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Algunas obras de Aristóteles (384-322 a. C.):
Tratados de Lógica y Metafísica:
En el corpus de la obra aristotélica, la lógica constituye una categoría por sí misma, una propedéutica a los otros cuatro grandes grupos (metafísica, ciencias naturales, ética y política y retórica y poética): en efecto, no una categoría más, sino la condición previa y necesaria para poder pensar estas categorías. Es imposible exagerar su influencia en la historia del pensamiento, puesto que durante la Edad Media fue la parte más conocida de toda su obra, y modeló en buena medida la reflexión europea en lo concerniente a lenguaje y pensamiento, conocimiento y error, significación y formalización del razonamiento. De las seis obras que componen el Órganon –título genérico de la lógica del Estagirita–, este primer volumen incluye tres: Categorías, que como indica el título, describe los principios conceptuales básicos, llamados predicamentos o categorías (entidad, cantidad, cualidad, relación, lugar, tiempo, situación, estado, acción, pasión), a partir de los cuales se construyen los juicios o proposiciones, así como cuestiones de enorme relevancia como la homonimia, la sinonimia y la paronimia; Tópicos, que analiza los esquemas formales y las funciones lógicas, basados en las predicaciones accidentales, genéricas, propias y definitorias, análisis completado con un apéndice práctico con directivas para el ejercicio dialéctico; y Sobre las refutaciones sofísticas, que se engarza con Tópicos, cuyos ocho libros sintetiza y del que puede formar un anexo teórico-práctico sobre los distintos tipos de sofismas (o silogismos que conducen al error) y su posible resolución.

Acerca del alma:
Se enmarca en el grupo de obras aristotélicas dedicadas a la naturaleza orgánica y a los seres vivos. Aristóteles entiende el alma como principio de vida, lo cual explica que este estudio combine cuestiones de psicología y de fisiología: percepción, memoria, sueños y vigilia, respiración, movimiento. Se trata, sin duda, de una concepción naturalista muy distinta de las espiritualistas propias del platonismo y el cristianismo, sin connotaciones religiosas y apegada a las ciencias particulares. Define el alma como principio vital o animador, que subyace a todas las funciones manifiestas, desde la reproducción hasta la actividad intelectual. Por eso, aunque este tratado no instituye un dualismo ni separa el alma del cuerpo, tampoco desustantiviza el alma, que se mantiene irreductible tanto como potencia o posibilidad de vida como acto vital efectivo. La riqueza de Acerca del alma ha alimentado multitud de corrientes vitalistas hasta nuestros días. Ha ejercido una gran influencia tanto en psicología (por su teoría de las facultades) como en teoría del conocimiento.

Etica a Nicómaco:
Al margen de la obra teorética sobre cuestiones de ciencias naturales y de metafísica, Aristóteles escribió varios tratados de filosofía práctica, entre los que destacan sus dos éticas, que, lejos de consistir en un conjunto de normas para el correcto comportamiento, reflexionan a partir de la tradición filosófica acerca de qué es una vida humana plena y cómo se puede alcanzar. Se apartan, pues, de toda casuística moral, así como de los planteamientos propios de los modernos libros de autoayuda encaminados a obtener un estado de felicidad y de bienestar. Su propósito de realizar la excelencia humana consiste en mantener una actividad adecuada de las mejores facultades del hombre, y es en este contexto en el que se analizan virtudes como el coraje, la generosidad y la equidad, así como las tareas intelectuales del conocimiento y el juicio adecuado o sabiduría práctica, y las relaciones con los otros, especialmente la amistad (sin la cual la vida no merecería la pena). La parte divina del ser humano, dice Aristóteles, la que lo distingue de las bestias, es la razón, por eso todos los bienes materiales, morales y de amistad se valoran según si favorecen la actividad intelectual y la contemplación. Esta concepción acerca de la excelencia humana se complementa con la tesis aristotélica de que el hombre es un «animal político», es decir que necesita vivir en compañía de sus semejantes no sólo para satisfacer las necesidades materiales sino para compartir con ellos objetivos de índole social y moral, lo que engarza las Éticas con la Política. El principal de estos escritos es la Ética a Nicómaco, selección realizada por su hijo a partir de las notas que el autor utilizaba para sus lecciones en el Liceo. Esta obra aborda, por primera vez en la literatura universal, la ética como rama filosófica independiente.

Política:
La Política tiene tres fines (y secciones) diferenciados: completa el análisis sobre la plenitud humana iniciado en la Ética al plantear qué tipo de organización política alcanza el bien; instituye principios morales y políticos que permiten entender y analizar los diversos tipos de Estados reales y sus Constituciones; ofrece propuestas para mejorar los Estados existentes. Aristóteles define al ser humano como «animal Político» porque sólo puede satisfacer sus necesidades y aspiraciones en el seno de una comunidad política, y puesto que es indeseable una vida humana al margen de la de sus semejantes, la realización del individuo debe llevar aparejado el bien de los demás miembros de su comunidad, que como en Platón es la pólis, organización completa y autosuficiente. Se da así una estrecha vinculación entre naturaleza humana, bien humano y comunidad política, que se consolidan, refuerzan y mejoran mutuamente: el individuo desea participar en el funcionamiento de su organización política, y ésta no sólo favorece su bienestar material y protección, sino que le permite ejercitar su dimensión moral mediante la participación en los asuntos comunes. No cumplen este objetivo las organizaciones oligárquicas (que cifran el bien y la felicidad en la riqueza material) ni las democráticas (que obedecen a una concepción insuficiente acerca de la libertad humana, reducida a evitar la esclavitud). El fin adecuado de la pólis es el bien común, basado en una correcta comprensión de la naturaleza de la felicidad humana. A partir de todas estas consideraciones, Aristóteles traza las características del Estado ideal, desde las condiciones geográficas y económicas hasta los criterios para la restricción de la ciudadanía (a la que no acceden ni los esclavos ni las mujeres). Entre los ciudadanos debe haber una paridad de riqueza y una semejante intervención en la administración del poder. Las instituciones públicas proporcionan los mejores fundamentos políticos, sociales, económicos y educativos para el ejercicio de las virtudes morales y de la vida intelectual o contemplativa, que el autor ya había calificado como la mejor de las posibles para el ser humano.

Poética:
Aristóteles valora mucho más la poesía que su maestro Platón (quien la proscribía en su Estado ideal), aunque coincide con él al considerarla un arte imitativo o representativo (mimesis), opuesto no a la imaginación sino a lo puramente fantástico o imposible, y concede gran importancia a su efecto sobre las emociones. Aristóteles subraya el valor psicológico y moral del arte, desembarazado de prescripciones al artista, y crea algunos conceptos cuya importancia perdura hoy: la piedad o compasión y el temor como efectos emocionales de la tragedia, la catarsis que desencadena la contemplación de las grandes acciones dramáticas. Distingue varios elementos constituyentes de la tragedia (trama o argumento, imitación del personaje o caracterización, expresión verbal, espectáculo, canto), los examina en todas sus posibilidades y expone con maestría como se combinan y enhebran para producir una intensa experiencia estética y moral. Por su parte, Magna Moralia es un tratado de ética de autoría incierta, que trata cuestiones como la esencia de la virtud y los fundamentos de la felicidad humana. En este sentido, y aunque en un registro menor, es complementaria de la Ética nicomáquea.

Metafísica:
Los catorce libros que forman la Metafísica aristotélica no estaban destinados originalmente a la publicación, sino que eran material para la enseñanza, que peripatéticos posteriores (sobre todo Andrónico de Rodas en el siglo I a. C.) reunieron, ordenaron y titularon; lo cual plantea varios problemas en cuanto a cronología, composición interna, relaciones entre libros, estructura global, etc. Y sin embargo, se trata de una de las obras más influyentes de toda la Antigüedad. En su análisis de las dos principales nociones de la obra, sobre el ser o ente, ousía (ámbito de la ontología), y sobre la entidad suprema (ámbito de la teología, o ciencia primera), Aristóteles instituye una serie de categorías —como materia y forma, potencia y acto, sustancia y esencia— y razonamientos aplicados a la existencia que desde su tiempo se han sucedido acerca de lo universal, la causa primera, y, en suma, de lo que rebasa el mundo de lo sensible, el cambio, la generación y la corrupción, objeto de las ciencias particulares. Aristóteles se aparta de su maestro Platón y su distante mundo de las ideas para configurar un universo inmanente, atraído hacia un motor inmóvil —causa final simple e inmutable— dedicado a una actividad eterna de pensamiento puro.

Acerca del cielo - Meteorológicos:
Las dos obras que componen este volumen pertenecen al apartado de los tratados de física aristotélicos, junto con la Física y Acerca de la generación y la corrupción. Acerca del cielo, en cuatro libros, versa sobre el movimiento local en el universo: los dos primeros se ocupan del movimiento de los astros; los dos últimos, del de los cuerpos terrestres. Meteorológicos, también en cuatro libros, trata esencialmente de los fenómenos atmosféricos. El cuarto libro, sobre cuya autoría penden serias dudas, se ocupa de los metales.


Traslados de su biblioteca:
Cuando Aristóteles murió en el año 332 a. C., dejó una considerable biblioteca personal. Para ayudarse en sus estudios, había reunido tantos títulos que, citando a Estrabón el geógrafo, «fue el primero que reunió una colección de libros y quien enseñó a los reyes en Egipto cómo ordenar una biblioteca». Más tarde, debido a los «avatares de las herencias», la biblioteca de Aristóteles terminó en manos de una familia que vivía en Pérgamo, que «tuvo que esconderla bajo tierra para impedir que fuera confiscada por el rey». La familia vendió luego los libros a Apelicón, un bibliófilo que se los llevó a Atenas. Luego, en 86 a. C., el dictador romano Sila invadió Ática, saqueó Atenas y, tras la muerte de Apelicón, ocurrida poco tiempo después, se apoderó de los libros y los envió a Roma. Sila sabía lo que estaba haciendo: la biblioteca incluía obras de Aristóteles y de Teofrasto, su sucesor, que no era posible encontrar en ningún otro lugar. Los libros estaban en un estado terrible, empapados debido a la humedad y comidos por los gusanos, pero en todo caso era posible leerlos, copiarlos y, de esta forma, preservarlos. (Peter Watson)

 

 

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