Siria             

 

Siria:
Siria: Nuevo orden:
La guerra fría puede haber acabado, pero ha vuelto la rivalidad entre las superpotencias. A consecuencia de ello, la capacidad de la comunidad internacional para unirse frente a las más importantes amenazas mundiales sigue siendo tan deficiente como siempre. En ningún caso se refleja más claramente que en el de Siria. Lo que debía ser un plan coordinado para proteger a los civiles de una represión despiadada y un avance hacia una transición pacífica —el formulado por el ex secretario general de Naciones Unidas Kofi Annan— ha acabado degenerando en una guerra por poderes entre Estados Unidos y Rusia. Los dirigentes de Rusia (y China) intentan defender un sistema internacional basado en la soberanía incondicional de los Estados y rechazan el derecho de injerencia humanitaria, de inspiración occidental. Preocupados por que las rebeliones árabes radicalicen a sus propias minorías reprimidas, se niegan a permitir que se utilice el Consejo de Seguridad de la ONU para fomentar cambios revolucionarios en el mundo árabe, y Siria, el último baluarte ruso de la guerra fría, es un activo que el Kremlin hará todo lo posible por conservar.

Pero Rusia y China no son el único problema. Las más importantes democracias emergentes como Brasil, India y Sudáfrica han sido particularmente decepcionantes en su reacción ante la primavera árabe. Todas ellas son adalides declarados de los derechos humanos a la hora de condenar cualquier ataque defensivo de Israel en Gaza como “genocida”, pero se muestran igualmente unidas al oponerse a la adopción de medidas sobre Siria por el Consejo de Seguridad, justo cuando la represión en este país resulta más atroz que nunca. Los levantamientos árabes o bien chocaron con su compromiso con la inviolabilidad de la soberanía nacional o bien aumentaron su temor a que una “intervención humanitaria” fuera simplemente otro instrumento de dominio del Norte. La reacción de Occidente ha sido mucho más favorable a las aspiraciones de los árabes, pero también ha sido contradictoria y desigual. Tanto Estados Unidos como Europa pasaron años dedicados a un monumental ejercicio de hipocresía política, al predicar el evangelio del cambio democrático y al tiempo apoyar a tiranos árabes. No es de extrañar que se encontraran sin instrumentos para abordar las revoluciones árabes. De hecho, en ningún momento desde el comienzo de la primavera árabe se ha podido discernir una estrategia occidental coherente para abordar sus muchas dificultades e incertidumbres. En cada caso se ha reaccionado de forma diferente, ya fuera por las limitaciones impuestas por la política de poder internacional, como ocurre ahora con Siria, o por consideraciones económicas y estratégicas, como en Arabia Saudí o Bahréin. Por su parte, Estados Unidos no abandonó inmediatamente a aliados autoritarios, como, por ejemplo, el Egipto de Hosni Mubarak y el Túnez de Zine el Abidine Ben Ali. Si estos hubieran mostrado más rapidez y eficacia para reprimir las protestas de las masas, podrían seguir en el poder actualmente… con la bendición americana. Estados Unidos no se volvió contra ellos porque fueran autócratas, sino porque no lo fueron con suficiente eficiencia. Entretanto, Europa se encuentra paralizada por una crisis financiera que amenaza la propia existencia de la Unión Europea. Los instrumentos tradicionales de política exterior de la UE —el “fomento de la sociedad civil” y “el fomento del comercio”— no son sustitutos válidos de una estrategia para afrontar el nuevo juego de poder en el Mediterráneo. Y sin embargo, Europa se ha mostrado totalmente incapaz de reaccionar de forma apropiada ante unas condiciones en las que los regímenes islamistas están estableciendo independientemente sus prioridades y agentes externos —Catar, Arabia Saudí, Turquía, Rusia, China y tal vez Irán incluso— están rivalizando para obtener influencia con una extraordinaria combinación de potencia de fuego financiero y fuerza política. Europa no puede permitirse el lujo de permanecer al margen. La Operación Protector Unificado de la OTAN en Libia fue un gran éxito para la Alianza, pero la decisión de Estados Unidos de permitir que Europa asumiera la dirección indicó también su intención de “reequilibrar” sus prioridades mundiales. En vista de que Estados Unidos está centrando su atención en Asia y el Pacífico en lugar de en los intereses vitales de Europa, el Mediterráneo y Oriente Próximo, ya no se puede esperar que tome la iniciativa para resolver las crisis en el patio trasero de Europa. De hecho, en el programa de Estados Unidos ya no hay grandes proyectos para Oriente Próximo. Desde su victoria en la guerra fría, la hegemonía de Estados Unidos en Oriente Próximo ha sido una historia de frustración e inversión en sangre, sudor y fondos no recompensada. Ahora se espera un cambio en pro del realismo en materia de política exterior, y la reciente reunión de la secretaria de Estado, Hillary Clinton, con el presidente islamista de Egipto, Mohamed Morsi, es una clara indicación de la nueva orientación de Estados Unidos. Las consecuencias de semejante cambio son de gran alcance. A raíz de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001, Estados Unidos vio el mundo islámico casi exclusivamente a través del prisma de la “guerra mundial contra el terror”. Sin embargo, ahora las autoridades reconocen que fue precisamente la persistencia secular de autocracias árabes lo que fomentó el terrorismo islamista. A consecuencia de ello, la premisa más importante de la política actual de Estados Unidos es la de que una pérdida de confianza de los islamistas en el proceso democrático tendría consecuencias adversas y de que la restauración de los antiguos regímenes podría amenazar los intereses occidentales más que un gobierno de los Hermanos Musulmanes. Ahora Estados Unidos está entablando prudentemente relaciones con los nuevos dirigentes islamistas con la esperanza de que no pongan en peligro los acuerdos de paz propiciados por Estados Unidos (Israel-Jordania e Israel-Egipto) ni obstaculicen las medidas adoptadas para poner freno a las ambiciones nucleares de Irán. La de hacer realidad dicha esperanza no es una tarea fácil. La agitación en las sociedades árabes va a persistir sin lugar a dudas en los años futuros y es de esperar que las potencias mundiales y regionales en ascenso aprovechen la fragmentación del orden internacional para hacer avanzar sus intereses en esa región. Dada la confusión en que está sumida Europa y la resistencia de la crisis nuclear de Irán a una resolución diplomática, el nuevo realismo de la política exterior de Estados Unidos podría muy bien significar que, por mucho que les desagrade, se vean obligados en última instancia a revisar su “estrategia reequilibradora”. (Shlomo Ben Ami, 10/08/2012)


Opciones y dilemas en Siria:
Cinco días después del ataque más grave con armas químicas desde 1988, los inspectores de la ONU que ya se encontraban en Siria para investigar ataques anteriores pudieron desplazarse ayer, por fin, al lugar del último crimen de guerra en la periferia oriental de Damasco, donde se teme que murieran centenares de personas el 21 de agosto. Con pocas posibilidades de acuerdo sobre el autor del ataque, las potencias occidentales y sus aliados debatían ayer los riesgos y ventajas de bombardeos o ataques con misiles contra objetivos sirios con la esperanza de salvar la cara sin una escalada del conflicto. «Demasiado tarde para encontrar pruebas concluyentes», adelantó el domingo un alto funcionario estadounidense que no quiso identificarse. «No es fácil que se eliminen totalmente los rastros», afirmaba ayer en RNE el investigador y químico del CESIC José Luis García Fierro. «Los elementos fosforados los absorbe la ropa y, si no se lava bien, permanece en pequeñas cantidades». Frente a los que insisten en la desaparición de las pruebas en horas o días están quienes, citando precedentes históricos como Vietnam, Irak o la propia Siria, mantienen que las consecuencias de ataques con sustancias químicas suelen prolongarse años o decenios. Todos los testimonios de supervivientes y análisis de imágenes y de restos desde la hora cero apuntan a que se lanzaron uno o más cohetes con gas nervioso, probablemente sarín. Francia, Reino Unido, Turquía, Israel y Al Qaeda dieron por buena desde el primer día la versión de la oposición de que se trata de otro crimen del régimen sirio que requiere una respuesta firme e inmediata. Un dilema es responder sin reforzar a las fuerzas yihadistas que combaten en Siria e Irak y que, en sus declaraciones de los últimos días, coinciden tanto en su diagnóstico del ataque del pasado miércoles como en su deseo de respuesta contundente con los principales intervencionistas del Golfo, Israel, Turquía, Europa y Estados Unidos. Siria considera responsable a la oposición. Ayer mismo, en declaraciones al diario ruso Izvestia, el presidente Asad negaba por enésima vez toda responsabilidad en el ataque y el Gobierno ruso le respaldaba. «Tenemos pruebas (imágenes de satélite) ?y las presentamos inmediatamente en el Consejo de Seguridad? de que los cohetes procedían de territorio bajo control de los rebeldes», declaraba el ex diplomático ruso V. Matuzov en Al Yazira. Con los informes ya publicados de Médicos sin Fronteras y de Human Rights Watch, y los testimonios de los supervivientes, hay pruebas más que suficientes para demostrar que se usaron armas químicas, de modo que el trabajo de la ONU se va a convertir, más que nada, en una certificación de lo ya sabido. Sin acuerdo en el Consejo de Seguridad y sin competencia para decidir sobre responsabilidades, la ONU poco más puede hacer. La pelota está en el tejado de los gobiernos, condicionados en su respuesta por el riesgo de regionalización y radicalización del conflicto, el peligro de perder el control del primer arsenal de armas químicas de Oriente Próximo y el cuarto del mundo, y la resistencia de la Administración Obama, a pesar de su advertencia sobre «líneas rojas» en agosto de 2012, a empantanarse en otra guerra sin respaldo de su opinión pública ni horizonte claro de victoria. El bombardeo sirio del lugar del crimen el fin de semana para, supuestamente, borrar pruebas debilita la posición de Asad. Los datos publicados por Le Figaro sobre el despliegue de unidades del Ejército Libre Sirio formadas por estadounidenses, europeos e israelíes en bases jordanas y turcas desde mediados de mes en los barrios gaseados el 21 de agosto ofrece una posible explicación del recurso a armas químicas. Sin apoyo de la ONU por el veto de Rusia y China, cualquier intervención militar de las planificadas tendría que ser otra operación ad hoc como las de Clinton en los años 90 en Afganistán, Sudán y Kosovo o, mucho menos probable, la de Irak de Bush en 2003. Aunque el jefe del Pentágono, Chuck Hagel, reconocía el domingo que «el presidente Obama ha ordenado preparar todas las opciones para cualquier circunstancia», el refuerzo naval en el Mediterráneo oriental y los movimientos en las bases terrestres más próximas a Siria hasta ahora no presagian ninguna acción militar de envergadura contra Siria. Como alternativas menos arriesgadas, se barajan bombardeos como los ya efectuados por Israel, el lanzamiento de misiles crucero contra instalaciones militares sirias, la imposición de zonas de exclusión terrestres y/o aéreas con apoyo israelí, turco y jordano, y la aceleración del programa de entrenamiento y de rearme del Ejército Libre Sirio por especialistas de EEUU, Europa e Israel. La eficacia de estas medidas, sin un compromiso mucho mayor en personal y en medios, a favor de la oposición, son de dudosa eficacia a corto plazo, pero la posibilidad de que la escalada sea ya inevitable podría multiplicar las presiones políticas para un compromiso que hasta hoy parecía imposible. (27/08/2013)


Siria:
1. Los bárbaros atentados perpetrados por la organización del Estado Islámico en el corazón de París no me han sorprendido demasiado. Después de la reciente matanza de los manifestantes kurdos en Ankara, la explosión en pleno vuelo que destrozó el avión ruso en el desierto de Sinaí y el ataque sangriento a la mezquita chií de Beirut considerada un centro de reclutamiento del Hezbolá, las amenazas contra Occidente y en especial contra Francia se habían multiplicado. Lo que sí me ha sorprendido es la planificación y ejecución de los atentados que ya no son los de los “lobos solitarios” que atentaron contra la redacción de Charlie Hebdo y un supermercado judío el pasado mes de enero, sino los de una organización terrorista de tipo militar, un verdadero salto cualitativo en la estrategia bélica del llamado Califato Islámico. 2. La predecible reacción militar de Francia y sus aliados contra el EI forma parte de los planes de este y va a alimentar su propaganda contra los cruzados y aureolar de gloria a sus presuntos mártires. Fuera de una intervención por tierra que ningún país de Occidente está dispuesto por ahora a emprender, los bombardeos aéreos tanto en Irak como en Siria no han conseguido hasta hoy una derrota significativa de los yihadistas. En los dos últimos años la situación en Siria se ha complicado hasta convertirse en un verdadero laberinto: Chiíes contra suníes, sí, pero al mismo tiempo estrategias contrapuestas de Arabia Saudí y de Irán, papel ambiguo de Turquía, alianzas contra natura. Ankara, alineada con Occidente, combate a los kurdos sirios aliados de Estados Unidos. Rusia, defensora del dictador de Damasco, ataca a sus enemigos armados por Occidente. El conflicto que incendia Irak y Siria abarca ya la península Arábiga. Ryad, mientras destroza el patrimonio histórico de Yemen para combatir a los hutíes, favorece de hecho a la organización de la filial regional de Al Qaeda. 3. Lo ocurrido en los dos últimos años muestra las contradicciones de la política exterior norteamericana. Obligado a gestionar la situación desastrosa de Irak heredada de la presidencia de Bush, Obama no supo actuar con contundencia contra la sangrienta represión de El Asad en el momento en que aquello era posible y prefirió llegar a un acuerdo con Rusia para la eliminación de las armas químicas, desdiciéndose así de las presuntas líneas rojas con las que había amenazado al dictador sirio. Los hechos han demostrado una cosa: Putin sabe lo que quiere, Obama solo sabe lo que no quiere y se ve arrastrado por ello a tomar decisiones que no responden a una estrategia global. 4. Muchos elementos de cuanto ocurre ahora en Siria e Irak permanecen envueltos en la sombra. ¿Quién financia el Estado Islámico? ¿A dónde exporta su petróleo y a través de qué intermediarios lo hace? Resulta difícil creer que los servicios de inteligencia occidentales no estén al corriente de ello. ¿Existe una financiación secreta de los mismos saudíes que alimentaron la creación de Al Qaeda? El doble juego de algunos países de Oriente Próximo explica la confusión de quienes siguen con atención la multiplicidad de conflictos y su aterrador cortejo de víctimas. 5. La política del Estado Islámico de magnificar sus “hazañas” ha producido como consecuencia un efecto de llamada entre jóvenes que padecen una crisis identitaria y creen hallar una solución a sus males en la magnificación del horror. Las imágenes brutales de los atentados en París corren el riesgo de alimentar las vocaciones suicidas tanto en el interior del mundo islámico como en el occidente europeo. Las decapitaciones de supuestos infieles y apóstatas, la destrucción del patrimonio cultural de Irak y Siria, la barbarie sin límite que someten a las poblaciones controladas por el EI, si provocan con su monstruosidad un rechazo global y alimentan la islamofobia, conquistan adeptos entre una minoría ínfima de la población musulmana —primera víctima del terror yihadista— pero lo suficientes en número para acrecentar las filas de sus verdugos. Nos hallamos frente a una guerra global caracterizada por su asimetría. De un lado los países democráticos de Occidente y sus aliados árabes, y del otro una organización terrorista sin verdaderos ejércitos pero capaz de mantener en jaque al resto del mundo. El horror recientemente vivido en París es pan de todos los días en un país como Siria con sus millones de desplazados en los países vecinos y centenares de miles que llegan a Europa en busca de paz y libertad. Todos debemos estrechar los lazos con Francia en los momentos difíciles que nos ha tocado vivir. (Juan Goytisolo, 16/11/2015)


Siria y responsabilidades en Irak:
Hace unos días Tony Blair pidió perdón públicamente por haber impulsado la invasión de Iraq sin medir las consecuencias de esa acción que llevó a la desestabilización de Iraq, de Siria y de Oriente Medio. Bien está que alguien reconozca su gigantesco error y asuma la responsabilidad de tamaño dislate. Sus colegas del triángulo de las Azores donde se gestó la guerra y la manipulación de la opinión pública, Bush y Aznar, podrían tener la decencia de imitarle. No esperen un gesto así de personajes de esa estirpe. Ni siquiera el Partido Popular, responsable político de enviar tropas a una guerra vergonzosa, ha hecho nunca una autocrítica de semejante disparate. El resultado de tanto sufrimiento humano lo estamos viviendo día a día. El más reciente, aterrador, ejemplo es la destrucción del avión ruso de Metrojet y la muerte de sus 224 pasajeros, por lo que parece ser, según el presidente Obama y el primer ministro Cameron, una bomba colocada en el aparato por la rama del Sinaí del Estado Islámico en el aeropuerto de Sharm el Sheij, popular lugar vacacional. Las líneas aéreas británicas ya han suspendido sus vuelos y muchos turistas están siendo evacuados. La macabra elección de atacar a un avión ruso es, muy probablemente, una respuesta a los bombardeos de la aviación de ese país contra los islamistas en Siria, en su esfuerzo por sostener en el poder a El Asad y mantener su importante base naval. Se trata de un salto cualitativo en la espiral de destrucción desatada por Bush, Blair y sus compadres de mentiras y agresión en el año 2003. ¿Por qué entonces Rusia se niega a reconocer el acto terrorista, pese a su reivindicación por el Estado Islámico? Por lo mismo que Aznar mintió sobre el atentado de Al Qaeda del 2004 en Atocha, intentando atribuírselo a ETA. Para que los rusos no despierten de su letargo y se opongan a la intervención de Putin en Siria. Por otro lado, Estados Unidos está interesado en demostrar la peligrosidad del Estado Islámico y no le disgustaría que Rusia empiece a pagar un precio más alto por su intervención y reduzca su presencia militar en la zona. ¿Cómo hemos llegado a esta situación? No voy a reescribir ahora los artículos que sobre la guerra de Iraq y el yihadismo he ido publicando en este diario durante años. Tan sólo recordar la filiación entre lo que pasó y lo que pasa. Recordar que la guerra fue deliberadamente provocada por Estados Unidos y justificada por la patraña de las inexistentes armas de destrucción masiva cuya principal “evidencia” falsificada fue fabricada por el MI6, los servicios secretos de Su Majestad. Las razones poco importan ahora, le remito a lo ya analizado. Lo que importa es que cuando Estados Unidos tuvo que retirarse por la falta de apoyo ciudadano y por la oposición política que llevó a Barack Obama al poder, Iraq quedó en manos de los chiíes (apoyados por Irán y Estados Unidos a la vez) pero con un liderazgo corrupto que nunca pudo controlar el país. Mientras que los suníes, base del ejército de Sadam Husein, buscaron su revancha. Esta llegó mediante la alianza entre los cuadros militares del desmembrado ejército de Sadam Husein y las milicias yihadistas suníes formadas en la rebelión contra El Asad en Siria. Dichas milicias, aunque parcialmente resultaron de escisiones de Al Qaeda, se fortalecieron mediante el apoyo financiero y armamentístico proporcionado por Arabia Saudita, Jordania y Qatar, en su esfuerzo por derribar a un Asad apoyado por la minoría alauí (chiíes) en Siria y últimamente por Irán. Así se formó el Estado Islámico. Siria e Iraq se convirtieron en el principal teatro de operaciones de la atroz guerra de religión que se libra en Oriente Medio. El presidente Obama se negó a ser parte directamente beligerante en esa guerra, confiando en que los saudíes pudieran controlar a sus protegidos, mientras que, contradictoriamente, entregaron el control militar de Iraq a las milicias chiíes entrenadas por Irán. Torpeza tras torpeza, sin saber ya por qué estaban en Iraq y buscando cómo salir del atolladero con el menor costo posible. Gajes del oficio de gendarme mundial. Intentaron utilizar a unas milicias democráticas sirias que son inexistentes y tuvieron que renunciar a controlar las acciones de los chiíes en Iraq. Acabaron confiando su suerte a los kurdos, únicos motivados por la posibilidad de construir su propia nación y decididos a defenderse contra los yihadistas porque en ello les va la vida. Al igual que ocurrió en Afganistán, en donde al apoyo de la CIA a los muyahidines para combatir a la Unión Soviética permitió el triunfo de Bin Laden y la formación de Al Qaeda, los yihadistas se unieron a las tribus suníes en un proyecto de Califato, centrado en Iraq y Siria, y tal vez apoyado por las potencias suníes. Solamente faltaba que esa llamada a la pureza mesiánica del nuevo yihadismo resonara en el mundo entero, incluido el mundo occidental e incluso entre jóvenes no musulmanes, cristalizando en brigadas internacionales que combaten el imperialismo, la cristiandad y el chiísmo, considerados variantes de un mal único. De ese caos alucinante surgen los centenares de miles de dramas humanos que, convertidos en sombras y alentados por sueños, pululan por el Mediterráneo y buscan refugio en esa Europa que contribuyó a encender las hogueras que quemaron sus hogares. Y ahí encuentran alambradas fortificadas y xenofobia rabiosa en el más claro ejemplo de ruptura de la solidaridad entre humanos. Y por eso, no hay perdón. No hay ni puede haber perdón para quienes como Blair, Bush, Aznar y tantos otros iniciaron una guerra interminable por motivos inconfesables. O tal vez, lo que es peor, en función de sus propios fantasmas. Vivan con ellos y su culpa. Sin perdón. (Manuel Castells, 07/11/2015)


Petróleo:
Haz las guerras no rentables y las harás imposibles. En la guerra de Siria confluyen numerosos intereses: económicos, políticos y geoestratégicos, que al final son también económicos. Son estos intereses los que han originado esta guerra y los que la siguen alimentando. Al final son todo –y sólo– negocios. Pero influyen de forma directa en nuestras vidas. Y nuestras vidas influyen también en ella. La globalización, el libre mercado y el tamaño de las corporaciones hacen que un conflicto como el de Siria se convierta en elemento clave para el futuro de las Democracias occidentales. El primero y más importante de estos negocios es el del petróleo. Numerosos analistas establecen como origen del conflicto el nonato acuerdo entre Siria, Irán e Irak, de 2011, para construir un gasoducto que uniría el Golfo Pérsico con el Mediterráneo, cruzando los tres territorios. Así, Siria se convertiría en un nodo esencial en el transporte de gas y petróleo hacia Europa. Con Al-Assad en el poder, ese gasoducto estaría controlado por los chiíes, de costa a costa. Sin embargo, esta estrategia habría perjudicado enormemente los planes de otros actores de la zona, como Turquía o Arabia Saudí (suní). En 2009, Qatar propuso a EEUU la construcción de otro gasoducto que partiría de allí y cruzaría Arabia Saudí, Jordania, Siria y Turquía. De este modo, sería mermado el control de Rusia sobre el petróleo que consume Europa, pues el gobierno sirio es aliado ruso. En ambos planes, Siria es pieza clave. Aunque esta sea la razón del inicio de los movimientos que desembocaron en esta guerra sangrienta, no es mi objetivo centrarme en ello ahora, sino en el presente. El petróleo y el gas que consume una Europa todavía dependiente de las energías fósiles, siguen alimentándola. Los analistas difieren sobre la cantidad de ingresos del Daesh que proceden del tráfico de crudo, pero todos coinciden en que es, sin duda, una de sus principales fuentes de financiación. Los ‘bandos’ implicados en la guerra se acusan mutuamente de estar comprando crudo al Daesh, y es muy probable que lo estén haciendo todos. El Daesh llega a vender el petróleo a 24 dólares el barril, muy por debajo del precio de mercado, que es de unos 46 dólares. Posiblemente, parte de la gasolina que echamos a nuestros coches provenga de este tráfico. Posiblemente, numerosas empresas energéticas occidentales estén haciendo un negocio redondo. El diario Le Monde ya destapó que una cementera francesa, Lafarge, compró crudo al Daesh para mantener su planta siria en funcionamiento. En los negocios petroleros la ética no cabe. Otro sector beneficiado es el de las armas. Europa vende sin ninguna vergüenza material bélico a los países del Golfo, a pesar de que es evidente que arman al Daesh. Y lamentablemente España es uno de los países que se lleva la palma. Según un informe de la Secretaría de Comercio, sólo en el primer semestre de 2015, España vendió a Arabia Saudí artillería por valor de 450 millones de euros, batiendo records históricos. Estas granadas, misiles y minas acabarán en manos de los radicales islámicos o bombardeando civiles en Yemen. En las armas sí que no hay espacio para la ética. Estaba previsto que durante la visita que el Rey Felipe VI iba a realizar a Arabia Saudí hace unas semanas, la empresa pública Navantia firmase un contrato para la construcción de cinco corbetas por un valor de 3.000 millones de euros. El Gobierno justifica esta operación y la ‘vende’ a la ciudadanía alegando que dará trabajo a unas dos mil personas durante cinco años, en los astilleros de Cádiz y Ferrol. En tiempos de crisis, esta pequeña bomba de oxígeno para tantos trabajadores hace que todos miremos para otro lado y obviemos, y no queramos ver, la relación directa entre este caramelo laboral y la crisis humanitaria de los refugiados, que huyen de una guerra que estamos alimentando. Enfrentar a pobres contra pobres ha sido siempre una táctica eficaz de las élites políticas y económicas. Hay un tercer negocio que está afilando sus uñas, y que desea que este conflicto produzca la mayor destrucción posible en los territorios afectados. Es el negocio de la reconstrucción. Ya lo vimos en Irak y lo volveremos a ver en Siria. Seguramente ya existan borradores de contratos, alianzas y estrategias de todo tipo. Seguramente ya haya contables haciendo números, ingenieros haciendo planos, y lobistas profesionales presionando a los Estados occidentales y de oriente medio que algún día tendrán poder de decisión sobre el terreno. Son los auténticos buitres carroñeros de la guerra. Pero son nuestros buitres, empresas constructoras europeas y estadounidenses, que hacen que las bolsas suban, las primas de riesgo desciendan, y por ende, que nuestras hipotecas tengan mejores o peores condiciones. Cuanto mayor sea la destrucción en Siria, mejores préstamos tendremos. Por último, llegamos al negocio que nace de las consecuencias del conflicto. Es el terrible negocio del tráfico de personas. La economista Loretta Napoleoni calcula que el Daesh llega a embolsarse medio millón de dólares al día en concepto de tributos a las personas que cruzan sus territorios durante la huida. También afirma que cada refugiado que llega a las puertas de Europa ha pagado aproximadamente unos 5.000 euros al Daesh y a los diferentes grupos armados en las etapas de su viaje hacia la salvación. En Turquía vuelven a encontrarse con otras redes de traficantes, pero el gobierno de Erdogan hace la vista gorda mientras que recibe hasta 7.000 millones de euros de la Unión Europea por hacer de portero de discoteca. Con cuánta dignidad podríamos recibir a estas familias con esos 7.000 millones. Estas personas huyen de la avaricia de las petroleras, de la avaricia de las empresas armamentísticas, de las empresas de reconstrucción…que no son las únicas que salen ganando con esta guerra inhumana. Supimos hace poco que subcontratas de empresas textiles europeas estaban contratando a refugiados sirios en Turquía bajo condiciones de semi-esclavitud. Los Estados, escuderos de los intereses de todas estas empresas, aprovechan esta situación para enfrentar a la población sirviéndose de la Doctrina del Shock. Enfrentar pobres contra pobres, y que ese trabajador de Navantia, de la empresa de armas o de la constructora, exija que su Gobierno defienda su puesto de trabajo. ‘Defendiendo’ sus puestos de trabajo, dentro de este sistema de valores invertido en el que somos gobernados, echamos más gasolina al conflicto, lo que ahonda en la crisis humanitaria y provoca el aumento de los movimientos migratorios. Los medios de comunicación y las élites políticas se encargan entonces de infundir inseguridad a la población occidental frente a esta ‘oleada’ de personas que nos enseñan por la tele, agarrados a una valla. Es entonces cuando ese miedo es aprovechado por la extrema derecha, por los neofascismos, para aglutinar a muchos de los que padecen las consecuencias de la austeridad y enfrentarlos a quienes únicamente buscan salvar sus vidas. Echar las culpas al vulnerable, fomentar el egoísmo. El sistema capitalista en su faceta más neoliberal es el único padre de los neofascismos. Y de la guerra de Siria. La indecencia gobierna el mundo. Hoy más que nunca, es necesaria no sólo la resistencia, sino la acción. Numerosos ayuntamientos, regiones y provincias de España y del Mediterráneo han acometido movimientos para la acogida en dignidad de las personas refugiadas. La solidaridad siempre nace de abajo. La unión de estas iniciativas, y la presión que sean capaces de ejercer, es lo único que puede conseguir que los Estados empiecen a cumplir con sus compromisos de acogida. Una importante representación de esta solidaridad se dará cita este fin de semana en Valencia, en el encuentro Solimed, los próximos 25, 26 y 27 de noviembre (www.solimed.info). Dignidad a contracorriente. (Lola Sánchez, 24/11/2016)


Limpieza étnica:
Una de las consecuencias más dramáticas del conflicto sirio es la limpieza étnica que se está llevando a cabo en distintas zonas del país con una dedicación que hace temer que la mezcla de poblaciones que había hasta ahora desaparezca completamente. De hecho ya ha desaparecido en numerosos lugares del país y en otros existe una clara tendencia en esa misma dirección. La limpieza étnica suele obedecer a los sentimientos más atávicos de los seres humanos, la religión y el nacionalismo. Cuando estos sentimientos se ven libres puede producirse la limpieza étnica, tal y como ahora está ocurriendo en Siria, concretamente en las afueras de Alepo, en dos pueblos habitados por la minoría chií. Es fácil pronosticar que lo que está sucediendo en Siria, que es de una enorme gravedad, seguirá sucediendo mientras dure la guerra y es posible que incluso más allá. No es algo nuevo y realmente es sorprendente que no se haya previsto después de lo ocurrido en la guerra de Irak tras la caída de Saddam Hussein en 2003. En Irak grandes zonas del país se han sometido a la limpieza étnica, incluso en la capital Bagdad, y es de temer que las familias mixtas que se formaban tiendan a desaparecer tal y como ha venido ocurriendo en los últimos años. Las familias mixtas eran uno de los mayores logros del régimen laico de Saddam Hussein, junto con el estatus alcanzado por las mujeres, que también se está perdiendo a grandes pasos. Desgraciadamente, eso ya no es así en Irak y es de temer que lo mismo está ocurriendo en Siria. Y debe decirse que esta tendencia a acabar con los matrimonios mixtos, y la tendencia a la limpieza étnica, ha sido impulsada por la intervención militar occidental, por el apoyo que se ha dado a los rebeldes yihadistas que son quienes ahora mismo tienen la sartén por el mango en grandes extensiones de Siria gracias al apoyo de las potencias occidentales. (Eugenio García Gascón, 18/04/2017)


Deseos de hegemonía:
La decisión hace unas semanas del presidente estadounidense Donald Trump de retirar a Estados Unidos del acuerdo sobre el programa nuclear iraní y adoptar una política de nuevas sanciones y confrontación aumenta la incertidumbre en torno del futuro de Oriente Próximo Las señales que se sucedieron desde entonces no son alentadoras. No hay ningún incumplimiento del acuerdo por parte de Irán que justifique la decisión de Trump. Se trata más bien de un regreso a la vieja —y en gran medida infructuosa— política estadounidense de confrontación con Irán. La única diferencia esta vez es que para conseguir lo que pretende, la administración Trump parece decidida a llegar al borde de una guerra (o incluso traspasarlo). Si el Gobierno estadounidense tiene algún plan para mantener controlado el programa nuclear iraní sin el PAIC, entonces lo guarda en secreto. A juzgar por una parte de la retórica de Washington, parecería que no se descarta llevar ataques aéreos contra las instalaciones nucleares de Irán. Pero un bombardeo solo puede demorar el programa nuclear iraní, no detenerlo. ¿Será que Trump entonces analiza una guerra terrestre a gran escala para ocupar el país y derribar al régimen? Sabemos demasiado bien cómo funcionó esa estrategia la última vez que se probó. El Plan de Acción Integral Conjunto (PAIC) que Irán firmó con Estados Unidos, el Reino Unido, Francia, Rusia y China, más Alemania y la Unión Europea, no buscaba solamente prevenir una carrera armamentista nuclear en la región o una confrontación militar. También debía ser el primer paso hacia la creación de un nuevo orden regional más estable que incluiría a Irán. El viejo orden fue instituido en tiempos de la Primera Guerra Mundial por el acuerdo Sykes-Picot entre Reino Unido y Francia, que básicamente creó las fronteras nacionales de la región tal como son hoy. Un siglo después, está claro que el viejo orden quedó obsoleto, puesto que ya no provee ni una semblanza de estabilidad. En vez de eso, los actores regionales más importantes (Israel, Irán, Arabia Saudita y Turquía) se han puesto a competir por la influencia en la guerra en Siria, deslizándose colectivamente hacia un vano conflicto por el dominio de toda la región. Como ningún país es suficientemente fuerte para eliminar o someter a los otros, esta escalada bélica solo puede traer años (o décadas) de guerra. La inestabilidad de la región puede atribuirse directamente a la invasión y ocupación estadounidense de Irak en 2003. El derrocamiento del régimen de Saddam Hussein dio a Irán una repentina oportunidad para buscar una especie de cuasihegemonía en la región, comenzando por su vecino mayoritariamente chií. Y tras una serie de errores de Occidente en Siria, Irán consiguió establecer una presencia que se extiende sin obstáculos hasta el Mediterráneo. "Washington no descarta llevar ataques aéreos contra las instalaciones nucleares de Irán" Este es el contexto en el que se negoció el PAIC. La idea del acuerdo era reintegrar a Irán al orden internacional y así alentarlo a desempeñar un papel regional más responsable. La decisión de Trump anuló esa posibilidad y siembra dudas sobre el papel futuro de Irán en la región. Pero que nadie se equivoque: de uno u otro modo, Irán seguirá siendo parte integral de Oriente Próximo. Es una antigua civilización que no se puede ignorar o marginar tan fácilmente, a menos que se quiera agravar todavía más el caos. Tras abandonar el marco que buscaba influir en Irán por medios diplomáticos y económicos, ahora la única alternativa para la administración Trump es el cambio de régimen. Es evidente que los halcones de la Casa Blanca, por ejemplo el asesor de seguridad nacional John Bolton, no aprendieron ninguna de las lecciones de la debacle de Estados Unidos en Irak. Vista la imposibilidad de estabilizar Irak o Siria, debería ser obvio que escalar una confrontación con un país mucho más grande como Irán es muy poco aconsejable. Por desgracia, es probable que el PAIC no sobreviva a la reanudación de las sanciones estadounidenses. Las empresas europeas no van a renunciar al voluminoso mercado estadounidense para mantener lazos con Irán. Y en cuanto este país pierda el salvavidas económico de Europa y otras partes del mundo, tal vez decida reiniciar el programa nuclear, o incluso retirarse del Tratado de No Proliferación Nuclear, lo que aumentaría el riesgo de una guerra. "Europa debe afirmarse como una voz racional, insistiendo en la idea de un reordenamiento pacífico de Oriente Próximo" Además, Rusia y Estados Unidos están debilitando aun más la no proliferación al modernizar sus arsenales nucleares. Si en otros tiempos los gobiernos de ambos países negociaron la reducción mutuamente acordada de armas y el desarme verificado, ahora están más interesados en la posesión de ojivas nucleares en miniatura que se puedan usar para volar búnkeres. Ante una conducta semejante de las dos principales potencias nucleares del mundo, la perspectiva de otra guerra importante en Oriente Próximo se torna más aterradora. Al fin y al cabo, dado el creciente involucramiento de Rusia en Siria, el riesgo de un choque entre fuerzas rusas y occidentales en la región es cada vez mayor. Y Rusia no va a renunciar fácilmente a su nueva posición de fuerza, abandonando a Irán ahora. Nada de esto es buen presagio para Europa, a la que una escalada de tensiones en la región afectará directamente, por su cercanía geográfica y sus obligaciones históricas hacia Israel. En tal caso, la UE tendría que alentar la búsqueda de una solución negociada para las intenciones hegemónicas de los actores regionales y el control de armas nucleares y convencionales. Por ahora, Europa debe afirmarse como una voz racional, insistiendo en la idea de un reordenamiento pacífico de Oriente Próximo, sin importar cuán difícil pueda parecer en lo inmediato. Los europeos conocen muy bien las consecuencias de las disputas hegemónicas interminables. La UE se creó como respuesta a un siglo de guerra y terror que llevó a Europa al borde de la autodestrucción. Desde entonces, la enseñanza ha sido clara: solo la reconciliación y la cooperación pueden garantizar un orden regional pacífico. La alternativa de Trump —la hegemonía— equivale al caos. (Joska Fischer, 08/06/2018)


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