Información, conocimiento y saber             

 

Información, conocimiento y saber:
Vivimos en la era digital, en la blogosfera, que nos ofrece oportunidades casi infinitas de información y diálogo. Con sólo apretar un botón podemos abrirnos al mundo, como en ninguna época anterior en la historia de la humanidad. Bajar libros digitales, comprar música, visitar virtualmente los museos, dialogar con personas al otro lado del mundo, en cuestión de segundos. Sin lugar a dudas, aún hay muchas personas fuera de esta era digital, dada su situación económica y cultural. Por ejemplo, en nuestro país, según datos de 2009 de la Asociación Mexicana de Internet, hay más de 30 millones de usuarios de internet, lo que equivale a una tasa de penetración nacional de sólo 32.5% (entre individuos mayores de seis años). En el nivel socioeconómico más alto, la tasa es de 71%, mientras que en los niveles más bajos es sólo de 20%. Sin embargo, cada año, aumenta en México el acceso a internet, a una tasa de más de 10%; por lo que en pocos años se podrá alcanzar los niveles actuales de acceso de los países desarrollados. Nuestra era, repleta de imágenes y letras presenta cuando menos tres desafíos.

Gestión de la información:
El primero es la capacidad de seleccionar y administrar la información. La cantidad de datos es tal, que es muy fácil naufragar en un mar de información, al no tener criterios para distinguir la información confiable y relevante de la que no lo es. La posibilidad de información es tanta, que hay casi 300 millones de páginas web alrededor del mundo; más de 120 millones de videos en Google, y 13 millones de libros digitalizados en Youtube. Según un estudio reciente requeriríamos 14 años, día y noche, para leer todo el contenido de Wikipedia. Hay también más de 500 millones de usuarios de Facebook y 180 millones de cuentas únicas en Twitter. Lo más común, ante esta cantidad de información, de imágenes y de relaciones, es perderse en ellas. Existe el riesgo de vivir en una era de la información que nos lleve a la confusión por saturación. Internet tiene una función de socialización y diversión. Su aporte en ese terreno es indiscutible. Pero también es cierto que, llevar a cabo en exceso dichas actividades puede traducirse en pérdida de tiempo, en dependencia enfermiza y baja productividad. De hecho, las principales actividades en línea consisten en enviar-recibir correos electrónicos y mensajes instantáneos, ver fotografías, videos y chatear.

Conocimiento:
Se logra transitar de la sociedad de la información a la del conocimiento, cuando tenemos la capacidad de seleccionar la información relevante y profundizamos en ella a través de la reflexión y la investigación personal. El conocimiento es la capacidad de “apropiarse” de la realidad, de poder estudiarla con objetividad. La información se aprovecha mejor y se convierte en conocimiento cuando hay criterios que permiten identificarla y priorizarla; cuando se establecen relaciones causales, cuando se unen y clasifican los datos dispersos para poder interpretar, analizar y sistematizar. Así mismo, la información es útil cuando hay una fuente seria y prestigiada que la soporta, distinguiéndola de aquella que es simple basura informática. Por ello, vale la pena parafrasear a Chesterton: el sensato es quien quiere asomar su cabeza al mundo y el loco es quien quiere meter el mundo en su cabeza.

Saber:
Pero este paso de la información al conocimiento no es suficiente. Hay una grado todavía mayor, que es el saber. El saber se distingue del conocimiento no sólo por su grado de profundidad, sino por su capacidad de asimilación a la vida práctica. De poco sirve que en nuestra sociedad estemos llenos de información y de conocimientos, si estos no se convierten en saber, en sabiduría que nos permita tener una mejor vida, más íntegra y plena. La simple información o la acumulación de conocimiento no necesariamente hacen a una persona y a una sociedad más feliz. Se requiere que esos conocimientos se contemplen, se examinen con rigor, con esfuerzo y también se apliquen y compartan. Cuando se llega al saber, progresa la inteligencia, el intus- legere, la capacidad de leer el interior de la realidad y del ser humano. En el saber, que permite saborear la vida, ya no está el ser humano solo, aislado, frente a la información, sino que comprende que el conocimiento debe estar al servicio del amor, porque, como apunta el escritor suizo Henry F. Amiel, el hombre se eleva por la inteligencia, pero no es hombre mas que por el corazón. La era digital permitió que se constituyera la sociedad de la información y nos puede llevar al ideal de una república del conocimiento. Así mismo, debe ayudarnos a ser mejores personas, comunicados y en comunión con los demás. Sin embargo, es preciso que esa lluvia de información no termine por desorientar o por obstruir al propio conocimiento. (Alejandro Landero, nov 2010)


Leaks: Manning y Assange:
Hay que aprender a leer periódicos. Exige tiempo, atención y cierta agudeza. De ahí el éxito de la televisión; no necesita nada. Uno se planta ante la pantalla, se sienta en la butaca y soporta lo que le echen. El diario es otra cosa. Exige saber leer, y aunque a alguno le parezca un atrevimiento, la mayoría de la gente no sabe leer más allá de un titular. Antes se decía un titular y el pie de foto, pero como llegaron los modernos diseñadores, se han complicado las cosas y ahora usted tiene que buscar como perro ansioso dónde se le ha ocurrido al genio poner los pies de foto. Puedo afirmar con conocimiento de causa que los pies de foto, o lo que antaño llamábamos pies de foto, los colocan gente que no tiene mucha idea de periodismo, ni de información. ¡Cuántas veces no me he encontrado yo buscando dónde carajo se encuentra el pie de foto que me ilumine sobre lo que estoy viendo! Por eso también conviene aprender a leer los periódicos y los subterfugios del diseño. En un diario tampoco el diseño es inocente. Estamos viviendo desde hace años una de las operaciones de manipulación periodística digna de un manual. Tiene tres nombres principales: Manning, Snowden y Assange. Los dos primeros, informáticos de diversos departamentos de Estados Unidos, y el último, australiano y creador de medios alternativos en el mundo de las redes. Así nació Wiki­leaks, filtrador de información política considerada secreta. Confieso que el que más me impresiona es el soldado Manning, experto en todo lo que se refiere a ordenadores de alta seguridad del Departamento de Estado. Es probable que un informático dedicado a la información secreta del imperio más poderoso de la Tierra no debe caer en la tentación de ­leer los correos. Si alguna vez lo hace, y a menos que tenga una catadura de sicario o cómplice, llega su perdición. Los que ejecutan no quieren saber nada sobre sus víctimas que no sea cómo liquidarlas; así evitan problemas de conciencia. Los sicarios también tienen sentimientos. Manning, persona religiosa, mordió la manzana y decidió reconstruir el Paraíso, donde no estaba Eva sino la basura del Estado norteamericano. Sus operaciones criminales, la doblez de sus embajadores y representantes, el engaño y la estafa. Y como hombre que había creído, lo fue copiando todo para que la gente algún día supiera el nivel de descaro, mentira y criminalidad que había alcanzado la primera potencia democrática del planeta. Para el soldado Manning no hubo director cinematográfico que gritara “hay que salvar al soldado Manning”. Era un “traidor” y además medio mariquita, eso que las castas militares, más inclinadas a la sodomía y alérgicas a los destapes y salidas del armario, le metieron en un lío de psicólogos del que salió el tal Manning, soldado informático, debelador de la basura acumulada durante años por el poder imperial, convertido en una señora que desde abril del 2014 se llama, para satisfacción de los poderes castrenses, Chelsea Elizabeth. El segundo en importancia es Snowden, Edward, 32 años, otro que descubrió que se puede ser informático y sicario a las órdenes del Estado más democrático de la Tierra, Estados Unidos. Se hizo budista y buscó un lugar donde retirarse, cosa nada fácil tratándose de un guardador de secretos del Estado norteamericano. Reside provisionalmente en el único sitio donde le ofrecieron una cama, y era un aeropuerto. En Rusia, más protegido, imagino, que un obispo ortodoxo. Y aunque ustedes no lo sepan porque a veces no leen la letra pequeña de los diarios, a él se debe la última filtración: Gran Bretaña y EE.UU. montaron una base secreta en Chipre para controlar todos los movimientos de la aviación israelí, su aliado, amigo y socio en las operaciones de desestabilización de la zona. Esto venía ocurriendo desde 1998, pero sin Edward Snowden no nos hubiéramos enterado. Una lección periodística: los aliados nunca ejercen de amigos, son cómplices. El caso Assange formará parte sin duda de nuestra gran historia cuando alguien la escriba y sepa librarse de que le vuelen la cabeza o lo atropelle un coche que se dio a la fuga. Julian Assange lleva tres años y medio metido en una sala de la embajada de Ecuador en Gran Bretaña por un motivo que haría las delicias del penalista más cualificado. Julian Assange es el responsable de Wikileaks y goteador de información secreta de Estados Unidos, en la que queda demostrado el carácter criminal del poder del imperio, sus manipulaciones, sus interioridades, sus conexiones con las colonias; España, por ejemplo. Porque no se pueden sustraer al crimen de Estado, pero exigen que su imagen sea la de una oenegé. Las filtraciones de los informáticos que han llegado a Wikileaks han destrozado la fachada del imperio de la democracia y la justicia. No les bastó con Guantánamo, y esperan de semana en semana una nueva filtración que les desenmascare. Detrás de la peripecia de Assange, australiano de 44, dos hijos, hay una película que con toda seguridad no hará Hollywood, a menos que le maten y sea más fácil la manipulación de su trayectoria. Los servicios norteamericanos, vinculados desde años con Suecia –aquella Suecia de Olof Palme que acogía a desertores de la guerra de Vietnam se acabó, entre otras cosas, porque lo asesinaron, sin móvil conocido ni ejecutor detectado–, están esperando que le traigan a Estocolmo para ser juz­gado por “dos polvos y dos mitades”, disfrutados sin demasiado éxito al parecer con dos ciudadanas suecas. Es obvio lo que tardarían tras tales delitos en extraditarle a Estados Unidos, donde se le trataría como un enemigo –nació en Australia– y some­tido a la justicia política de un país que consiente el “campo de concentración de Guantánamo” con la mayor de las impu­nidades. Confieso mi curiosidad morbosa hacia los “dos polvos enteros y los dos medios” de Assange en Suecia. Pocas veces el sexo ha entrado en la Historia con mayúscula de manera tan grotesca. Ni el mítico mensaje de Napoleón a Josefina: “¡Ya llego, no te laves!”. En este caso estamos ante dos suecas que sostienen que ellas echaron un polvo –decir, que hicieron el amor me parece un deterioro de la palabra amor– a satisfacción, pero Assange quiso otro, y ahí entró la ley; ellas sostienen que fue for­zado. La verdad es que desde las disputas inquisitoriales no había escuchado debate más incongruente: el polvo consentido y a continuación el menos consentido. Lo dirimirán los tribunales. ¿Cómo? Tienen pruebas de preservativos, semen, o se trata de “yo te dije párate y tú seguiste”. Pero vayamos al meollo de la manipulación. ¿Se imaginan que Julian Assange, el de los dos polvos suecos con dos mitades discutidas, en vez de estar asilado en la embajada de Ecuador en Gran Bretaña, hubiera sido al revés? Asilado en la embajada de Gran Bretaña en Ecuador por opositor al Gobierno. Si hoy lleva tres años y medio, de seguro no hubiera pasado ni medio, porque tendríamos la campaña mediática más desaforada que se pudieran imaginar. La reciente declaración de las Naciones Unidas sobre el carácter de Detención Arbitraria de Assange ha generado los comentarios más surrealistas en nuestra prensa amiga. Pero aprendan a leer pe­riódicos. Fíjense en las fotografías que se han insertado en la información. Una obra de arte de la manipulación y el despecho hacia un tipo que está haciendo una labor cívica que los miserables que se dedican a lamer el trasero del poder con sus comentarios –recuerdo uno, de un presunto filósofo de Girona, que sostenía que las informaciones de Wikileaks eran dignas de Mortadelo y Filemón– jamás osarían ni siquiera su­gerir. Una diferencia con los viejos tiempos. Entonces eran funcionarios del régimen, a secas, ahora son ejecutores de algo que no les piden y que hacen de buena gana. Imprescindible, por tanto, promover cursos sobre manipulación periodística. Lo malo en ciertas áreas de nuestro entrañable país es que los darían los mismos que mani­pulan. (Gregorio Morán, 13/02/2016)


Leaks:
El periodismo después de Wikileaks y de los papeles de Snowden tiene un solo protagonista: el documento clasificado sin adulterar. El Periódico de Catalunya ha sido la primera fashion victim de la ‘Estética del Leak’ El otoño que Wikileaks liberó los 391.832 documentos clasificados de la guerra de Iraq marca un antes y un después en la historia del periodismo. No solo por su aterrador contenido. Por primera vez, una fuente no legítima difunde de manera masiva una información que se presenta como la verdad pura, un material en crudo que no ha sido adulterado por las sospechosas estructuras de una gran empresa mediática. A pesar de su origen incierto, la noticia no pasa desapercibida. Muy al contrario. En plena crisis de valores de la profesión, Wikileaks nos recordó que el deber de los medios no era hacer política sino informar. Y que si no cumplían con sus responsabilidades, alguien lo haría por ellos. En el proceso, establece varios estándares sobre las fuentes, las cabeceras y la documentación que cambian a la prensa. Primero, ya no hace falta ser una firma de un periódico “noble” ni encontrarse con un insider de madrugada en la oscuridad de un garaje para conseguir una gran exclusiva. Una oscura organización sin lazos en Washington podía recibir la clase de material por la que mataría cualquier medio, solo poniendo los medios apropiados para facilitar la filtración y proteger a la fuente. Segundo, la fuente ya no tenía por qué ser un alto rango dentro de su organización. De repente, cualquier trabajador del vasto complejo administrativo y militar de los EEUU podía convertirse en garganta profunda, enviando material clasificado de manera completamente anónima a un recipiente que no era el New York Times. Era como el Club de la lucha, había ojos y oídos en todas partes. El valor de la información, antes legitimado por el rango de fuente y el prestigio del periodista quedaba así desplazado por el valor intrínseco del material, cuya autenticidad hablaba por sí misma. El documento clasificado con marcas explicativas de bolígrafo rojo deja de ser patrimonio de fervientes conspiranoicos para convertirse en el protagonista del periodismo de investigación. En la era post-Wikileaks, el documento manda. Pero debe ser puro, no adulterado. Por eso Assange ha defendido siempre la necesidad de publicar el material original completo, en su totalidad, sin retocar ni redactar nada. Esta política ha sido su principal fuente de conflicto con los grandes medios de comunicación con los que ha colaborado y con sus aliados naturales, un romance que se acabó con la publicación a pelo de 251,000 cables diplomáticos que, según sus detractores, pusieron a fuentes, espías y aliados estadounidenses en peligro. Pero los mismos medios que le criticaban habían hecho su agosto con el Cablegate. Dos años más tarde, cuando Edward Snowden empieza a liberar activos en el Guardian y en el Washington Post, los logos, cabeceras y lugares comunes del material clasificado por la Inteligencia norteamericana quedan grabados a fuego en las retinas de todo el planeta. Esto es una exclusiva y lo demás es lo demás. Así se explica algo tan insólito como que El Periódico de Catalunya produjera y publicara un documento falso cuando, al parecer, la noticia que tenía estaba comprobada y respaldada por uno de verdad.

La fuente se comió mis deberes:
Atenta contra el sentido común y todas las normas del periodismo, viejo y actual. ¿Qué medio falsea a sabiendas una información verificada, arriesgando su prestigio? Por qué se arriesga a que le pillen en falso, desvirtuando un contenido legítimo, pudiendo citar como se ha venido haciendo durante años? Pero lo hacen, y dos horas más tarde Wikileaks advierte de que el documento no puede ser de la CIA por razones que también se explican solas. El documento tiene corchetes que no existen en el teclado norteamericano. Además, parece estar está escrito en un inglés macarrónico y las nomenclauras no coinciden con las de la Agencia de Inteligencia estadounidense: ISIS es lugar de ISIL, Irak en lugar de Iraq, nota en vez de note, etc. Como señaló el abogado Gonzalo Boye, que participa en la defensa de Edward Snowden, la CIA lleva años cometiendo errores pero las erratas y faltas de ortografía habrían sido una novedad. Poco después, el director de El Periódico sale en la radio admitiendo que se trata de una transcripción de otro documento. Pero ¿por qué pretendieron hacerlo pasar por el original? La explicación de Enric Hernandez es que la fuente que filtró el documento pidió que se eliminaran determinados datos y se modificara la tipografía para ocultar su identidad. Para respaldarlo, publica el documento original, enviado el 21 de agosto por petición de CITCO. Pero esto no explica por qué no se conformaron con citarlo, en lugar de jugársela a una carta trucada y perder su credibilidad. Incluso después de que los Mossos admitan que recibieron un aviso, hay quien duda que el segundo documento sea legítimo. Ahora todos los documentos están bajo sospecha. “Necesitábamos un hit” Mucho más satisfactoria es la explicación de The Onion: necesitábamos un hit. Se lo decía el director de la cabecera satírica Cole Bolton al New Yorker el pasado mes de mayo, después de publicar un archivo con 700 documentos, llamados Los Papeles de Trump. “Lo de soltar grandes paquetes de documentos es la fórmula de moda para lanzar exclusivas en todo el mundo, ya sea Wikileaks o los Papeles de Panamá. La filtración parecía la mejor manera de llegara Trump y a su círculo”. Como es natural, los documentos que “filtra” The Onion también imitan los rasgos característicos de un documento clasificado por las agencias de inteligencia, pero con su toque personal. El pasado julio, la presentadora televisiva Rachel Maddow dedicó 21 minutos de su programa en MSNBC’s Rachel Maddow a hablar de un documento exclusivo que había recibido, presuntamente de la NSA. Pero cuidado: se trataba de una filtración falsa, diseñada para proteger al presidente de las acusaciones sobre su relación con el Kremlin. La presentadora explicó que el falsificador había copiado un documento legítimo, publicado un mes antes por The Intercept, con detalles sobre la campaña del gobierno ruso para intervenir en las elecciones presidenciales de EEUU. La legitimidad del documento de The Intercept quedó fuera de toda sospecha cuando condujo al arresto de la filtradora, Reality Winner. No así la del falso leak al que aludía Maddow, a la que llegaron a acusar de habérselo inventado para generar audiencia con una exclusiva falsa. Dos meses antes, la misma presentadora había acusado al propio Donald Trump de filtrar su propia declaración de hacienda de 2005. “Es la única persona que podría haberlo filtrado sin miedo a represalias – dijo en su programa. – Ahora tratan de amenazarnos por haberla publicado, lo que es una basura como un piano”. El nuevo periodismo ha generado dos nuevos perfiles imprescindibles en las grandes cabeceras: hacker y auditor de documentos clasificados. Los periódicos y las agencias de inteligencia se parecen cada vez más. (Marta Peirano, 05/09/2017)


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