Venezuela: El caudillismo             

 

Mapa de VenezuelaVenezuela: El Caudillismo:
En el año 1830 sucedieron varios eventos que marcaron el final del período de la independencia: La muerte de Sucre y Bolívar, la separación de Venezuela de la Gran Colombia, la nueva constitución de 1830...

José Antonio Páez:
En 1831, José Antonio Páez, héroe de la independencia, asumió la presidencia. Este sería su primer mandato y también el principio de una serie de cambios en el poder, de un caudillo a otro. Es el período que se conoce como el caudillismo. En este período inicial de la Venezuela Republicana, habían dos grandes partidos políticos: Por un lado, el partido conservador, al cual pertenecían Páez, José María Vargas y Carlos Soublette y por el otro el partido liberal, el cual fue fundado en 1840 por Antonio Leocadio Guzmán, y que proponía igualdad, democracia, libertad, así como la abolición de la esclavitud y de la pena de muerte. Posteriormente, entre 1847 y 1858, los hermanos José Tadeo y José Gregorio Monagas se alejaron de estos partidos y gobernaron apoyados por sus propios partidarios. No había libertad de prensa, ni justicia. Inclusive el congreso perdió su libertad y debía obedecer al presidente. La esclavitud, a pesar de que había sido abolida por Bolívar, seguía existiendo y no fue finalmente suspendida sino hasta el año 1850.

La Guerra Federal:
Entre 1859 y 1863, se desató en Venezuela una especie de guerra civil, denominada la guerra federal. Por un lado se encontraban los conservadores y por el otro los federalistas o liberales. Los conservadores pertenecían a la oligarquía (también se les denominaba los mantuanos) y no deseaban ni creían en la igualdad, ya que preferían mantener sus privilegios. Ezequiel Zamora Los federales, por su parte, estaban lideradas por Ezequiel Zamora, Antonio Guzmán Blanco y Juan Crisóstomo Falcón. Juan Crisóstomo Falcón Buscaban la elección popular y la caída de la oligarquía. Al vencer en 1863, consagraron varios derechos que hoy en día se dan por sentados y se consideran naturales. El "decreto de garantías" garantizaba a los Venezolanos lo siguiente: 1) La vida (se abolía la pena de muerte) 2) La propiedad 3) La inviolabilidad del hogar doméstico 4) El secreto de la correspondencia 5) La libertad de expresión 6) La libertad de instrucción 7) El derecho al voto de los mayores de 18 años 8) Las libertades en general: personal, de tránsito y de industria. Se dice que la historia la escriben los vencedores. Una de las pruebas más evidentes se puede conseguir cuando se analiza el escudo de Venezuela. En efecto, el escudo nacional tiene dos fechas. La primera, el 19 de abril de 1810, en la cual se inició la independencia. La segunda, el 20 de febrero de 1859, en la cual se consolidó la federación. Igualmente, en los documentos oficiales, además de poner el año en el formato clásico, se añade la inscripción, años tales y tales, que se cuentan desde esas dos fechas.

La Federación:
El país había quedado medio arruinado por la guerra cuando Juan Crisóstomo Falcón llegó al poder en 1863. Se crearon 20 estados y el país se llamó Estados Unidos de Venezuela. En 1864 se preparó una nueva constitución que consagraba los derechos establecidos en el decreto de garantías que acabamos de mencionar. Sin embargo, una nueva rebelión tumbó el gobierno de Falcón, creando lo que se llamó el "gobierno de los azules". En efecto, los conservadores eran los rojos y los liberales los amarillos. Durante ese período hubo mucha inestabilidad por las peleas entre Domingo y José Ruperto Monagas (hijos de José Gregorio y José Tadeo Monagas), quienes querían tomar el poder. La anarquía siguió. En abril se produjo lo que se conoce como "La revolución de Abril", en la que Antonio Guzmán Blanco, hijo de Antonio Leocadio Guzmán, asumió el poder.

Antonio Guzmán Blanco (1870-1887):
El general Antonio Guzmán Blanco gobernó Venezuela en tres períodos que se denominaron: Septenio (7 años 1870-1877), el Quinquenio (2 años 1879-1884) y la Aclamación o Bieno (1886-1887). Durante las presidencias de Guzmán Blanco se transformaron las ciudades y en particular Caracas: Se construyó entre otros, el Capitolio, La Plaza Bolívar y el Teatro Municipal. Se crea el panteón nacional donde se guardan los restos de los héroes nacionales. También se mejoró la infraestructura de comunicaciones (carreteras Caracas-Valencia, Puertos de La Guaira y Puerto Cabello, vías férreas para ferrocarriles...). En lo social, se declara que la educación primaria debía ser gratuita y obligatoria. También se adopta el sistema métrico. Se unificó la moneda para facilitar el comercio, ya que en distintas regiones circulaban distintas monedas. Es en 1871 cuando se crea el "venezolano" o "peso fuerte" como moneda nacional, con una efigie de Bolívar por un lado y el escudo nacional por el otro, tal como hoy en día. Se centraliza el poder político y económico para llevar un mejor control y quitarle poder a posibles caudillos regionales (Se redujeron los estados de 20 a 9). En efecto, Guzmán Blanco logró terminar con los caudillos. Un buen ejemplo de esto, fue el juicio y la condena a muerte de Matías Salazar, segundo vicepresidente. Otros opositores por rebelión fueron apresados en la cárcel de La Rotunda. Después de su primer período - el Septenio - en 1877, subió Francisco Linares Alcántara, quien tomó algunas acciones contrarias a Guzmán Blanco. Se produjeron conflictos entre los "guzmancistas"y los Alcantaristas", y es lo que se conoce como la revolución reivindicadora. Los Guzmancistas vencieron y llegaron a Caracas. Francisco Linares Alcántara murió en 1879, con lo que Guzmán Blanco fue llamado al poder nuevamente. En esa oportunidad estuvo 5 años - El Quinquenio - al cabo de los cuales subió al poder Joaquín Crespo, fiel seguidor de Guzmán Blanco quien gobernó por el período constitucional, que había sido reducido a 2 años, de 1884 a 1886. En 1886, Guzmán Blanco fue aclamado por unanimidad por el consejo federal, para gobernar otros dos años. Juan Pablo Rojas Paúl fue elegido para el bienio 1888-1890. Sin embargo, el general Joaquín Crespo consideró que esta elección había sido ilegal. Luego vino Raimundo Andueza Palacio, quien se distanció de Rojas Paúl. Andueza quiso continuar en la presidencia y modificó la constitución para elevar a 4 años el período presidencial y establecer el sufragio directo para elegir al presidente. A pesar de haberse terminado su período, Andueza se mantuvo en el poder. Esto originó la "Revolución Legalista" bajo el mando de Joaquín Crespo. Andueza tuvo que irse de Venezuela, dejando el mando a Guillermo Tell Villegas, presidente del Consejo Federal.

Joaquín Crespo:
Sin embargo, ese mismo año, Joaquín Crespo volvió a tomar el poder, hasta el año 1898 cuando convocó a elecciones, en las que resultó vencedor el candidato del gobierno, Ignacio Andrade, resultando derrotado José Manuel Hernández (conocido como el "Mocho"), quien lo acusó de haber ganado por el ventajismo del gobierno y se levantó en armas. El mismo Joaquín Crespo fue a combatirlo, muriendo en la acción. Cuando Andrade se preparaba para hacerse reelegir, fue derrocado en 1899 por un Tachirense, Cipriano Castro. El Tachirense Cipriano Castro llegó al poder, saliendo de Colombia al mando de 60 hombres y llegando a Caracas, el 22 de octubre de 1899, luego de librar varios combates, en lo que se conoció como la "Revolución Restauradora". Primero fue nombrado presidente provisional, hasta que se modificara la constitución en 1904 y luego fue nombrado presidente para el período 1904-1911. El vicepresidente era Juan Vicente Gómez, uno de los generales que formaba parte de los 60 hombres que habían acompañado a Cipriano Castro. Cipriano Castro Durante el tiempo que estuvo mandando, Cipriano Castro tuvo que enfrentarse a enemigos internos y externos. En Venezuela, varios de sus opositores, algunos generales latifundistas dirigidos por Manuel Antonio Matos y financiados por banqueros, emprendieron la "Revolución Libertadora". Esta fue la última guerra civil en Venezuela, la cual culminó con la victoria, el 21/7/1903, de las tropas de Cipriano Castro, bajo el mando de Juan Vicente Gómez en Ciudad Bolívar, contra el general Nicolás Rolando. El otro gran problema que tuvo que enfrentar Cipriano Castro, fue el bloqueo naval que impusieron Inglaterra y Alemana, ya que Venezuela se negaba a pagar su deuda, y había confiscado la empresa inglesa que suministraba electricidad a Caracas. Por su parte, Cipriano Castro se quejaba de las empresas extranjeras que habían intervenido en problemas nacionales, al suministrar dinero a los enemigos del gobierno. El conflicto fue resuelto gracias a la presión de la opinión pública en Francia, Inglaterra y Alemania, así como a la intervención del presidente de los Estados Unidos, Teodoro Roosevelt, quien intervino como mediador. Venezuela, por su parte, se comprometió a pagar su deuda y las naciones agresoras devolvieron los buques apresados y suspendieron el bloqueo.

Juan Vicente Gómez:
Juan Vicente Gómez, nacido el 24 de julio de 1857 en el estado Táchira, era uno del grupo de los 60 que tomó el poder bajo el mando de Cipriano Castro. Gómez fue nombrado vicepresidente y quedó encargado del ejército. En varias oportunidades también se encargó de la presidencia, cuando Castro se ausentaba del país. En una de esas oportunidades, cuando Cipriano Castro se encontraba en París, Juan Vicente Gómez tomó el poder, prohibiéndole la entrada al país a su antiguo jefe. Eso fue el 19 de diciembre de 1908. Había consumado el golpe de estado que lo mantendría en el poder 27 años, hasta su muerte en diciembre de 1935. En sus primero años de gobierno, Juan Vicente Gómez se mostró totalmente respetuoso de la constitución y sus leyes. Promovió la reconciliación nacional, permitió el regreso de los exiliados, liberó a los presos políticos. Esto lo llevó a ser electo presidente de la república para el período constitucional 1910-1914. Durante ese período fue consolidando un "Ejército Nacional" completamente leales al gobierno. También manejó con mucho cuidado los puestos claves, en los cuales ponía a familiares y amigos, quienes se enriquecían rápidamente. Para mantener las apariencias constitucionales, mientras el permanecía en el cargo de General en Jefe de los ejércitos de Venezuela (en la ciudad de Maracay), ocuparon la presidencia sus amigos, José Gil Fortoul, Victorino Márquez Bustillos y Juan Bautista Pérez, en distintos períodos. Todos los críticos y enemigos fueron reprimidos brutalmente. Solo los más afortunados lograban el destierro, es decir que eran enviados fuera del país. Son esos prisioneros políticos, con los pies engrillados, quienes trabajaron en las grandes obras públicas del período gomecista: La carreteras Caracas-La Guaira, Caracas-Petare y la carretera a los Andes. Los adversarios que se manifestaron nos fueron muchos, debido a la fortaleza del régimen. Fueron apareciendo progresivamente, a medida que se ponía en evidencia las intenciones de Gómez de quedarse en el poder. Quizás los más conocidos fueron Román Delgado Chalbaud, quien intentó una conspiración y estuvo preso durante 14 años en la famosa cárcel de la Rotunda de Caracas. También en la Universidad Central, los estudiantes encabezados por Jóvito Villalba y Rómulo Betancourt en febrero de 1928 sostuvieron discursos, huelgas y disturbios pero fueron aplastados por los militares. Esto es lo que se ha conocido como la generación del 28.

Generación del 28:
Es durante el período de Gómez que se inició la industria Petrolera Venezolana. Muchos trabajadores del campo emigraron hacia las zonas petroleras, en donde conseguían trabajo más fácilmente. Algunos de los aspectos positivos que tuvo este período fue precisamente el favorecimiento de las inversiones extranjeras (en particular en el sector petrolero que permitió a enezuela el desarrollo petrolero que tiene hoy en día), y el pago de la deuda externa que agobiaba al país (aunque a un costo muy grande). Reventón del Barroso No. 2 Se puede decir que Gómez gobernó a Venezuela de la misma forma como un hacendado manejaría su hacienda. Seleccionaba los jefes civiles, gobernadores y ministros, como quien escoge a su personal. Eso sí, de libertad, nada. (Fuente: Venezuela Tuya)

Bolívar Sucre Fernando VII Isabel II


Francisco de MirandaFrancisco de Miranda (1750-1816):
De él dijo Napoleón: " ... Este Quijote, que no está loco, tiene fuego sagrado en el alma..." Y al que el mismo Bolívar calificó como: "... el más ilustre colombiano..." Su nombre está grabado en el Arco del Triunfo; su retrato colocado en la Galería de los Personajes en el Palacio de Versalles y su estatua erigida frente a la del General Kellerman en el propio campo de Valmy, en Francia. Estableció estrechas relaciones con personajes de la talla de Bolívar, Napoleón, Andrés Bello, William Pitt, O' Higgins, Sucre, Catalina de Rusia, Wellington, Dantón y San Martín, entre otros. Francisco de Miranda nació en Caracas el 28 de marzo de 1750. Hijo del canario Sebastián de Miranda Ravelo y de la caraqueña Francisca Antonia Rodríguez de Espinoza. A los doce años inicia estudios en la "Clase de Menores" de la Universidad de Caracas. Durante dos años estudia latín, la Gramática de Nebrija y el Catecismo de Ripalda. Desde 1764 a 1766 cursó la "Clase de Mayores", profundizando sus conocimientos del latín a través del estudio de los clásicos de Virgilio y Cicerón. Asimismo, el curso requería nociones de historia, religión, aritmética y geografía. Finalmente cursa "Artes", completando su educación con estudios de lógica, física y metafísica, obteniendo el título de Bachiller en 1767. El nombramiento de su padre como Capitán de una Compañía de "blancos isleños" en 1764, produjo un fuerte rechazo de la sociedad "mantuana", expresión del conflicto que enfrentaba a los"blancos españoles y a los "blancos criollos", preámbulo de la lucha de Independencia Hispanoamericana. Ante tal circunstancia, decide marcharse en 1770 a España para servir al Rey. El 25 de enero de 1771, sin haber cumplido todavía los 21 años se embarca para España, con el propósito de servir en el ejército real, dando con esto inicio a un largo periplo que lo llevará a combatir en tres continentes: África, Europa y América; y, a participar en tres de los eventos más importantes de la historia universal contemporánea: la Independencia de los Estados Unidos, la Revolución Francesa y la Revolución de Independencia Hispanoamericana. En 1772, con la obtención del Rey (Carlos III) de un puesto como oficial en el ejército español, dará inicio a una rápida y ascendente carrera militar que comienza como Capitán del Regimiento de Infantería de la Princesa. El año siguiente está de guarnición en las posesiones españolas del Norte de África y participa luego en la defensa de Melilla (1774-1775) contra las fuerzas del Sultán de Marruecos y en la expedición contra Argel (1775). Nombrado capitán del Regimiento de Aragón y Edecán del general Juan Manuel Cajigal, en 1781 acompaña a éste con las tropas españolas que refuerzan el sitio puesto a la plaza de Pensacola, ocupada por los ingleses en la Florida Occidental. Su conducta en la toma y capitulación de esta plaza en mayo de 1781, le valen ser ascendido a teniente coronel. Es en Pensacola, contexto de la independencia norteamericana, donde Francisco de Miranda concibe por primera vez la idea de una gran patria libre para Hispanoamérica, a la que llamaría poco después Colombia o Colombeia. En abril de 1782 participa en la expedición naval española que sale de Cuba para conquistar las islas británicas de las Bahamas. Como Edecán del general Cajigal negocia la capitulación de esas islas el 8 de mayo. De ahí se traslada a Cabo Francés (Haití), donde tendrá que enfrentar por primera vez, las denuncias e intrigas, que siempre rodearon su vida. Se le acusaba que en junio de 1781 había permitido la visita del general inglés Campbell a las fortificaciones de La Habana, por lo que es arrestado, y liberado gracias a su amigo Cajigal. De regreso a La Habana tiene que esconderse para no ser sometido a prisión, embarcándose hacia Estados Unidos (1.6.1783.) donde pasará 18 meses. Allí estudia el proceso norteamericano, frecuentando a prominentes ciudadanos como Jorge Washington, Alexander Hamilton, Thomas Paine y Gilbert M. de La Fayette; esbozando su primer proyecto de Independencia para todo el continente Hispanoamericano. En diciembre de 1784 se embarca a Inglaterra, siempre con el propósito de conseguir ayuda para sus proyectos independentistas. Sin embargo, el momento no es el más propicio y Miranda se dedicará a perfeccionar su cultura, que llegará a ser imponente. Miranda llegó a dominar 6 idiomas, y traducir del latín y griego. Con el tiempo construyó en su casa de Londres, una biblioteca conformada por más de 6.000 volúmenes, muchos de ellos representativos de la cultura del Siglo de las Luces (Diderot, Voltaire, Rousseau, Montesquieu, Locke, Hume). Durante 4 años (1785-1789), emprende un largo viaje a través de Europa. Visita parte de Holanda, Prusia, casi toda Italia, Alemania, Francia, Suiza, Bélgica y Grecia. Pasa al Asia Menor y al Imperio Turco (Constantinopla). En Kiev, el 14 de febrero de 1787, es presentado a Catalina de Rusia que hace de él uno de sus predilectos y le autoriza a utilizar el uniforme del ejército ruso. En este período el gobierno de Madrid hace vigilar a Miranda, preparando su extradición. Para escapar a las persecuciones de la corona española, usa el nombre de Monseiur Meyrat. El 18 de junio de 1789 regresa a Inglaterra donde reanuda conversaciones con el Primer Ministro William Pitt, sobre la proyectada emancipación de Hispanoamérica, presentándole planes y estudios de operaciones militares en América. La indiferencia de Pitt ante sus planes, obligará a Miranda a buscar nuevos horizontes para la realización de su ideal independentista continental.

Francia revolucionaria:
El 23 de marzo de 1792 llega a París, donde establece estrecha amistad con el alcalde de la ciudad, Jerónimo Petión. El 25 de agosto de 1792 es nombrado Mariscal de Campo del Ejército Revolucionario francés, cargo que acepta Miranda como medio para promover la causa de independencia hispanoamericana. En poco tiempo cosecha grandes éxitos militares. Al mando de una división, obliga a retroceder el 12 de septiembre de 1792, en las batallas de Morthomme y Briquenay, a las fuerzas prusianas; las cuales se retiraran de manera definitiva el día 20 del Campo de Valmy. En octubre se encarga como petición de Carlos Dumuriez de los ejércitos del norte. Acto seguido ocupa Amberes y toma el mando del ejército en Bélgica. Se ve obligado a levantar el sitio de la ciudad de Maastricht (Holanda). La derrota de Neerwinden (Bélgica) le obliga a retirarse. Estos reveses militares serán utilizados por Dumuriez, quien pensaba pasarse al enemigo (los austríacos) para acusarlo de traición ante Dantón y la Convención Francesa El 28 de marzo llega Miranda a París, para comparecer y enfrentar los cargos en su contra. No obstante, los hechos darán un giro inesperado, cuando la rivalidad entre girondinos y jacobinos lo lleven ante el Tribunal Revolucionario, ante el cual hace una magistral defensa que le permite evitar la guillotina y ser liberado el 13 de enero de 1795. El 15 de enero regresa a Londres, donde reanuda sus gestiones con el primer ministro Pitt y el gabinete británico, así como con las autoridades norteamericanas para lograr la ayuda necesaria para la ejecución de su plan de operaciones en Hispanoamérica. Al no concretarse ni la ayuda británica, ni la norteamericana, emprende Miranda con la ayuda de algunos amigos una expedición a bordo del bergantín Leander (por el nombre de su primer hijo Leandro) el 2 de febrero de 1806 hacia Jacmel (Haití). En el puerto haitiano se unen al Leander las goletas Bee y Bacchus. El 12 de marzo es creada por Miranda la bandera tricolor (amarillo, azul y rojo). Desembarca en La Vela de Coro el 3 de agosto de 1806, toma el fortín e iza la bandera, lo cual hace también en la ciudad de Coro, pero donde no recibe el apoyo de los pobladores, retirándose ante la amenaza realista.

10 de octubre de 1810: La empresa definitiva:
El 10 de octubre, luego de conversaciones en su casa de Londres (n° 27 de Grafton Way) con los comisionados de la Junta Suprema de Gobierno de Caracas (formada por Andrés Bello, Simón Bolívar y Luis López Méndez), Miranda decide regresar a Venezuela. El 10 de diciembre del mismo año, después de hacer escala en Curazao, llega a La Guaira. Es nombrado teniente general de los ejércitos de Venezuela el 31 de diciembre de 1810. Impulsa la instalación de la Sociedad Patriótica y en 1811 se incorpora al Congreso Constituyente. Sostiene la necesidad de declarar la Independencia definitiva, lo que se realiza el 5 de julio de 1811, adoptándose como bandera nacional la traída por Miranda en 1806. A raíz del terremoto del 26 de marzo de 1812, y la derrota de Bolívar a manos de Domingo Monteverde en Puerto Cabello, Miranda comenzará una serie de negociaciones con los realistas, que concluirán con la Capitulación de San Mateo el 25 de julio de 1812 y la pérdida de la Primera República. El fracaso del primer intento de independencia de España por parte de Venezuela, y el creciente rechazo hacia su persona, hacen renunciar a Miranda a su cargo de General en Jefe de Tierra y Mar de la Confederación de Venezuela. Durante la noche del 30 al 31 de julio, cuando se preparaba a embarcarse en La Guaira rumbo a Curazao, un grupo de militares y civiles (entre los que se encontraba Bolívar) lo arresta, acusándolo de traición. Poco después de su arresto, las fuerzas realistas entran a La Guaira y se apoderan de él. El 4 de junio es trasladado a la fortaleza de El Morro en Puerto Rico, y a fines de 1813 llevado a España. A principios de enero de 1814 está encarcelado en un calabozo del Fuerte de las Cuatro Torres, en el arsenal de La Carraca, donde morirá en la madrugada del 14 de Julio de 1816. Dando fin a la vida del primer venezolano universal, el precursor de la Independencia Hispanoamericana y el "criollo más culto de su tiempo".


Hugo Chávez Sistema de seguridad de EE.UU. en Sudamérica:
[Cercando a Venezuela:]
La llegada al poder, en Venezuela, del Presidente Hugo Chávez el 2 de febrero de 1999 coincidió con un acontecimiento militar traumático para Estados Unidos: la clausura de su principal instalación militar en la región, la base Howard, situada en Panamá, cerrada en virtud de los Tratados Torrijos-Carter (1977). En sustitución, el Pentágono eligió cuatro localidades para controlar la región: Manta en Ecuador, Comalapa en El Salvador y las islas de Aruba y Curazao (de soberanía holandesa). A sus -por decirlo así- ‘tradicionales’ misiones de espionaje, añadió nuevos cometidos oficiales a estas bases (vigilar el narcotráfico y combatir la inmigración clandestina hacia Estados Unidos), y otras tareas encubiertas: luchar contra los insurgentes colombianos; controlar los flujos de petróleo y minerales, los recursos en agua dulce y la biodiversidad. Pero desde el principio sus principales objetivos fueron: vigilar Venezuela y desestabilizar la Revolución Bolivariana. Después de los atentados del 11 de septiembre de 2001, el Secretario norteamericano de Defensa, Donald Rumsfeld, definió una nueva doctrina militar para enfrentar al “terrorismo internacional”. Modificó la estrategia de despliegue exterior, fundada en la existencia de enormes bases dotadas de numeroso personal. Y decidió reemplazar esas megabases por un número mucho más elevado de Foreign Operating Location (FOL, Sitio Operacional Preposicionado) y de Cooperative Security Locations (CSL, Sitio Compartido de Seguridad) con poco personal militar pero equipado con tecnologías ultramodernas de detección. Resultado: en poco tiempo, la cantidad de instalaciones militares estadounidenses en el extranjero se multiplicó, alcanzando la insólita suma de 865 bases de tipo FOL o CSL desplegadas en 46 países. Jamás en la historia, una potencia multiplicó de tal modo sus puestos militares de control para implantarse a través del planeta. En América Latina, el redespliegue de bases ya permitió que la de Manta (Ecuador) colaborase en el fallido golpe de Estado del 11 de abril de 2002 contra el Presidente Chávez. A partir de entonces, una campaña mediática dirigida por Washington empieza a difundir falsas informaciones sobre la pretendida presencia en ese país de células de organizaciones como Hamás, Hezbolá y hasta Al Qaeda. Con el pretexto de vigilar tales movimientos, y en represalia contra el gobierno de Caracas que puso fin, en mayo de 2004, a medio siglo de presencia militar estadounidense en Venezuela, el Pentágono amplia el uso de sus bases militares en las islas de Aruba y Curazao, situadas muy cerca de las costas venezolanas, donde últimamente se han incrementado las visitas de buques de guerra estadounidenses. Lo cual ha sido recientemente denunciado por el Presidente Chávez: “Es bueno que Europa sepa que el imperio norteamericano está armando hasta los dientes, llenando de aviones de guerra y de barcos de guerra las islas de Aruba y Curazao. (…) Estoy acusando al Reino de los Países Bajos de estar preparando, junto al imperio yanqui, una agresión contra Venezuela” (1). En 2006, se empieza a hablar en Caracas de “socialismo del siglo XXI”, nace la Alianza Bolivariana para las Américas (ALBA) y Hugo Chávez es reelegido presidente. Washington reacciona imponiendo un embargo sobre la venta de armas a Venezuela, bajo el pretexto de que Caracas “no colabora suficientemente en la guerra contra el terrorismo”. Los aviones F-16 de las fuerzas aéreas venezolanas se quedan sin piezas de recambio. Ante esa situación, las autoridades venezolanas establecen un acuerdo con Rusia para dotar a su fuerza aerea de aviones Sukhoi. Washington denuncia un presunto “rearmamento masivo” de Venezuela, omitiendo recordar que los principales presupuestos militares de América Latina son los de Brasil, Colombia y Chile. Y que, cada año, Colombia recibe una ayuda militar estadounidense de 630 millones de dólares (unos 420 millones de euros). Apartir de ahí, las cosas se aceleran. El 1 de marzo de 2008, ayudadas por la base de Manta, las fuerzas colombianas atacan un campamento de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) situado en el interior del territorio de Ecuador. Quito, en represalia, decide no renovar el acuerdo sobre la base de Manta que vence en noviembre de 2009. Washington responde, el mes siguiente, con la reactivación de la IV Flota (desactivada en 1948, hace sesenta años…) cuya misión es vigilar la costa atlántica de América del Sur. Un mes más tarde, los Estados sudamericanos, reunidos en Brasilia, replican creando la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), y, en marzo de 2009, el Consejo de Defensa Suramericano. Unas semanas después, el embajador de Estados Unidos en Bogotá anuncia que la base de Manta será relocalizada en Palanquero, Colombia. En junio, con el apoyo de la base estadounidense de Soto Cano, se produce el golpe de Estado en Honduras contra el Presidente Manuel Zelaya quien había conseguido integrar a su país en el ALBA. En agosto, el Pentágono anuncia que dispondrá de siete nuevas bases militares en Colombia. Y en octubre, el presidente conservador de Panamá, Ricardo Martinelli, admite que ha cedido a Estados Unidos el uso de cuatro nuevas bases militares. De ese modo, Venezuela y la Revolución Bolivariana se ven rodeadas por nada menos que trece bases estadounidenses, situadas en Colombia, Panamá, Aruba y Curazao, así como por los portaaviones y navíos de guerra de la IV Flota. El Presidente Obama parece haber dejado manos libres al Pentágono. Todo anuncia una agresión inminente. ¿Consentirán los pueblos que un nuevo crimen contra la democracia se cometa en América Latina? (Ignacio Ramonet, 08/01/2010)


Gestión de los beneficios del petróleo:
El 31 de julio de 1914, la puesta en marcha del pozo petrolero de Zumaque I en el noroeste de Venezuela cambió para siempre la economía del país latinoamericano. En aquel momento, Venezuela era una nación pobre, eminentemente agrícola y sin instituciones fuertes. Y el líquido negro y viscoso que brotaba de aquella primigenia planta extractiva fue como un maná caído del cielo que, paradójicamente, acabaría sumiendo en la ruina a uno de los países más ricos del mundo en recursos naturales. Una oportunidad única de desarrollarse que, sin embargo —y tras un siglo de explotación petrolera a sus espaldas—, se puede decir que no ha sabido aprovechar. “Los venezolanos no entendían lo que la aparición del petróleo significaría para su futuro”, relata Raúl Gallegos, corresponsal en Caracas de la agencia Dow Jones y del diario Wall Street Journal entre 2004 y 2009 y hoy analista senior de la consultora Control Risks en Bogotá. Gallegos acaba de presentar ¿Cuándo se jodió Venezuela? (Deusto), un libro en el que desgrana de forma ágil y amena uno de los mayores dramas económicos que ha vivido el mundo en el último siglo: de qué forma el Estado con las mayores reservas probadas de crudo del planeta lidia día tras día con la escasez de productos básicos y con una crisis que llevará a su PIB a caer un 10% este año. ¿Cómo es posible? “El venezolano medio, desde todo punto de vista, se acostumbró a vivir en una sociedad en la que el petróleo debe gozarse de manera inmediata porque mañana puede no tener el mismo valor”, afirma Gallegos. Y es que la historia económica de Venezuela es, en cierta medida, la de la exageración y la desmedida, plagada de puntos álgidos y valles de depresión total con un rasgo distintivo: una gestión cuando menos discutible. Cuando el pozo de Zumaque I empezaba a dar sus primeros réditos, el país estaba gobernado con mano de hierro por un dictador, Juan Vicente Gómez, que logró instalarse en el cargo durante 27 años y morir como uno de los hombres más ricos de Sudamérica gracias, precisamente, a las ganancias derivadas de la venta de crudo. La Primera Guerra Mundial acaba de comenzar y las principales potencias militares empezaban a equipar sus flotas navales con barcos que consumían petróleo en vez de carbón y los automóviles empezaban a poblar las calles de las principales ciudades estadounidenses. Para aprovechar el momento, Gómez aprobó un esquema de explotación a medida de las petroleras estadounidenses y convirtió Venezuela, en palabras de Gallegos, en un “rico enclave manejado como una finca personal” en la que el 90% de los ingresos dependían del crudo y permitían la creación de una clase de trabajador que “ganaba más de lo que podía gastar”. Esas dos características: la corrupción y la disfunción económica perseguirían a Venezuela hasta hoy. UN VISIONARIO DE CARACAS Cuando Juan Pablo Pérez Alfonzo tomó posesión como ministro de Fomento en 1945 bajo la presidencia de Rómulo Betancourt, decidió apretar fiscalmente a las petroleras y exigir que el Estado obtuviese parte de los beneficios que estas firmas obtenían en los procesos de refino, transporte y venta de la gasolina. Más tarde, consciente de que las exigencias venezolanas eran mucho mayores que las que ponían los países de Oriente Próximo, envió una delegación a esta región con copias del acuerdo alcanzado en Venezuela con las petroleras y consiguió que Arabia Saudí adoptase similares condiciones y que éstas se extendieran por todo el sector. Pero su mayor obra llegaría más de una década después, tras un largo exilio en EE UU y México que aprovecharía para estudiar a fondo el sector petrolero. “En aquellos años, las siete petroleras más poderosas del mundo dominaban más del 80% de las reservas probadas y los países, verdaderos dueños del crudo, nada podían hacer al respecto”, incide Gallegos. Ante esto, Pérez Alfonzo se acercó en 1960 a Arabia Saudí, Irán, Irak y Kuwait y propició la creación de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), que crearía las reglas del juego del sector. Sin embargo, lo que más destaca Gallegos de Pérez Alfonzo es que “entendía que el flujo de dólares del petróleo era demasiado para poder ser absorbido por la economía del país”. Lo tildaron de loco “y una sociedad que descalifica así a sus mejores cuadros, tiene mucho que avanzar todavía”, zanja. Menos de dos décadas después, en plena Gran Depresión en EE UU, el petróleo convertiría al bolívar en una de las monedas más fuertes del mundo, el coste de la vida en Caracas triplicaría al de Washington y, en definitiva, Venezuela empezaría a sentir los primeros efectos del llamado mal holandés, el fenómeno que ocurre cuando el éxito de un recurso natural tras un auge inicial, arruina a largo plazo la economía de un país. “Los días de bonanza no duraron mucho tiempo”, relata Gallegos. Ante la incipiente escasez de productos, el Gobierno del filofascista Isaías Medina impondría los primeros controles de precios e inauguraría una etapa de fuerte intervención estatal que llega hasta nuestros días. A medida que aumentaba la riqueza petrolera, los venezolanos demandaban más beneficios y los militares también querían su parte. Así puede explicarse que el primer Gobierno democrático cayese tras un golpe de Estado, otra lacra que se repetiría varias veces. “Las fuerzas armadas estaban envalentonadas y, como todos los venezolanos, esperaban generosos beneficios del Estado”, apunta Gallegos. En los cincuenta se gestó también el abandono paulatino de la agricultura —lo que convertiría al país en dependiente del resto del mundo para alimentarse— y se propició el primer boom de la construcción. “Todo el mundo empezó a invertir en sectores que permitiesen lograr ganancias rápidas. Venezuela era el lugar donde había que estar, pero la pregunta de cómo administrar los recursos petroleros para generar un desarrollo sostenible y una economía menos dependiente del petróleo no estaba presente”. Da igual la etiqueta La historia se repetiría décadas después, con los mismos rasgos distintivos: irracionalidad económica —inflación superior a los tipos de interés que incentiva el consumo inmediato y los préstamos frente al ahorro—, lujo importado y subidas salariales por decreto en plena escalada del petróleo de 1973, cuando los precios del crudo subieron un 260% y Venezuela era incapaz de absorber la ingente cantidad de divisas que ingresaba; y recesión severa, controles de capitales y de precios y deudas impagables en los ochenta, que desembocarían en el sangriento Caracazo. Nueve años después llegaría Hugo Chávez al poder y la situación se repetiría. “Aunque muchos acusan al chavismo de todo lo que ha pasado en Venezuela, solo es una prolongación histórica de una situación que viene de mucho antes; Venezuela ha tropezado con la misma piedra una, otra y otra vez”. A este continuo déjà vu hay que sumar, según Gallegos, el añadido que supone la beligerancia chavista hacia la economía de mercado y la inversión extranjera, lo que ha provocado “que se ahonde más en esa dependencia del ciudadano-gobierno y gobierno-petróleo. Son muchas generaciones las que piensan que su manera de prosperar es acercarse más al Estado, como empresario, militar o ciudadano”, incide. “Este gobierno lo llamó ‘socialismo del siglo XXI’, otro ‘la gran Venezuela’… Da igual la etiqueta, el trágico desenlace es el mismo”. (Ignacio Fariza, 24/10/2016)


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