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Hayreddín Barbarroja:
Argel:
La fama de Hayreddín se extendió por todo el mundo musulmán del Próximo Oriente. Desde Levante llegaron a Argel corsarios experimentados en busca de fortuna, como Sinán el Judío o Alí Caramán. Del mismo modo, cuando el condotiero genovés Andrea Doria, a instancias de Carlos V, se adentró en el Mediterráneo oriental y consiguió capturar los puertos de Corón, Modón y Naupacto, en el Peloponeso, Solimán mandó llamar de inmediato a Hay-reddín. Éste se apresuró a atender la convocatoria. Para impresionar al sultán, abarrotó sus navíos con presentes de lo más suntuoso: tigres, leones, camellos cargados de sedas y paños de oro, vasos de plata y oro, y también doscientas mujeres destinadas al harén de Estambul, así como buen número de esclavos jóvenes. Solimán, sin duda complacido, nombró a Hayreddín gran almirante de la flota otomana.
Al mando de 80 galeras y 20 fustas, Barbarroja inició entonces una vigorosa campaña naval a lo largo y ancho del Mediterráneo. Tras reconquistar Corón y Naupacto, la armada de Hayreddín aterrorizó las costas de Italia. En Nápoles, tras intentar prender a la hermosísima condesa Julia Gonzaga, que logró escapar por muy poco, Hayreddín y sus hombres saquearon numerosos templos y sepulturas. Barbarroja amenazó incluso Roma, donde el papa Clemente VII agonizaba, abandonado por los cardenales que habían huido tras saquear el erario apostólico. Pero, en realidad, toda la correría de Hayreddín era una estratagema para distraer la atención de la cristiandad de su verdadero objetivo, Túnez, que tomó por sorpresa.
El éxito de Hayreddín fue breve, ya que Carlos V se puso al frente de una poderosa expedición que logró la reconquista de Túnez, tras semanas de duro asedio y cruentos combates. De vuelta en Argel, Barbarroja no se arredró y buscó una ocasión para desquitarse. Sin dilación se embarcó con rumbo a la isla de Menorca, base de la escuadra imperial española. Al llegar a Mahón hizo colocar en los mástiles los estandartes e insignias de los barcos españoles hundidos en Argel el año anterior, y de esta guisa penetró sin resistencia en el puerto. Al darse cuenta del engaño, la escasa guarnición intentó defender las murallas, pero se rindió al cabo de unos días bajo promesa de que se respetaran las vidas y los bienes de los habitantes. El pacto sirvió de poco. Barbarroja saqueó la ciudad y apresó, según las crónicas, a 1.800 personas para venderlas como esclavos.
En los años siguientes, Barbarroja, con una flota de 150 naves, siguió con sus razzias por las costas de los territorios cristianos del Mediterráneo, desde las islas griegas e Italia hasta la península Ibérica. En 1538 derrotó a una gran armada al mando de Andrea Doria cuando éste le había acorralado en el puerto otomano de Préveza, en Grecia, lo que dejó el Mediterráneo oriental en manos de los turcos. En 1541 también rechazó la gran expedición dirigida por Carlos V en persona contra Argel. Dos años más tarde Hayreddín emprendió otra de sus legendarias correrías. De nuevo saqueó las costas del sur de Italia, capturando cientos de esclavos. Tras tomar la fortaleza de Gaeta, cuentan las crónicas que se enamoró, ya septuagenario, de la hija del gobernador español, María la Gaitana, que se llevó consigo.
Desde Italia, Hayreddín se dirigió a Marsella y Tolón, donde fue acogido con todos los honores por las autoridades, en cumplimiento de la alianza entre Francia y el Imperio otomano, unidos por su rivalidad frente a Carlos V. Algunos navíos de Barbarroja recorrieron la costa española, saqueando diversas ciudades costeras, como Rosas, Cadaqués, Palamós y Villajoyosa.
En 1545, Barbarroja se retiró a Estambul, donde vivió el último año de vida, dictando serenamente sus memorias. Falleció el 4 de julio de 1546. Su tumba, el Mausoleo Verde (Yesil Turbe), construida por el famoso arquitecto Mimar Sinan, «el Miguel Ángel otomano», aún se alza en la orilla europea del Bósforo, en el barrio de Besiktas. Durante años, ninguna nave turca abandonó Estambul sin realizar una salva en honor a su más temido corsario al pasar ante su sepultura, donde se lee el siguiente epitafio: «Ésta es la tumba del guerrero de la fe, el almirante Hayreddín Barbarroja, conquistador de Túnez y Argel. Dios lo tenga en su misericordia».
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