Canarias  |  Náutica  |  Arquitectura  |  Historia  |  Clásicos  |  Ciencia  |  Infantil

 

 

     
 

Inicios del Renacimiento en Italia:
Literatura y pensamiento:
Al investigar los logros de los eruditos y escritores renacentistas italianos, lo natural es comenzar por la obra de Petrarca (Francesco Petrarca, 1304-1374), el «padre del humanismo renacentista» y católico profundamente comprometido, que creía que el escolasticismo estaba equivocado porque se concentraba en la especulación abstracta y no en enseñar a vivir de manera virtuosa a la gente para alcanzar la salvación. Pensaba que el escritor cristiano debía cultivar la elocuencia literaria para inspirar al prójimo a hacer el bien. Para él, los mejores modelos de elocuencia se encontraban en los textos clásicos de la literatura latina, que resultaban doblemente valiosos porque también estaban repletos de sabiduría ética. Así pues, se dedicó a redescubrir dichos textos y a escribir sus propios poemas y tratados morales en un estilo latino que seguía el modelo de los autores clásicos. Pero Petrarca fue también un notable poeta en lengua vernácula. Los sonetos italianos —después llamados sonetos petrarquistas— que escribió a su amada Laura al estilo caballeresco de los trovadores fueron muy imitados y admirados en el período renacentista y se continúan leyendo en la actualidad. Como era un cristiano muy tradicional, su ideal supremo para la conducta humana era la vida solitaria de contemplación y ascetismo.

Pero entre 1400 y 1450 aproximadamente, pensadores y eruditos italianos posteriores, casi todos residentes en Florencia, desarrollaron una visión diferente que suele denominarse humanismo cívico. Sus principales representantes, como el florentino Leonardo Bruni (c. 1370-1444) y Leon Battista Alberti (1404-1472), coincidían con Petrarca en la necesidad de la elocuencia y el valor de la literatura clásica, pero también enseñaban que la naturaleza del hombre le dotaba para la acción, para que fuera útil a su familia y a la sociedad, y para servir al estado, idealmente una ciudad-estado republicana, siguiendo el modelo florentino clásico o contemporáneo. En su opinión, la ambición y la búsqueda de gloria eran impulsos nobles que debían alentarse. Se negaron a condenar el esfuerzo por alcanzar posesiones materiales, pues sostenían que la historia del progreso humano es inseparable de nuestro éxito en el dominio de la tierra y sus recursos. Tal vez el escrito más famoso de los humanistas cívicos sea Libros de la familia de Alberti (1443), en el que sostenía que la familia nuclear había sido instituida por la naturaleza para el bienestar de la humanidad. Dentro de este marco, sin embargo, Alberti destinaba a las mujeres a papeles puramente domésticos, pues afirmaba que «el hombre es por naturaleza más enérgico e industrioso» y que la mujer fue creada «para aumentar y continuar las generaciones y para alimentar y cuidar a los ya nacidos». Aunque tal menosprecio de las facultades intelectuales femeninas fue rotundamente rechazado por unas cuantas humanistas notables, en su mayor parte el humanismo renacentista italiano se caracterizó por una denigración general de las mujeres, denigración que también se expresaba en las obras de la literatura clásica que los humanistas admiraban tanto.

Surgimiento de la erudición textual:
Los humanistas cívicos también superaron con creces a Petrarca en su conocimiento de la literatura y filosofía clásicas (en especial griegas), ayudados por diversos eruditos bizantinos que habían emigrado a Italia en la primera mitad del siglo XV y dieron instrucción en lengua griega. Los eruditos italianos también viajaron a Constantinopla y otras ciudades orientales en busca de obras maestras griegas hasta entonces desconocidas en Occidente. En 1423, un solo italiano, Giovanni Aurispa, se trajo 238 libros manuscritos entre los que se incluían las obras de Sófocles, Eurípides y Tucídides, que fueron traducidas de inmediato al latín, no palabra por palabra, sino atendiendo al sentido, para conservar así la fuerza literaria del original. En 1500 ya se disponía en Europa occidental de la mayoría de los clásicos griegos, incluidos los escritos de Platón, los dramaturgos y los historiadores. El atípico pero influyente pensador renacentista Lorenzo Valla (1407-1457) se relaciona con los humanistas cívicos italianos por su interés en los textos, pero en modo alguno fue miembro pleno del movimiento. Nacido en Roma, su actividad principal fue de secretario al servicio del rey de Nápoles y no compartía los ideales republicanos de los humanistas cívicos florentinos. Empleó su formación gramatical y retórica, así como el minucioso análisis de los textos griegos y latinos, para mostrar que el estudio concienzudo de la lengua podía desacreditar viejas verdades. A este respecto, el logro más notable fue su brillante demostración de que la Donación de Constantino era una falsificación medieval. La propaganda papal había sostenido que los derechos del papa al gobierno temporal en Europa occidental se derivaban de este decreto supuestamente otorgado por el emperador Constantino en el siglo IV, pero Valla demostró que estaba repleto de usos latinos que no eran clásicos y de términos anacrónicos. De ahí llegó a la conclusión de que la «Donación» era obra de un falsificador medieval, cuya «impudencia monstruosa» quedaba de manifiesto por la «estupidez de su lenguaje». Esta demostración no sólo desacreditó un apreciado espécimen de «ignorancia medieval», sino que —lo que es más importante— introdujo el concepto de anacronismo en el estudio de los textos y el pensamiento histórico posteriores. Valla también empleó su destreza en el análisis lingüístico y la argumentación retórica para poner en tela de juicio una amplia variedad de posturas filosóficas. En sus Anotazionni sul testo latino del Nuovo Testamento aplicó su conocimiento filológico griego para dilucidar el verdadero significado de las cartas de san Pablo, que creía que había sido oscurecido por la traducción de la Vulgata latina de san Jerónimo. Esta obra iba a resultar un vínculo importante entre la erudición renacentista italiana y el humanismo cristiano posterior del norte.

    Leonardo:
    Dejó en forma de apuntes reflexiones sobre la naturaleza y la comprobación de los hechos mediante la experiencia. Se interesó por los estudios de anatomía, mecánica y por el funcionamiento de los sentidos. Observó con detenimiento fenómenos físicos y los relacionó con las matemáticas. En su pensamiento se señala como precursor a Nicolás de Cusa y la influencia en física de la escuela de París.

El neoplatonismo renacentista:
Entre aproximadamente 1450 y 1600 el pensamiento italiano se vio dominado por una escuela de neoplatónicos que pretendían fusionar con el cristianismo el pensamiento de Platón, Plotino y varias corrientes de misticismo antiguo. Los más destacados de dicha escuela fueron Marsilio Ficino (1433-1499) y Giovanni Pico della Mirandola (1463-1494), miembros ambos de la Academia Platónica fundada por Cosme de Medici en Florencia. La Academia era una sociedad difusamente organizada de eruditos que se reunían para escuchar lecturas y conferencias. Su héroe era Platón: a veces festejaban su cumpleaños con un banquete en su honor, después del cual todos daban sus discursos como si fueran personajes en un diálogo platónico.

    La Iglesia y el conocimiento:
    El mecenazgo que tiene como fin el desarrollo de la educación surge en un momento en que la vida cultural e intelectual en general permanecía dominada por la Iglesia. Respecto a las ideas, tras un largo periodo de decadencia, surge la conciencia moderna de forma tan marcada que muchos llaman a esta época el nacimiento de la humanidad. Los monasterios medievales eran muy poco innovadores y abordaban siempre las mismas materias. Gracias a los scriptoria (aulas dedicadas al estudio) de los monasterios se conservaron copias de obras de autores latinos como Virgilio, Ovidio, Cicerón y Séneca. El sistema legal de la Europa moderna tuvo su origen en el desarrollo del Derecho civil y del Derecho canónico durante los siglos XII y XIII, y los pensadores renacentistas continuaron la tradición medieval de los estudios de gramática y retórica. En el campo de la teología, durante el renacimiento se continuaron las tradiciones medievales del escolasticismo y las establecidas por las obras de santo Tomás de Aquino, Juan Escoto y Guillermo de Ockham.

Desde la perspectiva de la posteridad, el mayor logro de Ficino fue su traducción al latín de las obras de Platón, lo que las puso a disposición de los europeos occidentales por vez primera, si bien el mismo autor consideraba que su contribución principal al saber era su Corpus hermético, una colección de pasajes extraídos de diversos escritos místicos antiguos, entre los que se incluía la cábala hebrea. Es discutible que la filosofía de Ficino deba llamarse humanística, puesto que pasó de la ética a la metafísica y enseñaba que el individuo tenía que dedicarse sobre todo a considerar el más allá. En su opinión, «el alma inmortal siempre está abatida en su cuerpo mortal». Lo mismo cabe afirmar de su discípulo Giovanni Pico della Mirandola. Sin duda, éste no fue un humanista cívico, puesto que los asuntos públicos mundanos le merecían poco aprecio; también compartía plenamente la inclinación de su maestro por la extracción y combinación de fragmentos de antiguos tratados místicos sacados de contexto. Pero creía además —y así lo argumenta en su famoso Discurso sobre la dignidad del hombre— que no hay «nada más maravilloso que el hombre», porque lo creía dotado de la capacidad para lograr la unión con Dios si así lo deseaba. (Coffin)

 

 

[ Inicio   |   Canarias   |   Infantil   |   Náutica   |   Historia   |   Arquitectura   |   Poesía   |   Clásicos ]