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Literatura Arábigo-andaluza:
La península Ibérica fue invadida por los árabes en el año 710, y en el 715 prácticamente toda la Península estaba bajo dominio islámico. La capital de al-Andalus se estableció en Córdoba. A pesar de que Abd al-Rahman I proclamó la independencia de al-Andalus, los contactos religiosos y culturales siguieron vivos, aunque sólo fuera por el precepto islámico de peregrinar a La Meca, viaje que suponía para los peregrinos un rico contacto cultural con las ciudades orientales como Bagdad o El Cairo. Así fue como se introdujo la poesía árabe en la naciente cultura arábigo-andaluza. Entre los principales eruditos y recopiladores de esta época destacan Ibn Abd Rabbini (860-940) y Abú al-Qali (901-967), al que se deben estudios sobre poesía antigua; Ibn Bassan de Santarém (?-1147) realizó la antología conocida como Dahira (Tesoro) de gran valor literario e histórico; otra antología notable es el Libro de la esfera de la literatura compilado por Said al-Magrabi de Alcalá la Real. Con el fin de dar esplendor a su emirato independiente, Abd al-Rahman llevó a al-Andalus a los artistas más eminentes; éstos crearon escuela y pronto tuvieron magníficos seguidores autóctonos, como Yahya al-Hakam al-Bakrí (?-864) conocido como Al-Gazal, por su belleza, y que escribió poesía satírica, y Abd al-Malik (796-852), que fue el primer historiador andalusí.

Abd al-Rahman III se rodeó de poetas y eruditos para conseguir una conciencia nacional y así surgen dos escuelas poéticas características: la sevillana, más proclive a la poesía amorosa y lírica, y la cordobesa, más intelectual y filosófica. Pero el gran protector de las artes y las ciencias fue Al-Hakam, durante cuyo reinado aparecieron obras como el Libro de los huertos, una antología de poetas arábigo-andaluces. Es una época de veladas palaciegas y poetas cortesanos en las que participó Almanzor y destacó el gran poeta Ibn Hani de Elvira (?-972). Tras la descomposición del poderío Omeya surgieron los reinos de Taifas en los que, aun debilitados desde el punto de vista político y militar, las letras arábigo-andaluzas alcanzaron un gran desarrollo. En Sevilla sobresalió al-Mutadid y en Córdoba Ibn Hazm (944-1064), autor de El collar de la paloma, un tratado amoroso que se difundió por toda Europa. En el reino de Badajoz se cultivó la investigación y la historia, y en el de Zaragoza destacó el filósofo Ibn Bagga (?-1138).

Almorávides:
Con la llegada de los almorávides, más toscos que los refinados andalusíes, la literatura cortesana, intelectual y elitista cede ante otra más popular; a esta época pertenecen las moaxajas, composiciones líricas en algunas de las cuales se han encontrado jarchas. Este género fue cultivado con gran maestría por Ibn Quzmán (c. 1078-1160). Las grandes figuras de este periodo son Ibn Hafaga de Alcira (?-1134) e Ibn al-Zaqqah. Los almohades constituyeron una potencia religiosa que predicaba la unidad de Alá desde la pureza del Corán. Con ellos se desarrolló una literatura filosófica de gran hondura en la que destacaron figuras como Tufayl de Guadix, autor de El viviente hijo del vigilante —que fue conocido durante la edad media como el 'Filósofo autodidacto'—; el gran Ibn Rusd (1126-1198); al que los escolásticos llamaron Averroes; e Ibn Arabi de Murcia, la figura más representativa del sufismo arábigo-español. Los últimos años del reino de Granada estuvieron marcados por las crisis políticas y económicas y las letras no fueron tan brillantes como en épocas anteriores, aunque muchos autores árabes o mudéjares siguieron trabajando en los reinos cristianos y su influencia ya se había dejado sentir en toda Europa.

Jarchas:
Jarcha, nombre que reciben los últimos versos de la moaxaja, composición estrófica creada en el siglo IX y escrita normalmente en árabe clásico. La jarcha, en cambio, puede aparecer en árabe vulgar, en hebreo o en una lengua mixta arábigo-románica, ya romance. Aunque dispuesta al final del poema, la jarcha se escribía antes y constituía su base compositiva. Muchas jarchas provienen de otros poemas, a manera de cita, o se repiten en poemas diferentes. Por su tema, las jarchas se anticipan a las canciones de amigo, tan frecuentes en la poesía galaico-portuguesa posterior. Véanse dos ejemplos, el primero es una jarcha hispanohebrea y el segundo una hispanoárabe:


¿Qué faré yo o qué será de mibi? 
Habibi, 
non te tolgas de mibi. 
(¿Qué haré yo o qué será de mí? 
Amigo, 
no te apartes de mí);

Garid vos, ay yermanelas, 
¿Com´ contenere meu mali? 
Sin el habib no vivreyu 
ed volarei demandari. 
(Decidme, hermanitas, 
¿cómo contener mi mal? 
Sin mi amigo no viviré 
y volaré a buscarlo).

Averroes (1126-1198)
Filósofo, físico, jurista malikí y teólogo asharí hispanoárabe. Introductor del pensamiento aristotélico en Occidente, su figura ocupa un lugar de honor en la historia del pensamiento medieval. Abul Walid Muhammad ibn Rusd (su nombre en árabe) nació en Córdoba cuando al-Andalus estaba bajo dominio de los almorávides. Su padre, un cadí (juez) cordobés, le inició en el estudio de la jurisprudencia. En su ciudad natal también estudió teología, filosofía y matemáticas (con el filósofo árabe Ibn Tufayl), y medicina (fue discípulo de Avenzoar). En 1168 viajó a Marrakech y pudo conocer al afamado filósofo y médico Abentofail, quien le presentó ante Yusuf I, emir de los almohades. Posteriormente, Averroes ejerció como juez en Sevilla (1169) y Córdoba (1171). En 1182 marchó de nuevo a Marrakech y sustituyó a Abentofail como médico personal de Yusuf I. Debido a algunas de sus teorías filosóficas (especialmente la que afirmaba que la razón prima sobre la religión), Yusuf II (hijo y sucesor de Yusuf I) ordenó su destierro en 1194. Refugiado en la localidad cordobesa de Lucena, todavía emprendió un nuevo viaje a Marrakech, donde falleció en 1198.

Filosofía:
Averroes mantenía que las verdades metafísicas pueden expresarse por dos caminos: a través de la filosofía (según pensaban Aristóteles y los seguidores del neoplatonismo) y a través de la religión (como se refleja en la idea simplificada y alegórica de los libros de la revelación). Aunque en realidad Averroes no propuso la existencia de dos tipos de verdades (filosófica y religiosa), sus ideas fueron interpretadas por los pensadores cristianos, que las calificaron como “teoría de la doble verdad”. Rechazó el concepto de la creación del mundo “en el tiempo”, pues mantenía que el mundo no tiene principio. Dios es el “primer motor”, la fuerza propulsora de todo movimiento, que transforma lo potencial en lo real. El alma individual humana emana del alma universal unificada. Los amplios comentarios de Averroes sobre las obras de Aristóteles (encargados por Yusuf I) fueron traducidos al latín y al hebreo, y tuvieron una gran influencia en la edad media, tanto en el escolasticismo y la filosofía cristiana como entre los filósofos judíos. Su principal obra original fue Tahafut al-Tahafut (La destrucción de la destrucción), donde rebatía una obra del teólogo islámico Algazel sobre la filosofía. Fue también autor de escritos sobre medicina, astronomía, derecho y gramática. (Fuente: Encarta)

 

 

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