Notas 3:
Facebook:
Isla de Lobos:
Roque del Oeste:
Roque del Este:
Montaña Clara:
1876 Alameda del Duque de Santa Elena:
Lecheras:
1928 FOTO DE LOS RODEOS - TODAVÍA SIN INAUGURAR:
Estadio:
JOSE MURPHY Y MEADE:
ARRECIFE DE LANZAROTE:
AEROPUERTO DE LOS RODEOS - Historia:
1943 MUELLE SUR de Santa Cruz:
HORNOS DE CAL:
Recova:
El buque escuela Juan Sebastián El Cano:
Funeral:
Gomera: Asalto de Widham (1743):
Relato del ataque de Charles Widham a San Sebastián de La Gomera:
VÍNCULOS INTERESANTES:
HARLES PIAZZI SMYTH Y SU VIAJE A TENERIFE EN EL VERANO DE 1856:
NOTAS:
Naturalistas:
Fragmentos:
ANEXO GRÁFICO DOCUMENTAL:
http://josecarlosrincon.blogspot.com
EL SUMINISTRO DE CARBÓN A LOS BARCOS...
En los años 50 y anteriores era habitual que para llevar a cabo el suministro a los buques que usaban el carbón como carburante, se usaban unas GABARRAS que se hicieron familiares en nuestra bahía
Se le autorizó a distintas compañías a levantar almacenes con sus muelles en las playas de Ruiz, La Peñita, San Antonio y Los Melones, del actual muelle de Ribera.
La empresa Tenerife Coaling Company Ltda. Hamilton es la primera que se traslada (1876) a ambos lados de la desembocadura del barranco de Valleseco donde construye almacenes y muelle de carbón .,adquiere en Londres 12 gabarras, rieles, vagonetas, básculas, etc…
También la empresa Cory Hermanos, una de las más importantes firmas inglesas, tuvo su muelle y magnifico almacén en el lugar que ahora ocupa el recién inaugurado edificio de Maphre, que cuando la ampliación del lugar se trasladó a Valleseco donde levanta tres naves metalicas y un muelle, que todavía perduran.
A continuación de las dos industrias citadas se encontraba la empresa alemana Depósitos de Carbones de Tenerife.
1976 Aeropuerto de La Palma.
El 24 de febrero de 1970 aterrizó el primer avión en el aeropuerto, un DC-3 del Ejército del Aire. El 3 de abril se iniciaron los vuelos directos entre La Palma y Gran Canaria con aviones Fokker F-27.
La inauguración oficial se celebró el 15 de abril de 1970, cuando el Boletín Oficial del Estado publicó la disposición del Ministerio del Aire que autorizaba la apertura del nuevo aeropuerto y el cierre del anterior (el aeropuerto de Buenavista). Ese día, el primer vuelo a Tenerife operó desde el aeropuerto de Buenavista y el segundo lo hizo en el nuevo aeropuerto de La Palma dos horas después.
El aeropuerto heredó los códigos SPC y GCLA del antiguo aeropuerto de Buenavista, que quedó cerrado al tráfico civil y sólo recibió algún vuelo militar antes de ser clausurado definitivamente.
Durante 2009 registró 1.042.969 pasajeros, 19.741 operaciones y 1.083.782 kg de carga
Se trata de un pequeño islote de unos 4,5 km² situado al noreste de la isla de Fuerteventura. Separados por el Estrecho de la Bocaina, cuya profundidad no excede de los 30 metros. La isla puede ser vista con claridad desde Corralejo. Su nombre se debe a que en el pasado habitaban en la isla focas monje o fraile del mediterráneo (conocidas también como lobos marinos), ahora en peligro de extinción. Los pescadores eliminaron la especie, ya que pensaban que su voracidad reducía los recursos marinos de la zona. Cada uno de estos animales necesita entre 30 y 40 kg de pescado al día. Se están realizando esfuerzos de reintroducción de los lobos marinos, a pesar de la negativa de los pescadores.
Playa de la Concha en la Isla de Lobos.
Forma parte del Parque Natural de las Dunas de Corralejo e Isla de Lobos. Alberga más de 130 especies vegetales y varias especies de aves, destacando la gaviota argéntea, la avutarda (en determinadas épocas del año) y la pardela cenicienta. Los fondos marinos son área de reserva submarina y contienen una gran riqueza ecológica.
Su máxima altura se encuentra en La Caldera, de 127 m
Tiene una superficie de 15.765 metros cuadrados y también es conocido como Roque del Infierno. Este es otro de los islotes deshabitados más pequeños del Archipiélago Chinijo, con un largo que alcanza los 255 metros, con una altura de 41 metros.
Prácticamente inaccesible, es un monolito de roca que sobresale del mar, resto de un cono volcánico, de materiales basálticos, desmantelado por la erosión. Situado al noroeste de Montaña Clara de la que lo separan menos de 100 metros.
El nombre con que generalmente aparece en la cartografía antigua es el de Roquete.
«No es posible imaginarlo sin verlo; ni comprenderlo en toda su grandeza trágica sin haberlo, con angustia en el alma, alguna vez temido. Más que una isla, es un enorme peñón, un bloque de granito surgiendo, como una infernal aparición, del seno turbulento de las aguas en aquellos mares salvajes».
De esta forma describe el escritor de Teguise, José Bethencourt Cabrera, más conocido por su seudónimo de Ángel Cabrera, el diminuto Roque del Oeste. Precisamente lo hará protagonista, en su novela La Lapa, del naufragio de El Corneta, un barquillo velero que estaba al servicio de los faros de las Islas.
El Roque del Este es uno de los islotes deshabitados más pequeños del Archipiélago Chinijo, Situado a 12 km al nordeste de Lanzarote, es el punto más al este del Archipiélago.
De origen volcánico, presenta una forma de L invertida. En su escasa superficie destacan dos alturas, situadas a ambos extremos. La mayor, al norte, posee 84 metros, mientras que al sur no se alcanzan más que 63 metros.
Uno de los elementos singulares de su relieve es El Campanario, una curiosa forma de la roca, labrada de forma natural, en un dique que aflora en su sector noreste. Precisamente en su base se encuentra uno de los elementos más característicos del islote: un túnel submarino con una longitud de 100 metros y un diámetro que oscila entre los 5 y 10, que lo atraviesa de norte a sur.
Lo escarpado del roque lo hace casi inaccesible, pero existe un desembarcadero conocido como La Cueva.
La erosión marina ha desmantelado este edificio, dejando solamente los restos de los materiales piroclásticos que formaban un doble cono volcánico.
Está situada al norte de La Graciosa, quedando separadas ambas por un canal de menos de 2 km. de ancho y de menos de 20 m. de profundidad, denominado Río de Montaña Clara. Tiene 1'12 km² y una altura máxima de 256 m. en La Caldera, siendo sus paredes sumamente acantiladas.
El nombre de este islote sí ha tenido variación al cabo de la historia. Todas las referencias antiguas a esta isla, ya sean cartográficas o de textos históricos, hasta el siglo XVIII, se hacen con el nombre de Santa Clara, así los textos en las historias de Torriani, de Abréu y de P.A. del Castillo, y de las cartografías de Valentim Fernandes (1506), de Íñigo de Briçuela y Próspero Casola (1635) y de P.A. del Castillo (1689). Es a partir de la cartografía de Riviere y de la Historia de Viera en que se normaliza su nombre como Montaña Clara. Con más precisión: es Viera y Clavijo quien atestigua el intermedio de las dos denominaciones, pues dice que se llama de las dos maneras: Montaña Clara o Santa Clara (1982a: I, 52). Todavía a fines del siglo XIX, Olivia Stone, en el relato de su viaje a Lanzarote, cita a la isla como «Santa (o Montaña) Clara» (1995: 313), seguramente por utilizar dos fuentes distintas de información: una cartografía antigua, que la nombraría «Santa», y la tradición oral, «Montaña».
El archipiélago Chinijo es un conjunto de islas que se encuentran al noreste de las islas Canarias, frente a las costas del norte de Lanzarote. Lo integran las islas mayores de Montaña Clara, Alegranza y La Graciosa (la única habitada con 648 habitantes, Instituto Nacional de Estadística 2008), así como los pequeños islotes de Roque del Este y Roque del Oeste. El nombre procede del vocablo local chinijo, que quiere decir "pequeño", en alusión a su condición de miniarchipiélago dentro de las islas Canarias.
Está situado sobre una amplia plataforma submarina de menos de cien metros de profundidad, aunque en algunos puntos puede llegar a alcanzar los doscientos metros. Posee unas 19.270 hectáreas que pertenecen al municipio lanzaroteño de Teguise, en la provincia de Las Palmas.
Cuenta con los espacios protegidos de la Reserva Natural Integral de Los Islotes y el Parque Natural del Archipiélago Chinijo. El parque tomó su condición de espacio protegido en 1986, y fue reclasificado y reconocido como Zona de especial protección para las aves en 1994.
Este archipiélago constituye la reserva marina más grande de la Unión Europea con 700 kilómetros cuadrados
Fue construida en 1797 por orden del comandante general de Canarias, Marqués de Branciforme, y gracias a la suscripción popular. Era el lugar de paseo de las familias santacruceras, y era un auténtico balcón al mar, desde el que se pudo contemplar la llegada de personas al puerto capitalino.
El entorno ha sido restaurado recientemente siguiendo el proyecto de los arquitectos suizos Herzog & De Meuron. La obra ha incluido la reconstrucción de una réplica del pórtico de La Alamenda, a imagen del original.
La obra fue realizada por un ingeniero militar (como la mayoría de las más importantes llevadas a cabo en Canarias en el siglo XVIII), Amat de Tortosa.
Su nombre oficial fue perdiendo peso entre los vecinos de la capital, conociendose durante muchos años como Alameda del Muelle o Alameda de la Marina e incluso como Los Paragüitas, cuando allí se instalaron paraguas para evitar que el sol molestara a los ciudadanos que acudían a pasear.1
La Alameda fue un pequeño jardín público que imitaba aquellos de las grandes ciudades, surgido al abrigo de los gustos de los ilustrados; un sitio acotado por donde pasear, engalanado con algunas figuras y objetos decorativos. La construcción de la Plaza del Príncipe en el siglo siguiente la dejó obsoleta, estando a punto de desaparecer en diversas ocasiones.
Poggi y Borsotto la describe en torno a 1881 con un largo de ochenta varas y con tres paseos para deambular. La vegetación estaba constituida, en su mayoría, por plátanos del Líbano y algunos tamarindos. Casi al fondo se ubicaba una fuente de mármol blanco de Carrara, procedente de un taller genovés. Al final concluía el paseo ante una estatua, también de mármol blanco, que representaba siguiendo el relato de Poggi, una alegoría del tiempo.2
La cercanía del mar hizo morir a la vegetación del recinto, una situación que terminó gracias a la ampliación de la zona portuaria y la superficie de suelo que Santa Cruz consiguió arrebatarle al océano Atlántico.
Fue mucho tiempo utilizado como mirador de excepción del muelle, desde el que se pudo contemplar la llegada de personas como el rey Alfonso XIII, el general Primo de Rivera o Francisco Franco.
Las lecheras vestían algo parecido al traje típico que hoy vemos en las romerías, pero a lo sencillo. Iban siempre tocadas del típico sombrero de maga. Pero no de ese sombrerito minúsculo de hoy que es más bien un adorno, sino de un sombrero de maga que le encajaba en la cabeza. El sombrero era necesario para sostener el enorme cesto lleno de cazos que estabilizaban mediante el «ruedo», un paño de tela que disponían en forma de rueda y que también servía para suavizar la presión del cesto sobre el sombrero y sobre la cabeza. La lechera no faltaba nunca a la cita. Todos los días había que comprar la leche y, así y todo, hervirla varias veces hasta la mañana siguiente, porque entonces no había neveras y el blanco líquido se podía «cortar», sobre todo en días de calor. Cuando, por enfermedad o por cualquier contratiempo, la lechera no podía venir, solía encargarle a una compañera que atendiera a su «feligresa», incluso, que recogiera la comida del cochino en las casas donde se la guardaban. Las centrales lecheras terminaron con la venta de leche, puerta a puerta, por aquellas magas, esperanceras en su mayoría, que tan largo e importante papel desempeñaron en la sociedad santacrucera. Primero, muchas de estas mujeres se aprestaron al reparto de los productos de las centrales, pero luego fueron los vehículos de las mismas empresas los que llevaban la leche, en las clásicas botellas, y las dejaban a la puerta de cada casa, como vemos en las películas americanas. Las centrales pioneras fueron Iltesa y Celgan. (escrito por F. Ayala)
Hoy en día, la imagen de la lechera que perdura en el recuerdo, es el de la mujer campesina que, tras ordeñar a sus animales, bajaba con la cesta llena de ‘cacharros de leche’ en la cabeza, por los caminos y veredas que comunicaban La Esperanza con La Laguna y Santa Cruz, con el fin de vender su producto en la ciudad. Esta actividad suponía en muchos casos la única aportación a la economía familiar.
A medida que pasaban los años, el medio de transporte para llevar la leche a la ciudad cambiaba. Se solía utilizar el burro para tal labor, hasta que La Esperanza y otros núcleos próximos, contaron con un servicio especial, la conocida como ‘Guagua de las lecheras’. Con posterioridad, serían los vehículos particulares los que se encargarían del transporte. Era frecuente que el marido ejerciera de chófer para que su mujer pudiera ‘bajar’ a La Laguna y Santa Cruz a vender la leche.
El oficio de las lecheras, con el paso del tiempo fue perdiendo su importancia. Los adelantos técnicos y las múltiples exigencias sanitarias, fueron mermando un oficio tan duro como tradicional, hasta que se convirtió sólo en un recuerdo más de un pasado no tan lejano.
El aeropuerto fue creado tras la petición de Lufthansa de enlazar la isla con Berlín vía Sevilla. Para ello el Cabildo acondicionó unos terrenos en una meseta en la parte alta del municipio de San Cristóbal de La Laguna (una altitud de más de 600 m sobre el nivel del mar), en unos terrenos comprados por el Cabildo de Tenerife. Su primer vuelo data de 1929, un Arado VI procedente de Sevilla como aeródromo con pista de tierra. Durante quince años, recibe diversos vuelos, la Real Orden de 14 de mayo de 1930 aprueba su designación como aeropuerto nacional, se construye la terminal (finalizada en 1943) hasta que el 3 de mayo de 1946, una orden ministerial abre oficialmente al tráfico el aeropuerto y un decreto del 12 de julio lo califica como aeropuerto aduanero abierto a todo tipo de tráfico nacional e internacional. El aeropuerto se convirtió en la principal vía de entrada de turistas hacia Tenerife, y en un lugar de vital importancia para las comunicaciones de la isla.
La pista fue posteriormente ampliada hacia el sur sobre un terraplén de tierra. Los Rodeos cambió en los setenta su denominación por Aeropuerto de Tenerife, sin embargo aún se le conoce por ese nombre.
Fue inaugurado el 25 de julio de 1925 bajo la denominación original de Stadium. En 1950 se aprueba cambiar el nombre al de Heliodoro Rodríguez López, en reconocimiento al que fuera presidente del club. Heliodoro Rodríguez López, en efecto, planteó un proyecto vanguardista para la remodelación total del estadio en aquella época, aunque finalmente no se respetó al completo y la estructura del estadio acabó siendo prácticamente distinta para cada grada.
El Estadio es propiedad del Cabildo Insular de Tenerife.
Calle de Jose Murphy , en ella podemps ver la antigua CASA DE SOCORRO , que tantos servicios prestó al pueblo de Santa Cruz hasta hace unos pocos años.-
nació en el seno de una familia de comerciantes irlandeses afincados en Tenerife, hijo del dublinés Patricio Murphy & Kelly (1735 - 1801) y de la canaria Juana Meade y Sall (1747 - 1802). Desde su infancia, fue educado para la carrera mercantil, a la que se dedicaría hasta que su vocación política se impone frente a la tradición familiar. El 3 de enero de 1799 contrajo matrimonio con su prima Juana Anran y Meade (1774 - 1801) también de ascendencia irlandesa y canaria, de la que enviudaría el mismo año de la muerte de su padre (1801) y de la que tendría dos hijos. Más tarde volvería a casarse con María del Carmen Greagh y Amat. Su carrera política estuvo marcada por la lucha por la hegemonía de Santa Cruz frente a La Laguna y Las Palmas y por la defensa de las libertades comerciales de las Islas. Marchó al exilio tras el derrocamiento del régimen constitucional en 1823. En mayo de 1837 fue nombrado Cónsul General de España en México.
En 1822, una vez iniciado el trienio liberal, José Murphy y Graciliano Afonso son nombrados diputados a las Cortes por Canarias.
Marchó al exilio tras el derrocamiento del régimen constitucional en 1823 y debido a la reacción absolutista, Murphy ha de huir a Gibraltar, de donde partirá de incógnito hacia Tenerife, y de donde partirá desde el Puerto de la Cruz con rumbo a Londres. El 11 de mayo de 1826 la Sala del Crimen de Sevilla le condena a muerte. En mayo de 1837 y tras la amnistía total de los exdiputados a Cortes exiliados que se habían opuesto al absolutismo de Fernando VII, fue nombrado Cónsul General de España en México, cargo que desempeñó durante tres años. Falleció en la miseria en 1841
Arrecife comenzó siendo un simple puerto de entrada de material y personas. Era la puerta de entrada hacia la isla y su capital la Real Villa de Teguise. Allá por 1495 abundan los negreros y piratas en el puerto de Arrecife, lo cual era el comienzo del comercio que era una de las dos razones principales de llegada de personal a la isla. La otra razón era la militar. En ese mismo año la isla contaba con 1000 habitantes de los cuales un centenar vivía ya en el Puerto de Arrecife. En 1503 y con la corriente migratoria existente por la llegada a América, se comenzaron a construir las primeras edificaciones destinadas al comestible y efectos navales. También se comenzaron a construir casas para los obreros que eran pequeñas, con techos a dos aguas, pero sin tejados, solamente recubiertos por la tradicional mezcla de lodo y paja. Esta acumulación de casas dieron origen al barrio de la Puntilla y entorno al cual se levantó una ermita a 68 mtrs. del Charco "La Caldera", bajo el patrocinio de San Ginés, Obispo de Clermont, cuyo retrato, enmarcado, apareciera un día por las orillas de la cala que tomó su mismo nombre. Los continuos saqueos incitan a los habitantes a abandonar la isla y en 1574 el gobernador Pedro de Escobar pide, y consigue, que el Rey prohiba la salida de habitantes. Después de tantos atropellos a los que fue sometido el Puerto de Arrecife, se construye la fortaleza de San Gabriel, en el islote del Quemado. Era una pequeña defensa de unos 40 pies por cada lado, de forma rectangular, con sus baluartes de los llamados de punta de diamante. Toda la distribución interior era de madera, la cual ardió totalmente cuando Morato Arráez lo atacó una mañana del mes de Julio de 1586, invadiendo luego la isla para marcharse el 23 de Agosto del mismo año, después de la firma del tratado con Argote de Molina. Cuenta la historia que por aquellos años y dada la falta de acometividad en los soldados, las mujeres lanzaroteñas tuvieron que salir al campo de batalla.
En 1590 llega al Puerto el ingeniero italiano Leonardo Torriani quien llevó a cabo el actual sistema defensivo del Castillo de San Gabriel, que comprende el amurallamiento almenado, barbacana principal, nueva distribución interior, y los Puentes de Las Bolas.
El Puerto de Arrecife en particular y los de Canarias en general, sufrieron grandes males por parte de mercaderes piratas, estafadores y por la poca organización de La Corona hacia ellos. En 1720 Canarias se vio inundada de lo que se llamó "realillos falsos" que eran monedas sin peso legal extraídos de un barril de arenques por arte de birlibirloque. La consecuencia de estos "realillos falsos" fue una voz de alarma "la moneda no vale" que causó cierres de tiendas y evaporándose las mercancías de primerísima necesidad. Al año siguiente 1721, y por si no había demasiados males, se desencadena un formidable huracán, que asola gran parte de la geografía insular, llegando a morir sus habitantes de pura necesidad. Por si fuera poco el siguiente año 1722 fuertes vientos destrozaron lo poco que quedaba en pie. En 1723 varias familias procedentes de Tenerife y Lanzarote se fueron a Veracruz.
Sobre 1726 muchos habitantes del interior buscaban cobijo en el Puerto de Arrecife viviendo en miseras casuchas construidas sin orden ni concierto. Esta huida estaba ocasionada en gran parte por las convulsiones y rugidos del subsuelo. El 1 de Septiembre de 1730 comienzan las presentidas erupciones, que están consideradas cómo las más importantes de la historia del vulcanismo, las cuales terminaron el 16 de Abril de 1736.
Entre 1778-79 D.Carlos III ordenó que se construyese un castillo en el Puerto de Arrecife, hacia su extremo norte, y que dominara el refugio de Puerto de Naos, entre las bocas de San José y del Perejil, años atrás atacado por los corsarios ingleses Lord Anson y Hawque con el propósito de robar las embarcaciones que habitualmente invernaban allí. Hubo duelo de artillería con el castillo de San Gabriel, que domina el Arrecife principal y cuyos fuegos apagáronse dos veces. Un piquete de cien marinos desembarcó por la cala de Los Mármoles y los isleños, empleando a los camellos con tanques, destrozaron aquellas fuerzas inglesas. Pero desembarcados nuevos refuerzos, la suerte de los dromedarios resultó un descalabro, pues las bestias heridas y asustadas por la artillería se revolvieron contra sus conductores, a quienes atacaron a mordiscos, estando a punto de ocurrir una verdadera catástrofe. Los ingleses, al no ver las embarcaciones que buscaban, y que suponían abrigadas en la cala de Puerto de Naos, reembarcaron su destacamento y se fueron por donde habían venido. Por la escasez de alimento y la miseria de ese año se denominó al Castillo de San José, la Fortaleza del Hambre situada sobre un cantil de unos 70 metros de altura y ocupa una superficie de 700 m2, su forma es semicircular y su puerta principal mira al norte. Por muchas razones entre otras la de mitigar la miseria de 1778-79, la muerte del Rey de España, D. Carlos III, acaecida en diciembre de 1788 fue muy dolorosa para Lanzarote, en particular, para el Puerto de Arrecife, cuyos regidores proclamaron luto en toda la isla.
Existía el Puerto de la avenida de La Marina, que el 29 de Junio de 1792 y de la mano del Obispo don Antonio Tavira y Almazán inauguró el muelle llamándolo muelle de Las Cebollas (actualmente hecho un espléndido Parque).
El 25 de junio de 1798 el Obispo don Manuel Verdugo y Alviturria, natural de Las Palmas, crea la Parroquia de Arrecife (actual Iglesia de San Gines). Lanzarote cuenta ya con 4.705 habitantes de los cuales pertenecen al Puerto 600. El primer parroco de Arrecife fue D. Francisco Acosta Espinosa. Dice la tradición que un cuadro de San Ginés apareció flotando en el Charco y desde entonces los "porteños" lo convirtieron en Santo Patrono de Arrecife.
A partir de 1813 la vida vuelve a hacerse casi imposible en toda la geografía insular, registrándose, además de la sequía, grandes terremotos, que no cesarían hasta 1824 en que comenzaron las erupciones de los volcanes Clérigo Duarte, Cuervo y Tinguatón.
El 17 de marzo de 1852 se nombra a Arrecife Capital de la isla (se comenta que hay un escrito de 1847 en el que se dice que se traslada la parte administrativa de Teguise y otro en 1849 en el que Teguise pide volver a ser Capital de la Isla, lo cual significaria que Arrecife fue nombrada Capital en 1847. Nosotros no hemos visto esos documentos por eso no podemos afirmarlo). En octubre de 1857 el Ayuntamiento de Arrecife instala su primer alumbrado público, a base de los típicos faroles de petróleo. En ese mismo año comienzan las obras del nuevo cementerio.
El decreto de 23 de octubre de 1883 decía que debía pasar por Lanzarote el cable de telégrafo, aunque por abuso de su cargo Juan Ravina lograba el amarre con Tenerife, por lo que así se truncó una vez más el legítimo desarrollo de esta isla.
Segun la memoria de nuestros mayores, la vida en Arrecife giraba alrededor de los muelles, tanto el de Puerto Naos como el de La Cebolla o el Comercial. En Puerto Naos el movimiento de sal era muy importante, los pescados se abrian, se salaban y despues se tendian para su posterior venta.
Algunos barcos se reparaban en lo que se llamaba "el calinero" que era como una playita que habia donde actualmente esta Agramar. En estos trabajos tenian gran importancia los herreros, que por medio de sus fraguas lograban "soldar" los hierros a base de calor. (en aquellas epocas no existian las soldaduras). Los herreros como Maestro Antonio, le hacian a los hierros como unas cuñas que las llamaban "escarvas" y despues los calentaban hasta que llegaban a tener un rojo-amarillento casi al punto de fundirse y entonces los fundaban uno encima de otro y los unian a base de golpes. Tambien usaban una pasta a la que vulgarmente llamaban "mierdilla" que les ayudaba a pegar los hierros. Anteriormente usaban arena que traian los barcos de Cabo Blanco la cual contenia bora.
Habia un barco de Antonio Armas, que se llama "Las Telenas" que se dedicaba al transporte de mercancias entre las islas. Despues para el transporte de pasajeros existia un barco que le decian "El Correillo", ya que era este el que traia la correspondencia a la isla. Este barco venia a Lanzarote los martes y los viernes. Los viernes los jóvenes se vestian de bonito para ir al muelle a recibir al correillo ya que las muchachas también estaban por allí y terminaba siendo una buena ocasión para hacer una fiesta.
Las gentes de San Bartolome bajaban a Arrecife a vender batatas,etc. y dejaban los burros amarrados en un hoyo que cuando llovia utilizaban los niños para usar los jolateros, mientras que los de la Tiñosa vendian pescado en "el echadero de los camellos" que era un llano a la altura de la calle Zerolo.
También comentan que donde actualmente esta Fube, había un campo de futbol con gradas hechas de cantos y que anteriormente fueron unas salinas.
Se celebraban Bailes del Candil en las casas particulares. Estos bailes se llamaban asi porque duraban lo que duraba el candil encendido. Uno de esos lugares era donde existia un antiguo molino cerca de La Harinera por la calle Tenerife.
Había un hospital al lado del mercado (La Recova).
datos : http://www.webdelanzarote.com/arrecife.htm
Ante el anuncio de la compañía Luft Hansa, en el verano de 1929, de volar desde Berlín a Tenerife, el Cabildo Insular opta por habilitar un aeródromo provisional para atender ese vuelo. La premura de tiempo aconseja utilizar el llano de Los Rodeos, donde el cabildo acondiciona una superficie de 17 hectáreas, que arrienda para la ocasión. Las obras se concluyen a finales del verano, pero la llegada del avión de Luft Hansa deberá esperar: una avería obliga al aparato a regresar desde Sevilla a Berlín cuando se proponía seguir su vuelo hasta Tenerife. Un segundo intento de la compañía alemana se realiza en el mes de diciembre. El día 5 el avión Arado VI despega de Sevilla, procedente de Berlín, rumbo a Tenerife.
Durante algunos años el Cabildo Insular mantendrá la incertidumbre acerca de la ubicación del aeropuerto. En 1930 solicita al Gobierno la declaración de aeropuerto nacional para el campo de Los Rodeos, así como para los terrenos inmediatos a la bahía de Los Cristianos, ofreciendo el puerto de Santa Cruz de Tenerife como aeropuerto provisional en tanto se realizan las obras necesarias. La Real Orden de 14 de mayo de 1930 aprueba la designación de aeropuertos nacionales del campo de Los Rodeos y de la bahía de Los Cristianos, pero se deniega la declaración de aeropuerto nacional del puerto marítimo de Santa Cruz.
En 1936 el cabildo comienza las obras de mejora del campo de Los Rodeos, que cuenta por entonces con una superficie de 43 hectáreas. Tras el paréntesis que supuso la guerra civil, el aeropuerto se reabre al tráfico el 23 de enero de 1941, con la llegada de un avión Dragon Rapide de la compañía Iberia procedente de Gando. En verano se inicia la construcción del edificio terminal de pasajeros y de un hangar para aeronaves, obras que concluyen en 1943.
A lo largo de 1945 se construye la pista de vuelo pavimentada. El 3 de mayo de 1946 una orden ministerial abre oficialmente al tráfico el aeropuerto y un decreto del 12 de julio lo califica como aeropuerto aduanero abierto a todo tipo de tráfico nacional e internacional.
En el año 1949, el aeropuerto comienza a disponer de un gonio y una manga de viento como ayudas a la navegación, a los que se añade en ese año la iluminación de borde pista y un servicio de radio tierra-aire. El aeropuerto se encuentra preparado desde entonces para las operaciones nocturnas.
La declaración de urgencia de las obras de construcción del acceso, en todos sus tramos, que va del aeropuerto a Santa Cruz de Tenerife, da solución a las dificultades que hasta esa fecha suponía acceder al aeropuerto.
A pesar de las obras realizadas en Los Rodeos, el cabildo es consciente de los inconvenientes de su ubicación y de la frecuente presencia de brumas y niebla. Además, la puesta en servicio de los reactores DC-8 en 1962 obliga a las autoridades locales a adoptar una decisión definitiva sobre el futuro de Los Rodeos. La solución más inmediata y económica sigue siendo Los Rodeos, por lo que se aprueba la ampliación de la pista y la instalación de las ayudas a la navegación necesarias. Las obras del campo de vuelos se inician en otoño de 1964; un año después, se acomete la construcción de una nueva torre de control y la ampliación del estacionamiento de aeronaves.
La construcción de la pista 12-30 obliga a canalizar el Barranco del Rodeo, de manera que se soluciona el problema de las inundaciones que periódicamente sufría el aeropuerto. En 1971 se refuerza la pista para poder atender las necesidades de los nuevos Boeing 747 y se instala un sistema de aterrizaje por instrumentos ILS.
En 1978 las autoridades aeroportuarias deciden cerrar al tráfico internacional el aeropuerto de Los Rodeos ?que pasa a utilizarse sólo para vuelos nacionales e interinsulares? y construir un nuevo aeropuerto en el sur de la isla.
En 2002 entra en funcionamiento un nuevo terminal de pasajeros que responde a las crecientes demandas del tráfico aéreo. Actualmente el aeropuerto tiene conexiones con numerosos destinos nacionales e internacionales y se ha consolidado como puerta de entrada a la isla.
Si desea más información, puede adquirir la obra de Juan Carlos Díaz y Luis Utrilla, Historia del Aeropuerto de Tenerife Norte.
El 3 de enero de 1822 el Puerto de Santa Cruz de Tenerife pasó a denominarse Puerto y depósito de primera categoría y, al suprimirse el Consulado de Mar y Tierra (1829), la gestión administrativa fue asumida por la Junta de Comercio, la cual, al darse cuenta de que el muelle era insuficiente a las necesidades mercantiles y a la concurrencia de buques, encargó a Pedro Maffiotte, celador interino de Obras Públicas, que estudiara los sistemas de construcción empleados en los puertos del Sur de Francia y Argel; a su regreso, introduce una técnica consistente en formar un dique a base de prismas de cemento, arrojándose el primero el 10 de febrero de 1847, en presencia de una gran multitud que invadía el muelle.
En el mes de julio, el Gobierno designó para dirigir las obras al tinerfeño Francisco Clavijo y Pló, primer Ingeniero Civil. Clavijo, desaprobando el proyecto anterior de Maffiotte, planeó un muelle capaz para veinte buques de 800 a 900 toneladas que fue elevado a la superioridad el 17 de junio de 1848 y aprobado por la Junta Consultiva de Obras Públicas el 27 de noviembre del mismo año, comenzando su ejecución el 26 de septiembre de 1849.
Como la Real Orden de 5 de julio de 1852 había declarado a Santa Cruz Puerto de interés general, Clavijo tuvo que volver a formular otro proyecto, aprobado en 1864, por el cual se añadirían dos tramos más a la obra primitiva (137,15 metros), formados por un codo de 88,85 metros, que facilitaba la formación de un ángulo hacia el NE y un trozo de 76,85 metros, con lo que comenzaba el muelle a tomar la dirección E.NE; no obstante, el abrigo del puerto seguía siendo malo y los fondos permanecían sin limpiarse, de modo que los buques continuaban fondeando en la bahía y el trasbordo de personas y mercancías se realizaba por el nuevo desembarcadero de viajeros denominado Los Platillos a través del tren de lanchas.
Por Ley publicada en la Gaceta de Madrid, el día 8 de mayo de 1880, el ilustre hijo de Tenerife, Feliciano Pérez Zamora, representante en Cortes y Consejero del Estado, conseguiría para Tenerife la declaración de Puerto de interés general de segundo orden.
Al aumentar el tráfico mercantil, el mismo muelle tuvo que servir de almacén, produciéndose una situación de agobio, pues la parte que se había destinado como descargadero estaba ocupada por comerciantes y consignatarios que no disponían de depósitos propios; de igual forma, los carros y camiones circulaban a su libre albedrío, dado que la administración portuaria no intervenía en estas cuestiones, sino que únicamente lo ofrecía como base para las operaciones marítimas.
En 1881, Juan de León y Castillo terminó el muelle alto del Dique Sur, ensanchó la parte construida del muelle bajo del referido dique y lo prolongó 714 metros más. En 1892 el Ingeniero de Caminos Eugenio Suárez Galván redactó un proyecto de ampliación, con el que se obtenía una superficie abrigada a toda clase de vientos, a la vez que modificaba el perfil del trozo primero del Dique del Sur convirtiéndolo en muelle
En 1902, terminadas las obras de la primera parte y muy avanzada la construcción de la segunda, un violentísimo temporal del Nordeste destruyó gran parte del muelle, derribando 51,24 metros de dique y quebrando los otros tramos que quedaron en situación de inminente ruina, a la vez que destrozó gran número de gabarras y embarcaciones menores. Al hacer la reparación (1916) el mismo ingeniero elevó un informe en el que propone convertirlo en muelle de 545 metros, desviándolo en la dirección Nordeste para ganar superficie abrigada.
En 1913, en la parte baja de la segunda alineación se construyó el desembarcadero de viajeros La Marquesina, formado por cuatro escalinatas de sillería, de las cuales, dos daban acceso directo a una cubierta a cuatro aguas, sustentada por ocho finas columnas de hierro fundido en moldes. Contiguo a estas escalinatas se colocó un pescante, movido a mano, para el servicio de equipajes.
En 1921, el entonces Jefe de Obras Públicas, Prudencio Gualdalfajara, viendo el continuo desarrollo que iba tomando el puerto en el comercio y la navegación, sentó las bases para la construcción definitiva del puerto, pero sería Pedro Matos Massieu quien, en 1923, redactaría el proyecto donde preveía un muelle de 2.196 metros de largo; el ancho pasaría de 10 a 21,5 metros, con lo que dejaría de ser dique y comenzaría a llamarse Muelle Sur.
Con esta ampliación, se dispondrían de 6 m. para el tránsito de vehículos, 14 m. para las operaciones de carga-descarga, 1,5 m. para acera y 2 m. para el parapeto -éste último con locales de oficinas en su interior-, así como un delicioso paseo sobre el malecón. El muro de atraque, con un calado de 12 m. lo hace utilizable por los grandes cruceros de turismo, dado que su profundidad es de 40 m. y la anchura de borneo es de 500 m.
En 1951 quedaría terminado con el proyecto de Miguel Pintor González alcanzando entonces 1.598 m. de largo, de los que 247 m. forman el muelle de Enlace, todo con 10-12 m. de calado.
En la actualidad en el muelle Sur atracan los cruceros de turismo, tiene su base de operaciones el remolcador de Salvamento Marítimo, y dispone de un espacio reservado para la marina de guerra, tanto española como extranjera.
TEXTO DE...Jose Manuel Ledesma
Texto de Melchor Padilla
" En una antigua imagen coloreada de Santa Cruz que tomó el fotógrafo noruego Carl Norman en 1893 podemos apreciar una vista de la bahía de la ciudad en la que se observan en primer plano unos extraños edificios cónicos que estaban situados en la margen izquierda del barranco de La Alegría. Se trata de uno de los exponentes de una de las actividades industriales de más arraigo en las islas: las caleras u hornos de cal.
Esta industria se inició en la etapa de colonización de las Islas y se mantuvo en constante crecimiento hasta fechas relativamente recientes, en que dejaron de funcionar por la aparición de la industria cementera. Los hornos, que se distribuían por toda la geografía regional, elaboraban cal y yeso, tan importantes para el transcurrir diario del archipiélago. En la construcción, la cal se mezclaba con arena y agua para hacer el mortero y también, disuelta en agua como lechada de cal, se usaba para enjalbegar los muros. Asimismo era fundamental para impermeabilizar charcas y aljibes.
En la higiene y la medicina servía como desinfectante en enfermedades contagiosas, para prevenir las infecciones en los enterramientos.
La cal se obtenía mediante un proceso de calcinación de piedras de carbonato cálcico, denominadas caliche, que se importaban de las islas en las que más abunda este material: Gran Canaria y Fuerteventura.
Desde allí era transportada por vía marítima a las restantes del archipiélago, lo que explica que la mayor parte de los hornos se encuentren cerca de la costa; además, debido al peligro inherente al manejo de cal viva, se prefería exportar la materia prima.
En 1996 el Puente Serrador y la Recova de Nuestra Señora de África, el mercado santacrucero, cumplieron medio siglo, dos importantes realizaciones del Mando Económico.
Las obras las promueve dicha institución siendo Capitán General de Canarias, el General Serrador que falleció en Santa Cruz de Tenerife
el día 23 de enero de 1943. ·
Ambos proyectos fueron realizados por el arquitecto tinerfeño Enrique Marrero Regalado, ganador del concurso realizado al efecto.
La dirección de las obras estuvieron a cargo del arquitecto municipal Rumeu de Armas.
Dice María Isabel Navarro, autora del libro "Arquitectura del Mando Económico en Canarias", que los leones que escoltan el puente "conmemoran la gesta del general Serrador en la "Cruzada de Liberación"
El Mercado Nuestra Señora de África, la actual Recova
santacrucera, tuvo una hermana mayor, a la que
popularmente se denomina, la Recova Vieja
el nombre del mercado se le impuso "en recuerdo a la onomástica de la esposa del Genera 1 Serrador':
El puente tuvo un presupuesto de casi cuatro millones y medio de pesetas.
Las obras realizadas fueron muy importantes para Santa Cruz, por cuanto se logró un nuevo punto de contacto de los sectores chicharreros que separaba el barranco de Santos y dotaba a la ciudad de un nuevo mercado.
El Mercado Nuestra Señora de África, la actual Recova santacrucera, tuvo una hermana mayor, a la que popularmente se denomina, la Recova Vieja. Hasta la fecha de apertura del Mercado Nuestra Señora de África, la Recova Vieja abria sus puertas en la plaza de
la Isla de La Madera, junto al Teatro Guimerá, y ya se hacía insuficiente para prestar un adecuado servicio. Con posterioridad este recinto, denominado Palace Royal, fue utilizado por distintos servicios municipales así como recinto deportivo y para la celebración de bailes. Hoy es una sala de arte.
La Recova Vieja siguió abriendo unos dos años más tras la inauguración del nuevo Mercado, pero tras ese tiempo los comerciantes que en el viejo edificio quedaban se terminaron trasladando a las nuevas instalaciones
"El Excmo. Señor Capitán General de Canarias, desde la jefatura del Mando Económico que ostenta, compenetrado con el anhelo de Santa Cruz de convertirse rápil]amente, en aquellos aspectos aún pendientes de realización, en la gran capital que está llamada a ser, ha impulsado ahora una obra que, por su magnitud y trascendencia,
vendrá a resolver esos problemas. Se trata del nuevo
edificio destinado a Mercado Central, cuyas obras comienzan hoy':
Así se expresaba el periódico EL DÍA el 5 de agosto de 1942.
Ese día se iniciaban las obras del nuevo mercado santacrucero.
El costo de las obras se eleva a millón y medio de pesetas y su
terminación está prevista para dentro de seis meses. Para ello se establecen tres turnos en cada jornada laboral
(large)
El buque escuela Juan Sebastián de Elcano es un bergantín-goleta de la Armada Española. Tiene cuatro mástiles con los nombres de Blanca, Almansa, Asturias y Nautilus, nombres de cuatro buques escuela que lo precedieron. Recibe el nombre por el explorador español Juan Sebastián Elcano, capitán de la expedición, tras la muerte de Fernando de Magallanes, que completó la primera vuelta al mundo en 1522. El barco lleva también el escudo de armas de Elcano, que fue otorgado a la familia por el emperador Carlos I tras la vuelta de Elcano de la expedición. El escudo de armas es un globo terráqueo con el lema latino «Primus Circumdedisti Me» («Fuiste el primero en cirrcunnavegarme»).
El casco fue diseñado por la compañía Echevarrieta y Larrinaga de Cádiz, siendo el ingeniero que lo diseñó el bilbaíno y director del astillero entre 1921 y 1931 Juan Antonio Aldecoa y Arias. El mascarón de proa y otras tallas del barco fueron encargados al escultor bilbaíno Federico Sáenz Venturini. Para el diseño de las velas se eligió al proyectista inglés Nicholson. Su primer velamen era de lino y se encargó a la fábrica Ratsey Isapthone de Gosport, una de las importantes firmas inglesas del momento. Las velas de respeto fueron realizadas por la casa Echarne de Gijón. A su entrega, el buque escuela contaba con un motor diésel auxiliar de 800 caballos (unos 600 kW). El precio de coste del barco ascendió en aquella época a 8 189 532,28 pesetas.2
La embarcación cuenta con dos purificadores de agua y un depósito de gasóleo de 265.000 litros que alimenta tanto sus motores de propulsión como sus generadores eléctricos. Con una capacidad de carga de poco más de 600 toneladas puede estar en alta mar durante más de veinte días sin tener que ir a puerto a abastecerse.
Fuente bibliográfica: "Histoire naturelle des îles Canaries I, 2. Les Miscellanées Canariennes. Planches." (Barker Webb, Phillip, 1839)
Este grabado se publicó por primera vez en 1839. Reproduce una vista de un caserío situado en la zona alta de Icod de los Vinos, al abrigo de roquedales que estuvieron sembrados de higueras, áloes, moreras y palmeras. Al lugar se le conocía como Lomo de la Vega.
Es la única imagen dedicada a un ritual funerario de entre el más de medio millar de ilustraciones que ofrece la Historia Natural de las islas Canarias. La comitiva, encabezada por varios miembros del clero, atraviesa el pueblo en procesión llevando al difunto en un ataúd sin tapa hasta el lugar del enterramiento. Se acostumbraba a contratar plañideras –una práctica común también en Europa– que acompañaban, detrás del féretro, a los familiares.
Los enterramientos fueron un problema duradero en las islas. Se sepultaba a los difuntos en los sótanos de las iglesias, con lo cual no sólo se perpetuaban las molestias derivadas de la escasez permanente de espacio para los enterramientos, sino que además esa práctica ponía con frecuencia en serio peligro la salud de la población, sobre todo en época de epidemias. En no pocas ocasiones hubo que recubrir de cal el suelo de las iglesias y cerrarlas durante meses; en consecuencia había que suspender o trasladar las misas y demás ritos religiosos, así como las actividades relacionadas con la enseñanza que desarrollaban en ellas fundamentalmente los sacristanes.
En 1787, cuando la problemática se hacía ya insoslayable, Carlos III dio órdenes de “construir cementerios fuera de las poblaciones, en sitios ventilados e inmediatos a las parroquias y distantes de las casas”. En Canarias esas órdenes se vulneraron durante décadas.
ARRIBADA A SAN SEBASTIÁN DE LA GOMERA. 1743-2016.
Charles Widham a bordo del HMS Monmouth arribó, junto al resto de la expedición, frente a San Sebastián de la Gomera el 31 de mayo de 1743 para atacar y conquistar dicha isla, y el 25 de marzo de 2016 lo hará El Matador con el pacífico ánimo de visitarla. Aproximándonos por el nordeste de la isla pasaremos frente a la Punta de San Cristóbal, nos enfrentaremos a la posición en la que estuvo el fuerte de Buen Paso y nos situaremos en la misma posición en la que lo hicieron los buques británicos que bombardearon la villa. Pero en esta ocasión conociendo el calado de nuestro barco y la profundidad de la bahía, nosotros si nos adentraremos más a la costa, y no nos quedaremos a más de cuatrocientos metros de la playa como sufrieron por un error de comunicación entre los barcos británicos, que creyeron que su calado impediría la proximidad. Error fatal para ellos y afortunado para nosotros. El calado de sus barcos era de menos de seis metros, y la profundidad desde donde atacaron de más de veinte metros.
Confieso que en las últimas semanas mis lecturas sobre nuestro grande Antonio Ruiz de Padrón del libro “La isla transparente” de Manuel Mora Morales, en la que en el 1º tomo narra la vida de la familia en La Gomera (una maravilla de libro), y el hecho de esta visita me han hecho recordar dos grandes acontecimientos. El primero, el propio Ruiz de Padrón, grande entre los grandes, por lo que pienso visitar todos los lugares de referencia del mismo que pueda, y ya daré cuenta de ellos. Y el segundo, recrear el acercamiento y posicionamiento frente a la villa de los buques de la Royal Navy que atacaron la Gomera en 1743.
Ha sido gracias a Carlos Fernando Hernández Bento el que hayamos podido tener conocimiento y documentación de tan importante gesta gomera, que repelieron a una incursión “pirática” muy superior en armamento e instrucción militar con los medios y el pundonor de las milicias gomeras. Carlos lo detalla con un esmerado estudio en su libro “1743. La Royal Navy en Canarias” que francamente lo recomiendo a todo el que desee conocer la historia de tan importante hecho histórico en las Islas Canarias.
Ya hablamos en su momento Carlos y yo que los gomeros tienen que preocuparse un poquito más por exaltar y promocionar su historia. Tienen un hecho histórico maravilloso que pueden recrear, difundir y darle valor, el valor que se merece, que es mucho.
“Honor de La Gomera y nuevo crédito de todas las Canarias fue también su hijo don Diego Bueno de Acosta, cuando, siendo capitán comandante de aquella isla, la defendió de la escuadra inglesa de Carlos Windon (Charles Windham), en 1743. La Gaceta de Madrid publicó esta heroica acción en los siguientes términos: Por carta del mariscal de campo don Andrés Bonito, comandante general de Canarias, con fecha de 23 de junio, se ha tenido noticia que el día 30 de mayo antecedente descubrieron en la isla de La Gomera dos navíos de línea y una fragata de guerra ingleses que, bordeando con pabellón francés, reconocieron el puerto y entrando en él dieron fondo el 31. Y, poniendo bandera inglesa, empezaron el cañoneo contra la Villa y sus dos fuertes, sin que cesase el fuego desde las dos de la tarde hasta el obscurecer, y el siguiente primero de junio le continuaron con el mayor esfuerzo desde que amaneció hasta las 10 de la mañana, que dispuso el comandante inglés escribir al que mandaba la porción de milicias que prontamente pudieron juntarse para la defensa, entregase luego los dos castillos y proveyese su escuadra de abundante provisión de vino, carnes y otros víveres; y que, en su defecto, por conocer inútil la resistencia, arruinará toda la isla sin admitir ruegos ni condiciones. A cuya insufrible arrogancia satisfizo don Diego, capitán de las milicias y comandante, que por su ley, por su rey y por su patria estaba resuelto con sus fieles compañeros a sacrificar gloriosamente la vida y que, si intentase medir las fuerzas con algún desembarco, encontraría más obras que palabras. Y en vista de tan no esperada constancia, resolvió el general inglés tripular sus lanchas y hacer el último esfuerzo, invadiendo la isla y asaltando la Villa; pero, antes de pisar la playa, salieron al encuentro las milicias, soldados y marineros y, desengañado y confuso el comandante inglés, retiró sus lanchas y se hizo a la vela, llevando maltratadas las jarcias y las entenas por el cañón de los fuertes que, siendo de poco calibre, no pudo ofender a los buques. Aunque los ingleses arrojaron 5000 balas contra la Villa, sólo parece que perdió la vida un escribano que había salido a poner en cobro sus papeles, otro hombre y una mujer. “Una escuadra inglesa (escribe Mosieur Desormeauz en su Historia de España) desembarcó sus tropas en la isla de La Gomera; pero fueron vencidas y perseguidas hasta sus propios bajeles por las milicias de la isla”. Ya tres años antes, en 1740, habían los gomeros mostrado a los ingleses su intrepidez nativa. Un corsario de esta nación seguía cierto barco que transitaba de La Palma a Gran Canaria, cargado de variedad de dulces. Refugióse a la playa del Azúcar, de La Gomera, en el valle de Hermigua. Acuden al punto los isleños a su socorro y, aunque el barco pereció contra un roque por precipitación de los marineros, quitaron los milicianos la vida cinco ingleses y aprisionaron a dos. No contentos con esto, el capitán don Pedro Salazar y don Fernando Peraza se entraron armados de sus fusiles en la lancha de la nave perdida, a fin de perseguir la del corsario que huía con toda diligencia”. Extraído de la Crónica de Viera y Clavijo.
Obra documentada de Carlos Fernando Hernández Bento; 1743. La Royal Navy en Canarias. http://amigos25julio.com/index.php…
Entrevista Carlos Fernando Hernández Bento. "La histórica derrota de los ingleses en La Gomera". https://youtu.be/3B3PF2IAJ2w
Plano de San Sebastián en 1849. http://www.eldiario.es/…/San-Sebastian-blanco-negro_6_31887…
Iglesia matriz de la Asunción de San Sebastián de la Gomera. https://es.wikipedia.org/…/Iglesia_Matriz_de_la_Asunci%C3%B…
Ataque pirata inglés a San Sebastián. http://www.lavozdelagomera.com/…/el-ataque-del-pirata-ingl…/
Crónica de un frustrado ataque inglés a La Gomera. http://www.eldiario.es/…/Cronica-frustrado-desembarco-ingle…
RELACIÓN DE FOTOS. 1: Carlos Fernando Hernández Bento, autor de 1743. La Royal Navy en Canarias. 2: Fresco en la Iglesia de la Asunción. 3: Plano de San Sebastián de Francisco Coello. 4: Iglesia de la Asunción. 5: Ubicación del fuerte de Buen Paso. 6: HMS Monmouth en 1758 en una acción de guerra. 7: Charles Widham of Earsham. 8: Miliciano Provincial mediados siglo XVIII. 9: Marines Royal Navy mitad siglo XVIII. 10: Bahía San Sebastián de la Gomera. 11: Iglesia de la Asunción. 12: Fresco de la iglesia de la Asunción. 13: Milicianos en La Palma mediados siglo XVIII. 13: Profundidad de la bahía a unos cuatrocientos metros de la playa.
Nicolás González Lemus
http://eldia.es/…/wp-c…/uploads/2016/10/20161029laprensa.pdf
El astrónomo Charles Piazzi Smyth partió hacia Canarias el 24 de junio de 1856 con la tripulación de su barco a su disposición durante todo el viaje y estancia. Jessie Duncan, su esposa, acompañaría a su marido como su ayudante y esta expedición sería la primera de las muchas aventuras que compartió la pareja. Los Smyth partieron de Southampton, pasaron por Cowes para recoger provisiones y pusieron rumbo a las Islas. Llegaron a bordo del yate ‘Titania’, que arribó a Santa Cruz de Tenerife el 8 de julio. El yate ancló fuera del muelle y los viajeros esperaron para ser interrogados por el oficial de salud, que, con un asistente y un intérprete subió al barco, les hizo algunas preguntas y rellenó la patente de sanidad a cada uno, sin la cual no obtenían autorización para desembarcar.
El auténtico deseo de Piazzi Smyth era realizar una excursión al Teide. Para ello tenía irremediablemente que trasladarse al Puerto de la Cruz (entonces denominado Puerto de Orotava). A las cuatro de la tarde del 10 de julio, Piazzi Smyth y su esposa entraban a caballo en el pequeño puerto pesquero norteño. Se alojaron en la fonda Casino situada en la plaza del Charco, la única que existía en el pueblo entonces. Había sido abierta en 1853 por Nicolás Martínez, donde hoy está ‘El Rincón del Puerto’. A la media hora lo visitaron el vicecónsul británico en funciones, Andrés Goodall, y Charles Smith. Más tarde, desde Santa Cruz, llegó el ‘Titania’ al Puerto de la Cruz con todo el material e instrumentos a bordo. En la sala de billar del hotel, bastante grande, pero vacía, depositaron el material para posteriormente envolverlo. Charles Smith le sugirió la montaña de Guajara, a 2.715 metros de altitud, como mejor lugar para realizar observaciones astronómicas.
En la mañana del 14 de julio partió el grupo del Puerto de la Cruz hacia la montaña. Piazzi Smyth había subido un telescopio de los dos que trajo. Llegó a la villa, tomó el Camino de Chasna y llegó al Portillo, la entrada a la gran caldera de las Cañadas que corona la isla de Tenerife. Soportando un día caluroso, la expedición cruzó Siete Cañadas, que forma parte del Camino de Chasna, antiguo sendero de comunicación entre el norte y el sur de Tenerife, para comenzar el ascenso de Guajara, situada en un extremo de la pared del Círculo de las Cañadas. Llegaron por la tarde del mismo día, el 14 julio. Al día siguiente, ya en lo alto del Guajara, comenzaron a construir un refugio habitable, con gruesos muros de piedra, “a cuya labor de construcción debíamos de dedicarnos todos hasta el último minuto de nuestro tiempo, porque, quizás, de ello podía depender el éxito o fracaso de la expedición” (1).
Pero las salvajes ráfagas de viento les impedían dormir y, en muchas ocasiones, les levantaron las casetas y les tiraron las cámaras mientras Piazzi Smyth intentaba sacar fotografías. Precisamente, se lamentó por la cantidad de puntos y de rayas en sus fotos, tomadas en lo alto del Guajara, cuando se revelaron en Inglaterra.
El ambiente era hostil, seco y ventoso, lo que provocaba unos efectos negativos. Cuenta que, en más de una ocasión, “mientras tomábamos fotografías de varios fenómenos volcánicos, el viento tumbó nuestra cámara y la caseta fotográfica. Nuestro ingenioso carpintero del yate podía reparar estos daños fácilmente. Sin embargo, con frecuencia ocurrían imprevistos. Los más corrientes eran el agrietamiento de la caja de las cámaras o el daño de la placa a causa de la sequedad desértica en el aire”.
Así pues, Piazzi Smyth cambió de idea y pensó que, a más altitud, el lugar donde una noche vio una hoguera encendida 300 metros por encima de la altitud del Guajara, hecha por isleños, probablemente por neveros, sería mejor. Sin lugar a dudas, era Altavista, a una altura de 3.264 metros en el mismo Teide. Piazzi Smyth estaba cansado del Guajara, y aunque las condiciones de observación eran buenas allí, tenía, a veces, molestias por el clima y los fuertes vientos. Para evitarlos decidió trasladarse hasta una altitud incluso mayor.
El 21 agosto, el grupo subía al Teide, hasta Altavista. Además, el emplazamiento estaba cerca de la Cueva del Hielo, lo que le facilitaba el agua más cómodamente que en el Guajara. Piazzi Smyth pensó en subir el telescopio ecuatorial de Pattinson.
“No hacía falta vivir mucho tiempo en Altavista para tener la certeza de que era sin duda alguna el punto donde debíamos instalar el gran telescopio ecuatorial de nuestro amigo Mr. Pattinson. Era cierto lo que nos aseguraron nuestros amigos tinerfeños, que era imposible la subida del telescopio, pero como los intereses de la ciencia exigían su instalación, decidí bajar y ver cómo se podía resolver la cuestión”.
Mientras Piazzi Smith y su esposa descendieron del Teide para solucionar el problema del telescopio ecuatorial de 7¼ pulgadas depositado en el Puerto de la Cruz, Carpenter y el resto de hombres comenzaron a construir los muros de protección en Altavista. El telescopio ecuatorial de Pattinson estaba embalado en tres enormes cajas por cuyo peso era imposible subirlas hasta Altavista. Pero un relojero alemán apellidado Kreitz, cuyos conocimientos de mecánica eran amplios, logró desmontar las pesadas piezas metálicas de la base, extrajo los ejes del anclaje, quitó los anillos, las abrazaderas y las piezas ópticas y lo embaló en trece cajas. De esa manera el telescopio pudo ser transportado en siete caballos. El 30 de agosto comenzó Piazzi Smyth su nueva ascensión al Teide con el telescopio de Pattinson para experimentar aún mejor el espectáculo del firmamento.
Cuando llegó a Altavista ya habían construido el refugio. Se trataba de unos muros de 1,20 metros de ancho y 1,82 de alto, formando unas cinco habitaciones en un recinto de piedra de unos 55 metros cuadrados (2). En su interior instalaron el telescopio con toda la prudencia que demandaba su montaje y el carpintero del barco construyó una silla para observar. El observatorio estaba completo. El 4 de septiembre, en una noche clara para la observación, Piazzi Smyth pudo comprobar la excelente calidad del aparato por la perfecta definición de las estrellas y los componentes de las estrellas dobles. Observó 56 estrellas dobles seleccionadas por su padre en el libro ‘Ciclo de objetos celestiales’, haciendo medidas de sus separaciones y tomando nota de los colores de sus componentes (3). También en Altavista las imágenes telescópicas de planetas, y, en particular, de Júpiter, cerca del cenit, eran magníficas, “una vista muy diferente de cualquiera de las obtenidas por astrónomos europeos durante muchos años”. Los dibujos de Piazzi Smyth de Júpiter son impresionantes. Estuvo tres noches dedicado a la observación del planeta, llegando a afirmar que las bandas que cruzan su disco eran zonas nubosas. Se le había sugerido que hiciera observaciones de las manchas solares, pero como estaba cerca del periodo mínimo de tales manchas, no pudo conseguirlo. Con una lente de 500 aumentos vio perfectamente Saturno y sus anillos, distinguiendo con claridad el exterior.
La mañana del 17 de septiembre, Piazzi Smyth levantó el campamento y el 19, después de 65 días en las Cañadas del Teide (del 14 de julio hasta el 19 de agosto en lo alto del Guajara y el resto del tiempo en el refugio de Altavista), Charles, Jessie y el resto del grupo abandonaron el lugar con destino al Puerto de la Cruz. Pernoctaron de nuevo en la fonda Casino, mientras el ‘Titania’ estaba anclado en la rada de Santa Cruz. Se dedicaron a pasear y hacer turismo. Visitaron el famoso drago y la residencia de Charles Smith, en el Sitio Litre del Puerto de la Cruz.
Durante los meses de estancia, el astrónomo británico y sus ayudantes en Tenerife reunieron una buena cantidad de observaciones magnéticas, meteorológicas y astronómicas, tanto en el Guajara y en el Teide como a nivel del mar. Piazzi Smyth hizo también un enorme esfuerzo por obtener datos de las características geológicas de las Cañadas y examinó la Cueva del Hielo. Cuando entregó el ‘Informe sobre la Expedición a Tenerife a la Royal Society’ de Londres para que se editara (constaba de 10 volúmenes), el 2 de junio de 1857, la sociedad londinense pidió opinión a sir John Herschel, catedrático de Astronomía de Cambridge, a James Challis y al geólogo sir Charles Lyell, entre otros. Pero todos apoyaron el informe con matices, incluso algunos con duras críticas.
El Almirantazgo publicó un resumen de 138 páginas en 1859 con el título ‘Report on the Tenerife Astronomical Experiment of 1856 addressed to the Lords Commisioners of the Admiralty’, al mismo tiempo en Londres y en Edimburgo. La Royal Society de Londres nunca consideró la posibilidad de publicar los 10 volúmenes. Sin embargo, con algunas omisiones, se publicaron los resultados en la ‘Physical Transactions of the Royal Society’, en 1858 (4). Piazzi Smyth se desilusionó cuando “le devolvieron la colección después de varios meses” (5) y se quejó furiosamente.
Después del rechazo inicial de sus fotografías por la Royal Society y por el Almirantazgo, y mientras preparaba su relato oficial, Piazzi Smyth buscó otra forma de publicar su aventura y las fotos. Fue cuando se dirigió al editor Lovell Reeve (1841-1865), el cual mostró un gran interés por la fotografía estereoscópica, hecho que le facilitaría a Piazzi Smyth la publicación, en 1858, de su libro ‘Tenneriffe: an Astronomers Experiment’, el primer libro publicado con fotografías de este tipo.
En junio pasado se cumplieron 160 años de la visita de Charles Piazzi Smyth a Canarias para realizar observaciones astronómicas en el Guajara y en el Teide, siguiendo los postulados establecidos por Isaac Newton: en las cimas de las montañas más altas se pueden alcanzar mejores observaciones del Universo. Con su llegada, en 1856, a las Cañadas del Teide comenzó realmente el desarrollo de la astronomía en Canarias (6).
(1) PIAZZI SMYTH, Charles (1858). ‘Teneriffe, an astronomer’s experiment or Specialites of a Residence above the clouds’. Lovell Reeve. London (existe traducción al español de Emilio Abad Ripoll con el título ‘Más cerca del cielo. Tenerife, las experiencias de un astrónomo o pormenores de un período de estudios por encima de las nubes’. Idea. Las Palmas de Gran Canaria, 2002). p. 100.
(2) Ibídem. p. 241.
(3) BRÜCK, H.A. y BRÜCK, M.T. (1906) ‘The Peripatetic Astronemer. The life of Charles Piazzi Smyth’.
Quitar: Adam Hilger. «Bunbury’s letters to his father» publicadas por su cuñada Henry Lyell en ‘The life of sir Charles’ J.F. Bunbury.London.p. 62.
(4) Physical Transaction.. 148 -1858- (645).
(5) GONZÁLEZ LEMUS, Nicolás (2006) ‘El Teide y la aventura astronómica en Canarias. Charles Piazzi Smyth y el nacimiento de la astronomía isleña’. Anroart Ediciones. Las Palmas de Gran Canaria. p. 111.
(6) Veáse, GARCÍA PÉREZ, José Luis (1988). ‘Viajeros ingleses en las Islas Canarias’. Caja General de Ahorros de Canarias. Santa Cruz de Tenerife. pp. 301-316.
NATURALISTAS, EXPLORADORES Y VIAJEROS ANTE EL PAISAJE CANARIO
José M. Oliver Frade, Coordinador de Fran-Can, Grupo de Investigación de la Universidad de La Laguna
http://tallerdeaccionescreativas.blogspot.com.es/…/naturali…
Tras el “redescubrimiento” del Archipiélago Canario, a finales de la Edad Media, los viajeros europeos que frecuentaron las Islas han desempeñado –gracias sobre todo a los textos en los que han plasmado sus observaciones, experiencias e impresiones– un papel fundamental en la (re)construcción de nuestra historia, así como en el conocimiento de nuestro medio natural, físico y social, de nuestras costumbres, de nuestra cultura, del mismo modo que han contribuido a propagar la imagen de Canarias por todo el mundo, bien a través de sus libros de viaje y de sus estudios científicos, bien por medio de sus creaciones literarias. Así lo atestiguan nombres como los de Thomas Nichols, André-Pierre Ledru, Alexander von Humboldt, Jean Baptiste Bory de Saint-Vincent, Leopold von Buch, Sabin Berthelot, Francis C. Mac-Gregor, Charles Piazzi Smyth, Elizabeth Murray, Olivia Stone, René Verneau, Joseph Pitard, Jean Mascart, Jules Verne, André Breton, Agatha Christie o Michel Houellebecq, entre muchos otros. A esta empresa de difusión se debe sumar, asimismo, la labor gráfica realizada por los dibujantes de las distintas expediciones que recalaban por estas tierras o por los ilustradores de las publicaciones derivadas.
En todo ello, y como no podía ser de otra manera, el paisaje insular ocupa un lugar más que destacado. Como resulta imposible en estas páginas dar cuenta de la impresión que produce la naturaleza canaria en la escritura de estos viajeros, me limitaré a esbozar algunas ideas que se complementarán con textos de distintos viajeros que plasmaron sus impresiones en distintas obras que vieron la luz a lo largo del siglo XIX y primeros años del XX. En primer lugar, se hace necesario señalar que los autores de estos textos son viajeros que encuentran en la escritura la mejor manera –si no la única– de trasladar sus hallazgos y sus vivencias para así compartirlas con sus futuros lectores. De este modo, en los relatos de viaje se conjuga el afán de proporcionar una información detallada y veraz con el deseo o la necesidad de expresar unas emociones, lo que hace que, sobre todo a partir de finales del siglo XVIII, se pueda percibir una mayor presencia de un yo confidencial y solitario que anuncia una nueva función en este género literario que aspira a superar la oposición entre el poder de ensoñación y la autenticidad histórica. Como ejemplo se suele recurrir a autores de la talla de Chateaubriand (Itinéraire de Paris à Jérusalem, 1811) o de Lamartine (Voyage en Orient, 1835), pero esa preocupación por combinar objetividad y subjetividad tal vez se pueda apreciar más nítidamente en viajeros escritores como los que aquí se traen, que se permiten expresar libremente su visión particular de lo vivido sin descuidar en absoluto el objetivo científico y el criterio utilitario que rigen su escritura.
Antes de proseguir conviene recordar que los autores de los que nos vamos a servir están contagiados, de una u otra manera, por la estética romántica que impera en toda Europa a lo largo del siglo XIX, lo que les predispone ya a que la experiencia del viaje –desde los preparativos hasta su culminación– suponga ya todo un revulsivo y que su encuentro con una realidad distinta provocará una multiplicidad de emociones y sensaciones que se verán impulsados a trasladar al papel. Los barrancos, las zonas boscosas, la exuberante vegetación, los parajes volcánicos, las elevadas cumbres y las recortadas costas, pero, en particular, el Teide, rodeado de su eterno mar de nubes, son los elementos del paisaje canario que les resultan más llamativos a estos singulares visitantes. La percepción de esta naturaleza, exótica y pintoresca a la vez, les conduce a un proceso de interiorización del espectáculo que se despliega ante sus ojos. El descubrimiento de que ellos también son parte integrante de esa naturaleza hace despertar el lirismo personal y recurrir a fórmulas que privilegian la percepción sensorial, en las que predominan metáforas, símiles, personificaciones y descripciones, así como el léxico de las artes plásticas. En esta nueva forma de expresión que intenta conjugar la observación precisa y el análisis riguroso con la expresión de la emoción personal, los autores sentirán con relativa frecuencia la imposibilidad de traducir con sus propias palabras las reacciones que suscita en ellos la contemplación –a veces en un clima de aislamiento y ensoñación– de determinados escenarios. Ello se debe, asimismo, a que la naturaleza que perciben es una naturaleza viva, cambiante, plagada de detalles o de matices que la hacen singular y distinta; de ahí que privilegien aquellos momentos del día en los que es especialmente visible esta mutabilidad, como el amanecer o el crepúsculo, y también aquellos aspectos o efectos caracterizados por su condición fugaz, como la luz, con sus reflejos y sus sombras, los olores o los sonidos y silencios.
Con el fin de ilustrar estos breves apuntes se ofrecen, a continuación, unos fragmentos que tratan de reflejar esa comunión del viajero europeo con el paisaje canario. Sus autores son naturalistas, científicos, marinos o políticos que, a pesar de valerse ocasionalmente de tópicos y de recursos propios de la tradición retórica, supieron imprimir a sus textos una huella personal y un cierto valor estético. Asimismo, ha parecido oportuno acompañar estos textos de unas muestras de la obra gráfica realizada por pintores europeos de la época y que, en la mayoría de los casos, formaron parte de los libros de donde se han extraído estas citas. En cualquier caso, estas páginas no son más que una invitación a conocer el sugerente legado que nos dejaron tantos visitantes extranjeros.
“La vegetación que tapiza las laderas de las montañas embellece todavía más la perspectiva […] Haría falta una mano maestra para llevar al lienzo un cuadro tan impresionante. ¿Qué hacen en París tantos artistas esforzándose vanamente ante cua¬dros pintados por encargo? Que crucen los mares, y en menos de un mes se resarcirán de sus sacrificios frente a esta grandiosa naturaleza, frente a estos señeros macizos, frente a estas rocas devoradas por el tiempo que se destacan sobre un cielo luminoso y proyectan a lo lejos sus largas sombras. Que vengan a contemplar esta escarpada costa, recortada por pequeñas caletas, erizada de arrecifes, socavada por acantilados en los que truena la ola deshaciéndose en un profundo eco” (Sabin Berthelot).
“¡Qué espectáculo! ¡Cuán imponente y sublime! Quedé deslumbrado y tuve que taparme los ojos con la mano. El Pico aparecía ante mí a lo lejos […] Los más delicados matices perfilaban sus contornos; las franjas se prolongaban de derecha a izquierda hasta la lejanía, y la cumbre del Pico, que se destacaba sobre un cielo del más puro azul, erigía su majestuosa cabeza, sola en el espacio: dominaba soberanamente las demás montañas y parecía un rey en medio de su corte (Jacques Milbert). Su ancha base estaba entonces cubierta de nubes, mientras que su cima, iluminada por los últimos rayos del sol, se perfilaba majestuosamente por encima de aquellas […]. No obstante, hay que reconocer que el aislamiento de este Pico en medio de los mares, la presencia de las famosas islas que anuncia desde lejos, los recuerdos que evoca, las grandes catástrofes que proclama, y de las que él mismo es un efecto prodigioso, todo contribuye a darle una magnitud que no podrían alcanzar las demás montañas del planeta” (François Péron)
“[...] el Pico, que se había mantenido oculto durante nuestra estancia en Santa Cruz, se despojó repentinamente de su manto de nubes; la bruma, que hasta entonces, nos había impedido verlo, dejó al descubierto su cúspide desnuda, y así pudimos contemplar a placer este gigante de los mares, cuya imponente masa parecía seguir creciendo al dibujarse en el vacío de las sombras. ¿Quién no se emocionaría ante semejante espectáculo?” (Barón de Bougainville).
“Sin necesidad de ir más lejos en esas descripciones, uno se da cuenta de que la vista del Teide es hermosa, ¡más que hermosa, sublime! La cumbre es visible desde casi todos los puntos de la isla. Cuando, entre los reflejos rojos del sol poniente, aparece el Pico, cortado por una cortina de nubes mucho más bajas, nos invade un asombro pueril al ver, a lo lejos, ese triángulo de fuego que se alza hacia el cénit. Y, al amanecer, la admiración se apodera también de nuestra mente cuando lo vemos con su tocado de nieve, bajo los rayos oblicuos de la aurora, cual cono de plata brillante” (Jean Mascart).
“La noche era magnífica, sin nubes y casi en calma. El cielo presentaba un color negro profundo; los destellos de las estrellas tenían una luz tan viva que nos permitía percibir vagamente la vaporosa oscuridad que ocultaba todo cuan¬to se hallaba a nues¬tros pies. Cada vez que me levantaba a observar el termómetro, aprovechaba para disfrutar los encantos de un emplazamiento tan hermoso y tan singular. Elevado a esas alturas del cielo, sentado apaciblemente sobre aquel montón de ruinas humeantes, aislado en el océano, vigilante solitario en medio del silencio de la naturaleza, admiraba con devoción la majestuosidad de su sueño, evocaba recuerdos y aguardaba pacientemente el momento en el que iba a satisfacer la curiosidad que me había traído desde tan lejos a uno de los volcanes más antiguos de la Tierra” (Louis Cordier).
“Habría que ser naturalista y entusiasta para hacerse una idea certera de lo que yo sentía. Lo que mis ojos, ávidos de novedad, esperaban encontrar, mi exaltada imaginación se lo representaba bajo la forma de mil quimeras. […] El aspecto agreste de las laderas, la soledad en la que me encontraba, todo me decía que ya no estaba en Francia. Y apenas me atrevía a articular palabra ante el temor de turbar el silencio salvaje de aquel desierto, apenas interrumpido por los silbidos de los pastores que el eco repetía una y mil veces. […] Muy pronto los sonidos se perdieron por completo en el vacío del aire. Fue entonces cuando me di cuenta de que ya era de noche y de que estaba totalmente solo en medio de las montañas” (Alcides D’Or¬bigny).
“Enseguida, a la derecha el mar, el mar de los trópicos con su sonrisa tranquila y su azul profundo, unas veces recortándose sobre el encaje de una palmera y otras mostrándose abiertamente, despliega a lo lejos, bajo las cultivadas laderas y muy por debajo de nuestros pies, sus olas dotadas de una gracia incomparable. Visto desde esta altura, su azul es todavía más profundo y su inmensidad parece crecer. Su rumor sólo se intuye gracias a la banda plateada que bordea las quince leguas que aparecen de improviso ante nuestros ojos. Su soledad y su silencio tienen una voz que estremece hasta lo más profundo” (Gabriel de Belcastel).
“El espectáculo que me rodeaba tenía demasiados atractivos como para privarme de su vista y dedicarme a descansar: la serenidad del cielo, la soledad del lugar, las fantásticas formas de todos esos bloques de lava amontonados alrededor de nuestro refugio, las densas sombras que ocultaban las profundas gargantas por las que habíamos llegado, el Pico, encima de nuestras cabezas, iluminado por la luna con su brillante antorcha, todo eso le hablaba a nuestra imaginación y despertaba el pensamiento” (Sabin Berthelot).
“Desde su umbral, la mirada abarca todo el valle de La Orotava, ¡el más hermoso de la Tierra! A la izquierda, el grandioso Teide alza, deslumbrante en medio de los cielos, su nevada cumbre. Ríos de afilada lava se precipitan, arrojados impetuosamente, desde el cráter y se fraguan en Las Cañadas en formas fantásticas. Más allá, en las empinadas laderas, se escalonan densos bosques de laureles y, a los pies del gigante, las plataneras y los altivos penachos de palmeras centenarias cimbrean bajo la brisa. En la costa, orlada de nume¬rosos promontorios, el Puerto de la Cruz inundado de luz; luego, difuminados por una imprecisa lejanía, Los Realejos, San Juan, los dos Icod, perdidos en la blancura de las jaras. Por fin, a la derecha, el velo azulado del mar que parece unirse al infinito añil del cielo por medio de no se sabe qué misteriosa costura” (Joseph Pitard).
“Hay que haber respirado el perfume de los bosques para poder concebir todos los deleites que disfruta el alma al sentirse penetrado por esta atmósfera vital […] La tranquilidad de los parajes, su imponente aspecto, sus bellezas vírgenes, disponen el pensamiento a la meditación” (Sabin Berthelot).
Imagen 1: J.J. Williams (?), Vue de la côte de Ténériffe depuis la Vallée d’Icod à la Rambla, in Philip Barker Webb y Sabin Berthelot, Histoire naturelle des îles Canaries, I.2. Les Miscellanées Canariennes, París: Béthune éditeur, 1839.
Vista de la costa de Tenerife desde el Valle de Icod hasta La Rambla
Imagen 2: J.J. Williams, Vue de Ténériffe par la pointe d’Anaga d’après M. Bory de St Vincent, in Philip Barker Webb y Sabin Berthelot, Histoire naturelle des îles Canaries, I.2. Les Miscellanées Canariennes, París: Béthune éditeur, 1839.
Vista de Tenerife desde el mar frente a la Punta de Anaga, según M. Bory de St Vincent
Imagen 3: J.J. Williams, Vue du Pic et de la vallée de La Laguna, prise à l’entrée de la forêt de Las Mercedes, in Philip Barker Webb y Sabin Berthelot, Histoire naturelle des îles Canaries I, 3. Les Miscellanées Canariennes. Planches, París: Béthune éditeur, 1839.
Vista del Pico y del valle de La Laguna, tomada a la entrada del monte de Las Mercedes
Imagen 4: Charles Smith, Paisaje de Las Cañadas. Acuarela (63 x 48 cm). Siglo XIX. Colección particular.
Imagen 5: Alfred Diston, Volcán humeante. Acuarela (9 x 19,5 cm). Siglo XIX. Colección particular.
Imagen 6: J.J. Williams, Vue du Barranco de Badajos, prise de la Gorge du Cabouco, district de Guimar (Ténériffe), in Philip Barker Webb y Sabin Berthelot, Histoire naturelle des îles Canaries I, 3. Les Miscellanées Canariennes. Planches, París: Béthune éditeur, 1839.
Vista del Barranco de Badajoz, tomada desde la Garganta del Cabuco, distrito de Güímar (Tenerife)
Imagen 7: Alfred Diston, Volcano in Lanzarote, october 1824. Seen from on board the comercial packet, at 4 leagues of bearing N.N.W. Acuarela (15,9 x 21,1 cm). Siglo XIX. Colección particular.
Volcán en Lanzarote, octubre de 1824. Vista tomada estando a bordo del paquebote comercial, a 4 leguas en dirección nornoroeste.
Imagen 8: J.J. Williams, Vue d’une partie de la Vallée d’Orotava, prise aux environs du port, in Philip Barker Webb y Sabin Berthelot, Histoire naturelle des îles Canaries, I.2. Les Miscellanées Canariennes, París: Béthune éditeur, 1839.
Vista parcial del Valle de la Orotava, tomada en los alrededores del Puerto de la Cruz
Imagen 9: Charles Smith, Paisaje del norte de Tenerife. Acuarela (63 x 48 cm). Siglo XIX. Colección particular.
Imagen 10: Sabin Berthelot, Souvenir de la Caldera (Île de Palma, 30 Mai 1830)
Autores : St. Aulaire, A. (lith.)
Año : 1830
Fuente bibliográfica : Histoire naturelle des îles Canaries I, 2. Les Miscellanées Canariennes. Planches. (1839)
Descripción: Una esquina de la Caldera en La Palma, de vegetación frondosa. En la imagen hay un pequeño riachuelo y un hombre sentado al lado de éste, a la izda., en pose pensativa.
Categoría técnica: Arte gráfico
Método: Litografía
Medio: Cera
Soporte: Papel
Colores: Blanco y negro
Categorías científicas: Biología - Botánica
Lugares: La Palma
Etiquetas: Itinerario y lugares - Paisaje natural (con palmera)
Imagen 11: Sabin Berthelot, Souvenir de la Caldera (Ile de Palma, 30 mai 1830) [fragmento], in Philip Barker Webb y Sabin Berthelot, Histoire naturelle des îles Canaries I, 3. Les Miscellanées Canariennes. Planches, París: Béthune éditeur, 1839.