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Ciencias de la vida: Clasificación de especies:
Biología es un término tardío utilizado desde 1802. Durante el período que abarca los siglos XVI, XVII y XVIII, la referencia común a la disciplina es ciencias de la vida. Durante su larga historia la actividad de la clasificación de especies incurrió con frecuencia en notables errores. A finales del siglo XVII se seguía creyendo en la generación espontánea, que, influenciados por la autoridad de Aristóteles, sostuvieron René Descartes, Francis Bacon e Isaac Newton. Durante la era de los grandes viajes de exploración se iban añadiendo progresivamente extrañas especies nunca vistas. La autoridad por excelencia que fue Linneo especuló en sus trabajos científicos sobre criaturas fantásticas descritas por gente de la mar. Con el tiempo la disciplina de clasificar especies fue aportando información para el intento de describir la historia evolutiva. Desde la década de 1990 la conciencia de la crisis de biodiversidad añadió a la teoría y práctica un aspecto de lucha contrarreloj. Sobre las ciencias de la vida se mantuvo planeando la sombra de Aristóteles prácticamente hasta finales del siglo XVIII. En este sentido, los mayores esfuerzos de los naturalistas fueron dirigidos a liberarse de las ideas tradicionales, escapar de las supersticiones y renunciar a los prejuicios previos, para poder fortalecer y perfeccionar el instrumento intelectual por medio de la observación y la experimentación. El grueso de sus trabajos perseguía: 1) Establecer una clasificación o taxonomía sistemática de plantas y animales. 2) Fijar términos y definiciones.

La Botánica:
El Renacimiento reavivó las obras de los grandes naturalistas de la Antigüedad. Sin embargo, su ciencia en este campo era bastante rudimentaria; lógico si se piensa que era contemplada más como apoyo a la medicina que con autonomía propia. Se consideraba a las plantas, ante todo, por sus propiedades. Así, Dioscórides las clasificó en aromáticas, alimenticias, medicinales y venenosas. Teofrasto, autor de una Historia de las plantas en nueve libros, lo hizo, según sus cualidades o su tamaño, en árboles, arbustos y hierbas. Valiéndose de esos tratados, los primeros botánicos del siglo XVI se esforzaron por identificar las plantas que crecían en sus respectivos países, aplicándose para ello a describir lo que observaban directamente. A menudo sus descripciones iban acompañadas de ilustraciones, con frecuencia confusas e incompletas, pues los rudimentarios conocimientos sobre anatomía y estructura de las plantas no permitían un análisis científico de los caracteres consignados. Ningún principio lógico presidía su clasificación. A veces seguían a Teofrasto, a veces utilizaban un orden alfabético o inventaban clasificaciones sin demasiado sentido. En general, estos primeros botánicos, se esforzaron por dar una idea del aspecto exterior, de la disposición del ramaje, de la forma de las hojas, de la naturaleza de las raíces, de las dimensiones y el color de las flores... A lo largo del siglo, se consagraron como Universidades célebres por su dedicación a la botánica la de Montpellier en Francia y las italianas de Pisa, Padua y Bolonia. Fue en estas últimas donde empezaron a cultivarse los primeros Jardines Botánicos y se inventó el arte de conservar las plantas secas en Herbarios. Gracias a los viajes marítimos, el descubrimiento de nuevos territorios repartidos por todo el mundo multiplicó el conocimiento del número de especies exóticas que los botánicos traían de los lugares que colonizaban. Hasta el punto que mientras a comienzos del siglo XVI se describían unas seis mil especies de plantas, a finales se llegó a las dieciocho mil. Se atribuye a Andrea Cesalpini el primer intento de clasificación metódica, inspirada en el principio de una jerarquía o subordinación de los caracteres de inspiración aristotélica. Si lo propio del hombre es la inteligencia y de los animales su facultad de moverse y sentir; de las plantas lo es su capacidad de reproducción, consecuencia de su facultad de nutrirse. A ambas funciones: reproducción y nutrición, corresponden sus partes. El órgano de la nutrición es la raíz, que penetra en el suelo, y el de reproducción el tallo, pues él es quien engendra directamente los órganos de la fructificación. Los elementos nutritivos, aspirados o absorbidos por las raíces, se elevaban por el calor natural a lo largo del tallo para llegar al fruto; lo mismo –decía– que las venas suben hasta el corazón en los animales.

Clasificación de Linneo:
A este primer intento de clasificación, le sucedieron, al menos, veinticinco más, entre 1623 y 1750, propuestas por diferentes botánicos, hasta llegar al definitivo, que fue elaborado por Linneo, especialista en la sistematización y la definición, aunque el método experimental le fuera extraño. Recibió de Cesalpino el impulso más decidido y, siguiendo su línea, adoptó los conceptos de especie y género consagrados por la filosofía escolástico-aristotélica. Su atención, más hacia la forma lógica que al contenido, delataba su filiación. Además, hizo suyo el principio leibniziano de la continuidad en la escala de los seres y de la incapacidad de la naturaleza para crear nada nuevo. Aristóteles había aplicado los conceptos de especie y género a plantas y animales. Todo grupo natural podía llamarse especie y el mismo grupo podía denominarse también género cuando se dividía en grupos de orden inferior. Ambos términos pervivieron en la Escolástica medieval, si bien, en su seno, tuvieron lugar agrias polémicas acerca de su realismo o mero formalismo lingüístico-conceptual. Los naturalistas anteriores a Linneo los concebían como simples conceptos lógicos, éste, por el contrario, los consideró realidades naturales. Y ello porque entendió la constancia de las especies por un doble camino: 1) Nada nuevo puede aparecer en un mundo que existe inmutable desde su creación divina. 2) La negación de la fuerza creadora de la naturaleza por la ciencia mecanicista. Linneo tenía gran interés en establecer del modo más breve y preciso las características de las especies y géneros particulares y lo llegó a hacer con virtuosidad extrema, aunque a costa, a veces, de la claridad. La tendencia a la expresión abreviada le llevó a introducir la nomenclatura binaria, tomando unidades dadas por la naturaleza como fundamento objetivo para la misma. Su nomenclatura adquirió pronto carta de naturaleza en todas partes, no sólo el método de nombrar cada organismo con dos nombres (uno para la especie y otro para el género) sino también los nombres concretos dados por él, de carácter erudito y artificial. En España el sistema de Linneo comenzó a aplicarse en el Real Jardín Botánico de Madrid en la segunda mitad del siglo XVIII.

Vida de Linneo (1707-1778):
Nació en Rashult, al sur de Suecia. Hijo de un pastor luterano, desde su infancia mostró una verdadera pasión por las flores. Estudió medicina en la Universidad de Lund, desde donde se trasladó a Upsala. En 1732 fue elegido por la Real Sociedad de Ciencias de Upsala para hacer un viaje a Laponia, de donde se trajo un numeroso herbario e importantes observaciones que fueron publicadas bajo el título de Flora lapónica. Marchó a estudiar a Holanda, haciendo allí su doctorado y publicando su Sistema de la naturaleza (1735) y después los Fundamentos de botánica (1736). Tras un viaje por Inglaterra retornó a Suecia en 1737, editando sus Clases de plantas. Un año después fue a París, donde es elegido miembro de la Academia de las Ciencias; a su vuelta a Suecia fue nombrado profesor de medicina, botánica e historia natural en la Universidad de Upsala, donde permanece hasta su jubilación en 1764. Tres años antes de retirarse de sus labores académicas recibe un título nobiliario. Goethe le atribuyó una influencia fundamental en su formación: Con la excepción de Shakespeare y Spinoza, no conozco a nadie, entre los que ya no viven, que me haya influido más intensamente. Para el autor sueco Strindberg «Linneo era en realidad un poeta que se convirtió en naturalista». Fue universalmente considerado el gran reformador de las ciencias naturales descriptivas y a él se le debe la nomenclatura botánica y zoológica. Está enterrado en la catedral de Upsala.

La clasificación en siglos posteriores:
Conociendo las notables diferencias que se van descubriendo sorprende que en el siglo XIX no se distinguía los musgos [briofitos] de los líquenes. Se cree que podría haber unas 1.800.000 especies de hongos, desconocidas en su gran mayoría. En la actualidad se clasifican cada año unas 15.000 especies nuevas. El lugar más espectacular y popular relacionado con el estudio de la taxonomía es seguramente el visitadísimo Museo de Historia Natural de Londres. Contiene unos 70 millones de objetos de cada reino de la vida y cada rincón del planeta, y cada año se añaden a la colección otros 100.000. ● En armarios y vitrinas y largas habitaciones llenas de estanterías atestadas se guardan decenas de miles de animales encurtidos en frascos, millones de insectos clavados en cuadrados de cartulina, cajones de brillantes moluscos, huesos de dinosaurios, cráneos de humanos primitivos, interminables carpetas de plantas cuidadosamente prensadas. Es algo así como pasearse por el cerebro de Darwin. Sólo la sala del alcohol contiene 24 kilómetros de estanterías con tarros y tarros de animales conservados en alcohol metilado. Allí detrás hay especímenes recogidos por Joseph Banks en Australia, por Alexander von Humboldt en la Amazonia y por Darwin en el viaje del Beagle. (Bryson) En 1864 Pasteur anuncia en una gala de la Sorbona observaciones sobre la fermentación y descomposición orgánica fundamentales para el inicio de la microbiología. Se abría un inmenso campo de estudio oculto a la vista y en relación directa con enfermedades de efectos devastadores. En el siglo XXI el análisis automático del ADN abrió nuevas vías para la rápida clasificación de especies recién descubiertas.

 

 

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