las circunstancias históricas y de ese inexorable paso del tiempo que tanto preocupa al sensible narrador de la novela. El tránsito por El mundo de Guermantes traslada al lector a los ambientes en los que se movía la aristocracia francesa, en un principio contrapuesta a la clase burguesa, pero con la que acabará estableciendo una relación de complementariedad ante su progresivo e imparable declive.

Sodoma y Gomorra (1923):
Además de revolucionar la narrativa con un estilo sin parangón en la historia de la literatura, Marcel Proust fue el primer autor moderno que exploró abiertamente en su obra el tema de la homosexualidad. Y fue en Sodoma y Gomorra, el cuarto volumen de su magistral En busca del tiempo perdido, donde ahondó con mayor intensidad en el amor homosexual, tanto masculino como femenino. A través de las relaciones sentimentales del barón de Charlus, por un lado, y de la memorable Albertine, por otro, Proust no solo se adentra en las pasiones humanas vinculadas tanto al deseo como a la frustración, sino que también se convierte en un personalísimo cronista de la decadencia de todo un estrato social en la transición de Francia hacia la modernidad del nuevo siglo.

La prisionera (1925):
El amor y las obsesiones de las que irremediablemente va acompañado son el eje vertebrador de La prisionera, el quinto volumen de En busca del tiempo perdido, la colosal obra con la que Marcel Proust se erigió como uno de los mejores escritores de la historia de la literatura. A partir de la reclusión de Albertine, la amante del narrador protagonista, Proust analiza con su particular y penetrante mirada las relaciones amorosas y los sentimientos encontrados que acaban provocando en los amantes, como deseo y sensualidad, pero también celos y frustración. La prisionera es una perfecta muestra del arte proustiano centrada en el tragicómico sufrimiento al que los amados se someten, que también contiene hermosas estampas de la vida parisina preñadas de aliento poético y penetrantes reflexiones sobre el arte y la vida, y sobre el influjo que el tiempo ejerce en la percepción de las realidades humanas.

La fugitiva (1927):
Después de los acontecimientos explicados en La prisionera, el anterior volumen de En busca del tiempo perdido, el narrador tiene que afrontar el hecho irreversible de que Albertine ha desaparecido para siempre. Tan solo la capacidad transformadora del paso del tiempo puede atenuar la intensidad de los sentimientos que se experimentan ante la amante perdida. La fugitiva surge como reverso y respuesta a la historia relatada en La prisionera. Valiéndose del poder de los caprichosos mecanismos de la memoria para la evocación de los recuerdos, Marcel Proust profundiza con mano maestra en las consecuencias de las pasiones amorosas, el dolor y también el olvido, y adelanta los temas fundamentales con los que cerrará su majestuosa y revolucionaria obra.

El tiempo recobrado (1927):
El implacable paso de los años transforma a las personas hasta el punto de convertirse en espectros de lo que una vez fueron. El narrador de El tiempo recobrado observa a través de su particular prisma a la gente que le ha rodeado a lo largo de toda su vida y se aproxima al momento en el que, gracias a sus recuerdos, alcance una revelación artística y vital. Es séptimo y último volumen de En busca del tiempo perdido supone la culminación de la magna obra de Marcel Proust, una poética reflexión personal sobre el paso del tiempo y la memoria, y un hermoso intento de búsqueda de la verdad. En narración final se termina de cruzar el puente que el autor tendió del pasado hacia el presente y se ofrecen algunas de las claves que contribuyen a cerrar el ciclo narrativo más sobresaliente del último siglo.

 

 

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