Bethencourt             

 

Últimos años de Jean de Bethencourt:
El 13 de diciembre se celebró un gran convite en el castillo de Rubicón; los tres príncipes de las islas conquistadas fueron convidados con los principales jefes indígenas. Al fin de la comida, Bethencourt sube a un estrado, dirige a la asamblea sus últimos consejos y le participa sus intenciones. Al cabo de dos días, el 15 de diciembre de 1405, se embarca con su capellán Juan Le Verrier, su escudero Juan de Bouille y otros seis de su casa. Los autores de la crónica de la conquista pintan en estos términos la despedida de Bethencourt: Después de que el señor se hubo despedido de toda su gente y del país, se dio a la vela; hubiérase visto todo el pueblo romper en llanto y exclamaciones de dolor, que enternecían los corazones, siendo mayores los extremos que hacían los isleños que el sentimiento de los naturales de Normandía. Sus corazones presentían que no volverían a verle; y en efecto así fue, pues ya no volvió a las islas... hubo isleños que se arrojaron al mar y siguieron larga distancia a la chalupa en que embarcó el Sr. de Bethencourt; tanto sentían su separación, que no puede ponderarse; exclamando de este modo: Legítimo señor nuestro ¿por qué nos dejáis? ¡ya no volveremos a veros! ¡Ay, qué será de este país faltándole un señor tan sabio, tan prudente y que ha puesto tantas almas en el camino de la salvación eterna; preciso es que nos conformemos... Dicho señor tenía el corazón tan oprimido, que no podía hablar, ni aún darles el último adiós, ni proferir ni una sola palabra para despedirse de persona alguna... Al fin, la nave dio la vela; quiera Dios por su gracia guardarlo de todo mal y peligro.

Cueva de Belmaco. La Palma.


Después de seis días de una feliz navegación llega a Sevilla el señor Bethencourt, y se dirige enseguida a Valladolid en donde estaba la corte y obtiene una audiencia del Rey Enrique III. Le cuenta el éxito de la conquista y recibe varios favores. Alberto de las Casas es nombrado a su solicitud obispo de las Islas Canarias. (1406) Viaje de Bethencourt a Roma y su regreso a la Baronía de Grainville. El conquistador se dirige a Roma; el Papa Inocencio VII le concede la bula de instalación para el obispo español. Toma después el camino de Francia, pasando por Florencia, en donde recibe una acogida muy distinguida, pasa a Francia, se detiene ocho días en París y llega al fin a su castillo de Grainville. Su muerte: La historia ninguna noticia nos da de Bethencourt desde su regreso a Normandía hasta su muerte, que acaeció en su castillo feudal de Grainville-le-Teinturiere en 1425 a la edad de sesenta y seis años. Sus capellanes relatan de este modo aquel acontecimiento: Este señor murió en posesión y señorío de Bethencourt de Grainville la Teinturiere de Saint Père sous le Neuf Chalet, de Lincourt, de Riuille de Grand Quemay y Hucquelleus, dos feudos que se hallan en Gourel en el país de Caux y Barón de San Martin le Gaillart en el condado de d'Eu. Falleció pasando de ésta a mejor vida. Dios le perdone sus pecados. Lo sepultaron en la iglesia de Grainville la Teinturiere, enfrente del altar mayor; falleció el año de 1425.

Tikal. Gran Plaza Tikal. Templo Calakmul


En cuanto al elogio de este primer conquistador de las Islas Canarias, nada podemos añadir al tan verdadero y hábilmente trazado por Viera, Las islas Canarias (dice el ilustre autor de las Noticias) , pueden bendecir al que les dio un conquistador adornado de tan ilustres cualidades. Cuando sólo volvían a ser conocidas de Europa en un siglo todavía bárbaro y que iban perdiendo el brillante epíteto de Afortunadas, quiso la providencia sacar del fondo de Normandía un hombre que debía hacerse su primer dueño. Por cualquier parte que se mire, parece grande Jean de Bethencourt. Su prudencia, su valor, su afabilidad, su destreza en manejar los espíritus y ganarse los corazones más salvajes, su ilustre calidad, y aún su misma patria parece que conspiró a hacerle glorioso. A una fisonomía varonil, a unos pensamientos elevados, a un corazón impetuoso, firme y resuelto, a un genio dulce y tolerante, se le agregó el gusto de las hazañas cabellerescas... El verdadero carácter de nuestro héroe era el de su siglo, esto es, el valor y la piedad. De todos modos debe su memoria ser eterna en nuestras islas, y su nombre tan repetido en algunas familias, que se honran en casi todas las Canarias con el apellido Bethencourt, tiene derecho a sonar agradablemente en los oídos de sus habitantes (Sabino Berthelot)


Costa del Rubicón:
Situada en el sur de la isla de Lanzarote, en España. El nombre deriva del latín rubico, estar rojo, debido a la existencia en esta costa de un volcán de color rojizo, la Montaña Roja, visible desde el mar. En este litoral se fundaron los primeros asentamientos normandos de la expedición de Juan de Bethencourt y Gadifer de la Salle en 1402, debido a la existencia de buenos fondeaderos, pozos de agua salobre y la posibilidad de cazar focas monje en la cercana Isla de Lobos. En la actualidad existe un lugar arqueológico situado en la playa del Pozo, donde se encuentran los pozos de agua salobre y la base de la primera catedral construida en Canarias


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