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Anécdotas:
Diez novelas que fueron escritas en menos de un mes:
Algunos ejemplos de grandes obras escritas en menos de un mes o en poco más. El niño del pijama de rayas, escrita por John Boyne y que fue todo un éxito hace unos años, fue puesta negro sobre blanco en tan sólo dos días y medio, parando básicamente para comer y dormir algo. No es una novela larga, todo sea dicho, pero no deja de ser una novela. La carretera, el clásico de Jack Kerouac y del que les mostré el manuscrito de treinta y siete metros de papel continuo no hace mucho en otra entrada, fue escrita en 1951 en tan sólo tres semanas. Es cierto que tenía notas y mucho trabajo a sus espaldas, pero fueron tres semanas de máquina de escribir. Casi son palabras mayores viendo todo lo que ha venido después, pero Sir Arthur Conan Doyle escribió Estudio en escarlata, creando a Sherlock Holmes, en tres semanas de 1886. Otro clásico, El jugador, de Fyodor Dostoyevsky, se tardó veintiséis días en escribir. Es más, según parece, el ruso estaba también enfrascado en Crimen y castigo mientras se sacó casi de la chistera esta historia. Tenía mucho de biográfica, pero nadie dijo que una novela no pueda ser biográfica. La plenitud de la señorita Brodie, de Muriel Spark, está en el límite, ya que se escribió en un mes de 1960. Aunque todos conocemos la película, La naranja mecánica es una novela de Anthony Burgess que fue escrita sin mucho interés y básicamente por dinero en tan sólo tres semanas. Este parece ser el tiempo estándar en escritura rápida de novelas, tres semanas. Aunque sobre Dumas corren mitos y leyendas, sobre él y su legión de negros, se dice que escribió El caballero de la Maison Rouge en tan sólo tres días. El fugitivo, de Stephen King, fue escrita en tan sólo una semana, tal y como él asegura en su libro Mientras escribo. Hablando de rapidez, este libro de King, Mientras escribo, lo leí hace un tiempo en tan sólo un día de verano y se lo aconsejo a todos los que les guste escribir historias. Charles Dickens invirtió seis semanas de 1843 en escribir Un cuento de Navidad. Tardó más de un mes, es cierto, pero el espíritu de la Navidad que emana y su influencia lo hacen estar en esta lista. El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, de Robert Louis Stevenson, fue escrita en tan sólo unos días, en menos de una semana.


Escritores: Anécdotas:
Arthur Miller y su cara que le sonaba:
Arthur Miller se encontraba sentado en un bar mientras tomaba una copa, cuando lo abordó un hombre muy bien vestido que comenzó el siguiente diálogo: -¿No eres tú Arthur Miller? -Sí, lo soy ¿por qué? -¿No te acuerdas de mí? -Tu cara me resulta familiar, pero… -Soy tu viejo amigo Sam. Estudiamos juntos en secundaria… -Me temo que… -La vida me ha ido bien. Poseo unos grandes almacenes ¿A qué te has dedicado tú? -Bueno, yo….a escribir -¿Y qué escribes? -Obras de teatro, sobre todo -¿Alguna vez te han producido alguna? -Sí, alguna -Dime el título, a ver si la conozco -Bueno… ¿tal vez has oído hablar de “Muerte de un viajante”? El hombre quedó perplejo con la boca abierta. Su rostro palideció y quedó por un momento si habla. Un rato después preguntó: –¿No serás tú el Arthur Miller escritor?

Dylan-Thomas y sus poemas:
Según palabras del propio poeta Dylan-Thomas, sus poemas “no los entendía ni su madre”… Juzguen vosotros mismos: “Llorando los hombres buenos, al llegar la última ola Por el brillo con que sus frágiles obras pudieron haber danzado en una verde bahía, Se enfurecen, se enfurecen ante la muerte de la luz”. “Y la muerte no tendrá señorío. Aunque las gaviotas no griten más en su oído ni las olas estallen ruidosas en las costas; aunque no broten flores donde antes brotaron ni levanten ya más la cabeza al golpe de la lluvia; aunque estén locos y muertos como clavos, las cabezas de los cadaveres martillearan margaritas; estallarán al sol hasta que el sol estalle, y la muerte no tendrá señorío”. ¿No parecen tan complicados de entender, verdad?

Víctor Hugo y “Los Miserables”:
Víctor Hugo se encontraba viajando pero como buen escritor pendiente de sus creaciones, quería saber qué tal iba la edición de su novela “Los Miserables”. Le escribió una carta a su editor Hurst & Blackett poniéndole un simple signo de interrogación “?”. Y la respuesta que recibiría fue tan simple como la pregunta, ya que le contestó con un sencillo signo de exclamación “!”. Dicen que es la correspondencia más breve de la Historia… A día de hoy puede parecernos normal, con las facilidades que tenemos a la hora de comunicarnos (Whatsapp, mails, Facebook, etc.), pero imaginaros por entonces enviar como recibir una carta con un sólo carácter. Víctor Hugo era un ‘crack’ y su editor no se quedaba atrás.

Kafka y la muñeca:
Según relató Dora Dymant, compañera sentimental de Kafka en sus últimos años, el novelista protagonizó una anécdota que dice mucho sobre su personalidad. “Mientras paseaba por un parque cercano a su casa, encontró a una niña llorando porque había perdido su muñeca. Aquel día, entró en el mismo estado de tensión nerviosa que lo poseía cada vez que se sentaba frente a su escritorio, así fuera para escribir una carta o una postal. Decidió escribir una carta en la que la muñeca contara el porqué de su marcha. Había decidido irse a correr mundo. Como la niña encontró consuelo en su lectura, Kafka siguió escribiendo misivas de la muñeca que hablaban de sus viajes, así durante tres semanas. En la última carta, explicaba por qué no podía volver: se iba a casar, lo que suponemos sería una explicación razonable de su abandono para la niña”. Estas cartas desaparecieron, sobre todo porque nunca pudieron encontrar a la niña “amiga” de Kafka. Jordi Sierra i Fabra, conoció la anécdota a través de César Aira y decidió escribir sobre ello en una obra llamada “Kafka y la muñeca viajera”. También Paul Auster, en su libro “Brooklyn follies”, menciona la anécdota para alabar al escritor y su solidaridad, capaz de crear una obra de arte para una sola lectora.

Lord Byron:
replica by Thomas Phillips, oil on canvas, circa 1835 (1813) La vida de Lord Byron está repleta de anécdotas y hechos curiosos que aún sorprenden: Era patihendido (tenía los dedos de los pies hacia dentro). Su primera relación sexual fue con 9 años, con la institutriz Mary Gray. Fue bisexual reconocido. Fue un pederasta consumado. Se enamoró de dos de sus primas. Practico el incesto con su media hermana Augusta Leigh, la cuál tuvo una hija y se llegó a rumorear que podía ser del propio Byron. Toda una corta vida lujuriosa y polémica… Murió a los 36 años de edad.

Los once mandamientos de Henry Miller para escribir:
Trabaja en un sólo proyecto hasta que lo termines. No empieces más libros, añade más material a Primavera negra. [Primavera negra fue el libro que publicó en 1936, tras publicar Trópico de Cáncer en 1934] No te pongas nervioso. Trabaja con calma, con alegría, sin tregua en aquello que te ocupe. Trabaja de acuerdo al calendario y no según tu estado de ánimo. ¡Para en el momento acordado! Cuando no puedes crear, puedes trabajar. Cimienta un poco cada día en lugar de añadir fertilizantes nuevos. ¡No dejes de ser persona! Visita a gente, ve a sitios, bebe si tienes ganas. ¡No seas un caballo de tiro! Trabaja sólo con placer. Sáltate el calendario cuando tengas ganas, pero vuelve a él al día siguiente. Concéntrate. Sintetiza. Descarta. Olvida los libros que quieres escribir. Piensa sólo en el libro que estás escribiendo. Escribe primero y siempre. Pintar, la música, los amigos, el cine, todo eso viene después.

Origen de La isla del Tesoro:
Hay gente que nace para contar historias y le da salida como pueda a ese vicio, escribiendo, aburriendo a los parroquianos del bar donde toma café, inventando mentira tras mentira que suelta a todo el que se cruza en su vida, o narrándole cuentos a los niños antes de dormir. Robert Louis Stevenson, el escocés nacido en 1850 y que creo algunas de las historias clásicas de la cultura es un buen ejemplo de este tipo de personas. Stevenson usó varias de las formas que antes enumeraba, aunque hay muchas más, para compartir sus historias. Sirva de confirmación que durante los últimos años de su vida, que pasó en Samoa, una isla de Pacífico Sur, los aborígenes de aquel lugar lo llamaron Tusitala, que venía a significar, el que cuenta historias. Pocos nombres tan bonitos puede haber para aquel que creó El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde y La isla del tesoro, entre otros. Stevenson también escribió, y cómo escribió, y escribió a pesar de todo. Según él mismo, durante años escribió sin un solo día de buena salud, y a pesar de todo había escrito. Escribió con hemorragias, enfermo, con tos, con la cabeza dando tumbos... Y no acaba ahí la cosa, ya que el origen de la magnífica historia de La isla del tesoro, clásico entre los clásicos y paradigma del mundo de los piratas, tuvo un origen curioso que muestra también la incontenible imaginación de Stevenson. En un verano, de vacaciones, el escritor se acercó a su hijastro, que entonces tenía 12 años, mientras este acababa de pintar un mapa con sus acuarelas. Era el mapa de una isla y el escritor no pudo aguantar su afán por contar historias y comenzó a darle nombre a los lugares del dibujo del niño y al final escribió en una esquina del papel La isla del Tesoro. Y mientras iba inventando, iba contando a su hijastro que había un tesoro enterrado, unos piratas, una isla del Esqueleto que ocultaba algunos secretos, que un hombre había sido abandonado en aquellas islas... El niño y Tusitala se entusiasmaron con el mapa y la historia tanto, que al día siguiente Stevenson había escrito el primer capítulo de La isla del tesoro. Y a partir de aquel día, como un rutina más de las vacaciones, el escritor creaba un nuevo capítulo cada jornada y luego lo leía en voz alta a su familia, que hacía comentarios y propuestas. Muchas de ellas acabaron en el relato final, que poco después se publicaría.

Maldiciones bibliotecarias:
En la Edad Media, la creación de un libro podía tomar muchos años, y era una labor a la que se dedicaban principalmente monjes en monasterios. Debido a que habían pocos, eran considerados un tesoro al que no cualquiera podía acercarse –casi siempre estaban encadenados a los libreros–, y para protegerlos, los escribanos utilizaban su herramienta principal: las palabras. En las primeras y las últimas hojas de los libros, los escribanos, copistas y bibliotecarios escribían dramáticas maldiciones que atentaban contra la vida de quienes osaran robar o dañar este tesoro: Aquel que robare, tomare y no retornare este libro a su dueño, que su brazo se transforme en una serpiente que lo muerda y rasgue. Que de él se apodere la parálisis y sus miembros queden malditos. Que desfallezca en dolor llorando por piedad, y que no haya descanso para su agonía hasta que él mismo cante en su disolución. Que los gusanos de los libros roan sus entrañas sin morir jamás, y cuando por fin se vaya a su castigo final, que las llamas del infierno lo consuman para siempre. Maldiciones como ésta y varias más han sido compiladas por Marc Drogin en su libro Anathema! Medieval Scribes and the History of Book Curses. Con su colección de maldiciones y anatemas –condena por la cual alguien es excomulgado de la religión católica–, ayuda a entender y describir la historia y la importancia de un libro en la era medieval. En el infierno, quien de este libro una hoja doblare, se tostará quien una marca o manchón hiciere, se rostizará y quien este libro robare, en el infierno se cocinará. Por supuesto, dichas maldiciones funcionaban en un entorno en el que la gente creía en ellas. Si de hecho fueras a morir en agonía por arrancar una hoja de un libro –que muchas veces tenían no sólo información valiosa y bellísimas ilustraciones, sino adornos hechos con hojas de oro–, probablemente no te arriesgarías. Posteriormente, con la popularización de la imprenta, estas maldiciones quedaron en desuso.


Guerra submarina anticipada por Doyle:
Conan Doyle describió una guerra submarina que se hizo real. Al comienzo de la Primera Guerra Mundial los submarinos aún tenían que ganarse su puesto como elemento clave en la guerra naval. No se comprendía entonces claramente cuál sería su papel y su forma de combate era tan diferente a dos barcos enfrentándose sobre el agua que había dudas de todo tipo. El propio Churchill afirmó entonces sobre los submarinos que eran una “extraña forma de guerra hasta ahora desconocida para la experiencia humana”. Como otras tantas veces la literatura se adelantó a la realidad. Sir Arthur Conan Doyle había escrito un relato titulado Peligro un año y medio antes del comienzo de la guerra, aunque se publicó en julio de 1914, en el que un país ficticio llamado Norlandia, “una de las potencias más pequeñas de Europa”, se enfrentaba en una guerra a Inglaterra. Al comienzo de aquella guerra inventada por Conan Doyle los británicos arrasaban a la pequeña Norlandia, pero esta tenía un as en la manga, su flota de ocho submarinos. Desplegados cerca de las costas de su enemigo las naves submarinas hundía barcos mercantes cargados tanto con pasajeros como con mercancías, lo mismo daba. La situación se tornaba en la guerra y Norlandia ponía al borde de la hambruna y la escasez severa a Inglaterra. En un momento del relato un comandante de submarino, John Sirius, torpedeaba un transatlántico cargado de pasajeros, el Olympic, del la compañía White Star. Esta naviera, como sabrán, no era de ficción y era la propietaria del Titanic, que era un barco de la misma clase que el Olympic, que también era real y que Conan Doyle colocó en su relato. Inglaterra, en la ficción, acababa rindiéndose. La estrategia de Norlandia se hizo realidad posteriormente, pero cuando el relato vio la luz fue calificado de demasiado fantasioso y, especialmente, se decía que nunca un comandante actuaría como el comandante Sirius, ya que aquello contravenía el código marítimo vigente. Según este, se podría detener un barco mercante, registrarlo y confiscarlo, pero nada más que eso y se prohibía terminantemente atacar barcos de pasajeros civiles. Conan Doyle acertó a adelantar la realidad en su relato. Poco después se verían en los mares hechos como los que narraba en su relato y comportamientos como los del capitán Sirius.

(Selección: Cristina Segovia)

 

 

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