Desigualdad             

 

Aumento de la desigualdad:
La brecha entre ricos y pobres no deja de aumentar en todos los países desarrollados. Los sacrificios no se han repartido de una forma equilibrada. En España, entre 2007 y 2010, mientras se sufrían los efectos de la crisis, la distancia entre el 20% más rico y el 20% más pobre se incrementó apreciablemente. La brecha entre los más ricos y los más pobres se ha situado en el nivel más alto de los últimos treinta años. En la UE las políticas de redistribución de riqueza han ido perdiendo eficacia. El 23% de los europeos corren el riesgo de entrar en niveles de exclusión social. Según datos de la OCDE (2008) el 10% mejor situado ganaba como promedio 9,6 veces más que el peor pagado. En España eran casi 12 veces más y 14 en EE.UU. Hasta hace poco el ejecutivo estadounidense cobraba 30 veces más que su empleado, ahora gana 110 veces más y paga menos impuestos. Las personas con menos recursos son las que más han sufrido los recortes en forma de disminución de servicios, prestaciones, subsidios y derechos laborales. La reforma laboral española de 2012 agrava la desproporción en el reparto de las cargas impuestas en forma de pérdida de derechos. Las condiciones anteriores no eran demasiado rígidas. Durante el 2009, del millón de despidos que hubo en España, 900.000 fueron improcedentes, y después de la reforma del 2010, los improcedentes triplicaron a los despidos objetivos. Por todas partes se encuentran evidencias que apuntan a que el proyecto conservador de conseguir mejores condiciones de vida para todos a través del libre mercado ha fracasado.

Contabilidad de España, la encuesta del INE sobre Condiciones de Vida, y las informaciones del informe presentado recientemente por Cáritas y la Fundación Foessa, proporcionan datos del aumento de la desigualdad, de la merma de los ingresos de la mayoría de hogares españoles, y del incremento de la pobreza. Los costes de la crisis recaen sobre los asalariados y pequeños y medianos empresarios, al tiempo que los ricos aumentan sus ingresos y patrimonio. (Carlos Berzosa, marzo 2012)

“Los ricos gobiernan un sistema mundial que les permite acumular capital y pagar el menor precio posible por el trabajo. La libertad resultante sólo la obtienen ellos. Los muchos no tienen más remedio que trabajar más duro en condiciones cada vez más precarias para enriquecer a los pocos. La política democrática, dirigida al progreso de la mayoría, está realmente a merced de esos banqueros, barones mediáticos y otros magnates que dirigen y poseen todo”. los gobernantes europeos parecen estar “dispuestos a casi cualquier indignidad antes de que se perjudique a los banqueros”; y los trabajadores de diferentes localidades europeas deben perder sus empleos con tal de que “los banqueros en Fráncfort y los burócratas de Bruselas puedan dormir tranquilos”. (Charles Moore, conservador y biógrafo de Margareth Tatcher, 02/07/2011)

Privilegios de los poderosos:
[...] La base más firme para elaborar un proyecto político pasa por la constatación de que, a pesar del impresionante desarrollo de la igualdad jurídica y política de las democracias modernas, sigue habiendo desigualdades económicas enormes que se sustentan en la existencia de privilegios. La existencia de esos privilegios explica que buena parte de la ciudadanía tenga la percepción, a mi juicio certera, de que el sistema no funciona igual para todos; que hay grupos que tienen un poder económico y político desmesurado y que influyen demasiado en decisiones colectivas que acaban orientándose a los intereses particulares y no a los generales. Se trata de una coalición de intereses, formada por las grandes corporaciones, los bancos y las grandes fortunas, que recibe un trato de favor frente al ciudadano común. Es esta coalición la que se ha aprovechado mayormente de las oportunidades de la globalización económica y financiera.

Es verdad que, durante la fase de expansión de la burbuja económica, casi todo el mundo ganaba con la globalización, aunque unos mucho más que otros. Sin embargo, con la crisis, la minoría privilegiada ha continuado ganando, mientras que importantes capas de la sociedad se han empobrecido y, en general, la población asiste atónita a la impotencia de los gobiernos nacionales para estimular el crecimiento y detener el deterioro de los servicios públicos. Los privilegios se manifiestan en formas muy variadas. Por un lado, como privilegios fiscales. En casi todos los países desarrollados ha habido una competición a la baja en los impuestos de sociedades y en general en la fiscalidad que se aplica a la inversión, concentrándose la mayor carga fiscal sobre los asalariados. En España, el problema se agrava por un fraude fiscal muy extendido entre los autónomos y profesionales, fraude que los Gobiernos no se atreven a combatir. Por otro lado, las retribuciones que reciben los altos ejecutivos resultan simplemente ofensivas y tienen un efecto desmoralizador sobre el conjunto de la sociedad.

Ex gobernantes en las corporaciones:
Las grandes corporaciones, además, cometen múltiples abusos con los ciudadanos (en su papel de clientes o accionistas) y consiguen con facilidad un trato especial por parte de la Administración. A este respecto, resulta sumamente inquietante el fenómeno de las puertas giratorias, es decir, el tránsito de ida y vuelta entre la política y los consejos de administración de las grandes empresas. Si estas empresas contratan políticos es porque estos son capaces de hacer valer su influencia y sus contactos en beneficio de los intereses corporativos. La nómina de ex presidentes integrados en grandes grupos económicos es bastante elocuente (Blair, Schröder, González, Aznar, etc.). En España a veces no hace falta ni siquiera hacer girar la puerta: hay un número elevado de políticos, tanto de la derecha como de la izquierda, sentados en los consejos de las Cajas de Ahorro cobrando retribuciones indecentes.

Es importante subrayar que la lucha contra los privilegios económicos no supone fracturar la sociedad en dos mitades. Se trata más bien de corregir una asimetría brutal entre una minoría exigua, con poderes y recursos desproporcionados, y la inmensa mayoría de la sociedad. La socialdemocracia tiene que volver a pensar seriamente no tanto en las políticas concretas que quiere realizar desde el Gobierno, sino en cómo modificar las relaciones de poder que han permitido que la situación actual llegue a ser tan injusta. La izquierda socialdemócrata ha sido demasiado complaciente con los intereses financieros globales, con el diseño tecnocrático de la Unión Europea y con los grandes grupos empresariales. Esta, me parece, es una de las causas de su descrédito en muchos países. Si quiere renovar su proyecto y acabar con los privilegios económicos, tendrá que reflexionar sobre cómo pueden cambiarse unas relaciones de poder que resultan tan desfavorables para la mayoría de la sociedad. (Ignacio Sánchez-Cuenca)


[ Home | Menú Principal | Documentos | Información | China | Media ]