Arqueología:
¿Tienen los restos humanos significación sagrada?:
¿Se deben desenterrar los restos humanos para su estudio científico?
LA ARQUEOLOGIA EN GRAN CANARIA durante el Comisariado de Excavaciones Arqueológicas, 1940-1965:
LA COMISARÍA DE EXCAVACIONES ARQUEOLÓGICAS:
Momias:
LAS MOMIAS CANARIAS:
EL LEGADO GUANCHE DE SAN JUAN DE LA RAMBLA
NOTAS:
Luis Diego Cuscoy:
Aunque parezca mentira, hasta principios del Siglo XX no habían estudios serios en torno a la cultura aborigen de las Islas Canarias (digna mención merecen los trabajos de Juan Bethencourt Alfonso) y a nivel arqueológico no se iniciaría una investigación importante hasta los años 40 y 50. Esto último fue gracias a un hombre que si bien nació en Gerona (concretamente en San Esteban de Bas), desde muy pequeño se trasladó con su familia a las Islas Canarias. Su profesión era maestro, pero por encima de todo estuvo el hecho de divulgar la desaparecida cultura aborigen precisamente a los que de una forma u otra somos sus descendientes. El nombre de este gran hombre era Luis Diego Cuscoy,.
Nacido el 22 de Octubre de 1907, era hijo de un Guardia Civil que sería destinado al noroeste de la isla de Tenerife (primero a Buenavista y después a la Orotava) cuando él tenía nueve años. Curso sus estudios de primaria, combinando posteriormente el trabajo en una panadería durante el día con los estudios de Magisterio durante la noche. Cuscoy fue alumno con matrícula libre en la Escuela Normal de San Cristóbal de la Laguna, entre los años 1923 y 1927. En 1928 publicó su primer libro literario, "Tenerife Espiritual", que se encuadra dentro del movimiento canario de la corriente poética del 27.
Ejerció en varias escuelas: La Guancha (curso 1928-1929), Santa Cruz de Tenerife (año 1930) y Los Silos (curso 1930-1931) hasta conseguir plaza definitiva en Castro das Seigas, municipio de Palas de Rey en Lugo (de 1931 a 1933). Allí conocería al poeta, etnógrafo y prehistoriador, Fermín Bouza-Brey, el cual le abrió los ojos de cara a la investigación del folklore.
Regresaría a Tenerife, ya que fue destinado a una escuela en El Sauzal, casandose con la también maestra Victoria Fernaud de la Rosa, el 14 de Abril de 1934, con la que tendría dos hijas, que igualmente fueron maestras, María Luisa y María Victoria. En el pueblo norteño se estableció durante un tiempo considerable (de 1933 a 1940, época difícil) hasta que sería depurado por sus simpatías con la Federación de Trabajadores de la Enseñanza de Tenerife, pero le salvó que durante la guerra civil se incorporara a falange, alcanzando el puesto de delegado provincial de Prensa y Propaganda del Sindicato Español de Magisterio.
Es por eso que su depuración fue algo más "leve", consistiendo la misma en la inhabilitación de cargos directivos y traslado forzoso durante un año a una escuela del sur de Tenerife (que en la práctica era un leve exilio), Cabo Blanco en Arona (que en aquel entonces estaba en la nada más absoluta) hasta principios de 1942.
Allí ensenaría en una escuela mixta, entablando una relación muy entrañable no sólo con los alumnos a los que daba clase (los cuales pastoreaban por la zona), sino con los propios cabreros, que le enseñaron zonas donde literalmente habían restos guanches no ya sólo de cerámica, sino incluso huesos. Los pastores históricamente habían convivido con ello y es por eso que le enseñaron al propio Cuscoy algo que probablemente desconocían que tenían un valor incalculable porque siempre había estado ahí, pero nadie le habría prestado la más mínima atención.
Si Cuscoy era un investigador impresionante y que estaba abierto al conocimiento y al saber (como debe ser todo maestro), en esos años de "destierro", se inició su afición a la arqueología visitando cuevas funerarias con los alumnos. El propio Cuscoy estaba convencido que tales cabreros, pastores y demás eran descendientes de aquellos guanches; que de alguna forma la cultura había pervivido en ellos. Regresaría finalmente a su escuela en El Sauzal, pero aquellos años en Cabo Blanco le marcaron tanto que siguió con su labor investigadora.
En el libro "Entre pastores y ángeles" don Luis nos narra algunas de sus vivencias en aquel ambiente marginal de cabreros, describiendonos su primer encuentro con una cueva sepulcral que rebuscó con sus alumnos, En 1998 el Ayuntamiento de Arona reeditó este magnífico libro, acudiendo a la presentación del mismo varios antiguos alumnos suyos, que a pesar del tiempo lo recordaban como un gran maestro y mejor persona, que les enseño a tener curiosidad por el ambiente que les rodeaba.
Cuscoy nos descubrió un mundo arqueologico impresionante y sus investigaciones y excavaciones siguieron adelante, haciendo recopilación de restos guanches tanto humanos como materiales, contando con cierto apoyo de personas relacionadas con el ambiente histórico y cultural de las islas. Innumerables fueron sus fotos; siempre con la cámara dispuesto a dejar constancia de aquello que tanto le maravillaba y que acabó por convertirse en una (sana) obsesión de la que tantos canarios nos beneficiamos.
A sugerencia del catedrático de Historia de España en la Universidad de La Laguna, Elías Serra Ràfols, se incorporó en 1942 como colaborador del recién nombrado comisario provincial de Excavaciones Arqueológicas, Juan Álvarez Delgado, realizando excavaciones y prospecciones durante las vacaciones del verano en las islas de Tenerife, La Gomera y El Hierro. Más allá de cargos más o menos relevantes podemos decir que Cuscoy fue el que pasó del estudio académico en las escuelas y aulas al estudio de campo con gran cantidad de excavaciones y estudios, siendo el impulsor de la creación del museo arqueologico de Tenerife, dependiente del Cabildo de la isla, que se inauguró durante las fiestas de Mayo de 1958 y del que fue director hasta su muerte en 1987.
A diferencia de otras grandes personalidades, don Luis Diego Cuscoy recibió premios en vida como reconocimiento a su labor investigadora y de divulgación. En 1977 le concedieron la Encomienda de la Orden Civil de Alfonso X el Sabio, en 1982 el Cabildo de Tenerife le otorgó la medalla de oro de la isla y en 1985 recibió el Premio Canarias en la categoría de Acervo Socio-Histórico y Patrimonio Histórico Artístico y Documental. Por otra parte, tras su fallecimiento, se creó en la Universidad de La Laguna la Cátedra de Arqueología Luis Diego Cuscoy por iniciativa de un grupo de alumnos y profesores. Su objetivo es la de fomentar el conocimiento y la conservación del patrimonio arqueológico.
Recientemente, he tenido la oportunidad de disfrutar en el Instituto Cabrera-Pinto la exposición "Arqueología de la mirada. La obra fotográfica de Luis Diego Cuscoy" donde se nos muestra la documentación fotográfica y material de este gran hombre al que podemos llamar el padre de la arqueología canaria.
DEUDA HISTÓRICA CON LOS INDÍGENAS CANARIOS
Existe una importante deuda histórica con los indígenas canarios, entre otras muchas.
Considero que es importante que se sepa, y que se genere OPINIÓN PÚBLICA, para que los grupos políticos reflexionen y actúen de forma consecuente en las próximas semanas.
Les explico... porque es importante que COMPARTAN esta publicación:
La Propuesta de Ley de Patrimonio Cultural que se discute estos días en el Parlamento de Canarias, sigue considerando los restos mortales de los indígenas canarios como meros
OBJETOS y,
por tanto, los trata como a otros bienes arqueológicos materiales: cerámicas, pintaderas, etc (Artículo 87 de la referida Propuesta de Ley).
Esto permite que los restos mortales se usen o expongan en los museos, en muchas ocasiones, de forma inapropiada.
Los restos mortales deben ser tratados y legislados de forma especial por su significación sagrada y porque NO son cultura material.
Va una explicación detallada en este enlace.
COMPARTE esta publicación en tu muro si consideras que debe modificarse este artículo de la Ley:
(tamaimos.com, 2018)
Desde su llegada a Australia, en el siglo XVIII, los británicos comenzaron a recoger restos de aborígenes enterrados en el continente para estudiarlos y guardarlos como piezas de museo. Entre los restos más conocidos están los del Hombre de Mungo, un individuo de unos cincuenta años que fue enterrado en la región de los Lagos de Willandra, en el sureste del país, hace más de 40.000 años, cuando aún había neandertales en Europa. Descubiertos por Jim Bowler en 1974, los fósiles fueron llevados a Camberra donde se conservaron para su análisis científico en al Universidad Nacional Australiana.
Hace un año, aquellos restos humanos, los más antiguos de Australia, fueron devueltos a su lugar de origen junto a los de otras 104 personas para ser enterrados de nuevo conforme a las creencias de sus descendientes. Durante décadas, las comunidades aborígenes de Paakantji, Ngyiampaa y Mutthi Mutthi los habían reclamado, convencidas de que lejos de su patria los espíritus de aquellos muertos no podrían descansar. “Su espíritu será liberado y él será liberado cuando lo devolvamos a la tierra del lugar del que vino”, dijo a la prensa la Tía Patsy, una representante de los Mutthi Mutthi, poco antes de la ceremonia.
El propio Bowler había denunciado las prácticas de muchos arqueólogos que expoliaron los restos de cientos de indígenas australianos sin obtener un beneficio científico. El más famoso de ellos era Murray Black, un ingeniero de minas que recolectó miles de cráneos y esqueletos completos para enviarlos a instituciones de investigación. “Él me contó una historia sobre cómo en una ocasión había estado trabajando alrededor del río Murrumbidgee durante el verano y tenía dos camiones llenos de esqueletos. Cuando regresó, los pececillos de plata [un tipo de insectos] se habían comido las etiquetas y [los esqueletos] eran inútiles. Así que los enviaron todos al instituto de anatomía donde permanecieron hasta hace unos 25 años”, explicó Bowler en una entrevista con The Guardian.
Pero el investigador también ha defendido la necesidad de que los científicos estudien estos restos, en parte para entender la historia de la espiritualidad humana y la manera en que los aborígenes se han relacionado con su entorno, más a través de la empatía y la intuición que del análisis racional de la naturaleza para adaptarla a los propósitos humanos. En un trabajo reciente que se publica en la revista Science Advances, un equipo de científicos en colaboración con activistas aborígenes como la Tía Patsy muestra la posibilidad de colaboración entre estos dos universos paralelos.
Según las creencias de los aborígenes, los espíritus de sus ancestros no descansan hasta que sus restos yacen en las tierras donde vivieron y por eso han reclamado durante décadas que se devuelvan esos huesos a donde pertenecen. Sin embargo, la recolección desidiosa de individuos como Black ha hecho que lo único que se sepa sobre muchos de estos restos es que pertenecen a aborígenes. El origen geográfico, la tribu o la lengua hablada se desconocían, impidiendo una repatriación precisa. Llevar los restos de un aborigen a cualquier lugar de Australia que no sea su región sería tan inútil para el reposo de su espíritu como permanecer en un museo de Londres.
En el trabajo liderado por Joanne Wright, una experta en evolución humana de la universidad Griffith de Australia, los científicos quisieron demostrar que es posible recuperar ADN de restos enterrados en estas regiones, pese a su clima árido, que no es ideal para la conservación del material genético, y compararlo con aborígenes actuales para identificar su origen. Los investigadores obtuvieron y secuenciaron diez genomas nucleares (donde más de 20.000 genes contienen la información necesaria para hacer un ser humano) y 27 genomas mitocondriales (con solo 37 genes, pero útil para identificar parentescos) de australianos que vivían antes de la llegada de los europeos y origen conocido. Después, compararon estas muestras con los genomas de 100 aborígenes modernos. Su análisis concluyó que los genomas de la mayoría de los aborígenes ancestrales tenían una mayor proximidad con los de la gente que vivía en la actualidad en las mismas regiones que ellos habían vivido. Esto hace que el ADN nuclear y su técnica de comparación pueda ser útil para repatriar restos aborígenes al lugar que les corresponde. Sin embargo, no sucede lo mismo con el ADN mitocondrial, con el que casi uno de cada diez restos acabarían en un lugar distinto del que les corresponde según las creencias indígenas.
Durante casi toda la historia de la humanidad, esta sensibilidad de una cultura tecnológicamente superior hacia los sentimientos de sus congéneres menos avanzados habría sido una excentricidad. En España, hubo durante casi un siglo un bosquimano disecado como un animal en un museo de Bañolas, en Gerona, hasta que fue repatriado y enterrado en Botsuana en el año 2000 y en decenas de museos de todo el mundo se pueden ver los restos de individuos que no considerarían ideal para sus almas permanecer expuestos a las miradas de los curiosos y la manipulación de los eruditos.
Aunque el racismo ha agravado la falta de decoro con que se han tratado algunos restos humanos a lo largo de la historia, ni siquiera ser blanco salvó al gigante irlandés Charles Byrne de acabar expuesto en el museo de John Hunter, uno de los padres de la medicina moderna. Allí acabó en 1787 pese a su explícito deseo de ser enterrado en el mar sabedor del interés de muchos científicos por enredar con su cadáver de más de 2,30 metros, y allí se puede ver aún su esqueleto.
Desde los años noventa, se ha intensificado el debate sobre cómo tratar los restos humanos con interés científico y se han establecido normas para respetar las demandas de algunos grupos sobre restos que consideran de sus ancestros a la vez que se preserva la posibilidad de estudiarlos. Sin ella, no sabríamos que el africano de Bañolas forma parte del mismo linaje que los europeos que se creyeron con derecho a disecarlo o que los aborígenes actuales descienden directamente del Hombre de Mungo, son los primeros habitantes humanos que tuvo Australia y tienen la cultura más antigua de la Tierra.
(Daniel Mediavilla, 2019)
Con el título "La arqueología en Gran Canaria durante el Comisariado de Excavaciones Arqueológicas, 1940-1969", el Museo Canario expone por primera vez uno de sus más importantes archivos arqueológicos: "El legado Jiménez Sánchez". Este archivo contiene entre otros la documentación de la Comisaría de Excavaciones Arqueológicas de la Provincia de Las Palmas, a cuyo frente estuvo Jiménez Sánchez desde la fecha de su creación en 1940 hasta su desaparición en 1969, cuando las competencias en materia de Patrimonio Arqueológico fueron asumidas por la Delegación Provincial de Bellas Artes.
El legado 1iménez Sánchez fue donado por su familia al Museo Canario en 1984. Desde entonces un equipo de técnicos de los servicios de arqueblogía y biblioteca de esta Institución, han llevado a cabo los trabajos de inventario y catalogación de numerosos documentos: manuscritos, fotografías, apuntes, correspondencia, dibujos, recortes de prensa... etc., referentes a la densa labor desarrollada por el autor durante los cuarenta años que estuvo al frente del Comisariado de Excavaciones.
Para esta exposición hemos seleccionado aquellos documentos -especialmente gráficos y manuscritos-, que nos muestran como se encontraban los sitios arqueológicos en Gran Canaria cuarenta años atrás. También resaltamos aquellos aspectos que pueden reflejar los logros y fracasos del Comisariado, dirigido hasta su disolución por un maestro nacional que dedicó gran parte de su vida a la arqueología de las islas orientales.
Se complementa esta muestra con el aporte de relevantes piezas arqueológicas procedentes de la importante colección "Pedro Hernández Benítez" (Comisario Local de Excavaciones Arqueológicas de Telde durante el mandato de Jiménez Sánchez), y de una selección de las piezas arqueológicas que el propio Jiménez Sánchez entregó al Museo Canario.
Las Comisarías Provinciales de Excavaciones Arqueológicas fueron creadas por el Ministerio de Educación Nacional a través de la Dirección General de Bellas Artes según orden ministerial del 30 de abril de 1941. Poco antes, en 1939, ya había sido creada la Comisaría General de Excavaciones Arqueológicas a cuyo frente y prácticamente desde su creación estuvo Julio Martínez Santa-Olalla ayudado en sus funciones por Carlos Alonso del Real que hacía las veces de Secretario. En mayo de 1941, Santa-Olalla comunicaba a Jiménez Sánchez su nombramiento oficial como Comisario Provincial de Las Palmas. Paralelamente era nombrado comisario en la provincia de Santa Cruz de Tenerife Dacio Darias Padrón. Jiménez Sánchez venía ejerciendo desde 1939 el cargo de Comisario Local de Excavaciones.
Desde 1941 comienzan las actuaciones en firme del Comisariado en la provincia de Las Palmas. Las autoridades militares y civiles de las islas son puestas al corriente mediante circulares de las competencias del Comisariado así como de los niveles de cooperación que se espera recibir de ellos.
Ese mismo año, la Dirección General de Bellas Artes (de quien depende la Comisaría), concede una subvención de tres mil pesetas para la restauración y acondicionamiento de los grandes complejos arqueológicos del Cenobio de Valerón, Agujero-La Guancha, Mugaretes del Clavo y Cuatro Puertas.
Igualmente el Comisariado recibió durante todo su mandato subvenciones del Ministerio de Educación para la realización de excavaciones y campañas de prospecciones arqueológicas.
Los Ayuntamientos comienzan a tomar parte activa en la protección de los yacimientos arqueológicos existentes en sus municipios.
Algunos alcaldes hacen adquisiciones de terrenos donde existen monumentos arqueológicos de cierta relevancia. Parecía como si la situación del patrimonio arqueológico podía entrar por fin en vías de solución, eso al menos se desprende de las primeras actuaciones del Comisariado. Los éxitos arqueológicos de Jiménez Sánchez alcanzaron gran resonancia en el ambiente cultural y científico de la época, hasta el extremo que el catedrático de historia de la Universidad de La Laguna, Elías Serra Rafols llegó a señalar: "El conjunto de datos aportados, y las conclusiones que de ellos se deduce son tales que bien puede decirse que la arqueología de Gran Canaria tiene que ser considerada de nuevo y que todo 10 hecho anteriormente, con ser mucho
en ciertos aspectos debe tenerse solo como precedente".
Serra Rafols explicaba los éxitos del Comisario Provincial de Excavaciones, basicamente porque:
"Le cabe el mérito de ser el primer arqueólogo en tierra riquísima, y de ahí sus fabulosos éxitos".
Jiménez Sánchez heredó ciertamente un mundo arqueológico de extraordinaria riqueza, que apenas había sido explotado, si bien el precursor de esos grandes descubrimientos ya desde las últimas décadas del siglo XIX, sería el Museo Canario.
Efectivamente desde 1885, Grau Bassas, primer conservador del Museo Canario, fue designado por la Junta del Museo para que llevara a cabo las exploraciones arqueológicas en los lugares más
remotos de la geografía insular. Durante varios años se descubren una gran cantidad de yacimientos en las comarcas de Tirajana, Tejeda, Mogán, Arguineguín, La Aldea, Tirma y Artenara. Estos descubrimientos modificaron profundamente el conocimiento existente sobre la prehistoria insular.
Desgraciadamente los estudios realizados por Grau Bassas no fueron publicados en su época.
Su manuscrito fue sin embargo consultado por investigadores extranjeros contemporáneos, especialmente por el antropólogo francés René Verneau, a quien se le atribuyeron gran parte de
aquellos espectaculares descubrimientos, simplemente porque pudo publicarlos primero. Sin embargo la obra de Grau Bassas, publicada por el Museo Canario recientemente, está hoy considerada como uno de los primeros documentos arqueológicos con rigor científico de los que hasta entonces se habían elaborado en Canarias.
Jiménez Sánchez conocía también el manuscrito de Grau Bassas, siendo igualmente testigo de las importantes excavaciones arqueológicas que el Museo Canario llevó a cabo en la costa de Gáldar, poco antes de la Guerra Civil. Aquellas excavaciones pusieron al descubierto los restos de un extraordinario complejo arqueológico formado por túmulos y casas de piedra que pertenecieron a los antiguos canarios. Los hayazgos alcanzaron una gran resonancia en los medios de comunicación de la época, resonancia que fue silenciada apenas dos años después por el inicio de la Guerra Civil Española.
El Museo Canario se vió entonces imposibilitado -especialmente por falta de medios económicos- a seguir con las campañas de prospecciones y excavaciones por lo que el final de los años treinta transcurrieron sin apenas actividad arqueológica.
Jiménez Sánchez hereda entonces ese riquísimo campo arqueológico que era Gran Canaria. Así, sin grandes medios pero disponiendo de una gran voluntad y una ferrea estructura políticoadministrativa creada por el nuevo régimen, va poco a poco configurando la carta arqueológica de Gran Canaria.
Sebastián Jiménez Sánchez se dedicó durante más de veinte años a explorar los más apartados rincones de la geografía insular. Sin una depurada metodología, pero que supo contrarrestar con una gran capacidad de observación y una minuciosa técnica descriptiva, nuestro autor fue elaborando y publicando una basta e importante obra, básica para entender la arqueología de Gran Canaria. Tal vez sea por eso que, aún hoy Jiménez Sánchez es con diferencia el autor con más publicaciones referidas a la arqueología de las tres islas orientales. Ello le convierte en el autor más citado y al mismo tiempo en el más criticado.
Su obra arqueológica es hoy valorada como muy importante, sobre todo en lo referente a la descripción de nuevos yacimientos muchos de los cuales se encuentran en la actualidad destruidos o
desaparecidos. De Jiménez Sánchez se valora la fiabilidad de los datos que aporta, pero también se critica el escaso rigor científico-analítico de muchos de sus trabajos que denotan una insuficiente formación teórica como prehistoriador y arqueólogo.
Jiménez Sánchez trabajó sólo. Posiblemente por motivos ideológicos no pudo integrarse plenamente en el Museo Canario, tampoco contó con la adecuada colaboración de las instituciones culturales locales, ni dispuso del apoyo debido por parte de la Universidad de La Laguna.
Por su correspondencia sabemos que fueron sus directos asesores y colaboradores el aparejador y dibujante Victorio Rodríguez y los profesores Martínez Santa-Olalla y Serra Rafols, a quienes debe sin duda gran parte de su formación. También sus cartas nos reflejan el aislamiento y la pobreza de medios que padeció durante gran parte de su mandato al frente de la Comisaría.
Tal vez su obra se ha visto eclipsada por la figura de Luis Diego Cuscoy, Comisario de Excavaciones Arqueológicas de la provincia de Tenerife. Maestro nacional como Jimf:nez Sánchez, Diego Cuscoy contó, por el contrario, no sólo con el apoyo de la Universidad de La Laguna sino también con el decidido respaldo de Antonio Lecuona Hardisson, Presidente del Cabildo Insular de Tenerife, quien creó en 1947 un Servicio de Excavaciones y Museo cuya organización y dirección se le encomendó a Diego Cuscoy.
La obra escrita de Jiménez Sánchez es muy densa, abarcando desde temas de carácter religioso pasando por la etnografía, el folklore y el arte hasta la arqueología. Será precisamente su obra arqueológica la que más relevancia alcance con el paso de los años debido a la enorme cantidad de datos que aporta sobre la existencia de gran número de yacimientos arqueológicos de los que hasta entonces no se tenía ningún conocimiento. Pero es que además muchos de estos yacimientos descritos por Jiménez Sánchez no han vuelto a ser estudiados por los arqueólogos posteriores, por lo que sus informes siguen siendo la única fuente de información de la
que hoy podemos disponer.
Sus informes y memorias correspondientes a las Excavaciones Arqueológicas en Gran Canaria, del Plan Nacional de 1942, 1943 y 1944, editado por la Comisaría General de Excavaciones Arqueológicas en 1946, constituye aún hoy un instrumento de consulta de gran interés científico, también en la revista "Faycán", que el mismo creó, aporta una valiosa información que no ha perdido vigencia.
"Aquella fue una época llena de vacilaciones, de incertidumbres y de trapajo nada fácil ni cómodo.
Quien contemple hoy el panorama arqueológico canario, con todos sus fallos, con todas sus lagunas, incluso, si se quiere, con todos sus errores, no podrá comprender, o le será muy difícil hacerlo, qué pasaba en esta parcela de la investigación hace treinta años". (ELÍAS SERRA RAFOLS y LA ÉPOCA HEROICA DE LA ARQUEOLOGÍA CANARIA. Luis Diego Cuscoy, 1971-1972) (revista Aguayro, 1988)
EL GRAN EXPOLIO Y TRÁFICO DE “MOMIAS” CANARIAS. (1ª Parte)
La historia de las islas Canarias se sitúa en los márgenes entre Europa y África y se explica en buena medida por su situación atlántica en medio de la ruta que dio lugar a la expansión capitalista y colonial de la primera globalización en la Edad Moderna. Estas circunstancias hicieron que el archipiélago fuera sobre todo atractivo por su naturaleza y sus características espaciales. Junto a la naturaleza geológica de las islas, su imprecisa localización en las fuentes clásicas y la ubicación en sus coordenadas de reinos míticos, como la Atlántida, o la relación de las Canarias con la historia antigua de los dos continentes cercanos, Europa y África, constituyeron el objeto de una notable nómina de escritos y fueron el centro de continuas controversias acerca de su conformación natural, su historia cultural y los orígenes y caracteres de las poblaciones anteriores a la conquista por los europeos. En definitiva, y como ha escrito el historiador de la arqueología Alain Schnapp (2010: 18-19), puede afirmarse que: “Las Islas Canarias funcionan como un laboratorio en el que las diferentes formas del colonialismo anticuario se experimentan y se formulan”.
Al “misterio” de los orígenes y la posible pervivencia de los guanches se unió otro atractivo: el hecho de que en muchos lugares aparecieran enterramientos arqueológicos con numerosos restos humanos bien conservados que atestiguaban la presencia de la momificación como ritual mortuorio. En un momento en que la cultura y la historia del antiguo Egipto se constituyeron en una auténtica moda para los viajeros y las élites cultas de los países europeos, estos usos funerarios de los antiguos canarios contribuían a otra de las teorías sobre su origen, que los emparentaba con los antiguos egipcios (Álvarez y Morfini, 2014; Atoche, Ramírez y Rodríguez, 2008; Brothwell, Sandison y Gray, 1969).
De esta manera, el exotismo de las momias guanches y su expolio patrimonial llegaron a constituir otro de los atractivos de las islas para los naturalistas. Y así, junto a la ascensión al Teide y la visita al drago milenario, la búsqueda de la momia guanche por los escarpados barrancos, guiados en la aventura por un descendiente de la antigua raza, los llamados “enriscadores” (Grau-Bassas, 1980a: 14), constituye otro de los tópicos de los relatos de viajes, incluso cuando son debidos a investigadores reputados, como el explorador y traductor Richard F. Burton (1999: 86-87) o el médico y antropólogo Paolo Mantegazza (2004: 95-111). La rápida extinción de las poblaciones indígenas tras la conquista, la ausencia de historia escrita entre ellas y la falta de cualquier tipo de “monumentalidad” en su cultura, convertían a la arqueología —que empezó en el siglo XIX a conformar una nueva disciplina científica en torno al conocimiento del pasado remoto de la humanidad— en una codiciada rama del coleccionismo para los naturalistas y eruditos. En este sentido, la obtención de cráneos (y de otros tipos de restos humanos en contexto arqueológico) no solo será codiciada por los prehistoriadores y arqueólogos y servirá para proporcionar un método, la craneometría y una disciplina auxiliar, la craneología, a la naciente antropología física, sino que también tendrá alguna otra noble función para el recuerdo y la conciencia política:
Entre aquellos cráneos encontré uno lleno de heridas, y entre ellas una de arcabuz que debía ser del 400 […]. La raza europea, civilizando, derriba y destroza, y en el mar de sangre derramado por nuestros padres es agradable y consolador salvar algún retazo de tantas memorias perdidas (Mantegazza, 2004: 100).
Aunque ya en el siglo XV comienza a haber información, a partir del siglo XVIII el tráfico de restos humanos procedentes de yacimientos arqueológicos canarios llegó a tener un carácter internacional y algunos naturalistas radicados en las islas funcionaron como proveedores de las colecciones y museos europeos demandantes de cráneos y momias “atractivas”. A su vez, la cultura material de los antiguos canarios y sus propios restos físicos fueron recolectados por algunos próceres y eruditos isleños, y, de hecho, la creación de colecciones y gabinetes de historia natural y “antigüedades guanchinescas” fue uno de los acicates proporcionados por estas casas de comerciantes y burgueses cultos para el incipiente turismo europeo decimonónico en Canarias. Por ejemplo, en el capítulo II del libro de Bory de Saint-Vincent se reproduce un grabado, “Diverses choses à l’usage des anciens Guanches” con varias piezas arqueológicas procedente de la “colección Cologan” (Mederos y Escribano, 2007: 20). Bory había sido en 1800, como lo fueron antes Humboldt y Labillardière (Bory, 2005: 14-15), huésped de Bernardo Cólogan Fallon, miembro de una vieja familia de ascendencia irlandesa, establecida en Tenerife desde 1684.
El tres de septiembre de hace unos doce años, hizo un viaje desde Güímar (una ciudad habitada en su mayor parte por descendientes de los guanches), en compañía de algunos de ellos, para ver sus cuevas y los cuerpos enterrados en ellas […] La mayoría de ellos se encuentran completos, los ojos cerrados, el pelo en la cabeza, orejas, nariz, dientes, labios, barba, todo perfecto, sólo descolorido y un poco apergaminado, así como las partes pudendas de ambos sexos. Vio unos trescientos o cuatrocientos en varias cuevas; unos estaban de pie y otros estaban en lechos de madera […] Estos cuerpos son muy ligeros, como si estuvieran compuestos de paja; y en algunos miembros rotos observó los huesos y tendones; y también muy claramente algunas venas y arterias (en Méndez, 2014: 143).
En Octubre de 1772, el Señor Young Comandante de un Vergantin Inglés, sacó de Tenerife la Momia de una Guancha, que colocó en el Museo Británico. Con este motivo se habló de ella en los papeles públicos como de una gran maravilla […] Dixose también que le compró; pero en Tenerife no se hace trafico de estos cuerpos, y solo daría alguna gratificación a los paisanos, que acaso entrarían con sobrado riesgo en la caverna sepulcral (en Méndez, 2014: 179-180).
Al tiempo que se escriben estas Noticias, se acaba de descubrir un panteón excelente, cuyo apreciable monumento derrama mucha luz sobre esta parte de nuestra historia antigua. La cueva, aunque de una entrada sumamente difícil, es en lo interior alta, capaz y acompañada de algunos nichos abiertos en la peña. Está en un cerro muy escarpado del barranco de Herque, entre Arico y Güímar, en el país de Abona, y tan llena de momias, que no se contaron menos de mil. A la verdad, yo no había admirado tanto hasta entonces aquel artificio con que estos Isleños inmortalizaban sus cuerpos; y me sentía penetrado de placer, creyendo tener entre mis manos algunos de aquellos hombres afortunados, que cuando menos, podían haber vivido en los tiempos en que Sertorio, o Juba se interesaban en el conocimiento de nuestras Islas (Viera y Clavijo, 2016: 374).
No hace muchos años, dos de estos cuerpos embalsamados fueron sacados de una cueva; estaban enteros y tan ligeros como el corcho, pero completamente frescos y sin ningún mal olor. Sus cabellos, dientes y vestidos estaban enteros y frescos. Y hace dos años aproximadamente contraté a algunos de los naturales de Tenerife a que entraran en una de estas cuevas (que era casi inaccesible) para ver si podían encontrar a algunos de estos cadáveres; me trajeron algunos huesos, y trozos de vestidos de piel de cabra, etc., y una calavera con pelo, que era negro y lacio; los vestidos estaban completamente enteros y conservaban todavía el pelo (en Méndez, 2014: 173).
Hubiera o no comercio con los restos de los antiguos canarios, lo cierto es que en el último tercio del siglo XVIII comienza a haber un enorme interés de parte de algunas instituciones y eruditos por hacerse con alguno de estos xaxos. Así, en unos Apuntes de 1764 del regidor perpetuo y procurador mayor de Tenerife, José Antonio de Anchieta y Alarcón, se dice:
Guanches. Ayer Miércoles dis y Siete de octe. de mill setesientos Sesenta y quatro años, estando en casa del Corregr. D. Augn. del Castillo y allí Dn Gabriel Roman Se Ablo Sobre guanches y que en las cuebas de [en blanco] en Un Risco muy alto estaba una cueba en La que abiendo ido con otros de guimar D. Luis Roman entraron en una Cueba muy grande la que llenaron de hachos de tea o de fuego mas de dosientos para ber bien Lo que estava dentro y hallaron muchos Cuerpos de guanches que allí debia de Ser el lugar del entierro, y que estava alrededor a los lados de la cueba muchos como andamios, a modo de tiendas de palos de savina y en aquellos andamios estavan los cuerpos de los guanches tendidos mirlados […] Uno de estos cuerpos. el mas perficionado que ni aun la punta de la naris le faltava Lo mandaron en un caxon bien ajustado Con lana a D. franco machado Regr hijo de D. Albaro yanes machado y cuñado de diho Dn. Gabriel que esta en la corte para que se bea Como ay Cuerpos Conserbados al cabo de tantos años.
En los Apuntes de Anchieta se alude al que pudiera ser el primer coleccionista isleño de momias, el teniente coronel Gabriel Román, quien parece ser el dueño de una momia bien conservada, parecida a la que se envió a “España”:
[…] sacó de un caxon Un Cuerpo de un Guanche mirlado todo el aun entero, que ni Una Uña le falta, Con todo su cabello negro Como que lo tenía Corto y Su montera de Pellex […] la postura que digo de tener la palma de la mano Sobre el enpeyne que no se pueden apartar sin desguesarle del hombro, sino fuera que Se le ben los miembros genitales tan descubiertos paresiera que le abian puesto las manos asi pr Ser mujer pero no es asi aunque dicen que unos tienen las manos asi y otros tendidos los brasos al quadril y la mano Abierta y vuelta al quadril y que asi fue el que fue a espana a Machado Como digo = dixome el Corregidor y Lo dijo Dn Juan el sacn. Mayor de la Consepn. Y a Don tomas de Sarate y a dn franco. Uque que el que fue a España tenia el miembro viril del cumplido de mas de media quarta y aun el grueso de Un dedo pulgar de los mas gruesos y los compañones aun Colgado y como secos allí dentro = este que esta y me mostro Dn Gabriel Roman Se le muestran por detrás pr entre las nalgas aun tan grandes Colgando mayor que una nues grande, Sin aberseles Consumido ni encoxido […].
En su libro titulado History of the Origin of Medicine, el médico y filántropo británico John Coakley Lettsom, escribe:
Hace unos diez años, una de estas momias fue adquirida por Lord Sandwich, y presentada por él a la Universidad de Cambridge, de la cual es canciller. Unos cinco años después de haber adquirido dos de estas momias encerradas en las pieles de cabras cuidadosamente cosidas; Uno de estos temas curiosos que prefería al Museo Británico, y el otro ahora está en mi poder. La costumbre de embalsamar en esta isla no se ha practicado durante casi dos siglos, y sin embargo, estas momias continúan en la más alta conservación, y los músculos no están muy encogidos. (Lettsom, 1778: 81).
En el Gabinete de historia natural de S. M. Católica se conserva la más perfecta de estas momias llamadas guanches, que en julio de 1764 envió de la isla de Tenerife el capitán de infantería D. Luis Ramón Jobel, natural de dicha isla, a su primo D. Francisco Javier Machado Fiesco, actual ministro de capa y espada del Real y Supremo Consejo de Indias, con el fin de que la presentase al rey nuestro señor. Llegó dicho cadáver a la Aduana de Madrid el 23 de Agosto de 1764, y se mantuvo en casa del expresado ministro hasta el día 16 de diciembre de 1766, en cuyo día a las diez y media de la mañana le hizo pasar a la Real Biblioteca don Bernardo Iriarte, también actual ministro de capa y espada del Consejo de Indias, a quien D. Francisco Javier Machado, que había pasado a Nueva España, dejó esta comisión; y esta entrega en la Real Biblioteca consta por carta del bibliotecario mayor D. Juan de Santander, con fecha de 16 de diciembre de 1766. En 28 de septiembre de 1776 se pasó real orden al expresado bibliotecario mayor […] para que entregase al director del Real Gabinete, D. Pedro Franco Dávila, el cadáver de dicho guanche, con lo demás que hubiese perteneciente a Historia Natural en la Biblioteca Real, a fin de colocarlo todo en el Real Gabinete; y en fecha de 2 de octubre escribió D. Juan de Santander al enunciado director para que el día siguiente enviase por el cadáver, que en efecto se trajo y colocó el día 3 (Viera y Clavijo, 2016: 449-450).
En el Gabinete de Historia Natural del Jardín de París se ven dos momias de guanches. Llevolas de la isla de Tenerife en 1776 el conde de Chastenet de Puységur, oficial comandante de un buque de guerra, y fueron halladas en una cueva del lugar de Arico. Están forradas de pieles. Una de estas momias tiene la cabeza descubierta y sus facciones están desfiguradas, pero los cabellos bien conservados y arraigados. Le faltan los pies, y parece que sus entrañas se habían reducido a polvo, porque se le caen por algunas grietas cuando se mueve (Viera y Clavijo, 2016: 374-375, nota 177).
En una cueva eminente en el risco llamado la Atalaya, en la que solamente colgados con sogas pueden entrar, una mujer de Tejina (casada hoy con D. Felipe Carvallo), tuvo la osadía de penetrar para sacar el polvo que ellos llaman carambola con el que abonan las tierras algunos de Tejina, encontróse un cuerpo entero y bien conservado de una guancha, y su ilustración le sugirió la idea de arrojarla desde la entrada hasta verla caer abajo en polvo (Tejera, 1990: 122).
En el mes de Septiembre de 1859, al estar unos rústicos icodalteros en las faldas del Teide sacando y aprovechando alguna sal nacrón […] descubrieron una cueva sepulcral de guanches, cuya entrada estaba tapiada con una pared de piedra seca; hallándose dentro siete momias de ambos sexos; otros dijeron que veinte, colocadas sobre banquillos o andamios en sus ataúdes usuales fabricados de toscos tablones de tea […] y comenzaron a destrozar y derriscar por aquellos precipicios todas las momias llevándose los tablones para sus casas de Icod el Alto. Pero enterados que dichas momias eran objetos muy apreciados y […] podrían valerles algo […] recogieron algunos fragmentos que vendieron, y uno de ellos consistente en una mano, obtuvo Don Diego M. Alvarez vecino del Puerto de la Cruz en cuyo poder la examinamos asaz perfecta y transparente. También se dijo, haberse encontrado en dicha gruta, algunos gánigos, tallitas y pedazos de piel de cabrito con pelo, muy finas y gamuzadas (Tejera, 1990: 123).
Al principio de este siglo, unos orchilleros descubrieron otra caverna situada en uno de los barrancos de la costa, entre los pueblos de Tacoronte y El Sauzal. Estas catacumbas han suministrado momias a casi todos los gabinetes de Historia natural de Europa. Nosotros fuimos bastante felices en visitar una antigua cueva sepulcral, pero esta exploración no correspondió del todo a nuestra esperanza (Berthelot, 1978: 96).
Fuente: “Antigüedades guanchinescas”. Comercio y coleccionismo de restos arqueológicos canarios. Carmen Ortiz García, Instituto de Historia, CSIC, Madrid
Traducción de Pedro Nolasco Leal Cruz) Glas, 2010 (17649. 101): Libro I. Capítulo IV. Sobre sus formas de castigo, ocupaciones y maneras de vivir (p. 99). George Glas 1767: The History and Conquest of the Canary Islands.
“(…) Cuando alguno de los nobles moría sacaban el cadáver y lo colocaban al sol, le quitaban los intestinos y las entrañas, a los que lavaban para su enterramiento; al cuerpo lo secaban y lo fajaban con vendas de piel de cabra; y luego lo ponían de pie en una cueva, vestido con la misma ropa que el difunto usó en vida. Pero si no había una cueva disponible a mano, los llevaban a uno de estos lugares pedregosos, que ahora se llaman malpaíses, donde allanaban el terreno en el que, apartando las piedras pequeñas, hacían sepultura con las grandes, de manera que éstas no tocaran el cadáver; luego ponían otra piedra grande, de dos yardas de largo, elaborada de forma redonda, con la que cerraban dicha sepultura y luego llenaban el nicho entre la parte superior de la piedra redonda y la parte exterior de los lados de la sepultura con piedras pequeñas, de una manera tan bonita que todo el que la ve se asombra de la ingeniosidad de esta gente. Algunos de los cadáveres eran colocados en ataúdes y luego los depositaban en una clase de sepulcros de piedra. Había determinadas personas para esta profesión; su función era preparar el entierro y construir las tumbas.
La clase baja era enterrada en los susodichos malpaíses, en huecos cubiertos con piedra seca; y exceptuando los cuerpos que se colocaban de pie en las cuevas, todos los demás se colocaban con su cabeza dirigida al norte” (p. 101). Momias, xaxos y mirlados. Daniel M. Méndez
Juan Bethencourt Alfonso: Historia del Pueblo Guanche.
El análisis de los restos materiales de la cultura guanche por parte de D. Juan y sus colaboradores del Gabinete Científico de Santa Cruz de Tenerife no estuvo exento de dificultades al tener que luchar contra el afán iconoclasta de muchos de nuestros campesinos, pastores, orchilleros, cazadores, etc. En definitiva un amplio segmento de la población insular era desconocedora del interés científico de los yacimientos arqueológicos a los que acudían con el objeto de aprovechar el guano o los detritus de las aves y pájaros, destruyendo de forma irremediable numerosos enclaves de la cultura guanche. En este sentido son bastante explicativos los comentarios de Bethencourt Alfonso:
"El Museo Municipal posee los fragmentos de un sarcófago de tea encontrado en El Picacho, Barranco Hondo de Candelaria. Al tener noticia del hallazgo por más prisa que nos dimos ya los habían destrozado. Era de una sola pieza de forma ligeramente ovoidea, tapado con una sola tabla también de tea que presentaba en sus bordes más largos cuatro agujeros...".
O cuando se refiere a Agustín Reyes Trujillo, del Valle de Arona, quien en 1841 había encontrado.
"...en una cueva de Chó un santito de los guanches de barro pardo-coloradento algo quemado del fuego...Junto al santito encontró como una taza de barro con su manguito para aventar leche. Ambos objetos los rompió".
También cuando habla de.
"En una cueva tapiada a piedra y barro en el barranco de Gorda se encontraron tres momias guanches perfectamente conservadas, que destruyeron en el acto".
En otras ocasiones las dificultades venían dadas por las propias condiciones en las que se encontraban los restos materiales.
"Sobre ésta (momia), estirada y boca arriba, cabeza con cabeza, estaba otra momia, que se deshizo al bajarla, y enzurronada como la anterior (gargantilla con las mismas cuentas que la otra), era igual a la anterior y más deteriorada".
Texto y fotos: Ángel Tomás Beltrán Hernández
http://eldia.es/.../uploads/2015/12/20151214laprensa.pdf
Dedicado a Juan José, Saúl, Irene y Ángel Abreu.
En el mundo emergen nuevas identidades mientras otras desaparecen. Partiendo de esa premisa, entenderemos que la intención de este proyecto es la revalorización del patrimonio arqueológico de San Juan de la Rambla. El marco legislativo para su protección está compuesto por un conjunto de leyes que han ido adaptándose según su ámbito y procedencia (1), reflejando así no sólo la evolución jurídica de un acervo de normas, sino también el desarrollo gradual de la conciencia colectiva. De los antiguos pobladores de las islas conocemos lo que ha llegado a través de los hallazgos arqueológicos, los documentos escritos y, en ciertos casos, la tradición oral. Por ello, para una rigurosa reconstrucción del hecho histórico, es preciso ser ecuánimes ante la variedad de fuentes de información. Cuantiosas incógnitas envuelven la Historia del indígena (2) canario. No obstante, las pretensiones de este artículo difieren de las cuestiones más recurrentes como ¿de dónde venían? O ¿cuándo llegaron? Por tanto, lo que aquí se plantea puede resumirse con facilidad mediante el estudio, en primer lugar, de los asentamientos de población. Enclaves como el Mazapé o el Barranco de Poncio demuestran un fondo histórico capaz de reconstruir ese pasado guanche(3) y responder al porqué de su establecimiento en estas tierras, antaño pertenecientes al menceyato de Icod.
Las municipalidades de Icod de los Vinos, La Guancha, San Juan de la Rambla y la Rambla del Realejo pertenecían al reino de Icod. La Historia sitúa el final de la conquista del Archipiélago en 1496. Durante este proceso, Tenerife estaba delimitada por nueve demarcaciones (4). Por consiguiente, la fase colonizadora supuso la necesidad de repoblar el territorio, por lo que se repartieron tierras a los partícipes de la Conquista. Dependiendo de su aportación en la toma de las islas, recibían un tipo de tierras: las de mayor extensión y disponibilidad de agua fueron para los más contribuyentes; por el contrario, las menos extensas y no tan privilegiadas en cuanto a recursos fueron para los que no participaron de igual forma (5).
Los indígenas buscaban zonas accesibles, próximas a barrancos. Habitaban en diferentes espacios tales como cuevas naturales y artificiales, cabañas, que acondicionaban en función de sus necesidades. Las cuevas naturales fueron las viviendas más extendidas, debido a la orografía del terreno. Las más idóneas para su ocupación eran las que disponían de temperatura, vegetación y agua adecuadas. Cabe destacar la importancia de los recursos hídricos (6) para el mantenimiento de una población en un entorno insular y las técnicas para la apropiación, distribución, control y uso de este preciado bien. Por otra parte, habría que atender a los problemas de adaptación y la selección de espacios para desarrollar una estrategia de supervivencia a largo plazo. Con lo cual, la disponibilidad de otros recursos naturales es una valoración a tener en cuenta (7).
Con respecto a la toponimia, en la actualidad existen apelativos que evocan el pasado indígena, como Cabeza Guanche (Según una teoría entre los lugareños, esta denominación se debe a los atroces castigos hacia un sector indígena sublevado, los alzados (9). Dispersados por las cumbres de Tenerife, estos contingentes vivían al margen de la ley impuesta por los conquistadores. Eran grupos de rebeldes formados por excombatientes de bandos vencidos y esclavos fugitivos. Su conocimiento del terreno era de gran ventaja, ya que les permitía moverse con especial audacia en las zonas montañosas. Sin embargo, no siempre salían airosos de sus escaramuzas. De ser capturados eran acusados de deserción y penalizados con férreos castigos.
Centraremos ahora nuestra atención en el sitio de Hoya la Matanza, del parque recreativo La Tahona. La tradición oral dice que hubo contiendas (10) entre indígenas y castellanos durante los interminables años de conquista, escuchándose en ocasiones sonidos extraños, propios de guerras ancestrales. Fenómenos insólitos por los que se interesó el célebre programa de televisión Cuarto Milenio, realizando un encomiable reportaje, emitido el 6 de abril de 2014, que llevaba por título “Ecos de la batalla” (11). Lugares donde, quizás, la disciplina arqueológica pueda complementar con documentos materiales lo que otras fuentes no aclaren.
En lo concerniente a la arqueología, el 9 de julio de 2008, el Boletín Oficial de Canarias publicaba el Decreto 145/2008, de 1 de julio, por el que se declara Bien de Interés Cultural con categoría de zona arqueológica “Los acantilados de San Juan de la Rambla y laderas de barrancos de Chaurera y Ruiz”, situados en el término municipal de San Juan de la Rambla, isla de Tenerife. Aun así, se estima en un 70% la pérdida de material arqueológico en Canarias (12). Registros afectados sin oportunidad de que se ejecuten los trabajos pertinentes, derivando en un cúmulo de objetos descontextualizados de diferente índole. Estas intromisiones son evitables puesto que existen leyes (13) que velan por estos bienes patrimoniales. Aun así, no llega a cumplirse el compromiso de no intervenir en el estado de los yacimientos que pudieran aparecer. Cabe añadir que cualquier alteración o sustracción en los enclaves mencionados está considerado delito, quedando tipificado en el Código Penal (14).
A finales de la década de los cuarenta del siglo XX, Luis Diego Cuscoy (15) documentó varias de las cuevas (16) e inició los trabajos de excavación. La enorme trascendencia de su obra “Los guanches: vida y cultura del primitivo habitante de Tenerife” ha sido un referente en los estudios arqueológicos de Canarias. Su enfoque ambientalista sitúa al término municipal de San Juan de la Rambla como uno de los núcleos de población indígena de densidad media. En los diferentes mapas y demás ilustraciones de esta monografía se muestra cómo estaba distribuida la población indígena así como las rutas de comunicaciones y caminos de trashumancia de Tenerife, quedando bien señalado el territorio correspondiente al municipio ramblero. Por otro lado, un vecino de San Juan de la Rambla, Juan Antonio Carrillo González (conocido por Toño), fue partícipe del traslado de restos óseos de las Cuevas de Chaurera. En 1964, a la edad de 15 años, era presidente de la asociación de los Boy Scouts del municipio. Recuerda que “en esa época teníamos nuestras inquietudes y nos dedicamos a explorar todo aquello que tenía que ver con la antigüedad. Allá arriba subimos unos seis o siete, pero a las cuevas sólo bajamos tres, porque los demás no quisieron. Cogimos una escalera de soga, la lanzamos y bajamos por ahí y, dentro de las cuevas, lo que encontramos fueron huesos. Aunque daba la impresión de que ya habían entrado antes, porque todo estaba revuelto”. Dichos restos, los depositaron en una habitación de la Casa Parroquial, sede de su asociación. Más tarde, el intrépido y joven presidente de los Boy Scouts rambleros continuaría con sus expediciones en busca de las señas de identidad del pueblo insular.
En otra ocasión, se aventuró entre las entrañas del Barranco de Poncio con un compañero. Siguieron una antigua vereda que llegaba hasta otra cueva, pero, tras subir un largo y dificultoso tramo, se percataron de que el sendero se desvanecía y quedaron atrapados. Fueron auxiliados por el resto del grupo, con una cuerda para lograr salir de allí. Prosigue Toño Carrillo: “Siempre dejábamos a alguien fuera por lo que pudiera pasar y por si necesitábamos ayuda. Me acuerdo de que nos tiraron una soga para salir”. A la pregunta de cómo tuvieron noticia de la existencia de los restos contesta que “la gente mayor era la que hablaba de eso, y como chicos que éramos, fuimos a ver. Yo, si hoy en día fuera más joven y encontrara un grupo, volvería a ir, porque eso era algo que a mí me gustaba”.
Los vestigios de estas cuevas, no causaron expectación en los habitantes del pueblo y tampoco en los foráneos que tenían conciencia de su existencia. Lo que quizás se ignoraba en aquella época era que el Barranco de Poncio fue una necrópolis indígena. La existencia de espacios sagrados con valor funerario demuestra una ordenación territorial de ubicación especial. Se complementaría la relación humanos-entorno desde la bioantropología (17), es decir, investigando las particularidades de la población mediante la reconstrucción química de su dieta, las patologías de los restos, etc.
La mayoría de estos yacimientos son en la actualidad de muy difícil acceso e incluso algunos han desaparecido (18). San Juan de la Rambla no ha experimentado grandes transformaciones, pero lo cierto es que, una vez instalados los colonos y con la configuración de los municipios, se produjeron notables cambios en el entorno. Por añadidura, el eminente crecimiento de la actividad agrícola y ganadera motivó la construcción de estanques, molleros, etc. Es más, otros vecinos de la localidad afirman que “algunas de las cuevas, donde vivían los guanches” se destinaron al enterramiento de animales o fueron acondicionadas para fabricar corrales y cuartos de aperos (19). Explican que esto era habitual debido a las carencias de la España de la posguerra (1939-1959), aunque también cuentan que estas prácticas se prolongarían en el tiempo. Además, durante el Franquismo se produjo la estructuración de la disciplina arqueológica. El control social e imposición ideológica de un régimen autoritario que defendía su propio modelo de identidad nacional evitó cualquier disyuntiva autonómica (20).
Las variabilidades climáticas también afectan al estado de los yacimientos, como se ha señalado. Podrían citarse múltiples ejemplos de fenómenos meteorológicos adversos, algunos incluso recientes. Sin embargo, enfatizaremos el Aluvión de 1826. Si tenemos en cuenta que los estudios arqueológicos en Canarias como método de investigación comenzaron a desarrollarse concluyendo el siglo XIX, la magnitud de este temporal tuvo que interferir en los enclaves arqueológicos. Los archivos parroquiales (21) dejan constancia de los fuertes vientos y las copiosas lluvias, que hicieron mella en la geografía ramblera.
Hemos comprobado que para adentrarse en épocas pretéritas se precisa de un estudio multidisciplinar, pues son numerosos los aspectos que convergen en el proceso. Decía el historiador Polibio: “Ni quien escribe ni quien lee la Historia deberán limitar su atención a una simple exposición de los hechos; deberán tener en cuenta todo lo que precedió, acompañó o siguió”. Así pues, no debemos soslayar que toda investigación es fruto de sus autores y su tiempo histórico. Máxime cuando tratamos el mundo indígena canario, el cual experimentó un duro proceso de aculturación, teniendo como consecuencia la disgregación de la población, cambiando por completo el panorama isleño.
La dificultad que supone ofrecer una visión global de los antiguos pobladores en lo que actualmente es San Juan de la Rambla ha sido una constante casi indeleble durante la elaboración de este trabajo. La escasez de inventarios y demás documentos que enriquecieran la investigación imposibilita la oportunidad de un estudio más exhaustivo. Por ello, algunos aspectos han sido tratados en profundidad, mientras que otros sólo parcialmente. No obstante, lo expuesto es una aproximación encaminada a descubrir y proteger conforme lo establecido por ley, aquellas pesquisas capaces de retrotraernos a las costumbres de toda una civilización con su propio idioma, creencias y leyes.
(1) Carreiro Lago, F. Rodríguez Fidel, D. El coleccionismo arqueológico en Tenerife. 2015.
(2) Término más correcto para referirse a los antiguos pobladores de Canarias. Hace referencia a las personas nacidas en un lugar, independientemente del momento cronológico en que acontece, pero en el caso canario dentro del período previo a la Conquista. Farrujia de la Rosa, A. J. En busca del pasado guanche: historia de la arqueología en Canarias (1868-1968). 2010.
(3) Una hipótesis sostiene que el término guanche es europeo y se utilizó para designar a los indígenas canarios. Más tarde, se utilizaría como etnónimo sólo para los habitantes de Tenerife. Trapero, M. Estudios sobre el guanche. La lengua de los primeros habitantes de las Islas Canarias. 2007.
(4) Anaga, Tegueste, Tacoronte, Taoro, Icod, Daute, Adeje, Abona y Güímar. Rumeu de Armas, A. La Conquista de Tenerife 1494-1496. 2006.
(5) Para un conocimiento más exhaustivo sobre este proceso, desarrollado después de la conquista del Archipiélago, se puede consultar a Hernández, J.M. El nacimiento de San Juan de la Rambla. La Prensa, El Día, 12-09-2013.
(6) A. J. Benítez y Maffiote, en su obra Historia ilustrada de las Islas Canarias, enumera catorce fuentes de agua. Alloza Moreno, M.Á. Rodríguez Mesa, M. San Juan de la Rambla. 1986. Además, desde inicios del siglo XVI, el barrio costero de Las Aguas comenzó a conocerse con ese nombre dada la abundancia de nacientes naturales.
(7) En algunas cuevas llama la atención la presencia de malacofauna, es decir, restos de conchas o caparazones de lapas y burgados. Un ejemplo es la cueva de Las Andoriñas. Otros recursos son las diferentes especies vegetales, algunas incluso utilizadas para el proceso del mirlado: pino canario, por sus propiedades antisépticas o preservativas de la descomposición. La sabia de drago, por sus propiedades desecativas. El brezo, utilizado como diurético y antiséptico y para picaduras de insectos. Álvarez Sosa, M. Morfini, I. Tierras de momias. La técnica de eternizar en Egipto y Canarias. 2014.
(Lomo anexo a la carretera de acceso al barrio de San José. Desde tiempos inmemoriales se denomina de forma tan explícita, quedando para la Historia como símbolo de terror y crueldad. Con la tradición oral, ha sufrido transformaciones como “Lomo el Cabezo” o “Las Cabezadas”, pero prevalece la denominación de “Cabeza Guanche”. Se dice que en ese lugar, decapitaban a los indígenas rebelados y sus cabezas seguían un macabro ritual de exhibición.
(9) El estudio histórico sobre la familia Los Alzados va precedido de unas breves notas sobre la Conquista de Tenerife, entre las cuales se incluyen algunos datos que han llegado hasta nosotros a través de la toponimia y la información oral, y que ponen de manifiesto, claramente que los antepasados de dicha familia estuvieron relacionados con aquel proceso sociopolítico que trajo consigo la Conquista de la isla. Las únicas fuentes directas para el estudio de los guanches alzados hasta mediados del siglo XVI han sido los Acuerdos del Cabildo de Tenerife, publicados en la colección “Fontes RerumCanariarum”, y los documentos históricos canarios conservados en la selección del Registro del Sello del Archivo General de Simancas, el principal archivo de la Corona de Castilla. Luis García, Carmen Nieves. La música en Icod de los Trigos. Tiempo de juegos, rezos y entretenimientos. Vol. 1. 2011.
(10) Posiblemente en la Hoya la Matanza tuvo lugar el enfrentamiento de Jorge Grimón y sus espingarderos con los guanches alzados, y murieron muchos de ellos. Luis García, Carmen Nieves. Op. cit.
(11) Aunque el autor de estas líneas se considera escéptico, respeta todos y cada uno de los testimonios de quienes han vivido experiencias inauditas.
(12) Los causantes de esta merma son la degradación natural, la intervención antrópica sobre el medio y de forma significativa por el expolio. Carreiro Lago/Rodríguez Fidel. Op. cit.
(13) La Constitución Española en su artículo 149.1.28 establece: 1. El Estado tiene competencia exclusiva sobre las siguientes materias: 28. ª Defensa del patrimonio cultural, artístico y monumental español contra la exportación y la expoliación; museos, bibliotecas y archivos de titularidad estatal, sin perjuicio de su gestión por parte de las Comunidades Autónomas. Ley 16/1985, de 25 de junio, de Patrimonio Histórico Español. El Patrimonio Histórico Español es el principal testigo de la Contribución histórica de los españoles a la civilización universal y de su capacidad creativa contemporánea. La protección y el enriquecimiento de los bienes que lo integran constituyen obligaciones fundamentales que vinculan a todos los poderes públicos, según el mandato que a los mismos dirige el artículo 46 de la norma constitucional. Ley 4/1999, de 15 de marzo, de Patrimonio Histórico de Canarias. Art. 2.1. Constitución del Patrimonio Histórico de Canarias. El Patrimonio Histórico de Canarias está constituido por los bienes muebles e inmuebles que tengan interés histórico, arquitectónico, artístico, arqueológico, etnográfico, paleontológico, científico o técnico.
(14) Título XVI. De los delitos relativos a la ordenación del territorio y la protección del Patrimonio Histórico y del Medio Ambiente. Capítulo II. De los delitos sobre el Patrimonio Histórico, artículos del 321 al 324.
(15) Luis Diego Cuscoy nació en Gerona 22 de octubre de 1907. Eminente arqueólogo y maestro de profesión, destacan sus estudios de etnografía y folklore. Gracias a sus trabajos, se ha podido obtener una imagen científica y a la vez divulgadora del indígena canario. Tras la victoria del bando nacional en la Guerra Civil española, fue desterrado a Cabo Blanco, donde despertó su interés por la arqueología canaria. Fue miembro del Instituto de Estudios Canarios y de él destacan numerosas publicaciones sobre el Archipiélago. Falleció en La Laguna el 24 de abril de 1987. AA.VV. Luis Diego Cuscoy, maestro y teórico de la educación. 2009.
(16) Diego Cuscoy, L. Nuevas excavaciones arqueológicas en las islas occidentales (yacimientos de Tenerife y La Gomera) 1947-1951. 1953. y Diego Cuscoy, Luis. Los guanches. Vida y cultura del primitivo habitante de Tenerife. (1968).
(17) En los últimos años, los avances en medicina forense y el empleo de vanguardistas técnicas químicas, permiten conocer con precisión los hábitos alimenticios y demás peculiaridades de la población indígena. En un primer momento, la información disponible se obtenía de las fuentes escritas y de la interpretación y estimaciones de detritus que iban apareciendo en los yacimientos. Conrado Rodríguez, M. Martín Oval, M. Guanches. Una historia bioantropológica. 2009. Un dato de interés, es el de la cueva funeraria Mazapé 1, en la que se obtuvo una datación calibrada del siglo XIV d.C. Escribano Cobo, G. Mederos Martín, A. Prospección arqueológica de los barrancos de la Chaurera, Poncio y Saucito (San Juan de la Rambla, Tenerife). 2002.
(18) Las Cuevas de Chaurera son tres cavidades de habitación a las que se podían acceder por una vereda en el borde del risco, que terminó derrumbándose por las lluvias. La cueva de enterramiento Mazapé 1 fue descubierta en 1935. En ella se hallaron veintitrés cráneos, cincuenta y cinco maxilares inferiores, tres fémures, punzones, un pequeño maxilar de perro y un colmillo de cerdo. Se calculó un total de 70 enterramientos, documentándose un sacro y pelvis momificada. Asimismo, las cuevas funerarias de Mazapé 2 y Mazapé 3, excavadas por Luis Diego Cuscoy en 1947 aportaron fragmentos de huesos, dientes humanos, punzones, etc. Todas estas cuevas sólo son accesibles por escalada. Escribano Cobo/Mederos Martín. Op. cit.
(19) Quienes frecuentan estos lugares o viven en zonas contiguas le describieron al autor que en las proximidades de la Fuente del Bardo, en el sitio llamado El Puntón (parte alta del municipio ramblero) y en el límite con Icod el Alto, existen numerosas cuevas (sin catalogar) que han servido para tales fines. Además, los cabreros del pueblo han encontrado en repetidas ocasiones, numerosos fragmentos de obsidiana mientras pastoreaban. Por otro lado, el Mazapé y el Barranco de Poncio han sido espacios dedicados al cultivo y pastoreo. Estas actividades afectaron a enclaves como a la cueva de habitación Las Andoriñas. El boca a boca describía “una cueva grande de los guanches” que recibía continuas visitas de curiosos y saqueadores, esquilmando y contaminando el yacimiento. Asimismo, es importante, advertir del riesgo que supone visitar estos lugares debido a la inestabilidad del angosto y escarpado terreno.
(20) Farrujia de la Rosa, A. J. Op. cit.
(21) El párroco de San Juan de la Rambla Bartolomé Oramas de Saá y Meneses dejó testimonio de lo sucedido, destacando, los desbordamientos de los barrancos, donde se encuentran la mayoría de los yacimientos. “[…] En el lugar de San Juan de la Rambla a ocho días del mes de Noviembre de mil ochocientos veinte y seis años, sucedió una ruina general en esta Ysla de agua en la parte que mira al norte sin saberse la del sur. Y en esta jurisdicción se aumentaron mucho los barrancos por manera que estuvo todo este pueblo en peligro […]” Pérez Padilla, M. Á. Álvarez García, J. D. Las pérdidas humanas y materiales del aluvión de 1826, según las fuentes parroquiales. La Prensa, El Día, 19-09-2013.
ANEXO GRÁFICO DOCUMENTAL
El casco de San Juan de la Rambla visto desde el interior de una cueva natural del Mazapé.
El Risco Mazapé, donde se aprecian numerosas cavidades y, en lo más alto, las Cuevas de Chaurera, a las que entró Toño Carrillo.
Uno de los catorce nacientes de agua de San Juan de la Rambla. Éste se encuentra en el Barranco la Chaurera. Actualmente a esa zona se le conoce como El Cubo.