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" Diversos experimentos realizados entre los siglos XVII y XVIII para delimitar la dimensión exacta de la tierra alumbraron una poderosa sospecha, a saber, que la distancia entre los meridianos variaba dependiendo de la longitud en que fueran medidos. Conclusión: la tierra no era en absoluto una esfera perfecta y por tanto todos los conocimientos de navegación y cartografía partían de premisas falsas. Si se tienen en cuenta las ansias científicas del siglo de las luces, ello supuso un debate incontenible respecto a la verdadera forma de nuestro planeta. Para unos se trataría de un esferoide achatado por el ecuador; para otros por los polos. En cualquier caso no estaban dispuestos a posponer la cuestión por más tiempo, Para despejar la duda y gracias a la iniciativa de la Académie des Sciences de Paris, una de las instituciones científicas más prestigiosas de la época, se proyectó un experimento que consistía en realizar una serie de mediciones del arco del meridiano a la altura del Ecuador (luego con ayuda de las matemáticas se obtendría el perímetro de la tierra) y compararlas con iguales mediciones sobre los Polos. Con este reto partía en 1735 de Rouen una expedición hacia Laponia y un año después otra hacia Ecuador (por entonces integrado en el Virreinato del Perú). Además de estar ambas expediciones plagadas de los más reputados sabios franceses del momento, la iniciativa contó con apoyo español, ya que el monarca francés Luis XV era sobrino de Felipe V y éste a su vez “señor” de los dominios americanos. Este dato explica la presencia en el pasaje en calidad de observadores de dos jóvenes y brillantes marinos con conocimientos en astronomía y matemáticas: Jorge Juan y Antonio de Ulloa. La aventura americana duraría casi diez años y fue toda una accidentada gesta. En palabras de Bill Bryson “Uno de los peores viajes científicos”. La marcha hacia la América Ecuatorial la dirigía el matemático y geógrafo francés Charles Marie de La Condamine y el método previsto para la medición consistía en la triangulación geodésica, técnica basada en el principio geométrico de que si conoces la longitud del lado de un triángulo y dos de sus ángulos se pueden obtener el resto de sus dimensiones. El objetivo in situ era medir la longitud de un grado de meridiano siguiendo la línea que iba desde Yaruqui (cerca de Quito) hasta un poco más allá de Cuenca (actual Ecuador), con una distancia de 320 kilómetros. Pero las cosas no empezaron con buen pie entre los integrantes de la expedición. En Quito una multitud los echó de allí a pedradas y algo después el médico del grupo fue asesinado tras un asunto de faldas. Otros murieron de fiebres tropicales y caídas, otro apuñalado en una corrida de toros, otro al caer de la torre de una iglesia que él mismo había diseñado. Incluso hubo uno que se fugó con una muchacha de trece años y no hubo forma de convencerlo para regresar. Finalmente el botánico se volvió loco después de que tirasen a la basura su preciada colección. Además la relación de La Condamine con sus colegas de expedición, Louis Godin y Pierre Bouguer, fue decididamente mala desde un principio, hasta el punto de que dejaron de hablarse y de colaborar. El menguado grupo era recibido en todas partes con bastante escepticismo. ¿Desprecio por la ciencia? Más bien que a los funcionarios de allí no les cabía en la cabeza que esos extraños caballeros hubieran recorrido medio mundo para medir el mundo. En último término y pese a las penalidades, La Condamine terminó su misión años después de haber llegado a América del Sur ratificando el ensanchamiento terrestre en el ecuador que ya había predicho el gran Newton. A Maupertuis (que había dirigido la expedición a Laponia), Voltaire lo atacó sin piedad: “Usted ha confirmado en lugares aburridos lo que Newton sabía sin salir de casa.” Haciendo honor a la verdad, el periplo fue una auténtica gesta científica que abrió muchos caminos a diversas ramas del saber futuro: geodesia, astronomía, navegación, botánica… En muchas obras de historia de los viajes se sigue hablando de este viaje a la América meridional como el de la expedición de La Condamine, pese a que sus méritos científicos eran discutibles (Godin y Bouguer, fueron en realidad las principales inteligencias de aquella misión) y además sin apenas mencionar la aportación española. Acabada la campaña Jorge Juan y Antonio de Ulloa regresaron a España, cotejaron sus datos y se adelantaron a los franceses en la publicación de la memoria de la expedición. Ambos siguieron una brillante carrera: Ulloa fue el fundador del Museo de Ciencias Naturales de Madrid, el Observatorio Astronómico de Cádiz y el primer laboratorio de metalurgia del país y miembro de la Real Academia sueca, la Academia de Berlín y correspondiente de la Real Academia de Ciencias de París. Jorge Juan se hizo cargo de la construcción naval española renovando profundamente los astilleros, fundó el Real Observatorio Astronómico de Madrid y fue jefe de escuadra de la Armada Real. Dos grandes personalidades que engrandecieeron el patrimonio científico español. hermanotemblon.net

 

 

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