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El precio de Orgullo y prejuicio:
Vio la luz en enero de 1813, y desde entonces se han vendido unas veinte millones de copias. Sin duda un gran negocio. Sin embargo, en 2003 la BBC hizo una encuesta para conocer el libro más amado del Reino Unido y Orgullo y prejuicio quedó en segunda posición, por detrás únicamente de El Señor de los Anillos. Por aquella obra Jane Austen cobró un único pago. El 29 de noviembre de 1812 Austen envió una carta a una amiga suya llamada Martha Lloyd, comunicándole la venta de su obra por la cantidad de 110 libras, que vendrían a ser dos meses de sueldo en un trabajo medio en aquel tiempo. En aquella carta Austen decía: “P&P (Pride and Prejudice) está vendida, Egerton ha pagado 110 libras por ella. Hubiera preferido conseguir 150, pero no podíamos estar los dos contentos[…] El dinero se pagará al final del décimo segundo mes”. Dos meses después veía la luz la novela. Y no hay que olvidar que por aquel precio el editor se llevó también los derechos sobre la primera frase del libro, una de las más reconocidas de la historia de la literatura: Es una verdad mundialmente reconocida que un hombre soltero, poseedor de una gran fortuna, necesita una esposa. (C.S.)

Las cartas de rechazo que recibió Charlotte Brontë:
Charlotte Brontë, hija de un pastor anglicano y nacida en 1816, se dedicó a escribir novelas, como algunas de sus hermanas. Tras escribir Jane Eyre, decidió enviarla a un editor para que fuera publicada, mientras sus hermanas avanzaban en obras que también son hoy hitos de la literatura, como Cumbres Borrascosas, escrita por Emily. Aquel primer editor le respondió a Charlotte Brontë con una carta de rechazo. Pero eso no bajó de su empeño a la dama. Envió otra vez el manuscrito buscando editor, pero con el mismo resultado. Hubo un tercer rechazo, y un cuarto, un quinto… y así hasta el decimoquinto, que también fue rechazo. Nada más y nada menos que quince editores rechazaron publicar Jane Eyre. Sin duda uno diría que le sentido común aboga por meter aquel manuscrito en un cajón y comenzar de nuevo, pero Charlotte no pensaba de ese modo y siguió intentándolo. Y entonces llegó una carta con el siguiente texto: “He pasado la noche entera leyendo su novela. Es fantástica. La publico”. Y así comenzó la carrera de una de las escritoras más reconocidas y famosas de la historia de la literatura. Una mujer que no tiró la toalla a pesar de quince cartas de rechazo. (C.S.)

Últimas frases de algunos escritores:
Ahora me iré a dormir. Buenas noches (Lord Byron) ¡Que Dios ayude a mi pobre alma! (Edgar Allan Poe) Ten valor, Charlotte, ten valor (Anne Brontë) Alce, indio (Incomprensible frase de Henry David Thoreau) Incorpórame, quiero cagar Pero los campesinos… ¿Cómo mueren los campesinos? (Lev Tolstói) Se disipa la niebla (Emily Dickinson) ¿No es meningitis? (Louise May Alcott) O se va él o me voy yo (Oscar Wilde. Al parecer se refería al papel pintado de la habitación, que no debía ser de su agrado) Ahora puedo cruzar las arenas movedizas (Lyman Frank Baum) Eres maravillosa (Arthur Conan Doyle, dirigiéndose a su mujer) Vete, estoy bien (Herbert George Wells) ¿Cuál es la respuesta? ¡Ah!, ¿cuál es la pregunta? (Gertrude Stein. Entre una frase y otra hubo un silencio) ¿En serio nadie la entiende? (James Joyce. Se refería a una obra suya, Finnegans Wake) ¡Mátame, o si no eres un asesino! (Franz Kafka) Nacido en una habitación de hotel y ¡maldita sea! Muerto en otra (Eugene O’Neill)

Recomendaciones de Hemingway para jóvenes escritores:
Existen tantos consejos, guías, recomendaciones y listas de lecturas hechas por escritores y destinadas a aquellos que quieren ser escritores, que bien se podría escribir un libro únicamente con esas listas y consejos. De hecho, estoy tentado de hacerlo. ¿Tendré que leer todos esos consejos y recomendaciones antes de ponerme a escribirlo? Quién sabe. En cualquier caso, muchas veces están cargadas de sentido común, otras sirven para conocer mejor cómo trabajaba y pensaba el autor en cuestión, que siempre es interesante, y en algunos, nos encontramos con alguna lista de lecturas que bien merece un repaso. Este último es el caso del que voy a hablarles. En 1934, un joven aspirante a escritor hizo autostop hasta Florida para conocer a su ídolo, que no era otro que Ernest Hemingway. El autoestopista se llamaba Arnold Samuelson y había leído un texto de Hemingway en un diario, texto del que más tarde saldría su novela Tener y no tener, que le impresionó tanto que decidió ir a ver al escritor. Después de unas cuantas peripecias por el país, en plena Gran Depresión, cuando llegó a su destino y lo tuvo delante, le dijo qué había hecho y por qué y recibió algunos consejos, y un poco de whiskey: La cosa más importante que he aprendido sobre la escritura es a nunca escribir demasiado de una vez. Nunca te seques a ti mismo, deja un poco para el siguiente día. Lo principal es saber cuando parar. No esperes hasta que te hayas agotado, cuando lo estés haciendo bien y hayas llegado a un punto interesante y sepas lo que va a pasar a continuación; ese es el momento de parar. La zona de trabajo de Hemingway estaba en la parte trasera de la casa, sobre el garaje, y hasta allí lo siguió Samuelson. El escritor se sentó y comenzó a escribir en un papel una lista de lecturas recomendadas para alguien que quiere escribir y se la dio después al muchacho. Además de eso, le regaló un libro de Stephen Crane y una edición de su Adiós a la armas. En este último caso le dijo que era la única copia que tenía de esa edición y le pidió que se lo devolviera tras leerlo.

Lista de lecturas:
El hotel azul, de Stephen Crane El bote abierto, de Stephen CraneMadame Bovary, de Gustave Flaubert Dublineses, de James Joyce Rojo y negro, de Stendhal Servidumbre humana, de Somerset Maugham Anna Karenina, de Leo Tolstoy Guerra y paz, de Leo Tolstoy Los Buddenbrook, de Thomas Mann El granizo y el adios, por George Moore Los hermanos Karamazov, de Fyodor Dostoyevsky El libro de Oxford de la poesía inglesa La habituación enorme, de E.E. Cummings Cumbres borrascosas, de Emily Bronte Allá lejos y tiempo atrás, de W.H. Hudson El americano, de Henry James

La caligrafía de Agatha Christie:
Hay ocasiones en las que el destino salta todos los muros y trabas que aparecen en el camino para que algo ocurra. Agatha Christie, la famosa novelista creadora de Poirot y Miss Marple, tuvo un producción notable, entre la que se cuentan 80 obras, 39 de Poirot y 13 de Miss Marple, por ejemplo, pero también otras novelas de detectives, algunas novelas románticas, dos docenas de obras de teatro y algún escrito más. Y nuestra querida dama hizo todo esto a pesar de su disgrafía. Ese problema, la disgrafía, indica que la coordinación muscular de los que la padecen no sea correcta y por lo tanto sean incapaces de escribir. Para ser exactos sí pueden escribir, pero aquello que plasman sobre el papel nada tiene que ver con unas letras claras y legibles y habitualmente nadie es capaz de leer las letras que escriben o intentan escribir. Agatha Christie resolvió este problema por el camino de en medio, es decir, decidió usar siempre una asistente a la que dictaba todos los textos. Hace unos años se publicó una obra que sacaba a la luz algunos de los cuadernos de notas de la escritora (Los cuadernos secretos de Agatha Christie). Según el propio texto de la editorial Suma, en España, su letra era complicada de entender: entre sus objetos personales de la residencia familiar de Greenway se desenterraron los cuadernos privados de Agatha Christie, 73 volúmenes escritos a mano que, aunque se conocía su existencia desde hace años, habían permanecido en gran parte ignorados, probablemente debido a que la inconfundible caligrafía de Agatha era extremadamente dificultosa de leer. Pero cuando el archivero John Curran comenzó a descifrar los cuadernos, se hizo evidente la magnitud de este tesoro escondido, DOS NOVELAS INÉDITAS DE HERCULES POIROT… Agatha Christie y John Curran Los cuadernos secretos de Agatha Christie y dos novelas inéditas de Poirot. Como decía al comienzo, a veces hay que sobrepasar las dificultades. Que Christie escribiera con una caligrafía imposible no le impidió ser una autora prolífica y pasar a la historia de la literatura. Sirva esto de excusa para esos muchachos que están aprendiendo a escribir y no sirva de disculpa para los garabatos de los médicos.

37 títulos inventados de Charles Dickens:
Historia de un breve pleito Catálogo de estatuas del duque de Wellington Cinco minutos en China (3 volúmenes) Cuarenta guiños en las pirámides (2 vols) Abernethy sobre la Constitución (2 vols) El correo terrestre del señor Green (2 vols) La vida salvaje del capitán Cook (2 vols) El concilio de los obispos (2 vols) El escritor universal de cartas de Toots (2 vols) El arte de la etiqueta de Orson La calculadora completa de Downeaster Historia de la Edad Media (6 vols) El relato de la ballena de Jonás Las virtudes del alquitrán frío por el capitán Parry Las antiguas patrañas de Kant (10 vols) Bowwowdom, poema Revista Debate (4 números) Revista Pólvora (4 num) Steele. Por el autor de Ión El arte de echar los dientes Canciones infantiles de Mathew (2 vols) Los bombachos de Paxton (5 vols) Sobre el uso del mercurio por los poetas antiguos Recuerdos somnolientos de nada (3 vols) Conversaciones de Heavyside con nadie (4 vols) Repertorio de tópicos del habitante más viejo (2 vols) Roncología de Growler con apéndice (4 vols) Los libros de Moisés e hijos (2 vols) Burke (de Edimburgo) sobre lo sublime y lo hermoso (2 vols) Comentarios de Teazer Pruebas del cristianismo del rey Enrique VIII (5 vols) La señorita Biffin sobre la conducta El progreso de las píldoras de Morrison (2 vols) Lady Godiva sobre el caballo Milagros modernos de Munchausen (4 vols) Muestra de literatura dramática de Richardson (12 vols) Guía de Hansard para un sueño reparador (tantos volúmenes como sea posible)


El último ejemplar de dodo quemado por el director de un museo:
En Alicia en el País de las Maravillas aparece un dodo. En el capítulo III de esta obra de 1865, un dodo se encarga de organizar una carrera sin más regla que correr en círculos hasta que todos los participantes queden secos, ya que estaban empapados. El pájaro, porque el dodo era un pájaro, decide finalmente que todos son los ganadores. Esto que escribió Carroll, como decía, es de 1865. Para entonces, ya se había extinguido el dodo. Esta ave era endémica de las islas Mauricio gracias a la falta de depredadores terrestres. Su peso y sus capacidades físicas no le permitían volar, pero el hábitat de las islas era muy favorable para su proliferación. Según parece, la llegada del hombre cambió el entorno, acabó con ciertas zonas naturales y llevó a las islas nuevos animales que hicieron que el dodo se extinguiera. A finales del siglo XVII ya no había dodos vivos. Pasado algo más de medio siglo, tan sólo había un ejemplar disecado. El dodo no huía de los humanos, por lo que no servía como presa para la caza, y su carne no era apreciada, por lo que no generó interés en el ser humano. Aunque parezca irónico, esto eran malas noticias para la especie. Como decía, quedaba a mediados del siglo XVIII un ejemplar disecado, que bien conservado nos podría haber permitido conocer de primera mano al dodo. Pero acabó en el fuego. En el museo Ashmolean, en Oxford, se conservaba aquel último representante. El director del museo, en torno a 1755, decidió que la reliquia de la naturaleza que era el dodo del museo estaba muy deteriorada por culpa de las polillas y la echó al fuego. En lugar de intentar salvar al último dodo que quedaba, lo quemó. Quizás podría haber hecho algo para restaurarlo. En descargo del director, supongamos que él no sabía que lo que destruyó era el último ejemplar de dodo que quedaba en el mundo, aunque fuera disecado. (C.S.)


Infancia y monstruos:
Parte de la razón por la que los niños tienen miedo de la oscuridad puede ser que, hasta hace poco en nuestra historia evolutiva, nunca han dormido solos, sino acurrucados y seguros bajo la protección de un adulto… usualmente la madre. En el Occidente ilustrado los dejamos solos en una habitación oscura, les deseamos buenas noches y nos cuesta entender por qué a veces lo pasan mal. Evolutivamente es totalmente lógico que los niños tengan fantasías de monstruos que asustan. En un mundo con leones y hienas al acecho, esas fantasías contribuyen a impedir que los niños pequeños sin defensas se alejen demasiado de sus protectores. ¿Cómo puede ser eficaz este mecanismo de seguridad para un animal joven, vigoroso y curioso si no provoca un terror de dimensiones industriales? Los que no tienen miedo de los monstruos no suelen dejar descendientes. A la larga, supongo, en el curso de la evolución humana, casi todos los niños acaban teniendo miedo de los monstruos. Pero, si somos capaces de evocar monstruos terroríficos en la infancia, ¿por qué algunos de nosotros, al menos en alguna ocasión, no podríamos ser capaces de fantasear con algo similar, algo realmente horrible, una ilusión compartida, como adultos? (Carl Sagan)

Erratas:
Titivillus in culpa est o “la culpa es de Titivillus” era la excusa que sistemáticamente aducían los monjes de los scriptoria cuando el revisor advertía cualquier error en la copia de los manuscritos o, más tarde, la que los cajistas esgrimían ante las quejas de los correctores en la imprenta. Este diablillo de las erratas, que ha venido siendo el inductor y responsable de las imperfecciones de los libros, anotaba los despistes de los calígrafos y cajistas para serles exigidas las correspondientes responsabilidades en el día del Juicio Final, puesto que copiar las palabras sagradas venía a ser lo mismo que rezar.

 

 

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