Tenerife:
Erupciones:
LA ERUPCIÓN DEL VOLCÁN DE GARACHICO O ARENAS NEGRAS:
TENERIFE Y MADEIRA EN EL SIGLO XVIII:
PUERTO DE GARACHICO:
Villa y Valle de La Orotava:
Pescadores Santa Cruz:
MUELLES, VARADEROS Y ALMACENES DE CARBÓN EN VALLESECO (PATRIMONIO HISTÓRICO-MONUMENTAL DEL PUERTO-CIUDAD DE SANTA CRUZ DE TENERIFE 3):
Trorriani: La Laguna:
El alcalde de La Laguna, José Alberto Díaz, propondrá iniciativas para destacar la figura del ingeniero italiano del siglo XVI Leonardo Torriani, autor del primer plano de una ciudad "sin murallas y abierta por todas partes", lo que contribuyó a su declaración como Patrimonio de la Humanidad.
Para ello el alcalde propondrá a los portavoces de los grupos políticos aprobar en el próximo pleno ordinario que la figura del ingeniero Leonardo Torriani sea destacada a través de varias acciones, indica el Ayuntamiento lagunero en un comunicado.
Esta moción es fruto de una petición trasladada por el rector de la Universidad de La Laguna, Antonio Martinón, al propio alcalde en el transcurso de un acto público, en presencia del cronista oficial de la ciudad, Eliseo Izquierdo, que también se ha dirigido a José Alberto Díaz en los mismos términos.
Según reza el documento que elevará el alcalde a pleno, Leonardo Torriani, natural del municipio italiano de Cremona, fue requerido por la corte de Felipe II como ingeniero militar, a la que llegó desde Italia en torno al año 1583.
En 1584 fue enviado a la isla de La Palma para reconocer su puerto y que diseñara y fabricara un muelle y un torreón y regresó a la Corte en el año 1586, y después de presentar sus informes, es de nuevo enviado a Canarias con amplios poderes y con una misión mucho más importante: la de visitar todas sus fortificaciones e informar sobre como mejorar sus sistema defensivo, todo ello inducido por la debilidad del archipiélago en esta cuestión y los variados peligros y ataques que las islas venían sufriendo.
Torriani desarrolló su labor en Canarias durante casi seis años y adquirió un amplio conocimiento sobre las islas que volcó en la obra conservada en la Universidad de Coimbra titulada "Descripción e historia del Reino de las islas Canarias antes Afortunadas, con el parecer de sus fortificaciones".
En este manuscrito, Torriani dedica apartados monográficos a cada una de las islas, con tres elementos principales como son la descripción, las fortificaciones y la historia.
La obra de Torriani sigue siendo una de las más valiosas fuentes para conocer y comprender el pasado de Canarias y contiene además una excelente colección de grabados, dibujos, mapas y planos, añade.
En la moción se recuerda que a Torriani debemos "la primera imagen que conocemos de San Cristóbal de La Laguna. Una ciudad sin murallas y abierta por todas partes. Una descripción premonitoria de los criterios que la Unesco reconoció en 1999 para incluir la ciudad histórica en la Lista de Patrimonio Mundial".
Por todo ello, y con el objetivo de poner en valor la obra de Leonardo Torriani, y la importancia que tiene para el municipio y su proyección internacional la moción propone iniciar expediente de honores y distinciones para determinar la forma más idónea para su reconocimiento, promover acciones de puesta en valor de su obra través de ediciones, jornadas seminarios u otras actividades y, específicamente, en el ámbito educativo, todo ello en coordinación con la Universidad de La Laguna y el cronista oficial, Eliseo Izquierdo.
(La Opinión 2016)
CUATRO ERUPCIONES EN MENOS DE AÑO Y MEDIO: LA TRIPLE ERUPCIÓN DE SIETE FUENTES, FASNIA Y ARAFO A LA QUE SIGUIÓ LA DEL VOLCÁN DE ARENAS NEGRAS, TENERIFE, CANARIAS.- La historia volcánica de Tenerife está salpicada por muchas erupciones, pero sin duda este episodio de actividad volcánica es muy destacable y ha sido desgranado para quitarle la importancia que tiene a pesar de que las bocas eruptivas aparecieron por varios puntos de la isla, con puntos eruptivos en actividad de forma simultanea y muchos terremotos previos bastante fuertes que llegaron a provocar 16 victimas mortales. Primero unos datos de lo que fueron estas erupciones:
- 1704 - Erupción del volcán de Siete Fuentes. Empezó un 31 de diciembre y acabo el 12 de enero (13 días).
- 1705 - Erupción del volcán de Arafo. Empezó un 5 de enero y acabo el 13 de enero (8 días).
- 1705 - Erupción del volcán de Fasnia. Empezó un 2 de febrero y acabo el 25 de febrero (24 días).
- 1706 - Erupción del volcán de Arenas Negras o Trevejo. Empezó un 5 mayo y acabo el 14 de Mayo (9 días). Otras crónicas indican que empezó un 5 de mayo y se prolongo 40 días hasta el 12 de Junio)
Fueron erupciones basálticas fisurales de corta duración con de varias fases en las Dorsales, con formación de conos monogénicos y que la verdad, como dice el titular, mantuvieron en vilo a la isla, por la sismicidad asociada a cada una ellas, que fue bastante intensa sismicamente hablando. Voy a intentar resumir estas 4 erupciones una crónica muy corta:
LA TRIPLE ERUPCIÓN FISURAL: Las tres primeras erupciones o zonas eruptivas se consideran como una sola erupción, la triple erupción de la Dorsal de la Esperanza o de Pedro Gil a lo largo de un dique o fractura de 10 km de longitud en dirección Nº40ºE. La actividad fue de tipo estromboliana con un VEI menor de 2 y emisión de coladas tipo AA. Los relatos de testigos oculares, recogidos por Juan Núñez de la Peña y Viera y Clavijo en 1776 nos describen muy bien como se desarrollaron estas erupciones desde sus inicios.
Habían pasado mas de dos siglos después de la conquista de Tenerife por Alonso de Lugo en 1493, y nada hacia sospechar a los colonos europeos el fuego que se ocultaba bajo sus pies, cuando todo comenzó a las 14 h. del 24 de diciembre de 1704 en donde se empezaron a sentir los sismos. En la noche del 24 de diciembre de 1704 (la noche buena), un espantoso temblor de tierra vino de golpe a sembrar el terror entre los habitantes. En menos de tres horas, los distritos mas inmediatos al volcán que hacia la erupción, contaron hasta 23 sacudimientos.Al día siguiente estos movimientos convulsivos redoblaron su violencia y continuaron con intermisión durante tres meses, repitiéndose hasta diez ó doce veces por día. Estos sismos precursores, que fueron bastante sentidos y causaron mucho temor, se dice que tenían intensidad suficiente para derribar edificios, ondular el terreno y provocar desplomes en las laderas. terremoto que se registra en el catálogo del IGN, pero sin hora, aunque esta.
La noche del 31 de diciembre se abre la primera boca, el volcán Siete Fuentes, en el llano de los Infantes, en los altos de Arico, extremo occidental de la fisura. Esta primera boca produce un pequeño cono de escorias y lapilli, y una colada de apenas 1 km. de recorrido.
Tras una erupción volcánica iniciada en las cumbres de Arico el 31 de diciembre de 1704, cinco días después, el 5 de enero de 1705, a las ocho de la mañana y a la una de la tarde, se produjeron dos seísmos de notable intensidad que preludiaron la apertura de una nueva fractura eruptiva, y así fue. Las crónicas de este suceso en un manuscrito que se envió a la Corte y se conserva en la Biblioteca Central de Cataluña:
"Lunes 5. à las 8 y à una del día se experimentaron dos temblores de los mas
eficasez, que se han tenido, cayeron grandes riscos y pedazos de Montañas con tan gran viento, y polvo, que obscureció el día por un rato. A las 4 de la tarde salió de los volcanes un humo tan espeso, y negro, que aumentándose por instantes se extendió sobre la Montañas, hasta las vecindades de este lugar, que causó notable horror; y aunque después se deshizo sobrevino una niebla tan densa, que causaba mas pavor, y al mismo tiempo se oía gran ruido de las piedras que arrojaban las bocas, después de cerrada la noche se vio una claridad grande, que se conoció ser fuego, y se extendia por mas de una legua"
Las crónicas de don Juan Núñez de la Peña nos hablan del miedo de la población:
"La inmensa mayoría de los habitantes que no tenían facilidades para abandonar sus viviendas, vagaban por calles y plazas sin saber que partido tomar, ni decidir cuál era la medida más prudente. Como se sucedieran las sacudidas y continuaron los temblores, optaron todos por hacer chozas de paja en los patios y huertas para albergarse en ellas y desalojar los edificios que parecían próximos a hundirse".
El IGN se hace eco de este terremoto, pero solo de uno de ellos y sin hora, no de los dos eventos y sin hora, tal y como se mencionan en las crónicas.
Entre las tres y las cuatro de la tarde de ese mismo día se manifestaron los primeros signos del nuevo proceso volcánico en desarrollo; la erupción del Volcán de Fasnia en la vertiente oriental del dorso de Las Cañadas y a unos 900 m del anterior Volcán de Siete Fuentes en Arico, en torno a los 2.200 m.s.m., al este del Llano de Maja y al Sur de Izaña. La actividad, según las crónicas, se originó al mismo tiempo a lo largo de una fisura formada por unas treinta bocas, extendidas a lo largo de casi un kilómetro y medio.
Pero lo peor estaba por llegar, Una vez finalizada la segunda erupción, continuaron los terremotos que habían acompañado a esta, a partir del día 17 de enero los sismos se intensificaron, quedando patente en la minuciosa descripción de Núñez de la Peña, que recogió los momentos del día en los que los sismos se notaban con mayor intensidad.
Según relatos de los testigos presenciales, el día 21 de enero los sismos eran tantos que no se podían enumerar, causando mucho miedo y estupor; el sábado 24 de enero, fueron muchos los sismos sentidos, pero hubo uno especialmente fuerte y duradero, a las 4 de la tarde, que causó numerosos daños, derribando casas en zonas de Güimar y Candelaria; tres días más tarde se conoce la noticia que dichos daños materiales causaron la muerte de al menos 16 personas, la mayoría mujeres, y se contabilizaron hasta 70 casas en ruinas.
El IGN no recoge este temblor en su catalogo, madre mía, menuda reconstrucción histórica, de la sismicidad.
Los temblores continuaron los siguientes días, el día 31 de enero se recoge la noticia del fallecimiento del Obispo de Canarias, don Bernardo de Vicuña y Zuazo, en la villa de la Orotava, a causa del profundo temor que le produjeron los temblores; el sábado 31 y el domingo 1 los temblores fueron muy seguidos, pero no fue hasta el lunes 2 de febrero, coincidiendo con la festividad de N.S de la Candelaria, cuando se registraron varios sismos de considerable intensidad, el primero de ellos sobre las 3 de la mañana, y dos más durante el día, pero entre las 4 y las 5 de la tarde se produjo uno muy fuerte, dando lugar a una nueva erupción en los altos de Güimar. Uno de estos temblores si está recogido por el IGN, el resto brilla por su ausencia.
Esta erupción fué concretamente en la caldera de Pedro Gil, bajo el pico de Cho Marcial, este tercer volcán es el volcán de Arafo (anteriormente llamado volcán de Güimar), situado a más de 10 km. al este del primer centro eruptivo y a una cota inferior a los dos anteriores (1500 m.s.n.m.), lo que propició una mayor emisión de lava. De hecho produjo un surtidor de lava de más de 30 metros de altura y emisión de cenizas que cayeron en ambos valles Güimar y la Orotava a más de 12 km de distancia.
Tras la erupción del volcán de Arafo en 1705, la tranquilidad no llegó al pueblo de Tenerife, ya que los terremotos continuaron y se fueron incrementando durante el siguiente año, estremeciendo edificios y produciendo ruidos subterráneos que no presagiaban nada bueno. La noche del 4 de mayo de 1706, se sintieron varios terremotos muy fuertes que sobresaltaron a la población, y sobre las tres y media de la madrugada del día 5, se produjo un fuerte temblor que propició la apertura de una fisura volcánica de unos 900 metros en la zona conocida como Trevejo, a 1300 m.s.n.m., dentro de la dorsal NO de la isla. De estos sismos se hace eco el catálogo del IGN, aunque solo uno del día 4 y el principal del día 5 y sin hora concreta.
Esta erupción constó de tres fases bien diferenciadas, en la primera, la lava baja rápidamente en dirección a Garachico, recorriendo una distancia de más de 6 Km. en pocas horas, en el atardecer de ese primer día las coladas se bifurcan sorteando la Atalaya y se precipitan por el cantil, sepultando por completo el puerto.
Durante 8 días las coladas siguieron fluyendo por los mismos brazos, hasta que el día 13 de mayo se descuelgan nuevas coladas en una segunda fase, más al este de las anteriores, que son las que llegan al pueblo de Garachico, arrasando e incendiando todo lo que se encuentra en su camino, afectando a los barrios de Los Morales y San Telmo, y destruyendo sus edificios más importantes, como los conventos de San Diego, Santa Clara y San Francisco, así como la casa del Conde de La Gomera, y la iglesia de Santa Ana, pero sin producir víctimas mortales.
En una tercera fase, nuevas coladas de lava fluyen ésta vez al oeste de las anteriores, bajan incendiando el pinar y tierras de cultivo, y afectando a la aldea de El Tanque, descolgándose uno de los frentes por el cantil, pero sin alcanzar el mar.
La fecha de finalizacion de esta erupción es dudosa, aunque varios relatos coinciden en que duró 40 días.
Fray Juan García Pérez cuenta que las aguas se retiraron largo trecho, y que cuando intentaron de nuevo acercarse ya no había puerto... El abra fue cegada totalmente, anegada, borrada para siempre. Y entonces sobrevino la segunda fase; consumada ya si obra principal de destrucción, los elementos amainaron, a la furia inicial sucedió una especie de regodeo minuciosa de dilaceramiento de la ciudad. Primero eran ceñidos los muros de las casas, traqueteados en sus cimientos, desprendidos por el traqueteo los tejados después los muros también venían al suelo, escombrando desbaratando las calles, de modo que el lugar quedaba como un rostro que perdiera poco a poco sus facciones, su epidermis, sus tejidos... Si siguiéramos el relato de nuestro monje tendríamos que vivir cuarenta día de angustia, los mismos que duraron la erupción del Teide y el Diluvio Universal. La cosa es dura, pero intentemos repasarla:
"Ahora el río de lava se bifurca, el brazo del naciente avanza por los riscos de la Atalaya, mientras el otro anega y cubre el Barranco Hondo". Luego estos mismos brazos proliferan, son siete ya los que llegan al mar, los que echan el mar atrás... Pero otro octavo brazo, que parece reunir toda la fuerza de los siete primeros, baja ya por el farallón, desciende tanteando los riscos como un monstruo ciego y torpe... Se echa sobre el convento de Santa Clara, parece que va a cubrirlo, pero de súbito tuerce hacia la izquierda y se dirige al barrio de San Telmo mientras las monjas huyen despavoridas...
Desaparece el barrio de San Telmo y luego el de los Morales y el de los Molineros. La casa del conde de la Gomera resiste todavía, opone a la furia de los elementos su cuadrada mole herreriana. La familia y la servidumbre huyeron ya con los cofres cargados de dinero a lomos de burros, pero dentro quedan todavía muebles preciosos, tapices flamencos, alfombras persas, vajillas de Capodimonte... Las paredes aguantan a pie firme, pero la creciente presión de la lava va rodeando la estructura, ciñéndola en su abrazo mortal...
Ayer el primogénito del conde quiso entrar a salvar algo, tal vez unas joyas olvidadas, unos documentos comprometedores, unas cartas de amor.. Podía entrar todavía, pero era casi seguro que no podría salir, porque el río negro iba alcanzando todas las puertas, abiertas de par en par, batidas por la tolvanera... No se atrevió el mozo a tomar lo que buscaba. Se detuvo un instante, yerto, petrificado como la mujer de Loth, mientras algunos compañeros intentaban sacudirlo tirando de él, al tiempo que el techo de la mansión se desplomaba al fallarle la suspensión de un arco reventado...
El día 11 de junio el sol se eclipsó tres horas, y ya sumidos en tinieblas y cercados por el torrente de lava, los monjes de San Francisco consumieron las Sagradas Formas existentes en el convento a fin de que no lo fueran por las llamas del demonio... Los gases deletéreos hacían casi irrespirable la atmósfera y el sordo trueno del volcán había acabado por atontar los oídos y los corazones...
Todos los relojes se habían detenido a la misma hora, el eclipse, mezclado con el humo, no dejaba saber si era de día o de noche... Pero fray Juan García Pérez calcula que fue al amanecer del día 12 cuando la comunidad abandonó el convento; su relato termina allí bruscamente, como cortado con un hacha”
Desde Luego el relato es impresionante y los sismos, muchos, El IGN se hace poco eco de ellos y solo muestra unos pocos, muy pocos. Hasta hay una leyenda de un barco tragado y sepultado por las coladas de lava con todo su oro a bordo, La María Galante ,casi nada. Esto paso en Tenerife hace más de 300 años, y volverá a pasar. ¿Cuando? Aún no lo sabemos, pero algo es seguro, tendremos más erupciones. Si quieren más información, la lista de sitios consultados es amplia.
(Enrique Hernandez Torrego)
La presencia de John Barrow en Canarias tendría como resultado un testimonio de interés para conocer el estado de nuestro territorio a finales del siglo XVIII. La obra objeto de nuestra atención, publicada en el año 1996 en la colección A través del tiempo, cuenta con un estudio preliminar de Manuel Hernández González y traducción de José A. Delgado Luis, teniendo como origen “la incompleta y anotada traducción francesa del Viaje a la Cochinchina”. John Barrow, sería catedrático de Matemáticas y un notable explorador, ofreciendo el profesor Hernández González interesantes datos biográficos para comprender su trayectoria.
Inicia el documento afirmando que “el trayecto de Madeira a Canarias es generalmente tranquilo y agradable”. Relata el aspecto y la evolución histórica de la bahía de Santa Cruz de Tenerife a su llegada. No dudaría en recomendar lo siguiente: “Si en el futuro se llegara a considerar la ocupación de Tenerife como algo útil para Inglaterra (aunque confieso que no le he visto ninguna importancia), el plan más razonable sería desembarcar una compañía de tropas en el Puerto de la Orotava, por donde se exporta la mayor cantidad de vino y en donde las obras de defensa son demasiado débiles para oponer una resistencia seria”. En torno a la ciudad tinerfeña, refleja que Madeira le supera en atractivo, aunque matiza que Tenerife es similar a Funchal en su aspecto. En Funchal, observaría “posadas, tabernas, tiendas y en las calles reina un cierta ruido”. Por su parte, en la capital tinerfeña “las casas están cerradas, excepto por la mañana y por la tarde, apenas se ve un alma viviente por las calles y sólo los pescadores y los mozos de cuerda llenan el muelle”, pudiendo generar esa imagen sobre el extranjero la sensación de que “una epidemia ha ejercido allí recientemente sus estragos”. En Santa Cruz encontraría una posada de la que apuntaría una imagen “si no de la pobreza, sí al menos de la indolencia”. La ciudad de La Laguna sería su siguiente parada. Observaría un entorno con casas de mayor tamaño, calles anchas, espacios religiosos como conventos e iglesias y la presencia de un entorno “aún más triste y desierto que Santa Cruz”. Desde allí, retomaría su camino con destino al Valle de La Orotava, observando con satisfacción el paisaje que se dibujaba ante sus ojos. No dudaría en mostrar su admiración ante la imagen de El Teide. Acto seguido, la ciudad de La Orotava es objeto de su atención. Apunta que en el lugar residían algunos de los señores más importantes de la isla, anotando algunas características asociadas a sus infraestructuras más destacadas. Relata su ascenso al Pico del Teide y las incomodidades para efectuar tal acción. Al parecer, los guías que encontraría en La Orotava le recomendaron que no era la época más apropiada para realizar el ascenso, negándose algunos a acompañarle. El viaje sería toda una odisea. El ascenso, se realizaría en la compañía de dos arrieros y un solo guía hasta la cima del Teide.
Sin embargo, también le abandonarían los arrieros al ser conscientes de la peligrosidad del proyecto. Regresarían finalmente a La Orotava en medio de una terrible tempestad. Continuaría con sus comparaciones entre Tenerife y Madeira; registrando que los habitantes de Tenerife guardan ciertas similitudes con el carácter de la isla portuguesa. Sin embargo, matiza que “cuidan menos el cultivo de las viñas y la preparación de los vinos”. Asimismo, apunta las diferencias respecto a los hábitos, costumbres y vestimentas de la población campesina y la clase alta. De forma tajante, muestra que las Islas Canarias se encuentran “desprovistas de buenos puertos para ser de extrema importancia política o naval para cualquier potencia”.
En definitiva, el viaje de John Barrow nos muestra algunas consideraciones respecto a las Islas Canarias y su comparación con Madeira en el contexto del siglo XVIII.
(Javier Lima Estévez)
Nada más acabada la conquista de Tenerife (1496), al pie del Real de Daute y aprovechando la rada natural que allí existía, se establecieron mercaderes que comerciaban con los barcos que a ella llegaban, vendiéndoles azúcar, carnes, pieles, quesos y demás, producido en estas partes de la isla; y con los bastimentos que aportaban las naves para los ingenios azucareros, molinos harineros, industrias artesanales, ajuar, ropas y alimentos para los nuevos pobladores. Para las tripulaciones, este puerto reunía, además de buenas condiciones climatológicas, la posibilidad de hacer aguada gratis y adquirir productos frescos producidos en los campos comarcanos.
Fuente bibliográfica: "Histoire naturelle des îles Canaries I, 2. Les Miscellanées Canariennes. Planches." (Barker Webb, Phillip, 1839)
la imagen puede resultar irreconocible, a no ser que se fije en la bóveda de la iglesia de la Concepción y, por deducción, vaya poco a poco ubicando el Convento de Santo Domingo, la Casa Franchy -por el célebre drago, aunque ya hace mucho que desapareció-, la Casa Monteverde, la Casa Lercaro y el Convento de San Francisco.
Sin embargo, así era La Orotava a mediados del siglo XIX, una suerte de hilera de casas señoriales, conventos y plazas construida en la pendiente del Valle.
Todavía por entonces -como en la rus in urbe del poeta latino Horacio- los campos de cultivo, las fincas y los jardines irrumpían en calles y casas. No había industria, ni comercio, ni teatro, ni periódicos, ni escaparates.
La gente vivía pobremente; algunos subsistían gracias a sus cosechas y otros trabajaban para los grandes señores de la oligarquía orotavense, dueños de las haciendas y mayorazgos, cuyo linaje les había otorgado una altanería hereditaria que no pasó desapercibida a muchos viajeros.
En ese lugar de atmósfera tibia y suave vivió Sabino Berthelot sus años más despreocupados. Alojado en la preciosa Casa Franchy en una habitación con vistas, su vida fluía entre paseos, tertulias y excursiones.
Este grabado de Alfred Diston refleja parte del sentimiento de Berthelot por el lugar amado, hay en esa mirada sobre el paisaje algo de aquella frase de los marineros del Pacífico que Berthelot hacía suya: Buen tiempo, mar tranquila, sin novedad.
En el siglo XVI la flota pesquera de Santa Cruz estaba formada por 40 barquitos que llegaban hasta la costa africana. Las lanchas desembarcaban sus capturas por La Caleta de Blas Díaz, con el fin de pasar la inspección, y el pescado había que venderlo en La Laguna, pues sólo estaba permitida la quinta parte de las capturas para Santa Cruz. Ante este panorama los pescadores prefieren desembarcar por otras ensenadas y el Cabildo se ve obligado a ordenar mayor control.
A los pescadores se les conocía popularmente como “chicharreros”, mote que luego pasaría a designar, con cierto matiz peyorativo, a todos los habitantes de Santa Cruz.
La pesca costera se practicaba con el chinchorro, y el pescado salado y el jareado formaban parte de la dieta de los ciudadanos, a la vez que el pescado fresco -chicharros y sardinas- posibilitaban un aporte de proteínas sustitutivo a la escasa ganadería y a las bajas rentas de la población.
En la centuria siguiente, la principal actividad económica del Puerto y Lugar siguió siendo la pesca, sobre todo la artesanal, aunque apenas daba para abastecer el mercado local, aunque entre los años 1695 y 1697, debido al estado levantisco de los moros, se prohibió pescar en la costa de Berbería.
Hasta finales del siglo XVIII, las embarcaciones a su salida y regreso continuaban pasando el control del Cabildo, que era el responsable de abastos.
En 1772, Bartolomé Antonio Montañez y Matías Rodríguez Carta crearon en un edificio del barrio del Cabo -que luego se convertiría en Lazareto- la primera industria relacionada con la mar, la de salazón de pescado.
En el siglo XIX la pesca fue el segundo producto de exportación, pues Santa Cruz llegó a contar con 68 barquitos y 300 hombres dedicados a esta actividad artesanal y costera. Debido a la protección institucional, se funda (1883) en Valleseco la Sociedad Pesquerías y Salazones de Tenerife para la pesca del salpreso (sama, cherne, pargo,…) en el área de Berbería; para ello, se fabrican dos navíos: Teide y Tinguaro, que faenaban desde Dakar al Golfo de Biafra; luego los paquetes de la Elder Dempster y los liners de la Compañía Trasatlántica Española, en la ruta a Guinea y Fernando Poo, eran los encargados de transportar los fardos de pescado salado que se obtenían en la citada fábrica y que eran la dieta habitual entre los habitantes africanos.
En 1903, con el fin de industrializar este recurso tan abundante en nuestras aguas, se crea la sociedad Pesquerías de Tenerife, con 40 barcos viveros dedicados a la pesca costera de una manera artesanal.
Vivero eran las goletas y balandras que en un tanque central, perfectamente estanco y comunicado con la mar, traían sus capturas vivas desde los caladeros del banco canario-sahariano. Y vivero, eran también aquellas grandes jaulas, embreadas y negras que, fondeadas cerca de la orilla, mantenían la pesca viva y siempre a punto para su venta y consumo. Los últimos viveros estuvieron situados en la explanada de entrada al barrio de La Alegría -junto al Muelle Norte- en cuya vera del barranco de Tahodio se llevaban a cabo las faenas de reparación y conservación de aquellas grandes jaulas.
En 1930, comenzó sus actividades la factoría Pesquerías y Salazones de Tenerife, con centro de actividad en los caladeros saharianos y amplios secaderos de pescado en Jagua. La flota pesquera la formaban 22 barcos arrastreros que lucían en sus chimeneas, de color negro y rojo, la silueta de un camello pintada de amarillo. En 1934 compraron el Armandito, que sería destinado como buque nodriza-pontón en la costa africana de Río de Oro, en cuyo litoral embarrancó; luego, dicho barco estaría tres años fondeado en el puerto tinerfeño, hasta que en 1945 sería utilizado como buque mercante para traer cereales desde Argentina hacia donde partió (1945) con 400 toneladas de piedra como lastre. Años más tarde, en otros barrios de Santa Cruz se instalarían otras factorías: Pelarre, en Los Llanos; Emilio Delgado en Valleseco, Bernardo Barrera en Jauga y Francisco Herrera en el Barrio de la Alegría.
La crisis sufrida por el sector, en la segunda mitad del siglo XX, provocó una drástica reducción del número de factorías dedicadas a la producción de harinas, aceites y conservas de pescado, debido a la enorme competencia ejercida por las modernas fábricas marroquíes con mano de obra más barata y un banco pesquero próximo y propio.
En estos momentos, el tráfico pesquero no se limita a los barcos de pesca y a los buques factoría, sino que incluye a los grandes transportes frigoríficos que llevan las capturas hasta los principales mercados mundiales. En la dársena pesquera se descargan miles de toneladas de pescado congelado, en cajas y a granel, que son almacenados en cámaras frigoríficas o transbordadas directamente al trailer de frío para su envío al puerto de destino. Las flotas pesqueras industriales que nos visitan no sólo requieren línea de atraque, sino que además necesitan efectuar operaciones de suministro, pertrechos y reparación, a la vez que repatrían y enrolan a sus tripulaciones.
En Santa Cruz de Tenerife la flota está formada por barcos de pesca de litoral o de bajura y barcos de pesca de altura.
La pesca de litoral o de bajura es la que realizan pequeñas embarcaciones de 6/8 tripulantes, no superiores a los 12 metros de eslora y 30 T.R.B. Suelen pescar de noche ayudándose de potentes focos para atraer el pescado (caballa, sardina, chicharro…) que recogen en las redes -traiñas- previamente dispuestas alrededor del barco. Los trasmallos son artes de enmalle que se fijan al fondo de las zonas de paso de los peces. Suelen calarse al atardecer y recogerse por la mañana. El pescado fresco se subasta en la Lonja Pesquera a partir de las 3 de la madrugada.
Los barcos de altura, según los acuerdos de pesca de Bruselas (1995), se dividen en las siguientes categorías: Artesanal, Atuneros y Palangreros.
Los barcos de pesca Artesanal son los que utilizan artes en las que no entra ningún medio mecánico, es decir, la línea de mano, la caña y las nasas. Las artes autorizadas son la caña y la traiña, así como cerco para la pesca con cebo vivo en el que la malla mínima no debe sobrepasar los 8 mm. Las nasas son en realidad trampas de variados diseños y tamaños que se componen de un armazón, en forma de jaula, donde se coloca el “engodo” o carnada, recubierto por una malla metálica que tiene una abertura en forma de embudo, quedando hacia el interior la parte más estrecha, denominada “matadero”, que permite la entrada de los peces pero no la salida. La flota está formada por buques de 12/20 metros de eslora y 50/60 T.R.B., que pescan (samas, chopas, burros, sargos, besugos, congrios, morenas,…) durante una semana en el banco canario-sahariano, pudiendo llegar hasta una milla marina de la costa africana.
Los Atuneros son barcos tipo Bermeano, con caña y cebo vivo, están autorizados a pescar hasta las 2 millas de la costa africana, conservando las capturas en hielo durante los 8/10 días de faena. La flota está compuesta por barcos de 25 metros de eslora y 100 T.R.B. que llevan 14/15 tripulantes. Dado las nuevas tecnologías aplicadas en la detección de túnidos, el Gobierno de Canarias ha adquirido (1995) dos pontonas o barcos frigoríficos, con una capacidad de congelación de 50 toneladas de atunes cada una, con el fin de que los pescadores puedan comercializar mejor las capturas.
Los barcos Palangreros del Atlántico tienen su zona de pesca hasta las 12 millas marinas de la costa. Su nombre proviene de la utilización del palangre o arte selectivo, dado que saca del mar sólo lo que pretende (merluza, congrio, mero, abade, cherne, …). Los palangres constan de una línea madre, con una serie de boyas y plomos distribuidos según la modalidad de estos (superficial, vertical o de fondo) a la cual van unidos unos ramales separados entre si, que portan un anzuelo cada uno. Aparte del palangre, suelen utilizar el trasmallo y la red de enmalle fija -confeccionada con filamentos de origen natural o sintético- mientras que tienen prohibido las redes de enmalle de deriva y las redes de enredo.
Durante dos meses, 15 de marzo al 15 de mayo, tiempo que coincide con la época de puesta de cada especie, se le exige el descanso biológico, con el fin de llevar a cabo una racional explotación y recuperar los recursos que son muy limitados.
El 80 por ciento del pescado fresco que consume nuestra ciudad proviene de la Lonja Pesquera. Hasta ahora, la venta del pescado (samas, chopas, burros, sargos, besugos, congrios,…) que suministran los barcos, la realizaban diariamente los armadores, de 3 a 7 de la mañana, por contratación directa con los asentadores, quienes a su vez procedían a su distribución entre otros mayoristas.
A partir de la entrada en vigor del Real Decreto de 20 de diciembre de 1995, se hace obligatorio que la primera venta del pescado se realice por medio de puja entre todos los compradores. Esta modalidad, que se recupera después de 10 años, abrirá nuevos canales de comercialización, pues permite a cualquier asentador concurrir a la subasta, así como a otros compradores de fuera. Gracias a este sistema surgirán en la plantilla de la Lonja nuevos puestos de trabajo, pues aparte de que los armadores designen a sus subastadores, también existirán los subastadores oficiales.
Los únicos ingresos con que cuenta la citada Lonja son los obtenidos por esta venta, es decir, el arbitrio correspondiente a la entrada del pescado, o lo que es lo mismo, el 2 por ciento sobre los precios autorizados por la Autoridad Portuaria.
Esperemos que con las obras del refugio pesquero que se van a realizar en San Andrés (1996-1998) para dar varada y servicios a las embarcaciones pesqueras que fondean actualmente en la playa de las Teresitas, se cumpla una demanda histórica por parte de los pescadores del barrio capitalino. El futuro puerto estará formado por un muelle de 13.358 metros cuadrados de plano de agua, donde podrán varar entre 120 y 150 embarcaciones en mar y 60 plazas en tierra, además del buque-escuela de la Consejería de Agricultura, Pesca y Alimentación. El abrigo a las embarcaciones se efectuará mediante la construcción de un dique de dos alineaciones, de 150 y 100 metros cada una, y perpendicularmente a la segunda alineación se construirá un contradique y se apoyará en el espigón Sur de la playa de Las Teresitas.
Instituto Oceanográfico
Las tareas de investigación de la fauna y medio marino en Santa Cruz de Tenerife las inició (1978) el ilustre profesor Carmelo García Cabrera en un edificio, ya derruido, de la Avenida Marítima. El Instituto Oceanográfico de Canarias está situado, desde 1983, en un edificio de 4.000 metros cuadrados en el margen izquierdo de la autovía Santa Cruz-San Andrés y cuenta con laboratorios, despachos, biblioteca, salón de actos, sala de exposiciones, talleres, etc…
Desde su creación viene realizando multitud de proyectos de investigación, desarrollando programas en las áreas de: recursos pesqueros, acuicultura, medio marino y protección ambiental.
Las funciones del Centro son: la investigación oceanográfica interdisciplinar del medio marino, los recursos pesqueros y la acuicultura; el asesoramiento a la Administración sobre asuntos oceanográficos y de recursos pesqueros; ostentar la representación de España en organismos internacionales de Oceanografía y Pesca; el fomento de la investigación oceanográfica y la colaboración institucional a nivel internacional, nacional, autonómico y local; y la formación de oceanógrafos y técnicos.
Anexa al Centro y próximo al mar, en un solar de 7.000 metros cuadrados, se inauguró (15 de mayo de 1995) la Planta de Cultivos Marinos donde se encuentran los laboratorios y las instalaciones de reproducción, cría, engorde y selección de reproductores. Está formada por una nave industrial o recinto cerrado de 980 metros cuadrados, donde se encuentran los laboratorios y las instalaciones de reproducción y cría; en el resto del solar existen un conjunto de tanques exteriores que configuran el área de engorde y selección de reproductores.
El espacio interior de la nave se divide en zona húmeda y zona seca. La zona húmeda o instalación de cultivos, se encuentra dividida en: área de reproducción, con 10 tanques de 8 metros cúbicos diseñados para la recogida y estudio de la puesta en época de freza; área de incubación de huevos donde se estudia y controla el desarrollo embrionario hasta la eclosión de la larva; área de cultivo de fitoplancton, donde se realiza el crecimiento de las poblaciones de microalgas destinadas a la alimentación del zooplancton; área de cultivos de rotíferos, utilizados como primer alimento de las larvas por sus características biológicas y adecuado tamaño; área de cultivo de Artemia, utilizada como segundo alimento vivo de las larvas por su riqueza nutricional; y, el área de experiencias larvarias, de producción larvaria y de engorde y selección de reproductores.
Otras dependencias específicas de que consta la planta de cultivos son: la sala de preparación de alimentos, área de filtración de aguas y desinfección de material de trabajo y el laboratorio húmedo o de recuentos.
La zona seca está formada por los laboratorios de fitoplancton, sala de microscopía, archivos y biblioteca; despachos y dependencias del personal.
La Acuicultura se puede definir como la cría de organismos acuáticos en cautividad con fines comerciales, pero nunca como sustituto de la pesca sino como un complemento. Desde la celebración del Congreso de Cultivos Marinos celebrado en Lanzarote en 1980, su implantación se ha considerado de gran importancia, ya que el Archipiélago presenta unas condiciones ambientales óptimas para el desarrollo del cultivo intensivo -granjas marinas- de diversas especies de peces; es decir, aguas limpias, temperaturas entre 17 y 25 ºC., salinidad entre 36,5, y 37 g/l., elevada tasa de radiación solar (3.000 horas/año) y la constancia de los vientos alisios, que permiten disponer de energía renovable barata.
El Instituto Oceanográfico de Canarias, en colaboración con otros centros que investigan la acuicultura en las islas, fomenta el desarrollo de esta incipiente industria apoyando y asesorando a través de las siguientes líneas de estudio: mejora de la nutrición y alimentación de peces; desarrollo de técnicas de cultivo de nuevas especies: breca, sargo, medregal y bocinegro; estudio de prototipo/s de jaulas y anclajes en mar abierto; y aspectos de interés en las áreas de patología y genética.
(José Manuel Ledesma)
El conjunto formado por muelles, varadero y almacenes, situado frente a las costas de Valleseco, que pertenecieron a las empresas Depósitos de Carbones de Tenerife y Cory Brothers and Company Ltd., en la actualidad constituyen el único tramo de fachada marítima que conserva los elementos representativos de una de las etapas más trascendentales de la historia mercantil y portuaria de Santa Cruz de Tenerife. Dicho conjunto tiene incoado, desde 1990, el expediente para su declaración como Bien de Interés Cultural, en la categoría de Sitio Histórico.
Para la ordenación funcional de esta zona, en el año 2006 se convocó un concurso de ideas que fue adjudicado al proyecto “Sol y Sombra”, de los arquitectos Joaquín Casariego y Elsa Guerra; proyecto en el que se le da más importancia a la playa que a los Muelles y en el que las naves carboneras tienden a desaparecer.
Las dos naves pertenecen al Cabildo de Tenerife, quién las mandó a remodelar (1993) para que una de ellas fuera utilizada, junto con el varadero, por la Escuela Insular de Vela, mientras que la otra se la cedieron a la Asociación de Vecinos de Valleseco (Salón: Vicente Cruz Díaz).
La tercera nave fue demolida en 1997, para poder ejecutar la vía de servicio del Puerto, en el tramo Muelle Norte-Bufadero.
DEPÓSITOS DE CARBONES DE TENERIFE
Por R.O. de 28 de septiembre de 1908, modificada el 24 de septiembre de 1909, se le concedió a Ángel Crosa y Costa, secretario del Excmo. Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife, autorización para construir un muelle en las playas contiguas a la desembocadura del barranco de Valleseco, al Norte del Puerto de esta Capital y, por R.O. de 15 de abril de 1910, se le otorgó la concesión de una explanada y almacenes para toda clase de mercancías, en el mismo lugar.
El 20 de abril de 1912, el citado Ángel Crosa, al no disponer de capital suficiente para emprender la obra, cedió y traspasó todos los derechos emanados de las citadas concesiones a la S. A. Depósitos de Carbones de Tenerife, a cambio de una pensión vitalicia de 3.600 pesetas anuales.
La mencionada empresa, con la explanada y los almacenes fueron adquiridos, el 13 de abril de 1974, por Imeldo Bello y Cia. S.A. para su actividad profesional de Provisionista de Buques.
El 3 de octubre de 1986, el espacio que ocupaba esta concesión (4.332 metros cuadrados) fue declarado de utilidad pública por la Junta del Puerto de Santa Cruz de Tenerife, dentro del plan de aprovechamiento y ordenación de la zona portuaria, por lo que fue ocupado, con carácter de urgencia, para llevar a cabo la dársena de embarcaciones menores.
El muelle medía en total 80,80 metros de largo por 6,50 metros de ancho y 6 metros de alto. En la actualidad, desde el muro de arranque hasta la orilla de la pleamar (12 m.) permanece enterrado; a continuación, existe una primera cortadura, de 26 m. de longitud, construida con pilotes metálicos, formados por tubos de hierro, asentados y consolidados sobre una capa de hormigón, con sus cabezas hasta la altura de la pleamar. A partir de aquí, existe otra cortadura de 3 m. de largo, hecha con pilotes de madera, unidos por vigas cumbreras y largueros. El pavimento de las cortaduras es de madera. El resto del muelle, de 39,80 metros, está hecho de mampostería en la que se encuentran distribuidos tres Hornillos de mina para volar el Muelle en caso de un ataque naval.
Las cortaduras en los muelles eran obligatorias porque las obras portuarias estaban sujetas a la R.O. del 14-12-1916 que, entre otras cosas decía: “… Cuando los intereses de la Defensa lo exijan, la Autoridad Militar podrá ordenar su ocupación y utilización, con sus aparatos y medios auxiliares, así como su destrucción, inutilización o quema, si fuese preciso, sin que el concesionario tenga derecho a indemnización ni reclamación alguna…”
Los Hornillos de mina son pozos de 1 m. de largo x 0,80 m. de ancho y 4,50 m. de profundidad, terminados en su parte inferior en dos ramales de mina de 1 m. de longitud. Los tres brocales, que se conservan todavía, son de sillería aplantillada y están provistos de un rebajo donde se alojaban las tapas de madera -desaparecidas- que poseían dos argollas metálicas para poder levantarlas.
CORY BROTHERS AND COMPANY LTD.
Por R.O. de 8 de julio de 1930, Felipe Ravina Veguillas, comerciante y vecino de Santa Cruz, fue autorizado para construir un muelle, almacenes y rampa-varadero, en la playa contigua a la desembocadura del barranco de Valleseco, al Norte del puerto de esta capital, así como un taller y una caseta para la maquinaria de tracción.
El proyecto fue realizado en el plazo previsto (tres años) por la Sociedad Metropolitana de Construcción. El reconocimiento final de las obras, por las distintas autoridades, se llevó a cabo el 12 de julio de 1933.
La industria fue declarada de utilidad pública para el Estado y la Provincia, al estar emplazada en la mejor zona de fondeo de los buques de tránsito, lo que facilitaba las operaciones de importación-exportación del combustible (carbón) de la época.
La citada concesión fue transferida, por O.M. de 9 noviembre de 1934, a la Sociedad Cory Brothers and Company Limited, la mayor compañía importadora de carbón de Cardiff (Gales- Reino Unido), la cual había estado asociada con Hamilton and Co. desde 1884 a 1909.
Los Almacenes, destinados a depósitos de carbón, se levantaron sobre una explanada de 56 metros de frente por 36 metros de fondo. Al principio el conjunto de almacenes lo formaban tres naves, hasta que, en 1999, una de ellas tuvo que eliminarse para poder construir la vía interior del Puerto. Cada uno de estos galpones, de geométrica arquitectura, mide 16,66 m. de frente y 9 m. de altura. La cubierta es de chapas onduladas de hierro galvanizado, de 1 mm. de espesor. El piso este hecho de cemento en masa y está rayado, imitando losetas.
Para facilitar el enlace y comunicación de los almacenes con el muelle, en la parte delantera de las naves existe un terraplén de 10 m, donde estaban instaladas las vías férreas para el transporte de las mercancías y, en la parte trasera, existía una serventía obligatoria, de 6 metros de ancho, para la servidumbre de vigilancia del litoral.
El muelle consta de una sola alineación de 77 m. de largo por 7 m. de ancho y 5 m. de calado. Su morro tiene forma rectangular. Se orientó siguiendo el cauce del barranco y paralelo al muelle que ya tenía construido Depósitos de Carbones de Tenerife. El largo del muelle está contado a partir del puente que salva la cortadura, que se encuentra en el origen, mirando desde la parte de tierra. Los 7 metros de largo de la cortadura se salvan con un puente de madera, formado por seis vigas sostenidas por una sopanda y dos tornapuntas. Tanto las tablas del piso, como todo su conjunto, debían ser fácilmente desmontables.
El resto del muelle está constituido por un basamento de bloques artificiales de hormigón de cemento de 9 toneladas, colocados en hileras horizontales. Sobre este basamento se alzan dos muros de mampostería que completan el muelle hasta una altura de 5 metros. La piedra de la sillería que lo recubre es basáltica (piedra molinera), labrada a escoda por sus caras de paramento y a pico fino los lechos y caras ocultas. Todos los sillares superan los 50 cm. de largo.
Una vez construido el muelle se procedió al adoquinado del andén y al tendido de las vías férreas necesarias para el transporte. Las dos vías instaladas sobre el muelle, con carrilles tipo puerto de 1,10 m. de ancho, lo recorrían en toda su extensión e incluso entraban en los tres almacenes y en la caseta de maquinarias. Para no entorpecer el trabajo, en el centro del muelle existía un cambio de aguja para que las vagonetas, tiradas por caballerías, se cruzaran.
El Varadero donde la Empresa Cory Brothers and Company Limited, reparaba y limpiaba sus gabarras carboneras, constaba de un plano inclinado de 70 m. de longitud, formado por un macizo de hormigón de cemento de 5,20 m. de ancho y 0,70 m. de espesor, con pendiente del 8 por ciento y una sonda de 0,40 m. en la bajamar equinoccial.
A lo largo del citado macizo de hormigón, estaban empotrados tres largueros de madera de pino blanco del país, en los que, a su vez, también iban empotradas, transversalmente, 48 empernadas a una distancia de 1,40 m. Estas maderas iban chaflanadas para evitar el rozamiento del carro-cuna en su deslizamiento. El carro-cuna medía 16,70 m. de largo y 4,40 m. de ancho. Con el fin de facilitar las maniobras de varada y botadura de las embarcaciones, en julio de 1932, al varadero se le añadieron dos espigones de 30 m. de largo por 2 m. de ancho.
La caseta de máquinas de tracción y el tinglado para talleres se levantaron fuera de la zona marítimo-terrestre, en terrenos de propiedad particular.
TENERIFE COALING COMPANY LTDA. HAMILTON
En la margen izquierda del barranco de Valleseco, también existió un almacén-depósito de carbón, un muelle-embarcadero y un espigón o rompeolas, cuya concesión fue otorgada, el 25 de febrero de 1876, a Tenerife Coaling Company Ltda. Hamilton, sociedad formada por los Sres. Bruce, Hamilton y Cia, Guillermo Davidson y Cia., Le-Brun y Cia.; los cuales, entre 1903 y 1910, suministraban el 50 % del carbón en este Puerto.
Hamilton y Cía, la empresa carbonera más antigua del Archipiélago Canario, se trasladó hasta Valleseco después de dejar la industria que tenía montada, desde 1850, en la playa de San Antonio (actual muelle de Ribera).
En 1945, la citada concesión era utilizada por Industrias Marítimas Tenerife S.A. como fábrica de salazones de pescado.
PRIMERAS EMPRESAS CARBONERAS
El puerto de Santa Cruz de Tenerife fue declarado Puerto de Depósito de Carbón, sin gastos arancelarios para el suministro, por Real Orden de 11 de noviembre de 1836. Sólo estaba sujeto al pago del dos por ciento de almacenaje.
Las primeras empresas carboneras para el suministro a buques que poseían carboneras con sus muelles en la playa de San Antonio (actual muelle de Ribera), fueron: Bruce, Hamilton, Davidson y Lebrun (1850); Virgilio Ghirlanda (1851); Juan Cumella (1857); Hermanos Cory (1862); G. Davidson (1868); Juan Croft (1891); Inocencio Fernández del Castillo (1891); etc. La mayoría de estas compañías también poseían depósitos flotantes.
A principios del siglo XX, en la desembocadura del barranco de Tahodio, muy cerca del muelle Norte, Elder Dempster levantó cuatro grandes naves, a dos aguas, con su pequeño muelle y grúa. Desde estos almacenes carboneros abastecían las numerosas escalas de los vapores consignados por la naviera de su propiedad.
SUMINISTRO DE CARBÓN
El primer barco de vapor que rellenó carboneras, el 7 de enero de 1837, fue el Atalanta, de doble rueda y 8 nudos de velocidad; dos meses más tarde, arribó su gemelo el Berenice y, ese mismo año, se le proporcionó combustible al Lusitania, primer crucero de turismo que vino a las Islas.
A partir de este momento, la rada santacrucera se convirtió en una de las mayores estaciones de carboneo del mundo, abastecida con el combustible procedente de Gran Bretaña, que era de importación y libre comercio; aunque no sería hasta la declaración de Puertos Francos (1852), en que el Puerto tinerfeño se convirtió en una estación de carboneo de primer orden mundial hasta la progresiva desaparición de los buques de vapor.
En estos primeros tiempos, las faenas de descarga del carbón se efectuaban a mar abierta, en los tradicionales fondeaderos; en ellos, los trabajadores de la “carga negra” trasladaban el carbón hasta las gabarras, dejándolo resbalar a través de planchas de madera; luego, lo llevaban hasta los muelles de las empresas importadoras, donde las vagonetas, tiradas por mulas, se encargaban de transportarlo hasta los almacenes.
Cuando un barco venía a suministrarse de carbón (carbonear), solicitaba, con pitadas largas, las toneladas que necesitaba -cien por cada pitada- y, entonces, comenzaba la operación inversa; es decir, las vagonetas cargaban el mineral en las bodegas de las gabarras y lo llevaban hasta la banda de los trasatlánticos donde los trabajadores de la “carga negra” rellenaban carboneras.
(José Manuel Ledesma Alonso)