Irak             

 

Irak:
Cuestionario de Il Manifesto a Susan Sontag (2001):
1.¿Podría describir el impacto de su regreso a Nueva York? ¿Qué sintió usted al ver las consecuencias? Por supuesto, yo habría preferido estar en Nueva York el 11 de septiembre. Porque estaba en Berlín, a donde había ido por diez días, mi reacción inicial a lo que estaba ocurriendo en Estados Unidos fue, literalmente, mediada. Yo planeaba pasar toda esa tarde del martes escribiendo en mi cuarto silencioso en un suburbio de Berlín, cuando de modo abrupto fui avisada de lo que ocurría a la mitad de la mañana en Nueva York y Washington por las llamadas telefónicas de dos amigos, uno en Nueva York, el otro en Bari, y corrí a prender la televisión y me pasé frente a la pantalla casi todas las cuarenta y ocho horas siguientes, viendo sobre todo CNN, antes de regresar a mi laptop a bosquejar una diatriba contra la demagogia inane y engañosa que yo había oído diseminada por el gobierno estadounidense y las figuras de los medios. (Este breve texto, que se publicó primero en The New Yorker -y en Nexos 286, octubre 2001-, y que fue ferozmente criticado aquí en los Estados Unidos, era, por supuesto, sólo una impresión inicial, pero por desgracia muy certera.)

La aflicción real se dio en estados no del todo coherentes, como siempre ocurre cuando a uno lo apartan de, y por tanto lo privan de un contacto total con, la realidad de la pérdida. A mi regreso a Nueva York tarde y por la noche a la siguiente semana, me fui directamente del aeropuerto Kennedy hasta lo más cerca que pudiera llegar en coche al sitio del ataque, y me pasé una hora dando vueltas a pie alrededor de lo que hoy es un cementerio masivo -unas seis hectáreas de extensión- con vapores, montañoso y maloliente en la parte sur de Manhattan. En esos primeros días luego de mi regreso a Nueva York, la realidad de la devastación, y la inmensidad de la pérdida de vidas, hizo que mi enfoque inicial sobre la retórica que rodeaba al evento me pareciera menos relevante. Mi consumo de la realidad vía la televisión había caído a su nivel habitual: cero. Me he obstinado en no tener un aparato de televisión en Estados Unidos aunque, sobra decirlo, sí veo televisión cuando estoy fuera. Cuando estoy en casa, mis principales fuentes de noticias diarias son el New York Times y unos cuantos periódicos europeos que leo en línea. Y el Times, días tras día, ha publicado páginas de desgarradoras biografías breves con fotos de los muchos miles de personas que perdieron sus vidas en los aviones secuestrados y en el World Trade Center, incluyendo a los más de trescientos bomberos que subían por las escaleras mientras bajaban los trabajadores de las oficinas. Entre los muertos no había sólo la gente ambiciosa y bien pagada que trabajaba en las industrias financieras localizadas aquí, sino muchos que hacían trabajos de sirvientes en los edificios como porteros y mozos de oficina. Y cocineros: más de setenta de ellos, en su mayoría negros e hispánicos, en el Windows on the World, el restaurant que estaba en la punta de una de las torres. Tantas historias; tantas lágrimas. Omitir el duelo sería un acto de barbarie, y lo mismo sería pensar que estas muertes de algún modo son distintas en su tipo a otras atroces pérdidas de vida, de Srebénica a Ruanda. Pero no basta con quedarse en el duelo. Y es entonces cuando uno regresa a los discursos que rodearon el evento, y a la realidad de lo que ha cambiado en Estados Unidos desde el 11 de septiembre. 2. ¿Cuál es su reacción a la retórica de Bush? No hay motivo para enfocarse en la simplista retórica de cowboy de Bush, la que, en los primeros días después del 11 de septiembre, osciló entre el cretinismo y lo siniestro; luego de lo cual sus consejeros y sus redactores de discursos al parecer lo refrenaron. Por más repulsivos que hayan sido su lenguaje y su conducta, Bush no debería monopolizar nuestra atención. A mi parecer todas las figuras principales del gobierno norteamericano se encuentran en una pérdida lingüística, mientras buscan imágenes para abarcar este revés sin precedentes para el poder y la capacidad estadounidenses. Se han propuesto dos modelos para entender la catástrofe del 11 de septiembre. El primero es que esta es una guerra, a la que dio inicio un "ataque taimado" comparable al bombardeo japonés sobre la base naval estadounidense en Pearl Harbor, Hawaii, el 7 de diciembre de 1941, que lanzó a los estadounidenses a la Segunda Guerra mundial. El segundo modelo, que ha ganado adeptos tanto en los Estados Unidos como en la Europa occidental, es que esta es una lucha entre dos civilizaciones rivales, una productiva, libre, tolerante y secular (o cristiana), y la otra retrógrada, fanática y vengativa. Es claro que yo me opongo a ambos modelos, y ambos vulgares y peligrosos, para entender lo que ocurrió el 11 de septiembre. Y no la menor de mis razones para rechazar tanto el modelo de "ya estamos en guerra" como al modelo "nuestra civilización es superior a la de ellos", está en que estas ópticas son exactamente las ópticas de aquellos que perpetraron este ataque criminal, y son también las ópticas del movimiento fundamentalista wahhabi en el Islam. Si el gobierno estadounidense insiste en describir esto como una guerra, y satisface la avidez del público por una campaña de bombardeos a gran escala que la retórica de Bush prometió al parecer (por lo menos al principio), es probable que el peligro aumente. No son los terroristas los que sufrirán con una respuesta de "guerra" total de parte de Estados Unidos y sus aliados, sino más civiles inocentes -esta vez en Afganistán, Irak y otras partes- y estas muertes sólo pueden inflamar el odio de los Estados Unidos (y, más generalizadamente, del secularismo occidental) diseminado por el fundamentalismo radical islámico. Sólo la violencia muy estrechamente enfocada tiene una oportunidad de reducir la amenaza planteada por el movimiento del cual -¿hace falta decirlo?- Osama bin Laden no es sino uno entre muchos líderes. La situación me parece complicada al extremo. Por una parte, el terrorismo activista que se apuntó un éxito tal el 11 de septiembre es, claramente, un movimiento global. No debe identificársele con un estado en particular, y ciertamente no es identificable sólo con el maltrecho Afganistán, como Pearl Harbor pudo identificarse con Japón. Como la economía de hoy, como la cultura de masas, como las enfermedades pandémicas (pensemos en el sida), el terrorismo se burla de las fronteras. Por otra parte, hay estados que sí figuran en el centro de la historia. Arabia Saudita ha provisto por todo el mundo el apoyo principal al movimiento wahhabi (no es accidental que Bin Laden sea, por así decirlo, un príncipe saudita), al tiempo que durante el mismo periodo la monarquía saudita ha sido el aliado más importante de Estados Unidos en el mundo árabe. Hay muchos, entre los miembros más jóvenes de la élite saudita además de Bin Laden, que ven la cooperación de la monarquía saudita con los Estados Unidos como una gran traición "civilizacional". Una guerra a gran escala dirigida por los Estados Unidos contra el movimiento terrorista identificado con Bin Laden, corre el riesgo de echar abajo a la monarquía "reaccionaria" y lograr que los "radicales" lleguen al poder en Arabia Saudita. Y este es sólo uno de los muchos dilemas que enfrentan los hacedores de política estadounidenses. 3. Usted ha apuntado que cualquier comparación con Pearl Harbor es inapropiada. Como usted sabe, Gore Vidal en su último libro The Golden Age sostiene la tesis de que Roosevelt provocó el ataque japonés a Pearl Harbor para permitirle a Estados Unidos entrar en la guerra junto con Gran Bretaña y Francia. La opinión pública y el congreso estadounidenses estaban en contra de entrar en la guerra; sólo en caso de ataque podía Estados Unidos haber declarado la guerra. Algunos otros intelectuales estadounidenses se han unido a Vidal para sostener que Estados Unidos ha estado provocando al mundo islámico durante años y que, en consecuencia, el cuestionamiento de la política estadounidense es inevitable. ¿Cuál es su opinión? Como ya lo he sugerido, creo que la comparación del 11 de septiembre con Pearl Harbor no sólo es inapropiada sino engañosa. Sugiere que tenemos otro país contra el cual pelear. La realidad es que las fuerzas que buscan humillar al poder estadounidense son, más bien, subnacionales y transnacionales. Osama bin Laden es, cuando mucho, el ejecutivo en jefe de un vasto conglomerado de grupos terroristas. Gente informada cree que él es incluso un poco una figura de adorno, valorado más por su dinero y su carisma que por su talento operativo. Visto así, es un núcleo de militantes egipcios el que realmente está proporcionando la inteligencia para un programa en marcha de operaciones del cual puede esperarse que tenga lugar en muchos países. He sido una crítica ferviente de mi país casi por tanto tiempo como Gore Vidal, aunque espero que con más tino, y doy por hecho que el cuestionamiento de la política exterior estadounidense es siempre tan deseable como inevitable. Una vez dicho esto, no creo que Roosevelt provocó el ataque japonés sobre Pearl Harbor. El gobierno japonés realmente se había atado a la locura de empezar una guerra con los Estados Unidos. Tampoco creo que Estados Unidos haya estado provocando durante años al mundo islámico. Estados Unidos se ha comportado de una manera brutal, imperial, en muchos países, pero no está metido en una operación abarcadora contra algo que puede llamarse "el mundo islámico". Y con todo lo que deploro la política exterior estadounidense -y la arrogancia y la presunción imperial estadounidenses- lo primero que hay que tener en mente es que lo que ocurrió el 11 de septiembre fue un crimen espantoso. Como alguien que durante décadas ha estado en primera fila entre aquellos que han gritado contra los entuertos estadounidenses, me he llamado particularmente a ultraje, por ejemplo, con el embargo que ha traído tanto sufrimiento al empobrecido, oprimido pueblo de Irak. Pero la óptica que detecto entre algunos intelectuales estadounidenses y muchos intelectuales bien-pensant en Europa; la óptica de que Estados Unidos ha traído ese horror sobre sí mismo, de que Estados Unidos es, en parte, culpable por las muertes de estos miles ocurridas en su propio territorio: esta no es, repito: no es, una óptica que yo comparta. Cualquier intento de perdonar o condonar esta atrocidad culpando a Estados Unidos -y aunque haya mucho de qué culpar a la conducta estadounidense en el extranjero- es moralmente obsceno. Terrorismo es el asesinato de gente inocente. Esta vez, fue un asesinato masivo. Más aún, creo que es un error pensar en el terrorismo -este terrorismo- como la búsqueda de demandas legítimas por medios ilegítimos. Permítame ser muy específica. Si mañana hubiera una retirada unilateral de Israel de la Orilla Occidental y de Gaza seguida, un día después, por la declaración de un estado palestino acompañado por plenas garantías de ayuda y cooperación israelíes, creo que ninguno de estos eventos deseables retractaría en algo en los proyectos terroristas que ya están en curso. Los terroristas se escudan a sí mismos en agravios legítimos, como ha señalado Salman Rushdie. Su propósito no es la corrección de estos entuertos: sólo su pretexto desvergonzado. Lo que buscaban lograr aquellos que perpetraron la masacre del 11 de septiembre no era corregir los males hechos al pueblo palestino, o aliviar el sufrimiento del pueblo en la mayor parte del mundo musulmán. El ataque es real. Es un ataque contra la modernidad (la única cultura que hace posible la emancipación de las mujeres) y, sí, contra el capitalismo. El mundo moderno, nuestro mundo, se ha dejado ver como algo seriamente vulnerable. Una respuesta armada -en la forma de un conjunto de complejas operaciones antiterroristas cuidadosamente enfocadas; no en la forma de una guerra- es necesaria. Y justificada.


Entrevista a Der Speigel: Oposición a la invasión (2003):
Detrás de la ya irrefrenable determinación del equipo de George W. Bush de llevar adelante sus planes de ataque a Irak se encuentra la vocación de dominio mundial de una nación caótica y violenta, que favorece la pena de muerte y la posesión de armas en los hogares mientras practica gran variedad de religiones y se empeña en moralizar a otros, señala la escritora estadounidense Susan Sonntag en entrevista concedida al periódico alemán Der Spiegel. El 11 de septiembre, subraya, no hizo sino dar el pretexto para un proyecto cuyo objetivo es reconfigurar Medio Oriente. -El gobierno de Bush al parecer está totalmente resuelto a librar una guerra contra Saddam Hussein. ¿Usted cree que se pueda impedir el ataque? -Creo que no hay posibilidad alguna de impedir esta guerra. Incluso aunque se deponga, asesine o exilie a Saddam Hussein, los estadounidenses pretenden ocupar Irak. Están decididos a configurar Medio Oriente de nuevo. -Hay mucha resistencia en Europa, como han probado las manifestaciones, y sentimientos encontrados en Estados Unidos, como señalan las encuestas. -Pero véase la retórica del gobierno de Bush. Ese "nosotros" que Bush, Cheney, Rumsfeld y Powell emplean es un "nosotros" mayestático: no es el "nosotros" de la Constitución, el "nosotros el pueblo". Aunque se le pudiera demostrar a Bush y sus asesores que las mayorías rechazan la guerra, su respuesta sería: "Es nuestro cometido ejercer el mando". La política exterior no está sujeta al sistema democrático. Han adoptado una política que es, por decir lo menos, muy peligrosa. -¿Está sugiriendo que el presidente Bush utilizó el 11 de septiembre como pretexto para ejecutar lo que ya tenían previsto hacer, es decir, invadir Irak? -Sí. El periodista Bob Woodward refiere en su reciente libro, Bush en guerra, que ya el 12 de septiembre Rumsfeld y su equipo estaban debatiendo la opción de atacar a Irak primero y luego Afganistán. Los sucesos del 11 de septiembre fueron el portal. El personal de asuntos exteriores de Bush advirtió de inmediato que a partir de aquel momento todo era posible: una nueva política exterior, radical, en la que la expansión militar estadounidense podía justificarse como mera defensa propia. -Ya queda poca de aquella inicial adhesión europea a Estados Unidos por haber sido víctima de atentados terroristas. De hecho, hay en la actualidad una creciente reprobación a la beligerancia estadounidense. ¿Se está abriendo un abismo entre Europa y Estados Unidos? -Sí, hoy día, cuando Estados Unidos obra con arreglo a esos principios que lo distinguen, que lo han distinguido siempre de las sociedades de Europa occidental, la distancia parece más amplia. La cuestión bélica es sólo la punta del iceberg. Pues si bien Estados Unidos ha cambiado, también Europa ha cambiado en el último medio siglo. Cambiado de manera espectacular. Véase, por ejemplo, la cuestión de la pena capital. La amplia mayoría de los estadounidenses no puede entender siquiera las razones que se oponen a su aplicación. Para ellos, no estar dispuesto a aplicar la pena de muerte implica que no se está dispuesto a castigar a quienes cometen crímenes. Si un ciudadano de un país europeo le responde, "Sí castigamos a los criminales, pero no los matamos", les parecerá una respuesta incomprensible. Otra diferencia es que los gobiernos europeos y sus poblaciones han comprendido la necesidad y sensatez de renunciar a su soberanía en algunos aspectos... -...como abandonar su moneda. -Sí. En Estados Unidos el proyecto de ceder parte de la soberanía a un organismo internacional es literalmente inconcebible. Otra diferencia es que Europa es secular, profundamente secular, en cambio la inmensa mayoría de los estadounidenses cree o dice que cree en Dios, y habitualmente asiste a alguna especie de servicio religioso. Estados Unidos es un país anárquico en diversos sentidos y tolera una violencia extraordinaria en su seno. Me viene a mientes el muy preciado derecho a poseer armas y a emplearlas cuando se sospecha una amenaza. Es asimismo un país al que le gusta moralizar. El lenguaje extremado de Bush -nosotros contra ellos, la civilización contra la barbarie, América la buena contra el eje del mal- es muy bien recibido en las provincias de Estados Unidos. -La resistencia de Estados Unidos a ceder soberanía ¿es la razón de fondo de su talante unilateral, de su rechazo a firmar los acuerdos de Kyoto o a brindar su apoyo al Tribunal Penal Internacional? -Sí, el grupo de Bush es consecuente. Por qué habrían de integrarse a tratado alguno si eso implica que un día se les impedirá hacer algo que consideran de interés para Estados Unidos. Por principio este gobierno no tiene deseos de firmar tratado o acuerdo alguno. -Entonces ¿cómo explica el hecho de que Estados Unidos se haya dirigido a la ONU para obtener el respaldo a la guerra contra Irak? -Sabían que no podían comenzar la guerra al menos hasta marzo. Fue un modo de ocupar los meses necesarios para trasladar las tropas y pertrechos y preparar la invasión. Es evidente que el gobierno de Estados Unidos preferiría contar con la resolución del Consejo de Seguridad para respaldar su invasión, y es muy probable que al final la consigan. Pero la política oficial es que Estados Unidos no se detendrá si no puede obtener dicha resolución. La ausencia de una resolución sólo demostrará, en palabras de Bush, que la ONU es "irrelevante". -¿Cuál es su postura personal frente a la guerra? ¿Se considera pacifista? -Como casi todas las personas que conozco, participé en la enorme manifestación en Nueva York. Sin embargo, no soy pacifista. Estoy en contra de esta guerra en particular. Pero no pienso que recurrir a la fuerza armada sea injustificable siempre y en toda circunstancia. -En Bosnia y en Kosovo, por ejemplo, ¿la guerra era lícita? -Sí, me parece que la intervención de la OTAN -para impedir la agresión a Bosnia- estaba justificada. El propósito era poner fin a una matanza terrible, y en efecto cumplió con ese propósito. Lo lamentable es que esa mínima aplicación de fuerza habría podido terminar con aquella guerra dos años antes. Pues cuando las bombas cayeron finalmente, en agosto de 1995, no murió ni una sola persona que no combatiera. Pero ello no detuvo a Milosevic, que entonces se dirigió a Kosovo. Por desgracia muchos ciudadanos de Kosovo murieron durante los bombardeos de la OTAN. -¿Dónde comienza su desacuerdo con la guerra contra Saddam Hussein? -Comienza reconociendo la complejidad de la posición contraria a la guerra. Saddam Hussein es un dictador de una perversidad sin límites que ha causado la muerte de cientos de miles de personas en su país. La invasión a la que me opongo acaso la reciba con beneplácito buena parte, si no es que casi todo, el pueblo iraquí. -Entonces ¿por qué se opone a esta guerra ? -Porque hay muchas otras opciones. Siempre hay otras opciones frente al bombardeo de las ciudades. Por ejemplo, los estadounidenses -por diversas razones evidentes- no van a bombardear Pyongyang, aunque Corea del Norte sea mucho más provocador que Irak en lo que se refiere a la posesión de "armas de destrucción masiva". Los estadounidenses no tienen que bombardear Bagdad o ninguna otra ciudad. Habrá una guerra porque se proponen invadir Irak. Sin duda no tienen intención de ocupar Corea del Norte. -Desde la guerra de Vietnam los estadounidenses han estado obsesionados con el trauma de combatir en una guerra injusta o impopular. ¿Por qué no sigue obsesionándoles su fracaso en Vietnam? -Por la carencia de una oposición política viable. En efecto, ya no hay dos partidos políticos en Estados Unidos. Sólo nos queda uno, el Republicano, una de cuyas ramas se denomina a sí misma Partido Demócrata. Hay suficientes opositores entre diversos sectores del electorado, pero esa gente no está representada en el sistema político. En los años 60 y 70 aún tenía lugar un debate abierto y vivo sobre las cuestiones fundamentales de la política nacional y extranjera entre quienes eran elegidos a los cargos públicos. Hoy día hay un acuerdo en lo esencial. -Justo después del 11 de septiembre usted publicó un comentario que indignó a muchos estadounidenses. Se le amenazó de muerte y fue vilipendiada en la prensa. Se le llamó Osama Bin Sontag, se hicieron llamados para que se le despojara de su ciudadanía y se le deportase, entre otros. ¿Cómo explica esta reacción? -Bien, después del 11 de septiembre el lema fue "Unidos resistimos". Por lo que a mí se refiere aquel lema significaba: No pienses, sé un buen patriota y haz lo que te ordenemos. -La casualidad quiso que usted estuviera el 11 de septiembre en Berlín, donde tenía prevista una visita de unas semanas, y no en Nueva York, donde reside habitualmente. ¿Ese hecho cambió las cosas? -Sí, lo que escribí. Escribir desde Berlín implicaba que, como casi todo el mundo, estaba viendo las imágenes transmitidas por televisión, y no desde el techo del edificio de apartamentos donde vivo, desde el que se podía ver el World Trade Center. El resultado -un buen resultado, me parece- fue que me concentré en cómo se estaba difundiendo el atentado y cómo se le integraba a una ideología de la superioridad y la presunta inmunidad de Estados Unidos, en lugar del patetismo y el horror propios del suceso. Si hubiese estado en casa, en Nueva York, no habría buscado que la televisión me suministrara idea alguna sobre las implicaciones del atentado. -¿Qué aspecto de lo que escribió perturbó a algunas personas? -Lo que parece haber perturbado casi a todos fue la afirmación de que si bien el atentado era sin duda un crimen terrible y absolutamente reprensible, no era verdad -como después se afirmó a menudo justo- que los terroristas habían sido unos cobardes. La gente infirió que yo estaba elogiando o al menos condonando a los terroristas. Eso es absurdo, claro está. La afirmación de que un criminal puede ser valiente no equivale a afirmar que sus acciones son válidas en el terreno moral. Coincido con Aristóteles en que la valentía, si bien es una virtud, no es una virtud moral. También censuré la descripción según la cual el atentado terrorista había sido contra la civilización misma. -¿Qué piensa acerca de la opinión, frecuentemente expresada, de que el 11-S se inscribe en el choque de culturas o civilizaciones? -Seré cautelosa en un empleo tan beato de la palabra civilización. Pero sí, sin duda hay un choque de valores que se centra en el proyecto de la modernidad. Una parte esencial de ese proyecto consiste en la emancipación de la mitad de la humanidad a la que por casualidad pertenezco: las mujeres. El radicalismo islámico atrasa el reloj para las mujeres. Vivo en la parte del mundo en la que se sostiene que éstas deberían tener idénticas oportunidades y responsabilidades que los hombres. Claro, todos los fundamentalismos religiosos son perniciosos para las mujeres en alguna medida. Pero su represión y sometimiento es mucho más grave en el fundamentalismo islámico: una corriente radical que irriga todo el Islam, afecta cada vez a más personas y se sustenta en los sentimientos encontrados respecto de la modernidad. Los hombres musulmanes están siendo movilizados en todo el mundo para protestar contra la injusticia, el fracaso económico, la ineptitud política y la corrupción de sus propios países, a fin de convertirlos en soldados en una guerra religiosa cuyo frente más importante no es el imperialismo de Estados Unidos, sino la guerra contra las mujeres. -¿No es ése también un motivo razonable para que el gobierno de Bush reestructure Medio Oriente para hacerla una región más democrática? -Pero ¿será acaso más democrática? Claro, muchos iraquíes no quieren otra cosa que el derrocamiento de ese dictador execrable, y espero en verdad que Saddam Hussein sea depuesto y se le dé muerte. Pero no mediante una invasión estadounidense a Irak, la cual supone la muerte de muchas personas que no combaten. Los iraquíes ya han sufrido bastante. -¿Qué consecuencias de la invasión le preocupan más? -Una consecuencia que podría darse por hecho, si los estadounidenses prosiguen con su guerra, es que habrá más terrorismo en el extranjero. Otra es que las fuerzas seculares se debilitarán aún más. Aunque Hussein es en verdad el monstruo que todos dicen, tal vez lo único ventajoso sea que es un monstruo secular. Su remoción del poder de este modo podría conducir a un régimen fundamentalista. El radicalismo islámico como fuerza política tiene eco a lo largo y ancho del mundo. Claro, no puede "derrotar" a Estados Unidos en el sentido militar. Pero puede poner en peligro las libertades democráticas por doquier, y producir una nueva suerte de guarnición o sociedad militarizada en la que cada cual se acostumbre a vivir bajo la amenaza de lo que ahora denominamos "terror".


Muertos ajenos:
Nadie ha colgado en su Facebook la bandera de Irak, no se han cruzado por las redes millones de tuits lamentando la última masacre en una nación destruida y castigada por todas las guerras y todos los enemigos. Solo algún medio nacional lleva la matanza a sus portadas. Y es que lo que ocurre lejos de nuestra geografía sentimental no ocurre en realidad: solo en las 1.080 líneas efectivas de nuestra televisión de plasma, o en las ondas, entre la información sobre el tipo que insulta a un extranjero comunitario en el metro de Londres y la muerte de ese director de cine que nos abrió las puertas del cielo y el espíritu del cazador. Sin embargo, a pesar del patético olvido de todos esos muertos tan muertos como los otros, tan cercanos para los suyos, tan reales, las cuentas sí resultan concluyentes: solo cinco de cada cien asesinados en acciones terroristas ocurridas en todo el planeta desde que el 11-S inició la nueva era de la guerra lo han sido en las viejas metrópolis. Recordamos los nombres de nuestras capitales más próximas sacudidas por las nuevas formas de esta guerra de ejércitos secretos: Madrid, Londres, París, Bruselas, Orlando, quizá incluso Estambul o Casablanca. Recordamos los lugares comunes, visitados o conocidos por el cine, la televisión, las charlas con amigos viajeros. Forman parte de nuestro propio patio, y en ellos una explosión que no sea un accidente de una bombona en mal estado parece irreal, ajena, imposible. En Bagdad un atentado es solo otra muesca en la historia de la derrota que persigue al territorio del Tigris y el Éufrates, el lugar donde empezamos a ser de verdad humanos modernos, a conocer la agricultura, la escritura, los impuestos, el estado. ¿Pero a quién le importa eso? Nadie sufre por los muertos lejanos, ni por la destrucción de esas sociedades imperfectas, pero funcionales, ni por la desaparición de todo vestigio de culturas milenarias en las que la Humanidad que hoy conocemos dio sus primeros pasos. Nadie sufre por eso ni en la Europa en crisis, abotargada por sus propios problemas, histérica ante la avalancha migratoria, ni en esos EEUU cada día más cerrados sobre sí mismos, decididos a levantar inútiles muros. Nadie hace cuentas por la destrucción de miles, decenas de miles, centenares de miles de vidas en el próximo Oriente. Vidas arrasadas por la lógica de aquella guerra de venganza del segundo Bush, una guerra por el petróleo y el orgullo, una guerra solo de destrucción y saqueo, que desestabilizó para décadas la región y legitimó a los hijos del odio, el rencor y la yihad. Porque lo que hoy tenemos, este paisaje de geografías desoladas pero distintas, donde todos los demás son sospechosos, donde a veces mueren los nuestros y siempre mueren los otros, es fruto de aquel mal cálculo guerrero de los halcones de Bush y sus informes trucados. Fue un mal negocio, aquel cálculo de soldados muertos por galón de fuel, un descargue de violencia que hizo ricos a algunos, pero arruinó a Estados Unidos y provocó esta crisis. Y esta nueva guerra donde nunca mueren militares. Y este retroceso enorme de un tercer mundo con el que Occidente no quiere tener nada que ver, mientras les vendemos desde lejos una cultura irreal basada en la abundancia y el lujo, en la avaricia y el despendole. Geografías distintas, muertos distintos, una Humanidad partida. (Francisco Pomares, 05/07/2016)


Informe Chilcot:
¿Sirve de algo pedir perdón ahora? El informe elaborado por John Chilcot refleja tras siete largos años de investigación que Tony Blair abordó la participación de Reino Unido en la invasión de Irak en 2003 “antes de agotar todas las opciones pacíficas” basándose en una “inteligencia defectuosa” y que la certeza con que se presentó “no estaba justificada”. El ex jefe de Gobierno británico pide disculpas hoy. Atrás quedan los 250.000 muertos, entre ellos nuestros ocho agentes del CNI, el reportero José Couso, el corresponsal Julio Anguita Parrado… tantos otros. Y el país destrozado. Pero lo peor es la herencia. Una herencia maldita: la terrible situación que atenaza al mundo, el terrorismo yihadista, el miedo, el odio, la venganza, la locura. No era necesario. El 27 de enero de 2003 firmé un artículo en este periódico titulado El ataque de los clones. Afirmaba: “Frente a una absurda dinámica de prisas y carreras, cual si estuviéramos en periodo de instrucción militar con un sargento de rostro terrible martilleándonos a gritos al marcar el paso, lo desconocemos absolutamente todo, aunque parece que ya poseyéramos todo el conocimiento por los miles y miles de párrafos escritos y hablados. Sin embargo, sólo el socio privilegiado de Washington, Tony Blair, la otrora esperanza blanca de la izquierda europea y su tercera vía ahora convertido en mero comparsa militarista del dios americano, parece saber algo. Y, ello suministrado por unos servicios secretos cuya efectividad deja mucho que desear, con licencia para matar, y, por tanto para mentir; faltaría más”. Y preguntaba: “¿Dónde está el derecho de defensa del pueblo de Iraq?” Recuerdo después el 15 de febrero en Madrid, con mi familia, en la manifestación en que millares de ciudadanos reclamamos la paz. No queríamos esa guerra, ni aquí ni en país alguno. Nosotros no éramos ajenos. Allí estaba el Partido Popular con José María Aznar al frente. A él me dirigí, el 4 de marzo de 2003, en otro artículo: “Señor presidente, ¿cómo puede usted hablar en referencia a la decisión iraquí de destruir los misiles Al Samud 2 como ‘juego muy cruel con el deseo de paz de millones de personas en el mundo?’ No se ha dado cuenta de que estos millones que usted cita están a favor de que no se intervenga en Irak, es decir, en contra de su postura, la del señor Blair y la del señor Bush.” Le recordaba que hasta donde yo conocía “no existe al día de hoy ni un solo indicio de que la implicación de Sadam Huseim con Al Qaeda existe. Quien acusa tiene la carga de la prueba y no puede desplazar esta obligación a otros, y ustedes no han aportado esa prueba”. Ese artículo tuvo un efecto inmediato. La apertura de diligencias informativas contra mí en el Consejo General del Poder Judicial. Hablo del mismo Aznar que en el año 2007 aseguró en una conferencia impartida en Pozuelo de Alarcón que su Gobierno “tomó la decisión que tomó porque creía que era lo más conveniente para los intereses nacionales” y aseguró estar convencido de que “a pesar de las dificultades”, el tiempo le “daría la razón”. Nunca se la dio. Se demostró que el eje del mal que señalaba Bush y las armas de destrucción masiva que según decía lo sustentaba, no eran más que fantasías, argumentos espurios para llevar adelante una acción que causó sufrimiento, dolor y rencor. Ni más ni menos. ¿Por qué? ¿Para qué? ¿Ahora qué hacemos con los muertos, con la destrucción, con la rabia, con la malversación de tantos millones invertidos en tanto coste humano? “Nos equivocamos. ¡Qué pena! Lo sentimos”. Ya está. Pues no. No se puede permitir que los autores de tal desaguisado salgan incólumes y escuchar afirmaciones como la que con toda desfachatez ha proferido el entonces ministro de Defensa, Federico Trillo, aseverando que España no estuvo en la guerra de Irak. Esta nueva mentira del hoy embajador en Londres tendría que suponer su cese inmediato, solo por la dignidad de las víctimas que parece despreciar. Necesitamos conocer el alcance de la responsabilidad en que nos sumió nuestro jefe de Gobierno tan ufano tras aquel retrato en las Azores. Su vanidad le salió muy cara a España. Habrá que ver quién paga ahora los desperfectos desde la óptica penal y la económica. Aquí en casa una colección de políticos miraban con soberbia y malos modos a quienes estábamos en desacuerdo. Todos tienen que responder tras habernos embarcado en una aventura de sospechosos intereses y muy cruentos resultados. Empezando por el entonces vicepresidente Mariano Rajoy quien opina que ya han pasado 13 años. Olvida su vehemente alocución a favor en el debate en que el Parlamento con los votos del PP, dio vía libre a la intervención de España para gloria personal de su jefe Aznar. Dijo que los socialistas actuaban de modo “burdo, ridículo y mezquino” y que en contra de lo que la oposición defendía, intervenir podía ser un método de presión eficaz para “lograr el desarme pacífico de Irak”. Sin más opciones. Sufrimos hoy los lodos procedentes de aquellos barros. Eludir el instrumento que supone la justicia sustituyéndola por la fuerza bruta y la violencia, solo sirve para ocultar intereses inconfesables y destruir la vida de generaciones de seres humanos condenándoles a la desesperanza. Si algo hay que aprender es que las armas no son la respuesta para todo. Reflexionemos: ¿Qué adultos hemos creado de aquellos niños que vivieron una invasión cruel y sin sentido y vieron morir a sus familias y a sus amigos? ¿Qué seres humanos se forjan en esos pequeños obligados a huir de sus hogares, acogiéndose a un inexistente refugio, sintiéndose rechazados y maltratados por una Europa supuestamente defensora de los Derechos Humanos? Siento vergüenza, preocupación y una necesidad imperiosa de que hagamos algo sabiendo que el tiempo corre y la desazón es cada vez mayor. Recuperemos la verdad para no errar de nuevo. Urge elaborar ya nuestro propio informe Chilcot. (Baltasar Garzón, 09/07/2016)


Chilcot: Impunidad:
Los hechos establecidos por John Chilcot durante los siete años que ha durado la investigación son abrumadores. Es un auténtico acta de acusación que clama por algún tipo de satisfacción penal por las responsabilidades personales de Tony Blair. Fue una guerra ilegal e injusta, en la que se enmascaró un cambio de régimen bajo el disfraz de una guerra preventiva, ante la falsa amenaza de un ataque con unas armas de destrucción masiva inexistentes que podía producirse en 45 minutos. El número de delitos probablemente sería largo, porque a las mentiras de la preparación de la guerra se añade la irresponsabilidad de quienes organizaron una caótica posguerra todavía más catastrófica. Si la invasión de Irak y el derrocamiento de Sadam Husein fueron ilegales y organizados con mentiras y manipulaciones, nada se hizo después que diera algo de legitimidad a la invasión y a la desaparición del déspota, como ha ocurrido tantas veces en la historia, en forma de beneficios para los iraquíes y de estabilidad en la región. Al contrario, la destrucción de sus fuerzas armadas y de la estructura entera del Estado abrió las puertas al infierno de una guerra civil entre chiíes y suníes que en propiedad todavía no ha terminado y se ha convertido en el monstruo del Estado Islámico. Difícilmente sirve en este caso la doctrina del mal menor para defender los desastres ocasionados por esta guerra ante el mal mayor que todavía hoy Blair y Bush pretenden blandir con el espantajo de Sadam Husein. Hay un delito que cuadraría perfectamente con lo que hicieron ambos en la guerra de Irak, con la ayuda diplomática y la complicidad política de Aznar. Es el crimen de agresión, surgido como figura jurídica en los juicios de Nuremberg contra el nazismo y reivindicado en el tratado de creación de la Corte Penal Internacional, el llamado Estatuto de Roma de 1998, como figura delictiva a incluir en el futuro a través de las enmiendas a dicho tratado, como así se hizo en la revisión de 2010. El problema es la no retroactividad de las leyes: cuando se cometió presuntamente el crimen, en 2003, todavía no estaba incluido en el Estatuto de Roma. Para colmo, los procedimientos de ratificación y de entrada en vigor solo convertirán en perseguible el crimen de agresión a partir de 2018. La fiscalía de la Corte Penal Internacional (CPI) no ha ocultado su incomodidad con el contraste entre la impunidad de los dirigentes occidentales cuando vulneran la Carta de Naciones Unidas y la exclusiva inculpación de ciudadanos africanos con los actuales instrumentos legales del tribunal. Los 39 inculpados hasta ahora son todos africanos. También son africanos los únicos jefes de Estado objeto de investigación o persecución legal, como el difunto líder libio Muamar el Gadafi o el actual presidente de Sudán del Norte, Omar Al-Bashir. Otro jefe de Estado africano, Hissène Habré, presidente de Chad entre 1982 y 1990, ha sido condenado a cadena perpetua por crímenes contra la humanidad, violación, esclavitud forzada y múltiples homicidios y asesinatos, por una corte especial creada por Senegal por encargo de la Unión Africana, en un caso ejemplar que ha hecho prescindible en esta ocasión la actuación de la CPI. No es el único contraste. Ha habido al menos dos investigaciones y centenares de denuncias por crímenes de guerra por la muerte de detenidos iraquíes bajo custodia británica, algunas ante tribunales británicos y otros ante la CPI, aunque solo el cabo Donald Payne ha sido condenado a un año de prisión. Sería una cruel ironía que el Informe Chilcot sirviera para perseguir soldados y jefes militares británicos y no diera lugar en cambio a indagación alguna sobre Tony Blair. De ahí que la fiscalía de la CPI haya aclarado muy sutilmente en una nota que “sugerir que la CPI haya descartado la investigación sobre el ex primer ministro por crímenes de guerra pero pueda perseguir a los soldados es una deformación de los hechos”. Ni un solo jurista ha expresado hasta ahora su confianza en que Tony Blair, al igual que George Bush, se sienten algún día en el banquillo, ya sea de sus respectivos tribunales nacionales ya sea de la CPI, a pesar de que lo han pedido parlamentarios británicos como Jeremy Corbyn o Alex Salmond y el obispo sudafricano y premio Nobel de la Paz, Desmond Tutu. En el caso del expresidente de Estados Unidos, porque el Senado de su país ni siquiera ha ratificado el tratado internacional que lo crea, a pesar de que su antecesor Bill Clinton lo firmó en Roma. George W. Bush boicoteó todo lo que pudo a la CPI y aprobó, incluso, un paquete legislativo para impedir que sus soldados y ciudadanos pudieran ser inculpados o perseguidos bajo la jurisdicción universal. El Informe Chilcot tendrá una lectura fácil y demagógica: demuestra la impunidad del hombre blanco, del máximo responsable político frente a los soldaditos que obedecen órdenes, de los honorables mandatarios occidentales frente a los déspotas africanos y árabes. En el momento populista que atravesamos, las opiniones públicas exigen gestos ejemplarizantes y cabezas que rueden. Se da por descontado, en cambio algo que no lo está en absoluto en la gran mayoría de los países, como es que una comisión de investigación, por encargo del Gobierno, realice un ejercicio de transparencia de tanta trascendencia y llegue tan lejos en la documentación y determinación de responsabilidades políticas como ha hecho John Chilcot. Una nueva paradoja del caso es que esto sucede en pleno Brexit, el movimiento soberanista que no solo pone en cuestión la dependencia de Reino Unido de la legislación y los tribunales de la UE sino incluso de la legislación internacional y el Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo. No es extraño ni anecdótico que Alex Salmond haya planteado la posibilidad de que Tony Blair sea juzgado algún día por crimen de agresión en los tribunales de esa Escocia que busca tras el Brexit su independencia y la adhesión a la Unión Europea. Para el Parlamento británico el Informe Chilcot no es tan solo un ejercicio ejemplar de transparencia que demuestra el vigor de la democracia británica, sino también un estímulo para ratificar las enmiendas que introducen el crimen de agresión en el Estatuto de Roma y dificultar así que en el futuro alguien pueda repetir una actuación como la de Blair desde el número 10 de Downing Street. Aunque el caso Blair no llegue nunca a La Haya, donde tiene su sede la CPI, parece haber pocas dudas de la contribución a la justicia universal que ha hecho Reino Unido con la comisión Chilcot y su informe. (Lluís Bassets, 10/07/2016)


Criminal de guerra:
A estas alturas de la película a nadie le cabe la menor duda de que la ­sociedad española es tan cómplice ante el delito económico que ocupará un puesto elevado en la lista de países corruptos, con una buena mayoría de ciudadanos indiferentes. Usted puede robar, si es posible al Estado, que es un ente que desde hace siglos nadie acaba de entender a quién pertenece, y salir de rositas, con felicitaciones, si no de los juzgados, que a lo más que llegan es a cierta complicidad visual, pero con las ovaciones del público elector. “¡Qué tío, dos cojones, desvalijó la comunidad autónoma y ahí le tienes, fresco como una lechuga y arrogante como un chispero! ¡La gente lo adora!”. El ladrón de Estado en España conserva cierta fama de jugador de fortuna. Posi­blemente haya algo de envidia, porque ­somos una sociedad formada a golpe de ­braguetazo con tronío. ¿Pero qué ocurre con los criminales de guerra? Después del Generalísimo no recuerdo ninguno salvo aquella mercadería ligada a las guerras africanas que se interesaban por la sisa en la intendencia, cortar alguna oreja mora de recuerdo macarra, y volver a casa con medallas de pago –para el personal no avezado, las condecoraciones se dividen entre las de “compensación económica” y las que sirven para decorar la pared del ­recibidor–. Una conmoción ética se ha producido. El informe del veterano lord John Chilcot –nueve años de trabajo y doce volúmenes de resultado– es una de esas singularidades que se producen en Gran Bretaña, junto a los sombreros de la Reina y la vestimenta más cursi que cualquier paleto pudiera imaginar. El documento encargado por el Parlamento sobre la alucinante invasión de Iraq, el derrocamiento de Sadam y el incremento del conflicto en la zona ha dado sus ­resultados. Los tres organizadores de la matanza moderna más cruel y de mayores consecuencias para nuestro futuro son tres irresponsables, según el equilibrio lingüístico británico, y tres asesinos en masa, conocidos en el lenguaje posterior a Nuremberg 1945 como criminales de guerra. Un idiota (un idiota de catálogo), cuyo acto más significativo fue dejar de beber para desgracia de la humanidad y dudoso beneficio familiar. El muñidor Tony Blair, un buscador de fortuna, cuya capacidad de desvergüenza verbal y física me supera –se convirtió al catolicismo apenas terminado su periodo criminal–; daría hasta lo que no tengo por saber qué le pusieron de penitencia, 487 padrenuestros. Tantos como los muertos que provocó. Y por último, el atleta político de los 180 abdominales, digno heredero del más cínico periodista que hubo en España, Manuel Aznar Zubigaray, donde eran tan habituales como las chinches. El retoño, de pronto, asumió el papel de estadista circense, con una locución nasal que provocaba más risas que Harpo, el mudo de los hermanos Marx. En el 2012, los que se creen los reyes del universo, Bush y Blair, acompañadores de un señorito mesetario, que dudo sepa situar Palmira, se lanzan a la operación militar más importante desde la Segunda Guerra Mundial. Nada menos que trasladar el conflicto de la Europa de 1945 al indescifrable mundo musulmán: invaden Iraq, derriban a Sadam Husein e inmediatamente se dan cuenta de que la desaparición del dictador significa el vacío absoluto. Envían a un gringo de granja con botas de anuncio y aquello es el caos. Un Estado no es una mezcla de tribus, sino un sistema aferrado a un dictador que equilibra los poderes. Así era antes de los ingleses y después de los ingleses; siempre y cuando el petróleo quedara garantizado. Aquellos tres arrebatados occidentales abren la guerra política más compleja del siglo XXI, y con una irresponsabilidad a prueba de carro de combate alimentan militar y socialmente a las milicias islamistas. Su inminente enemigo. Es significativo que nadie quiera contar que los fugitivos de Siria vivieron en situación de seminormalidad desde el 2012 y que empezaron a huir en el 2016. ¿Qué pasó entre medio? ¿Eran el poder? ¿Conservaban su estatus y colaboraban con las milicias islámicas que dominaban el territorio, armadas por Arabia Saudí y Estados Unidos? Si la guerra empezó en el 2012, ¿cómo es que aparecen en el 2016 emigrantes afganos, sirios, iraquíes… Tomando como modelo la guerra civil española sería incomprensible. Pero ahí cuentan las religiones, los apoyos externos, el intento norteamericano de derribar a El Asad de Siria, que se saldó con la mayor vergüenza militar que uno pueda imaginar. Es como si antes de salir corriendo de Vietnam los norteamericanos les hubieran pedido ayuda a los chinos para sobrevivir en aquel berenjenal en el que voluntariamente se habían metido. En este caso, a los rusos. Si siempre se ha dicho que el intento de ocupar Egipto durante el conflicto del Nilo (1956) fue la última gran operación colonial de Occidente, ahora podríamos añadir, a falta de muchos datos, que la aventura afgano-sirio-iraquí –no digamos libia– que se inició en 2012 es una parodia de aquellas grandezas imperiales que relata Aznar con su acento nasal de empleado de los señores que hablan un inglés suelto. Pero ese criminal de guerra ha pasado por las arenas del desierto, asesinando niños, mujeres y ancianas –eso que repiten tanto para conmovernos cuando se trata del malvado adversario–. Seríamos unos frívolos irresponsables si no exigiéramos responsabilidades por el más de medio millón de muertos que ha costado la machada, y si no dejáramos de admitir que ese chulillo de chiscón siguiera dando lecciones de cosas de las que no sólo no tiene ni idea sino de las que ha sido responsable. ¿O sea que Sadam tenía armas de destrucción masiva? “Bueno, la verdad es que estábamos equivocados”. Una panda de cínicos. Ni un servicio de información occidental hubiera apostado un penique; conocían Bagdad y Sadam, porque le daban de comer ellos. ¡Pero tú, José María Aznar, fuiste el más animoso en llevar una guerra, en la que nada te iba más que la fatuidad de mediocre con ambiciones, que costó medio millón de muertos! ¿Y nadie de esos partidos arrogantes y revolucionarios, entre comedero y comedero para su colocación en el negocio gubernamental, se atreverá a algo tan político y tan radical como poner en el banco de madera oscura de un juzgado a un tipo simple, malévolo, arrogante y sobre todo desdeñoso del ser humano, sea de Valladolid o de Tikrit, para plantearle que los últimos criminales de guerra no son los militares, que organizan la batalla, sino los gobernantes que ordenan la matanza? Como si los muertos fueran siempre anónimos y volviéramos a las colonias. ¿Aznar, criminal de guerra? Pues sí señor, como Bush o el Blair recién confesado. Porque toda esta oscura historia está repleta de sangre y basura, como los refugiados. Carne de cañón, que durante años estaban desaparecidos. Ni se tuvo noticia de refugiado alguno, y ahora las potencias europas, empezando por la presión de Estados Unidos, no hay día que no nos recuerden que ¡es nuestro problema!, que echan sobre la pobre Grecia. La guerra civil española, su final, es un espejo en el que se refleja la desvergüenza de los promotores. Aznar debe saberlo muy bien, porque su abuelo, antes de ser director de este periódico, fue un ejemplo decisivo en las grandes operaciones de desplazados de todos los derrotados de la segunda Gran Guerra, especialmente los españoles. La izquierda, si se ha distinguido en algo en la historia española, es por reivindicar causas evidentes, aunque fracasara. Hay un banco en el juzgado, aquí o en La Haya, que le corresponde a José María Aznar, por criminal de guerra. ¿Eso no forma parte de la ruptura entre la casta política y la clase política? (Gregorio Morán, 16/07/2016)


Irak - Chomsky: Primero, una historia de los años de la ocupación estadounidense de Irak, una de las miles que podrían contarse. Este aparece en The Forever War de Dexter Filkins : “La barrera más básica era el idioma mismo. Muy pocos de los estadounidenses en Irak, ya fueran soldados, diplomáticos o reporteros de periódicos, podían hablar más que unas pocas palabras en árabe. Un número notable de ellos ni siquiera tenía traductores. Eso significaba que para muchos iraquíes, el típico cabo del ejército de diecinueve años de Dakota del Sur no era un joven inocente que poseía la buena voluntad de Estados Unidos; era una combinación aterradora de potencia de fuego e ignorancia. En Diyala, al este de Bagdad, en los primeros días de la guerra, me encontré con un grupo de marines estadounidenses junto a un autobús baleado y una fila de seis cadáveres iraquíes. Omar, un niño de quince años, estaba sentado al borde de la carretera llorando, empapado en la sangre de su padre, quien había sido asesinado a tiros por los marines estadounidenses cuando pasó un control de carretera”. “¿Qué podríamos haber hecho?” uno de los marines murmuró. Estaba oscuro, había terroristas suicidas y esa misma noche los marines habían encontrado un alijo de armas guardadas en un camión. Tenían órdenes de detener todos los autos. El minibús, dijeron, seguía llegando de todos modos. Hicieron cuatro disparos de advertencia, rondas trazadoras, solo para asegurarse de que no hubiera malentendidos. La familia de Omar, diez en total, conducía junta para escapar de los enfrentamientos en Bagdad. Afirmaron que se habían detenido a tiempo, tal como les habían pedido los marines. En la confusión, la verdad era esquiva, pero parecía posible que la familia de Omar no la hubiera entendido. “Les gritamos que se detuvieran”, me dijo el cabo Eric Jewell. “Todo el mundo conoce la palabra 'alto'. Es universal. En total, seis miembros de la familia de Omar estaban muertos, cubiertos por mantas a la vera del camino. Entre ellos estaban el padre, la madre, el hermano y la hermana de Omar. Un niño de dos años, Ali, recibió un disparo en la cara. “Toda mi familia está muerta”, murmuró Aleya, una de las sobrevivientes, entre la histeria y el dolor. “¿Cómo puedo llorar por tanta gente?” 1 Filkins nos dice que entre los infantes de marina en la escena, las reacciones a los asesinatos fueron mixtas. “Mejor ellos que nosotros”, murmuró uno. Otro rompió a llorar mientras cargaba uno de los cadáveres en un vehículo. Filkins cita a un coronel que insiste en que “la mayoría de los iraquíes están contentos de que estemos aquí y están cooperando con nosotros”. Esto era claramente falso, aunque Filkins atribuye la impresión en parte a que los iraquíes dijeron a los estadounidenses lo que pensaban que los ocupantes querían escuchar. Sin embargo, escribe: “ Los iraquíes mintieron a los estadounidenses, sin duda. Pero las peores mentiras fueron las que se dijeron los propios estadounidenses. Les creyeron porque era conveniente, y porque no creerles era demasiado horrible para pensar en ello. “ La guerra de Estados Unidos contra Irak sigue siendo el acto de guerra agresiva más mortífero de nuestro siglo, y un fuerte candidato para el peor crimen cometido en los últimos 30 años. Fue, como dijo George W. Bush en un desliz involuntario de la lengua, “ totalmente injustificado y brutal. Murieron al menos 500.000 iraquíescomo resultado de la guerra de EE. Al menos 200.000 de ellas fueron muertes violentas: personas que volaron en pedazos por los ataques aéreos de la coalición, o baleadas en los puestos de control, o asesinadas por terroristas suicidas de la insurgencia desatada por la invasión y ocupación estadounidense. Otros murieron como resultado del colapso del sistema médico: los médicos huyeron del país en masa, ya que sus colegas estaban siendo asesinados o secuestrados. La mortalidad infantil y la mortalidad infantil en el país aumentaron, al igual que la desnutrición y el hambre. Millones de personas fueron desplazadas y se creó una “ generación de huérfanos ”, cientos de miles de niños que perdieron a sus padres y muchos quedaron vagando por las calles sin hogar. La infraestructura del país colapsó, sus bibliotecas y museos fueron saqueados, y su sistema universitario fue diezmado, conProfesores siendo asesinados . Durante años, los residentes de Bagdad tuvieron que lidiar con los atentados suicidas como una característica cotidiana de la vida y, por supuesto, por cada muerte violenta, muchas más personas quedaron heridas o traumatizadas de por vida. En 2007, la Cruz Roja dijo que había “madres que pedían que alguien recogiera los cuerpos en la calle para que sus hijos no tuvieran el horror de mirarlos de camino a la escuela”. La desnutrición aguda se duplicó en los 20 meses siguientes a la ocupación de Irak, al nivel de Burundi, muy por encima de Haití o Uganda, cifra que“se traduce en aproximadamente 400.000 niños iraquíes que sufren de 'emaciación', una condición caracterizada por diarrea crónica y peligrosas deficiencias de proteínas”. La cantidad de muerte, miseria, sufrimiento y trauma es casi inconcebible. En muchos lugares, la guerra creó un infierno en la tierra casi literal. Algunos de los primeros defensores de la guerra se han callado. Algunos simplemente han mentido sobre el registro. (“Pudimos llevar la guerra a una conclusión razonablemente exitosa en 2008”, escribió el neoconservador William Kristol en 2015 ). Otros han hecho demostraciones públicas de su arrepentimiento, pero presentan la guerra como un error noble e idealista. Es difícil, por ejemplo, encontrar declaraciones a favor de la guerra más extremas de 2002 y 2003 que las de Andrew Sullivan, quien escribió que“fallaríamos en cualquier concepción del deber cristiano si no actuáramos después de todo este tiempo, si permitiéramos que el mal triunfara, si perdiéramos la confianza en nuestra capacidad para hacer lo que es moralmente correcto”. Sullivan fue inequívoco: “Esta guerra es justa. No lo empezamos. Saddam lo hizo, hace más de doce años. (Estados Unidos, desde este punto de vista, solo toma medidas defensivas, por lo que se acusa a Hussein de haber "comenzado" la guerra, a pesar de no haber atacado nunca a Estados Unidos). Tampoco había tiempo que perder: "Decir que estamos en un precipitarse a la guerra es una fabricación obscena, una declaración de amnesia deliberada, una simple negación de la historia”. En respuesta a quienes señalaron la criminalidad de la invasión, Sullivan insistió en que “tenemos que abandonar a la ONU como instrumento en los asuntos mundiales”. De hecho, afirmó, la falta de aprobación internacional solo demostraba que EE.UU. “[Al] entrar, también tenemos la oportunidad de apoderarnos de nuestro propio destino y cambiar la ecuación en el Medio Oriente hacia valores en los que realmente creemos: el estado de derecho, la ausencia de crueldad desenfrenada, la dignidad de las mujeres, la derecho a la autodeterminación de árabes y judíos. También tenemos la oportunidad de acabar con un mal por derecho propio: el régimen bárbaro de Bagdad. Elegimos Irak no solo porque es excepcionalmente peligroso, sino porque el mundo ya ha decidido que sus armas deben ser destruidas. Entramos para defendernos a nosotros mismos y nuestras libertades, pero también la integridad de las innumerables resoluciones de la ONU que ordenan el desarme de Saddam. Nuestro unilateralismo, si eso es lo que finalmente se necesita, no será por lo tanto el resultado de nuestra impetuosa burla de las normas mundiales. Será porque solo EE.UU. y Reino Unido Sin embargo, en 2007, cuando la guerra había destruido por completo el país que se suponía que debía “liberar”, Sullivan afirmaba haber sido un inocente engañado cuyo odio al mal era tan fuerte que inhibía su racionalidad: “Fui demasiado ingenuo y me vi atrapado en el deseo de luchar contra el mal islamista como para reconocer el mal más inexperto y casual que estaba permitiendo en la administración Bush. Cuando oigo hablar de los miles de inocentes que han sido asesinados, torturados y mutilados en el vórtice creado por Rumsfeld, mi rabia por lo que hizo este presidente se ve abrumada por mi vergüenza por haber hecho todo lo que hice para permitirlo e incluso alentarlo, antes de que el las anteojeras fueron arrancadas de mis ojos. Esta guerra ha destruido la integridad política de Irak. Pero también ha hecho un daño profundo a la integridad moral de Estados Unidos”. La nueva preocupación de Sullivan por los muertos, torturados y mutilados puede ser encomiable (aunque las bajas humanas masivas fueron una consecuencia completamente predecible de la guerra sobre la cual se advirtió repetidamente a los funcionarios). Pero Sullivan, como muchos otros que se dieron cuenta de que la guerra era indefendible, se retiró a la posición de que la guerra era otro de los interminables errores bien intencionados de los Estados Unidos. Finalmente, llegó a ver que la guerra "imprudente" "era noble y defendible, pero que esta administración era simplemente demasiado incompetente y arrogante para llevarla a cabo de manera efectiva". Como en el caso de Vietnam, muchos críticos ostensibles de la guerra de Irak en realidad criticaron su ejecución, no su intención. David Ignatius del Washington Post , escribiendo sobre el subsecretario de Defensa Paul Wolfowitz, lamentó que el admirable idealismo basado en principios de Wolfowitz lamentablemente no coincidía con la imperfección humana: “Me resulta imposible criticar por motivos morales el caso de derrocar a Saddam Hussein en marzo pasado y mantener el rumbo ahora. Estados Unidos hizo una buena obra al liberar a los iraquíes de un régimen tiránico. Pero Hussein nunca planteó el tipo de peligro inminente para Estados Unidos que implicaba la retórica de la administración, y Wolfowitz debe compartir la culpa por exagerar esa amenaza... Una lección de este doloroso año es que demasiada moralización es peligrosa en el arte de gobernar. El idealismo de Wolfowitz debe ser atenuado por algunos juicios muy sensatos sobre cómo proteger los intereses estadounidenses... Su compromiso con los principios es admirable, pero una política sensata no puede basarse en el sueño de la perfectibilidad humana, en Irak o en cualquier otro lugar. Los problemas de Estados Unidos en Irak provienen en gran parte de ilusiones…” La Guerra de Irak, escribió Ignatius, fue “la guerra más idealista librada en los tiempos modernos”, librada únicamente para llevar la democracia a Irak y la región, y su mismo idealismo la condenó al fracaso. Asimismo, si bien Barack Obama sintió que la guerra fue “mal concebida” y un “error estratégico”, no cuestionó las buenas intenciones de quienes la iniciaron. (Los Obama mantienen cálidas relaciones con George W. Bush, y Michelle Obama le dijo al programa Today : "Lo amo hasta la muerte. Es un hombre maravilloso" y "es mi socio en el crimen" ). guerra llámelo como era: un acto criminal de agresión por parte de un estado que busca ejercer el control regional a través del uso de la violencia. Gran parte de esta crítica se ha centrado en los costos de la guerra para los Estados Unidos, sin prestar apenas atención al costo para Irak y los países vecinos. Quienes critican la ejecución en realidad no se oponen al crimen de guerra en sí. Cuando nos aplicamos a nosotros mismos los estándares que aplicamos a los demás, vemos cuán poca oposición basada en principios ha habido realmente a la guerra de Irak y cuán poco reconocimiento de que la guerra fue fundamentalmente incorrecta e inmoral desde el principio . Si alguna vez va a haber rendición de cuentas por este crimen, primero haríamos bien en entender qué se hizo y por qué. Un enfoque coherente del régimen de Saddam Hussein La actitud de Estados Unidos hacia Saddam Hussein había sido constante desde su ascenso al poder en la década de 1970, y era la misma que tenía hacia otros déspotas. El gobierno brutal de Hussein fue tolerable en la medida en que ayudó a los objetivos estadounidenses en el Medio Oriente, e intolerable en la medida en que desafió esos objetivos. La posición de EE.UU. varió con el tiempo, pero no varió en función de la amenaza que Hussein representaba para la seguridad del pueblo estadounidense (que fue inexistente desde el comienzo de su mandato hasta el final), ni en función de las atrocidades Hussein perpetró (los EE. UU. felizmente armaron y ayudaron a Hussein durante el peor de sus crímenes). En cambio, de acuerdo con " El padrinoPor lógica, Estados Unidos aceptó a Hussein cuando siguió nuestras reglas y se volvió contra él cuando desobedeció. Hussein finalmente fue depuesto por la misma razón por la que se han llevado a cabo muchas otras operaciones de "cambio de régimen": su gobierno continuo planteó un obstáculo para el poder estadounidense en la región, y su desafío debía terminar, como una advertencia para los demás. Después de que Saddam Hussein asumiera el control total de Irak en 1979, pronto resultó útil para Estados Unidos. En 1980, lanzó una guerra contra Irán que finalmente mataría a 500.000 personas. Estados Unidos, deseoso de castigar al Irán posrevolucionario, apoyó plenamente la guerra de agresión de Hussein. En 1982, la administración Reagan, al darse cuenta de que Irak era “ lo único que se interponía entre el Irán revolucionario y los campos petroleros del Golfo Pérsico ”, eliminó a Irak de la lista de estados patrocinadores del terrorismo. Estados Unidos proporcionó apoyo logístico, apoyo de inteligencia y más de 500 millones de dólares en equipos para la guerra abiertamente ilegal de Hussein. El CDC envió a Hussein muestras de los gérmenes que causan el ántrax, la enfermedad del virus del Nilo Occidental y el botulismo, que procedió a utilizarpara el desarrollo de armas biológicas, y en 1988 la empresa química Dow “vendió pesticidas por valor de 1,5 millones de dólares a Irak a pesar de las sospechas de que se utilizarían para la guerra química”. Estados Unidos incluso participó directamente en la guerra, haciendo explotar plataformas petroleras y barcos iraníes para (en palabras de Ronald Reagan) “ asegurarse de que los iraníes no se hagan ilusiones sobre el costo de un comportamiento irresponsable. (La Corte Internacional de Justicia finalmente concluyó que los actos “ no pueden justificarse como medidas necesarias para proteger los intereses esenciales de seguridad de los Estados Unidos de América ”). Estados Unidos también atacó un avión civil iraní, matando a las 290 personas a bordo, incluidas 66 bebés y niños. Cuando se le dio la oportunidad de expresar su arrepentimiento por la calamidad, George HW Bush dijo en cambio : “Nunca me disculparé por los Estados Unidos. No me importa cuáles sean los hechos… No soy el tipo de persona que pide disculpas a Estados Unidos”. 2 Los métodos de guerra de Irak conmocionaron al mundo. El ejército de Hussein usó armas químicas para infligir un sufrimiento terrible a sus oponentes iraníes. Irak comenzó, según su propia historia oficial, a usar armas químicas en 1981 y, como escribió Robert Fisk, “ desde los ataques con gas de la guerra de 1914-1918 no se habían usado armas químicas en tal escala. En 1984, con los hechos de la brutalidad de Irak ya bien conocidos, EE.UU. restableció formalmente las relaciones diplomáticas con Irak ( enviando al futuro secretario de defensa Donald Rumsfeld como negociador). Julian Borger, de The Guardian, señala que en 1983, “el secretario de estado, George Shultz, recibió informes de inteligencia sobre el 'uso casi diario de CW [armas químicas]' por parte de Irak”, pero solo unas semanas después, “Ronald Reagan firmó una orden secreta instruyendo a la administración a hacer 'lo que sea necesario y legal' para evitar que Irak pierda la guerra”. Cuando el Consejo de Seguridad de la ONU trató de condenar el uso de gas mostaza por parte de Irak, Estados Unidos bloqueó la medida. Incluso en los casos en los que sabía que Irak usaría armas químicas , la Agencia de Inteligencia de Defensa de EE. UU. (DIA) “proporcionaba en secreto información detallada sobre los despliegues iraníes, la planificación táctica para las batallas, los planes para los ataques aéreos y las evaluaciones de daños por bombas en Irak”. Política Exterior confirmada en 2013que en 1988, “Estados Unidos supo a través de imágenes satelitales que Irán estaba a punto de obtener una gran ventaja estratégica al explotar un agujero en las defensas iraquíes”, y “funcionarios de inteligencia de EE. UU. comunicaron la ubicación de las tropas iraníes a Irak, plenamente conscientes de que Hussein los militares atacarían con armas químicas, incluido el sarín, un agente neurotóxico letal”. De hecho, la CIA ocultó evidencia de que Irak estaba usando armas químicas, con la esperanza de que Irán no pudiera producir esa evidencia por sí mismo. Foreign Policy señala que "se informaba regularmente a altos funcionarios estadounidenses sobre la escala de los ataques con gas nervioso", y los documentos internos revelan lo que "equivale a una admisión oficial estadounidense de complicidad en algunos de los ataques con armas químicas más espantosos jamás lanzados". Un alto funcionario de la DIA confirmó que “ el uso de gas en el campo de batalla por parte de los iraquíes no era un motivo de profunda preocupación estratégica ” (siendo las preocupaciones estratégicas las únicas preocupaciones admisibles, las preocupaciones morales y legales son irrelevantes). De hecho, “el uso de estas armas contra objetivos militares se consideraba inevitable en la lucha iraquí por la supervivencia” y las armas químicas “se integraron en su plan de fuego para cualquier operación de gran envergadura”. Un veterano involucrado en el programa se encogió de hombros y dijo que “era solo otra forma de matar personas, ya sea con una bala o con fosgeno, no hizo ninguna diferencia”. En 2003, el uso de gas por parte de Irak en la guerra Irán-Irak sería "repetidamente citado por el presidente Bush... como justificación para el 'cambio de régimen' en Irak", y Bush señalóen el aniversario de la masacre de Halabja que demostró que Saddam Hussein, habiendo “matado a miles de hombres, mujeres y niños, sin piedad ni vergüenza, era “capaz de cualquier crimen”. Bush no discutió la complicidad de Estados Unidos en estos crímenes, ni mostró ningún interés en pedir cuentas a los funcionarios de la administración de su padre que ayudaron y encubrieron esos crímenes. Saddam Hussein destruyó su país, construyendo un estado totalitario de pesadilla. Las historias de quienes fueron víctimas son de las más inquietantes que se puedan imaginar. Lo hizo, sin embargo, con la protección y el apoyo de Estados Unidos. Estados Unidos continuó haciendo propuestas amistosas a Hussein hasta justo antes de la invasión de Kuwait. En 1990, la administración Bush I se resistió fuertementecuando el Congreso de los Estados Unidos “recortó $700 millones en garantías de préstamos de los Estados Unidos que el gobierno de Bagdad usa para comprar trigo, arroz, madera y ganado estadounidenses, así como bienes comerciales como neumáticos y maquinaria”. Un senador republicano comentó: “No puedo creer que ningún agricultor de esta nación quiera enviar sus productos, con ventas subsidiadas, a un país que ha usado armas químicas y que ha torturado y ejecutado a sus niños”. Quizás ningún agricultor lo haría. Pero la administración Bush dijo que poner fin a las garantías de los préstamos no ayudaría “a lograr los objetivos que queremos lograr en nuestra relación con Irak”. Después de que un editorial de Voice of America condenara los abusos de los derechos humanos de Hussein, la administración Bush expresó su "pesar" por las críticas y todavía lo veía como un“fuerza para la moderación en la región”. Pero poco después, Hussein cometió un error crítico. Habiendo actuado con impunidad hasta el momento, Hussein cruzó la línea roja estadounidense al invadir Kuwait. ( No está claro si Hussein sabía que EE. UU. se opondría a la invasión, ya que el embajador de EE. UU. le dijo que “no tenemos opinión sobre los conflictos árabe-árabes, como su desacuerdo fronterizo con Kuwait”, y “el problema es no está asociado con Estados Unidos... Todo lo que esperamos es que estos problemas se resuelvan rápidamente"). El analista de inteligencia de la CIA Kenneth Pollack afirmó que la invasión "representaba una seria amenaza para los principales objetivos de Estados Unidos en la región del Golfo Pérsico, para asegurar el libre flujo de petróleo y impedir que un poder enemigo establezca la hegemonía sobre la región”. Los críticos señalaron en ese momento que la administración Bush parecía decidida a responder con amenazas de guerra e ignorar las opciones diplomáticas. Mientras Estados Unidos se preparaba para usar la fuerza, el New York Times informó que Hussein estaba considerando opciones para “retirarse de todo menos una fracción del territorio kuwaití, o retirarse mucho más tarde de la fecha límite especificada por el Consejo de Seguridad”. Para la administración Bush, el Timesdijo, tales concesiones por parte de Hussein serían un "escenario de pesadilla" (las palabras de un funcionario de la administración) porque pondría a los EE. UU. "en una posición en la que las apuestas parecen demasiado insignificantes para luchar". Bush I, decía el periódico, quería convencer a Hussein de que “no valía la pena intentar” una retirada parcial. A Estados Unidos le preocupaba que algunos socios europeos y árabes de la coalición “permanecieran reacios a pelear… y las concesiones del Sr. Hussein les resultarían atractivas”. La diplomacia era una pesadilla no solo porque podría dejar a Hussein con ganancias mal habidas, sino porque haría que “Estados Unidos pareciera un tigre de papel que ruge y ruge pero nunca muerde”. Si no “morder” (aquí se utiliza como eufemismo para matar), carecemos de credibilidad. Bush I comparó repetidamente a Hussein con Hitler y justificó la falta de interés en la diplomacia con las habituales comparaciones de "Munich". Hussein hizo múltiples propuestas que implicarían la retirada de Kuwait (todo mientras señalaba que los propios Estados Unidos habían invadido Panamá recientemente). Todos fueron ignorados por EE. UU., incluido uno que proponía que “todos los casos de ocupación” en la región “se resolvieran simultáneamente”, lo que significa que a Israel se le debe aplicar el mismo estándar que a Irak. Aunque la Liga Árabe había aprobado una resolución que advertía contra la intervención externa en el conflicto y condenaba la invasión de Kuwait, Bush I estaba empeñado en darle una lección a Hussein mediante el uso de la fuerza, para demostrar que, en palabras de Bush, “lo que decimos vale . Un semanario católico italiano,Il Sabato, concluyó que Bush merecía el “ Premio Nobel de Guerra ” por su insistencia en la fuerza sobre la negociación. En febrero de 1990, el Times of India describió el rechazo de Bush a las propuestas de retirada de Irak como un “error horrible” que mostraba que Occidente buscaba un orden mundial “donde las naciones poderosas acordaran entre sí una parte del botín árabe”: “La conducta [de Occidente] a lo largo de este mes ha revelado los lados más sórdidos de la civilización occidental: su apetito irrestricto por el dominio, su morbosa fascinación por el poderío militar de alta tecnología, su insensibilidad a las culturas 'alienígenas', su espantoso jingoísmo...” La administración Bush I también utilizó la propaganda para conseguir el apoyo público . Una empresa de relaciones públicas difundió una historia falsa de que los soldados iraquíes habían arrancado bebés de las incubadoras en un hospital de Kuwait y los habían tirado al suelo para que murieran. (Las historias de atrocidades son un componente central para establecer un enemigo como el Nuevo Hitler.) La administración Bush I se dio la vuelta y condenó a Hussein como un carnicero y un loco por el mismo tipo de atrocidades que habíamos estado apoyando durante mucho tiempo. 3 “En este momento, Estados Unidos, la nación más bella y amorosa de la Tierra, está en guerra, en guerra contra el enemigo más antiguo del espíritu humano: el mal que amenaza la paz mundial… el triunfo del orden moral es la visión que nos obliga… Oramos por la protección de Dios en todo lo que emprendemos, para que el amor de Dios llene todos los corazones y para que la paz de Dios sea la estrella polar moral que nos guíe”. —George HW Bush, Discurso radial a la nación en el Día Nacional de Oración , 2 de febrero de 1991 La Guerra del Golfo en sí fue un horror. Bush I, habiendo prometido que a Hussein le “patearían el trasero ” en cualquier conflicto con EE.UU., desató una potencia de fuego masiva contra Irak. La investigación de Middle East Watch encontró que "las palabras tranquilizadoras de los asesores militares aliados y los portavoces de la administración Bush sobre los ataques precisos exitosos no coincidieron con los resultados a menudo sangrientos de los bombardeos aliados en áreas pobladas". Estados Unidos fue responsable de varias atrocidades importantes. Primero, mató a 400 civiles en un ataque a un refugio antiaéreo de Bagdad., con mujeres y niños siendo quemados más allá del reconocimiento. Luego, atrapó y bombardeó ferozmente a los soldados iraquíes en retirada en la llamada “Carretera de la Muerte”, llamada así por los interminables vehículos carbonizados y los cadáveres que quedaron a lo largo del camino después del ataque estadounidense. A los soldados se les dijo que mataran “ cualquier cosa que se moviera ”, 4 incluso atacando camiones de nabo, porque el general Norman Schwarzkopf razonó que el ejército iraquí estaba lleno de “matones y violadores” en lugar de “gente inocente”. La administración Bush cometió numerosos actos de terrorismo en Irak al atacar intencionalmente la infraestructura civil. Aquí hay un informe del Washington Post de 1991 : “Algunos objetivos, especialmente al final de la guerra, fueron bombardeados principalmente para crear una influencia de posguerra sobre Irak, no para influir en el curso del conflicto en sí. Los planificadores ahora dicen que su intención era destruir o dañar instalaciones valiosas que Bagdad no podría reparar sin ayuda extranjera. … Debido a estos objetivos, el daño a las estructuras e intereses civiles, invariablemente descrito por los informantes durante la guerra como 'colateral' e involuntario, a veces no fue ninguno de los dos”. Atacar a soldados inmovilizados en retirada, refugios antiaéreos e instalaciones de tratamiento de agua y generación de electricidad , y hacerlo en una guerra librada con falsos pretextos, podría considerarse incorrecto, incluso criminal. Pero la Guerra del Golfo fue descrita en la prensa estadounidense como un triunfo moral. Bush I estaba emocionado con el resultado porque significaba que “por Dios, hemos eliminado el síndrome de Vietnam de una vez por todas”. (El síndrome de Vietnam es la renuencia a usar la fuerza violenta que surgió después de la guerra en Vietnam). Estados Unidos, dijo, “ tiene una nueva credibilidad. ” Una vez que Estados Unidos logró sus objetivos en el Golfo, Bush alentó al pueblo iraquí a ir más allá, diciéndoles que debían levantarse y derrocar a Hussein por completo. “El pueblo iraquí debería dejar [a Hussein] a un lado”, dijo, para “ facilitar la aceptación de Irak de nuevo en la familia de naciones amantes de la paz.(Está implícito que Estados Unidos, un país en guerra casi continuamente desde su fundación, es el patriarca de dicha familia). Esto comenzó a suceder, cuando se produjeron levantamientos civiles en Basra, Karbala y Najaf. Delegados de “dos docenas de grupos de oposición iraquíes pidieron ayuda a Estados Unidos”. No recibieron ninguno, porque la administración Bush, de hecho, había decidido discretamente que en realidad prefería un Hussein debilitado a una alternativa desconocida. No es que la administración Bush quisiera específicamente a Hussein. Como dijo el corresponsal diplomático en jefe del New York Times , Thomas Friedman, el "mejor de todos los mundos" para Washington era " una junta iraquí con mano de hierro sin Saddam Hussein".”, quien gobernaría el país con el mismo “puño de hierro” que tuvo Hussein. Sin embargo, el levantamiento podría haber dejado el país en manos de las personas equivocadas. Rachel Bronson, directora de Estudios de Medio Oriente en el Consejo de Relaciones Exteriores, dice que “la administración se puso nerviosa porque no sabíamos quién se haría cargo”. Por lo tanto, aunque sabía que los rebeldes iraquíes habían asumido que podían contar con el apoyo de Estados Unidos 5 , la administración se mantuvo al margen cuando Hussein “utilizó napalm, bombas de racimo y misiles Scud para derrotar a los rebeldes, y las mezquitas, los cementerios y las escuelas religiosas chiítas fueron objeto de destrucción. ” Como explicó Colin Powell, “nuestra intención práctica era dejar a Bagdad suficiente poder para sobrevivir como una amenaza para un Irán que seguía siendo amargamente hostil a los Estados Unidos”. Washington y sus aliados sostuvieron la “opinión sorprendentemente unánime [que] independientemente de los pecados del líder iraquí, él ofreció a Occidente y a la región una mejor esperanza para la estabilidad de su país que aquellos que sufrieron su represión”, informó Alan Cowell en el Tiempos de Nueva York . 6 Retener a Hussein era preferible a la “inestabilidad”, también conocida como el riesgo de que la democracia produzca resultados desfavorables. La represión de la revuelta por parte de Hussein provocó decenas de miles de muertos. Por lo tanto: los peores crímenes de Saddam no solo se cometieron cuando era un aliado y socio comercial favorito de los EE. UU., sino que inmediatamente después de que fue expulsado de Kuwait, los EE. Los rebeldes de Saddam acceden a las armas iraquíes capturadas. Idealismo en acción. “Tal tragedia me conmocionó a tal punto que se me escaparon las lágrimas. Estoy llorando sin lágrimas. Desearía poder mostrar mis ojos y expresar mi sufrimiento severo y doloroso a todos los [ciudadanos] estadounidenses y británicos. Desearía poder contarles mi historia a quienes están sentados en la Administración estadounidense, la ONU y en el número 10 de Downing Street... Por favor, transmitan mi historia a todos aquellos que creen que aún pueden ver la verdad en sus ojos y pueden escuchar esta trágica historia. con sus oídos.” — Dr. Mohammed Al-Obaidi, quien perdió a su madre, su cuñada y sus tres hijos en el bombardeo de Irak por parte de Clinton en 1998. Al-Obaidi ya había visto a su padre ya su hermano asesinados por Saddam Hussein. Citado en Howard Zinn, “La historia de un iraquí”, en Irak bajo asedio. Durante el resto de la década de 1990, Irak se mantuvo bajo control mediante una mezcla de sanciones y bombardeos. Las sanciones mortales destruyeron la sociedad. A mediados de los 90, la devastación de las sanciones llevó a las Naciones Unidas a instituir un programa de “Petróleo por Alimentos” para aliviar sus efectos, permitiendo magnánimamente que Irak utilizara parte de los ingresos del petróleo para fines sociales. Denis Halliday, el distinguido diplomático que dirigió el programa, renunció como protesta después de dos años, acusando a las sanciones de genocidio y de “ forma de terrorismo de Estado”. Hans von Sponeck, quien lo reemplazó, también se retiró alegando que las sanciones violaron la convención de genocidio, protestando“la continuación de un régimen de sanciones en Irak a pesar de la evidencia abrumadora de que el tejido de la sociedad iraquí se está erosionando rápidamente y la conciencia internacional de que el enfoque elegido castiga tan claramente a la parte equivocada”. 7 La politóloga de Stanford Lisa Blaydes, en State of Repression: Iraq Under Saddam Hussein, señala que se encontraban “entre las restricciones financieras y comerciales más estrictas jamás impuestas a un país en desarrollo” y, combinadas con los efectos de la Guerra del Golfo, crearon un “ desastre humanitario para el pueblo iraquí”. Irak fue reducido a niveles de desarrollo “ preindustriales ”. Joy Gordon, en Invisible War: The United States and the Iraq Sanctions , dice que las sanciones causaron el “empobrecimiento sistemático de toda la nación”, con un resultado “mucho mayor que el daño físico que podría haberse causado simplemente con un bombardeo”, y finalmente creó un efecto similar al de una "guerra o desastre natural que continuó sin parar durante quince años". Gordon elabora sobre el papel de EE. UU. y el impacto: En ocasiones, se criticó el papel de Estados Unidos en este proceso, particularmente en relación con incidentes como su negativa en 2001 a permitir que Irak importara vacunas para niños. Pero, en general, el papel de EE. UU. en las sanciones no es muy conocido... Si bien desde el principio hubo un proceso para permitir exenciones humanitarias, la política del proceso fue tal que las importaciones humanitarias se vieron gravemente comprometidas durante los trece años del régimen de sanciones. . Estados Unidos desempeñó un papel central en esto: cabildeó agresivamente por reglas de procedimiento que le dieron a Estados Unidos el poder de bloquear unilateralmente a Irak para que no importara bienes humanitarios; maniobras para desacreditar los informes sobre la situación humanitaria presentados por las agencias de la ONU, maniobrar para excluir opiniones legales externas que pudieran influir en el comité para otorgar acceso a bienes humanitarios; retrasar mercancías urgentes, a veces durante años; y cambiar los criterios de aprobación o negarse rotundamente a indicar qué criterios utilizaron los Estados Unidos para otorgar o denegar la aprobación. A medida que empeoraba la situación humanitaria y aumentaba la presión pública, surgieron demandas de reforma. Estados Unidos, a menudo acompañado por Gran Bretaña y ocasionalmente por otras naciones, encontró formas de garantizar que cada una de esas reformas se viera comprometida a su vez. hubo demandas de reforma. Estados Unidos, a menudo acompañado por Gran Bretaña y ocasionalmente por otras naciones, encontró formas de garantizar que cada una de esas reformas se viera comprometida a su vez. hubo demandas de reforma. Estados Unidos, a menudo acompañado por Gran Bretaña y ocasionalmente por otras naciones, encontró formas de garantizar que cada una de esas reformas se viera comprometida a su vez. A lo largo del régimen de sanciones, llegaron informes de agencias de la ONU y organizaciones internacionales que documentaban el dramático aumento de la mortalidad infantil, las enfermedades transmitidas por el agua y la desnutrición. Tanto dentro como fuera de la ONU hubo acusaciones de que las sanciones eran en sí mismas violaciones de los derechos humanos y posiblemente genocidas... [La Comisión de Derechos Humanos de la ONU] aprobó una resolución condenando la situación económica en Irak como una violación de los derechos humanos... A pesar de todo esto, fue la política constante de las tres administraciones estadounidenses, desde 1990 hasta 2003, infligir el daño económico más extremo posible a Irak. Esto era cierto a pesar de que cada administración insistía en que estaba comprometida con el bienestar de la población iraquí... [La] verdad era que al implementar la política de sanciones, el daño humano nunca fue un factor en la política estadounidense,. Sin embargo, como señala Blaydes, las sanciones de alguna manera fortalecieron el poder de Hussein. Dado que “Hussein pudo implementar un sistema de racionamiento de alimentos y patrocinio político asociado que se convirtió en un salvavidas para los iraquíes comunes, su ciudadanía llegó a depender de él y temerlo simultáneamente”. “ Ahora todos los iraquíes pueden saborear la libertad en su tierra natal. ” — John Ashcroft, Fiscal General de los Estados Unidos “ No nos quieren aquí, y nosotros no queremos estar aquí. ” — soldado estadounidense, 2005 En marzo de 2003, la fuerza militar más asombrosa de la historia de la humanidad atacó a un país mucho más débil, uno que resultó no solo carente de armas de destrucción masiva, sino también de un ejército capaz de sostener cualquier tipo de defensa. Las fuerzas iraquíes se derrumbaron en cuestión de semanas, y los medios estadounidenses se burlaron alegremente de las cada vez más inverosímiles garantías del portavoz de prensa iraquí de que los invasores estaban siendo controlados. Estados Unidos tuvo éxito en parte mediante el uso agresivo de la violencia extrema. La invasión y ocupación fueron brutales y torpes. Human Rights Watch condenó la“uso generalizado de municiones en racimo, especialmente por parte de las fuerzas terrestres de EE. UU. y el Reino Unido”, y señaló que negarse a usar las armas “podría haber evitado cientos de lesiones o muertes de civiles durante la guerra”. HRW informó que “las fuerzas terrestres estadounidenses y británicas dispararon casi 13.000 municiones en racimo, que esparcieron casi dos millones de bombas más pequeñas”, dejando municiones sin explotar “ensuciando el paisaje, esperando que la gente tropezara con ellas”. (Las municiones en racimo causan muchas bajas colaterales al liberar muchas “bombas” diferentes, algunas de las cuales no explotan de inmediato y matan a inocentes que se topan con ellas más tarde. Debido a que son intrínsecamente inhumanas, están prohibidas por la Convención internacional sobre Municiones en Racimo, para que EE. UU. no es signatario.8 “Cuanto más cruel es, antes se acaba”,un coronel le dijo al New York Times . “Se acabó para nosotros cuando el último tipo que quiere pelear por Saddam tiene moscas arrastrándose por sus ojos”. Habiendo destrozado el estado iraquí con facilidad, exponiendo así la historia de la "amenaza" de Irak para los EE. UU. como completamente hueca, los EE. UU. procedieron a establecer un régimen neocolonial que inmediatamente despilfarró cualquier buena voluntad que algunos iraquíes pudieran haber tenido después de la destitución del dictador. Bush nombró a J. Paul Bremer, un MBA de Harvard sin conocimiento alguno del país, para gobernar el país como un virrey imperial. Bremer se movió de inmediato para eliminar el "saddamismo" al disolver las fuerzas armadas y la policía del país , sumergiendo al país en la anarquía y prohibiendo a los miembros del partido Baath del servicio gubernamental, asegurando así que todos los funcionarios competentes no pudieran continuar realizando su trabajo. La administración Bush dotó de personal a su “Autoridad Provisional de la Coalición” con leales al partido republicano con poco conocimiento del país. (La mayoría nunca había estado fuera de los EE. UU., ya que “ obtuvo su primer pasaporte para viajar a Irak ”). Las fuerzas estadounidenses no estaban entrenadas para tratar a los iraquíes como seres humanos. Resolvieron problemas con violencia y tenían poca comprensión de la cultura. Las casas fueron saqueadas o destruidas en registros, las personas fueron fusiladas por hacer movimientos bruscos. Los testimonios de las entrevistas del “Soldado de Invierno” de los Veteranos de Irak Contra la Guerra ofrecen una mirada inquietante sobre cuán casual fue la deshumanización y la violencia hacia los iraquíes: “Recuerdo a una mujer que pasaba caminando. Llevaba una bolsa enorme y parecía que se dirigía hacia nosotros, así que la iluminamos con el Mark 19, que es un lanzagranadas automático, y cuando se calmó el polvo, nos dimos cuenta de que la bolsa estaba llena de comestibles. Ella había estado tratando de traernos comida, y la volamos en pedazos”. — Jason Washburn, un cabo de la Marina de los EE. UU. que cumplió tres períodos en Irak. “Cuando llegamos a Bagdad… mi cadena de mando me dijo explícitamente que podía dispararle a cualquiera que se me acercara más de lo que me sentía cómodo, si esa persona no se movía de inmediato cuando se lo ordené, manteniendo en cuenta que no hablo árabe. La actitud general de mi cadena de mando era 'mejor ellos que nosotros', y recibimos orientación que reforzaba esa actitud en todos los rangos. Observé que esa actitud se intensificaba a lo largo de mis tres giras… [En un momento, nuestro comandante] ordenó que todos en las calles fueran combatientes enemigos. Puedo recordar un caso esa tarde cuando doblamos una esquina y un hombre iraquí desarmado salió por una puerta. Recuerdo al infante de marina directamente frente a mí levantando su rifle y apuntando al hombre desarmado. Entonces creo que, debido a alguna razón psicológica, mi cerebro bloqueó los disparos reales, porque lo siguiente que recuerdo es pasar por encima del cuerpo del muerto para despejar la habitación de la que salió. Era un cuarto de almacenamiento y estaba lleno de una versión árabe de Cheetos. No había armas en el área excepto las nuestras. El comandante nos dijo un par de semanas más tarde que más de cien enemigos “habían sido asesinados”, y que yo sepa, ese número incluye a las personas que recibieron disparos simplemente por caminar por la calle en su propia ciudad. — Jason Wayne Lemieux, sargento, Cuerpo de Marines de EE. UU. “Una vez dijeron que disparáramos a todos los taxis porque el enemigo los estaba usando para transportarse. En Irak, cualquier automóvil puede ser un taxi; solo lo pintas de blanco y naranja. Uno de los francotiradores respondió: “¿Disculpe? ¿Escuché eso bien? ¿Disparar a todos los taxis? El teniente coronel respondió: “Ya me escuchó, soldado, dispare a todos los taxis”. Después de eso, el pueblo se iluminó, con todas las unidades disparando a los autos. Esta fue mi primera experiencia con la guerra, y eso marcó la pauta para el resto del despliegue”. — Hart Viges, especialista en infantería del ejército de EE. UU., 82.º aerotransportado Los crímenes contra el pueblo de Irak fueron generalizados. Estados Unidos se hizo cargo de la infame prisión de Abu Ghraib de Hussein, donde los soldados estadounidenses abusaron física y sexualmente, torturaron e incluso asesinaron a los prisioneros ("detenidos"). El gobierno de Bush inicialmente enterró la evidencia de la tortura , 9 luego trató de culpar a los soldados de bajo rango por los abusos, aunque finalmente se supo que la autorización para las “técnicas mejoradas de interrogatorio” había venido directamente del Secretario de Defensa, Donald Rumsfeld. Al igual que en Vietnam, ocurrieron muchas atrocidades porque los soldados estadounidenses eran jóvenes, estaban fuertemente armados, aterrorizados, no sabían nada sobre el país en el que se encontraban y no podían distinguir a los civiles de los insurgentes (y no se esforzaron mucho por intentarlo). Dexter Filkins informa que se encontró con dos jóvenes soldados que regresaban de un tiroteo y confesaron: “Solo estábamos matando gente. Solo estábamos golpeando a la gente”. Cuando los insurgentes se mezclaron con los civiles, “ simplemente les disparamos a los civiles también. El soldado contó que le disparó a una mujer después de que un insurgente se puso detrás de ella y comentó: “la chica se interpuso en el camino”. “Él no estaba especialmente preocupado por eso”, relató Filkins. La reportera de NPR Anne Garrels recuerda cómo el trato de los estadounidenses a los iraquíes contribuyó a generar la insurgencia: “[En los primeros meses, los iraquíes] sentían cada vez más que a los estadounidenses no les importaba su vida; [vecindario tras vecindario] patrullas estadounidenses entraban para hacer una búsqueda, y las búsquedas salían mal, y lo siguiente, había serían grandes tiroteos... Usted vio esto una y otra vez: redadas que salieron mal innecesariamente, una completa falta de comprensión cultural por parte de las tropas... los postes de electricidad se apagan de vez en cuando por el calor, y suena como un disparo cuando explota, y [en un incidente] las tropas se dieron la vuelta y pensaron que estaban siendo atacadas, y comenzaron a disparar. Un automóvil inocente pasaba al mismo tiempo con una pareja y tres niños, y fueron masacrados... [E]n lugar solo hubo incidente tras incidente como este, Jason Burke, en The 9/11 Wars , da un relato similar del “comportamiento contraproducente” de los ocupantes: “Cualquiera que acompañe a las tropas [estadounidenses] en las redadas podría ver el impacto que sus tácticas tuvieron en las poblaciones locales”. Cuando buscaban a los insurgentes, “destrozaron las puertas de las casas de los sospechosos con explosivos, saquearon las habitaciones y obligaron a decenas de hombres a ponerse en cuclillas con bolsas en la cabeza durante horas al sol esperando ser 'procesados'”. El asalto de 2004 a Fallujah fue particularmente atroz. Posteriormente, el médico iraquí Ali Fadhil dijo que encontró la ciudad “completamente devastada”, con el aspecto de una “ ciudad de fantasmas”. Fadhil vio pocos cadáveres de combatientes iraquíes en las calles; se les había ordenado que abandonaran la ciudad antes de que comenzara el asalto. Los médicos informaron que todo el personal médico había sido encerrado en el hospital principal cuando comenzó el ataque de EE. UU., “atado” bajo las órdenes de EE. UU.: “Nadie podía llegar al hospital principal… y la gente se estaba desangrando en la ciudad”. Las actitudes de los invasores se resumieron en un mensaje escrito con lápiz labial en el espejo de una casa en ruinas: “Que se joda Irak y todos los iraquíes que hay en él”. (Literalmente, para colmo de males, 20 años después de la atrocidad, EE. UU. nombró a un buque de guerra como " USS Fallujah ") . Medio año después llegó quizás la primera visita de un observador internacional, Joe Carr del Equipo Cristiano de Acción por la Paz en Bagdad, cuya experiencia anterior había sido en los territorios palestinos ocupados por Israel. Al llegar el 28 de mayo encontró dolorosas similitudes: muchas horas de espera en los pocos puntos de entrada, más por acoso que por seguridad; destrucción regular de productos en los restos devastados de la ciudad donde “los precios de los alimentos han aumentado dramáticamente debido a los puestos de control”; bloqueo de ambulancias que transportan personas para recibir tratamiento médico; y otras formas de brutalidad aleatoria. Las ruinas de Faluya, escribió, son incluso peores que las de Rafah en la Franja de Gaza, que había sido prácticamente destruida por el terrorismo israelí respaldado por Estados Unidos. Estados Unidos “ha arrasado barrios enteros, y aproximadamente uno de cada tres edificios está destruido o dañado”. Nunca ha habido, y probablemente nunca habrá, un recuento completo y significativo de lo que se le hizo a Irak. La información que tenemos proviene a menudo de filtraciones ilegales, como la heroica revelación de Chelsea Manning de imágenes de 2007 que muestran a pilotos de helicópteros estadounidenses riéndose mientras disparan (y matan) a civiles, incluidos dos corresponsales de Reuters. Algunas de las tragedias fueron accidentes, aunque accidentes del tipo que son inevitables cuando aquellos que tienen poca consideración por las pérdidas civiles utilizan una gran potencia de fuego. 10 Algunos fueron deliberados. Pero la guerra en sí fue el crimen supremo. Samar Hassan, de cinco años, grita después de que soldados estadounidenses mataran a sus padres, Tal Afar, 2005. Los soldados abrieron fuego contra el automóvil de la familia cuando se les acercó sin darse cuenta por la noche. La familia de Samar había estado llevando a su hermano al hospital en ese momento. Quedó paralizado en el tiroteo y asesinado tres años después en un ataque de los insurgentes. El New York Times informó en 2011que cada vez que Samar recuerda el accidente, “es como si acabaran de morir”, y debido a que el “sistema de salud de Irak casi no tiene capacidad para tratar los aspectos psicológicos del trauma, miles de iraquíes se quedan solos con su tormento”. El Times también señaló que esta imagen era uno de los pocos atisbos del sufrimiento iraquí visto por los estadounidenses. El ejército estableció “reglas estrictas para los periodistas incrustados que mantuvieron muchas imágenes gráficas fuera del ojo público”, y el periodista que tomó esta fotografía se vio obligado a “abandonar su asignación incrustada después de tomar las fotos de Samar”. Aquellos atormentados por esta imagen tal vez deberían hacer una pausa para reflexionar sobre las partes de la realidad de las que han sido protegidos gracias a tales políticas . Justificaciones declaradas y explicaciones del mundo real “Imagine cómo sería la región sin Saddam y con un régimen alineado con los intereses estadounidenses. Cambiaría todo en la región y más allá. Demostraría de qué se trata la política estadounidense”. —Donald Rumsfeld “En sus discursos, en su estrategia de seguridad nacional y en la doctrina que lleva su nombre, el presidente Bush no sólo exige que Estados Unidos disuada a los adversarios potenciales de buscar competir con el poderío militar de Estados Unidos. El presidente también habla sin rodeos de exportar el credo estadounidense 'de acuerdo con nuestra herencia y principios', lo que a su vez 'creará un equilibrio de poder que favorezca la libertad humana'. Al consagrar en la política oficial la táctica de la anticipación militar, el objetivo del cambio de régimen y una visión del poder estadounidense que está totalmente comprometida y nunca se disculpa, la administración Bush espera lograr este final feliz. Creemos que puede. Después del 11 de septiembre, creemos que debe… La misión comienza en Bagdad, pero no termina ahí. Si Estados Unidos retrocediera después de la victoria hacia la complacencia y el ensimismamiento, como lo hizo la última vez que fue a la guerra en Irak, pronto surgirían nuevos peligros. Impedir este resultado será una carga, de la cual la guerra en Irak representa solo la primera parte. Pero Estados Unidos no puede eludir su responsabilidad de mantener un orden mundial decente. La respuesta a este desafío es la propia idea estadounidense y, detrás de ella, la fuerza militar y económica sin precedentes de su custodio. Debidamente armado, Estados Unidos puede actuar para garantizar su seguridad y promover la causa de la libertad, en Bagdad y más allá”. Pero Estados Unidos no puede eludir su responsabilidad de mantener un orden mundial decente. La respuesta a este desafío es la propia idea estadounidense y, detrás de ella, la fuerza militar y económica sin precedentes de su custodio. Debidamente armado, Estados Unidos puede actuar para garantizar su seguridad y promover la causa de la libertad, en Bagdad y más allá”. Pero Estados Unidos no puede eludir su responsabilidad de mantener un orden mundial decente. La respuesta a este desafío es la propia idea estadounidense y, detrás de ella, la fuerza militar y económica sin precedentes de su custodio. Debidamente armado, Estados Unidos puede actuar para garantizar su seguridad y promover la causa de la libertad, en Bagdad y más allá”. — Lawrence F. Kaplan y William Kristol, La guerra por Irak: la tiranía de Saddam y la misión de Estados Unidos Las justificaciones declaradas por la administración Bush para la guerra se basaron en falsedades, repetidas sin cesar tanto por los funcionarios como por la prensa. La administración aterrorizó al público estadounidense haciéndoles pensar que si Irak no era invadido de inmediato, pronto habría una “nube en forma de hongo” en la ciudad de Nueva York. Se dijeron mentiras escandalosas una y otra vez, como la afirmación de Dick Cheney de que "no había duda de que Saddam Hussein ahora tiene armas de destrucción masiva" y "no hay duda de que las está acumulando para usarlas contra nuestros amigos, contra nuestros aliados y contra nosotros". .” De hecho, como bien sabía Cheney, no solo había duda , sino que no había una buena razón para creer en la afirmación. Algunos con conocimiento de primera mano de la inteligencia estaban horrorizados por esta flagrante tergiversación de los hechos. General Antonio Zinnirecordó : “Fue un shock total. No podía creer que el vicepresidente estuviera diciendo esto, ¿sabes? Al trabajar con la CIA en las armas de destrucción masiva de Irak, a través de todas las sesiones informativas que escuché en Langley, nunca vi una pieza de evidencia creíble de que hubiera un programa en curso”. Los “hechos se estaban arreglando en torno a la política”, como observó el jefe del MI6 de Gran Bretaña en un memorando infame . Richard Clarke, el coordinador antiterrorista de la administración Bush, dijo que “todo el tiempo parecía inevitable que invadiríamos… Era una idea fija , una creencia rígida, sabiduría recibida, una decisión ya tomada y que ningún hecho o evento podría descarrilar. .” Hubo múltiples tergiversaciones de los hechos conocidos sobre la posesión de armas de destrucción masiva por parte de Hussein. 11 Por ejemplo, Bush afirmó públicamente que “salió un informe de la OIEA [Agencia Internacional de Energía Atómica], que [los iraquíes] estaban a seis meses de desarrollar un arma. No sé qué más pruebas necesitamos. No hubo tal informe, como confirmó el propio OIEA. 12 Colin Powell había dicho apenas el año anterior que Hussein “no había desarrollado ninguna capacidad significativa con respecto a las armas de destrucción masiva” y era “incapaz de proyectar poder convencional contra sus vecinos”, y la asesora de seguridad nacional Condoleezza Rice dijo en julio de 2001que “podemos apartar sus brazos de él. Sus fuerzas militares no han sido reconstruidas”. Un informe de la CIA de 2000 concluyó : “No tenemos ninguna evidencia directa de que Irak haya utilizado el período transcurrido desde Desert Fox para reconstituir sus programas de ADM…” 13 Bush, Cheney, Powell, Rice y otros hicieron cientos de declaraciones falsas mientras intentaban vender al público la necesidad de la guerra. Un informe del Congreso cuenta 237 declaraciones "engañosas" que se apartaron de los hechos conocidos en ese momento . Para impedir una evaluación cuidadosa de los hechos, insistieron en que la amenaza era de tal "urgencia única" que no podía haber tiempo para deliberar. El país representaba una “grave amenaza” para Estados Unidos, de hecho, una “amenaza para cualquier estadounidense”. Todo esto se calculó para crear miedo y pánico entre el público estadounidense, y para calificar de peligroso y antipatriótico a cualquiera que cuestionara el empuje de la administración hacia la guerra. Cualquier pausa para investigar el reclamo de la administración significaría apostar irresponsablemente con vidas humanas. Rumsfeldhabló de un posible “11 de septiembre con armas de destrucción masiva”. En noviembre de 2002, advirtió : “Transpórtate un año, dos años, una semana o un mes, y si Saddam Hussein toma sus armas de destrucción masiva y las transfiere, o las usa él mismo o las transfiere a Al-Qaeda, y de alguna manera Si Al-Qaeda participara en un ataque contra los Estados Unidos, o un ataque contra las fuerzas estadounidenses en el extranjero, con un arma de destrucción masiva, no estás hablando de 300 o 3,000 personas potencialmente muertas, sino de 30,000 o 100,000. . . seres humanos." Sabiendo muy bien que Irak no estuvo involucrado en los ataques del 11 de septiembre, Bush y otros, sin embargo, intentaron convencer al público estadounidense de que creyera en un nexo entre Al-Qaeda y Hussein, con la esperanza de que esto aumentaría el apoyo a una guerra que carecía de un justificación creíble. Los funcionarios de la administración constantemente juntaban los nombres "Al Qaeda" y "Saddam Hussein" en el discurso, aunque tenían cuidado de nunca afirmar directamente que Hussein había planeado los ataques del 11 de septiembre (ya que se sabía que esto era falso). El Departamento de Defensa incluso fabricó “evaluaciones de inteligencia alternativa” para contradecir el consenso de la comunidad de inteligencia de que no había ningún vínculo entre Hussein y Al Qaeda. El vicepresidente Cheney insistió: “hay pruebas abrumadoras de que hubo una conexión entre al-Qaeda y el gobierno iraquí”. De hecho, había evidencia abrumadora de lo contrario . 14 Bush luego objetó cuando se señaló que había tratado de hacer que los estadounidenses canalizaran su ira por los ataques del 11 de septiembre hacia Saddam Hussein: “ No dije que había una conexión directa entre el 11 de septiembre y Saddam Hussein. De hecho, Bush solo lo dio a entender en gran medida , una y otra vez. Al solicitar autorización para el uso de la fuerza contra Irak, Bush dijo al Congreso que “el uso de la fuerza armada contra Irak es consistente con que Estados Unidos y otros países continúen tomando las acciones necesarias contra terroristas internacionales y organizaciones terroristas, incluidas aquellas naciones, organizaciones , o personas que planearon, autorizaron, cometieron o ayudaron a los ataques terroristas ocurridos el 11 de septiembre de 2001”. ArbustoTambién dijo al declarar la victoria en Irak, el discurso de " Misión cumplida ", que había "eliminado a un aliado de Al Qaeda" como parte de una "guerra contra el terrorismo que comenzó el 11 de septiembre de 2001". Los halcones más honestos admitieron abiertamente que esto era puro engaño. Kenneth Pollack, en su manifiesto a favor de la guerra de 2002 The Threatening Storm: The Case for Invading Iraq , disuadió a los lectores de pensar que el caso de la invasión debería estar relacionado con detener a Al-Qaeda: “Hasta donde podemos decir, Irak no estuvo involucrado en los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001. Los funcionarios de inteligencia estadounidenses han afirmado repetidamente que no pueden conectar a Bagdad con los ataques a pesar de los esfuerzos hercúleos para hacerlo. 'No hay ni una gota de evidencia' que vincule a Irak con los ataques, dijo un alto funcionario de inteligencia a Los Angeles Times... Saddam generalmente veía a bin Laden como un comodín que no podía controlar y, por lo tanto, se alejó de al-Qa'eda por miedo. que una relación podría arrastrarlo a una guerra con los Estados Unidos que no fue de su incumbencia”. Una vez más, esto es de antes de la guerra, y cualquiera que quisiera comprobarlo lo sabía. La justificación de los “vínculos con Al-Qaeda” se cuestiona aún más por el hecho de que Bush II comenzó a planificar la guerra contra Irak antes de los ataques del 11 de septiembre, durante el tiempo en que a su administración no le podía importar menos Al-Qaeda (un negligencia que facilitó los ataques del 11 de septiembre). Paul O'Neill, quien se desempeñó como secretario del Tesoro , confirmó que en las reuniones de gabinete de principios de 2001, la administración estaba discutiendo invadir Irak y deponer a Hussein: “Se trataba de encontrar una manera de hacerlo. Ese fue el tono de la misma. El presidente diciendo: 'Encuéntrame una manera de hacer esto'”. O'Neill reveló documentos anteriores al 11 de septiembre como un “Plan para el Irak posterior a Saddam” y un documento del Pentágono titulado “Pretendientes extranjeros para contratos de yacimientos petrolíferos iraquíes”. De hecho, en 1998 muchos futuros miembros de la administración Bush habían declarado su creencia de que Estados Unidos debería “[implementar] una estrategia para sacar del poder al régimen de Saddam”. Una vez que comenzó la invasión, la idea de Saddam Hussein como una amenaza para los Estados Unidos rápidamente se volvió ridícula. 15 Habiendo desaparecido su ejército, un Hussein que huía pronto recurrió a esconderse en un pequeño “agujero de araña” en una granja. La idea de Irak como una amenaza para los EE.UU. fue tan cómica como cuando Ronald Reagan describió a Nicaragua como una amenaza para la seguridad nacional de los EE.UU. De hecho, era un país empobrecido que se estaba desmoronando. Pero la historia enseña que no hay situación tan mala que la intervención estadounidense no pueda empeorarla. Con el pretexto en el centro del argumento a favor de la guerra expuesto como ridículo, se cambió la justificación. De repente, la administración descubrió que su razón para invadir no había sido encontrar armas de destrucción masiva (a pesar de que el desarme de Hussein había sido llamado la “ cuestión única ” en cuestión), sino nuestro ferviente deseo de traer las bendiciones de la democracia a Irak. 16 Como escribió el estudioso de Medio Oriente Augustus Richard Norton : “A medida que se desenmascaraban las fantasías sobre las armas de destrucción masiva de Irak, la administración Bush enfatizó cada vez más la transformación democrática de Irak, y los académicos se subieron al carro de la democratización”. Los propios iraquíes no lo estaban comprando. Una encuesta de Gallup encontró que solo el 5 por ciento pensaba que el objetivo de la invasión era “ayudar al pueblo iraquí”, y la mayoría asumía que el objetivo era tomar el control de los recursos de Irak y reordenar el Medio Oriente para servir a los intereses estadounidenses e israelíes. Para 2004, la gran mayoría veía a las fuerzas estadounidenses como "ocupantes" en lugar de "libertadores". Los iraquíes de todas las sectas y orígenes dejaron en claro desde el principio que no querían ser ocupados: las encuestas de opinión pública mostraron consistentemente que la mayoría quería que Estados Unidos se fuera. (En una señal de cuánto respeta EE. UU. la democracia iraquí, cuando el parlamento iraquí votó para expulsar a las tropas estadounidenses en 2020, Donald Trump respondió amenazando al país con sanciones ) . Había buenas razones para sospechar de este repentino descubrimiento de un propósito altruista. En primer lugar, y lo más obvio, a Estados Unidos nunca le ha importado liberar a la gente de las tiranías y, de hecho, apoya firmemente las tiranías cuando son amistosas con Estados Unidos, como lo hizo con Hussein. El historial de EE.UU. es de apoyoen lugar de oponerse a los gobiernos dictatoriales, siendo la pregunta relevante si sirven a nuestros “intereses en la región” en lugar de si son internamente represivos. Los crímenes de Irak contra kurdos e iraníes se cometieron durante el período de apoyo estadounidense. No se ofreció ninguna explicación de por qué, después de permitir estas atrocidades, Estados Unidos había desarrollado una repentina preocupación por castigar a Irak, ni se habló de hacer rendir cuentas a los funcionarios estadounidenses que habían ayudado a Hussein a cometer asesinatos en masa. Si Hussein se hubiera mantenido obediente, su brutalidad habría sido tratada de la misma manera que la brutalidad de otros, como la familia real saudí, Suharto, Pinochet, el Sha, Israel, lo que significa que, ocasionalmente, EE. UU. podría haber mencionado la desaprobación oficial de la humanidad del país. abusos de derechos, De hecho, podemos resolver la cuestión de si la administración Bush tenía motivos humanitarios si analizamos su actitud hacia los dictadores obedientes . Tomemos el caso de Uzbekistán. The New York Times informó en 2005 que mientras Uzbekistán estaba gobernado por un terrible dictador al estilo de Hussein, este recibió un cálido abrazo: “Siete meses antes del 11 de septiembre de 2001, el Departamento de Estado emitió un informe de derechos humanos sobre Uzbekistán. Era una letanía de horrores. La policía torturó repetidamente a los prisioneros, escribieron los funcionarios del Departamento de Estado, y señalaron que las técnicas más comunes eran "golpes, a menudo con armas contundentes, y asfixia con una máscara de gas". Por separado, grupos internacionales de derechos humanos informaron que la tortura en las cárceles uzbekas incluía hervir partes del cuerpo, usar electrochoques en los genitales y arrancarse las uñas de las manos y los pies con pinzas. Dos prisioneros fueron hervidos hasta la muerte, informaron los grupos. El informe del Departamento de Estado de febrero de 2001 decía sin rodeos: 'Uzbekistán es un estado autoritario con derechos civiles limitados'. Sin embargo, inmediatamente después de los ataques del 11 de septiembre, la administración Bush recurrió a Uzbekistán como socio en la lucha contra el terrorismo global. La Nación, una antigua república soviética en Asia Central, concedió a Estados Unidos el uso de una base militar para luchar contra los talibanes al otro lado de la frontera en Afganistán. El presidente Bush le dio la bienvenida a la Casa Blanca al presidente Islam Karimov de Uzbekistán, y Estados Unidos le ha dado a Uzbekistán más de $500 millones para el control fronterizo y otras medidas de seguridad. Ahora hay cada vez más pruebas de que Estados Unidos ha enviado a sospechosos de terrorismo a Uzbekistán para su detención e interrogatorio, incluso cuando el trato de Uzbekistán a sus propios prisioneros sigue mereciendo amonestaciones de todo el mundo, incluso del Departamento de Estado”. y Estados Unidos le ha dado a Uzbekistán más de $500 millones para el control fronterizo y otras medidas de seguridad. Ahora hay cada vez más pruebas de que Estados Unidos ha enviado a sospechosos de terrorismo a Uzbekistán para su detención e interrogatorio, incluso cuando el trato de Uzbekistán a sus propios prisioneros sigue mereciendo amonestaciones de todo el mundo, incluso del Departamento de Estado”. y Estados Unidos le ha dado a Uzbekistán más de $500 millones para el control fronterizo y otras medidas de seguridad. Ahora hay cada vez más pruebas de que Estados Unidos ha enviado a sospechosos de terrorismo a Uzbekistán para su detención e interrogatorio, incluso cuando el trato de Uzbekistán a sus propios prisioneros sigue mereciendo amonestaciones de todo el mundo, incluso del Departamento de Estado”. No se pensó en invadir Uzbekistán, a pesar del historial comparable de derechos humanos. Si los intereses de los iraquíes hubieran estado en primer lugar (o en cualquier lugar) en la mente de los planificadores de guerra estadounidenses, también se habría prestado más atención a las terribles advertencias que se emitieron antes de la guerra. Con el pueblo iraquí al borde de la supervivencia después de una década de sanciones destructivas, las agencias médicas y de ayuda internacional advirtieron que una guerra podría conducir a una catástrofe humanitaria grave. En 2003, justo antes de la guerra, el gobierno suizo organizó una reunión de treinta países para prepararse para lo que se avecinaba. Solo Estados Unidos se negó a asistir. Los participantes, incluidos los otros cuatro miembros permanentes del Consejo de Seguridad, “ advirtieron sobre las devastadoras consecuencias humanitarias de una guerra ”. El ex subsecretario de Defensa Kenneth Bacon, jefe de Refugees International con sede en Washington, predijo que “una guerra generará enormes flujos de refugiados y una crisis de salud pública. Mientras tanto, los planes de EE.UU. para la ayuda humanitaria en un Irak de posguerra fueron criticados por las agencias de ayuda internacional como "faltos de detalles, lamentablemente carentes de dinero y excesivamente controlados por los militares". Los funcionarios de la ONU se quejaron: “Hay una falta de interés estudiada [en Washington] en una llamada de advertencia que estamos tratando de enviar a las personas que planean la guerra, sobre cuáles podrían ser sus consecuencias”. Una indicación final de que Estados Unidos no se preocupó seriamente por llevar la democracia a Irak es que intentó constantemente evitar que la democracia llegara a Irak. De hecho, Estados Unidos se resistió a transferir la soberanía de Irak a los iraquíes. Powell, al rechazar la idea de la gobernanza de la ONU para Irak , dijo: “No asumimos esta enorme carga con nuestros socios de coalición para no poder tener un control dominante significativo sobre cómo se desarrolla en el futuro…” (Bush mismo dijo que cuando finalmente se le permitió a Irak elegir a sus propios líderes, quería “ alguien que esté dispuesto a ponerse de pie y agradecer al pueblo estadounidense por su sacrificio en la liberación de Irak”). El New York Times informó enjunio de 2003 que Bremer había cancelado las primeras elecciones municipales en Irak, alegando que era probable que ganaran los "rechazadores" y los "extremistas", es decir, aquellos que se oponían a la ocupación en curso de su país. Luego, los infantes de marina “irrumpieron en las oficinas de un oscuro partido político local aquí, arrestaron a cuatro miembros y los encarcelaron durante cuatro días”, debido a que los miembros del partido “violaron un nuevo edicto del Sr. Bremer que hace que sea ilegal incitar a la violencia contra las fuerzas”. ocupando Irak”. La democracia no es para aquellos que defienden la resistencia violenta a un ejército de ocupación. los tiemposinformó que cientos de iraquíes salieron a protestar por la cancelación de las elecciones y citó al hombre que “se esperaba que ganara las elecciones” diciendo que sin elecciones, los estadounidenses podrían esperar una resistencia más violenta. (“Si no nos dan la libertad, ¿qué vamos a hacer?”) Si todas las justificaciones oficiales fueran propaganda obvia, claramente falsa incluso en el momento de la invasión (no hubo evidencia de armas de destrucción masiva, ningún analista serio pensó que Irak estaba conectado con Al-Qaeda, y los esfuerzos benévolos para liberar a la gente de los dictadores nunca han sido realizados por Estados Unidos). política), uno podría preguntarse cuáles fueron las motivaciones “reales” de la guerra. Muchos iraquíes sin duda pensaron que la guerra era por el petróleo, y no es una idea conspirativa. El petróleo es una de las principales causas de guerra en todo el mundo , y los políticos estadounidenses no ocultan su fuerte interés en evitar ceder el control del suministro mundial de petróleo a potencias rivales. El Departamento de Estado, en 1945, describió el petróleo de Medio Oriente como una “fuente estupenda de poder estratégico y uno de los mayores premios materiales en la historia mundial”. El control de las fuentes de energía alimenta el poder económico y militar de los EE. UU., y el "poder estratégico" se traduce en una palanca de control mundial. Esta fue la razón de ser de Jimmy Carter.“Doctrina Carter”: “Un intento por parte de cualquier fuerza externa de hacerse con el control de la región del Golfo Pérsico se considerará como un asalto a los intereses vitales de los Estados Unidos de América, y dicho asalto será repelido por cualquier medio necesario, incluso fuerza militar." 17 Al explicar la primera Guerra del Golfo, George HW Bush no rehuyó invocar el petróleo como justificación : “Nuestros trabajos, nuestra forma de vida, nuestra propia libertad y la libertad de los países amigos de todo el mundo sufrirían si el control de la Las grandes reservas de petróleo del mundo cayeron en manos de Saddam Hussein”. Bush prometí : “No podemos permitir que un recurso tan vital sea dominado por uno tan despiadado. Y no lo haremos. 18 El ex comandante del CENTCOM, John Abizaid, hablando sobre la participación de EE.UU. en el Medio Oriente en general, dijo: “ Por supuesto que se trata del petróleo. Tiene mucho que ver con el petróleo, y realmente no podemos negarlo.De hecho, si las principales exportaciones de Irak hubieran sido tomates y espárragos, el poder de Saddam Hussein dentro de la región habría preocupado mucho menos a los EE. UU. Richard Haass, Director de Planificación de Políticas en el Departamento de Estado bajo Bush II, escribió que la región es tan importante como lo es por sus recursos [petróleo y gas] y su relevancia para la economía mundial… sin el petróleo y la importancia del petróleo, la región contaría mucho menos”. Pollack, en su caso de invadir Irak, también es notablemente abierto sobre el papel del petróleo en la política de EE.UU. en Oriente Medio. Después de la Segunda Guerra Mundial, “el mundo necesitaba el petróleo del Golfo Pérsico, y debido a su poder y su interés en ver un mundo estable y próspero, Estados Unidos tuvo que participar para garantizar que el petróleo continuara fluyendo libremente”. Pero EE. UU. “no pudo mantener grandes fuerzas en el Golfo” y, por lo tanto, tuvo que usar “otros métodos para asegurar la región”, como ayudar al sha a “derrocar a su primer ministro socialista… a quien Washington y Londres temían que nacionalizaría la industria petrolera iraní y eche la suerte de Irán con Moscú”. (Recuerde, esta es la caracterización de un funcionario de la CIA y principal defensor de la guerra). Algunos funcionarios de Bush II han negado que compartieran la preocupación expresada por Bush I de asegurar el control sobre los suministros de energía. Rumsfeld dijo que la guerra “literalmente no tiene nada que ver con el petróleo” y el escritor de discursos de Bush, David Frum, fue enfático en que “Estados Unidos no está luchando por el petróleo en Irak”. (Sin embargo, Frum también relató haber visto a Ahmed Chalabi y Dick Cheney pasar “largas horas juntos, contemplando las posibilidades de un Irak orientado hacia Occidente: una fuente adicional de petróleo, una alternativa a la dependencia estadounidense de una Arabia Saudita que parece inestable”). Pollack explicó que una de las razones cruciales por las que no se le podía permitir a Hussein empuñar armas de destrucción masiva era que él: “…usar este poder para promover los intereses políticos de Irak, incluso en detrimento de sus intereses económicos y los del mundo… Si Saddam Hussein alguna vez controlara los recursos petroleros del Golfo Pérsico, su historial sugiere que estaría dispuesto a cortar o incluso detener exportaciones de petróleo por completo cada vez que le convenía forzar concesiones de sus compatriotas árabes, Europa, Estados Unidos o el mundo en su conjunto. E incluso si fallara, aún podría causar estragos considerables en la región y en los suministros mundiales de petróleo”. Como escribieron Rumsfeld, Wolfowitz y varios otros neoconservadores en su carta de 1998 al presidente Clinton exigiendo un cambio de régimen en Irak: “si Saddam adquiere la capacidad de lanzar armas de destrucción masiva… la seguridad de las tropas estadounidenses en la región, de nuestros amigos y aliados como Israel y los estados árabes moderados, y una parte significativa del suministro mundial de petróleo se pondrán en peligro”. El senador republicano Chuck Hagel, quien se convirtió en secretario de Defensa con Obama, dijo sobre la guerra de Irak en 2007: “La gente dice que no luchamos por el petróleo. Por supuesto que somos. Hablan del interés nacional de Estados Unidos. ¿De qué diablos crees que están hablando? No estamos allí por higos”. El ex presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan, dijoDe manera similar, “Me entristece que sea políticamente inconveniente reconocer lo que todos saben: la guerra de Irak se trata principalmente de petróleo”. Richard Clarke dijo que después de haber observado a la administración desde adentro, aunque creía que había múltiples motivaciones en el trabajo, entre ellas estaban “mejorar la posición estratégica de Israel al eliminar un gran ejército hostil” y “crear otra fuente amiga de petróleo para los Estados Unidos”. mercado y reducir la dependencia del petróleo de Arabia Saudita…” Sin embargo, como señaló Glenn Greenwald en una columna de 2013 , en el momento en que comenzó la guerra, aquellos que se atrevieron a plantear la posibilidad de que los intereses materiales podrían ser tan importantes como los principios fueron ampliamente denunciados como poco serios. teóricos de la conspiración. Sin embargo, la idea de que la invasión de Irak fue solo “por petróleo” es simplista. Para Bush, había muchas razones atractivas para deponer a Hussein, incluida su postura antagónica hacia Israel. Las motivaciones personales también pueden estar siempre ligadas a las geopolíticas (véase, por ejemplo, el miedo a la emasculación de Lyndon Johnson si se ablanda en Vietnam). Bush II dijo antes de la invasión que : “Una de las claves para ser visto como un gran líder es ser visto como un comandante en jefe. Mi padre tenía todo este capital político acumulado cuando expulsó a los iraquíes de [Kuwait] y lo desperdició. Si tengo la oportunidad de invadir Irak, si tengo tanto capital, no lo voy a desperdiciar. Voy a lograr que se apruebe todo lo que quiero que se apruebe y tendré una presidencia exitosa”. Bush II bien pudo haber pensado que la clave para una presidencia exitosa es una guerra exitosa. Su exsecretario de prensa escribió que había escuchado a Bush decir que “ solo un presidente en tiempos de guerra es probable que alcance la grandeza. ” Bush II tenía múltiples razones perfectamente racionales para invadir Irak, ninguna de las cuales tenía nada que ver con las justificaciones declaradas. Las guerras distraen de la agenda interna, y la plataforma de política interna del Partido Republicano por lo general ha sido profundamente impopular. Incluso la falta de apoyo de la ONU para la guerra fue una ventaja más que un inconveniente, porque al violar el derecho internacional sin consecuencias, la administración Bush podría disminuir la autoridad de la única institución teóricamente encargada de restringir el uso de la fuerza por parte de Estados Unidos. Como escribió Richard Perle en The Guardian , un efecto secundario positivo de la caída de Hussein es que “llevará consigo a la ONU” y “ lo que morirá es la fantasía de la ONU como fundamento de un nuevo orden mundial.La invasión pondría fin a la “presunción liberal de seguridad a través del derecho internacional administrado por instituciones internacionales”. Se demostraría que esas instituciones son impotentes para detener a los Estados Unidos. Lo que se necesita es una guerra con una “ calidad ejemplar ”, señaló el historiador de Medio Oriente de Harvard, Roger Owen, discutiendo las razones del ataque a Irak. La acción ejemplar enseña una lección que otros deben prestar atención, o de lo contrario. El general Anthony Zinni, exjefe del CENTCOM, en su opinión personal sobre los motivos de los neoconservadores para impulsar la guerra, da una explicación consistente con los hechos: “[A] los neoconservadores realmente no les importaba una mierda lo que sucedió en Irak y las consecuencias… No creo que pensaran que sería tan malo. Pero dijeron… 'Mira, si funciona, digamos que tenemos a [Ahmed] Chalabi, él es nuestro chico, genial. [Pero si] no lo hacemos y tal vez haya algún gobierno a medias allí, tal vez surja un hombre fuerte, [Irak] se fractura, y básicamente hay una federación suelta y realmente hay un estado kurdo. ¿A quién le importa? Hay algo de derramamiento de sangre, y es desordenado. ¿A quién le importa? Quiero decir, hemos eliminado a Saddam. Hemos afirmado nuestra fuerza en el Medio Oriente. Estamos cambiando la dinámica. Ahora estamos fuera del proceso de paz como pieza central y no estamos presionando a Israel”. No hay demasiado "idealismo" aquí. Puro pensamiento mafioso . Las vidas de los iraquíes no tienen sentido ("¿a quién le importa?"). La pregunta es si hemos afirmado con éxito el poder estadounidense. Como Richard Haass describe la motivación, “[Bush] y otros querían enviar un mensaje al mundo de que Estados Unidos no era, para tomar prestada la frase de Richard Nixon, un lamentable gigante indefenso”. De hecho, la invasión de Irak tiene mucho sentido si se asume que la lógica del Padrino tiende a prevalecer. Saddam Hussein tenía la ambición de ser un jugador de poder regional. Se burló de los Estados Unidos y no jugaría a la pelota. No representó una amenaza para la seguridad de los EE. UU., pero la existencia de un desafío exitoso representa una amenaza significativa para la hegemonía de los EE. UU. Es útil pensar en un mafioso indignado por el desafío insubordinado de un rival advenedizo. El mafioso puede estar obsesionado con no tolerar un desaire, y tan temeroso de la erosión de su capacidad para infundir miedo a los rivales (su “credibilidad”), que no considera la violenta disputa territorial que estallará en el vacío de poder. Aquellos que consideren el modelo mafioso no tendrán dificultad en comprender el comportamiento estadounidense en una amplia gama de casos. Sin tal modelo, uno puede seguir desconcertado por la disyunción entre los valores estadounidenses declarados y el comportamiento del estado de los EE. UU., particularmente porque los "errores" sangrientos y bien intencionados continúan acumulándose. Estos “errores” no presentan tanta dificultad para quien comprende una simple verdad: hasta el Padrino se cree un buen hombre, y lo sigue haciendo aun cuando la consecuencia de su conducta es sembrar el terror en el vecindario, sembrar sospechas, y alimentar la violencia mutuamente destructiva que no beneficia a nadie. El Padrino puede considerarse un benefactor cuyo poder incuestionable, respaldado por la fuerza violenta, crea estabilidad y orden. Los peores criminales de la historia se han creído sinceramente que se encuentran entre los héroes más grandes de la humanidad. Este hecho aleccionador debe recordarse cada vez que leemos un pronunciamiento piadoso sobre la necesidad moral del poder global de Estados Unidos. “Las estaciones de noticias estadounidenses y europeas no muestran a los iraquíes moribundos... no muestran a las mujeres y los niños vendados y sangrando, la madre buscando alguna señal de su hijo en medio de un charco de sangre y brazos y piernas desmembrados. … no te muestran los hospitales llenos de muertos y moribundos porque no quieren herir los sentimientos de los estadounidenses … pero la gente debería verlo. Deberías ver el precio de tu guerra y ocupación: es injusto que los estadounidenses estén librando una guerra a miles de kilómetros de casa. Ponen a sus muertos en ataúdes limpios y ordenados cubiertos con una bandera y tenemos que juntar y raspar a nuestros muertos del suelo y esperar que la metralla y las balas estadounidenses hayan dejado suficiente para hacer una identificación definitiva…” — bloguero iraquí anónimo (9 de abril de 2004) “Recuerdo a Bush con un grado de nostalgia, con algo de afecto, que nunca pensé que haría”. — Senador Harry Reid (D-NV) Irak fue devastado por la invasión estadounidense, que provocó un conflicto étnico que desgarró tanto al país como a la región. De los escombros surgió el Estado Islámico de pesadilla, que casi logró apoderarse del país. La guerra, aunque presentada como parte de una “guerra global contra el terrorismo”, de hecho hizo que los países occidentales fueran más vulnerables que nunca al terrorismo. El costo fue asombroso, tanto en vidas humanas como en recursos. Pero los responsables del peor crimen del siglo nunca han sido acusados ??ni procesados. La idea ni siquiera se menciona en el discurso estadounidense. De hecho, un perfil del Washington Post Style de 2021 decía que Bush “se presenta como inofensivo y afable” y se lo ve en público “compartiendo caramelos duros con Michelle Obama o pasando el rato en un juego de los Cowboys con Ellen DeGeneres”. Bush también se dedicó a la pintura cuando se jubiló, y sus retratos de soldados han sido recopilados en un libro de sobremesa ( Portraits of Courage: A Commander in Chief's Tribute to America's Warriors ) que atrajo una nota favorable en el New Yorker , que describía su trabajo. como "sorprendentemente agradable", "observado honestamente" y de "calidad asombrosamente alta". Dice algo inquietante sobre nuestros medios de comunicación que un hombre puede causar más de 500,000 muertes y luego tener sus pinturas perfiladas de manera halagadora, sin mencionar las muertes. George W. Bush ofreció intencionalmente justificaciones falsas para una guerra, destruyó un país entero y cometió un crimen internacional. Torturó a la gente, a veces hasta la muerte. Sin embargo, su imagen pública ahora es la de un abuelo tonto, por quien incluso los demócratas sienten nostalgia. Las víctimas de Bush, por supuesto, se sienten algo diferentes. Cindy Sheehan, cuyo hijo Casey murió en la guerra y que llevó a cabo una campaña admirable contra la guerra, le dijo al Post : "No creo que se merezca que personas como Ellen DeGeneres se sienten a su lado y le den legitimidad como si fuera un buen chico. No creo que merezca la rehabilitación o el suavizado de su imagen. Creo que pertenece a la prisión”. 19 Muntadhar al-Zaidi, el periodista iraquí que arrojó sus zapatos al presidente Bush, dijo que lo hizo “para expresar mi rechazo a sus mentiras, su ocupación de mi país, mi rechazo a que matara a mi pueblo”. Los principales arquitectos de la guerra han vivido vidas prósperas y cómodas. Donald Rumsfeld , después de dejar el servicio gubernamental en 2007, “creó la Fundación Rumsfeld para alentar el servicio público con becas de estudio y subvenciones para apoyar el crecimiento de sistemas políticos y económicos libres en el exterior”. Colin Powell “se desempeñó como presidente de la junta de visitantes de la Escuela de Liderazgo Cívico y Global”. Paul Bremer se convirtió en instructor de esquí en Vermont. Dick Cheney recibió una calurosa bienvenida de los demócratas cuando visitó el Capitolio en el aniversario del levantamiento del 6 de enero. Y George W. Bush, por supuesto, pinta cuadros de líderes, soldados y cachorros extranjeros. No se ha hecho ningún esfuerzo generalizado para hacer cumplir el derecho internacional contra quienes lo violaron. Si bien la práctica de torturar a los detenidos en la prisión de Abu Ghraib y los sitios negros de la CIA finalmente se expuso al público, Barack Obama dejó en claro cuando asumió el cargo que habría total impunidad por mala conducta. Como señaló Karen Greenberg, del Centro de Derecho y Seguridad de la Universidad de Nueva York , Obama “se negó a tomar medidas drásticas contra [la tortura] de una manera que dificultaría que la gente lo hiciera en el futuro”. Obama dijo que quería “mirar hacia adelante, no hacia atrás” (una frase extraña que sonaría risible aplicada a cualquier otro delito grave). Las víctimas, por supuesto, atrapadas en el pasado por el trauma de perder familiares y amigos, pueden seguir "mirando hacia atrás" con amargura, pero Estados Unidos ha seguido adelante. Este ensayo es una adaptación del próximo libro de Chomsky y Robinson The Myth of American Idealism: How US Foreign Policy Endangers The World. Los civiles iraquíes solían morir después de no detener sus automóviles y ser confundidos con terroristas suicidas. Un relato similar, de las primeras semanas de la guerra, se informó en el New York Times en abril de 2003 : “El plan era que los francotiradores marinos a lo largo de la carretera hicieran disparos de advertencia a varios cientos de metros de la carretera a cualquier vehículo que se aproximara. A medida que se acercaba la media docena de vehículos, se hicieron algunos disparos al suelo frente a los autos; otros fueron disparados, con gran precisión, contra sus llantas o sus bloques de motor... Pero algunos de los vehículos no fueron inhabilitados por completo por los francotiradores, y continuaron avanzando. Cuando eso sucedió, los infantes de marina acribillaron los vehículos a balazos hasta que se detuvieron. No habría coches bomba acabando con miembros del Tercer Batallón. Los vehículos, solo más tarde se hizo evidente, estaban llenos de civiles iraquíes. Aparentemente, estos iraquíes estaban tratando de escapar de las bombas estadounidenses que caían detrás de ellos, más adelante en el camino, y escapar de la propia Bagdad; el camino en el que se encontraban es una ruta clave para salir de la ciudad. Los civiles probablemente no podían ver a los infantes de marina, que vestían uniformes de camuflaje y habían tomado posiciones en el suelo y en los techos que estaban destinados a ser difíciles de detectar para los combatientes que se acercaban. Lo que los civiles probablemente vieron frente a ellos fue un camino abierto... Uno por uno, los civiles fueron asesinados. A varios cientos de metros de las posiciones delanteras de los infantes de marina, se disparó contra una minivan azul; tres personas murieron. Un anciano, que caminaba con un bastón al costado de la carretera, fue asesinado a tiros... Se disparó contra varios otros vehículos; en un tramo de unos 600 metros, casi media docena de vehículos fueron detenidos por disparos. Cuando cesó el tiroteo, había casi una docena de cadáveres, todos menos dos de los cuales aparentemente no tenían ropa ni armas militares… [Dos] periodistas dijeron que un líder de escuadrón, después de que cesó el tiroteo, gritó: “Mis hombres no tuvieron piedad. Aunque prácticamente olvidado en EE. UU., el derribo “ sigue siendo uno de los momentos que señala el gobierno iraní en su desconfianza hacia Estados Unidos durante décadas. Para inflamar aún más la ira iraní, Estados Unidos otorgó al capitán que derribó el avión un premio de "Legión al Mérito". Un profesor iraní le dijo a NBC News en 2020 (después de que dos aviones de combate estadounidenses casi chocaran con otro avión de pasajeros iraní) que el derribo de 1988 ha contribuido a una impresión generalizada entre los iraníes de que "Estados Unidos no se preocupa por la vida de gente inocente. ” Como lo expresó un artículo de opinión de 1990 en el Orlando Sentinel : “ Durante una década, Estados Unidos ha observado la agresión y las atrocidades de Saddam Hussein y, mediante una política deliberada, lo alimentó, le prestó dinero, ignoró sus ataques contra barcos estadounidenses y protegió su flujo de caja. Por lo tanto, es difícil tragarse la explicación del presidente Bush de que hemos ido a la guerra en el Golfo Pérsico porque de repente objetamos, por una cuestión de principios, la agresión de Irak, o porque de repente nos horrorizan sus atrocidades, o porque queremos 'servir a la causa de la justicia y la libertad'”. La frase, que nos resulta familiar por el contexto de Vietnam y el infame comentario de Kissinger, debe entenderse como un llamado genocida a ignorar las reglas ordinarias de enfrentamiento. Carole O'Leary de la American University, que estudia a los grupos de oposición iraquíes, afirma que Bush les dijo a los rebeldes: “ ustedes lo hacen y los ayudaremos. ” Tenga en cuenta que las atrocidades se convierten en meros "pecados" cuando se discuten como el inconveniente de nuestro apoyo a un dictador, porque decir que, por numerosas que fueran sus atrocidades, él era la mejor esperanza para la estabilidad haría que la posición de los Estados Unidos suene reprobable. Una vez que el término “estabilidad” también se traduce al inglés, en este caso significa “subordinación a los intereses estadounidenses”, la interpretación correcta de la oración es: Ninguna cantidad de horror y represión podría persuadir a Washington a considerar los derechos humanos de los iraquíes por encima de todo. el interés propio de Washington. Los informes sobre los efectos de las sanciones en la mortalidad infantil específicamente se disputaron más tarde por haberse basado en estadísticas manipuladas. Sin embargo, en ese momento, sin cuestionar la afirmación de que 500.000 niños iraquíes podrían haber muerto como resultado, la secretaria de Estado Madeleine Albright dijo que tal “precio” “valió la pena”. El alivio de uno de que las muertes de niños fueron sobreestimadas no debería disminuir el horror de uno de que un alto funcionario de los EE. UU. Racionalizara políticas que tenía plena razón para creer que estaban causando la muerte generalizada de niños. HRW señala que “Estados Unidos tiene un terrible historial de uso de municiones en racimo en todo [el] mundo”. El Instituto de Estudios Políticos señala que a medida que se ha desarrollado un consenso mundial contra el uso de bombas de racimo, EE. UU., el mayor fabricante y usuario de ellas, las ha defendido como una herramienta válida de guerra. El secretario de Defensa de EE. UU., Robert Gates, las llamó “armas legítimas con una clara utilidad militar”, mientras que Richard Kidd, director de la Oficina de Eliminación y Reducción de Armas del Departamento de Estado de EE. UU., dijo que “las municiones en racimo están disponibles para su uso en todos los aviones de combate de EE. UU. inventario; son parte integral de cada elemento de maniobra del Ejército o la Infantería de Marina y, en algunos casos, constituyen hasta el 50 por ciento del apoyo de fuego indirecto táctico'”. Si bien la administración Bush trató de negar o minimizar el abuso, algunos en la derecha estadounidense defendieron abiertamente las prácticas, y Rush Limbaugh dijo que los soldados a los que "disparaban todos los días" merecían "pasar un buen rato" para "liberarse emocionalmente" . ” y Michael Savage diciendo que deseaba que el abuso hubiera sido peor: “Me hubiera gustado haber visto poner dinamita en sus orificios… Necesitamos más tácticas de humillación, no menos. En 2003, por ejemplo, un tanque estadounidense abrió fuego contra el hotel de Bagdad donde se hospedaba toda la prensa internacional, matando a dos periodistas. Es importante destacar que, si bien a menudo se dice que no se encontraron armas de destrucción masiva en Irak, esto no es estrictamente cierto. Se descubrieron varios arsenales abandonados de armas químicas anteriores a 1991. La administración Bush en realidad trabajó para ocultar el descubrimiento, porque estas armas “sucias, oxidadas o corroídas” estaban claramente “abandonadas hace mucho tiempo”. Sin embargo, causaron heridas graves a los soldados estadounidenses y a la policía iraquí, y EE. UU. “perdió la pista de las armas químicas que encontraron sus tropas, dejó grandes escondites sin asegurar y no advirtió a la gente, ni a las tropas iraquíes ni a las extranjeras, mientras explotaba rápidamente las armas químicas”. artillería al aire libre.” El secreto sobre los descubrimientos “evitó que las tropas en algunos de los trabajos más peligrosos de la guerra recibieran la atención médica adecuada y el reconocimiento oficial de sus heridas”. Una razón por la que la administración Bushno quiso hacer públicos los descubrimientos fue que en “cinco de seis incidentes en los que las tropas resultaron heridas por agentes químicos, las municiones parecían haber sido diseñadas en los Estados Unidos, fabricadas en Europa y rellenadas en líneas de producción de agentes químicos construidas en Irak por empresas occidentales”. El único informe que hacía tal acusación se había publicado a principios de la década de 1990 y se refería a un programa de armas nucleares que se sabía que había sido destruido posteriormente. De hecho, la conclusión del OIEA en ese momento fue que “no había indicios de actividades nucleares reanudadas… ni indicios de actividades prohibidas relacionadas con la energía nuclear. El portavoz de la OIEA dijo en 2002 : “Nunca ha habido un informe como ese emitido por esta agencia… Si alguien les dice que conocen la situación nuclear en Irak en este momento, en ausencia de cuatro años de inspecciones, diría que están engañándote porque no hay pruebas sólidas por ahí”. Hubo poca discusión sobre por qué, incluso si un gobernante dictatorial poseía armas de destrucción masiva, esto justificaba infligir miseria a la ciudadanía a través de la guerra. Ciertamente no hubo debate público sobre la cuestión de por qué Hussein no tenía derecho a poseer armas de destrucción masiva, pero Estados Unidos (un país que las ha usado repetidamente contra poblaciones civiles, incluidas armas químicas en Vietnam y armas nucleares en Japón) sí lo tiene. Curiosamente, en 2003, Bush dijolo siguiente: “Año tras año, Saddam Hussein había hecho todo lo posible, gastó sumas enormes, asumió grandes riesgos para construir y conservar armas de destrucción masiva. ¿Pero por qué? La única explicación posible, el único uso posible que podría tener para esas armas, es dominar, intimidar o atacar”. Si la única explicación posible para la posesión de tales armas es la dominación, la intimidación y el ataque, uno podría preguntarse por qué Estados Unidos las posee en cantidades mucho mayores que las que tuvo Hussein. No es una pregunta que alguna vez saldrá al aire en la prensa estadounidense. Un informe clasificado del diario del presidente del 21 de septiembre de 2001 le dijo a Bush que “había escasa evidencia creíble de que Irak tuviera vínculos de colaboración significativos con Al Qaeda”. Sin embargo, pasó el siguiente año y medio repitiendo exactamente lo contrario, sabiendo que el público no vería el contenido de sus informes de inteligencia. A pesar de que no se encontraron armas de destrucción masiva, Bush simplemente mintió e insistió en que había sucedido lo contrario : “Encontramos las armas de destrucción masiva. Encontramos laboratorios biológicos”. Sin embargo, Bush participaría más tarde en una obra de teatro en la Cena de Corresponsales de la Casa Blanca en la que bromeaba sobre el fracaso en encontrar armas de destrucción masiva. El sketch presentaba a Bush deambulando por la Casa Blanca y haciendo comentarios como "Esas armas de destrucción masiva tienen que estar aquí en alguna parte" o "Tal vez aquí debajo". Dada la cantidad de personas que murieron de forma horrible y violenta como resultado del engaño, algunos consideraron que la obra de teatro era "de mal gusto y mal juzgada". ” Una vez que las justificaciones pasaron de prevenir una amenaza a prestar un servicio a los iraquíes, Ken Roth, de Human Rights Watch, dio una explicación detallada de por qué la guerra, incluso suponiendo que no fuera un pretexto deshonesto, no cumplió con los estándares necesarios para una guerra militar. acción para ser considerada “humanitaria”. Se puede encontrar una discusión equilibrada del papel del petróleo en la decisión de Estados Unidos de ir a la guerra en John S. Duffield, “ Oil and the Decision to Invade Iraq ” Bush dijo que además de las cuestiones de principio, “los intereses económicos vitales también están en riesgo. El propio Irak controla alrededor del 10 por ciento de las reservas probadas de petróleo del mundo. Irak más Kuwait controla el doble. Un Irak al que se permitiera tragarse a Kuwait tendría el poder económico y militar, así como la arrogancia, para intimidar y coaccionar a sus vecinos, vecinos que controlan la mayor parte de las reservas de petróleo que quedan en el mundo”. Sheehan, una opositora de principios a la guerra, fue igualmente crítica con Barack Obama , a quien llamó “ese criminal de guerra en la Casa Blanca”. (Natahn Robibson & Chomsky | currentaffairs.org)


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