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Tomás Morales: Asuntos Varios:
Canto subjetivo:
Yo amo el sol en el triunfo de la Naturaleza, los ensueños heroicos de las eras triunfales y las tardes de otoño, que tienen la tristeza de las cosas ingenuamente sentimentales. El rumor de los élitros y el agua de la fuente - la eterna letanía de las viejas quimeras - que con amor, a veces, y otras indiferente, voy uniendo a mis rudas canciones marineras. El mar tiene un encanto, para mi, único y fuerte; su voz es como el eco de cien ecos remotos donde flotar pudiera, más fuerte que la muerte, el alma inenarrable de los grandes pilotos... Alma de los turbiones y del grueso oleaje que el misterio marino de iniciaciones puebla; que silba con la lira sonora del cordaje y calla en el silencio de los días de niebla... Yo sé de los piratas de homérica osadía, y aprendí sus historias, más grandes que ninguna, cuando, viajero en sueños, pasé en su compañía las noches del Adriático, claras como la luna. ¿Y después? - Fueron brumas y fué un ignoto abismo de incomprensibles seres y extraí la arquitectura; y ahondando en su misterio y en mi profundo mismo, divisé el aquilino perfil de la locura... Él me guió hasta el seno de un raro firmamento: horizontes al brillo de una imposible aurora, donde caí, mas, luego, pasó el enervamiento y olvidé, y olvidando, volvió a tomar mi acento la serena tersura del agua fluidora... Como tras la blasfemia viene el remordimiento... Ellos me redimieron, y así, mi fantasía juzga a todos los hombres de un uniforme modo: para aquellos que no aman en mi filosofía tengo el gesto benévolo que lo perdona todo... Y si veis que mi alma, a menudo, comete el pecado de ingenua; no os burléis, se concibe: soy como un buen abuelo que ha robado un juguete por contentar al niño que en nuestras almas vive... ¿Y el amor? - Pué el más noble de mis cantos aflejos: yo ensalcé de los besos el manantial sonoro, el cinabrio escarlata de los labios bermejos y el lunar espectáculo de los cabellos de oro... Sé que han de ser crueles los venideros días, porque, en el breve espacio de mis veintidós años, desbordé del espíritu todas las alegrías para que en él cupieran todos los desengaños. Por eso sé ser triste y en ocasiones, fuerte; y en medio de mi escudo pondrá mi fe ilusoria: el hacha de abordaje que sabe de la Muerte y el bandolin de plata que espera de la Gloria...

La espada:
A Santos Chocano
A SANTOS CHOCANO Yo he forjado mi acero sobre el yunque sonoro, al musical redoble del martillo potente; y he adornado, en mis noches de trabajo paciente, con ricos emblemas su cazoleta de oro. Su rica empuñadura vale todo un tesoro, y su hoja, fína y ágil, pulida y reluciente, al girar en el aire vertiginosamente, brilla al sol con la ráfaga fugaz de un meteoro... Yo quise que en mi verso, como en mi espada, hubiera románticos ensueños y cánticos triunfales - la gloria por escudo y el amor por cimera - como aquellos famosos hIdalgos medioevales, que acoplaban los hilos de una gentil quimera al épico alarido de las trompas marciales...

La honda:
A Amado Nervo
Noches de la Naturaleza, hechas de sombra y de grandeza, todas misterio y emoción; para ser grande o valeroso y tener fuerzas de coloso o tener garras de león... O débil ser como la espuma y preferido de la bruma en los silencios de la luz; cuando levanta en el espacio, la media luna de topacio, su meláncólico testuz... El bosque en sombra es el santuario donde algún genio milenario savias eternas descubrió; la luna plena es un diamante Que lanzó la honda de un gigante y en la alta noche se clavó... y quise ser un sol de plata o la encantada serenata del nocherniego ruiseñor; como la estrella que relumbra o tener alas de penumbra como el misterio y el dolor... y quise ser como el hondero: busqué un diamante en el sendero, mas no lo pude descubrir; y Jo busqué en mi fantasía y lo encontré: con energía se alzó mi brazo para herir... y una quimera, mi tesoro, como un relámpago de oro, mi honda a los aires despidió; pero no sé lo que fué de ella... ¡Acaso sea alguna estrella que en el silencio se clavó!

Serenata:
Un cantar enamorado vibra en la alegre floresta; el parque en luna bañado está, esta noche de fiesta Fiesta de orgullo y quimera que se celebra en honor de ser esta la primera noche de la Primavera, tan buena para el amor... Ya los pajes han servido el vino, ya los bufones su carcajada han reido; ya lleno de insinuaciones está el boscaje florido ... Por las sendas asombradas de plátanos y laureles se oyen perdidos rumores: parejas enamoradas de doncellas y donceles van diciendo sus amores. y a lo lejos, en la umbría misteriosa del jardín; la dulce melancolía de un amable bandolín dice una galantería: - Tiene el Conde tres doncellas rubias como el sol de mayo, sus pupilas son estrellas mensajeras de fortuna; sus pupilas son un rayo tembloroso de la luna... Ojos claros, ojos claros, ojos claros; blanca tez... La una es rubia, la otra es rubia, la otra es rubia... ¡Oh, qué rubias son las tres! Calla la voz; a distancia responde otra dulce voz, envuelta entre la fragancia de los jazmines en flor:Las doncellas son las bellas asucenas del jardín: y son ellas las estrellas que una noche en que la luna se moria se asomaron a la vida, sonrientes, evocadas por las notas transparentes de un vioUn... De las quiméricas glosas callan los dejos sutiles y se pierden, vagarosas, las parejas juveniles... Sólo se escuchan perdidos rumores en las desiertas sendas al amor abiertas; tras los macizos floridos, algunas risas despiertas y algunos besos dormidos. Luego, la voz, a lo lejos, repite su languidez: -La una es rubia, la otra es rubia, la otra es rubia... ¡Oh, qué rubias son las tres! y el eco leve, sonoro, lejano, del bandolín: -Las doncellas son las bellas azucenas del jardín...

Romance de Nemoroso
Romance de Nemoroso, vieja historia no sabida. oyérala yo a un cabrero; bien veréis, que aquí principia: Por hacer llorar la flauta Nemoroso le decían; como era muy bondadoso por Nemoroso atendfa .. ¡Mañana de Primavera, de abril era mañanita! Por las riberas de Tajo su rebaño discurría, cuando del agua, llorosa viera salir a una ninfa: triste llevaba la cara, de gran pena se dolía. -¿Qué mal habedes, señora? Nemoroso la decía. -Cuitada busco una ajorca que mis tobillos ceñía; toda de oro es compuesta y de esmeraldas guarnida; perdiérala yo esta noche cuando mi tocado hacía... -Yo buscaré vuestra ajorca, Nemoroso respondía. Ella le miraba atenta; Nemoroso enrojeda. Él, buscaba y rebuscaba, ella, miraba y reíaj y él buscando y ella riendo se pasaron todo el día... Cansáranse de este juego, ya la tarde anochecía; al ver la primera estrella el pastor se despedía; la bella, al verle dispuesto, de este modo le decía: -No tenías pena ninguna, no la tengas, por tu vida, que la prenda que buscaba en ti sólo era perdida, y al encontrármela, doime, doime por muy complacida... Al oír estas razones Nemoroso sonreía: -Muy mal habedes obrado, mi dueña y señora mía; si antes hubiérais hablado de otra manera sería, que aunque soy pastor de ovejas también sé de galanía... Cuatro horas se pasaron, platicando en compañía... al finalizar las cuatro, media noche era venida. A la claror de la luna el pastor se despedía; recogiera su ganado, por el monte se metía. Ella en el río se entraba, por el amor dolorida. ¡La flauta cantaba amores, llorando, en la serranía! La ninfa, sobre las aguas suspirando, se dormía... ¡Romance de Nemoroso! Ya está la historia sabida, oyérala yo a un cabrero; bien veréis, que aquí termina...

Criselefantina:
Unge tu cuerpo virgen con un perfume arménico, muéstrame de tu carne juvenil el tesoro y ruede sobre el mármol de tu perfil helénico la cascada ambarina de tus bucles de oro. Eres divina, ¡oh reina!, tu carne es nacarina; y tienen tus contornos ollmpicos, los bellos contornos de una estatua. ¡Oh reina, eres divina, desnuda, bajo el lÍureo temblor de tus cabellos! Nuestro tálamo espera bajo un rosal florido. donde una leve luna trémulamente irradia aquel claror tan plácido que iluminara un nido en un vergel recóndito de la amorosa Arcadia... También un flido aguarda a los nuevos esposo es un tálamo blanco de blancas flores lleno; de olorosos jazmínes y nardos olorosos. casi tan albos como la albura de tu seno... erás reina entre flores, erás la companera de las rosas más blancas; la más fragante y pura. Ya el lecho que te ofrenda la dulce Primavera suspira por la breve carga de tu hermosura. Yo amaré, entre las flores, tu perfume abrileño, y al verte entre mis brazos, ilusionada y loca, yo te daré el rimado búcaro de un en uno a cambio de las mieles de tu exquisita boca. El cielo será un palio sobre nuestra fortuna; un surtidor lejano dirá una serenata, y al sentirnos dichosos, bajo un rayo de luna, abrirá nuestras venas un alfiler de plata... Yo besaré tus labios tierna, cupidamente -tus senos en mis manos, con languidez opre os-; u plegaria nocturna uspenderá la fuente para aprender el rilmo de tu últimos besos. Un almo acariciante preludiarán la hojas; y moriremos viendo cómo las albas flores, al fluir de la angre, se van tornando rojas como el lecho de púrpura de los emperadores...

Bodas aldeanas:
Zagala: de tus labios deja que pruebe el vino. Hoy que tu cuerpo potente ciño, quiero que en sus corales tu boca lleve el calor de los besos de mi cariño... Gustaré de tu aliento la esencia leve y sentiré, en tus brazos, ansias de niño al ver cómo levanta tu seno breve el azul terciopelo de tu corpiño... Mi juventud hoy quiere carne morena; tras la carne rosada, la tuya es buena... Lejos de nuestra mente penas y engaños: al amor y la vida fieles seremos, y en bien de nuestras nupcias inmolaremos el más dulce cordero de tu rebaño...

Por la muerte de un educador:
Don Diego Mesa de León
Se ha dormido el maestro de la faz venerable, divaga ya en la sombra su intelecto robusto; al igual que su vida, su muerte fué admirable: ¡La muerte de este anciano fué la muerte del justo! El Rector ha dejado su sitial: la longeva figura cruza el aula de lo desconocido; ha terminado el curso que nunca se renueva y en pos de unas eternas vacaciones se ha ido... El salón silencioso y el péndulo parado la deserción pregonan del patronato egregio; y hay como un misterioso pacto que ha unificado el duelo de los hombres y el dolor de Colegio. La vida de este recto varón de alma desnuda al público renombre se hace merecedera, pues, siendo activa y alta, se hizo apagada y muda como aquel que provecho ni ditirambo espera... En decidida lucha, sus nobles enseñanza tenian la raigambre de un encinar maduro, y artífice de métodos y cultor de espera 88 entregaba, creyente, su labor al futuro. El saber luminoso y el odio a la ignorancia hizo perenne pasto de sus meditaciones; y dócil, en sus manos, la espiritual substancia, modeló la conciencia de tres generaciones. Predestinólo el hado desde el materno origen. ¡Ah, poderoso esfuerzo de voluntad humana! Entre las grandes testas que nuestro aplauso rigen es una hermosa cumbre esta cabeza cana... Fundó 8US pedagógicos deberes tutelares en las seguras pautas de un amoroso altruismo. y vió en las sucesivas figuras escolares como una derivada sucesión de sí mismo. Tal filé su vida, espejo de racional sosiego. Para sus hombrecitos no tuvo nunca hiel, y hacia él ibamos todos en amoroso allego, presintiendo una nueva paternidad en él. ¡Padre es quien os transfunde la educadora gracia, paternal es la mano que nos lleva a lo cierto Más allá de la tumba perdura, su eficacia y en nuestro ser hay algo del corazón del Muerto! Con poder de vidente mis ojos han pasado la cineraria losa que su sepulcro cierra: ¡Se ha dormido el Anciano con el tranquilo estado del hombre que ha cumplido su misión en la tierra!

Himno al volcán:
A Carlos Cruz
¡Pico de Tenerife! Titán medievo de azul loriga que en Occidente eriges la dictadura de tu reinado, y anuncias a los nautas aventureros la playa amiga: ¡Atalaya eminente del Archipiélago Afortunado! De un sumergido imperio tú la más alta cumbre cimera; hacia el Olimpo sacro dabas la comba de tu heroísmo cual un menhir miliario que dominando la cordillera, plantaran los gigantes en la inminencia del cataclismo. Bajo las quietas ondas, aterecido, cientos de edades, soñabas con los puros, cálidos, rayos de Helios vehemente, y al emerger otrora, sellando un pacto de eternidades, hablas por raigambre la maravilla de un continente. Desde frontera costa te ve el poeta cual si, liberto, de dejar acabaras la transparente prisión pontina: húmedos aún los flancos y el anchuroso cráter cubierto, tan blanco que parece que aún está lleno de sal marina. Ve tu imponente mole que es hipogeo. periplo y ara; y los tajantes bloques de tus pilares, firmes y enhiestos, protección de la sima que en tus inmersos fondos labrara para mansión de Pluto, la propia mano del dios Hefestos... Tú guardas el secreto de insignes fábulas y tradiciones; aplicando el ordo sobre tu CO'ltra circunvalante, aún se escucha el gemido de las sepultas generaciones y el resuello angustioso del devorado pulmón de Atlante. Las brumas acarician tu inaccesible frente nivosa, la lava de tus hombros cuenta a los siglos tus efemérides; ya flor de mar, curvando las morbideces de carne rosa -dóridas del Atlántico-de amor palpitan las siete Hespérides. El femenil embate de sus alientos tu alma esclaviza, y al cuido vigilante de tu enigmático perfil corpóreo, los marinos rebaflos de vellón blanco que Bóreas riza, triscadores, rebasan el ondulante confín ecuóreo. Tú presenciaste el triunfo de las antiguas divinidades: la posesión de Europa por la cornuda bestia bovina y la asunción radiosa que llenó el orbe de claridades, al brotar de las olas, como una perla, Venus divina... y un día que al ensueño dabas, rendido, la ardiente entraña, despertado de pronto, por inaudito tropel sonoro. viste pasar a Herades que coronaba la nueva hazaña llevando contra el pecho las encendidas manzanas de oro. Con mengua de tu aliento fué consumada la audaz quimera; contra empresa tan loca, nada, en desquite, tu esfuerzo pudo: antes que el vivo arroyo de tu venganza corrido hubiera, ya el detentor mancebo ganaba el agua. bello y desnudo... En vano tus enojos vomitan rayos; en vano. ardientes, das a los cuatro puntos, agostadoras, tus oriflamas; las yeguas de tu furia buscan, en vano, por las vertientes lanzando por los belfos enardecidos relinchos-llamas... Mil leguas en redondo sonó el colérico batir de cascos, cien soles con cien lunas durara activa tu ebria congoja: de dia fulminando prietas columnas de humo y pellascos; sacudiendo, en la noche, la exorbitante melena roja. Así te suefto ¡Pico de Tenerife! cumpliendo altivo, por obra de tus dioses, un inmutable designio ignoto; COII todas las calderas y los fundentes hornos al vivo y tus fraguas que azuzan las reptaciones del terremoto. Así te sueño ¡oh Teide! mientras tu cono gentil descuellas, hoy que te ven mis ojos -el mar por medio- de la isla hermana desflorar el espacio y hender la linde de las est lIaa, dejando atrás las nubes, con tu orgullosa cabeza cana... Asi te ven mis ojos, mas yo te quiero fosco y bravío, porque tú emblematizas con tu perenne desasosiego: ¡Pico de Tenerife, de continente sereno y frío! ¡la victoria más alta, la gran Victoria del hombre: EL FUEGO...!

En el tránsito de Bernardino Ponce:
Este excelente amigo que está ya tan lejano, aunque ha tan breve espacio que se rindió a la muerte, lamentará en su vida del más allá ultrahumano la postrera ironía que le jugó la suerte. Él, tan sutil y vario, guardaba cuidadoso, en el rincón más íntimo de sus estimaciones, un juvenil secreto rosado y armonioso, que aguardaba el momento de las revelaciones. Pero la inmensa niebla se adelantó en la ruta: el verdeciente prado trocó en abismo escueto, y el alma, en el silencio, se cobijó impoluta -irreparablemente-llevándose el secreto...

Alinodia:
Yo soy aquel buen juglar que de un pretérito amar guardó una piadosa herida; yo soy aquel rimador que entre el amor y el amor rimó, cantando. su vida. Aquel que en su serenata creyó la luna de plata y de cristal la laguna; y. en noche de primavera, confundió una cabellera con el oro de la luna. El que embocó su destinos por mentirosos camino , ebrio de augustos venenos. pues creyó que. milagrosas, eran las mejillas rosas y eran de nácar los senos. Aquel que loco de anhelos, por la rabia de los celos, se sintiQ un dla cruel; e hizo. por causarla enojos, un madrigal a otros ojos que no eran azules... y él que era nifto y no sabia sino cuentos de alegria. mas luego de un triste amor, sus rimas siguió taftendo. pero las fué entretejiendo con historias de dolor. " De aquel buen tiempo pasado me queda como un legado. en mi tlrico saber: un ensueilo florecido, un corazón dolorido y unos ojos de mujer... Más que los nácares buenos, hoy, me parecen los !lenos; las ojeras más brumosas, las venas más azuladas, y las mejillas rosadas más ro das que las rosas...

Recuerdo de la hermana:
Hermana: tras el tiempo del olvido que en nue tro lejamiento puso mano, mí corazón vuela hacia ti, dolido, en esta prima-noche de verano ... Mi corazón que de ternura lleno busca el cobijo de tu hogar dichoso y que aflora romántico el sereno sueno feliz del familiar reposo... Veo la casa nuestra, tan lejana, medio borrada en la penumbra quieta y en el cuadro de luz de la ventana recortada y en sombra tu silueta. Tus ojos miran los senderos vano que pinta el claro mar bajo la luna por donde no partimos los hermanos cuando salimos a correr fortuna. y envuelta en la sutil hora de encanto que la quietud de los silencios crea tal vez por e os rogarás, en taato la noche puebla de ánimas la aldea. Tristes en su orfandad, meditabundas vagan por los senderos descubiertos; hazlas entrar, que son las vagabundas almas de tus ausentes y tus muertos. Estamos todos: de diversos puntos llegamos al calor de tus consuelos y como antaño nos hallamos juntos rodeando a tus rubios pequeñuelos. y mi alma se siente bien hallada en este tibio ambiente de delicias, y en el corro infantil acurrucada te reclama su parte de caricias. Te reclama su parte; está a tu lado el más pequefto y de menor fortuna: hazle dormir al eco regalado del lugareño cántico de cuna: Duerme, niño mío, duerme; duérmete, que viene el coco, a llevarse a la montaña los niños que duermen poco... ¡Hermana, hermana! Tu tranquila gloria fué para mi dolor piedad divina, y el bálsamo cordial de tu memoria, para todas mis llagas, medicina... Que tú y los tuyos son puerto seguro; y en este andar entre extranjera gente vuestro recuerdo peculiar. tan puro. brota en mi alma con rumor de fuente. y término de todos mis caminos veo al final como una luz de oro perdido entre la copas de los pinos el ventanal de nuestra casa: y lloro...

Del Libro Primero de Las Rosas de Hércules.

 

 

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