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Lugares comunes:
El viaje relatado puede incluir los peligros a los que sucesivamente tuvo que enfrentarse Ulises. La parte central es la transformación del viajero. En algunas novelas esta estructura de viaje no es tan evidente como es el caso de la subasta del lote 49 de Pynchon, que termina sin resolver el misterio de la larga trama postal. Es una novela frecuentemente incluida en los planes de estudio de facultades de letras norteamericanas.

Las adaptaciones de las tramas de Shakespeare pueden detectarse contínuamente en obras estrenadas en la actualidad. La Biblia presta símbolos más o menos ocultos como el Paraíso. John Milton tomó de la Biblia la mayoría de sus temas y buena parte del material de sus grandes obras. Apenas se puede leer a Donne o a Malory o a Hawthorne o a Rossetti sin cruzarse con citas, motivos, personajes o historias enteras tomados de la Biblia.

Desde siempre se ha criticado a los adolescentes que en nuestro tiempo hacen el papel de estudiantes de instituto. Sobre ese grupo se ha dicho y escrito mucho, mayormente de cariz negativo: no leen, no saben escribir, no les importa el mundo que los rodea, no saben nada de historia ni de ciencia ni de política ni, en fin, de nada. En otras palabras, lo que se ha dicho sobre los adolescente desde que yo era uno. Y desde mucho tiempo antes. Estoy seguro que un día desenterraremos una tablilla de arcilla o un rollo de papiro que exprese exactamente esas opiniones. (Thomas C. Foster)

Al leer historias nos gusta lo extraño, pero también necesitamos lo familiar. Queremos que una novela nueva se distinga de todo cuanto hemos leído antes. Al mismo tiempo, precisamos que se parezca lo bastante a otras lecturas como para cobrar sentido. Si un texto consigue las dos cosas al mismo tiempo, extrañeza y familiaridad, se producen vibraciones, armonías que acompañan la melodía de la historia principal. Y dichas armonías provocan una sensación de amplitud, solidez, resonancia. Puede que esas armonías procedan de la Biblia, de Shakespeare, de Dante o de Milton, pero también de textos más humildes y familiares. (Thomas C. Foster)

Quizá los mitos bíblicos abarcan el espectro más amplio de situaciones humanas, pues comprenden todas las edades de la vida incluyendo la vida después de la muerte, todas las relaciones personales e institucionales, y todos los aspectos de la experiencia individual: el físico, el sexual, el psicológico, el espiritual. (Thomas C. Foster)

Faulkner, en ¡Absalón, Absalón! (1936), utiliza como título una frase de la Biblia (Absalón es el hijo rebelde de David, y se suicida colgándose) y argumentos y personajes tomados de la mitología griega. La novela es una versión de La Orestiada (458 a. de C.) de Esquilo, la tragedia sobre los soldados que regresan de Troya y sobre su venganza y destrucción a escala mítica. La guerra de Troya es ahora la guerra de Secesión, y el personaje asesinado a las puertas de la ciudad es el hijo ilegítimo que muere a manos de su medio hermano, no el marido engañado (Agamenón) que muere a manos de su esposa (Clitemnestra), aunque se alude al nombre de ésta en el de una esclava mestiza, Clytie. Faulkner nos ofrece un Orestes, el hijo vengador acosado por las Furias, en la persona de Henry Sutpen, quien acaba consumiéndose en las llamas de la mansión familiar; y una Electra, la hija consumida por la pena y el duelo, en su hermana, Judith. La barroca complejidad del planteamiento y la ejecución no deja mucho espacio para una concepción ingenua y espontánea. (Thomas C. Foster)

 

 

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