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Medievo: Notas:
El ideal caballeresco:
Cuando un caballero amaba a una mujer, salía a combatir por su honor y procuraba afrontar grandes aventuras para hacer famosa a la dama de su corazón. Sólo se acercaba a ella con veneración y hacía todo cuanto le ordenaba. También esto formaba parte de la caballería. Si en la actualidad te resulta completamente natural ceder el paso a una señora ante una puerta o agacharte antes que ella si se le cae algo al suelo, es que pervive en ti un pequeño resto de las ideas de los antiguos caballeros por las que un hombre de verdad debe proteger a los débiles y honrar a las mujeres.
El caballero demostraba también en tiempos de paz su valor y su habilidad en los juegos caballerescos llamados torneos. A estas competiciones acudían caballeros de muchos países para medir sus fuerzas. Galopaban hacia el contrario armados de pies a cabeza con lanzas embotadas e intentaban descabalgarse el uno al otro. La esposa del señor del castillo otorgaba al vencedor el trofeo, que solía ser una guirnalda. Para agradar a las mujeres, el caballero no debía ser brillante únicamente en gestas de armas. Tenía que comportarse con comedimiento y nobleza, no decir palabrotas ni juramentos, como les gustaba a los guerreros, y debía dominar las artes de la paz, como el ajedrez y la poesía.
En realidad, los caballeros fueron a menudo grandes poetas que cantaron las glorias de sus damas queridas, su belleza y su virtud. En aquellos tiempos se cantaban y escuchaban también con gusto las hazañas de otros caballeros del pasado. Había largas historias en verso que hablaban de Parsifal y los caballeros del santo cáliz de la última cena de Cristo, el Grial, del rey Arturo y de Lohengrin, y también del desafortunado amante Tristán, y hasta de Alejandro Magno y la guerra de Troya.
Había trovadores que recorrían el país, de castillo en castillo, cantando aún las antiguas sagas de Sigfrido, el matador de dragones, y de Dietrich de Berna, el rey godo Teodorico. Estos poemas nos son conocidos sólo de esta época, tal como se cantaban en Austria, a orillas del Danubio, pues los que ordenó poner por escrito Carlomagno se perdieron. Cuando leas el «Canto de los nibelungos» (así se llama el poema que trata de Sigfrido), te darás cuenta de que todos los antiguos campesinos guerreros germánicos se han convertido en auténticos caballeros, y que hasta el propio Atila, el terrible soberano de los hunos, aparece descrito como el rey Etzel, caballeresco y noble, que celebra unas solemnes bodas en Viena con Kriemhilde, la viuda de Sigfrido. (Gombrich)
Situación de la mujer en la Edad Media:
En el sometimiento de la mujer había elementos teóricos, a los que la Iglesia hizo una gran contribución. En parte se trataba de su postura tradicionalmente hostil hacia la sexualidad. Su doctrina nunca había podido encontrar justificación alguna al sexo, excepto el vínculo con la reproducción de la especie. Al considerar a la mujer el origen de la caída del hombre y una tentación permanente a la concupiscencia (no olvidemos que se considera a Eva la culpable del pecado original), la Iglesia apoyaba decididamente la dominación de la sociedad por el hombre. Para explicar este miedo de la sociedad medieval a la mujer, Augus Mackay hace una especie de ecuación: útero = madre = procreación = fornicación = irracionalidad = peligro. Esta asociación de ideas prejuiciosas de la Iglesia llevaron a considerar que la mujer carecía de alma. Pero otras sociedades han hecho más para recluir y oprimir a la mujer que la cristiandad, y la Iglesia al menos ofrecía a la mujer la única alternativa respetable a la domesticidad disponible hasta la época moderna; la historia de las religiosas está salpicada de eminentes mujeres en el campo del saber, la espiritualidad y las dotes administrativas. La posición de al menos una minoría conocida de mujeres también fue mejorada ligeramente por la idealización de la mujer en los códigos de conducta caballerescos de los siglos XIII y XIV cuya manifestación literaria más conocida la encontramos en el Quijote y en otros libros de caballerías.
Pero tales ideas pudieron influir en muy pocos. Entre ellas mismas, las mujeres de la Europa medieval eran más iguales antes de la muerte que las ricas y las pobres en el Asia actual, pero también lo eran los hombres. Parece ser que las mujeres vivían menos tiempo que los hombres, y los frecuentes confinamientos y una mortalidad elevada explican sin duda este aspecto. La obstetricia medieval seguía arraigada, como otras ramas de la medicina, en Aristóteles y Galeno; no se disponía de nada mejor. (Roberts)
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