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Imprenta: Inicios:
Johann Gutenberg (c.1400-1468):
Nació hacia 1400 en Maguncia, y su primera formación fue la de orfebre. Más tarde, su familia se estableció en Estrasburgo. Poco se sabe de su vida y producción; ninguna de las obras que se le atribuyen está firmada. En 1438 se asoció con Andreas Dritzehn para llevar a cabo experimentos de imprenta. Hacia 1450 regresó a Maguncia donde se asoció con el comerciante y prestamista alemán Johann Fust, creando una imprenta donde probablemente comenzó a imprimir la gran Biblia sacra latina, así como libros más pequeños. La Biblia de Gutenberg, o Biblia de las 42 líneas, quedó terminada antes de finales de 1456, y se supone que colaboró en su realización Peter Schöffer, yerno de Fust y aprendiz de Gutenberg. En 1455 Fust reclamó legalmente el dinero que había invertido en la empresa, por lo que el impresor se vio obligado a ceder su participación. Gutenberg siguió imprimiendo en Maguncia y en la cercana Eltvile. En 1465 Adolfo II, arzobispo de Maguncia y elector de Nassau, se convirtió en su mecenas.


Ultimos intentos de Gutenberg:
[La sentencia a favor del inversor Fust le obligó a ceder todos sus ingenios y gran parte de sus trabajos]. Se refugió entonces en la pequeña Bamberg, donde intentó repetir todo el proceso sin apoyo financiero de ningún tipo. Con esfuerzo y dedicación, consiguió algún módico éxito, pero nada con lo que competir con Fust y su yerno Peter, quienes, una vez que se quedaron con todo lo que había diseñado él, crearon un productivo negocio que al poco tiempo —ese poco tiempo que no le concedieron al creador— sí daba, al fin, pingües beneficios, y por el que muy pronto fueron conocidos en toda Europa. Eso sí: Fust y Peter se preocuparon de borrar el nombre de nuestro querido emprendedor de la memoria de todos los habitantes de la ciudad. En 1468 falleció. Era prácticamente un completo desconocido para todos sus conciudadanos. Solo un monasterio franciscano se apiadó lo suficiente de él como para aceptar albergar sus restos y que de esa forma su cuerpo mortal descansara en un cementerio cristiano. La guerra, no obstante, pasado el conflicto entre Diether y Adolph II, regresó a la región, y el monasterio y el cementerio y la tumba de nuestro protagonista desaparecieron para siempre, destrozados por la locura desatada del ser humano. [...] Su ingenio mecánico es reconocido por muchos investigadores y científicos como el invento más importante e influyente de todo el segundo milenio de nuestra era. (S.Posteguillo)

    En el año 1500 existían unos diez millones de libros impresos en circulación (algunos expertos calculan el doble), aparte del número todavía creciente de manuscritos. Las primeras décadas de la imprenta estuvieron marcadas en Europa por un incremento regular en el número de ejemplares de cada impresión. Hasta aproximadamente el año 1480 se imprimían solamente cien ejemplares de algunos libros; en 1490 la media había subido a quinientos. En 1501 los mercados estaban ya mejor organizados, el precio de los libros había bajado considerablemente y la producción de una edición media alcanzaba una cifra semejante a las que se manejan en la actualidad. Los estudiosos de la industria editorial no hablan ya de «incunables». Aldo Manucio imprimía por lo general tiradas de un millar de ejemplares. (Boorstin)

España:
Arnaldo de Brocar compuso, por iniciativa del cardenal Cisneros, la Biblia Políglota Complutense en seis tomos entre 1514 y 1517, que constituye la primera reproducción de la Biblia en Europa y es la obra de imprenta más importante del renacimiento español. Anteriormente, en la ciudad de Segovia, Juan Parix de Heidelberg creó la primera imprenta española, de la que queda el recuerdo de la impresión de las actas del Sínodo de Aguilafuente, celebrado en dicha población en 1472. Esta imprenta desapareció sin que surgieran allí iniciativas similares, pero se cree que en torno a 1473 existían ya imprentas en la ciudad de Valencia, donde al parecer se imprimió el primer libro con fecha contrastada, el Comprehensorium (1475). En esas mismas fechas había también imprentas en Barcelona, y existen noticias de impresión en Zaragoza por el libro Manípulus curatorum (1475). Se sabe de la existencia de una imprenta en Sevilla en 1473, y siete años más tarde en Salamanca. Hacia 1484 ya se conocían en Burgos las impresiones realizadas por Fadrique de Basilea; fue en esta ciudad donde se imprimió, en 1499, la copia más antigua que se conserva de La Celestina. Un año después se realizaron las segundas ediciones en Toledo y Salamanca, de las que sólo se conserva una de Toledo, que el editor titula Comedia de Calisto y Melibea. La primera imprenta que se creó en Madrid data de 1566 y fue obra de Alonso Gómez. En esta ciudad vio la luz la primera edición de la primera parte de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha en 1605 (la segunda parte apareció en 1615); en aquel año se hicieron cinco reimpresiones de la obra. Desde los comienzos de la imprenta en España hasta el siglo XVIII, en que se produce una profunda renovación de la misma, se suceden importantes nombres de editores, entre ellos, Sancho de Nebrija, en Granada, o Juan de Ayala, en Toledo. A partir del siglo XVIII cabe destacar a Antonio Espinosa de los Monteros, Benito de Monfort, Pedro Ifern, Joaquín Ibarra o Francisco Manuel de Mena, que llevaron a la imprenta española a la altura de las grandes de Europa.

    Tiradas crecientes:
    Durante el siglo XVI una gran tirada alcanzaba los dos mil ejemplares. Entonces, a medida que la imprenta se consolidaba como institución, los impresores organizaron sus propios gremios e intentaron limitar las ediciones para que no se acabara el trabajo. En Gran Bretaña, un decreto dictado en 1587 por la Star Chamber limitaba las tiradas a 1.250 ejemplares, con unas pocas excepciones. En esa misma época la Stationers’ Company limitó sus propias impresiones a 1.500 ejemplares, excluyendo de tal limitación solo obras como gramáticas, libros de oraciones, estatutos y anuncios oficiales, calendarios y almanaques. Durante los siglos XVII y XVIII la primera impresión en Europa solo rebasaba los dos mil ejemplares cuando se trataba de la Biblia y otros libros excepcionalmente populares como El siglo de Luis XIV de Voltaire o la Enciclopedia de Diderot. Un nuevo elemento de crucial importancia en la fabricación de libros fue la necesidad y la posibilidad de calcular la magnitud del público de cada libro. ¿Cuántos compradores habría para una nueva edición de Cicerón, un tratado legal, los poemas de Petrarca, una obra de Erasmo, un herbario, un libro de viajes o un manual de astronomía? ¿Quién podía estar seguro de que un número aceptable de lectores pagaría para tener una traducción vernácula de la Biblia, un libro de magia natural obra del sospechoso Giambattista della Porta, o la Demostración de las manchas solares de Galileo? El mero hecho de que se imprimiera un libro demostraba que algún impresor estaba dispuesto a arriesgar dinero para comprobar si cientos o miles de lectores deseaban pagar para participar de su contenido. La propia impresión se convirtió en una declaración no autorizada y sin precedentes de interés público. (Boorstin)

Otros países:
Entre 1450 y 1500 se imprimieron más de 6.000 obras diferentes. El número de imprentas aumentó rápidamente durante esos años. En Italia, por ejemplo, la primera imprenta se fundó en Venecia en 1469, y hacia 1500 la ciudad contaba ya con 417 imprentas. En 1476 se imprimió una gramática griega con tipografía totalmente griega en Milán y en Soncino se imprimió una biblia hebrea en 1488. En 1476 William Caxton llevó la imprenta a Inglaterra. En 1539 Juan Pablos fundó una imprenta en la Ciudad de México, introduciendo esta técnica en el Nuevo Mundo. Stephen Day, un cerrajero de profesión, llegó a la bahía de Massachusetts en Nueva Inglaterra en 1628 y colaboró en la fundación de Cambridge Press. Los impresores del norte de Europa fabricaban sobre todo libros religiosos, como biblias, salterios y misales. Los impresores italianos, en cambio, componían sobre todo libros profanos, por ejemplo, los autores clásicos griegos y romanos redescubiertos recientemente, las historias de los escritores laicos italianos y las obras científicas de los eruditos renacentistas. Una de las primeras aplicaciones importantes de la imprenta fue la publicación de panfletos: en las luchas religiosas y políticas de los siglos XVI y XVII, los panfletos circularon de manera profusa. La producción de estos materiales ocupaba en gran medida a los impresores de la época. Los panfletos tuvieron también una gran difusión en las colonias españolas de América en la segunda mitad del siglo XVIII. (Fuente: Encarta)


Los tipos móviles:
Aunque al hablar de la invención de la imprenta de tipos móviles se citan antecedentes chinos desde el siglo XI, lo cierto es que ésta llegó a Europa durante el siglo XV y por descubrimiento propio a partir de la xilografía o grabado en madera con buril. El procedimiento consiste en grabar grafismos sobre una plancha de madera que, debidamente tratada y bajo la presión de un rodillo de acero llamado tórculo, deja impresas las formas gráficas de la madera sobre el papel. A partir de aquí se ideó grabar separadamente cada forma de las 25 letras del alfabeto, de forma que las letras sueltas pudieran ensamblarse formando palabras y hasta una página. Una vez impresa ésta, los mismos caracteres pueden reutilizarse de nuevo para la confección de la siguiente. Estas letras móviles, o caracteres de imprenta, parece que fueron ideadas por el holandés Coster quien editó un pequeño libro de ocho páginas por las dos caras. Pero se atribuye a Gutenberg el mérito de haber concebido el conjunto de procedimientos tipográficos con los que imprimió, en una prensa movida a mano, hacia mediados del siglo XV una Biblia. Los primeros ecos del nuevo invento se recibieron en Italia, especialmente en Venecia, donde Aldo Manucio fundó, en 1490, la primera gran imprenta de amplia difusión. La imprenta permitió grandes tiradas e hizo accesible la lectura a amplios grupos de gente. Durante casi todo el siglo XVI se fueron editando casi todos los autores clásicos conocidos en todos los ámbitos del saber produciéndose entonces una auténtica convulsión cultural y una primera ilustración. Tanto es así que podemos decir, sin riesgo de equivocarnos, que la modernidad empezó con el descubrimiento de la imprenta de tipos móviles. (Miguel Hernández González)

Grabación de palabras habladas:
Cuando Edison construyó su primer fonógrafo en 1877, publicó un artículo en el que proponía diez usos a los que podía aplicarse su invento. Entre éstos figuraban la conservación de las últimas palabras de personas en trance de morir, la grabación de lecturas de libros para que las oyeran personas ciegas, el dar las horas y el enseñar ortografía. La reproducción de música no figuraba entre las aplicaciones más prioritarias de la lista de Edison. Algunos años más tarde Edison dijo a su ayudante que su invento carecía de valor comercial. Unos años después cambió de opinión y se dedicó al negocio de la venta de fonógrafos, pero sólo para utilizarlos como dictáfonos en oficinas. Cuando otros hombres de negocios adaptaron el fonógrafo a la fabricación de gramolas tragaperras que interpretaban música popular introduciendo una moneda, Edison protestó contra esta degradación que en apariencia restaba seriedad al uso de su invento en oficinas. Hubieron de transcurrir unos veinte años para que Edison por fin admitiera que la principal aplicación de su fonógrafo era la grabación y reproducción de música. (J.Diamond)

 

 

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