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María Zambrano: Filosofía y poesía:
Razón discursiva y razón intuitiva:
María Zambrano defendió en su obra Filosofía y poesía el papel de la razón intuitiva, una razón que persigue lo concreto, el mundo de la vida. De ahí que, frente a una filosofía que había intentado seguir los pasos de la ciencia y la técnica como único camino posible, su propuesta subraye la necesidad de aunar filosofía y poesía.

¿Permanecerán sin luz estos abismos del corazón, quedará el alma con sus pasiones abandonada, al margen de los caminos de la razón? ¿No habrá sitio para ella en ese camino de la vida que es la filosofía? ¿Su corriente tendrá que seguir desbordada con peligro de encharcarse? ¿No podrá fluir recogida y libremente por el cauce que abre la verdad a la vida? Hay, sí, razones del corazón, hay un orden del corazón que la razón no conoce todavía. (Hacia un saber sobre el alma)

A su juicio, esto no constituye una novedad: ya en sus inicios el pensar reflexivo se ayudaba de la poesía, como demuestran los escritos de Parménides. Fue Platón quien separó la filosofía de la poesía. Se cuenta que el discípulo de Sócrates rompió todos sus poemas cuando se decidió a seguir el camino de la filosofía. A partir de este pensador griego, afirmó Zambrano, se había iniciado el proceso de absolutización de la razón. la consecuencia de esta absolutización fue el nacimiento del escepticismo filosófico, del agnosticismo y del despotismo político.

Zambrano también criticó la filosofía racionalista. A su juicio, ya desde Descartes el hombre ha intentado obtener un saber divino, pero eso no es lo propio del hombre. De ahí que el racionalismo, tal y como fue formulado por aquel, haya conducido a la duda y al escepticismo. Es preciso encontrar un saber para lo que palpita dentro del ser humano.

El valor de la poesía:
Es preciso para recuperar la realidad pasar de una razón dominadora a una razón servidora e intuitiva: la razón poética. Frente a aquella razón calculante, María Zambrano buscó una razón que se abriera con amor a la realidad. Denominó a este modelo razón poética porque la poesía no busca medir ni someter la realidad, sino acogerla como donación. De este modo, la razón que domina al ser -manifestada singularmente en el pensamiento kantiano, en el que la realidad se somete al sujeto- se transforma en una razón que no pretende medir la realidad desde un mundo ideal sino desde ella misma. Zambrano insistió en que ha sido la labor de muchos grandes pensadores, que cuando llegaron a la cúspide de su pensamiento, accedieron a la razón intuitiva. Así Sócrates, en la noche anterior a su ejecución, escuchó que su daimon le pedía haz música. Poesía y filosofía nacen de la admiración. El poeta busca el pasmo estático, la degustación del sello de la obra de Dios: la belleza. Cuando abandona esta pretensión y pretende alcanzar una verdad indudable, el filósofo se sumerge en la duda, distanciando la razón de la realidad que se le ofrece. La poesía no pone nada en duda, acepta lo dado; la filosofía, por el contrario, se aparta de la opinión natural pues considera dudosas las costumbres habitualmente admitidas y busca el ser tras las apariencias. El conocimiento humano ha buscado desde el principio ir más allá de lo fenoménico, de lo que le es dado. La finalidad del saber ha sido el descubrimiento del sentido que la realidad oculta, es decir, la búsqueda de la razón que se halla tras los datos de la experiencia. Ahora bien, la grandeza de la poesía reside en que, en esa búsqueda, no pretende obtener una idea clara y distinta como Descartes, sino advertir que algo se le entrega, aunque no en plenitud. De este modo, la razón poética capta a la vez la presencia y la ausencia de la realidad.

Para María Zambrano filosofía y poesía constituyen formas de saber diferentes, pero complementarios. Por un lado, la poesía se centra en el ser humano y en su actualidad; por otro lado, la filosofía ahonda en el poder ser del hombre. La poesía se configura como encuentro o don y precisa de una revelación de la realidad; la filosofía, sin embargo, se apoya en un método para acceder a la verdad. Según Zambrano el primer paso para esa apertura radical a la realidad es el quehacer poético entendido como donación humilde de sentido. Este es el camino que permite que el intelectual alcance la sabiduría; solo así el erudito en filosofía se transformará en filósofo. A partir de estas consideraciones, María Zambrano recurre a una de las corrientes más importantes de la filosofía del siglo XX: la hermenéutica. En ella encuentra la expresión del método de la poesía: la búsqueda del sentido a partir de la aceptación de lo dado. A su juicio, toda realidad y todo fenómeno poseen sentido; el problema es encontrarlo. Para ello es preciso hacer como hace el poeta: enamorarse de la realidad dada, no buscar la dominación sino la revelación. Es preciso establecer una filosofía débil que no pretenda saberlo todo sino establecer los hilos de luz en la penumbra. Debe olvidar la pretensión de una verdad absoluta, sistémica. Solo puede hacerse, por emplear sus palabras, filosofía de la aurora: una filosofía entre dos luces, que nunca llega a su plenitud pero que va más allá de la ignorancia, emprendiendo el camino de la sabiduría.

    Hermenéutica:
    Impulsada principalmente por Gadamer. Advirtió que la verdad no puede reducirse a la ciencia sino que existen ámbitos de verdad que no pueden aprehenderse con métodos científicos. La hermenéutica o comprensión existencial constituye la base de la relación del hombre con su entorno y subyace a todo método incluido el experimental.

(A.Belda)


Heidegger y la poesía:
Si de algún modo puede resumirse el paradigma de Heidegger es diciendo que constituye una incitación a vivir el mundo como un poema y a hacerlo además a través de la poesía. La poesía asume como objeto de su quehacer la inagotable abundancia y pluralidad del mundo, no reduce las cosas a una sola dimensión (meta que sí tratan de alcanzar, por el contrario, la ciencia o los monoteísmos); el mundo está compuesto por una infinita sucesión de horizontes que se alejan invariablemente ante nosotros conforme tratamos de aproximarnos a ellos; no existe ningún «régimen de significado». Entre las realidades que pertenecen por derecho propio a todo mundo poético figura, de acuerdo con Heidegger, «la inagotable gama de espacios complejos de resonancia [semántica]». Éste es a sus ojos el único fenómeno trascendental del mundo. «Por consiguiente, en la experiencia poética, o en la experiencia vivida por mediación de la poesía, “aprehendemos” nuestras vidas como algo vivido “frente a lo que resulta inaprehensible”, nos situamos directamente frente al “misterio” del Ser, contemplando su “imponente maravilla”». De este modo lograremos «habitar» el mundo, encontrarnos «como en casa» en él. El objetivo de la vida consiste en vivir en el mundo como en nuestra propia casa. (P.Watson)

 

 

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