La Palma             

 

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DEL TORNO DE LA CASA DE LOS EXPÓSITOS DE LA CALLE LA CUNA AL DE LA CASA CUNA DEL HOSPITAL DE LOS DOLORES DE SANTA CRUZ DE LA PALMA:
Fernando Rodríguez Sánchez Para evitar el infanticidio se crearon los hospicios en los que se instalaba un dispositivo ingenioso. Se trataba de un tambor, generalmente de madera, incrustado en un ángulo discreto de la pared. La pieza, que giraba sobre un eje vertical, era hueca y tenía una abertura. Quien estuviera del lado externo podía girar el tambor para insertar, en el hueco, un recién nacido. A continuación, bastaba con dar media vuelta al dispositivo para que el recién nacido se encontrara del lado de dentro. Antes de desaparecer en las sombras de la noche, la madre tiraba de una cuerda que hacía sonar una campanilla para advertir que un pequeño acababa de llegar. Así, con toda discreción, se abandonaba un bebé sin tener que recurrir al homicidio. La Calle la Cuna es nombre dado por los habitantes de la capital palmera para hacer referencia a la CASA DE LOS EXPÓSITOS (hoy Teatro Chico) en ella ubicada hasta que es trasladada al Hospital de Nuestra Señora de los Dolores en 1837, en que dicha calle pasa a llamarse Díaz Pimienta. Así que, en dicho hospital, fundado en 1514 en virtud de Bula del papa León X, no solamente se curaba y se daba misa a los pobres de esta isla y a muchos forasteros que navegaban a las Indias sino que también se utilizaba como CASA CUNA. En el Registro Civil de Santa Cruz de La Palma, el cual data el primer tomo en 1871, ya podemos observar como los encargados de la CASA CUNA describen fielmente las inscripciones de los menores: "A las ocho de la mañana aparece en las puertas de este Hospital de Dolores un niño de un mes de edad, vestido sin ropas y tapado con una mantita azul sin otra señal que ésta, no hay en él documento alguno que diga su nombre, edad, madre o padre”. Los primeros niños huérfanos llevaban un solo apellido, siendo el más utilizado en los primeros tomos el de Sanfiel, pero, con el transcurso de los años, se fueron añadiendo otros, como San Juan, San Gil, San Luis, De La Concepción...La mayoría constan con un solo apellido, aunque algunas niñas llevan de segundo apellido Expósito. El primer bebé inscrito en el Registro Civil lleva el nombre de Epifanio San Fiel Expósito. ANEXO GRÁFICO DOCUMENTAL IMAGEN 1.- Torno, noria de los inocentes o de los expósitos. IMAGEN 2.- Torno, noria de los inocentes o de los expósitos. IMAGEN 3.- Torno, noria de los inocentes o de los expósitos. IMAGEN 4.- Díaz Pimienta llevó el nombre de Calle de La Cuna. IMAGEN 5.- El torno de la CASA DE LOS EXPÓSITOS ya no se ve. IMAGEN 6.- Marcado con la letra D, se observa el antiguo convento franciscano y los jardines. Es el primer plano que se realiza de Santa Cruz de La Palma en 1590 por el ingeniero militar Leonardo Torriani. IMAGEN 7.- Hospital de Dolores de Santa Cruz de La Palma IMAGEN 8.- Francisco Acosta: De hecho, “muchos niños pequeños, bien por madres solteras con pocos y nulos recursos, hijos de sirvientas y quien sabe que algún caso más”, se colocaban en el torno de madera con campanilla. En la foto, bajo la espadaña, existía uno. Es gracioso recordar que estos hijos naturales, alguna vez fueron adoptados por sus propios padres, de modo que se hacía oficial lo que de ninguna otra manera podría hacerse sin escándalo. Hay decenas de actas. IMAGEN 9.- Nicholas Kaye: Tenerife-La Orotava-Calle San Francisco-Hospital de la Santísima Trinidad- tambor giratorio utilizado para dejar hijos naturales o ilegítimos, llamado torno.


Mártires Tazacorte:
BEATO IGNACIO DE ACEVEDO Y 39 COMPAÑEROS BEATOS MÁRTIRES DE TAZACORTE – 15 de julio San Francisco de Borja nombró al P. Azevedo (o Acevedo) provincial del Brasil, y le autorizó para reclutar en Portugal un gran grupo de misioneros y llevar, además, consigo a cinco sujetos de cada una de las Provincias de España por donde pasase camino de Portugal. El Padre General quiso que el P. Ignacio se presentase por última vez al Papa San Pío V e implorase su bendición para aquella floreciente misión. El P. Acevedo solicitó del Papa una copia de la imagen de Nuestra Señora, que la tradición atribuía a San Lucas y se venera en Santa María la Mayor (la Madonna della Neve). Y aunque no se recordaba que se hubiese concedido semejante favor, el Santo Papa no supo negarlo al santo misionero. Se sacaron, pues, dos copias, una de regular tamaño para la Misión y otra pequeña para el P. Ignacio. De regreso a España, en Zaragoza, le dieron por compañero al Hermano Coadjutor a Juan de Mayorga, navarro, de 38 años de edad, hábil pintor, para que con su diestro pincel adornara con sagradas imágenes los nuevos templos de las reducciones. En el noviciado de Medina del Campo se le agregó, entre otros novicios, el Hermano Francisco Pérez Godoy, pariente cercano de Santa Teresa de Jesús. También se le agregaron jóvenes jesuitas del Colegio de Plasencia. La mayor parte los reclutó en Portugal hasta cumplir el número de setenta voluntarios. Unos meses antes de embarcarse, se retiró el P. Ignacio Acevedo con sus compañeros y se dedicaron muy particularmente a la oración, a los ejercicios de caridad y estudio, durante unos cinco meses. El P. Acevedo había tratado con el armador de un barco mercante, llamado "Santiago", y había aceptado poner a su disposición una parte del navío para transportar a los misioneros. Como todos no cabían en él, en el "Santiago" se acomodaron el P. Ignacio con cuarenta y cuatro misioneros; el P. Díaz, con otros veinte, en el navío almirante de la escuadra; y el P. Francisco Castro, con los restantes, en el navío "Os Orfaos". Zarparon de Lisboa el 5 de junio de 1570. Ocho días después arribaron a la Isla de Madeira los siete barcos. A primeros de junio de 1570 salía el pirata Jacques de Sorés con sus navíos de la Rochela, por entonces, importante baluarte de los hugonotes, enemigos jurados de los jesuitas. Esta flota de Sorés pasa husmeando las costas españolas y portuguesas a la búsqueda de alguna importante presa. Al no dar con ella pone rumbo a la isla de Madeira. Intenta acercarse al puerto de Funchal, estando todavía en él la flota de don Luís Vasconcellos, quien trata de defenderse con la artillería de sus barcos y la de la fortaleza de San Lorenzo, que domina ampliamente el puerto. El pirata desiste de su empeño y procura alejarse de la costa. Este hecho inesperado retrasó la salida de la flota. Como el tiempo apremiaba, los comerciantes de Oporto que iban en la nave "Santiago", contrariados por la demora, consiguieron del gobernador, a fuerza de ruegos, navegar a la isla de La Palma (Islas Canarias) para desocupar buena parte de sus mercancías y tomar otras, ofreciendo regresar a tiempo para reintegrarse al grueso de la flota. Así se determinó la partida para el 30 de junio. Antes de hacerse a la mar, el P. Acevedo invitó a confesar a todos los marineros de la nave "Santiago" y les dio la Comunión, en la fiesta de San Pedro. Convocando también a todos sus compañeros, los exhortó a que se dispusiesen para sacrificar sus vidas en defensa de la fe, si Dios se lo pedía; pero si alguno no se consideraba con ánimos podía quedarse tranquilamente en Madeira. Cuatro novicios, en efecto, desistieron de aquel viaje, con lo que marcharon el Padre Ignacio Acevedo y 39 compañeros. El día 7 de Julio de 1570 salía del puerto de Funchal el galeón "Santiago" aprovechando la desaparición del pirata francés. El viaje transcurrió felizmente; el mar estaba en calma hasta que, cuando ya se encontraban en las proximidades de La Palma, a una dos leguas y media de Santa Cruz de La Palma, un fuerte viento, los lanzó lejos de la costa y les obligó a dar un rodeo a la isla hasta que encontraron refugio en el puerto de Tazacorte, en el poniente de la isla. Cuando bajaron a tierra el P. Ignacio se encontró con la grata sorpresa de que el dueño de aquella hacienda era don Melchor de Monteverde y Pruss. Los dos habían sido grandes amigos en Oporto, donde realizaron sus estudios, y también existió la más entrañable amistad entre sus padres. D. Melchor le invitó a hospedarse en su casa y, como recuerdo de aquella presencia, ha quedado la "reliquia" conocida hasta hoy como «Casa de los Mártires». Durante los cinco días que permanecieron el P. Ignacio Azevedo y sus compañeros en Tazacorte, visitaron las iglesias y ermitas del contorno como la iglesia de San Miguel y la ermita de Las Angustias. La belleza paisajística del Valle de Aridane, lleno de impresionante majestad, invitaba a la oración. En sus conversaciones, don Melchor Monteverde aconsejó al Padre Ignacio regresar por tierra, cruzando la cumbre a Santa Cruz de La Palma para tomar allí el barco y evitar un posible ataque pirata. El 13 de julio el P. Ignacio Acevedo celebró su última Misa en tierra, según algunos autores, en la iglesia de San Miguel de Tazacorte. Después de la celebración de la Eucaristía contaron testigos presenciales que, en el momento de beber del cáliz, tuvo el P. Ignacio la revelación de su próximo martirio. Tan fuerte fue la impresión recibida que con los dientes produjo en el borde del cáliz una suave mella. Decidieron ir en el "Santiago" desde Tazacorte, a pesar de los consejos en contra; y como muestra de agradecimiento o para prevenir cualquier profanación, entregó a don Melchor las reliquias que le entregara en Roma el Papa San Pío V. El galeón "Santiago", en la madrugada del 14 de julio, se hizo a la mar, rumbo a Santa Cruz de la Palma, por la parte sur de la isla. El mar, por este lado de poniente, se hallaba ese día en calma. Esta circunstancia obligó al galeón a avanzar costeando la isla para aprovechar mejor la ligera brisa que le llegaba de tierra. Mientras tanto, Jacques Sorés seguía al acecho de su posible presa. Al amanecer del día 15 de julio el galeón "Santiago" se alejaba de Tazacorte hacia el sur. Fue entonces cuando el corsario francés, aprovechado los vientos favorables que le venían del mar, por la parte del naciente, trató de interceptarlo con su navío de guerra "Le Prince", haciéndole unos disparos de intimidación. Lograda la aproximación de los dos barcos, los hugonotes franceses hacen tres intentonas de abordaje que fueron repelidas por la tripulación portuguesa. Mientras tanto se habían ido acercando al galeón "Santiago" los otros cuatro navíos del pirata francés. Cuando Sorés juzgó llegado el momento, dio la orden de abordaje. Numerosos grupos de hombres, saltando precipitadamente de los cinco navíos franceses, se lanzaron impetuosamente sobre el galeón portugués. El encuentro resultó feroz y sangriento. Los tripulantes lusitanos defendían cada palmo del barco con bravura y coraje. Ante la superioridad numérica de los atacantes, los lusitanos iban sucumbiendo heroicamente. El Padre Ignacio de Acevedo iba de una parte a otra alentando a sus compatriotas a dar su vida por la fe. Herido en la cabeza por la espada de un capitán calvinista continuó exhortando a los suyos a perdonar a sus enemigos, mientras abrazaba con fuerza el pequeño cuadro de Nuestra Señora de Las Nieves que le había entregado el Papa Pío V. Herido su cuerpo de muerte por tres golpes de lanza, cayó al suelo sin vida. La tripulación portuguesa optó por rendirse. Sólo quedaban los misioneros jesuitas como único blanco de los ataques de los hugonotes. Cayeron sobre sus mansas víctimas con ferocidad inigualable apuñalando a unos, acribillando a disparos de arcabuz a otros. Luego se dedicaron a arrojar por la borda los cuerpos moribundos de sus víctimas. Y desde lo alto del galeón "Santiago" se deleitaban en la contemplación de sus inocentes víctimas, hasta verlas hundirse en el mar. De los mártires, ocho eran españoles y el resto portugueses. Los calvinistas profanaron las reliquias y objetos religiosos que llevaban los misioneros. Sólo algunas pudieron ser recogidas por un marinero francés. Cuenta la tradición que, pasada la terrible tempestad del martirio, se veía flotar sobre las aguas al P. Ignacio de Acevedo abrazado al cuadro de Nuestra Señora. Sólo se salvó del martirio el hermano cocinero Joao Sánchez, al que el pirata quiso conservar para aprovecharse de sus servicios. En su lugar murió un joven, que era sobrino del capitán del galeón "Santiago", el cual al ver el heroísmo de aquellos religiosos se vistió con la sotana de uno de ellos y se presentó ante los verdugos diciendo que también él era católico. Después del martirio de los misioneros jesuitas, Jacques de Sorés, se dirigió a La Gomera en son de paz. El Conde de la Gomera, don Diego de Ayala y Rojas, logró que el pirata le entregase los 28 miembros de la tripulación y pasajeros lusitanos que había hecho prisioneros. Una vez llegados estos hombres a la isla de Madeira relataron minuciosamente al jesuita P. Pedro Días lo ocurrido a bordo de la nave "Santiago". El mismo día del martirio, a muchos kilómetros de distancia, en una visión, vio Santa Teresa de Jesús subir al cielo a los cuarenta mártires muy gloriosos, y adornados con coronas y hermosísimas aureolas y conoció en aquella celestial procesión al Hno. Francisco Péres Godoy su pariente cercano. En 1632 el Cabildo de La Palma pidió al Santo Padre que fueran Beatificados y nombrados patronos de la Isla. Después de esta fecha, una y otra vez, volvió a elevarse a la Santa Sede el mismo deseo y petición. El Papa Benedicto XIV, en septiembre de 1742, reconoció que eran auténticos mártires por la fe; y Pío IX, en 1862, los beatificó. El cáliz que mordió el P. Ignacio de Azevedo, según una tradición constante y sin oposición, se conservó en la iglesia de San Miguel de Tazacorte, junto a otras reliquias. En 1745 el Obispo don Juan Francisco Guilén regaló el cáliz a los jesuitas del Colegio de Las Palmas de Gran Canaria. Luego estuvo en diversos lugares de la península, volvió a Las Palmas de Gran Canaria y desde hace un año ha regresado a Tazacorte dónde se le puede ver en la iglesia de San Miguel Arcángel, en una vitrina de cristal junto al arca de las reliquias. Los mártires suelen llevar la denominación del lugar donde triunfaron en la fe y desde donde volaron al cielo; por eso, con toda razón se han de llamar "Mártires de Tazacorte" y no "Mártires del Brasil", como algunos autores les denominan. Ellos son patrimonio espiritual de la isla de La Palma y una de sus glorias. La isla de la Palma les acogió en la tempestad y les acompañó, como testigo, en su ascensión a la gloria de Dios.


Castillo de Santa Catalina en Santa Cruz de La Palma:
El Castillo de Santa Catalina está situado en la isla de La Palma, en el centro de su capital, Santa Cruz de La Palma cerca de La Alameda, dando cobertura al puerto que fue uno de los más importantes de España en la ruta a las Américas. El primer castillo de Santa Catalina se finalizó el 26 de Mayo de 1554, cercano al puerto donde en 1553 habían desembarcado los piratas franceses que incendiaron y saquearon Santa Cruz de la Palma. Este fue el motivo por lo que se llevaron a cabo varias fortificaciones como la de Santa Catalina. La primera fortaleza consistía en una plataforma con una torre circular que fue más tarde abatida por el mar y nació de la idea de Cepeda, por entonces regidor del Cabildo Palmero. Carlos V autorizó en 1585 al ingeniero italiano Leonardo Torriani a proyectar el trazado del castillo que repelió los ataques de piratas y corsarios que asediaban al Archipiélago. Formaba parte del cinturón defensivo que protegía la ciudad. Entre sus jardines se encuentra la escultura del artista canario Chirino alusiva a los vientos alisios. El temporal del 14 de Enero de 1671 hizo que el Barranco de Las Nieves se desbordara y el castillo fue seriamente dañado. Estaba situado justo en frente del actual como así lo demuestran planos y documentos de la época. Estuvo en funcionamiento 100 años. La construcción actual castillo fue realizada entre 1676 y 1701 y presenta una planta cuadrangular con baluartes triangulares en los ángulos, tipo de fortaleza que incorpora las propuestas renacentistas de la ciencia militar italiana del siglo XVI, de amplia repercusión en Canarias y en América. El Castillo cuenta con amplio terraplén, con cuarto de armas, calabozos, polvorín, almacén, casa para el castellano y la guarnición y puente de madera sobre el foso. El castillo estuvo en funcionamiento militar hasta el año 1808 y fue utilizado como prisión y como cuartel. Como anécdota decir que en sus calabozos estuvo el Abogado Anselmo Pérez de Brito, famoso por el pleito que llevó contra los regidores de La Palma y por conseguir que su Ayuntamiento fuese el primero en serlo por votación democrática en España. Declarado monumento Histórico Nacional, bajo la protección de la Declaración genérica del Decreto de 22 de abril de 1949, y la Ley 16/1985 sobre el Patrimonio Histórico Español, es el único ejemplar de la época de los Austrias que se conserva en Canarias.


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